Han pasado mas de sesenta años y los macabros sucesos que acontecieron en la pequeña pedanía de la Aljorra continúan siendo un misterio, el crimen perfecto, el caso que nunca nadie pudo resolver a pesar de la importancia de los hechos.
Después de tanto tiempo sigue habiendo especulaciones, hipótesis de todo tipo, sin embargo la auténtica realidad no se conocerá jamás.Durante esos días, la buena gente del pueblo dormía con las ventanas cerradas, los cerrajeros hicieron el agosto y la escopeta se colocaba cerca de la mesilla de noche.
Las calles se tiñeron de sangre y la gente sigue esperando respuestas que no llegan.
Sin temor a equivocarme puedo decir que hay gente que conoce la verdad, desgraciadamente, los que no han sido víctimas del paso del tiempo, guardan un profundo silencio, un silencio que dura demasiado.
LA NOCHE DE LOS SUCESOS.
18 de Mayo de 1948, Calle Francisco Bernal, la Aljorra.
José García Guillermo de 74 años se encontraba sentado en un butacón leyendo el periódico mientras su mujer, Ginesa Hernández Hernández de 68 años preparaba una taza de té en la cocina cuando todo ocurrió.
Al parecer el asesino se había colado en la casa sin ser visto momentos antes de que la pareja llegase de un restaurante cercano, viendo que estaba solo decidió esperar a que sus víctimas aparecieran, entro en la cocina y cogió el hacha que se encontraba junto a un mueble, una vez elegida el arma, camino hasta el dormitorio y se metió bajo la cama donde esperó pacientemente a que los ancianos llegaran a casa.
Su plan era aguardar a que las víctimas durmieran para cometer su horrible obra, sin embargo conforme pasaba el tiempo su desesperación aumentaba, ya cuando no pudo aguantar mas se decidió a salir de su escondrijo y avanzar muy despacio por el pasillo como una sombra errante hasta que se hubo colocado en la espalda de José que seguía leyendo sin percibir lo que se le venia encima.
Un golpe certero con el mango del hacha dio con José en el suelo, Ginesa salió de la cocina al oír el ruido encontrándose con aquel escenario de pesadilla. Intentó huir hacia la puerta pero el asesino le asesto un contundente hachazo en la espalda, se tomo un momento en silencio para
comprobar si alguien se había percatado de los ruidos, cuando hubo comprobado que en la calle no se había un alma, arrastro los dos cuerpos hasta la habitación donde estuvo escondido y una vez los metió en la cama se propuso terminar con el trabajo.
Sobre las doce de la noche, el sereno que hacia la ronda por la zona quedó muy extrañado al ver la luz dentro de la casa y su preocupación fue en aumento cuando vio la puerta principal
entreabierta. Entró en la casa para comprobar si había algún problema, abrió la puerta del cuarto y su rostro empalideció, no podía creer lo que estaba delante de sus ojos, toda la habitación ensangrentada y dos cuerpos que mas bien parecían dos trozos de carne deformes reposaban en la cama, ni rastro del autor ni del arma del crimen.
Inmediatamente se apresuro a llamar al médico, al cura y al delegado local de Falange que a su vez dio cuenta a las autoridades competentes que rápidamente se trasladaron al pueblo.
El juez sustituto, ya que el principal estaba fuera, el médico forense y varios miembros de la guardia civil se hallaban en lugar del suceso, los periódicos amanecían con las noticias del crimen y la mitad del pueblo se arremolinaba junto a la casa, lo cual ayudo bastante a que muchas pruebas se perdieran para siempre.
El forense examinó los cuerpos dictaminando en su informe lo que sigue:
El marido apareció con varias heridas de hacha en la cabeza que apenas hacían reconocible el rostro, también presentaba un gran tajo en el cuello que prácticamente le decapito. La mujer por su parte, tenia una gran herida en la espalda y un golpe muy profundo en la cabeza producido por el mismo instrumento, la muerte había sido instantanea.
Pasaban los días y el miedo crecía ya que no aparecían sospechosos, no existía móvil y las investigaciones parecían dar vueltas sin rumbo fijo, la gente hablaba de todo, desde ajuste de cuentas hasta el robo de unos diamantes que se supone, tenia José y que había traído de África, sin embargo el robo fue inmediatamente descartado ya que había unas ciento cincuenta pesetas en una cómoda que nadie movió de su lugar.
Pero entonces, ¿Cuál era el motivo por el que alguien mataría a una pareja, que era por cierto muy querida y respetada por todos sus vecinos?
No era gente adinerada, ni poseían deudas de ningún tipo, ni siquiera tenían grandes tierras que pudieran ser del interés de ciertas personas.
¿Que oscuro secreto podrían conocer para que fueran silenciados de tan terrible manera?
Me temo que estas y otras preguntas llevan en el
aire esperando respuestas que nadie sabe responder.
Era bien sabido que la policía daba palos de ciego, la investigación no obtenía los resultados esperados hasta que un día, de golpe y porrazo fue detenido el presunto autor del crimen, José Hernández Cervantes, conocido en el pueblo como el "mosca muerta", era un raterillo de poca monta que se ganaba la vida trabajando de peón y robando lo que podía de los bancales por los que pasaba. Según parece la policía había registrado su casa encontrando en uno de los armarios, una chaqueta y una camisa con lo que se suponía, eran manchas de sangre que mas tarde fueron analizadas por la UNIVERSIDAD DE MADRID-ESCUELA DE MEDICINA LEGAL, que no encontró sangre alguna en las prendas anteriormente mencionadas.
Rápidamente fue trasladado al cuartel de la Guardia civil donde comenzaron los interrogatorios, José Hernández negaba los hechos rotundamente, incluso, por desesperación, llego a acusar a su hermano Juan Hernández del doble asesinato.
Todos conocemos la contundencia de las fuerzas del orden en aquella época y es de sobra sabido que una crimen debía resolverse cuanto antes, fuera el detenido culpable o no. Por tal efecto no fue inesperado que a los pocos días, José Hernández confesara ser el autor del suceso ya que según decía la gente, al pobre ignorante le habían sacado la confesión a la fuerza, paliza tras
paliza hasta que viéndose ya sin fuerzas, admitió todo lo que querían que admitiera a sabiendas de ser inocente, como la ley reconoció cuando, ya cumplidos cuatro años y medio de prisión preventiva, fue declarado inocente y puesto en libertad.
SEGUNDO ACTO.
La gente todavía hablaba de la terrible historia que les había tocado vivir, aún se miraba bajo las camas antes de irse a dormir, se cambiaban de acera al pasar frente a la casa, los humildes residentes de la pedanía de la Aljorra intentaban olvidar la noche en que su pueblo se vio manchado de sangre, sin saber que la pesadilla no había hecho mas que comenzar.
15 de Mayo de 1949, mismo mes, misma calle, justo un año mas tarde.
En el numero 5 de la citada calle vivía un matrimonio formado por Antonio Saura Rosique y Josefa Navarro Nieto, eran dueños del local donde se encontraba el cine azul que ese día proyectaba la película "El caballero de adverse"
Antonio se encontraba en el local habiendo acordado con su esposa reunirse allí mas tarde.
Josefa salió un momento de su casa para comprar algunos artículos en la tienda cercana, momento en que según parece aprovechó el asesino para introducirse en el inmueble sin ser visto. Cuando la mujer regresó a su hogar comenzó a arreglarse para acudir a la cita con su marido lo antes posible sin saber que nunca
volvería a verlo.
Mientras se peinaba despreocupadamente, una sombra terrorífica se abalanzo sobre ella por la espalda, hubo un forcejeo del que se supone fue herido por Josefa con las uñas ya que se encontró piel y sangre bajo estas. La mujer cayó al suelo donde el asesino se ensañó con su víctima de forma horrible, hasta 53 puñaladas recibió la mujer, ninguna de ellas mortales de necesidad que le produjeron una muerte agónica y desgarradora. Cuando hubo saciado su sed de sangre, salió del lugar y se perdió en la oscuridad de la noche.
Antonio Saura extrañado por la tardanza de su esposa, envió a una chica de 12 años cercana a la
familia, para que se acercara a avisar a la anciana y comprobara si había algún problema.
La niña llego a la casa y llamó en repetidas ocasiones a la puerta, solo el silencio como respuesta, inquieta decidió volver al cine y comentar a Antonio lo sucedido en su casa.
Cuentan como Antonio Saura corría con desesperación calle abajo mientras gritaba a los cuatro vientos: ¡¡La han matado, la han matado!!
¿Como podía conocer de antemano el terrible destino que había alcanzado a su esposa? Podía haber sufrido un desmayo, salido de la casa o incluso cabía la posibilidad de que no hubiera oído las llamadas de la niña. Sin embargo, parecía estar convencido de que su mujer ya no se encontraba entre los vivos.
Se acerco a una de las ventanas nada mas llegar a la casa y sin pensarlo dos veces hizo añicos el cristal, gritó casi hasta quedarse afónico pero no hubo respuesta del interior. Los vecinos al oír el alboroto se habían ido arremolinando poco a poco alarmados por lo pudiera haber pasado, ya
ensañamiento de un acto sangriento.
No tardaron en personarse en el lugar de los hechos el juez, agentes de la ley y el forense que examinó el cuerpo dictaminando, entre otras cosas, que la mujer llevaba muerta unas cuatro horas. Pudo constatar que, además de las 53 puñaladas que tenía repartidas por todo el cuerpo, le habían arrancado un gran trozo de carne de la mejilla, no habiendo aparecido en ningún momento del registro dicha parte de la anatomía del cadáver, se supuso que el criminal se la llevó consigo a modo de macabro trofeo.
Las investigaciones una vez más no conducían a nada, si se pudo determinar que los dos crímenes
estaban de alguna manera relacionados entre si, pero ninguna conclusión a la que llegaba la guardia civil parecía satisfactoria.
Mientras que la investigación oficial no arrojaba ninguna luz al misterio, en el propio pueblo si que se tenía clara la identidad del presunto culpable, era un secreto a voces que corría de boca en boca por todos los ciudadanos de la localidad. Se decía que, tanto el actual suceso como el ocurrido un año atrás habían sido perpetrados por la misma persona, se acusaba al delegado local de Falange.
La gente no hablaba con inquietud ya que ese tipo de acusaciones dirigidas a un miembro de "el partido" y en esa época podían salir caras, si bien es verdad, las propias pesquisas policiales iban paralelamente en la misma dirección.
Una tarde, sobre las cuatro, llegó a la Aljorra un coche que se detuvo frente al local donde se reunían los miembros del partido anteriormente mencionado, bajaron dos miembros de la guardia civil que se introdujeron en dicho local.
Otros dos agentes bajaron del coche y se dirigieron a un bar cercano donde, por cierto, quedaban habitualmente con el sospechoso, iban con ropa de calle para no llamar la atención, se sentaron en una de las mesas del fondo y le hicieron gestos a un chico de 14 años que andaba por ahí para que se acercara. Enviaron al muchacho al encuentro del supuesto criminal, que le hiciera saber que había dos agentes de la ley esperándole en aquel lugar y que querían
hablar con él, para hacerle unas preguntas.
Los dos agentes empezaban a estar artos de esperar, salieron fuera y comenzaron a dar vueltas en círculos, ya había pasado mas de media hora y el sospechoso no aparecía por ninguna parte. Pensaron incluso, que habiéndose olido la intención de su citación con ellos, hubiera huido sabedor de que le habían descubierto.
Decidieron entonces volver al local donde sus dos compañeros esperaban apostados a que apareciera el supuesto criminal cuando a mitad de camino se cruzaron con él. Este les preguntó con tono irritante cual era el motivo de las prisas por citarse con su persona, uno de los agentes le ordenó entrar en el lugar donde se ocultaban los otros dos miembros uniformados con las armas prestas.
Nada mas entrar, le colocaron las esposas, unos minutos después salieron con total discreción, metieron al detenido en el coche y se
marcharon del pueblo sin que apenas nadie se percatara de lo sucedido.
Comenzó el que para los habitantes de la Aljorra era el juicio más esperado de la historia aún a sabiendas que, dado el cargo que oficiaba el acusado y las amistades tremendamente influyentes de que disponía, las posibilidades reales de una sentencia e imparcial eran bastante escasas. Muchas pruebas fueron desestimadas o directamente ignoradas, no se analizaron las heridas que el presunto culpable tenía en un brazo, que se habían provocado, según él, en un accidente domestico siendo más que probable que tales marcas hubieran sido inflijidas por Josefa Navarro en el forcejeo que tubo con su agresor.
Los más de cuarenta testigos que afirmaron haber visto al acusado en los alrededores de la casa esa fatídica noche, fueron oídos pero no escuchados, desesperándose los miembros de la acusación viendo cada vez más cercano el momento en que el presunto asesino fuera puesto en libertad. Lo que definitivamente acabó con aquel circo fue una carta que el propio inculpado envió a sus compañeros de partido que en una de sus partes sostenía lo que sigue:
"Camarada, por el honor y prestigio de nuestra organización pongo en tu conocimiento lo siguiente: fue detenido el camarada que te escribe con medalla de vieja guardia.
Según copia del auto de procesamiento que te acompaño, puedes deducir lo que hay en todo
esto, la voz popular dice que soy un asesino y esta situación no debe prolongarse, pues es un arma muy molesta que esgrimen nuestros enemigos (...) Por tanto te ruego que este hecho se abrevie lo más pronto que sea posible"
Si todo el juicio parecía ya una vulgar función de bufones, a partir de esa carta la cosa empeoro aún más.
Las prisas eran ahora más inquisidoras ya que, "los camaradas" habían intervenido en el asunto. En cuestión de días fue juzgado, declarado no responsable de los hechos por, cito textualmente
FALTA DE PRUEBAS
y puesto en libertad sin cargos.
Curiosamente sus camaradas decidieron trasladarlo a otro lugar para que así pudiera olvidarse cuanto antes el suceso.
Afortunadamente no se ha olvidado, ni siquiera el paso del tiempo ha conseguido borrar los acontecimientos de aquellas noches, todavía hoy esta presente en la memoria, incluso la gente de fuera de esta pequeña población Cartagenera empezó a llamar al lugar, en memoria de lo ocurrido, el pueblo del hacha.
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