LOS SUCESOS DE 7 DE MARZO DE 1.916 AÑOS. POR LO TANTO EL 7 DE MARZO 2016 SE CUMPLEN CIEN AÑOS DE DICHOS SUCESOS
Escrito por Antonio Martínez Saura. Imagen de "La Unión Antigua". El texto de Miguel A. López-Morell en el libro "100 Años de la Cruz Roja en La Unión", para recordar a los trabajador@s que perdieron su vida en aquella tragedia:
Según contó la prensa de la época y relatan en detalle Antonio Bernabeu, autor de un relato que circuló impreso entre los unionenses en los meses siguientes al suceso, y otros estudios posteriores como el de Vilar, Egea Bruno y Victoria (1986), los desgraciados acontecimientos alrededor de El Descargador y la fábrica Dos Hermanos estuvieron relacionados con el creciente clima de conflictividad social que llevaba dos años fraguándose.
Las organizaciones obreras comenzaron a tener un protagonismo creciente desde el inicio del conflicto internacional, por la subida de precios y los despidos. Las huelgas, siguiendo las consignas a nivel nacional del sindicato socialista UGT y el anarquista CNT, habían aparecido tímidamente en 1914 en Portmán y el puerto de Cartagena, pero se multiplicaron a lo largo del segundo semestre de 1915, lo que hizo que la dotación de la Guardia Civil en La Unión, procedente de Cartagena, fuera creciendo ininterrumpidamente. En febrero de 1916 los sindicatos remitieron a la patronal minera de la provincia una tabla reivindicativa que incluía una subida salarial inmediata, pagos puntuales por semanas, reducción del recibo de la luz y el reconocimiento de las sociedades obreras. No hubo acuerdo y el 3 de marzo de 1916 las organizaciones obreras convocaron una huelga general en toda la cuenca minera de la sierra de Cartagena y La Unión.
En la mañana del 7 de marzo, una inmensa columna de trabajadores salió de La Unión en dirección a El Llano del Beal, convocados a una asamblea de trabajadores en su Casa del Pueblo. Al terminar la reunión, la multitud volvió sobre sus pasos en dirección a La Unión. A la altura de El Descargador observaron que salía humo de la fundición Dos Hermanos, de Pío Wandossel, por lo que un grupo de unos 50 trabajadores abandonó la columna para averiguar si en la fábrica había esquiroles a la huelga general en curso. Al llegar a la puerta fueron detenidos y, tras una negociación, sólo se permitió que una representación de obreros entrara en el recinto para cerciorarse de que no había trabajadores en ese momento en sus labores. Mientras tanto, llegó al lugar el destacamento de la Guardia Civil, al mando del teniente Mancebo, seguido de la Ambulancia de la Cruz Roja. La tensión debía ser enorme, con la comisión retenida en la puerta y la muchedumbre en los alrededores, cuando la Guardia Civil comenzó a realizar cargas para evitar un posible asalto a la fundición y, ante el tumulto, abrió fuego. El desconcierto debió ser tremendo en esos instantes, en los que los camilleros de la Cruz Roja se interpusieron entre la fuerza pública y los manifestantes para evitar más víctimas. Al poco, el panorama era desolador, con docenas de cuerpos sangrantes por el suelo. Los miembros de la Cruz Roja no daban abasto a falta de camillas y tuvieron que recoger los cuerpos de muchos heridos a hombros para llevarlos a La Unión.
Fue demasiado tarde para ocho personas, que murieron en el lugar o en el traslado al Hospital de la Caridad. Sus nombres: Gabriel Gutiérrez Sánchez, de La Unión, de 37 años; Francisco Carrillo Paredes, de La Unión, de 15 años; Francisco Melero Rubio, de El Algar, de 20 años; Herminio Añón Martínez, de La Unión, de 20 años; Ginés Adán Jiménez, de El Llano del Beal, de 27 años; Ana María Céspedes Soler, de El Llano del Beal, 45 años; Valentín Escobar Callejó, de 46 años; y un niño que nunca pudo ser identificado. Además, se contaron quince heridos de consideración entre los manifestantes y otros dos entre la Guardia Civil. Esa semana estaba de guardia un retén de la Cruz Roja con Laureano Saura como jefe de sección, el médico Julio Cebrián y 19 voluntarios, aunque es muy posible que acudieran las tropas en bloque ante el cariz que fueron tomando los acontecimientos.
Fue éste un hecho imborrable en el intelecto colectivo de los mineros de la sierra y sus descendientes, y de los habitantes de La Unión en general. Aún se recuerda el duro enfrentamiento entre el entonces capitán de la Cruz Roja de La Unión y el del destacamento de la Guardia Civil, al hilo de los desgraciados acontecimientos de El Descargador. Concretamente, Rogelio García (2008) recoge en su libro de memorias el testimonio de su padre, que presenció la discusión entre ambos cuando el mando de la Guardia Civil bajaba a caballo la calle Mayor, siendo increpado por el de la Cruz Roja (probablemente Guillermo Cross). Según cuenta, el militar defendió la actuación de la mañana, basándose en la necesidad de asegurar el orden público, pero no debía ser muy convincente, cuando a pesar de sus galones, la discusión fue a más y, parece ser, llegó a las manos. Nadie quiso intervenir en la riña y, tras varios forcejeos, los viandantes lograron llevar a ambos a un café cercano para calmar los ánimos. La trifulca fue el fruto de la tensión y la rabia acumulada en un día de sentimientos muy contrapuestos. Un día en el que es más que posible que, sin la actuación de la Ambulancia, habría sido más triste aún.
Según contó la prensa de la época y relatan en detalle Antonio Bernabeu, autor de un relato que circuló impreso entre los unionenses en los meses siguientes al suceso, y otros estudios posteriores como el de Vilar, Egea Bruno y Victoria (1986), los desgraciados acontecimientos alrededor de El Descargador y la fábrica Dos Hermanos estuvieron relacionados con el creciente clima de conflictividad social que llevaba dos años fraguándose.
Las organizaciones obreras comenzaron a tener un protagonismo creciente desde el inicio del conflicto internacional, por la subida de precios y los despidos. Las huelgas, siguiendo las consignas a nivel nacional del sindicato socialista UGT y el anarquista CNT, habían aparecido tímidamente en 1914 en Portmán y el puerto de Cartagena, pero se multiplicaron a lo largo del segundo semestre de 1915, lo que hizo que la dotación de la Guardia Civil en La Unión, procedente de Cartagena, fuera creciendo ininterrumpidamente. En febrero de 1916 los sindicatos remitieron a la patronal minera de la provincia una tabla reivindicativa que incluía una subida salarial inmediata, pagos puntuales por semanas, reducción del recibo de la luz y el reconocimiento de las sociedades obreras. No hubo acuerdo y el 3 de marzo de 1916 las organizaciones obreras convocaron una huelga general en toda la cuenca minera de la sierra de Cartagena y La Unión.
En la mañana del 7 de marzo, una inmensa columna de trabajadores salió de La Unión en dirección a El Llano del Beal, convocados a una asamblea de trabajadores en su Casa del Pueblo. Al terminar la reunión, la multitud volvió sobre sus pasos en dirección a La Unión. A la altura de El Descargador observaron que salía humo de la fundición Dos Hermanos, de Pío Wandossel, por lo que un grupo de unos 50 trabajadores abandonó la columna para averiguar si en la fábrica había esquiroles a la huelga general en curso. Al llegar a la puerta fueron detenidos y, tras una negociación, sólo se permitió que una representación de obreros entrara en el recinto para cerciorarse de que no había trabajadores en ese momento en sus labores. Mientras tanto, llegó al lugar el destacamento de la Guardia Civil, al mando del teniente Mancebo, seguido de la Ambulancia de la Cruz Roja. La tensión debía ser enorme, con la comisión retenida en la puerta y la muchedumbre en los alrededores, cuando la Guardia Civil comenzó a realizar cargas para evitar un posible asalto a la fundición y, ante el tumulto, abrió fuego. El desconcierto debió ser tremendo en esos instantes, en los que los camilleros de la Cruz Roja se interpusieron entre la fuerza pública y los manifestantes para evitar más víctimas. Al poco, el panorama era desolador, con docenas de cuerpos sangrantes por el suelo. Los miembros de la Cruz Roja no daban abasto a falta de camillas y tuvieron que recoger los cuerpos de muchos heridos a hombros para llevarlos a La Unión.
Fue demasiado tarde para ocho personas, que murieron en el lugar o en el traslado al Hospital de la Caridad. Sus nombres: Gabriel Gutiérrez Sánchez, de La Unión, de 37 años; Francisco Carrillo Paredes, de La Unión, de 15 años; Francisco Melero Rubio, de El Algar, de 20 años; Herminio Añón Martínez, de La Unión, de 20 años; Ginés Adán Jiménez, de El Llano del Beal, de 27 años; Ana María Céspedes Soler, de El Llano del Beal, 45 años; Valentín Escobar Callejó, de 46 años; y un niño que nunca pudo ser identificado. Además, se contaron quince heridos de consideración entre los manifestantes y otros dos entre la Guardia Civil. Esa semana estaba de guardia un retén de la Cruz Roja con Laureano Saura como jefe de sección, el médico Julio Cebrián y 19 voluntarios, aunque es muy posible que acudieran las tropas en bloque ante el cariz que fueron tomando los acontecimientos.
Fue éste un hecho imborrable en el intelecto colectivo de los mineros de la sierra y sus descendientes, y de los habitantes de La Unión en general. Aún se recuerda el duro enfrentamiento entre el entonces capitán de la Cruz Roja de La Unión y el del destacamento de la Guardia Civil, al hilo de los desgraciados acontecimientos de El Descargador. Concretamente, Rogelio García (2008) recoge en su libro de memorias el testimonio de su padre, que presenció la discusión entre ambos cuando el mando de la Guardia Civil bajaba a caballo la calle Mayor, siendo increpado por el de la Cruz Roja (probablemente Guillermo Cross). Según cuenta, el militar defendió la actuación de la mañana, basándose en la necesidad de asegurar el orden público, pero no debía ser muy convincente, cuando a pesar de sus galones, la discusión fue a más y, parece ser, llegó a las manos. Nadie quiso intervenir en la riña y, tras varios forcejeos, los viandantes lograron llevar a ambos a un café cercano para calmar los ánimos. La trifulca fue el fruto de la tensión y la rabia acumulada en un día de sentimientos muy contrapuestos. Un día en el que es más que posible que, sin la actuación de la Ambulancia, habría sido más triste aún.
MOVIMIENTO OBRERO EN LA SIERRA DE CARTAGENA (1875-1923)
LAS HUELGAS GENERALES QUE SE PRODUCEN EN MAYO DE 1898 Y EN MARZO DE 1916.
LAS HUELGAS GENERALES QUE SE PRODUCEN EN MAYO DE 1898 Y EN MARZO DE 1916.
PEDRO MARÍA EGEA BRUNO
Profesor de Historia Contemporánea
U.N.E.D. (Cartagena)
Analizaremos a continuación dos de las huelgas generales que se producen en estos años, la de mayo de 1898 y la de marzo de 1916. La elección no ha sido arbitraria.
Una y otra reflejan una orientación ideológica bien definida, en tanto la primera es de cuño anarquista, la segunda es de paternidad socialista. Igualmente, en ambas se superaron con amplitud los planteamientos economicistas y, en este sentido, el orden burgués responderá con una violenta represión.
El día 4 de mayo de 1898 se declararon en huelga general los trabajadores de la cuenca minera. Antes del amanecer se apostaron a la salida de La Unión varios grupos para detener a los obreros que iban al trabajo*'. El movimiento adquirió cotas insospechadas. De 15 a 20.000 obreros se agruparon como un sólo hombre bajo la consigna de "abajo los consumos, fuera los vales, y aumentos de jornal.
En las primeras horas de la mañana los obreros se fueron reuniendo frente a la fábrica Roma. La concentración alcanzó pronto caracteres de motín. De momento cortaron en dicho punto el teléfono, el telégrafo y la línea del ferrocarril. Hecho esto acordaron dirigirse a La Unión al grito de "mueran los ladrones y abajo los consumos".
Ya en el pueblo minero destrozaron los faroles del alumbrado público, los cristales y muestras de los comercios; incendiaron la documentación de los fielatos y saquearon la casa de Celestino Martínez, arrendatario del impuesto de consumos y dueño de la fábrica del gas".
Conseguido esto, 6 o 7.000 manifestantes decidieron tomar el camino de Cartagena.
A su paso por La Esperanza -divisoria de los dos términos municipales- inutilizaron las vías férreas. A las nueve de la mañana ya estaban en Alumbres, donde echaron abajo las casetas del fiel.
En Cartagena cundió el pánico al saberse de la ola devastadora que se abalanzaba sobre la ciudad. La autoridad militar dispuso rápidamente la defensa de la población.
Las puertas del recinto amurallado fueron selladas y se situaron fuerzas de artillería en la muralla. No muy confiados con estas precauciones salió a su encuentro, para cortarles el paso, una sección de caballería junto con fuerzas de infantería y guardia civil. Noticiosos los huelguistas de las medidas tomadas en Cartagena decidieron retornar a La Unión, donde les era más factible hacerse fuertes.
En las primeras horas de la tarde los amotinados consiguieron herir al alcalde de La Unión, José Maestre, que a la sazón encarnaba en el pueblo minero la institución del odioso caciquismo". Acto seguido incendiaron la Casa Consistorial. Igual suerte corrió la documentación de los juzgados. Finalmente, abrieron las puertas de la cárcel y dieron libertad a los presos allí custodiados. Por entonces, la llegada de fuerzas ya había provocado los primeros heridos.
Por la noche un numeroso grupo de amotinados se desplazó hacia Lentiscar quemando fielatos a su paso. Después ejecutaron la misma operación en algunas diputaciones rurales de Cartagena: La Palma, La Puebla, Pozo-Estrecho, Venta Fría, Camacho, Los Vidales y La Aparecida. Ya en la madrugada se dirigieron a Perín.
En la mañana del día 5 los huelguistas se fueron concentrando en las entidades mineras del Estrecho de San Ginés y Llano del Beal. En la primera la propaganda por el hecho se materializó en la detención de los tranvías que circulaban de Cartagena a Los Blancos y en el asalto y destrucción del cuartel de la guardia civil y de la tienda de Mariano Giménez, hermano político de Celestino Martínez. Allí mismo se formará una junta revolucionaria presidida por Manuel García Fillols. Entre sus objetivos se encontraba el exigir a los propietarios dinero para el sostenimiento de la guerrilla".
La grave conmoción planteada obligó al gobernador militar -Isidro LlulI- a intervenir en el asunto. Se ocupó militarmente La Unión y las líneas férreas fueron protegidas. Los amotinados ser refugiarán entonces en la sierra, donde comienza una verdadera caza del hombre. La huelga va aumentando. La situación parece insostenible.
Todas las tiendas están cerradas y muchas familias huyen ante la eventualidad de que el conflicto se agrave más de lo que está'''.
Por entonces Portmán, que había permanecido sumido en el silencio, se une al movimiento. Los huelguistas invaden la fábrica de Zapata -suegro de Maestre- y hacen grandes destrozos. Cuando se dirigen al centro del pueblo les salen al paso fuerzas de la guardia civil y arabineros. Del choque resultan varios muertos y numerosos heridos. Todos ellos de las filas obreras".
Ya por la tarde la agitación se corre a la ciudad de Cartagena. Ante la grave situación el alcalde resigna el mando en la autoridad militar, quien decide declarar el estado de guerra. A pesar de ello los amotinados no dejaron en pie ningún fielato.
Viendo que la asonada no remitía, la patronal minera se comprometió a cumplir las siguientes cláusulas: 1? No pagar a los jornaleros por medio de vales. 2? La remuneración se efectuaría semanalmente. Y 3? Aumentarían los salarios.
Restablecida la calma comienza una brutal represión del movimiento obrero. Los militantes son apresados por decenas y de forma incalificable. En total fueron procesados 105 trabajadores. De ellos, algunos fueron deportados a Fernando Poo y a Las Marianas.
Con el laudo firmado el día 8 se zanjaron -al menos aparentemente- algunas de las reivindicaciones obreras. Sin embargo, el problema de los vales nunca pudo extirparse por completo de nuestra sierra. Otro tanto ocurrió, como veremos a continuación, con el pago semanal.
Cerraremos este estudio con la huelga de 1916. En 2 de febrero la Federación Provincial presentó a la patronal las siguientes peticiones, amenazando, caso de no ser aceptadas, con un paro laboral para el día 10: 1? Aumento de cinco reales en el jornal diario. 2? Que el pago de los jornales se haga semanalmente. 3? Que cuando el patrono necesite obreros se entienda con la Federación para que esta se los proporcione.
Y 4? Que sean de cuenta del patrono el consumo de luz y el aparato que la produce.
La patronal acordó contestar negativamente. A partir de este momento se observarán dos actitudes radicalmente opuestas. En tanto la UGT busca una y otra vez el cauce negociador, los empresarios rehuirán todo gesto conciliador. Así, ni siquiera aceptarán el arbitraje propuesto por el alcalde cartagenero.
Este hecho decide a los obreros a declarar la huelga para el día 3 de marzo y, para hacer mayor presión, revestirá carácter general. Con tal fin se inicia una campaña de agitación y propaganda y se recaba el apoyo de todas las sociedades de La Unión, Portmán y Cartagena.
Por fin, el día 5, los patronos acceden a conversar con los obreros. Las conferencias se prolongan por espacio de dos horas sin llegar a acuerdo alguno. Lo mismo ocurre con las entrevistas del día 6. Los obreros rebajan sus aumentos de salario a tres reales, en tanto la patronal pretende que sea uno.
No hallándose la comisión obrera autorizada a deducir ni un sólo céntimo de los tres reales de aumento, se abre un compás de espera, para que consultada la base se de una contestación a los industriales. La autoridad militar no espera la respuesta. El mismo día 6 envía a La Unión y al Llano del Beal dos compañías del regimiento "Sevilla" «2.
En la mañana del martes 7 de marzo la Federación organizó en la Casa del Pueblo del Llano el mitin de consulta. El comité de huelga dio cuenta de todos los trámites corridos y los presentes dieron con un sí unánime la conformidad para seguir la huelga hasta conseguir la victoria. Ni siquiera consintieron en la merma salarial ofertada por los dirigentes obreros para que la solución del conflicto resultase más viable.
Al finalizar la asamblea cada entidad obrera marchó a su respectiva localidad.
Las sociedades de Alumbres y La Unión se fueron juntas por razones de vecindad.
Al pasar por el Descargador vieron salir humo de la fábrica de Pío Wandosell. Comprendiendo lo que ocurría se estacionaron frente a la puerta indignados por la traición de que eran objeto.
La fábrica estaba custodiada por fuerzas de infantería de línea, que entretuvieron a los huelguistas el tiempo preciso para que llegasen refuerzos de la guardia civil. A la sazón, concentrada en La Unión. La mandaba el teniente Mancebo quién, sin mediar palabra, dio la orden de abrir fuego a discreción. La masacre arrojó el trágico balance de siete muertos y 16 heridos. En su totalidad de las filas obreras.
Después de estos hechos las autoridades se emplearon en una profunda represión.
Las detenciones son tan numerosas que el local de la cárcel de La Unión, donde son encerrados los huelguistas, resulta insuficiente.
La estrategia del miedo puesta en práctica por las autoridades hará flaquear la resistencia obrera y el día 9 comienza la vuelta paulatina al trabajo. La patronal, por su parte, se reúne este mismo día y a propuesta de Maestre acuerda nombrar árbitro del conflicto al gobernador militar de Cartagena, Muñoz Cobo. Este acepta el encargo y después de diversas componendas consigue que el día 12 quede firmado el siguiente laudo: 1? Pedir la libertad de todos los detenidos por los sucesos, rogando a las autoridades se sobresean las actuaciones judiciales. 2? Que no se ejerzan represalias ni entre patronos ni obreros. 3? Aumentar 25 céntimos en todos los jornales. 4? Que mientras dure la carestía de las subsistencias se aumenten otros 25 céntimos. Y, 5? Efectuar semanalmente el pago de los salarios.
Cabría preguntarse por qué no se firmó antes este convenio, evitando así los trágicos sucesos del Descargador. La única razón aducible es la intención de autoridades y patronos de barrer a las entidades obreras de la cuenca, las únicas realmente conflictivas de la provincia. No firmando el laudo les quitaban carácter operativo.
Fracaso este punto, intentarán ahogar en sangre el sindicalismo de clase. Prueba de ello es que el laudo firmado apenas si tuvo vigencia.
Profesor de Historia Contemporánea
U.N.E.D. (Cartagena)
Analizaremos a continuación dos de las huelgas generales que se producen en estos años, la de mayo de 1898 y la de marzo de 1916. La elección no ha sido arbitraria.
Una y otra reflejan una orientación ideológica bien definida, en tanto la primera es de cuño anarquista, la segunda es de paternidad socialista. Igualmente, en ambas se superaron con amplitud los planteamientos economicistas y, en este sentido, el orden burgués responderá con una violenta represión.
El día 4 de mayo de 1898 se declararon en huelga general los trabajadores de la cuenca minera. Antes del amanecer se apostaron a la salida de La Unión varios grupos para detener a los obreros que iban al trabajo*'. El movimiento adquirió cotas insospechadas. De 15 a 20.000 obreros se agruparon como un sólo hombre bajo la consigna de "abajo los consumos, fuera los vales, y aumentos de jornal.
En las primeras horas de la mañana los obreros se fueron reuniendo frente a la fábrica Roma. La concentración alcanzó pronto caracteres de motín. De momento cortaron en dicho punto el teléfono, el telégrafo y la línea del ferrocarril. Hecho esto acordaron dirigirse a La Unión al grito de "mueran los ladrones y abajo los consumos".
Ya en el pueblo minero destrozaron los faroles del alumbrado público, los cristales y muestras de los comercios; incendiaron la documentación de los fielatos y saquearon la casa de Celestino Martínez, arrendatario del impuesto de consumos y dueño de la fábrica del gas".
Conseguido esto, 6 o 7.000 manifestantes decidieron tomar el camino de Cartagena.
A su paso por La Esperanza -divisoria de los dos términos municipales- inutilizaron las vías férreas. A las nueve de la mañana ya estaban en Alumbres, donde echaron abajo las casetas del fiel.
En Cartagena cundió el pánico al saberse de la ola devastadora que se abalanzaba sobre la ciudad. La autoridad militar dispuso rápidamente la defensa de la población.
Las puertas del recinto amurallado fueron selladas y se situaron fuerzas de artillería en la muralla. No muy confiados con estas precauciones salió a su encuentro, para cortarles el paso, una sección de caballería junto con fuerzas de infantería y guardia civil. Noticiosos los huelguistas de las medidas tomadas en Cartagena decidieron retornar a La Unión, donde les era más factible hacerse fuertes.
En las primeras horas de la tarde los amotinados consiguieron herir al alcalde de La Unión, José Maestre, que a la sazón encarnaba en el pueblo minero la institución del odioso caciquismo". Acto seguido incendiaron la Casa Consistorial. Igual suerte corrió la documentación de los juzgados. Finalmente, abrieron las puertas de la cárcel y dieron libertad a los presos allí custodiados. Por entonces, la llegada de fuerzas ya había provocado los primeros heridos.
Por la noche un numeroso grupo de amotinados se desplazó hacia Lentiscar quemando fielatos a su paso. Después ejecutaron la misma operación en algunas diputaciones rurales de Cartagena: La Palma, La Puebla, Pozo-Estrecho, Venta Fría, Camacho, Los Vidales y La Aparecida. Ya en la madrugada se dirigieron a Perín.
En la mañana del día 5 los huelguistas se fueron concentrando en las entidades mineras del Estrecho de San Ginés y Llano del Beal. En la primera la propaganda por el hecho se materializó en la detención de los tranvías que circulaban de Cartagena a Los Blancos y en el asalto y destrucción del cuartel de la guardia civil y de la tienda de Mariano Giménez, hermano político de Celestino Martínez. Allí mismo se formará una junta revolucionaria presidida por Manuel García Fillols. Entre sus objetivos se encontraba el exigir a los propietarios dinero para el sostenimiento de la guerrilla".
La grave conmoción planteada obligó al gobernador militar -Isidro LlulI- a intervenir en el asunto. Se ocupó militarmente La Unión y las líneas férreas fueron protegidas. Los amotinados ser refugiarán entonces en la sierra, donde comienza una verdadera caza del hombre. La huelga va aumentando. La situación parece insostenible.
Todas las tiendas están cerradas y muchas familias huyen ante la eventualidad de que el conflicto se agrave más de lo que está'''.
Por entonces Portmán, que había permanecido sumido en el silencio, se une al movimiento. Los huelguistas invaden la fábrica de Zapata -suegro de Maestre- y hacen grandes destrozos. Cuando se dirigen al centro del pueblo les salen al paso fuerzas de la guardia civil y arabineros. Del choque resultan varios muertos y numerosos heridos. Todos ellos de las filas obreras".
Ya por la tarde la agitación se corre a la ciudad de Cartagena. Ante la grave situación el alcalde resigna el mando en la autoridad militar, quien decide declarar el estado de guerra. A pesar de ello los amotinados no dejaron en pie ningún fielato.
Viendo que la asonada no remitía, la patronal minera se comprometió a cumplir las siguientes cláusulas: 1? No pagar a los jornaleros por medio de vales. 2? La remuneración se efectuaría semanalmente. Y 3? Aumentarían los salarios.
Restablecida la calma comienza una brutal represión del movimiento obrero. Los militantes son apresados por decenas y de forma incalificable. En total fueron procesados 105 trabajadores. De ellos, algunos fueron deportados a Fernando Poo y a Las Marianas.
Con el laudo firmado el día 8 se zanjaron -al menos aparentemente- algunas de las reivindicaciones obreras. Sin embargo, el problema de los vales nunca pudo extirparse por completo de nuestra sierra. Otro tanto ocurrió, como veremos a continuación, con el pago semanal.
Cerraremos este estudio con la huelga de 1916. En 2 de febrero la Federación Provincial presentó a la patronal las siguientes peticiones, amenazando, caso de no ser aceptadas, con un paro laboral para el día 10: 1? Aumento de cinco reales en el jornal diario. 2? Que el pago de los jornales se haga semanalmente. 3? Que cuando el patrono necesite obreros se entienda con la Federación para que esta se los proporcione.
Y 4? Que sean de cuenta del patrono el consumo de luz y el aparato que la produce.
La patronal acordó contestar negativamente. A partir de este momento se observarán dos actitudes radicalmente opuestas. En tanto la UGT busca una y otra vez el cauce negociador, los empresarios rehuirán todo gesto conciliador. Así, ni siquiera aceptarán el arbitraje propuesto por el alcalde cartagenero.
Este hecho decide a los obreros a declarar la huelga para el día 3 de marzo y, para hacer mayor presión, revestirá carácter general. Con tal fin se inicia una campaña de agitación y propaganda y se recaba el apoyo de todas las sociedades de La Unión, Portmán y Cartagena.
Por fin, el día 5, los patronos acceden a conversar con los obreros. Las conferencias se prolongan por espacio de dos horas sin llegar a acuerdo alguno. Lo mismo ocurre con las entrevistas del día 6. Los obreros rebajan sus aumentos de salario a tres reales, en tanto la patronal pretende que sea uno.
No hallándose la comisión obrera autorizada a deducir ni un sólo céntimo de los tres reales de aumento, se abre un compás de espera, para que consultada la base se de una contestación a los industriales. La autoridad militar no espera la respuesta. El mismo día 6 envía a La Unión y al Llano del Beal dos compañías del regimiento "Sevilla" «2.
En la mañana del martes 7 de marzo la Federación organizó en la Casa del Pueblo del Llano el mitin de consulta. El comité de huelga dio cuenta de todos los trámites corridos y los presentes dieron con un sí unánime la conformidad para seguir la huelga hasta conseguir la victoria. Ni siquiera consintieron en la merma salarial ofertada por los dirigentes obreros para que la solución del conflicto resultase más viable.
Al finalizar la asamblea cada entidad obrera marchó a su respectiva localidad.
Las sociedades de Alumbres y La Unión se fueron juntas por razones de vecindad.
Al pasar por el Descargador vieron salir humo de la fábrica de Pío Wandosell. Comprendiendo lo que ocurría se estacionaron frente a la puerta indignados por la traición de que eran objeto.
La fábrica estaba custodiada por fuerzas de infantería de línea, que entretuvieron a los huelguistas el tiempo preciso para que llegasen refuerzos de la guardia civil. A la sazón, concentrada en La Unión. La mandaba el teniente Mancebo quién, sin mediar palabra, dio la orden de abrir fuego a discreción. La masacre arrojó el trágico balance de siete muertos y 16 heridos. En su totalidad de las filas obreras.
Después de estos hechos las autoridades se emplearon en una profunda represión.
Las detenciones son tan numerosas que el local de la cárcel de La Unión, donde son encerrados los huelguistas, resulta insuficiente.
La estrategia del miedo puesta en práctica por las autoridades hará flaquear la resistencia obrera y el día 9 comienza la vuelta paulatina al trabajo. La patronal, por su parte, se reúne este mismo día y a propuesta de Maestre acuerda nombrar árbitro del conflicto al gobernador militar de Cartagena, Muñoz Cobo. Este acepta el encargo y después de diversas componendas consigue que el día 12 quede firmado el siguiente laudo: 1? Pedir la libertad de todos los detenidos por los sucesos, rogando a las autoridades se sobresean las actuaciones judiciales. 2? Que no se ejerzan represalias ni entre patronos ni obreros. 3? Aumentar 25 céntimos en todos los jornales. 4? Que mientras dure la carestía de las subsistencias se aumenten otros 25 céntimos. Y, 5? Efectuar semanalmente el pago de los salarios.
Cabría preguntarse por qué no se firmó antes este convenio, evitando así los trágicos sucesos del Descargador. La única razón aducible es la intención de autoridades y patronos de barrer a las entidades obreras de la cuenca, las únicas realmente conflictivas de la provincia. No firmando el laudo les quitaban carácter operativo.
Fracaso este punto, intentarán ahogar en sangre el sindicalismo de clase. Prueba de ello es que el laudo firmado apenas si tuvo vigencia.
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