En la obra de Julio Romero de Torres, pintor
tan querido por el pueblo de Córdoba, se distinguen dos grandes momentos que
parecen estar separados por el viaje que el artista realizó a Italia en
1908.
En los primeros años las creaciones de Julio
Romero, que había nacido en 1874, acusan la influencia de diversas
corrientes pictóricas como el realismo social, el romanticismo, el
modernismo y el simbolismo. Estamos en los momentos de formación del
artista, entre cuyas obras más destacadas podemos citar Conciencia
tranquila, Patio, La Siesta, Mal de Amores, Horas de Angustia o los murales
que le fueron encargados por el Círculo de la Amistad de Córdoba. En esta
primera etapa Julio Romero parece estar especialmente interesado en estudiar
los efectos de la luz y en conocer las corrientes pictóricas influenciadas
por el simbolismo francés.
En 1908 se produce el viaje del artista a
Italia y la contemplación en los museos de ese país de las obras de los
grandes artistas del Renacimiento, sobre todo Leonardo, Miguel Ángel y
Rafael, tendrá importantes consecuencias. A partir de ahora el pintor sabrá
integrar en una estética compositiva de clara influencia renacentista unos
temas y unos fondos que resultan esencialmente andaluces y que son resueltos
con marcados acentos simbólicos.
Destaca, también, en Julio Romero de Torres,
dentro de este contexto estético, la constante presencia de la mujer en su
obra. Son mujeres que el artista tratará con una especial introspección
psicológica en sus miradas. Los ojos de las mujeres pintadas por Julio
Romero producen una intensa sensación de misterio. Son esas “miradas
empapadas de azahar” de las que nos hablaba Federico García Lorca.
En este estudio vamos a presentar diez obras
de Julio Romero de Torres; el vínculo que las une es que en todas ellas,
como en tantas otras de sus creaciones, las mujeres son las protagonistas
absolutas. El criterio que seguiremos en su presentación es cronológico, con
la sola excepción de Viva el pelo (1928) que ilustra esta página inicial y
que seguidamente comentaremos.
Expresamente hemos seleccionado obras que,
todas ellas, están expuestas en los Museos de Córdoba (Museo de Julio Romero
de Torres y Museo de Bellas Artes, ambos situados en la Plaza del Potro).
Con ello, quizás, facilitemos que este modesto estudio pueda inducir al
lector a sentir el deseo de desplazarse a Córdoba y contemplar en vivo la
obra de este gran pintor.
Viva
el pelo
En esta obra de plena madurez el autor nos
ofrece un sugestivo estudio del pelo de una mujer que se nos muestra
anónima. El rostro apenas se perfila en el deseo de que sea su pelo el
protagonista pleno de la pintura.
Se sabe que en Viva el pelo actuó como modelo
Pepita Suárez Parias, y para añadir tensión a la obra el pintor puso en su
mano una naranja, igualmente apenas esbozada.
Terminado el estudio del pelo, del que llaman
la atención los reflejos que produce la luz, Julio Romero en un gesto de
osadía remató la obra insinuando apenas un pequeño peine, también de color
naranja, en el que se recoge el moño de la mujer. Quiso así el artista crear
un segundo punto de tensión que en este caso resolvió con una rapidísima
pincelada.
Mal de
amores (1905)
Museo de Bellas Artes de Córdoba
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Mal
de amores fue pintada en 1905. Seis años antes el artista
había contraído matrimonio con Francisca Pellicer López, que aparece
representada como protagonista de la obra.
La pieza, que se inserta en los primeros
momentos de creación, antes del viaje a Italia, toma como escenario la casa
familiar del pintor en la cordobesa Plaza del Potro y nos muestra un estudio
del amor y de la mujer a través del tiempo: la niña (una sobrina de Julio)
dormita ajena a esa pasión; la mirada de la anciana (una criada de la casa)
acusa una vida de experiencias que ya pasaron, y la joven, finalmente,
refleja en su rostro la angustia interna que la consume.
Resalta tanto la profundidad psicológica de
los retratos como el modo magistral en que el artista resuelve el
tratamiento del contraluz. La joven, en primer plano, en la sombra, muestra
una actitud de angustia indolente, en tanto que la anciana y la niña reciben
la luz que desde el patio irrumpe en el pasillo.
En estos tiempos inmediatamente anteriores al
viaje a Italia Julio Romero, que está estudiando el simbolismo francés, pasa
largas temporadas en Madrid, aprovechando esas estancias para intensificar
su vinculación con intelectuales como Valle Inclán y Manuel Machado.
Nuestra
Señora de Andalucía (1907), detalle
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Utilizando como modelos a diversos personajes
del mundo del flamenco, Julio Romero supo crear una obra de estructura
piramidal de la que emerge la representación de una divinidad pagana que
simboliza las esencias de la tradición andaluza.
Como fondo se nos ofrece la recreación de un
supuesto paisaje de Córdoba, en el que se distinguen el Puente Romano, la
Torre de la Calahorra y el Campo de la Verdad, tratados de manera irreal, en
consonancia con las concepciones simbólicas del pintor.
Se sabe que haber posado para Julio Romero de
Torres fue motivo suficiente para que La Cartulina, la mujer arrodillada
ante la diosa, a nuestra derecha, fuese asesinada por su novio, devorado por
la pasión y los celos.
Nuestra Señora de Andalucía fue muy elogiada por Valle Inclán,
a cuya tertulia en el Café Nuevo Levante, de Madrid, asistía con frecuencia
el pintor.
Ysolina
Gállego (1910)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Este lienzo, impregnado
por las corrientes academicistas imperantes en la época en los retratos de
encargo, nos ofrece la imagen de esta bella mujer.
Sobresale al aire
neoclásico de la obra, con un bello tratamiento de la tela, y la mirada
ausente de la mujer. La monotonía de la pieza se rompe al ofrecernos el
autor, como fondos, un idílico paisaje de aguas y bosques.
Este retrato fue
presentado a la Exposición Nacional de 1910 junto a otras obras como Ángeles
y Fuensanta y El Retablo del Amor. Al no recibir ninguna distinción la
ciudad de Córdoba se sintió agraviada y pronto se organizaron diversos actos
de homenaje al pintor. El Estado, posiblemente presionado por los
acontecimientos, terminaría comprando el retrato que fue entregado en
depósito al Ayuntamiento de Valladolid. En 1936 retornaría a Córdoba para
ser ubicado definitivamente en el propio museo del autor.
Alegrías (1917),
detalle
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Creación de
1917, Alegrías es una composición que se estructura en torno a una mujer, la
bailaora catalana Julia Borrull, que acompañada de otras mujeres está
iniciando un paso de baile al ritmo que marca una guitarra.
Sorprende en
esta obra el aspecto hierático de la protagonista, que se nos muestra en una
actitud distante más propia de una bailarina oriental que de una bailaora de
flamenco.
En 1916
Julio Romero había sido nombrado Profesor de Ropaje de la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando, en donde su amigo Valle Inclán llevaba la cátedra de
Estética. No debe, por tanto, causarnos sorpresa el magnífico tratamiento de
las telas y de los zapatos en esta obra que estamos comentando.
Entre las
figuras secundarias que acompañan a Julia Borrull destaca la mujer que está
riendo y dando palmas. Se trata de Amalia Fernández Heredia, Amalia la
Gitana, mujer a la que el pintor utilizaría como modelo en muchas de sus
creaciones.
Debido a la
actitud hierática y distante de la bailaora, la estudiosa Mercedes Valverde
Candil ha dicho, con acierto, que esta obra nos muestra realmente unas
Alegrías tristes. Solamente las palmas de la gitana y la sonrisa de Carola,
sobrina del autor, situada algo detrás, brindan esa alegría que el título
sugiere. El resto de las figuras parecen ausentes, ajenas a lo que está
sucediendo.
Poema de
Córdoba (1913)
Córdoba judía
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Córdoba
Judía se integra en la obra titulada Poema de Córdoba, que en diversos
paneles nos ofrece distintas versiones de la Córdoba guerrera, barroca,
judía, cristiana, romana, religiosa y torera.
En el caso
de Córdoba Judía actuó como modelo la gitana Amalia Fernández Heredia, la
mujer que daba palmas en Alegrías. Se nos ofrece la estampa de una cordobesa
de gran belleza que desprende una mirada de intensa complicidad al
espectador. Como fondo de la composición Julio Romero nos ofrece una imagen
simbólica de la Plaza de la Fuenseca, con una estatua del médico y filósofo
judío Maimónides.
Llama la
atención el modo en que el autor conoció a la modelo, Amalia la Gitana. El
propio Julio nos ha transmitido que una tarde de mayo cuando se encontraba
en el Casino de Labradores, en lo que hoy es Avenida del Gran Capitán, al
paso de una hermosa mujer pudo escuchar como un tipo adinerado le decía a su
criado: “A esa morena, trotámela”. El pintor, siempre al acecho de mujeres,
como el ricachón, se le anticipó, dirigiéndose rápidamente a la joven: “A mí
me gustaría pintarla a usted –le dijo-; soy Julio Romero”. Desde ese momento
la gitana, que era muy conocida en los tablados de Córdoba, pasó a ser una
de las musas de nuestro pintor, de modo que su colaboración duraría hasta la
muerte de este.
Ángeles (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Entre 1926 y
1928 Julio Romero de Torres se volcó con intensidad en la realización de
diversos retratos femeninos. Uno de ellos es el denominado Ángeles, en el
que sobre un fondo de oscuridad el autor nos ofrece un soberbio retrato de
María Teresa López. Estamos en los momentos de plena madurez del pintor, que
fallecerá en 1930.
En estos
últimos años de vida, la modelo, a la que empezó a pintar cuando tenía sólo
13 años de edad, posará para otras grandes obras, como La niña de la jarra y
La chiquita piconera.
Naranjas
y limones (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Estamos en
el momento de plena madurez de Julio Romero de Torres que nos ofrece ahora
una obra que rebosa erotismo. Se trata de un estudio de Asunción Boué que
lleva, entre sus pechos desnudos, un puñado de naranjas.
En momento
la obra fue sentida como una auténtica provocación por los elementos más
reaccionarios de la sociedad. Se trataba, realmente, de una exaltación clara
de la vida y de la sensualidad en unos momentos en que el pintor había dado
señales de estar padeciendo una grave dolencia que afectaba a su hígado y
sus pulmones.
Como fondo
de la obra se nos brinda la imagen de un patio en el que junto a un naranjo
se distinguen diversas macetas y restos de antiguos capiteles.
La niña
de la jarra (1928)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Sobre un
fondo tenebrista vemos nuevamente la imagen de María Teresa López (La
chiquita piconera) en una composición en la que el protagonismo reside tanto
en el propio rostro de la mujer como en el estudio del jarrón, tratado con
un intenso realismo. Destaca, así, en la pieza la maestría del autor para
atraer la atención del espectador hacia los elementos que él desea destacar.
La
chiquita piconera (1930)
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba
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Esta obra
está considerada como el testamento pictórico de Julio Romero de Torres, que
la terminó entre enero y febrero de 1930 y que fallecería el 10 de mayo de
ese mismo año.
En la
imagen, tan realista como idealizada, sobre un fondo tenebrista de la Ribera
del Guadalquivir, vemos nuevamente a María Teresa López en un brillante
estudio anatómico.
Todo en esta
obra es excepcional: el tratamiento de la piel, de las ropas, de los
volúmenes de la mujer... Su mirada seria e inquietante posiblemente refleja
los propios sentimientos y temores del pintor, ya tan próximo a la muerte.
Toda Córdoba
mostró señales de dolor y luto cuando falleció Julio Romero de Torres.
Comercios, teatros y tabernas cerraron al unísono. Un grupo de obreros
llevarían a hombros su féretro durante el cortejo fúnebre.
En 1931, un
año después, habría de crearse el Museo de Julio Romero de Torres,
inicialmente con los fondos procedentes de la donación que hizo la propia
familia a la ciudad de Córdoba, representada por su Ayuntamiento.
El museo fue
inaugurado oficialmente el día 23 de noviembre de 1932. El acto estuvo
presidido por Niceto Alcalá Zamora, Presidente de la II República Española.
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