Aún hoy, la Antártida es el territorio más desconocido del planeta Tierra. La mayor reserva mundial de agua dulce del planeta no sólo se encuentra prácticamente libre de contaminación, sino que presenta unas características geográficas y ambientales sumamente atractivas para el investigador científico y para el profano. Su estudio permite el conocimiento general de los fenómenos naturales, pues se conforma como un gran laboratorio natural donde estudiar numerosos procesos que intervienen en la dinámica global de la hidrosfera, la geosfera, la biosfera y la atmósfera. Además, goza de una extraordinaria biodivesidad y atrapada en sus treinta millones de kilómetros cúbicos de hielo, existe preciosa información sobre el clima y la composición atmosférica del último millón de años. Todo ello, convierte al continente blanco en Patrimonio Natural Mundial y en un lugar privilegiado para la ciencia.
Al contrario que el Polo Norte, el Polo Sur se encuentra sobre un gran continente rodeado de océanos, aislado y lejano, a más de mil kilómetros del extremo meridional sudamericano, a dos mil trescientos kilómetros de Australia y a tres mil seiscientos kilómetros de Africa. Se extiende a lo largo y ancho de catorce millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente, un diez por ciento del total de las tierras emergidas), más de veinticinco veces la superficie de España. La Antártida continental, las islas adyacentes y los mares antárticos se localizan por debajo de los sesenta grados de latitud sur, por lo que soportan las condiciones climáticas más severas del planeta, marcando el registro termométrico más bajo: 89,2 grados centígrados por debajo de cero. Tales temperaturas forman grandes masas glaciales con la nieve y el hielo, ocupando más del 98 por ciento del continente. Son escasos los afloramientos de roca y suelo donde sobreviven los líquenes, las comunidades vegetales antárticas por excelencia. A pesar de todo, las especies animales y vegetales que pueblan el litoral y los mares antárticos son extraordinarias.
La investigación antártica no sólo pretende conocer los procesos naturales en dichas condiciones de latitud y clima, sino también desvelar el verdadero papel del continente blanco y sus océanos en el mantenimiento de la estabilidad de la biosfera. Prácticamente virgen, es el mejor lugar para la observación de los cambios climáticos, por lo que, enmarcado en el Tratado Antártico, se firmó, en octubre de 1991, el Protocolo de Madrid, que hizo de la Antártida un Continente para la Ciencia, dictando normas para su protección medioambiental durante cincuenta años.
El Tratado Antártico, firmado por doce países en 1959 y, actualmente, integrado por cuarenta y tres, hace de la cooperación internacional, el intercambio de información y las actividades de investigación en el continente los pilares básicos de su existencia. El Tratado se desarrolla mediante el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR, en siglas anglosajonas), el órgano internacional encargado de promover y coordinar la investigación en el continente blanco estableciendo programas internacionales de investigación, grupos de trabajo y grupos de especialistas. España pertenece al SCAR desde 1990 y posee delegados en las especialidades de Biología, Geofísica y Geología.
La presencia de la ciencia española en la Antártida se inició en la década de los cincuenta, aunque se desarrolló esporádicamente hasta la adhesión al Tratado Antártico, en 1982. A partir de ese momento, se realizaron varias campañas oceanográficas apoyadas por organismos como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto Español de Oceanografía (IEO), que organizó una expedición en el verano austral de 1986/87. En la campaña 1987/88, se instaló en Isla Livingston la primera base antártica, bautizada con el nombre del monarca español, que permite contar con un marco estable para desarrollar el Programa Nacional de Investigación en la Antártida. La apertura del Refugio Gabriel de Castilla, por el Ejército en 1989/90, y la construcción del Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides, por la Armada, han contribuido a las diez campañas antárticas españolas realizadas entre 1988 y 1998, proporcionando interesantes conocimientos sobre algunas de las áreas más interesantes de la Antártida y sus mares. Las investigaciones han versado sobre Arqueología, Atmósfera, Biología, Cartografía, Geodesia, Geofísica, Geología, Glaciología y Oceanografía.
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