Preámbulo
Es con gran satisfacción que el “Grupo Cultural de Estudios Sociales de Melbourne” expone al mundo hispano a través de la tecnología de los libros electrónicos una imagen nada conocida de los abnegados revolucionarios del Cantón de Cartagena.
Reproducimos en las siguientes líneas aporte escrito por el reconocido escritor y compañero anarquista, Tomás Cano Ruiz, originalmente publicado en Mayo 1973 en las páginas de “Ruta”, Caracas - Venezuela, en conmemoración a un centenario olvidado. A finales de ese mismo año se re-publicó este estudio de Tomás Cano Ruiz en varios números en las páginas de “El Demócrata”, publicación del Centro Democrático Español en Australia.
No se puede precisar, con exactitud, qué clase de historia resulta más dañina, si la que silencia la gesta o la que la denigra.
Con el Cantón de Cartagena -que éste mes cumple139 años- se han ensañado ambas estrategias. La mayoría de los historiadores han pretendido ignorar los eventos de todo un año de empeños revolucionarios o, si los han citado, ha sido de repelón y a regañadientes. Los que integran el campo denigratorio se han referido al cantón como si se tratara de un desvarío de individuos progresistas. Botón de muestra de lo indicado es el folleto de Engels “Los Bakuninistas en Acción”, ejemplo descollante de la táctica jesuítica-marxista de “El fin justifica los medios”.
Si la gesta del Cantón cartagenero hubiera tenido lugar en otro país, los historiadores de ese país habrían dado con todos los argumentos necesarios para reivindicarla. La Commune de Paris, pongamos por caso, tiene muchos puntos de extraordinario parecido con el Cantón y uno de ellos lo es la posición de Marx frente a aquella que es de riguroso parecido a la asumida por Engels frente a los revolucionarios de Cartagena. Por aquellos versos de Bartrina “…y si habla mal de España, es que es español.” daríamos, quizás, con el origen del silencio y el peyorativo.
Desde el exilio Agosto 2012.
Editorial de Ruta 1973
En este año se cumple el centenario del Cantón de Cartagena, gesta revolucionaria española, desprestigiada por Marx y Engels con matices parecidos a los empleados por los mismos sociólogos contra la Comuna de París de 1871.
Muy poco se sabe del Cantón cartagenero y cuando aquel evento revolucionario es citado por los historiadores suele tener, casi siempre, atisbos peyorativos como se comprueba, pongamos por caso, en el propio Ramos Oliveira quien, con ligereza asombrosa, califica los hechos cartageneros de 1873 de “saturnales de la libertad”. De ahí que debamos congratularnos de la novela de Ramón J. Sender “Mr. Witt en el Cantón” que nos introduce por el ameno camino de la ficción, en pleno campo cantonalista, bien engarzado este en la historia, con todos los honores que esta hazaña revolucionaria merece.
Las páginas que siguen son obra de Tomás Cano Ruiz, pluma arto conocida en los medios libertarios, ya que colabora asiduamente en toda la prensa anarquista española exilada. Su narración pormenorizada, y al mismo tiempo comprimida para adaptarse al reducido número de páginas de RUTA, nos ilustra toda la epopeya de Cartagena.
La osadía de Cartagena consistente en oponerse, al final totalmente sola, al poder central de la Primera República, merece una reivindicación. Los cantonalistas no eran los “bandidos” a que hace alusión Engels y los internacionalistas que en el cantón dieron su voz de “presente”, como José López Montenegro, Antonio de la Calle -a cuyo cargo estuvo la redacción de “El Cantón Murciano” donde se publicaron los decretos revolucionarios de la ciudad púnica-, Pablo Meléndez, Manuel Cárceles y otros, todos ellos de acrisolada conducta revolucionaria, así lo demuestran.
“No tengo por que insistir aquí -dice Max Nettlau en La premiere Internationale en Espagne aparecida en francés, no ha mucha gracias a los desvelos de Renée Lamberet- sobre el fin heroico del cantonalismo en la Cartagena sitiada, del 12 de agosto de 1873 hasta su capitulación en enero de 1874, ni me toca analizar el lado social de los decretos publicados”.
Hizo mal nuestro gran historiador en orillar este estudio. El mismo le hubiera permitido dar con asideros consistentes para su ardua labor reconstructiva de la historia de la Internacional.
Esta, cuya prohibición por parte del poder central del estado español, totalmente en manos de los militares después del golpe de Estado del general Pavía el 8 de enero de 1874, con el general Serrano en la jefatura del Estado, precedió de poco la rendición cantonalista, nada pudo hacer para cambiar el desenlace final del cantonalismo que tuviera lugar el día 12 de enero. El tiempo y los historiadores al servicio del Estado se encargarían de borrar una trascendencia histórica que, con sus defectos, merece ser conocida a través de su verdadera luz y no tamizada por la deshonestidad de los enemigos de la Internacional.
Es por ello que el aporte hecho por Tomás Cano Ruiz tiene una importancia de relieve para el estudioso de la historia social de España.
El cantón de Cartagena
Tomás Cano Ruiz
Preliminares Inmediatos
Quisiéramos calar en aquel periodo, pero no es posible por carencia de espacio. El 11 de febrero de 1873 abdica Amadeo y se proclama la República. El 7 de junio se abrieron las Constituyentes y el 9 huye el Presidente. Del 12 al 15 habría elecciones municipales. Hubo una semana de discusión parlamentaria sobre unitarismo o federalismo, declarando el mejor orador: “O ley y el orden con la variedad o unidad. Presidentes y gobiernos se sucedieron precipitadamente, sin nada absolutamente”.
Proclamada la forma federal desde el 7 de junio, nadie se preocupó de la misma Constitución. El 30 de julio las Cortes intentaron procesar a una decena de federales y el 6 de septiembre dimitía el gobierno. Dos días después hubo otro gabinete. El 20 se suspendieron las Cortes hasta el 2 de enero de 1874. Todo agonizaba sin verlo. Las botas militares hollaron la Asamblea Constituyente ese 2 de enero y la tropa ocupó el Congreso, sin que los diputados se dejasen matar… Los ocupantes convocan a representantes, menos los carlistas y federales. Por unanimidad, el día 4 se nombra un equipo bajo un general que lanza su manifiesto y disuelve las Constituyentes.
Cartageneros Federalistas
Los cartageneros son republicanos, antimilitaristas, nada clericales. No dormían la noche del 11 de febrero de 1873. José Prefumo, muy avanzado, comunica al alcalde y a sus amigos que la República Federal es un hecho. Pedro Asuar, munícipe, llama al pueblo a las 4 de la madrugada del día 12. Alejandro Béjar, jefe de Telégrafos, le dio un “abrazo republicano” en medio de la multitud. Entusiasmo general. Una manifestación delirante recorrió la ciudad. Colgaduras, estandartes, flores, vivas, oradores y mujeres con gorros frigios. El mono de Miliciano de la Libertad hacía temblar, como el gorro, de emoción.
Era domingo, 16 de febrero, y la banda de Infantería de Marina celebró otra manifestación con música. El capitán general del Departamento Marítimo se mostraba satisfecho. En carrozas iban las señoritas ataviadas de colores.
Antonete Gálvez
El último día de Carnaval -tan vistoso en Cartagena-, o sea el 25 de febrero, llega a la ciudad Antonete Gálvez Arce, recibido apoteósicamente por sus paisanos. Iba a ser el alma del Cantón. La muchedumbre los llevó en hombros y Nicolás Eduarte lo alojó en su mansión de la calle del Carmen.
Fue el 22 de marzo que tuvo lugar el gran cortejo de congratulación por la República proclamada, asistiendo las Corporaciones públicas y todas las autoridades, con bandas de los regimientos. La bandera tricolor fue tremolada en el Arsenal de Marina, fábricas, puerto, castillos, buques de guerra, etc. La fragata “Almansa” portaba un estandarte rojo con “Federación Española”. La “Victoria” llevaba otro morado: “Justicia”. El club de la calle de Jara, “Amigos de la Libertad”, agitaba su pendón encarnado: “Federación o muerte”.
No se habían visto nunca tantos pendones encarnados ni tan bien bordados con símbolos y nombres de las Sociedades Obreras de Resistencia.
Clásico Federalismo
Ni movimientos ni ideales nacen súbitamente porque tienen origen en sus filosofías. Las anfictionías vienen de lejos vienen de lejos y sirven de precedente lección. “El Principio Federal” de Proudhon estaba divulgado en España. El país goza también de herencias municipales en conceptos federativos clásicos.
Pi Margall, su traductor, aun escribía en 1876, pese a fracasos, “Las Nacionalidades”, sistema de grupos humanos que no pierden su autonomía; pero que se asocian para fines comunes. “Establecer la unidad sin destruir la variedad”. Estos paladines fueron adversarios de la insurrección cantonal. Castelar convino para el 1 de octubre de 1869 el levantamiento general, pero disuelve programas desde La Granja y admite el centralismo monárquico después.
Malestar e impaciencias
Los federales se impacientaron contra Madrid. El malestar del soldadado y marinos se tradujo pidiendo aboliciones de quintas, matriculas de mar, etc. La fragata “Victoria” se sublevó el 29 de mayo de 1873 al grito: “¡Abajo los galones!”. Igual hizo inmediatamente la “Almansa” pero quedó sofocada por sus oficiales. No hubo detenciones ni castigos por la indisciplina.
Cárceles Sabater, estudiante, hízose famoso en el Círculo de la calle del pueblo. La Junta Revolucionaria de Cartagena decía en un manifiesto del 12 de julio: “Es hora llegada de salvar, de constituir definitivamente la República federal. No hacer esto seria tanto como cometer una indignidad que no podemos suponer en ningún pecho republicano donde se albergue y lata un corazón de hombre”.
Causas y efectos durables
Esta causa cantonal nace de la independencia administrativa perdida. Un real decreto del 30 de septiembre de 1833 divide administrativamente a España e incluyó a Cartagena dentro de la provincia de Murcia.
La honda desilusión cartagenera produce su nostalgia y esperanzas en las doctrinas federales que suena realizar en su tierra. Más existen fenómenos mayores todavía. Abundan allí los obreros industriales, portuarios, braceros, artesanos, un sin fin de asalariados que fueron predominantes con la internacional en España. Un motín, por los sorteos y contra Isabel II, se hizo sentir.
El cartagenero vive del Arsenal Militar, fundición de Santa Lucía, fábrica de vidrio, otra de productos químicos, otra más de harina, astilleros, labores del puerto, acarreos de minerales, faenas del campo inmediatos, construcciones de pantanos, embalses, carreteras, caminos, tendidos de ferrocarriles, etc.
Las masas tenían hambre y se rebelaban contra un estado de cosas con la esperanza de mejorar material o moralmente. En el cambio que desean creen que variarán las circunstancias vitales. Idea y orientación de presente.
Clases e ideologías
Cartagena se lanza a las ideas revolucionarias que le agitan las entrañas. La Primera Internacional ha llegado por allí ruidosamente. Si los agitadores republicanos pregonan “la federal”, los productores les apostillan “y la social”, esto tiene todo su sentido, mientras que lo otro suena poco para allá.
Claro que el Cantón no fue todo internacionalista, pero participaron en él muy buenos internacionalistas cartageneros: Antonio de la Calle, Pablo Meléndez, Manuel Cárceles y nada menos que José López Montenegro.
Dice Engels que la Alianza de Bakunin dio al movimiento cantonal el signo federalista. No hay más que leerle “Los bakuninistas en acción, informe sobre la sublevación española del verano de 1873”. Se integra en “Revolución en España”, de Marx.
Los cartageneros clamaban: “¡Abajo los ricos!, ¡Abajo los curas!, ¡Abajo los galones!, ¡Abajo las quintas!, ¡Abajo las matrículas de mar!, ¡Abajo los consumos!, ¡Abajo los impuestos!, ¡Viva los voluntarios de la libertad!, ¡Viva la Igualdad!”
Los trabajadores querían alivios a sus penas y que no hubiese más pobres, ni oprimidos, ni ignorantes, ni explotaciones inhumanas, ni más opresores de conciencia o físicamente.
Cartagenero o Murciano
Se habla adjetivalmente de dos Cantones: el cartagenero y el murciano. Siendo Cartagena de la provincia de Murcia, sus cosas son también murcianas. En cambio, lo murciano deja de pertenecer al hito de las cartageneras cosas.
En teoría es correcto decir Cantón Murciano porque el levantamiento del 12 de julio en Cartagena, hasta el 12 de enero siguiente (1873-74), abarca todo un movimiento, públicamente social, constitutivo que integra Murcia como sistema regional dentro de la nación española.
La congruencia viene con el órgano editado en Cartagena: “El Cantón Murciano”. El caso es que el único cantonalismo digno de mención es el cartagenero y que Galdós llama “Cantón Cartaginés” en dos de sus “Episodios Nacionales”. Nada extraño que se reivindique el Cantón murciano para Cartagena.
Duró un mes el Cantón en la capital de provincia, comenzando con el de la ciudad cartagenera: 12 de julio de 1873. Al calor de ésta, se mantuvo hasta el 11 de agosto siguiente. El general Martínez Campos lo destruyó armadamente. La noche de tal día empezaron los murcianos su éxodo hacia Cartagena. Ni que decir que se disolvió la Junta Revolucionaria de Murcia y los Voluntarios de la Libertad, cuyas figuras constan: Geznimo Poveda, Hernández Ros, Martínez Palao, Francisco Valdés, Tomás Valderrábano, Martínez García, Manuel Multedo, Martín Fontana, Saturnino Tortosa.
Se ha esperado demasiado
El 11 de julio de 1873 se conspira de lo más fuerte en Cartagena. Han estado esperando mucho. Piensan los cantonales que tienen que hacer rápidamente lo que los ministros no hacen ni dejan que se hiciera. Constitúyese la Junta Interina de Salud Pública que inicia el movimiento en 24 horas.
El castillo de Galeras está guarnecido por voluntarios y éstos no se dejan relevarpor el regimiento de África, penetrando de madrugada un enorme esfuerzo de voluntarios móviles que subleva a la guarnición, iza la bandera roja y dispara un cañonazo en señal de guerra... Estaba convenido. Más voluntarios ocupan las calles, murallas, puntos neurálgicos y toman el Ayuntamiento para sede de su Junta Revolucionaria.
Dicha Junta pide que no leven ancla la “Victoria” y la “Almansa”, que debían zarpar para Málaga con el regimiento de infantería Iberia. Las autoridades están remisas. Llega Altadill, gobernador de Murcia, y lo recibe la Junta logrando que dimita el Consistorio. Así mismo, llega el general Contreras para mandar las fuerzas cantonales en embrión. Se hace presente el ministro de Marina, Anrich, con pretensión de contener la rebeldía de la escuadra. Pero Contreras logra del comandante de la plaza, Guzmán, que le entregue todos los fuertes. El 13 dimite el capitán general, Dueñas, en favor de la Junta.
Al instante, el pabellón escarlata fue izado en la Armada surta en la rada: “Numancia”, “Tetuán”, “Méndez Núñez”, “Ferrolana”, “Fernando el Católico”, “Vigilante”, etcétera, etc.
Mendigorria e Iberia
Se rebelan los batallones de La Palma y Pozo Estrecho con el teniente coronel Parra a la cabeza, seguido por el coronel Pernas, que entran en Cartagena el 15 de Julio. Enseguida entran los cazadores de Mendigorria, que llegan de Almansa. Nada menos que el mariscal de campo, Félix Ferrer, lo dirige y pone bajo el mando del teniente coronel del Real.
Dicho ejército, la mencionada marina, sirven al pueblo. Sus soldados se muestran cuerdos con la espada o con el cañón, de palabra o pluma. Semejante esfuerzo requiere su cumplimentación y expandirse en torno de todo.
El 17 de Julio empiezan las hazañas marineras y terrestres a lo largo del litoral cartagenero. Antonete Gálvez, con Pernas, va a bordo del “Vigilante”, rumbo a la costa alicantina. Desembarcan, hacen su pronunciamiento y vuelven a la bahía cartagenera. Alicante fue cantonal breve tiempo.
“Friedrich Karl”
Al siguiente día 18, la fragata “Friedrich Karl” apresa al “Vigilante” en aguas de Cartagena, deteniendo a Gálvez y a la oficialidad. El comodoro Werner no puede resistir las reclamaciones del Cantón, libera a los presos y se queda con el buque. Poco después la nave es entregada al Ministerio central.
¡Puñeteros alemanes, que siempre nos hacen la partida! El día 20 salio el “Fernando el Católico” para explorar las costas de Almería, entre Cabo de Palos y cabo de Gata, así como la adhesión de los pueblos mineros de Águilas y Mazarron. Por otra parte del mar, ya son cantonales los mineros de toda la sierra: Alumbres, La Esperanza, El Descargador, Llano de Beal, Portman y su puerto, que es de La Unión, la ciudad mas minera, mas fuerte de toda la cuenca.
La Junta Municipal de Salud Pública de Cartagena y Suprema del Cantón Federal Murciano crea, por acuerdo, una condecoración en medalla laureada para todos los combatientes de mar y tierra. Se llevaba pendiente de una cinta tricolor y era pensionada con 30 reales mensuales. Renta que tendría su aplicación al fin de la obra común de la Federación.
Surgen solicitudes ciudadanas de que no sea pagada la condecoración y la Junta accede a otorgarla a título de “heroica” para quien no quiera dinero, quedando la paga para quienes lo prefieran.
Aprietos de la unión
A dos leguas y media de Cartagena, y por polvoriento caminar bajo aquel tórrido sol, llegan a Cartagena unos miles de mineros y artesanos de La Unión, que se ofrecen para todo trabajo o toda empresa cantonal, heroicamente. Sería menester atenderles sus necesidades, como a todo quisque... Parece que los minerales y la artesanía unionense carecían de buena salida. Los barcos mercantes pasaban de largo delante de su puerto el Portman y del de Cartagena mismo. La situación representa un bloqueo en toda regla.
Entonces la Junta solicitó 80.000 duros, entre contribuyentes, con el propósito de sufragar tanto gasto como ello suponía para el Cantón. Un diario como “El Cantón Murciano”, fecha 23 de Julio, denuncia que las poblaciones del Algar, Escombreras, Cabezo Rajado y las antedichas, eran victimas de un cerco centralista o un plan “traidoramente concebido y sórdidamente desarrollado”. Fundiciones, minas, talleres carecían de actividad. Los minerales y metales, que habían sido la causa del trabajo desde los fenicios, yacían sin explotar ni conducir a los ferrocarriles ni a las dársenas, siendo causa de miseria y rebeldías fulminantes. Aquello semejaba un foco de la revolución social postulada por la Internacional y la Alianza bakuninista.
Entre piratas y traidores
Madrid, por decreto del 20 de Julio de 1873, declaraba piratas a todos los navíos del Departamento Marítimo de Cartagena, y ya se sabe que es una de las bases marítimas más seguras del Mediterráneo. El efecto fue desastroso y produjo una muy copiosa cuan explosiva literatura en los órganos de la Federación Regional Española.
La Junta de Salvación Pública dio su categórica respuesta el 22 del mismo mes, declarando traidores a la Republica Federal y a la Nación Española al Poder Central. El 30, el Gobierno Provisional de la Federación, penetrado del levantamiento “patriótico” que ha guiado a la heroica Junta de Salvación, hace suyo la disposición anterior sobre traiciones.
En los periódicos “El Eco de España” y “El Gobierno” se daban amplias informaciones sobre todos estos menesteres. Un oficial de la Armada también publicó un folleto acerca de lo mismo con el título “La declaración de piratas de los buques insurrectos”.
Las imprentas Garnero, Marín, Fontanet, Carreño y otras de Cartagena difundieron ampliamente todas estas novedades de nuestra Historia mayor con ilustraciones de la Intendencia de Marina, la Muralla del Mar, distintivos redondos usados por la Junta Soberana: “Revolución Cantonal 1873”, “Junta Soberana de Cartagena”. Al fondo se ve una estrella Pentalfa.
Otros grabados aparecían en las publicaciones cotidianas: “Los soldados de Iberia fraternizando con los marinos sublevados” en medio de rojos estandartes, en la rada, con embarcaciones llenas de banderolas. “El Pirata”, periódico satírico, muestra bocas de cañón, a Neptuno, marineros armados, un señor ministro o alto copete burgués haciendo presa de los peces.
Corresponde a la fecha del 22 de Julio la publicación del diario “El Cantón Murciano”, en Cartagena, órgano de la Federación Española, cuyo último número salio el 24 de noviembre de 1873, sin haberse rendido la ciudad.
Nuestros hermanos Murcianos
“El Cantón Murciano” hace publico, con entusiasmo, que Murcia, capital, ofrece pagar inmediatamente todo un trimestre vencido de contribuciones o impuestos para atender los gastos de Cartagena, adelantando 20,000 pesetas.
“¡Bien por nuestros hermanos murcianos!” -exclama el portavoz. Enseguida se fueron recibiendo más cantidades por valor de 70,000 reales, 37,000 en sólo el lapso de Julio a agosto.
El 24 de julio crea la Junta de Salvación Pública un Directorio Provisional que asume las funciones definitivas de la Federación Española. Lo componen cuatro personas y, según parece, funcionaba algo reservadamente. Dos días después fue ampliado con cinco elementos más.
El 27 del mismo mes, los nueve miembros dan paso al titulado Gobierno, también interino, de la Federación Española, establecido en los salones de la Comandancia General del Arsenal.
Las facilidades eran asombrosas para todo, en virtud de que se descontaba con el apoyo popular y la audacia de hombres decididos a realizar un programa total de aspiraciones públicas.
El Cantón se extiende
A fines de Julio marchó Gálvez, con una columna, sobre Lorca, dejando constituida la correspondiente Junta de Salvación. Esta gran ciudad niégase a pagar nada del Estado ni a la Provincia. Su intrepidez la lleva a declararse ciudad libre o independiente de toda tutela.
Del Real, Pernas y el propio Antonete dirigiéronse a Orihuela con el mismo propósito, consiguiendo 15,000 duros y el rescate de unos detenidos. Las fragatas, al mando de Carreras, bombardean Almería. Aquí fue lo suyo. Werner, el alemán, embiste su “Friedrich Karl” contra la “Almansa”, le destroza el botalón de proa y hace prisionero al general Contreras.
Naves y servidores son internados en Escombreras por el Comodoro. Entonces, el 3 de agosto, la Junta se indigna y acuerda declarar la guerra a Alemania. Cárceles y Sáez, funcionarios de Correos, mantuvieron la decisión de las hostilidades, respondiendo de sus castillos y larga artillería para defender el Mar de Cartagena.
Las expediciones siguieron hasta Chinchilla y más allá, en La Mancha, provincia de Albacete, Castilla la Nueva... Era el 10 de agosto. Con 2,000 bravos hombres, los trenes avanzan veloces hacia la meta. Más Salcedo, centralista, rechaza el avance y cañonéalo todo.
Visto lo acaecido, la capital Murcia, reconsidera su actitud cantonal y acata al gobierno de la Corte.
Generales Centralistas
Llegan a pisar terreno murciano los militares Martínez Campos, Primo de Rivera de raza le viene el galgo-, Salcedo, Lobo, Pita, Da Veiga, etc. Van a cercar estrechamente Cartagena.
En Alicante fondean los vapores “Ulloa”, “Lepanto”, “Colón”, “Prosperidad”, “Carmen”, “Ciudad de Cádiz” y otros, en plan de batalla naval. Cuando Lobo realiza su primer reconocimiento de la costa cartagenera con el “Ciudad de Cádiz”, el castillo de Galeras le dispara una andanada de balazos.
La tropa oficial invade Pacheco, Pozo Estrecho, La Palma, Los Vidales, para tomar posiciones y avanzadillas. Mientras tanto, las fragatas cantonales revolucionan a Garrucha y Águilas, que se suman a la causa con todos sus recursos y aportaciones para el Cantón.
Igualmente se dirigieron hacia Málaga, siendo detenidas por escuadras extranjeras que condujeron la “Vitoria” y la “Almansa” a Gibraltar. Luego fueron entregadas a Madrid. Las tripulaciones marcharon libres a Cartagena.
Estos generales abandonaron el campo de operaciones anticantonales para combatir en la guerra civil del Maestrazgo, Castellón, Valencia, el Norte. Asumido todo el mando anticantonal por Emilio Calleja, los cantonales le destruyeron las baterías de Baeza y los principales puntos tácticos de apoyo logístico. La cosa no se ponía tan mal en apariencias.
Intervenciones Extranjeras
Del 17 al 25 de septiembre, los navíos cantonales hacen agua en Alicante, pero son vigilados por los “Swifesure” y “Torch”, ingleses, “Venezzia”, italiana nave, “San Martino”. Enseguida reciben refuerzos de las blindadas “Lord Warden”, “Flying-Fleet”, “Hart”, “Spitatol”.
Los franceses están presente con “Océan”, “Savoie”, “Reine Blanche”, “Doris”, “Aurore”, “Endimion”, “Inmortalité”, “Vigie”. No falta la alemana consabida: “Friedrich Karl”. La vigilancia y el cerco están bien a la vista.
La imprenta Seva ofrece detalles curiosos en la obra de Nicasio Camilo: “Las fragatas insurrectas y el bombardeo de Alicante”, 1873.
Los militares volvieron a la acción con semejantes estímulos extra-continentales. Dimitieron algunos porque las autoridades alicantinas sostuvieron relaciones con los cantonales cartageneros en plan de adhesión tácita o expresa.
Entonces asumió el mando de toda la región levantina Francisco Ceballos con ayuda del mariscal de campo Antonio Pasarón, Azcárraga y Palmero. Se reorganiza la artillería pesada y un cierto aire optimista reina entre los sitiadores. El poder de la fuerza les hace ni más osados.
Combates Navales
En octubre, las naves “Tetuan” y “Fernando” desembarcan en Vera, Cuevas, Mojácar, Torre, costa almeriense. El 11 tiene lugar un gran encuentro con el Almirante Lobo. En suma; se han chocado los buques centristas “Navas de Tolosa”, “Carmen”, “Ciudad de Cádiz”, “Colón”, “Diana”, “Prosperidad”, “Vitoria” y “Almansa” con la “Numancia”, “Méndez Núñez”, “Tetuán” y “Fernando el Católico”.
Estos entran en su base naval de Cartagena, perseguidos y con averías. Pero los tripulantes no envidian ni a los mejoreslobos de maro caballeros de la Marina.
Ha huido la formación centralista de alta mar y las aguas jurisdiccionales cartageneras se ven libres de enemigos, nacionales o extraños. La Unión, epicentro del valor revolucionario y libertador, por el coraje de sus miembros, que están y luchan en todas las partes del Cantón, será teatro de citas oficiales en pos de un arreglo integral de la situación.
Por su puerto de Portman llega el brigadier Carmona presidiendo una comisión de Madrid con proposiciones satisfactoriaspolíticamente. Era el 13 de octubre y, ese mismo día, Colau, con un solo cañonazo, pone en fuga a toda la escuadra sitiadora, que busco amparo en Gibraltar.
Así como el submarino Peral es de un cartagenero y al autogiro La Cierva de un murciano, el primer buque-hospital del mundo fue “Buenaventura”, una unidad fabricada por el cantonalismo. La Cruz Roja de Cartagena propuso la creación de buques-hospitales en las Obras del Puerto.
Contrariedades Madrileñas
Lobo fue destituido por su derrota y retirada. El 15 de octubre le substituye Chicarro. La ausencia de la Armada gubernamental o de Oreiro permite a la escuadra cantonal nuevas salidas el día 17 con rumbo al Sur y al Este. Van a bordo comisionados andaluces, valencianos, catalanes, empeñados en proclamar el cantonalismo en sus respectivas regiones. La travesía motivó el accidente fortuito de que el “Fernando” fuera pasado por ojo de la “Numancia” y fuese a pique.
En poblaciones como Alcoy, Cullera, Tarrasa hubo conato cantonal o de revolución social. La misma Barcelona vivió instantes muy agitados. El cantonalismo ganaba la carrera al centralismo institucional.
En tanto los carlistas no daban pruebas de capacidad para construir en sus zonas de dominio, los cantonales se desvivían por edificar una sociedad mejor que la monárquica recién desaparecida y que la republicana misma.
Una disposición de la Junta Soberana, 20 de octubre de 1873, puso en circulación duros del Cantón con lingotes de plata procedentes de la desplatación de la fabrica de Santa Lucía, incautada al marques de Villamejor. El sentido sociológico y ejemplarmente moral de la redención de bienes a la comunidad tuvo allí su aplicación más inmediata.
Circularon también medios duros, acuñados en el taller de calderería del Arsenal por los obreros que supieron darle a la moneda un peso más equitativo y retribuidor que “la ley superior concedida por el agiotaje de los gobiernos centralistas a las monedas acuñadas en Madrid”.
Diremos que el fuego militar centralista devoró tales establecimientos.
Oreiro y Chicarro en Punición
El propio ministro de Marina, Oreiro, tuvo que acompañar al nuevo Almirante, Chicarro, en un intento de acercarse al puerto Portman de La Unión. Llevan la mejor escuadra blindada, a la cabeza “La Zaragoza”. Latente una disensión entre los gobernantes y Ceballos, éste dimite el 15 de noviembre. Le reemplaza López Pinto, presto a sitiar la plaza; pe-ro los plazos que da el gobierno no se cumplen, no por nada, sino por los heroicos unionenses que lo vuelan todo.
Desde alta mar, costeando y en lastre, se ensayan bombardeos el día 26. No hay más que costear para alcanzar el terreno propiamente dicho de Cartagena. Fuertes, nidos, bravas gentes van repeliendo la agresión costera.
El gabinete pretende rendir cuenta a la Cámara el 2 de enero de 1874 de que tan atroz conflicto guerrero ha terminado con su triunfo. Presumiéndolo de antemano, nombra a López Domínguez general en jefe de las operaciones punitivas. Los brigadas Dusmet y Carmona forman su Estado Mayor.
Un colosal ejército alcanza los límites de La Palma el 12 de diciembre. Mientras tanto, una nube de jefes y oficiales se rinde en Madrid como fracasados o en retiro de servicio.
¡Cuidado! Un saboteador incendia la fragata “Tetuán” el 30 de diciembre. El 31 o fin del año arde la ermita del Calvario misteriosamente. En la noche del 2 de enero de 1874 se ve invadido el arrabal de San Antón. El 6 vuela el parque de Artillería con fuego de mortero que consterna. Ya no existe la República, muerta en Madrid de golpe.
Vendidos a la corrupción
El castillo Atalaya fue tornado por esa tropa el 11 de enero. Alguien recibió dinero, santo y seña para rendirlo. La anécdota no es tan nueva, púes se repitió en la Edad Antigua y con la llegada de los “nacionales” en 1939.
Al obscurecer del mismo día, una bandera blanca asoma por las puertas de Madrid, sale un grupo y solicita parlamentar. Tratase de personajes de la Cruz Roja y titulados oficiales, que proponen la suspensión de hostilidades. Producida ésta hasta las 12 del día siguiente, surge un nuevo parlamento con Benedicto, Ozores, García, en rendición de todas las armas.
El 12 de enero por la noche, a una milla de la bocana, el adversario está en línea para impedir la evasión de la Marina cantonal. Mas “La Numancia” rompe fuego y traspasa el cuadrilátero formado por siete barcos: dos blindados, tres fragatas de hélice y dos vapores.
La Junta Soberana, las personalidades del Cantón, hombres, mujeres y niños van en su vientre rumbo a Mazalquivir... Aquella noche, en medio de nieblas, escalofríos y horrores, hollaron los Carmona y Pintos o Domínguez a la legendaria Carthago Nova. El charrasco ha designado un gobernador en la persona de Somogy y un municipio con la punta del sable.
Milenario exodo
Cartagena empieza a revivir con sobresaltos. Quienes pueden abandonarla, emigran sus harapos más o menos lejanamente. Los cocheros cobran pero que muy alto los viajes cercano a Fuente Álamo, San Javier, La Pinilla, El Palmar, Los Alcázares, Mar Menor.
Si antes no tuvieron por qué huir los acomodados, ahora huyen los pobres con la ilusión de comer en el campo raso u otras latitudes, nada conservadores. Ciérranse factorías y comercios por falta de manos. La minería se ve sin sus brazos, como los campos sin sus braceros.
El entorchado Martínez Campos, especie de virrey, lamenta que no queden en la mártir ciudad más que viejos, mujerucas y zagales a todo rogar, lagrimear por pan o agua... Cartagena carecía de este líquido, que había que comprarlo en botijos, cántaras. Asimismo, estaba falta de adultos capaces para el trabajo manual. Los pozos de las minas o aljibes de agua servían de escondite a los tantos perseguidos por aquella represiva reacción estatal.
Hubieron condenas a muerte, sentencias en rebeldía; pero la verdad es que apenas si se fusilo a alguien y que los desterrados pudieron repatriase algo después, aunque abrigando temores de venganza oficial.
Mientras duró el Cantón, las personas a su servicio lucían en el vestido o la gorra una insignia de sus cargos. Los dirigentes llevaban cinta roja en el ojal de la solapa. Se verificó un empadronamiento para “la historia y galardón de las generaciones venideras”: “Censo de la población de Cartagena, recogido durante el sitio de 1873, por la Junta Soberana del Cantón Murciano”. Quienes quedaban dentro del recinto cartagenero recibieron la adopción de “Hijos de la Republica” con pensiones para viudas, padres y huérfanos.
Seguía en pie el aparato estratégico
La comarca cartagenera yacía muy decaída porque los vencedores no retiraban su aparato militar de El Ferriol, Roche Bajo, Cabezo de Beaza, Solano, Bosch, Cabezo Felipe, Loma de los Gallegos, Molinos de la Ribera y nocturnamente realizan operaciones de limpieza, atacan bruscamente o depredan.
El castillo de los Moros servía de protección a ciudadanos como Tomaset, Asencio Peña, Asencio López, hermanos Cobacho y voluntarios valientes de Miravete, que osaban conservar las armas en las manos.
Hay una María del Sitio. Niña adoptada por el productor Matías Segovia y amamantada por María Dolores Mercader con admiración general de los sufridos cantonales, porque a los triunfadores les saltaba la hiel.
Los empleados municipales se daban a la ingrata tarea de arrancar los cartelones públicos que aun permanecían en las fachadas: “Si Cartagena no vacila”, si no se desalienta y si desecha criminales sugestiones, se salva la revolución”. Terminan con “¡Viva Cartagena!” El tenor Mario Cruz pronunciaba esos vivas, años después, en los teatros cartageneros, que enardecían a los espectadores.
La Cartagena que sufría sus heridas no paraba en hacer hilas para curar a los heridos de las campañas militares. Los niños del Colegio de San Leandro entregaron al Hospital Militar una pirámide de hilas. Entretanto, cuando los opresores tenían que vendar a sus heridos, nadie más que las señoronas se atrevían a confeccionarlas.
Cuestiones medicas de urgencia
Los médicos cartageneros quedaron fieles a su humanitarismo y curaban arduamente. Durante cinco días de los primeros del Cantón no hubo ni una enfermedad ni la menor desgracia de muerte. “El Cantón Murciano” insertaba: “Parece que la providencia haya querido colmar de bienes a los iniciadores valientes de la libertad de su patria, desterrando la espantosa muerte de este dichoso recinto”.
La higiene tampoco iba tan mal, ya que se reparten buenos consejos medicales, se dan instrucciones dietéticas, depuran aguas potables, los baños y las casetas playeras gozan de comodidad. Tocante a delitos, el Juzgado, en diez días, no intervino en ellos. Contraste: Antes instruía varias causas por día. Bastantes presos fueron libertados porque querían servir a la nueva constitucionalidad cívicosocial humana.
Don Juan Minguez fue el doctor dirigente del Hospital de Caridad, Cruz Roja, Presidio, Hospital de Marina, etc. Tuvo a sus órdenes facultativos como Baeza, Linares, Carrillo, Picón, Sánchez, Navarro, Suárez.
Todos los médicos y practicantes son pocos para atender a las víctimas que les llegan del Poder central y la militarada, amén de los hospitales de sangre en Los Vidales, Los Nietos, Los Blancos, Roche Alto, Casa de Zubillaga o Casa de Bosch.
Oficiosidades de la Cruz Roja
Bonmartí y Caparrós, presidente de esta institución, prestó buenos servicios. Iba al mando de las ambulancias que seguían a los luchadores cantonales. Estuvo presente en los sangrientos sucesos de Hellín. Pide instancias para que Madrid resuelva lo de Cartagena sin efusión de sangre. Ocupóse del traslado de los enfermos a establecimientos más seguros contra las cañonadas. Obtiene permiso para llevar a Murcia infinidad de niños de la Casa de Misericordia que corre riesgo de cañoneos. Las hermanas de la Caridad acompañan a esas criaturas. Y es Miguel Moya, gerente de la Editorial “El Liberal”, que salía en Murcia, Barcelona, Bilbao, Madrid, etc., quien atiende tales gastos.
Una vista de la calle de Villalba en ruinas dice lo que fue tanta destrucción material y moral. Había que atender familias, barrios y darles casa, vestidos, alimentos, útiles sanitarios, material recreativo, lecturas, etc. La Comisión de Servicios Públicos se daba y no alcanzaba para tantos menesteres.
En un gran Colegio se montó una agencia de información, donde acudían todos los necesitados de noticias sobre parientes, amistades, soldados, milicias, personas desplazadas, etc. Las raciones en crudo llegan a innumerables. Remolcadores a ruedas de los muelles, dirigidos por Vicente Galán, sirven de ambulancias marítimas entre todos los puertos del litoral cartagenero.
Lo sanitario absorbe la atención. Había que evitar epidemias. Cuando se veía un animal muerto, se disponía una fumigación “para asegurar la inmejorable salud que reina en esta ciudad”, declaraban públicamente las autoridades sanitarias.
Invento de Farmacopea
“El Cantón Murciano” hizo constar que los ingresos de taquilla por las funciones públicas oficiales irían destinados a beneficio de los hospitales. Asimismo anunció una tisana febrífuga, “invento del correligionario y amigo ciudadano Hernando”. Había dado excelentes resultados en Madrid y los daría en Cartagena a bien seguro.
El Producto “curaba radicalmente las calenturas cotidianas, intermitentes, tercianas, cuartanas, etc., en 24 horas”, afirmaba el diario. Estaba patentada su eficacia en la farmacia de Manuel Martínez, Soledad, 3, para comprobaciones químicas, o en Concepción, 40, donde se expendía económicamente.
Las farmacias de la Cartagena cantonal son las de Pico, Menchero, Cotoruelo, Germes y tantas otras. Tales farmacéuticos las tuvieron abiertas día y noche, en tiempos tan horribles, para facilitar medicinas, algodones, gasas, con todo desinterés. El primero, agotadas sus existencias, cerró en la calle Mayor. La irritada gente tiró las puertas abajo, conteniéndose todos ante todo vacío.
Romero Germes también hubo de cerrar por lo mismo. La masa quiso descerrajarle la puerta, pero un espectador dijo, al desgaire, que quién era el guapo que pudiese calificar de deshonesto, ambicioso, saboteador a tal miembro de la Junta Soberana. Esas dotes obligó a recapitular a los furiosos.
Digamos que las reboticas de Pico y de Germes sirvieron de conspiraciones desde la Revolución septembrina o que en ellas se fraguaron los planes de cantonalismo. Menchero y Cotorruelo no cerraron nunca. Mas el segundo se ve apostrofado porque cura a una mujer herida, cuando debe curarse en todo un hospital. Mechero acogía a todos los heridos, enfermos, moribundos, etc.
El caso de los Presidarios
Este asunto marea a los cantonales. Prefumo, desde Castilla, ha denunciado que el Cantón cartaginés abrió las puertas de las Prisiones. Entonces acuerda la Junta de Salvación, el 30 de Julio, que no se de curso a demandas de liberación de presos. La decisión en favor de estos corresponde solo a la Federación Española, cuando se constituya definitivamente.
“El Cantón Murciano” llega a publicar que los penados por la insurrección de Cavite solicitan la libertad desde el Penal de Cartagena. El equipo matritense ni se ha ocupado de ello. El 17 de agosto se publica que la limpieza de las calles deja que desear y que bueno será que una sección de “presidiarios se dedique a semejante servicio”.
Para el día 20 ya han salido 141, conducidos por Bretay y Bernáldez, en dirección del fuerte Talayo, arrastrando carros de municiones, cureñas, etc. El mismo diario reseña que el comportamiento es digno de elogio y demanda o recomienda a la Junta Soberana que les tenga presentes con recompensas el día del triunfo. Redimir al cautivo es un precepto bíblico y humanista.
A fines de dicho mes, dicha Junta redime igualmente a tres presos políticos de antaño: Juan Antonio, Ros Martínez y Juan Plaza. En sesión del 13 de septiembre, la Soberana tuvo frases de aliento para los restantes confinados, sentándose, por principio ético, congratulaciones y recompensas cuando triunfe el ideal manumisor de pueblos.
Los cantonales llamaban a esos seres “ingenieros” porque servían para todas las más penosas e intrincadas labores de aseo público y de fortificación en el arte de la defensa guerrera. Engels vuelve a saber más que se supone, diciendo que para reforzar las filas de los combatientes de la Libertad, los bakuninistas del gobierno cartagenero libertaron 1.800 de los peores presidiarios... Hay estampas litografiadas de la época con todos ellos.
A estos infelices los vemos descombrando y sacando cadáveres de la Casa del Balcón de Pilatos, hecha añicos por los centristas matritenses.
Órganos públicos Cantonales
Estas nomenclaturas precedieron en Francia con la Gran Revolución y la Commune, fundando comités o tribunales revolucionarios y de salud pública. El Año III reemplaza la Constitución de 1793yel Directorio de 1795. En Julio de 1830 se crea un gobierno provisional, que se repite en 1848 con la entrada de los republicanos franceses en la Cámara de Diputados. Mas la multitud nombraba otro en la municipalidad.
La República del 4 de septiembre de 1870, en París, fue admitida como régimen transitorio. Lo de 1871 trajo un gobierno en Versalles y otro en la capital. Eran dos formas de sistemas independientes para regirse.
Nuestra Junta Revolucionaria Interina tiene lugar el 11 de Julio de 1873 con los siguientes nombres: De la Puente, Banet Tortosa, Roca, Cañabate, Meléndez, Ortuño, Alemán, Torres, Trigo. Al día siguiente se instalan en el local de la guardia de prevención, pese a las protestas del alcalde Samper.
Se redactan escritos, exigiese dimitan las Casas Consistoriales y se estampa esta locución final: “Salud y República Federal”. Dueños de la situación, izan la bandera roja en el Ayuntamiento, proclaman el Cantón Murciano, no sólo cartagenero, y Antonete es nombrado comandante en jefe de Milicias, Voluntariado, Ejército, Marina. Menos resuelta, la Junta de Murcia, que izó también rojo estandarte en el balcón consistorial, se traslado al palacio episcopal, montando allí los burós que habían en casas arrendadas.
Poco después enriqueciese la Junta cartagenera con nuevos prohombres: Cobacho, Juan José, Eduardo Romero, Moya, de una familia con buenos abolengos liberalotes en las artes, política y letras. Esta Junta tiene cambios: uno de Junta Municipal de Salud Pública de Cartagena y Suprema del Cantón Federal Murciano, otro de Junta de Salvación Pública de Cartagena. Para la primera, se crea la Medalla laureada por su función higiénica, y la segunda recibe una Medalla redentora con premio a su simbolismo.
Comisión Revolucionaria de Justicia
Onofre Alcócer era magistrado de la Audiencia Territorial y escribió para el impresor Requena el libro “La propiedad minera ante la ley civil”. Fue obra de Esteban Nicolás la “Comisión Revolucionaria de Justicia” con funciones en el salón de actos de Capitanía, cuyos componentes fueron Araus, Almansa, Valverde, Crevilles, Ortega, Juan Sánchez y Wenceslao o Pablo Martínez.
Por “El Cantón Murciano” sabemos que existió un Jurado del Pueblo, presidido por Rossi. Fue competente órgano jurídico en materia delincuente, cuyo axioma era este: “La justicia enaltece; la tropelía degrada”. Apenas hubo motivo de dictar fallos, pues faltaban los delincuentes habituales contra la propiedad, por pasiones ciegas, odios criminales, venganzas políticas, etc.
Debido a acuerdo de la Junta de Salvación, firman todos sus miembros al pie de los documentos oficiales: Calvo, Ferrer, Osorio, Pardo, Mendieta, Sauvalle, Alfaro, Araus, Rubio, con nombres y apellidos. Los hay de todas las profesiones más honrosas, manuales, letrados, artistas, vates, catedráticos, doctorados, etc. El Directorio convocaría la Asamblea Federal de la Federación Española, compuesto estrictamente por Contreras, Gálvez, Barcia y Germes. Mas se dice que los órganos, en general, deben ser multitudinarios.
Nada menos que todo un buen equipo
Toda la Administración de la Federación Española cuenta con un gran equipo de tratadistas, sociólogos, pensadores, a saber: Presidencia y Marina, Contreras; Guerra, Ferrer; Interior, Araus; Ultramar, Antonete; Fomento, Romero; Hacienda, Sauvalle; Justicia, Guayti; Secretario General, Rubio.
El 28 de Julio, Roque Barcia, que rehusaba puestos ostentosos, acepta la Presidencia definitiva ante los requerimientos de sus colegas. El órgano “El Cantón Murciano” escribía: “Generoso y noble, como siempre, comprende la gravedad de la situación y, cerrando los ojos, admite toda la parte que pueda caberle en el peligro”. “El Pirata” le hace una caricatura de apóstol o profeta con las tablas de “La Justicia Social” pendiendo de un alto báculo, barbas, túnica, sandalias y borreguitos o corderos bíblicos balando a sus pies.
Durante este periodo fueron elegidos los cargos siguientes: Intendente, Llanos; Subsecretario de la Presidencia, Herrero; idem de Relaciones Exteriores, La Calle; Comandante, Pizas; Comandancia de Artillería, Mariné; intendente del Departamento, Pugnaire; Comisario de Guerra, López Montenegro; idem del Puerto, Taberner. Estos equipos quedaron instalados en las salas de la Comandancia General del Arsenal. ¿Este López no es el mismo que Lorenzo elogia como hermano ideal en “El Proletariado Militante”?
Junta Soberana
El 2 de septiembre de 1873 declina el gran gabinete, ante la Junta Revolucionaria, por razones desconocidas. Ambas organizaciones se refunden en la Junta Soberana de Salvación Pública. Los representantes eran los mismos, más o menos. Aparece uno nuevo: José Banet. Inmediatamente se le incorporan otros más: Lafuente, Salas.
Había que organizar los servicios y la Junta se subdivide en Secciones: Relaciones Cantonales y Extranjeras, de Guerra, Servicios Públicos, Hacienda, Justicia, Marina, con sus respectivos titulares.
Surgió algún disentimiento entre civiles y militares, realizando éstos una parada espectacular contra dicha Junta Soberana, pidiendo su reemplazo por otra de sufragio universal. Entonces hubo elecciones en todos los colegios y el escrutinio se realizó el 8 de noviembre en el Teatro Principal.
Veamos que los elegidos fueron los mismos que ya gozaban del consenso universal desde que se inicio el Cantón: Gálvez, Roca, Eduarte, Meléndez, Roca (Pedro), Cobacho, Tomaset, Barcia, Contreras, Rizo, Martínez, Pernas, Real, Gutiérrez, Ortega, Martínez (Mariano), Ferrer, La Calle, Benedicto, Germes, Martínez (Pablo), Sánchez, Banet, Esteve.
Aparecen más nuevos y hay altos grados castrenses, rangos civiles, artesanos, comerciantes, abogados, industriales, empleados, obreros. No aparece ningún sacerdote, lo que revela el divorcio total entre las sotanas y el pueblo.
El 10 de noviembre tomaban posesión los nuevos elegidos, que proclamaron Presidente Honorario a José María Orense, marqués de Albaida, “como ilustre decano de la Democracia Española”. Predominando el elemento fuerte y lúcido, la Junta fue disuelta el 12 de enero de 1874, al aceptar Roque Barcia las condiciones de rendición presentadas por los ya realistas gobernantes de la nación. Casi todos sus elementos embarcaron en “La Numancia” ese mismo día y desaparecieron del escenario cantonal.
La época no quedó ahí, por lo que nos seguiremos ocupando de ella.
Poderosa y más que fuerza
Integraban la guarnición de Cartagena el regimiento de infantería de Iberia, el batallón de cazadores de Mendigorria, un batallón de Marina, dos compañías de artillería a pie, trescientos voluntarios movilizados, dos mil milicianos de la República, pequeños destacamentos de carabineros, unos veinte de caballería, una sección de condestables de Marina, una compañía de guardias de arsenales, marinería de depósito, maestranza y dotaciones de fragatas o buques surtos en el puerto.
A esto hay que añadir los fuertes y la escuadra. Los castillos inexpugnables son: Galeras, San Julián, Despeñaperros, Atalaya. Cuentan con formables baterías: Santa Ana, Santa Florentina. Tienen recios baluartes: Fuerte, Navidad, Podadera. Estaban los buques “Vigilante”, “Fernando el Católico”, “Tetuán”, “Almansa”, “Vitoria”, “Méndez Núñez”, “La Numancia”.
El Cantón disponía, además, de cañones en número que pareció infinito, siendo sus cabos superiores en todos los aspectos de la balística. Los centralistas mismos no escatimaban elogios a los defensores cantonalistas. El baluarte de Mata-Moros cubriose de gloria...
Rasgos de hombres y cosas
“El Cantón Murciano” llama a Roque Barcia “apóstol de la República Democrática Federal”. Muy erudito, publicaba su periódico: “La Justicia Federal”. Desde Madrid preparo el levantamiento general de las provincias españolas, confiando en Antonete Gálvez, un murciano, la sublevación cartagenera. Era muy afectuoso padre de familia y con todos.
A este prohombre le suelen llamar Roque-Cristo, Nuevo Mesías. Para Galdós es un evangelista, calificándole sus oraciones de proféticas. Autor del “Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana”, “El Cantón Político”, “El Progreso y el Cristianismo”, dirigió también “El Demócrata Andaluz” y “La Democracia”. Muy anciano y venerable, vio quemar, en 1885, su obra sobre progreso y cristiandad. Emigrado en Francia, dedicose completamente en las letras.
Antonio Gálvez Arce gozaba de prestigio en su Murcia, donde inicio la protesta general contra las levas de mozos. Hasta se alzó toda la huerta. No licenció a sus rebeldes hasta que vio proclamada la República el 11 de febrero de 1873. 0 sea que ya antes, en plena monarquía, Murcia estaba revuelta. El 16 de dicho mes, este murciano era recibido en su tierra natal en medio de aclamaciones, cohetes, los himnos de Riego, Garibaldi, La Marsellesa.
Antonete se destacaba por sus buenas obras sociales con todos sus paisanos y defensa de la justicia o de las libertades ciudadanas. Nadie, ni sus adversarios, hablan mal de él. Por todos es querido. Un cantonal escribió desde el Presidio de Cartagena: “Es pobre, valiente, pero rudo” Mas los cartageneros se lo disputaban como suyo.
Galdós nos ofrece un apunte: “Como de mediana estatura, doblado, fornido, de recios hombros; la cabeza grande y firme, atezado el rostro, la nariz ancha y algo aplastada, los ojos pequeños, vivos y muy a flor de cara. Su barba, bien poblada y negra, descendía del rostro hasta la mitad del pecho. Hablando en lo íntimo era dulce y candoroso como un niño: perorando en público sacaba una voz áspera y honda, con la que premiosamente expresaba su pasión fanática y sus indomables arrestos”.
Tipo más que de leyenda
Antonete tenía que dar el grito insurreccional. Los “pechos federales” se exasperaban esperando de arriba. Entonces el Cantón Murciano se proclama el 12 de Julio de 1873. Gálvez vuela hacia Cartagena, Que hable Galdós:
- Del tren le sacamos en vilo, algunos amigos le metieron en una carreta, y al llegar a la calle Mayor tuvo que descender, porque los caballos no podían romper por entre la multitud. Parte a pie, entre abrazos y empujones, parte en hombros, llegó al Ayuntamiento, desde cuya balconada saludo al Pueblo y al Cantón de Cartagena, con frases de noble y bárbara elocuencia.
El Cronista de la Ciudad de Cartagena afirma en sus Crónicas: “Podemos asegurar que en Cartagena, por lo que respecta a recepciones, no se ha conocido nada igual hasta que, hace unos pocos años, el equipo de fútbol local ascendió a segunda división”.
La Junta Soberana nombra a Gálvez Comandante General de las Fuerzas Ciudadanas del Cantón. El 13 de Julio, acompañado de su hijo Enrique y su paisano Puig Valera, arenga a la “Almansa”, que iza bandera roja enseguida. Acto seguido, subleva la “Vitoria” y el resto de la escuadra, así como al Departamento de Marina.
Antonio interviene en las expediciones, visita pueblos, los revoluciona y sugiere las contribuciones heroicas a darle a las revoluciones. Gracias a él, Orihuela, Torrevieja, Lorca, Almería, Málaga, Alicante, Valencia, La Mancha, las provincias inmediatas de la de Murcia, todas parecen prestas.
Las guarniciones militares y navales se le rinden. Ante tan horribles bombardeos centralistas, cuando la resistencia popular se afloja, este héroe a lo homérico levanta los ánimos con su presencia y arriesgando su vida. Ni rendiciones ni componendas. El último día del Cantón niega soltar a unos correligionarios comprometidos en arreglos a espaldas de todos. A punto de ser apresado por una compañía de Iberia, ganó el mar...
Mi pariente Contreras
Teniente general Juan Contreras y San Román, intransigente republicano federalista. Presidio cargos de guerra en Salud Pública de Madrid. Llega a Cartagena, ciudad natal, el 14 de Julio de 1873. Le encargan de las fuerzas marítimas y terrestres. Apolítico, nadie pudo hacerle diputado ni ministro.
Honrado, valiente, generoso, muy sobrio, no se toma descanso. Dirige las salidas armadas por mar o por tierra, recorre plazas, regimientos, fuertes, murallas, castillos. Se alimenta como la tropa y duerme en camastros, jergones, suelo. En un barco de madera enarboló la insignia de Almirante.
Las historias revelan: “Constituye una verdadera epopeya; sus rasgos de audacia, llevada a los más altos límites de la inconsciencia y desprecio de la vida, son dignos de la raza”.
Le correspondió insurreccionar el litoral del Sureste, casi hasta Algeciras. Topó con las mejores naves de guerra forasteras, avisándoles con un tiro rápido. Cae abordado se le insulta, quieren matarlo como pirata... Vuelto a su buque, sigue disparando balas ligeras sobre sus perseguidores extranjeros. Dos veces cautivo por piratería, desafía a su secuestrador en el campo del honor. El pundonor enemigo no fue pundonoroso en aceptar el reto.
Ha llegado a Chinchilla, camino, en flecha, del mismísimo Madrid. Quiere vencer
o morir por aquellos de “Constitución o muerte será nuestra divisa”. No teme a los entorchados del gobierno central porque a todos les conoce demasiado. En la estación deja su uniforme a tirones, sale chamuscado y desprecia loslaureles de tanto faquín que le arremete.
El 11 de octubre embiste su Armada en Cabo de Palos sobre la escuadra del bloqueo. Dos naves se le distancian de “La Numancia” y ésta, sola, tiene que seguir peleando desventajosamente. Tras este singular combate, con sus bajas, varios marineros se insubordinan. El Almirante Contreras demuestra su valor temerario e inculpabilidad, calmándolos con buenas maneras.
Puig Campillo dice al respecto: “Los viejos cantonales recuerdan con inenarrable emoción semejantes acciones y gestos incomparables”.
Todo hace suponer que Valencia y Barcelona están dispuestas. Los buques zarpan para allá, al mando de Contreras. Uno de los barcos se hunde en el cabo de la Huerta, y los expedicionarios no siguen adelante. Otra vez en Cartagena, el soldado Juan se desvive por sus soldados, marinos, voluntarios, civiles, población. Entre bombas y hecatombes centralistas, desprecia la muerte.
El 17 de diciembre la familia San Román parte para Argel. El se queda. En enero de 1874 redacta esta proclama: “Nunca el triunfo de la santa causa que defendemos fue más seguro, y el pueblo de Cartagena, el primero en la historia de las naciones, ha de obscurecer con su defensa las glorias de Sagunto y Numancia”.
Vencido el Cantón Cartaginés o el Cantón Murciano, Contreras escapa la noche del 12 de enero. En Orán publicaría sus “Memorias”, marzo de 1874.
Los amigos de la Libertad
Manuel Cárceles Sabater hablaba muy bien y es listo, fogoso, vecino de la plaza de la Merced, estudiante de Medicina y jugador de damas, a quien Rivadeneyra le ha editado “Tratado del juego de damas”. Pero también el primer día del Cantón figura por su nombre y fama.
Manolo arengaba a “Los Amigos de la Libertad”, calle de la Hiedra. Delegado por Salud Pública de Madrid, organiza lo de Murcia y Cartagena. El 27 de abril de 1873 había arengado a una grandiosa manifestación. El 4 de mayo prepara la proclamación de la República Federal.
Entre Barcia y él hay un forcejeo táctico: Si se aplazara el movimiento en Cartagena, la escuadra podría marcharse y se perdía tan largo litoral, cuyo pulmón era tan necesario... Llega a su ciudad, arenga a “Los Amigos de la Libertad”, calle de Jara, y allá van todos. Arengas por la mañana, tarde y noche. Se electrizan los trabajadores, tropas, marinos, las masas de sus coterráneos. Con jefes movilizados estudia su plan. El capitán Martínez pone su compañía al servicio de la revolución. Cárceles entra en el Municipio y pone centinelas en la calle de las Monjas. Quiere nombrar la primera Junta. En los fuertes y castillos enarbola banderas rojas. Su grito es: “¡Viva la República Federal! ¡Abajo la tiranía!” A mediodía del 12 de julio es nombrado Comandante General... Los cronistas dicen que era antimilitarista.
Cree que atacar al “Friedrich Karl” salvará a la Federación. Convence que el Cantón es más fuerte. Prusia no brillaba de poderío acuático. España secundaría romper el fuego. La República francesa les ayudaría... Subido al puente de dicha fragata, quiere que los tripulantes verifiquen su dotación y apresarlos. La bocana del puerto esta artillada para repeler cualquier eventualidad enemiga. El Comodoro amenaza colgarlo y le despacha a cajas destempladas. Por la tarde decía en un discurso, subido al tablado de música de la glorieta de San Francisco: “Yo nunca he mentido ni engaño al pueblo”.
Revólver en mano, va al Casino Conservador, donde claman que hay asesinos, contiene la ira popular e invoca que “la Revolución no se manche de sangre”. El mobiliario quedo deshecho. Detenido en Albacete, regresa a Cartagena con uniforme de teniente coronel. Las notas biográficas señalan que “desde cuyo instante desapareció, ignorándose a donde fue a refugiarse”. Los caciques, los Maestres, los ricos mineros, los explotadores y “amos”, que algunos eran flamantes diputados o senadores de mala fama, no sufrieron la menor coacción ni daño de bienes.
Galería de retratos
El veterinario Esteban Nicolás Eduarte es muy elocuente. En su rebotica se fragua a toda prisa el Cantón. Famoso liberal, andaba torcido. Fue mordaz. Su firma salía en la prensa anterior a la caída del Trono. “El Cantón Murciano” insertaba preferentemente sus “Verdades Inconcusas” e “Hijos Impúreos”.
Compitiendo en lauros con los escritores Ramón Alejos, Baldomero Roca, Antonio de la Calle, Arturo Guerra, José Rodenas, G. Carrera, se aficiona a la retórica, con vocación de jurista. Modelo: los grandes tribunos, gramáticos humanistas. A él se debe la Comisión Revolucionaria de Justicia o Tribunal Único y Supremo del Cantón Murciano.
Amén de recibir la libertad bastantes políticos o no de tiempos anteriormente monárquicos, se encarcela a caciques conspiradores: Teulón, Mercader, Landa, Izquierdo, Molino. Algunos quedan recluidos en sus hogares. Un tal Navarro mató al cabo Francisco Calderón, se le juzgó en el Arsenal y el pueblo espectador tenía que decidir entre cadena temporal o ejecución, poniéndose a derecha o izquierda. Los espectadores se inclinaron diciendo no a la pena capital.
Breve jaculatoria del Tribunal Único y Supremo en pleito de divorcio: “Como Jurado en asuntos civiles, criminales y morales, en substitución de las viejas autoridades judiciales conservadoras...”
No acepta sino ser soldado raso y recibir órdenes. En tren de causas que iban mal, se propuso reconciliar a todos los republicanos de España.
Con pluma de Don Benito “El Abuelo”
Alberto Colau era el único hombre de mar y de guerra marítima que merecería ser recordado en la Historia, y, a juicio de un historiador psicológico, la figura más saliente, pintoresca y castiza del Cantón Cartaginés.
-Descollaba entre la muchedumbre por su robusta complexión y lucida estatura, por su curtido rostro y el mirar flamígero de sus ojos negros. Como el azabache eran también sus cabellos crespos, sus cejas pobladas y el bigotazo que perpetuaba la tradición de la moda turquesca.
“Con la fineza del continente y rostro de Colau contrastaba la blandura de su trato en la vida social. Era cariñosísimo y a veces hasta pueril”.
Comenzada la insurrección, debía ya tener montado su centro comercial en Cartagena, ofrece sus servicios y le dan la fragata “Tetuán” para que opere. Su encuentro con el Almirante Lobo, 11 de octubre de 1873, rayo en estruendo. Aquella misma noche se le entrega toda la escuadra, que sale el 13 y obliga a la Armada enemiga refugiarse en el Peñón.
Un saboteador incendia la nave en que va y él, puro marino, abandona el puente el último. Capitán mercante, sabía lo que es una flota. Lucía la Legión de Honor por heroicos salvamentos franceses a lo largo de su carrera.
Parece que su patronímico es Nicolás Constantini, alias “Colau”. Así aparecía en las nominas de Cartagena entre los que obtenían votos de confianza para regir el Cantón, las Juntas, etc. Es don Benito Pérez Galdós quien le llama Alberto Colau. Hay otro del mismo nombre que jamás fue cantonalista y que llegó a Alcalde.
Narrase que el padre cantonal recomendó a su hijo -no cantonalista- que estudiase Marina Mercante, Medicina y Derecho. Y así fue. La familia Colau guarda un retrato del héroe con su condecoración francesa en la solapa y en pose de profesor de francés en cuyo magisterio acabo de vivir.
Apasionado Revolucionario
José Antonio Sáez era de Correos. Hecho gobernador del castillo de Galeras, ordena el disparo de la insurrección. El parte dice: “A las seis o las siete de la mañana, el castillo de Galeras ha enarbolado bandera turca”. Guasa de los cartageneros. Un emisario acude a la fortaleza, a tiempo de ver que un héroe se abre las venas para teñir con su sangre la media luna blanca y la brillante estrella. Se trata de un trofeo logrado en la batalla de Lepanto.
Ante el asedio, Sáez coloca mechas en el polvorín de Galeras y ordena: “En el momento en que haya soldados centralistas en la plaza, prendamos fuego. Si alguno no está conforme, que dé dos pasos al frente”.
Llegan a llamarle el Torquemada de la Revolución. Delante del envío de unos cajones de cartuchos cargados con aserrín, que utilizan los reclutas para fogueo, en vez de llegar con pólvora, llama a los responsables, les despoja de sus guerreras y los dispara para Cartagena, como sospechosos rehenes...
A la ex oficialidad remisa y detenida en su castillo -ex compañeros de la epopeya- la miraba altaneramente y con humillaciones inclementes.
Los revolucionarios, en general, supieron ganarse todas las simpatías por su respeto, corrección, amplio espíritu, humanitarismo, inteligencia y virtudes.
Representantes del pueblo o padres de la patria
Al Cantón Cartaginés o Murciano acudieron, como a pan de rica miel, los diputados Alfaro, Araus, Rubio, Pérez, Poveda, Sauvalle, Torres y Mendoza. Algunos fueron de campañas militares. Otros actuaban en la tribuna o el periodismo cantonal. Muy locuaz era Vicente Álvarez. José Pérez no tardo en ganar París…
Rubio, famoso en las Cortes, figuró en las Juntas. Mantúvose en su puesto hasta la terminación y fue recluido en el Penal. Tenía mucho talento y firmeza. Jerónimo Poveda, también representante murciano, era inseparable de Gálvez, diputado. Alfredo Sauvalle representaba Totana en el Parlamento y recibió la cartera de Hacienda de la Junta Soberana, siempre al lado de Contreras en el peligro por mar y tierra.
Creyendo a Prefumo, reputado por “benévolo” insurrecto, Alfredo provenía del carlismo, igual que Torres Mendieta, a la sazón encargado del Arsenal. Nemesio ocupaba el escaño de laIntransigencia parlamentaria en Madrid, llegando a vocal de la Junta Soberana del Cantón y presidente de Justicia. José Puig Valera, murciano, se distinguía como joven muy culto, junto a Antonete siempre.
Elementos de Madrid en Cartagena
Del comité de Salud Publica de Madrid llegaron a Cartagena varios individuos. Antonio de la Calle, iba acompañado por Roque Barcia. Maestro y discípulo. Tomada la dirección de “El Cantón Murciano”, parece que sus servicios desmerecían. Sus columnas las rellenaba con retazos internacionales y dejaba en hueco los problemas locales del movimiento cantonal. Llegó a subsecretario de Estado del Gobierno Provisional del Cantón, cesando por desavenencias con elíntegro Ferrer. Barcia hubo de substituirle como director del diario. No quedóse sin cargo, pues dirigió, al final, la comisión de Servicios Públicos. Está impreso lo que sigue: “Persona de algún talento, pero tan furibundo y cerril en sus escritos y decretos, que hubiera espantado al mismísimo Fourier”.
Nicolás Calvo y Guayti provenía como jefe retirado del Ejército, gobernador civil de varias provincias, inteligente, audaz, sin miedo, sirviendo igual civil que militarmente. Sus puestos fueron bastantes y alternativos. Manuel Fernández Herrero, secretario en la Corte, hace de redactor principal en “El Cantón Murciano”, rotativo, subsecretario de la Presidencia del Gobierno Provisional y vocal de la Junta Soberana. José Taberner llegó a capitán del Puerto cartagenero.
Marinos Revolucionarios
Para el Cantón fueron conquistados los marineros, los soldados y el personal de Maestranza. Pablo Meléndez Sanz, internacionalista, bakuniano, ya había presidido la Junta de Operarios de la Maestranza del Arsenal, siendo secretario su compañero de ideas Pedro Roca. Fundaron el Centra Federal de Cartagena con Francisco del Olmo, Juan Meca, Paco Carosena, Luis Sanmillán. Pablo sufrió un despido de la Maestranza por orientar una huelga de aumento de salarios el 19 de abril de 1871, en pleno monarquismo.
En “Cartagena, palestra”, un alto dignatario de la Marina acaba de proclamar que, sin la escuadra, el Cantón no habría sido posible. Fue así que la Armada se entrego al movimiento. Ahí están los caballeros marinos Fuentes, Alcaraz, Romera, Yuste, Carreño, García, Colvo, Naranjo, Martínez, Solana y toda la escuadra fondeada en aquella dársena, sin deserción alguna.
Fuerzas Militares y Carabineros
El prestigio de Ferrer y de Contreras, además del de la causa federal, atrajo muchos militares y a las fuerzas de carabineros. El brigadier Pozas es uno que recibe el nombramiento de gobernador militar del Cantón. Esperaba, por sus convicciones y seriedad, algo más edificante de la revolución.
Pablo Mariné y Ferellé, coronel antiguo, pasa de Jefe a la Comandancia de Artillería el 30 de Julio de 1873. Fue fiel y muy solvente en toda su función. Tenientes coroneles viejos como Pernas y Real rindieron inmejorables servicios cantonales. Pedro del Real era cartagenero y desde entonces tiene una calle con su nombre.
Al táctico Pinilla quieren sorprenderle con la retirada de 1,500 hombres a cambio de mil duros que ofrecen los centralistas. La conspiración del exterior para comprometer a estrategas del interior costó cara a algunos. El teniente coronel Parra se puso al frente de los suyos para sumarse al Cantón con toda la simpatía y actividad que despertaba en la tropa, cuartos de banderas, Estados Mayores, etc. Cayó mortalmente en Pozo Cañada.
Antonio Rivero, del mismo grado, es ayudante de Contreras y con mucho mérito antiguo. Los comandantes, ya veteranos, abundan. Francisco Benedicto, García Alcántara, Ozores, Garmilla se emulan en comportamiento valeroso y se ven comisionados, con toda pena, para negociar con los centralistas el 13 de enero de 1874. El último fue hecho prisionero y se le murmuraba, pero “El Cantón Murciano” defendió en sus planas la lealtad de tan acreditado soldado. Alcántara refugiose en Buenos Aires y publicó un librito defendiendo la revolución.
Bastantes carabineros se pronunciaron por el Cantón. Sobresalen Giménez, Despora y Márquez con una proclama “A los Héroes de Cartagena”. Ibarra, Vidal, Carvajal, Fernández, Flores, Fernández y Fernández tenían altos grados antes y fueron valiosos después con su abnegación.
Más figuras de relieve
En la Administración e Intendencia figuraron altas personalidades como Ignacio Asta, Francisco Pugnaire, Cristóbal Barrios, Rodríguez Carretero, nada menos que López Montenegro a quien Anselmo Lorenzo dedica el primer capítulo, segundo volumen, de “El Proletariado Militante”. El veterano teniente coronel Ibáñez calificaba a Martínez Campos, bien conocido, de “general de Papel”. Otra relevante figura castrense fue Osete, con cuyos descendientes tengo amistad.
El voluntariado culminó mucho en aquella gesta. Pedro Alemán conspiraba antes, y después llega ostentar altas graduaciones. Juan Cobacho mandó fuerzas revolucionarias con gran rigor de autodisciplina. Colado, muy instruido, las dirigía. Enrique Gálvez, hijo de Antonete, las instruía. Cayendo herido el 9 de enero de 1874, sin recibir inmediato auxilio, Contrera redacto esta proclama: “-Habiendo sido herido en el día anterior el teniente de voluntarios, ciudadano Enrique Gálvez, y no habiendo tenido pronto socorro, ni quien le hiciese la cura de primera intención, exijo la más estrecha responsabilidad a la Cruz Roja y a la Sanidad Militar, y les intimo a que ocupen sus puestos de honor”.
García Sánchez, era comandante de los movilizados y estaba encargado de las requisas legales. Antonio Greño, teniente de voluntarios, tropieza con sacos de prendas y de alhajas en la Alameda de San Antón. Lo comunica a su coronel, Pablo, y se hizo público en “El Cantón Murciano”.
Juan José, Martínez, Prieto, mandan compañías voluntarias de Santa Lucía. Francisco Prieto muere en acción de guerra la noche del 21 de agosto, mientras el castillo de los Moros rechaza el fuego centralista, y Arturo Guerra le dedica una elegía en el órgano de la Federación Española. Juan Pedro Roca, de las Milicias, toma las Puertas de Madrid, en Cartagena, el 12 de Julio.
Tomaset (Tomás Bertomeu) encabezaba un pelotón con su apodo, encargado de la fábrica de moneda de Santa Lucía y de la calderería del Arsenal que hacía las acuñaciones. Saturnino Tortosa, murciano, dirige una compañía de voluntarios. El fue quien impidió en Hellín que los centristas tomasen el tren, los bagajes y la caja de caudales. Otro capitán de voluntarios: Valderrábanos, murciano, como Joaquín Pagan, jefe de movilizados. El 10 de agosto de 1873 se nombra secretario del Gobierno Militar de la Plaza al ciudadano Miguel Guzmán. Ayudantes suyos: León González y Manuel Salvador, ciudadanos.
Salvador Olivares pertenecía a la Milicia, llamado “ciudadano-sargento” por “El Cantón Murciano”. Falleciendo de un ataque cerebral, el diario le dedica ésta oración fúnebre: “A causa de un ataque a la cabeza, por predisposición de su naturaleza, unido a la alegría que experimentó cuando vio este buen republicano realizadas las esperanzas de toda su vida, cuales eran el triunfo de la santa causa a que estaba consagrado”.
El mismo periódico abre una suscripción en favor de la viuda e hijos, iniciada con 200 reales por la Junta Soberana, y que alcanzó alta cifra. El féretro recibió honores de rigor en la sala de Capitanía General de Marina. La manifestación de duelo puede considerarse como indescriptible.
Los anónimos organizadores
El anónimo organizador vale tanto como quien más y el Cantón los tuvo innumerables. Aparte los nombres dados en estos relatos, he aquí otros: Salvador Azoitia, Baldomero Roca, José Conesa, Francisco Requena, Federico Marín, Antonio Gómez, Tomás Marín, Manuel Illán, José Salmerón, Miguel Más, Wenceslao Crevilles, Tomás Villar, Luis Bayona, Francisco Sánchez, Francisco Cobacho, José Álvarez, Joaquín' García, José Galán, José Sabater, Antonio Zamaguero, Antonio Aseti, Juan Maturana, José Alacio, Martín Monerri, Joaquín Rivera; José María González, Salvador Álamo, Donato Lujar, Francisco Granado, Nazario Gutiérrez, José Rubio y Rubio, Rafael Cortés, Ramón Jover, Ricardo Mariano, Pascual Vicente, Joaquín Plaza, Joaquín González, Joaquín Conesa, Antonio Casas, Manuel Canóvas, Genaro Martínez, Juan Durán, Francisco Monroy, Antonio Cete, Antonio Fernández, Antonio Retamar, Brígido Carrascosa, Cayetano Cobahco, Gabriel García, Pedro Lafuente, Blas Sánchez, González Téllez, José Arroyo, Mas Torres, Salvador Martínez, José Menárdes, Salvador Vitoria, Víctor Benito, Antonio Alcaráz, Francisco Fernández, Ramón Ferrer, Antonio Osorio, Rosendo Ibáñez, Ruiz García, María Torres, Catuno Parra, José Manzarro, Miguel Trigo, Gonzalo Borreo, Ginés Sicilia, Hermenegildo Mínguez.
Lista del anonimato que se mostró más resoluto: Ventura Ruiz, José Bao, Enrique Pérez, Fulgencio Puche, García Sánchez, Manuel González, Pérez Payo, Pedro Van, Tomás Muniaín, Ramón Arrando, Pedro Rull, José el Ojo, Javier Meca, Osorio Pardo, Luis Sánchez, Asensio Pena, Antonio Ozona, Anselmo Martí, Salvador Lozano, Juan de Dios Cascales, Nicolás Cánovas, José Martos, Sala Martínez, hermanos Fermín, Antonio y Rafael Germes, José Antonio, Blas Rebollo, Antonio Estévez, Eduardo García, José Rizo, Juan Collado, Pascual María, Ginés Pelegrín, José Alfonso, José Palacios, Mariano Carreras, Paco Sevilla, Antonio Zamora, Jerónimo Nieto, Pedro Carpena, Jeromo Crespo, Alfonso Chinchilla, Josefo Mercader, Pepe Muel, Cano González, Julia Aroca, Ruiz Ibáñez, Aznaí Ruiz, El Cano…
Todos los emigrados y estas listas sufrieron procesos militares en el transcurso del ano 1874, instruidos por los centristas alfonsinos en su victoria y sentenciados por los monárquicos del golpe de Estado que coronó a Alfonso XII.
Elocuencia de los cantonales
El lenguaje cantonal era incisivo: “Si no se amputa el miembro gangrenoso que corre a nuestro cuerpo social y político...” Su voz es alma: “Al grito santo de los cantones federales”. Al Pretendiente de las guerras civiles le califican así: “El imbécil Don Carlos”. Y en las mesas sirven de tinteros medias granadas centralistas. La elocuencia ya no es palabra, sino gesto.
En la conducta, el Cantón sigue los modelos de siempre tocante a nomenclaturas urbanas. Su camino toponímico esta muy bien ajustado. Los fuertes bajo el castillo de Galeras se llamarán: Padilla, Bravo, Maldonado. Honran a los tres mártires comuneros de Castilla. El baluarte de San Bernardo se llamará de la Federación. La batería de Santa Ana será de Daoiz. El fuerte de la misma santa cambia por de Velarde. Mártires del 2 de mayo, en 1808, en Madrid. Los castillos llevarían nombres de Vanguardia, Froilán Carvajal, Sixto Cámara...
La plaza del Hospital se llamó de los Mártires de la Libertad, honrando a los liberales allí fusilados por orden de Fernando VII en 1824. Con su elocuente prosa, historiaba “El Cantón Murciano” que la Sociedad Secreta teocrático-absolutista del Ángel Exterminador fraguó una trama infernal para comprometer en una conspiración a los liberales que le parecieron más notables.
Se les levanta la calumnia de que pretendían poner en libertad a los presidiarios para degollar a todos los servidores fieles y amantes del altar y del trono, a fin de proclamar la Constitución de 1812.
“Con este motivo, fueron fusilados en la plaza del Hospital el capitán agregado al Estado Mayor de la Plaza, don Luis Burillo, el Espadero y otros más muy distinguidos en esta nuestra ciudad de Cartagena. La Junta Soberana del Cantón, accediendo a las instancias de los hijos y nietos de las ilustres víctimas, dispone la celebración de una ceremonia fúnebre para el 21 de septiembre (1873), en el mismo lugar donde fueron ejecutados, a la que concurrirán comisiones de las Corporaciones públicas y fuerzas armadas. El piquete de honor corresponde formarlo una compañía de voluntarios sedentarios de Cartagena. Habrá salvas, discursos conmemorativos y se fijara la lapida con el nombre de la plaza que hará imperecedero el recuerdo de nuestros venerados mártires”.
Romanticismo sano e idealidad
Tengamos en cuenta que allí estaba el gramático Roque Barcia con sus incontables alumnos y que, hasta nuestros días, sientan escuela en el habla o la escritura. Lo romántico corría por Europa y América entre los mejores verbos o autores dramáticos, novelistas, poetas, artistas, políticos, revolucionarios.
Así, en la gramática los cantonales estampaban que “los ciudadanos estaban siendo esclavos de una ley tiránica y vivir en España era vivir sin bienestar, sin ilustración y sin libertades ni derechos humanos de cualquier clase”. “Semejante estado calamitoso de cosas habría de finiquitar con el anhelado cual feliz advenimiento de la República Federal, de la Federación Española, pues que no queremos esclavos, ni ignorantes, ni hambrientos, ni opresores”.
¡Guerra a la Ordenanza, Matrícula de Mar, a todas las tiranías! ¡Levantemos a gran altura el estandarte de la Libertad, de la Igualdad, del Derecho! ¡Guerra a los ricos! 0 República Federal o Muerte. ¡Salud y República Social!
El centralismo de Madrid irrita a toda la periferia peninsular por que les chupa sus riquezas, administraciones, libertades históricas colectivas. La tenía matritense es una solitaria que jamás colma insaciables estómagos. “Centro monopolizador”, le llaman.
Contra esto, el cantonal tiene su lenguaje mimado: “Hijos del Cantón”, “Hermanos Federales”, “Pronto a sacrificarse por la felicidad de sus conciudadanos”. “Afortunadamente, el pueblo tiene la bandera de la Federación a que abrazarse para salvar la Libertad y la Justicia y la Igualdad”.
De aquí saldremos muertos o con la república votada
Mientras se escribía la contestación de las Cortes reunidas al rey dimisionario, salió Figueras a un balcón y afirmó: “De aquí saldremos muertos o con la República votada”.
Selva histórica de aquellos 11 meses. Año de manigua. Luminosa u obscura. Millonadas de mariposas y de zánganos. Armas hostigándose impurodosamente. Personalismos sin freno. Imposibilidad de funciones históricas. Mas el federalismo...
Desde la Tribuna de la Prensa acotaba un informador: “La idea federal es hermosa, mi mayor encanto, la ilusión de mi vida en ésta y en todas las tierras que visito. Pero dudo, ¡ay!, que pueda implantarla de una manera positiva y duradera un pueblo que como quien dice ha roto el caserón del absolutismo”.
Estábamos en la madrugada del 3 de enero de 1874. La votación de confianza se deslizaba triste y somnífera por otro gobierno republicano. Sobre el Congreso se cernía pesada atmósfera. Gran tempestad en la Historia de esta vejancona Patria. Las papeletas decidirían. Retumbó un trueno. Tembló el edificio. Se estremecieron los nervios de los señores diputados. Salmerón dijo éstas fatídicas frases: “Hace pocos momentos he recibido un recado u orden del Capitán General de Madrid creo que debe ser ex-Capitán General-, quien por medio de sus ayudantes nos conmina para desalojar este local en un tiempo perentorio”.
Estruendosos clamores: “¡Todos somos unos! ¡Todos somos unos para defender la República!” Un cronista parlamentario no pudo contenerse: “¡A buenas horas mangas verdes! Majaderos fuisteis. Sed ahora ciudadanos y dejaos matar en vuestros asientos”. Y se sabe lo demás entre los generales Pavía, Primo de Rivera y Martínez Campos, hasta la proclamación del Rey en Sagunto.
La mano y el arma que mataba al Cantón, mató a la República con las fallas, complacencias, complicidades de los republicanos parlamentarios, centrista y sus equipos gubernamentales. Los monárquicos estaban en candelero y eran el alma perversa de todo aquel desaguisado contra la robusta España. No diéronse descanso. Cantón y República cayeron simultáneamente. “Sin transic”.
El generalato envidiaba que lo mejor de sus compañeros adquiriesen méritos en la plaza más fuerte peninsular, siendo así que, inmediatamente después del Cantón, los mejores fueron llamados al escalafón con todos sus nombramientos y honores. Esto les desespero a los generales y coroneles “favoritos”. Pero es digno mencionar que, tras el abrazo de Vergara entre Maroto y Espartero, los liberales reconocieron en los carlistas todos sus rangos y honores profesionales. Mas los liberalotes salen siempre y en todo perdiendo...
Antinomia régimen-pueblo
La inadecuación entre el régimen y el pueblo -extremista por naturaleza y curioso de novedades o sana idea- determinó la causa remota de esas caídas monárquico-republicanas y cantonales por la pura fuerza más brutal. No hubo cantonalismo español, y, lo que resultó nacionalmente, quedo en peripecia. Sólo tuvimos, en puridad, cantonalismo totalmente murciano y trascendentalmente cartagenero. Su virtud consistió en irritar militares, estadistas, burócratas y politicajos de la Asamblea Nacional.
Este Cantón deshizo los cuadros militares y jerárquicos del Estado, se trago muchos titulares y entorchados, superó a la democracia misma recién instaurada oficialmente en el área nacional, demostró la inocuidad de los refritos políticos, la inexistencia o falacia política de los partidos tradicionales y dinástico, así como que la Reacción carece de fuerzas vivas morales.
Precisamente, apenas si los eruditos se ocupan de eso. El historiador oficial o convencionalista no le presta mayor atención. Si alguien lo hace, minimiza tan graves repercusiones de este episodio tan histórico y aleccionador de la España contemporánea, más gravemente en una provincia arrinconada.
Panorámica de un siglo. Ingenuidad. Gesta. Paladines. Admiración para comprenderlos. Porque aspiraban a un mejor sistema de convivencia común ibérica.
Lo que salio al final
Ni el elemento liberal ni el elemento borbónico quieren perecer. Para pescar lo que pueden pescarse, se alían y buscan un dogmaque hallan enseguida. Aquí hay dogmas demasiados para todo. Y se aprestan a comulgar con el borbonismo que abre sus antesalas al culto del Funcionarismo o la empleomanía de la podrida burocracia. Sagasta y Cánovas gobernaron esos reinos venturosos…
Y pensar que don Práxedes Mateo fue uno de los de la “Zaragoza” que destronaron a los borbones... Cánovas del Castillo estaba en lo suyo, pues fue el conspirador civil del alfonsismo.
La vuelta al mundo de la “Numancia”
Con la flor y nata del cantonalismo, la “Numancia”, buque pirata, se dio a navegar. En esto llegaron a Montevideo, donde encontraron descanso, alegría, víveres y frescor de tratos españoles. También allí había terminado la guerra fratricida, que se hacía por pasar el rato.
Los cantonales viéronse apelar, por los niños de la Ciudad Vieja o Puerto, gachupines, gallegos, patones y godos. Proa hacia la Tierra de Fuego, un día claro y sereno favoreció el paso frente al morro de Santa Agueda con imponente paisaje. Punto en que humillan los Andes sus moles ante la mordedura del océano.
Aquellos españoles contemplaban a estribor las cimas nevadas, abruptos cantiles, masas rocosas, vagos toques de vegetación. A babor veían la Tierra de Fuego, avispero de cráteres fríos y vestigio de terribles cataclismos. Causaba espanto. Y les sugería la idea de un planeta muerto y perdido en los espacios siderales.
Desentrañados en lejanas latitudes, Espronceda les cantaría su “Cancion del Pirata”.
Finalmente la fragata fue a parar al dique flotante de Cartagena, entre aquella serie de colinas y cerros que hacen llamativa, seductora e inexpugnable a la antigua capital ibérica cartaginesa.
Publicado y Producido por Grupo Cultural de Estudios Sociales de Melbourne y Acracia Publications
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