miércoles, 26 de julio de 2017

Zeppelin sobre Cabo de Palos, con el faro al fondo, el 2 de junio de 1935.
Zeppelin sobre Cabo de Palos, con el faro al fondo, el 2 de junio de 1935. 

LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁNCartagena
El faro de Cabo de Palos se encuentra estos días de plena actualidad. La petición mediante una Proposición no de Ley, para que este faro se convierta en «una infraestructura turística» ha provocado reacciones de todo tipo, incluidas movilizaciones populares que rechazan taxativamente ese uso, al considerar que pone en peligro su acceso libre y su propia protección como BIC.
A nosotros nos da pie para conocer algo más de este emblemático edificio, en concreto cómo se realizó su construcción, hace ya más de 150 años.


En un principio, en este mismo emplazamiento se situaba la llamada Torre de San Antonio. De su existencia aparece documentación ya en el siglo XVI, primero como atalaya y posteriormente como torre de defensa. Formaba parte del sistema defensivo del Mar Menor en la época moderna y contemporánea que, como objetivo primordial, tenía la vigilancia y salvaguarda del litoral y su zona adyacente de la amenaza marítima turco-berberisca.
Durante 284 años cumplió esta misión, su uso militar la convirtió en un bastión capaz de defender un gran tramo de costa. De planta hexagonal, su altura total era de 13,70 metros con un talud exterior en las caras del hexágono de 1,16 de altura, la corona del torreón era una plataforma enlosada resguardada con un antepecho todo alrededor de un metro con cañoneras en cada lado, en donde se emplazaban cuatro piezas, la fachada era de mampostería ordinaria con ángulos de sillares, en su interior existía repuesto de pólvora, aljibe y dos habitaciones de fábrica de ladrillo y cubierta de madera.
La intención en principio consistía en la posibilidad de recrecer la torre y reforzarla de forma que pudiera servir de faro. Finalmente, el 12 de agosto de 1862, y con la autorización del Ministerio de Guerra, esta torre fue destruida, demolición realizada a pico con palancas y barras de hierro, pero procurando evitar que, tanto el mampuesto como los sillares de los seis ángulos de la torre y cornisas, cayesen al mar, y así poder ser aprovechable el material para la nueva obra que, no era otra que el propio faro.
Desde que se planificó su construcción se presentaron hasta cuatro proyectos de los ingenieros Constantino Germán (1839), José Mª Borregón (1857), Carlos Mondéjar (1859) y Leonardo de Tejada (1862), y fue el de este último el que finalmente se ejecutó, bajo la dirección del ingeniero de Caminos Canales y Puertos Evaristo Churruca.
Churruca estaba emparentado con el famoso marino Cosme Damián Churruca, héroe de la Batalla de Trafalgar. Dirigió diversas obras en la provincia de Murcia, donde construyó los faros de Cabo de Palos y Portmán; posteriormente se trasladó a Puerto Rico y Cuba donde realizó grandes infraestructuras, finalizando su obra en la construcción del puerto exterior de Bilbao y de la canalización del río Nervión.
Bajo la dirección de este ingeniero se construyó el faro, con las piedras reutilizadas de la antigua torre y las traídas de la cantera de Salcinar, a 11 kilómetros de distancia, de dureza extraordinaria, vidriosa y difícil de trabajar. La cubierta fue ejecutada con cuarterones y las fisuras rellenas de yeso. Encima de ella se dispuso una capa de hormigón hidráulico sobre el que se colocaban baldosas. Los pavimentos originales procedían de la fábrica de Nolla de Valencia.
Es el propio Churruca quien nos describe el edificio: cuadrado de dos pisos, construido en su totalidad de sillería, de cuyo centro se eleva la torre hasta una altura de 80,34 metros, el edificio mide en su extensión superficial unos 370,56 metros cuadrados, distribuyéndose en su interior: habitaciones para los ingenieros, sala para alumnos, dormitorios, sala, cocina y retrete para cada torrero y almacén de efectos. También contaba con un aljibe.
La característica de este faro, su monumentalidad, determinada por su altura al tener que levantarse en una gran altura para salvar la poca elevación del terreno, y por otra, el haberlo escogido para albergar una escuela de torreros lo que le dio al edificio unas dimensiones mucho mayores que las habituales.
Las obras concluyeron el 18 de diciembre de 1864 con la instalación de una linterna y un aparato óptico de la casa francesa Henry Lepaute, alimentado por aceite de oliva y, posteriormente, por parafina de Escocia y petróleo común.
En 1919 se instaló la lámpara Chance Brothers, de 85 milímetros, que prestó servicio hasta 1960, fecha en que el faro fue electrificado, y entre 1981 y 1982 se instalaron un radiofaro omnidireccional, una sirena acústica para la niebla y una estación omega diferencial. Actualmente todos estos sistemas han desaparecido y, desde 2002, el faro cuenta con una estación DGPS que forma parte de la red nacional.
Nadie como este faro ha sido testigo de naufragios y grandes tormentas, siempre al servicio de la navegación, emergiendo sobre su sólido plinto prismático, esta columna enorme, gris, sola sobre la roca junto al mar.
Y así debería continuar.

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