Ayuntamiento de Cartagena
El Ayuntamiento de Cartagena ocupaba un edificio del s. XVIII, ubicado en la Plaza de Santa Catalina o de las Monjas. El deterioro que sufría dicho edificio, el desarrollo que estaba experimentando la ciudad a finales del s. XIX, y la aparición de una burguesía más afianzada, hicieron conveniente levantar un nuevo edificio adaptado a las distintas expectativas.
El antiguo edificio fue derribado en 1893, y en 1894, el ayuntamiento aún no tenía ubicada definitivamente a la corporación. Se gestionó la compra de la Casa Pedreño, pero debido a su elevado coste, no fraguó.
Se decidió construir un nuevo edificio donde antes estaba el antiguo, y fue encomendado al arquitecto municipal Tomás Rico, colocándose la primera piedra el 7 de marzo de 1900, con un acto oficial presidido por el alcalde Mariano Sanz Zabala.
Durante la construcción del edificio, se produjeron retrasos originados por la falta de material, o por problemas de cimentación sobre el inestable terreno (allí se encontraba el muelle en el s. XVI), lo que motivó las posteriores grietas aparecidas en su fachada a lo largo del tiempo.
El edificio, cuyo coste fue de 1.780.437,37 ptas., fue inaugurado en 1907, aprovechando la visita a Cartagena del rey Alfonso XIII y el rey Eduardo VII de Inglaterra para la firma de los “Pactos de Cartagena”. En enero de 1908 la Corporación se instaló en el nuevo edificio.
Es un suntuoso palacio de planta triangular, con cuatro cúpulas y rotondas en las esquinas. Cada fachada, de granito de Villalba y mármol blanco de Macael, tiene un tratamiento diferente. Así, la principal, que mira a la Plaza del Ayuntamiento, se realza con el pórtico y el eje central, marcado en planta, y rematado por el escudo de Cartagena y la cúpula mayor. En la fachada que da a la calle Alcalde Zamora, destaca un gran balcón corrido al que se abren tres esbeltos arcos de medio punto.
El resultado es un edificio ecléctico con un indudable aire clasicista acorde con su función de Casa Consistorial.
En el eje central, que incluye la tribuna y el pórtico, destaca el uso del frontón, la columna y otros elementos clasicistas como los ventanales dintelados. En el resto del edificio se combinan motivos geométricos: puntas de diamante, círculos y grandes mensulones. Las cúpulas de cinc y la composición de ventanas, con óculos enmarcados por pilastras, le dan una apariencia muy afrancesada. El aire modernista se lo dan los motivos florales, las bases de las columnas de la rotonda, las cabezas coronadas en las esquinas, los diseños de forja y puertas, las balaustradas de los balcones, los detalles decorativos de las cúpulas y el diseño del marco del reloj. En el interior, prácticamente todo el diseño es modernista.
Junto al salón de plenos y la ornamentación de la alcaldía, el conjunto ovalado que forman el vestíbulo y su escalera imperial es lo que más destaca del interior. Éste se ve realzado por la luz que entra por los lunetos y la vidriera central. En él se combinan las columnas y pilares de hierro de la fundición La Salvadora con el noble mármol, la exuberante decoración floral de las balaustradas y la luminosidad de sus lámparas.
Cabe resaltar, entre la colección de pinturas distribuidas por el edificio, la obra pictórica de Inocencio Medina Vera en el techo de la antesala de la alcaldía. Una obra alegórica que representa a Cartagena “minera y marinera” y que describe así Pérez Rojas: “Sobre un bloque de piedra una delicada figura femenina coronada con las almenas de la torre del escudo local representa a Cartagena. Una figura a la que el aire agita su manto carmín y que resalta por la elegancia de sus gestos en la pose de las piernas y brazos. A sus lados dos personajes masculinos, ejecutados con extremo realismo representan a dos obreros con el torso desnudo, la piel de la cara curtida y la barba enjuta. Uno de ellos, la minería, sostiene un pico con un brazo y el otro brazo reposa sobre un capazo repleto de mineral, a sus pies una linterna, una pala y una vagoneta de minas; enfrente su compañero del mar está sentado sobre otras rocas y apoyado en una cuerda de polea de barco, a los pies un ancla habla del mar, se trata de un marinero de la misma procedencia social que el minero: el pueblo. A los pies de la composición el escudo de Cartagena con su ajetreo de barcos”
El edificio se distribuía de la siguiente forma: en la planta baja los juzgados de primera instancia, laboratorio, guardia municipal, parque de bomberos, almacén de barrenderos y los servicios de higiene; en el primer piso el salón de sesiones, despachos de comisiones, alcaldía, secretaría, contador oficial mayor, arquitecto, depositario, archivero, oficinas y sala de subastas; en el segundo piso, archivo, y habitaciones particulares del secretario, juez de primera instancia y mayordomo.
El 25 de abril de 2006, tras once largos años de rehabilitación, realizada por el arquitecto Juan Antonio Molina, el Palacio Consistorial ha vuelto a ser entregado al ayuntamiento por la ministra de Vivienda María Antonia Trujillo y ahora vuelve a relucir para regocijo de propios y extraños.
Detalles del interior. Fotografías tomadas por Juan de Dios Sáez:
El antiguo edificio fue derribado en 1893, y en 1894, el ayuntamiento aún no tenía ubicada definitivamente a la corporación. Se gestionó la compra de la Casa Pedreño, pero debido a su elevado coste, no fraguó.
Se decidió construir un nuevo edificio donde antes estaba el antiguo, y fue encomendado al arquitecto municipal Tomás Rico, colocándose la primera piedra el 7 de marzo de 1900, con un acto oficial presidido por el alcalde Mariano Sanz Zabala.
Durante la construcción del edificio, se produjeron retrasos originados por la falta de material, o por problemas de cimentación sobre el inestable terreno (allí se encontraba el muelle en el s. XVI), lo que motivó las posteriores grietas aparecidas en su fachada a lo largo del tiempo.
El edificio, cuyo coste fue de 1.780.437,37 ptas., fue inaugurado en 1907, aprovechando la visita a Cartagena del rey Alfonso XIII y el rey Eduardo VII de Inglaterra para la firma de los “Pactos de Cartagena”. En enero de 1908 la Corporación se instaló en el nuevo edificio.
Es un suntuoso palacio de planta triangular, con cuatro cúpulas y rotondas en las esquinas. Cada fachada, de granito de Villalba y mármol blanco de Macael, tiene un tratamiento diferente. Así, la principal, que mira a la Plaza del Ayuntamiento, se realza con el pórtico y el eje central, marcado en planta, y rematado por el escudo de Cartagena y la cúpula mayor. En la fachada que da a la calle Alcalde Zamora, destaca un gran balcón corrido al que se abren tres esbeltos arcos de medio punto.
El resultado es un edificio ecléctico con un indudable aire clasicista acorde con su función de Casa Consistorial.
En el eje central, que incluye la tribuna y el pórtico, destaca el uso del frontón, la columna y otros elementos clasicistas como los ventanales dintelados. En el resto del edificio se combinan motivos geométricos: puntas de diamante, círculos y grandes mensulones. Las cúpulas de cinc y la composición de ventanas, con óculos enmarcados por pilastras, le dan una apariencia muy afrancesada. El aire modernista se lo dan los motivos florales, las bases de las columnas de la rotonda, las cabezas coronadas en las esquinas, los diseños de forja y puertas, las balaustradas de los balcones, los detalles decorativos de las cúpulas y el diseño del marco del reloj. En el interior, prácticamente todo el diseño es modernista.
Junto al salón de plenos y la ornamentación de la alcaldía, el conjunto ovalado que forman el vestíbulo y su escalera imperial es lo que más destaca del interior. Éste se ve realzado por la luz que entra por los lunetos y la vidriera central. En él se combinan las columnas y pilares de hierro de la fundición La Salvadora con el noble mármol, la exuberante decoración floral de las balaustradas y la luminosidad de sus lámparas.
Cabe resaltar, entre la colección de pinturas distribuidas por el edificio, la obra pictórica de Inocencio Medina Vera en el techo de la antesala de la alcaldía. Una obra alegórica que representa a Cartagena “minera y marinera” y que describe así Pérez Rojas: “Sobre un bloque de piedra una delicada figura femenina coronada con las almenas de la torre del escudo local representa a Cartagena. Una figura a la que el aire agita su manto carmín y que resalta por la elegancia de sus gestos en la pose de las piernas y brazos. A sus lados dos personajes masculinos, ejecutados con extremo realismo representan a dos obreros con el torso desnudo, la piel de la cara curtida y la barba enjuta. Uno de ellos, la minería, sostiene un pico con un brazo y el otro brazo reposa sobre un capazo repleto de mineral, a sus pies una linterna, una pala y una vagoneta de minas; enfrente su compañero del mar está sentado sobre otras rocas y apoyado en una cuerda de polea de barco, a los pies un ancla habla del mar, se trata de un marinero de la misma procedencia social que el minero: el pueblo. A los pies de la composición el escudo de Cartagena con su ajetreo de barcos”
El edificio se distribuía de la siguiente forma: en la planta baja los juzgados de primera instancia, laboratorio, guardia municipal, parque de bomberos, almacén de barrenderos y los servicios de higiene; en el primer piso el salón de sesiones, despachos de comisiones, alcaldía, secretaría, contador oficial mayor, arquitecto, depositario, archivero, oficinas y sala de subastas; en el segundo piso, archivo, y habitaciones particulares del secretario, juez de primera instancia y mayordomo.
El 25 de abril de 2006, tras once largos años de rehabilitación, realizada por el arquitecto Juan Antonio Molina, el Palacio Consistorial ha vuelto a ser entregado al ayuntamiento por la ministra de Vivienda María Antonia Trujillo y ahora vuelve a relucir para regocijo de propios y extraños.
Detalles del interior. Fotografías tomadas por Juan de Dios Sáez:
El Submarino de Peral
El Submarino Peral es uno de los mayores logros de la ingeniería industrial, la navegación submarina. Con motivo del 125 aniversario de su botadura hago un escueto resumen de la historia de Peral y su proyecto, ya que hay mucho escrito sobre esta “aventura”, con más detalle y mejor narrado que lo pueda hacer yo.
Isaac Peral y Caballero nace el 1 de junio de 1851 en Cartagena, concretamente en el callejón de Zorrilla. Se traslada a Cádiz a muy temprana edad e ingresa con 14 años en el Colegio Naval Militar de San Fernando (Cádiz). El 31 de enero de 1870 asciende a Guardiamarina de Primera y es destinado a la Escuadra del Mediterráneo, donde permanece hasta 1877.
El 1 de enero de ese año inicia el Curso de Estudios Superiores en el Observatorio Astronómico de San Fernando, donde recibe clases de matemáticas, geografía, física, ingeniería naval y electricidad. Estos estudios le permiten adquirir los conocimientos necesarios para desarrollar su actividad científica.
El 21 de julio de 1880 asciende a Teniente de Navío y es destinado al Apostadero de Filipinas. En 1883 es nombrado profesor de física matemática en la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada.
Al año siguiente, tras el incidente con Alemania por la posesión de las islas Carolinas, Peral , animado por sus compañeros, expone a sus superiores su idea para la construcción de un torpedero submarino.
Recibe el apoyo incondicional, primero del Ministro de Marina Vicealmirante Pezuela y Lobo, y más tarde de la reina regente María Cristina. El proyecto es informado favorablemente por una Junta Técnica dando comienzo los trabajos en el arsenal de la Carraca, San Fernando (Cádiz) el 20 de octubre de 1887 y llevándose a cabo la botadura del submarino, no sin incidentes, el 8 de septiembre de 1888.
A partir de esta fecha comienzan las pruebas de mar. El 16 de enero de 1890 dispara un torpedo en inmersión. El 7 de junio consigue navegar a 10 m. de profundidad durante una hora y emerger en las coordenadas establecidas. El 25 de junio se realizan dos pruebas de ataque, una diurna y otra nocturna, al crucero Colón.
Aunque las pruebas definitivas tienen gran éxito, la nueva Comisión Técnica nombrada por el Ministro de Marina Beránger, firme opositor de las ideas de Peral, rechaza el proyecto, quedando éste abandonado y el casco varado durante años en el Arsenal de la Carraca.
Como consecuencia, el 22 de noviembre de 1890, Peral solicita la licencia absoluta de la Armada “…con el dolor profundo de mi alma, al ver trocarse sobre mi pecho la levita azul del marino, por la levita negra del ciudadano…”
A partir de entonces, Isaac Peral, un excelente ingeniero eléctrico, concibe numerosos proyectos e inventos: un varadero de torpederos (premiado con medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona en 1888), un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica.
Funda diversas empresas industriales, una de ellas en Madrid dedicada a la fabricación de acumuladores eléctricos, y monta las veintidós primeras centrales de alumbrado de España.
Fallece el 20 de mayo de 1895 en Berlín, a donde se había trasladado para ser operado de un cáncer.
Sus restos mortales se trasladan a Madrid, al Cementerio de la Almudena, donde permanecen hasta que el 11 de noviembre de 1911 toman sepultura en una fosa provisional del Cementerio de los Remedios de Cartagena. Desde 1927 reposan en el monumento levantado en su honor en dicho cementerio.
El submarino permanece arrumbado en el Arsenal de la Carraca a la espera de su desguace hasta que en 1929, a petición del almirante Mateo García de los Reyes, es trasladado a Cartagena.
Ya en la ciudad portuaria es expuesto en la Base de Submarinos, hasta que en 1965 es trasladado al Paseo Alfonso XII.
En 2012 se traslada al antiguo Taller de Calderería del Arsenal de Cartagena, donde se inician las obras de restauración y conservación para su posterior musealización en el Museo Naval de Cartagena, donde podrá volver a ser admirado con orgullo por todos los cartageneros y visitantes.
Libros de interés:
– Submarino Peral. Día a día de su construcción, funcionamiento y pruebas.Autor: Juan Ignacio Chacón Bulnes.
– Tras la estela de Peral. Autor: Diego Quevedo Carmona.
– El submarino Peral. La gran conjura. Autor: Javier Sanmateo Isaac Peral.
– Isaac Peral: Historia de una Frustración. Autor: Agustín Ramón Rodríguez González.
Más información en:
www.submarinoperal.com
vidamaritima.com
es.wikipedia.org/wiki/Submarino_Peral
es.wikipedia.org/wiki/Isaac_Peral
pfcurto/peral
www.regmurcia.com
También podéis ver un documental de animación en:
Isaac Peral y Caballero nace el 1 de junio de 1851 en Cartagena, concretamente en el callejón de Zorrilla. Se traslada a Cádiz a muy temprana edad e ingresa con 14 años en el Colegio Naval Militar de San Fernando (Cádiz). El 31 de enero de 1870 asciende a Guardiamarina de Primera y es destinado a la Escuadra del Mediterráneo, donde permanece hasta 1877.
El 1 de enero de ese año inicia el Curso de Estudios Superiores en el Observatorio Astronómico de San Fernando, donde recibe clases de matemáticas, geografía, física, ingeniería naval y electricidad. Estos estudios le permiten adquirir los conocimientos necesarios para desarrollar su actividad científica.
El 21 de julio de 1880 asciende a Teniente de Navío y es destinado al Apostadero de Filipinas. En 1883 es nombrado profesor de física matemática en la Escuela de Ampliación de Estudios de la Armada.
Al año siguiente, tras el incidente con Alemania por la posesión de las islas Carolinas, Peral , animado por sus compañeros, expone a sus superiores su idea para la construcción de un torpedero submarino.
Recibe el apoyo incondicional, primero del Ministro de Marina Vicealmirante Pezuela y Lobo, y más tarde de la reina regente María Cristina. El proyecto es informado favorablemente por una Junta Técnica dando comienzo los trabajos en el arsenal de la Carraca, San Fernando (Cádiz) el 20 de octubre de 1887 y llevándose a cabo la botadura del submarino, no sin incidentes, el 8 de septiembre de 1888.
A partir de esta fecha comienzan las pruebas de mar. El 16 de enero de 1890 dispara un torpedo en inmersión. El 7 de junio consigue navegar a 10 m. de profundidad durante una hora y emerger en las coordenadas establecidas. El 25 de junio se realizan dos pruebas de ataque, una diurna y otra nocturna, al crucero Colón.
Aunque las pruebas definitivas tienen gran éxito, la nueva Comisión Técnica nombrada por el Ministro de Marina Beránger, firme opositor de las ideas de Peral, rechaza el proyecto, quedando éste abandonado y el casco varado durante años en el Arsenal de la Carraca.
Como consecuencia, el 22 de noviembre de 1890, Peral solicita la licencia absoluta de la Armada “…con el dolor profundo de mi alma, al ver trocarse sobre mi pecho la levita azul del marino, por la levita negra del ciudadano…”
A partir de entonces, Isaac Peral, un excelente ingeniero eléctrico, concibe numerosos proyectos e inventos: un varadero de torpederos (premiado con medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona en 1888), un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica.
Funda diversas empresas industriales, una de ellas en Madrid dedicada a la fabricación de acumuladores eléctricos, y monta las veintidós primeras centrales de alumbrado de España.
Fallece el 20 de mayo de 1895 en Berlín, a donde se había trasladado para ser operado de un cáncer.
Sus restos mortales se trasladan a Madrid, al Cementerio de la Almudena, donde permanecen hasta que el 11 de noviembre de 1911 toman sepultura en una fosa provisional del Cementerio de los Remedios de Cartagena. Desde 1927 reposan en el monumento levantado en su honor en dicho cementerio.
El submarino permanece arrumbado en el Arsenal de la Carraca a la espera de su desguace hasta que en 1929, a petición del almirante Mateo García de los Reyes, es trasladado a Cartagena.
Ya en la ciudad portuaria es expuesto en la Base de Submarinos, hasta que en 1965 es trasladado al Paseo Alfonso XII.
En 2012 se traslada al antiguo Taller de Calderería del Arsenal de Cartagena, donde se inician las obras de restauración y conservación para su posterior musealización en el Museo Naval de Cartagena, donde podrá volver a ser admirado con orgullo por todos los cartageneros y visitantes.
Libros de interés:
– Submarino Peral. Día a día de su construcción, funcionamiento y pruebas.Autor: Juan Ignacio Chacón Bulnes.
– Tras la estela de Peral. Autor: Diego Quevedo Carmona.
– El submarino Peral. La gran conjura. Autor: Javier Sanmateo Isaac Peral.
– Isaac Peral: Historia de una Frustración. Autor: Agustín Ramón Rodríguez González.
Más información en:
www.submarinoperal.com
vidamaritima.com
es.wikipedia.org/wiki/Submarino_Peral
es.wikipedia.org/wiki/Isaac_Peral
pfcurto/peral
www.regmurcia.com
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Depósito de aguas del Monte Sacro
Desde siempre, el agua ha sido un problema acuciante en nuestra región, tanto para nuestros campos como para las ciudades. Problema que iba en aumento al mismo ritmo que crecía la población.
Para paliar su escasez, en 1761 se construyen varias fuentes públicas y se cuenta con pozos y cisternas, cuyas aguas se venden a precios elevados, solo al alcance de unos pocos privilegiados.
Ya en 1880, el suministro de agua a la ciudad, se convierte en uno de los principales problemas a los que tiene que hacer frente Cartagena.
En esta década se crean varias compañías abastecedoras de agua. Entre ellas se encuentra la Santa Bárbara, cuyo manantial dista 14 Km. de Cartagena, en la carretera de Mazarrón.
La compañía francesa Aguas de la Suerte se constituye, como la anterior, en 1880, y tiene su alumbramiento en Los Patojos.
En 1883 se crea la compañía Aguas Los Cartageneros y su nacimiento se encuentra en la diputación de Galifa.
Estas dos últimas compañías, Aguas de la Suerte y Los Cartageneros, son absorbidas por una compañía de Manchester (Inglaterra) fundada en 1889: The Carthagena Waters Work, que más tarde se denomina The Carthagena Mining and Water Co. Ltd.
Esta compañía tiene su alumbramiento a 16 Km. de Cartagena, en la diputación de Perín, y más concretamente en el paraje conocido como Finca del Inglés. Enclave en la que se ubica su sede, un edificio modernista construido por los arquitectos Tomás Rico y Francisco de Paula Oliver Rolandi.
Las galerías de alumbramiento se asocian en cuatro manantiales: El Charco, Los Barrantes, Los Barbastres y la Fuente Vieja, a los que se añade el de Los Cartageneros.
Durante la gerencia de Otto Leverkus se construye un sistema de conducciones formadas por filtros, depósitos y canalizaciones cuya longitud supera los 7 Km.
Las aguas, una vez captadas, son conducidas por tubería de hierro de 15 cm. de diámetro a 6 depósitos de los que aun se conservan el de la Torre de Nicolás Pérez, el de Canteras y el de los Molinos Marfagones. Desde este último, parten las cañerías hasta el depósito situado en la cima del Monte Sacro o Cantarranas.
Este depósito, con aspecto de fortaleza, es el más conocido por todos, al encontrarse situado en lo alto de una de las cinco colinas que circundan la ciudad. El edificio, de planta rectangular y muros de sillarejo de gran grosor, aparece compartimentado en seis depósitos.
Como curiosidad, los encargados de la instalación, el señor Mariano y la señora Dolores, que tienen su vivienda junto al depósito, de extranjis, abren una de las cañerías de la instalación para dar agua a alguna de sus vecinas.
Muchos años más tarde se instala en el depósito una antena de FM para Radio Juventud de Cartagena y durante una época se establece la Asociación Astronómica de Cartagena.
Actualmente, y a pesar de estar catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), se encuentra abandonado y en estado ruinoso.
Para paliar su escasez, en 1761 se construyen varias fuentes públicas y se cuenta con pozos y cisternas, cuyas aguas se venden a precios elevados, solo al alcance de unos pocos privilegiados.
Ya en 1880, el suministro de agua a la ciudad, se convierte en uno de los principales problemas a los que tiene que hacer frente Cartagena.
En esta década se crean varias compañías abastecedoras de agua. Entre ellas se encuentra la Santa Bárbara, cuyo manantial dista 14 Km. de Cartagena, en la carretera de Mazarrón.
La compañía francesa Aguas de la Suerte se constituye, como la anterior, en 1880, y tiene su alumbramiento en Los Patojos.
En 1883 se crea la compañía Aguas Los Cartageneros y su nacimiento se encuentra en la diputación de Galifa.
Estas dos últimas compañías, Aguas de la Suerte y Los Cartageneros, son absorbidas por una compañía de Manchester (Inglaterra) fundada en 1889: The Carthagena Waters Work, que más tarde se denomina The Carthagena Mining and Water Co. Ltd.
Esta compañía tiene su alumbramiento a 16 Km. de Cartagena, en la diputación de Perín, y más concretamente en el paraje conocido como Finca del Inglés. Enclave en la que se ubica su sede, un edificio modernista construido por los arquitectos Tomás Rico y Francisco de Paula Oliver Rolandi.
Las galerías de alumbramiento se asocian en cuatro manantiales: El Charco, Los Barrantes, Los Barbastres y la Fuente Vieja, a los que se añade el de Los Cartageneros.
Durante la gerencia de Otto Leverkus se construye un sistema de conducciones formadas por filtros, depósitos y canalizaciones cuya longitud supera los 7 Km.
Las aguas, una vez captadas, son conducidas por tubería de hierro de 15 cm. de diámetro a 6 depósitos de los que aun se conservan el de la Torre de Nicolás Pérez, el de Canteras y el de los Molinos Marfagones. Desde este último, parten las cañerías hasta el depósito situado en la cima del Monte Sacro o Cantarranas.
Este depósito, con aspecto de fortaleza, es el más conocido por todos, al encontrarse situado en lo alto de una de las cinco colinas que circundan la ciudad. El edificio, de planta rectangular y muros de sillarejo de gran grosor, aparece compartimentado en seis depósitos.
Como curiosidad, los encargados de la instalación, el señor Mariano y la señora Dolores, que tienen su vivienda junto al depósito, de extranjis, abren una de las cañerías de la instalación para dar agua a alguna de sus vecinas.
Muchos años más tarde se instala en el depósito una antena de FM para Radio Juventud de Cartagena y durante una época se establece la Asociación Astronómica de Cartagena.
Actualmente, y a pesar de estar catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC), se encuentra abandonado y en estado ruinoso.
La Isla Mayor o del Barón
Hace dos millones de años, una antigua bahía abierta al Mediterráneo, queda cerrada por una franja arenosa naciendo el Mar Menor. Esta privilegiada laguna de agua salada se encuentra salpicada de pequeñas islas de origen volcánico: la Perdiguera, Redonda, Ciervo, Sujeto y la Mayor o del Barón.
Esta última es la más grande de las cinco con sus 93,8 Ha de superficie y 104 m. de altura. Actualmente propiedad de Doña Ana María Navarro Figueroa, (Marquesa viuda de Sierra Nevada y madre de Natalia Figueroa, mujer del cantante Raphael) descendiente política del Conde de Romanones, Don Álvaro Falcó, quien la compra hacia 1920 a los descendientes del Barón de Benifayó.
Don Julio Falcó d’Adda, Barón de Benifayó, de la casa italiana de Saboya, nace en Milán el 22 de febrero de 1834 y llega a España acompañando a Amadeo de Aosta llegando a ser senador por la provincia de Madrid en 1886.
Es un hombre liberal y aventurero, condenado y recluido en la isla Mayor (por entonces denominada Conejera), convertida en prisión de la Armada Española desde 1726. La causa de su cautiverio fue matar en duelo a don Diego de Castañeda, en defensa de María Victoria dal Pozzo della Cisterna, posteriormente, reina de España, tras su matrimonio, en 1867, con Amadeo I de España.
Finaliza su condena en 1878 y maravillado por la belleza de su entorno, compra la isla que desde entonces se conocerá como “del Barón”.
Fija su residencia en San Pedro del Pinatar, donde compra un terreno para levantar un palacete cuya construcción finaliza en 1892 y que más tarde será conocido como “Casa de la Rusa”, por haber vivido allí durante unos años una señora de esa nacionalidad. Actualmente el palacio es la sede del Museo Arqueológico y Etnográfico de San Pedro del Pinatar.
El hotelito, diseñado por el arquitecto madrileño Lorenzo Álvarez Capra, es una copia reducida del pabellón que realizó para España en la Exposición Universal de Sevilla, celebrada en 1873.
Al mismo tiempo manda construir otro palacete en la isla, igual al de San Pedro, pero con una torre menos.
Esta vivienda es un magnífico ejemplo de la arquitectura neomudéjar con el ladrillo como protagonista de las formas y las decoraciones. Por su estilo y materiales de construcción, está emparentado con el Hotel Victoria de Murcia, construido en 1880 por el arquitectoFort.
El inmueble, de una sola planta, en su aspecto externo, toman la forma romántica de una especie de castillo con almenas y torreones, rodeada por un gran parque. Dos galerías se cruzan en su interior con dos puertas, a Mediodía frente al mar, y al Norte.
A la fachada principal dan la biblioteca, el comedor, un despacho, el dormitorio del propietario, sala y salita de armas. A la posterior, dan las habitaciones para invitados y el servicio.
Dispone, además, de un pequeño embarcadero particular y una casita para el guarda.
El interior del palacete era un museo en sí mismo, con infinidad de cuadros y retratos familiares, una biblioteca de casi cuatro mil volúmenes (repartida entre la casa de San Pedro y la de la isla): manuscritos, incunables e impresiones góticas; panoplias con armas de diferentes épocas y una colección de autógrafos de reyes y nobles; entre otros.
En 1880 La Mayor ya es utilizada por el Barón como coto de caza de perdices y conejos e incluso ciervos y faisanes. En aquella época la vegetación de la zona todavía es abundante en robles y encinas. En esa fecha, Serrano de Pedrosa describe la casa en un artículo de La Correspondencia Ilustrada.
Tras su fallecimiento en San Pedro del Pinatar el 29 de enero de 1899, la isla es heredada por su hijo Julio Falcó García, quien posteriormente la venderá al conde de Romanones.
Junto a las cuatro islas que forman este paisaje protegido, ha sufrido numerosos usos que han explotado en mayor o menor medida sus recursos naturales.
Actualmente es la única isla que posee un bosque de palmitos único en Europa y cuenta también con una importante riqueza ornitológica.
A pesar de ser un paraje protegido, si algún lector tiene el capricho de pasar allí unos días, puede alquilarla por 12.000 euros a la semana para un grupo máximo de 10 personas.
Para terminar os dejo una preciosa, a la vez que imaginativa, leyenda escrita por Tautina Vaiamalla sobre la historia del Barón:
De la injusta leyenda de la Isla del Barón y la princesa rusa que moró en ella.
“Yo soy el barón de Benifayó, y en grata hora me batí en duelo con cortesano tan relevante como fue don Diego de Castañeda, y digo fue, pues no puede serlo más después de que mi florete le atravesara el pecho de parte a parte en perfecto lance. Murió el malhayado don Diego y quisieron los cielos que en castigo, fuese yo confinado en singular isla, nacida y reinante en el centro mismo del mar que llaman certeramente, menor.
Abandonado en la isla, prendóme della y su entorno desde el primer momento en que la pisara, pues es este un lugar delicioso para la vida, lejos de la civilización, rodeado de natural belleza y de un mar como no existe otro en el redondo mundo, pues encontrándose dentro del pequeño mediterráneo, es aún más reducido, ya que la costa lo recoge para sí, cual laguna salada limitada por un largo brazo y su manga de tierra.
Tanto me enamoré de este lugar que, terminado mi castigo y libre ya de mi reclusión, compré esta hermosa isla y trasladé aquí mi lugar de residencia, construyendo para tal uso, un palacete de estilo neomudejar, tan de moda entre los nobles a finales del diecinueve, al que añadí por mi gusto un insigne torreón, en cuyas paredes reinaba el escudo de mi ilustre casa. Y como fuera que mi fortuna era abundante y mi ánimo vivía exaltado por el bienestar en aquel idílico paraje, las fiestas se sucedían, nobles de todo el litoral acudían en galeotas y el vino y las mujeres destacaban en cada celebración, dándole una fama tan grande como depravada a estos festejos.
Y fue en uno de estos bailes donde vi por primera vez, tan rubia y pálida, tan esbelta y grácil, a la princesa rusa que enamoró mi corazón conquistador. Me fue bien fácil conseguir de su arruinada familia, el beneplácito para el matrimonio, mas no el suyo, pues obligada a vivir junto a mí, cerró su corazón y perdió para siempre su vista en el mar con melancólico gesto. Mil veces la vi bajar hasta la playa de los contrabandistas, desnuda y abandonado su pensamiento entre las olas que lamían las rocas, pero ese deseado cuerpo de hembra noble, que invitados y pescadores veían con embeleso y lujuria durante los largos paseos de mi princesa, no tuvo nunca más dueño que el mismo mar.
Ha pasado un siglo y mi alma ha quedado encerrada entre las ruinas del palacete que en vida fue mi morada y ahora es sólo mi cárcel. A menudo, escucho a los pescadores contar historias sobre mi amada, que dicen pereció entre mis manos y fue enterrada en secreta tumba en esta isla. El altísimo me otorgó la dádiva de no recordar en mi purgatorio tal episodio, si es que fuera cierto que así sucediera, que también pudiera ser cruel leyenda.
Cuentan también que al caer la noche, se la ve aún vagar por la playa, desnuda y envuelta en un aura levemente iluminada, pero por mucho que lo deseare, por más que suplicare al cielo en estos años, yo no he podido volver a contemplarla pues, por gloria del Dios justiciero, dicen que su exquisita figura se esfuma cuando se acerca a las ruinas, envueltas en sombras, del palacio donde, como alma en pena, habito.”
Esta última es la más grande de las cinco con sus 93,8 Ha de superficie y 104 m. de altura. Actualmente propiedad de Doña Ana María Navarro Figueroa, (Marquesa viuda de Sierra Nevada y madre de Natalia Figueroa, mujer del cantante Raphael) descendiente política del Conde de Romanones, Don Álvaro Falcó, quien la compra hacia 1920 a los descendientes del Barón de Benifayó.
Don Julio Falcó d’Adda, Barón de Benifayó, de la casa italiana de Saboya, nace en Milán el 22 de febrero de 1834 y llega a España acompañando a Amadeo de Aosta llegando a ser senador por la provincia de Madrid en 1886.
Es un hombre liberal y aventurero, condenado y recluido en la isla Mayor (por entonces denominada Conejera), convertida en prisión de la Armada Española desde 1726. La causa de su cautiverio fue matar en duelo a don Diego de Castañeda, en defensa de María Victoria dal Pozzo della Cisterna, posteriormente, reina de España, tras su matrimonio, en 1867, con Amadeo I de España.
Finaliza su condena en 1878 y maravillado por la belleza de su entorno, compra la isla que desde entonces se conocerá como “del Barón”.
Fija su residencia en San Pedro del Pinatar, donde compra un terreno para levantar un palacete cuya construcción finaliza en 1892 y que más tarde será conocido como “Casa de la Rusa”, por haber vivido allí durante unos años una señora de esa nacionalidad. Actualmente el palacio es la sede del Museo Arqueológico y Etnográfico de San Pedro del Pinatar.
El hotelito, diseñado por el arquitecto madrileño Lorenzo Álvarez Capra, es una copia reducida del pabellón que realizó para España en la Exposición Universal de Sevilla, celebrada en 1873.
Al mismo tiempo manda construir otro palacete en la isla, igual al de San Pedro, pero con una torre menos.
Esta vivienda es un magnífico ejemplo de la arquitectura neomudéjar con el ladrillo como protagonista de las formas y las decoraciones. Por su estilo y materiales de construcción, está emparentado con el Hotel Victoria de Murcia, construido en 1880 por el arquitectoFort.
El inmueble, de una sola planta, en su aspecto externo, toman la forma romántica de una especie de castillo con almenas y torreones, rodeada por un gran parque. Dos galerías se cruzan en su interior con dos puertas, a Mediodía frente al mar, y al Norte.
A la fachada principal dan la biblioteca, el comedor, un despacho, el dormitorio del propietario, sala y salita de armas. A la posterior, dan las habitaciones para invitados y el servicio.
Dispone, además, de un pequeño embarcadero particular y una casita para el guarda.
El interior del palacete era un museo en sí mismo, con infinidad de cuadros y retratos familiares, una biblioteca de casi cuatro mil volúmenes (repartida entre la casa de San Pedro y la de la isla): manuscritos, incunables e impresiones góticas; panoplias con armas de diferentes épocas y una colección de autógrafos de reyes y nobles; entre otros.
En 1880 La Mayor ya es utilizada por el Barón como coto de caza de perdices y conejos e incluso ciervos y faisanes. En aquella época la vegetación de la zona todavía es abundante en robles y encinas. En esa fecha, Serrano de Pedrosa describe la casa en un artículo de La Correspondencia Ilustrada.
Tras su fallecimiento en San Pedro del Pinatar el 29 de enero de 1899, la isla es heredada por su hijo Julio Falcó García, quien posteriormente la venderá al conde de Romanones.
Junto a las cuatro islas que forman este paisaje protegido, ha sufrido numerosos usos que han explotado en mayor o menor medida sus recursos naturales.
Actualmente es la única isla que posee un bosque de palmitos único en Europa y cuenta también con una importante riqueza ornitológica.
A pesar de ser un paraje protegido, si algún lector tiene el capricho de pasar allí unos días, puede alquilarla por 12.000 euros a la semana para un grupo máximo de 10 personas.
Para terminar os dejo una preciosa, a la vez que imaginativa, leyenda escrita por Tautina Vaiamalla sobre la historia del Barón:
De la injusta leyenda de la Isla del Barón y la princesa rusa que moró en ella.
“Yo soy el barón de Benifayó, y en grata hora me batí en duelo con cortesano tan relevante como fue don Diego de Castañeda, y digo fue, pues no puede serlo más después de que mi florete le atravesara el pecho de parte a parte en perfecto lance. Murió el malhayado don Diego y quisieron los cielos que en castigo, fuese yo confinado en singular isla, nacida y reinante en el centro mismo del mar que llaman certeramente, menor.
Abandonado en la isla, prendóme della y su entorno desde el primer momento en que la pisara, pues es este un lugar delicioso para la vida, lejos de la civilización, rodeado de natural belleza y de un mar como no existe otro en el redondo mundo, pues encontrándose dentro del pequeño mediterráneo, es aún más reducido, ya que la costa lo recoge para sí, cual laguna salada limitada por un largo brazo y su manga de tierra.
Tanto me enamoré de este lugar que, terminado mi castigo y libre ya de mi reclusión, compré esta hermosa isla y trasladé aquí mi lugar de residencia, construyendo para tal uso, un palacete de estilo neomudejar, tan de moda entre los nobles a finales del diecinueve, al que añadí por mi gusto un insigne torreón, en cuyas paredes reinaba el escudo de mi ilustre casa. Y como fuera que mi fortuna era abundante y mi ánimo vivía exaltado por el bienestar en aquel idílico paraje, las fiestas se sucedían, nobles de todo el litoral acudían en galeotas y el vino y las mujeres destacaban en cada celebración, dándole una fama tan grande como depravada a estos festejos.
Y fue en uno de estos bailes donde vi por primera vez, tan rubia y pálida, tan esbelta y grácil, a la princesa rusa que enamoró mi corazón conquistador. Me fue bien fácil conseguir de su arruinada familia, el beneplácito para el matrimonio, mas no el suyo, pues obligada a vivir junto a mí, cerró su corazón y perdió para siempre su vista en el mar con melancólico gesto. Mil veces la vi bajar hasta la playa de los contrabandistas, desnuda y abandonado su pensamiento entre las olas que lamían las rocas, pero ese deseado cuerpo de hembra noble, que invitados y pescadores veían con embeleso y lujuria durante los largos paseos de mi princesa, no tuvo nunca más dueño que el mismo mar.
Ha pasado un siglo y mi alma ha quedado encerrada entre las ruinas del palacete que en vida fue mi morada y ahora es sólo mi cárcel. A menudo, escucho a los pescadores contar historias sobre mi amada, que dicen pereció entre mis manos y fue enterrada en secreta tumba en esta isla. El altísimo me otorgó la dádiva de no recordar en mi purgatorio tal episodio, si es que fuera cierto que así sucediera, que también pudiera ser cruel leyenda.
Cuentan también que al caer la noche, se la ve aún vagar por la playa, desnuda y envuelta en un aura levemente iluminada, pero por mucho que lo deseare, por más que suplicare al cielo en estos años, yo no he podido volver a contemplarla pues, por gloria del Dios justiciero, dicen que su exquisita figura se esfuma cuando se acerca a las ruinas, envueltas en sombras, del palacio donde, como alma en pena, habito.”
Batería de Castillitos
La batería de Castillitos se encuentra situada en Cabo Tiñoso, en la zona de poniente de la costa de Cartagena, cerca de La Azohía y del poblamiento del Campillo de Adentro. Un paraje dominado por acantilados y montes escarpados, entre los que se alternan sucesivas calas: al oeste del cabo, Cala Cerrada y Cala Abierta, y al este, Cala Majorra, Cala Salitrona y Boletes.
La construcción de la batería, sobre una cota de 257 m., en la llamada Loma de Los Castillitos, se lleva a cabo entre los años 1933 y 1936, dentro del Plan de Primo de Rivera (Plan de Defensa de 1926). Las obras de explanación dan comienzo el 16 de septiembre de 1929, bajo las órdenes del coronel de ingenieros Mariano Campos, siguiendo el proyecto realizado por el capitán Nicanor Martínez Ruiz.
En dicha explanada se montan a barbeta dos de los cuatro cañones Vickers de 38’1, modelo 1926, fabricados en Sheffieid (Inglaterra), para proteger la base naval de Cartagena. Los otros dos se emplazan en el monte de Cenizas.
Estas piezas tendrán un alcance de 35.000 m., lanzando un proyectil de acero con un peso de 885 Kg, bien perforante con 18 Kg. de TNT, o de alto explosivo con 76 Kg. del mismo material. El traslado de estos proyectiles desde las chilleras hasta los pozos se hace a través de una red de railes.
Dado el peso y dimensiones de los diversos componentes que componen las piezas, tienen que llevarse a cabo una serie de obras previas como la construcción del muelle de La Azohía, proyectado por el capitán de Ingenieros Manuel Duelo Gutiérrez. Este espigón portuario queda finalizado el 27 de septiembre de 1931 y permite a la grúa Sansón, auxiliada por el remolcador El Gaditano, realizar las operaciones de descarga de material.
También es necesaria la construcción de una carretera de 9 Km. de longitud con amplias curvas y suave pendiente que permita a una locomóvil, apodada La Cotorruela, remolcar los pesados tubos de 80 Tm y 17 m. de longitud. El camino se completa con otro auxiliar para suministrar arena desde Cala Salitrona hasta la obra.
Las dimensiones del proyecto supone una amplia oferta de trabajo que administra la Comandancia de Ingenieros de la Plaza, saliendo a pública subasta la ejecución de determinadas partidas. Estas ofertas suponen una estimable ayuda para la economía de la zona.
El 27 de febrero de 1935 da comienzo el transporte de material.
Al comenzar la Guerra Civil, la batería está casi terminada, a falta del montaje de la dirección de tiro y el telémetro, y sin realizar la prueba de explanada (operación que consistía en realizar varios disparos con distinta elevación y dirección para comprobar los anclajes de la pieza). A pesar de no estar plenamente operativa tiene un importante papel en la disuasión de los ataques navales. El 25 de abril de 1937 hacen acto de presencia los cruceros de la Escuadra Nacional Canarias, Cervera y Baleares. Cuando el Canarias entra en la zona de batida, la primera pieza de 38’1 realiza su primer disparo contra este navío, el cual, al comprobar la caída de semejante proyectil en sus inmediaciones, decide no presentar combate dada la superioridad del armamento de Cabo Tiñoso.
En 1945 recibe la denominación de Batería C-1 y en 1949 se instala una moderna dirección de tiro, marca Costilla. Para facilitar las mediciones de distancias a la nueva dirección de tiro se tienen que construir una serie de puestos grafométricos que enlazan por cable subterráneo, o submarino, con el telémetro de Gran Base. Uno de ellos es el de La Aguja, conocido por La Casa del Comandante.
El conjunto de la batería presenta cinco tipo de construcciones:
El 10 de marzo de 1992, la batería de Jorel hace fuego por última vez realizando 8 disparos de fogueo y 32 de instrucción. En el año 1994 queda fuera de servicio.
Todo el conjunto queda protegido de los ataques de bombarderos gracias al Atalayón, una batería antiaérea construida entre los años 1926 y 1933 de arquitectura neoclásica/modernista y dotada de 4 cañones Vickers de 105/45. Fue desartillada en 1952.
El 1 de junio de 1977, la batería de Castillitos efectúa el último ejercicio con fuego real al mando del teniente Salvador González Pola de la Granja. En el año 1990 permanece en situación de Taponada y en 1994 queda fuera de servicio por la aplicación del Plan Norte, destinado a la modernización y racionalización de los recursos de las Fuerzas Armadas.
Actualmente, esta batería, propiedad del Ministerio de Defensa, está declarada Bien de Interés Cultural.
Recientemente, la Guía Repsol ha incluido la batería de Castillitos como uno de los 17 lugares seleccionados para ser elegidos como Mejor Rincón de España 2013. A través de un concurso en su web, podéis votar para que sea el enclave ganador.
La construcción de la batería, sobre una cota de 257 m., en la llamada Loma de Los Castillitos, se lleva a cabo entre los años 1933 y 1936, dentro del Plan de Primo de Rivera (Plan de Defensa de 1926). Las obras de explanación dan comienzo el 16 de septiembre de 1929, bajo las órdenes del coronel de ingenieros Mariano Campos, siguiendo el proyecto realizado por el capitán Nicanor Martínez Ruiz.
En dicha explanada se montan a barbeta dos de los cuatro cañones Vickers de 38’1, modelo 1926, fabricados en Sheffieid (Inglaterra), para proteger la base naval de Cartagena. Los otros dos se emplazan en el monte de Cenizas.
Estas piezas tendrán un alcance de 35.000 m., lanzando un proyectil de acero con un peso de 885 Kg, bien perforante con 18 Kg. de TNT, o de alto explosivo con 76 Kg. del mismo material. El traslado de estos proyectiles desde las chilleras hasta los pozos se hace a través de una red de railes.
Dado el peso y dimensiones de los diversos componentes que componen las piezas, tienen que llevarse a cabo una serie de obras previas como la construcción del muelle de La Azohía, proyectado por el capitán de Ingenieros Manuel Duelo Gutiérrez. Este espigón portuario queda finalizado el 27 de septiembre de 1931 y permite a la grúa Sansón, auxiliada por el remolcador El Gaditano, realizar las operaciones de descarga de material.
También es necesaria la construcción de una carretera de 9 Km. de longitud con amplias curvas y suave pendiente que permita a una locomóvil, apodada La Cotorruela, remolcar los pesados tubos de 80 Tm y 17 m. de longitud. El camino se completa con otro auxiliar para suministrar arena desde Cala Salitrona hasta la obra.
Las dimensiones del proyecto supone una amplia oferta de trabajo que administra la Comandancia de Ingenieros de la Plaza, saliendo a pública subasta la ejecución de determinadas partidas. Estas ofertas suponen una estimable ayuda para la economía de la zona.
El 27 de febrero de 1935 da comienzo el transporte de material.
Al comenzar la Guerra Civil, la batería está casi terminada, a falta del montaje de la dirección de tiro y el telémetro, y sin realizar la prueba de explanada (operación que consistía en realizar varios disparos con distinta elevación y dirección para comprobar los anclajes de la pieza). A pesar de no estar plenamente operativa tiene un importante papel en la disuasión de los ataques navales. El 25 de abril de 1937 hacen acto de presencia los cruceros de la Escuadra Nacional Canarias, Cervera y Baleares. Cuando el Canarias entra en la zona de batida, la primera pieza de 38’1 realiza su primer disparo contra este navío, el cual, al comprobar la caída de semejante proyectil en sus inmediaciones, decide no presentar combate dada la superioridad del armamento de Cabo Tiñoso.
En 1945 recibe la denominación de Batería C-1 y en 1949 se instala una moderna dirección de tiro, marca Costilla. Para facilitar las mediciones de distancias a la nueva dirección de tiro se tienen que construir una serie de puestos grafométricos que enlazan por cable subterráneo, o submarino, con el telémetro de Gran Base. Uno de ellos es el de La Aguja, conocido por La Casa del Comandante.
El conjunto de la batería presenta cinco tipo de construcciones:
- Pórtico de entrada a los fosos de las piezas. De estilo historicista, imitación de castillo medieval con cubos almenados enmascarando los accesos, que apuntan formas de arcos de medio punto. Torrecillas almenadas semicilíndricas enmarcan el ingreso principal. Decoración de arquillo ciego y ventanas abocinadas. Paramentos de mampostería de piedra irregular.
- Túneles y estancias que forman dichos fosos para cada pieza con muros y bóvedas de hormigón armado. Para cada pieza existen las siguientes estancias: sala de máquinas, chillera de proyectiles, depósito de pólvora, cámara de carga y almacén de repuestos. Además está la estación central de dirección de tiro. Cuenta también con una salida subterránea de emergencias que lleva al exterior por el monte.
- Talleres generales de la batería con fachadas imitación al neoclásico.
- Puestos de mando, telemétrico y observación semienterrados y con sus partes emergentes mimetizadas con el entorno.
- Edificios sueltos para alojamiento, vida y servicios al personal destinado como residencias de oficiales y suboficiales, dormitorios para la tropa, cocina, comedor, aljibes, instalaciones deportivas, cantina, sala de lectura, sala de juegos, etc.
El 10 de marzo de 1992, la batería de Jorel hace fuego por última vez realizando 8 disparos de fogueo y 32 de instrucción. En el año 1994 queda fuera de servicio.
Todo el conjunto queda protegido de los ataques de bombarderos gracias al Atalayón, una batería antiaérea construida entre los años 1926 y 1933 de arquitectura neoclásica/modernista y dotada de 4 cañones Vickers de 105/45. Fue desartillada en 1952.
El 1 de junio de 1977, la batería de Castillitos efectúa el último ejercicio con fuego real al mando del teniente Salvador González Pola de la Granja. En el año 1990 permanece en situación de Taponada y en 1994 queda fuera de servicio por la aplicación del Plan Norte, destinado a la modernización y racionalización de los recursos de las Fuerzas Armadas.
Actualmente, esta batería, propiedad del Ministerio de Defensa, está declarada Bien de Interés Cultural.
Recientemente, la Guía Repsol ha incluido la batería de Castillitos como uno de los 17 lugares seleccionados para ser elegidos como Mejor Rincón de España 2013. A través de un concurso en su web, podéis votar para que sea el enclave ganador.
El Castillito de Los Dolores
Creo no equivocarme si afirmo que este edificio, aún siendo una construcción notable, aportó menos al patrimonio arquitectónico de Cartagena que al desarrollo imaginativo de sus niños. Recuerdo todavía cuando alguna noche, de regreso por la carretera de Los Gabatos, vislumbraba una tenue luz en alguno de los torreones y la imaginación se me disparaba en mil elucubraciones. Por desgracia, la magia que envolvía al palacete desapareció con los años, no por mi madurez, sino por la edificación del entorno, que trasformó su bosque encantado en una moderna urbanización, encuadrándolo dentro de la ciudad para siempre.
Siento que la historia del mítico Castillito no esté sembrada de brujas, caballeros o princesas, como debería ser, sino de una realidad bien distinta que os contaré a continuación.
En el barrio de Los Dolores, en la actual urbanización de Castillitos, se encontraba la finca de D. Pedro Conesa Calderón, uno de los comerciantes más ricos de Cartagena, poseedor de varios edificios en importantes calles de la ciudad como Santa Florentina y la Puerta de Murcia, entre ellos el desaparecido Pasaje Conesa.
En la Puerta de Murcia mandó construir para su hija, Antonia Conesa, y su yerno, Isidoro Calín, el edificio del Palacio del Marqués de Fuente Sol que también da a las calles Castellini y Conducto. Isidoro Calín era propietario de grandes extensiones de tierras desde La Aljorra hasta Los Dolores, y dueño de la conocida Torre Calín. Fruto de este matrimonio es su hija Antonia Calín Conesa.
D. Pedro Conesa encargó que se construyera en su finca de Los Dolores un rincón de juegos como regalo para su nieta Antonia, una construcción que hiciera las veces de “casa de muñecas”. Semejante excentricidad fue posible gracias a su alto estatus económico.
Antonia Calín Conesa se casó con D. José de la Figuera y Cerda, el primer Marqués de Fuente Sol que llegó a Cartagena, y estuvieron viviendo en el edificio que construyó su abuelo Pedro Conesa para sus padres en la Puerta de Murcia. “El Castillito” se utilizaba como residencia de veraneo, conociéndose a partir de entonces como el castillito del marqués.
El hijo de ambos, D. José de la Figuera y Calín, ingeniero naval, se casó con Dª María del Carmen López Casal y estuvieron viviendo, junto a sus hijos, en la finca de Castillitos hasta que éste falleció el 14 de junio de 1952 y su viuda se trasladó a Madrid.
El Castillito data de 1900 y fue edificado en la parte más elevada de la propiedad, dominando toda la finca. Esta obra está atribuida a Tomás Rico, arquitecto de la primera vivienda de Pedro Conesa.
Es un edificio muy peculiar, construido con una pintoresca fantasía premodernista. La decoración de las fachada se basa en la combinación del ladrillo rojo y la piedra artificial. La planta baja es de piedra acanalada con adornos de ladrillo; en contraste, el piso superior es de ladrillo y la piedra artificial se limita a los adornos. Los guardapolvos de ladrillo en la planta baja, las cadenas de las esquinas, las buhardillas y los temas de tipo griego que decoran los guardapolvos del piso superior, podían ser motivos identificativos de Tomás Rico. Los tejados son muy puntiagudos y le dan un aire de villa colonial. Adosadas a la planta se encuentran dos torres cilíndricas que corresponden a dos cajas de escalera. La parte superior de las torres está rodeada por un balcón de hierro y coronada por una cúpula cónica.
Los interiores estaban decorados con bellas pinturas, ricos tapices y ambientaciones de inspiración islámica en algunos rincones.
En el exterior, al sur de la vivienda, se encontraba una terraza con balaustres a la que se accedía por una escalera. Ésta estaba flanqueada por unas garitas de planta hexagonal de ladrillo, adornadas con motivos geométricos. El jardín se completaba con una serie de estatuas, fuentes y bancos recubiertos de trencadís (azulejería troceada).
Desde el interior de la torre sur del Castillito partía un túnel subterráneo que comunicaba con la vivienda, de aspecto más sencillo, situada en la margen derecha de la finca.
El 1 de marzo de 1988, Dª María del Carmen López Casal, marquesa de Fuente el Sol, viuda de D. José de la Figuera y Calín, vendió la finca a una constructora, exceptuando el Castillito, que cedió al Ayuntamiento en mayo de ese mismo año para su uso como instalación lúdica o zona verde. Fue decalarado Bien de Interés Cultural el 24 de octubre de ese mismo año. A pesar de su protección BIC sufrió un proceso de abandono, degradación y saqueo, que pasó incluso por más de un incendio.
En junio de 2000, finalizó una primera restauración del edificio realizada por la Escuela Taller de la Agencia de Empleo. En junio de 2001, la Escuela Taller Jardín Botánico el Castillito de Los Dolores acondicionó un jardín botánico con plantas autóctonas en los alrededores del palacete.
Actualmente, y tras una nueva y excelente rehabilitación, la mansión alberga un cuartel de la Policía Local.
A continuación una serie de fotografías realizadas tras la magnífica restauración, cedidas por Juan de Dios Sáez.
Siento que la historia del mítico Castillito no esté sembrada de brujas, caballeros o princesas, como debería ser, sino de una realidad bien distinta que os contaré a continuación.
En el barrio de Los Dolores, en la actual urbanización de Castillitos, se encontraba la finca de D. Pedro Conesa Calderón, uno de los comerciantes más ricos de Cartagena, poseedor de varios edificios en importantes calles de la ciudad como Santa Florentina y la Puerta de Murcia, entre ellos el desaparecido Pasaje Conesa.
En la Puerta de Murcia mandó construir para su hija, Antonia Conesa, y su yerno, Isidoro Calín, el edificio del Palacio del Marqués de Fuente Sol que también da a las calles Castellini y Conducto. Isidoro Calín era propietario de grandes extensiones de tierras desde La Aljorra hasta Los Dolores, y dueño de la conocida Torre Calín. Fruto de este matrimonio es su hija Antonia Calín Conesa.
D. Pedro Conesa encargó que se construyera en su finca de Los Dolores un rincón de juegos como regalo para su nieta Antonia, una construcción que hiciera las veces de “casa de muñecas”. Semejante excentricidad fue posible gracias a su alto estatus económico.
Antonia Calín Conesa se casó con D. José de la Figuera y Cerda, el primer Marqués de Fuente Sol que llegó a Cartagena, y estuvieron viviendo en el edificio que construyó su abuelo Pedro Conesa para sus padres en la Puerta de Murcia. “El Castillito” se utilizaba como residencia de veraneo, conociéndose a partir de entonces como el castillito del marqués.
El hijo de ambos, D. José de la Figuera y Calín, ingeniero naval, se casó con Dª María del Carmen López Casal y estuvieron viviendo, junto a sus hijos, en la finca de Castillitos hasta que éste falleció el 14 de junio de 1952 y su viuda se trasladó a Madrid.
El Castillito data de 1900 y fue edificado en la parte más elevada de la propiedad, dominando toda la finca. Esta obra está atribuida a Tomás Rico, arquitecto de la primera vivienda de Pedro Conesa.
Es un edificio muy peculiar, construido con una pintoresca fantasía premodernista. La decoración de las fachada se basa en la combinación del ladrillo rojo y la piedra artificial. La planta baja es de piedra acanalada con adornos de ladrillo; en contraste, el piso superior es de ladrillo y la piedra artificial se limita a los adornos. Los guardapolvos de ladrillo en la planta baja, las cadenas de las esquinas, las buhardillas y los temas de tipo griego que decoran los guardapolvos del piso superior, podían ser motivos identificativos de Tomás Rico. Los tejados son muy puntiagudos y le dan un aire de villa colonial. Adosadas a la planta se encuentran dos torres cilíndricas que corresponden a dos cajas de escalera. La parte superior de las torres está rodeada por un balcón de hierro y coronada por una cúpula cónica.
Los interiores estaban decorados con bellas pinturas, ricos tapices y ambientaciones de inspiración islámica en algunos rincones.
En el exterior, al sur de la vivienda, se encontraba una terraza con balaustres a la que se accedía por una escalera. Ésta estaba flanqueada por unas garitas de planta hexagonal de ladrillo, adornadas con motivos geométricos. El jardín se completaba con una serie de estatuas, fuentes y bancos recubiertos de trencadís (azulejería troceada).
Desde el interior de la torre sur del Castillito partía un túnel subterráneo que comunicaba con la vivienda, de aspecto más sencillo, situada en la margen derecha de la finca.
El 1 de marzo de 1988, Dª María del Carmen López Casal, marquesa de Fuente el Sol, viuda de D. José de la Figuera y Calín, vendió la finca a una constructora, exceptuando el Castillito, que cedió al Ayuntamiento en mayo de ese mismo año para su uso como instalación lúdica o zona verde. Fue decalarado Bien de Interés Cultural el 24 de octubre de ese mismo año. A pesar de su protección BIC sufrió un proceso de abandono, degradación y saqueo, que pasó incluso por más de un incendio.
En junio de 2000, finalizó una primera restauración del edificio realizada por la Escuela Taller de la Agencia de Empleo. En junio de 2001, la Escuela Taller Jardín Botánico el Castillito de Los Dolores acondicionó un jardín botánico con plantas autóctonas en los alrededores del palacete.
Actualmente, y tras una nueva y excelente rehabilitación, la mansión alberga un cuartel de la Policía Local.
A continuación una serie de fotografías realizadas tras la magnífica restauración, cedidas por Juan de Dios Sáez.
La Casa Llagostera
En la calle Mayor de Cartagena se levanta la Casa Llagostera, según Pérez Rojas: “el edificio con la fachada más original y hermosa de la arquitectura murciana del siglo XX”. Los Llagostera eran una familia de comerciantes catalanes afincados en Cartagena y que pertenecían a la influyente burguesía comercial de principios del siglo XX.
D. Esteban Llagostera Puntí y su esposa, Julia Molina Macabich, eran propietarios de una villa situada en las proximidades del Barrio de Los Dolores, conocida como el “Huerto de las Bolas”. Satisfechos con la labor realizada por Víctor Beltrí en aquella propiedad, le encargó, en noviembre de 1913, la construcción de un edificio a la altura del número 25 de la calle Mayor (antiguos 37 y 39 de la calle Isaac Peral). El proyecto consistía en derribar las dos casas y reconstruir una sola vivienda.
Se trataba de una casa de tres pisos y bajo comercial. Los propietarios ocupaban el primer piso, mientras que en la planta baja, donde permanece cerrado el Gran Bar, se encontraba el comercio de la familia, dedicado a la venta de tejidos. En la azotea quedan restos de un torreón, que en su día, servía al dueño para comunicarse, mediante banderas, con la torre del “Huerto de las Bolas”
La fachada sigue el habitual esquema cartagenero de miradores laterales y balcones centrales que la dividen en tres ejes verticales. En los miradores, de madera, se pueden observar entre algunos listones pequeños trozos de cerámica.
En las balconadas se encuentra lo que hace de este edificio una obra tan peculiar: su decoración a base de cerámica pintada de vivos colores, obra del ceramista y pintor Gaspar Polo. En ellas aparecen representadas las figuras mitológicas de Minerva y Mercurio, símbolos de la sabiduría y del comercio. A ambos lados de la diosa los escudos de Barcelona y Murcia, y flanqueando a Mercurio los de Manlleu y Cartagena refiriendo a los lugares de origen y de trabajo de la familia Llagostera. Escudos y divinidades se encuentran separados por puertas de madera acristaladas. En el último piso y entre la representación de dos jarrones decorativos, figura el escudo de España. Encima de estos, un remate curvo presenta unos fustes con capitel jónico y elementos de carácter vegetal a modo de corona de laurel.
Encima de la cornisa, y apenas visible desde abajo, aparece escrito en azulejos: “Casa Llagostera”. La obra debió de finalizar en 1916, fecha que aparece junto a la firma del ceramista en el borde interior del recuadro de Mercurio. La ornamentación de la fachada se completa con la adecuación de elementos constructivos como ménsulas de piedra, dinteles y soportes tallados con motivos vegetales muy modernistas, además de un trabajo muy destacable en rejerías de forja.
Durante los años setenta se tuvo que apuntalar el edificio por su precario estado, restaurándose parcialmente e interviniendo su fachada en el año 1978. Durante años ha padecido un largo proceso abandono, sufriendo incluso en su interior, actos de vandalismo e incendios.
Ha tenido varios dueños, entre ellos el Hospital de la Caridad y diversos propietarios privados. Después de dos años desde su última intervención, solo se ha derribado todo su interior y su fachada permanece oculta a falta de comenzar su restauración.
D. Esteban Llagostera Puntí y su esposa, Julia Molina Macabich, eran propietarios de una villa situada en las proximidades del Barrio de Los Dolores, conocida como el “Huerto de las Bolas”. Satisfechos con la labor realizada por Víctor Beltrí en aquella propiedad, le encargó, en noviembre de 1913, la construcción de un edificio a la altura del número 25 de la calle Mayor (antiguos 37 y 39 de la calle Isaac Peral). El proyecto consistía en derribar las dos casas y reconstruir una sola vivienda.
Se trataba de una casa de tres pisos y bajo comercial. Los propietarios ocupaban el primer piso, mientras que en la planta baja, donde permanece cerrado el Gran Bar, se encontraba el comercio de la familia, dedicado a la venta de tejidos. En la azotea quedan restos de un torreón, que en su día, servía al dueño para comunicarse, mediante banderas, con la torre del “Huerto de las Bolas”
La fachada sigue el habitual esquema cartagenero de miradores laterales y balcones centrales que la dividen en tres ejes verticales. En los miradores, de madera, se pueden observar entre algunos listones pequeños trozos de cerámica.
En las balconadas se encuentra lo que hace de este edificio una obra tan peculiar: su decoración a base de cerámica pintada de vivos colores, obra del ceramista y pintor Gaspar Polo. En ellas aparecen representadas las figuras mitológicas de Minerva y Mercurio, símbolos de la sabiduría y del comercio. A ambos lados de la diosa los escudos de Barcelona y Murcia, y flanqueando a Mercurio los de Manlleu y Cartagena refiriendo a los lugares de origen y de trabajo de la familia Llagostera. Escudos y divinidades se encuentran separados por puertas de madera acristaladas. En el último piso y entre la representación de dos jarrones decorativos, figura el escudo de España. Encima de estos, un remate curvo presenta unos fustes con capitel jónico y elementos de carácter vegetal a modo de corona de laurel.
Encima de la cornisa, y apenas visible desde abajo, aparece escrito en azulejos: “Casa Llagostera”. La obra debió de finalizar en 1916, fecha que aparece junto a la firma del ceramista en el borde interior del recuadro de Mercurio. La ornamentación de la fachada se completa con la adecuación de elementos constructivos como ménsulas de piedra, dinteles y soportes tallados con motivos vegetales muy modernistas, además de un trabajo muy destacable en rejerías de forja.
Durante los años setenta se tuvo que apuntalar el edificio por su precario estado, restaurándose parcialmente e interviniendo su fachada en el año 1978. Durante años ha padecido un largo proceso abandono, sufriendo incluso en su interior, actos de vandalismo e incendios.
Ha tenido varios dueños, entre ellos el Hospital de la Caridad y diversos propietarios privados. Después de dos años desde su última intervención, solo se ha derribado todo su interior y su fachada permanece oculta a falta de comenzar su restauración.