martes, 22 de enero de 2013

julio romero de torres

 
 
Viva el pelo (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba




En la obra de Julio Romero de Torres, pintor tan querido por el pueblo de Córdoba, se distinguen dos grandes momentos que parecen estar separados por el viaje que el artista realizó a Italia en 1908.

En los primeros años las creaciones de Julio Romero, que había nacido en 1874, acusan la influencia de diversas corrientes pictóricas como el realismo social, el romanticismo, el modernismo y el simbolismo. Estamos en los momentos de formación del artista, entre cuyas obras más destacadas podemos citar Conciencia tranquila, Patio, La Siesta, Mal de Amores, Horas de Angustia o los murales que le fueron encargados por el Círculo de la Amistad de Córdoba. En esta primera etapa Julio Romero parece estar especialmente interesado en estudiar los efectos de la luz y en conocer las corrientes pictóricas influenciadas por el simbolismo francés.

En 1908 se produce el viaje del artista a Italia y la contemplación en los museos de ese país de las obras de los grandes artistas del Renacimiento, sobre todo Leonardo, Miguel Ángel y Rafael, tendrá importantes consecuencias. A partir de ahora el pintor sabrá integrar en una estética compositiva de clara influencia renacentista unos temas y unos fondos que resultan esencialmente andaluces y que son resueltos con marcados acentos simbólicos.

Destaca, también, en Julio Romero de Torres, dentro de este contexto estético, la constante presencia de la mujer en su obra. Son mujeres que el artista tratará con una especial introspección psicológica en sus miradas. Los ojos de las mujeres pintadas por Julio Romero producen una intensa sensación de misterio. Son esas “miradas empapadas de azahar” de las que nos hablaba Federico García Lorca.

En este estudio vamos a presentar diez obras de Julio Romero de Torres; el vínculo que las une es que en todas ellas, como en tantas otras de sus creaciones, las mujeres son las protagonistas absolutas. El criterio que seguiremos en su presentación es cronológico, con la sola excepción de Viva el pelo (1928) que ilustra esta página inicial y que seguidamente comentaremos.

Expresamente hemos seleccionado obras que, todas ellas, están expuestas en los Museos de Córdoba (Museo de Julio Romero de Torres y Museo de Bellas Artes, ambos situados en la Plaza del Potro). Con ello, quizás, facilitemos que este modesto estudio pueda inducir al lector a sentir el deseo de desplazarse a Córdoba y contemplar en vivo la obra de este gran pintor.


Viva el pelo
En esta obra de plena madurez el autor nos ofrece un sugestivo estudio del pelo de una mujer que se nos muestra anónima. El rostro apenas se perfila en el deseo de que sea su pelo el protagonista pleno de la pintura.

Se sabe que en Viva el pelo actuó como modelo Pepita Suárez Parias, y para añadir tensión a la obra el pintor puso en su mano una naranja, igualmente apenas esbozada.

Terminado el estudio del pelo, del que llaman la atención los reflejos que produce la luz, Julio Romero en un gesto de osadía remató la obra insinuando apenas un pequeño peine, también de color naranja, en el que se recoge el moño de la mujer. Quiso así el artista crear un segundo punto de tensión que en este caso resolvió con una rapidísima pincelada.
 
Mal de amores (1905)
Museo de Bellas Artes de Córdoba
 



Mal de amores fue pintada en 1905. Seis años antes el artista había contraído matrimonio con Francisca Pellicer López, que aparece representada como protagonista de la obra.
 
La pieza, que se inserta en los primeros momentos de creación, antes del viaje a Italia, toma como escenario la casa familiar del pintor en la cordobesa Plaza del Potro y nos muestra un estudio del amor y de la mujer a través del tiempo: la niña (una sobrina de Julio) dormita ajena a esa pasión; la mirada de la anciana (una criada de la casa) acusa una vida de experiencias que ya pasaron, y la joven, finalmente, refleja en su rostro la angustia interna que la consume.
 
Resalta tanto la profundidad psicológica de los retratos como el modo magistral en que el artista resuelve el tratamiento del contraluz. La joven, en primer plano, en la sombra, muestra una actitud de angustia indolente, en tanto que la anciana y la niña reciben la luz que desde el patio irrumpe en el pasillo.
 
En estos tiempos inmediatamente anteriores al viaje a Italia Julio Romero, que está estudiando el simbolismo francés, pasa largas temporadas en Madrid, aprovechando esas estancias para intensificar su vinculación con intelectuales como Valle Inclán y Manuel Machado.
 
Nuestra Señora de Andalucía (1907), detalle
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 




Utilizando como modelos a diversos personajes del mundo del flamenco, Julio Romero supo crear una obra de estructura piramidal de la que emerge la representación de una divinidad pagana que simboliza las esencias de la tradición andaluza.
 
Como fondo se nos ofrece la recreación de un supuesto paisaje de Córdoba, en el que se distinguen el Puente Romano, la Torre de la Calahorra y el Campo de la Verdad, tratados de manera irreal, en consonancia con las concepciones simbólicas del pintor.
 
Se sabe que haber posado para Julio Romero de Torres fue motivo suficiente para que La Cartulina, la mujer arrodillada ante la diosa, a nuestra derecha, fuese asesinada por su novio, devorado por la pasión y los celos.
 
Nuestra Señora de Andalucía fue muy elogiada por Valle Inclán, a cuya tertulia en el Café Nuevo Levante, de Madrid, asistía con frecuencia el pintor.
 
Ysolina Gállego (1910)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 




 

Este lienzo, impregnado por las corrientes academicistas imperantes en la época en los retratos de encargo, nos ofrece la imagen de esta bella mujer.

 

 

Sobresale al aire neoclásico de la obra, con un bello tratamiento de la tela, y la mirada ausente de la mujer. La monotonía de la pieza se rompe al ofrecernos el autor, como fondos, un idílico paisaje de aguas y bosques.

 

 

Este retrato fue presentado a la Exposición Nacional de 1910 junto a otras obras como Ángeles y Fuensanta y El Retablo del Amor. Al no recibir ninguna distinción la ciudad de Córdoba se sintió agraviada y pronto se organizaron diversos actos de homenaje al pintor. El Estado, posiblemente presionado por los acontecimientos, terminaría comprando el retrato que fue entregado en depósito al Ayuntamiento de Valladolid. En 1936 retornaría a Córdoba para ser ubicado definitivamente en el propio museo del autor.

 
Alegrías (1917), detalle
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 




 

Creación de 1917, Alegrías es una composición que se estructura en torno a una mujer, la bailaora catalana Julia Borrull, que acompañada de otras mujeres está iniciando un paso de baile al ritmo que marca una guitarra.

 

 

Sorprende en esta obra el aspecto hierático de la protagonista, que se nos muestra en una actitud distante más propia de una bailarina oriental que de una bailaora de flamenco.

 

 

En 1916 Julio Romero había sido nombrado Profesor de Ropaje de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en donde su amigo Valle Inclán llevaba la cátedra de Estética. No debe, por tanto, causarnos sorpresa el magnífico tratamiento de las telas y de los zapatos en esta obra que estamos comentando.

 

 

Entre las figuras secundarias que acompañan a Julia Borrull destaca la mujer que está riendo y dando palmas. Se trata de Amalia Fernández Heredia, Amalia la Gitana, mujer a la que el pintor utilizaría como modelo en muchas de sus creaciones.

 

 

Debido a la actitud hierática y distante de la bailaora, la estudiosa Mercedes Valverde Candil ha dicho, con acierto, que esta obra nos muestra realmente unas Alegrías tristes. Solamente las palmas de la gitana y la sonrisa de Carola, sobrina del autor, situada algo detrás, brindan esa alegría que el título sugiere. El resto de las figuras parecen ausentes, ajenas a lo que está sucediendo.

 
Poema de Córdoba (1913)
Córdoba judía
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 




 

Córdoba Judía se integra en la obra titulada Poema de Córdoba, que en diversos paneles nos ofrece distintas versiones de la Córdoba guerrera, barroca, judía, cristiana, romana, religiosa y torera.

 

 

En el caso de Córdoba Judía actuó como modelo la gitana Amalia Fernández Heredia, la mujer que daba palmas en Alegrías. Se nos ofrece la estampa de una cordobesa de gran belleza que desprende una mirada de intensa complicidad al espectador. Como fondo de la composición Julio Romero nos ofrece una imagen simbólica de la Plaza de la Fuenseca, con una estatua del médico y filósofo judío Maimónides.

 

 

Llama la atención el modo en que el autor conoció a la modelo, Amalia la Gitana. El propio Julio nos ha transmitido que una tarde de mayo cuando se encontraba en el Casino de Labradores, en lo que hoy es Avenida del Gran Capitán, al paso de una hermosa mujer pudo escuchar como un tipo adinerado le decía a su criado: “A esa morena, trotámela”. El pintor, siempre al acecho de mujeres, como el ricachón, se le anticipó, dirigiéndose rápidamente a la joven: “A mí me gustaría pintarla a usted –le dijo-; soy Julio Romero”. Desde ese momento la gitana, que era muy conocida en los tablados de Córdoba, pasó a ser una de las musas de nuestro pintor, de modo que su colaboración duraría hasta la muerte de este.

 
Ángeles (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 




 

Entre 1926 y 1928 Julio Romero de Torres se volcó con intensidad en la realización de diversos retratos femeninos. Uno de ellos es el denominado Ángeles, en el que sobre un fondo de oscuridad el autor nos ofrece un soberbio retrato de María Teresa López. Estamos en los momentos de plena madurez del pintor, que fallecerá en 1930.

 

 

En estos últimos años de vida, la modelo, a la que empezó a pintar cuando tenía sólo 13 años de edad, posará para otras grandes obras, como La niña de la jarra y La chiquita piconera.

 
Naranjas y limones (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba




 

Estamos en el momento de plena madurez de Julio Romero de Torres que nos ofrece ahora una obra que rebosa erotismo. Se trata de un estudio de Asunción Boué que lleva, entre sus pechos desnudos, un puñado de naranjas.

 

 

En momento la obra fue sentida como una auténtica provocación por los elementos más reaccionarios de la sociedad. Se trataba, realmente, de una exaltación clara de la vida y de la sensualidad en unos momentos en que el pintor había dado señales de estar padeciendo una grave dolencia que afectaba a su hígado y sus pulmones.

 

 

Como fondo de la obra se nos brinda la imagen de un patio en el que junto a un naranjo se distinguen diversas macetas y restos de antiguos capiteles.

 
La niña de la jarra (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 



 

Sobre un fondo tenebrista vemos nuevamente la imagen de María Teresa López (La chiquita piconera) en una composición en la que el protagonismo reside tanto en el propio rostro de la mujer como en el estudio del jarrón, tratado con un intenso realismo. Destaca, así, en la pieza la maestría del autor para atraer la atención del espectador hacia los elementos que él desea destacar.

 
La chiquita piconera (1930)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
 



 

 

Esta obra está considerada como el testamento pictórico de Julio Romero de Torres, que la terminó entre enero y febrero de 1930 y que fallecería el 10 de mayo de ese mismo año.

 

 

En la imagen, tan realista como idealizada, sobre un fondo tenebrista de la Ribera del Guadalquivir, vemos nuevamente a María Teresa López en un brillante estudio anatómico.

 

 

Todo en esta obra es excepcional: el tratamiento de la piel, de las ropas, de los volúmenes de la mujer... Su mirada seria e inquietante posiblemente refleja los propios sentimientos y temores del pintor, ya tan próximo a la muerte.

 

 

Toda Córdoba mostró señales de dolor y luto cuando falleció Julio Romero de Torres. Comercios, teatros y tabernas cerraron al unísono. Un grupo de obreros llevarían a hombros su féretro durante el cortejo fúnebre.

 

 

En 1931, un año después, habría de crearse el Museo de Julio Romero de Torres, inicialmente con los fondos procedentes de la donación que hizo la propia familia a la ciudad de Córdoba, representada por su Ayuntamiento.

 

 

El museo fue inaugurado oficialmente el día 23 de noviembre de 1932. El acto estuvo presidido por Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la II República Española.



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