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Capítulo XXXI
Madurada por Cervantes la cuarta tentativa de fuga, veamos cómo, por culpa de otro traidor, fracasó, igual que las anteriores. Habla de nuevo el propio Miguel: «En el año de mil e quinientos y setenta y nueve, en el mes de setiembre, estando en este Argel un renegado de nación español, y que decía que su padre era de Osuna, y él ser natural de Granada, y siendo cristiano se llamaba el licenciado Girón, el cual se vino a hacer moro a esta tierra de Argel, y en moro se llamaba Abderráhmen; entendiendo... Miguel de Cervantes que el dicho renegado mostraba arrepentimiento de lo que había fecho en hacerse moro, y deseo de volverse a España, por muchas veces le exhortó y animó a que se volviese a la fe de Nuestro Señor Jesucristo; y para esto hizo con Onofre Ejarque, mercader de Valencia que entonces se hallaba en este Argel, diese dineros, como dió, más de mil e trezientas doblas, para que se comprase una fragata armada, persuadiéndole que ninguna otra cosa podía hacer más honrosa, ni al servicio de Dios y de Su Majestad más acepta, lo cual ansí se hizo; y el dicho renegado -[40]- compró la dicha fragata, de doce bancos, y la puso a punto, gobernándose en todo por el consejo y orden del dicho Miguel de Cervantes...» (1).
El Argel de hoy.—Vista general de la ciudad.
El cual; «deseando servir a Dios y a Su Majestad y hacer bien a cristianos, como es de su condición, muy secretamente dió parte de este negocio a muchos caballeros, letrados, sacerdotes, y cristianos que en este Argel estaban cativos, y otros de los más principales, que estuviesen a punto e se apercebiesen para cierto día, con intinción de hacerlos embarcar a todos y llevar a tierra de cristianos, que sería hasta número de sesenta cristianos, y toda gente la más florida de Argel... » (2). «Estando todo este negocio a punto y en tan buenos términos, que sin falta subcediera como estaba ordenado, el negocio fué descubierto y manifiesto al rey Hazán, que era deste Argel, e según fama pública y notoria se lo envió a decir por Caybán, renegado florentín, y después en persona se lo confirmó, el doctor Juan Blanco de Paz, natural de la villa de Montemolín, junto a Llerena, que dicen haber sido fraile profeso de la Orden de Santo Domingo en Santisteban de Salamanca; por lo cual el dicho Miguel de Cervantes -[41]- quedó en muy gran peligro de la vida, y dende entonces quedó mal y en gran enemistad con el dicho doctor Juan Blanco, por ser cosa cierta que él era descubridor y ponía a riesgo tantos cristianos y tan principales... » (1).
El Argel de hoy.—Vista de la parte Norte de la ciudad.—Las azoteas de la Alcazaba (antigua ciudadela turca).
«Divulgándose y sabiéndose que el rey Hazán tenía noticia deste negocio, y que disimulaba por coger a los cristianos en el fecho, cortados todos de miedo, por ser cruelísimo contra cristianos, Onofre Ejarque, que había dado el dinero para la dicha fragata y era participante de todo, temiendo que el Rey de todo estaba informado, no hiciese con tormentos y que el dicho Miguel de Cervantes, como más culpado de todos, manifestase que eran en el negocio, y el dicho Onofre Ejarque perdiese la hacienda, la libertad y quizá la vida, cometió y rogó y persuadió al dicho Miguel de Cervantes se fuese a España en unos navíos que estaban para partir y que él pagaría su rescate; a el cual el dicho Miguel de Cervantes respondió, animándole, que estuviese cierto que ningunos tormentos ni la mesma muerte sería bastante para que él condenase a ninguno, sino a él mesmo; y lo mesmo dijo a todos los que del negocio sabían, animándoles que no tuviesen miedo, porque él tomaría sobre sí todo -[42]- el peso de aquel negocio, aunque tenía cierto de morir por ello; y al cabo de poco tiempo el rey mandó con público pregón buscar a el dicho Miguel de Cervantes, que se había escondido hasta ver el movimiento que el rey hacía, so pena de la vida a quien le tuviese escondido...» (1). «En conformidad de esto, viendo el dicho Miguel de Cervantes el cruel bando que contra quien le tuviese escondido se había echado, por respecto que no viniese mal a un cristiano que le tenía escondido, y temiendo también que si él no parescía, el rey buscaría otro a quien atormentar o de quien saber la verdad del caso, luego de su propia voluntad se fué a presentar ante el rey, e amenazándole el dicho rey con muchos tormentos que le descubriese la verdad de aquel caso y qué gente llevaba consigo, y mandándole por más atemorizarle, poner un cordón a la garganta y atar las manos atrás, como que le querían ahorcar, el dicho Miguel de Cervantes nunca quiso nombrar ni condenar a alguno, diciendo siempre al rey, con mucha constancia, quél fuera el autor y otros cuatro caballeros que se habían ido en libertad, los cuales habían de ir con él, y que si más gente había de llevar, que ninguno lo sabía ni había de saber hasta el mesmo día; por lo cual el dicho rey se indignó mucho contra él, viendo cuán diferente respondía de lo que le estaba informado por el dicho doctor Juan Blanco; y ansi, lo mandó meter en la cárcel de los moros, que estaba en su mesmo palacio, y mandó con gran rigor le tuviesen a buen recaudo, en la cual cárcel le tuvo cinco meses con cadenas y grillos, donde pasó muchos trabajos, con intención de llevarle a Constantinopla, donde si allá le llevaran, no podía tener jamás libertad (2); ni la tuviera, si no fuera quel muy reverendo señor padre fray Juan Gil, redentor de los cativos de España por Su Majestad, movido de compasión de ver en los peligros en que estaba el dicho Miguel de Cervantes, y de los muchos trabajos que había pasado, con muchos ruegos e importunaciones y con dar quinientos escudos de oro, en oro, al dicho rey, le dió libertad el mismo día y punto quel dicho rey Hazán alzaba vela para volverse en Constantinopla» (3).
Relatado sucintamente el hecho por su propio protagonista, veamos los pormenores que lo completan, según las declaraciones de los testigos en laInformación de Argel. Pero determinemos antes cuándo tuvo lugar. Cervantes y ellos sólo dicen que las conversaciones con Girón o Abderráhmen,-[43]- para la compra de la fragata, comenzaron en Septiembre de 1579; que el Rey, descubierta la tentativa de fuga, encerró a Miguel en la cárcel, donde le tuvo cinco meses (1), con intención de llevarle a Constantinopla, y que su rescate sucedió el mismo día en que Hazán alzaba vela para volver a la capital del Turco.
Como esto no aconteció hasta 19 de Septiembre de 1580, podría suponerse que Cervantes no fué encarcelado sino cinco meses atrás, o sea en Abril, y que, por tanto, siendo el encierro causa inmediata de la tentativa, ésta se verificó en el expresado mes. Nada más erróneo. De las expresiones de la carta de Miguel a Antonio Veneziano (que veremos luego), fechada a 6 de Noviembre de 1579, donde habla de ser «tantas las imaginaciones que le fatigan», y de su esperanza de hallar «tiempo de más sosiego», puede inferirse sin dificultad que el acontecimiento ocurrió en Octubre, y que debió de estar en estrecha prisión (no como anteriormente, en el baño del Rey, sino en la cárcel de los moros de su mismo palacio) hasta Marzo de 1580, en que se atenuaría el rigor, y, con las restricciones naturales, siempre desde luego con la cadena al pie, -[44]- volvería al baño y a pisar las calles de la ciudad argelina. Fué entonces cuando Hazán, para más asegurarse de él y habiendo regresado de Tetuán Dalí Mamí, lo compro de éste por 500 escudos de oro, pensando doblarle la cantidad cuando tratara de rescatarse. Agreguemos de pasada que, pocos días antes de descubrirse este cuarto intento de fuga, Miguel tuvo la satisfacción de ver redimido a fray Jorge del Olivar, quien salió para Valencia en el mes de Septiembre, después de haber permanecido trece meses cautivo en rehenes (1), como se indicó.
Los detalles que aportan los testigos, concordes, además, con los puntos del autorrelato de la aventura, son de singular importancia. Alonso Aragonés depone que conoció al renegado Girón y vió a Cervantes en su compañía, y que «todo lo solicitaba, andaba y procuraba», porque él fué uno de los que Miguel llamó y aconsejó se apercibiesen para el negocio. Y que, estando ya cerca y a pique de la partida, la cual con ayuda de Dios viniera a efecto por el buen orden que Cervantes había dado, y hallándose todos los cristianos alegres y contentos, viendo cuán prósperamente hasta aquel punto habían sucedido las cosas y que no quedaban sino dos días para la partida de la fragata, supo que el renegado Caibán conocía el negocio y lo había dicho al Rey, y después fué pública voz y fama haberlo revelado «un Juan Blanco de Paz, cativo del mismo rey..., que este testigo ha oído decir fué fraile de Santo Domingo, profeso, en Santisteban en Salamanca..., y que le habían dado un escudo de oro y una jarra de manteca por ello»; el cual «puso en riesgo de perder la vida a Cervantes», a quien «acusó principalmente y dió por autor de todo». Añade que se tenía por entendido que si el rey le encontraba, «no escaparía con la vida, o por lo menos sin orejas ni narices». Pero él, temiendo que el Rey no atormentase a otro cristiano, se presentó delante de Hazán Bajá, «el cual se holgó mucho de tenerlo en su poder, creyendo saber de él toda la verdad del negocio y destruir a Onofre Ejarque y a Baltasar de Torres». Sin embargo, Cervantes, «no haciendo caso de las crueles amenazas que le hacía, ni las promesas que le prometía, jamás quiso condenar a ninguno..., dando tales salidas a las preguntas que el rey le hacía»..., que Hazán Bajá «quedó confuso y satisfecho, sin poder averiguar la verdad»; en lo cual «mostró grandísimo ánimo y discreción, resumiendo el -[45]- negocio en sí solo», pues si dijera lo que sabía, «muchos caballeros que estaban en el negocio, tenidos por sus patrones y amos por gente pobre, fueran descubiertos y vinieran a manos de Hazán Bajá..., de quien no se rescataran sino por precios excesivos» (1).
Diego Castellano aporta igualmente al relato de Cervantes algunos pormenores de interés. Fija la adquisición de la fragata en «mil e quinientas doblas», y el número de cristianos a quienes avisó Miguel para embarcar, en «más de sesenta», entre ellos el testigo, y que en todo no le movía «sino ser buen cristiano y hacer en ello mucho servicio a Dios y a Su Majestad». Castellano, por ende, nos revela que fué él quien «tuvo escondido al dicho Miguel de Cervantes en cierta banda secreta y le fué a avisar de lo que pasaba»,- y que pareciéndole a Miguel que si no se presentaba al Rey haría mucho más daño que presentándose, se atrevió a ir delante de Hazán Bajá, «fiándose de su buen ánimo, que, por muchos tormentos que le diesen, no condenaría a nadie, sino a sí propio; y así, se puso en manos de un arráez muy grande amigo del rey, que se dice -[46]- Morato Ráez Maltrapillo, renegado español, para que él le entregase al rey, por que le viniese menos daño» (1).
Rodrigo de Chaves era también participante en la aventura, y, respecto del doctor Blanco de Paz, dice que tenía estrecha amistad con él, a quien confiaba sus secretos, y que «no embargante hacerle la maldad que hizo en quitar la libertad a tantos cristianos, personas principales y honradas, levantó y arguyó que el doctor Domingo Becerra, que al presente estaba esclavo en el baño del rey de Argel, era el que había descubierto y sido parte de que no tuviese efecto el dicho negocio, a lo cual él se descargaba, culpando al dicho doctor Becerra y amenazándole que le había de cruzar la cara, porque él era el que le había quitado la libertad a él y a los demás, lo cual paresció después ser verdad que el dicho Juan Blanco era el que lo había manifestado al rey y no el doctor Becerra; y viniendo en tiempo de la Semana Santa, que es el tiempo que los cristianos se suelen confesar y comulgar, confesó y comulgó Juan Blanco, y no le fué a pedir perdón al doctor Domingo Becerra del testimonio que le había levantado, notable, de lo cual dió escándalo a los demás frailes y cautivos que había en Argel». Confirma asimismo Chaves que, descubierta la tentativa de evasión, Miguel «se excusó y escondió algunos días», y que después, para que ninguno de los comprometidos padeciese, presentóse al rey Hazán «por mano y tercería de un arráez desta ciudad, que se dice Morato Ráez Maltrapillo», echándose a sí la carga y culpa «con grande ánimo, constancia y discreción»; sabido lo cual «por todos los cristianos cautivos de Argel, fué loado y tenido en más reputación y corona que de antes» (2).
Asiente a lo anterior, así como a todo lo demás, Hernando de Vega, agregando únicamente sobre la entrevista de Cervantes y Hazán, que fué «trance peligroso» (3).
Juan de Valcázar, estaba, como dijimos, de viaje con su patrón cuando el intento de fuga, y oyó hablar del asunto públicamente a su regreso, en que halló a Cervantes «preso en la cárcel del rey de Argel»; pero anteriormente, encontrándose en Tetuán, supo todo por el propio renegado Girón, «que era su amigo y no le tenía nada encubierto, y sobre ello fué desterrado de Argel; y así, se fué para el reino de Fez, y está en el dicho Tetuán» (4).
Poco más agrega Domingo Lopino: que era también consorte en el -[47]- negocio, y que Miguel, por su buen juicio ante Hazán Bajá, «quedó libre y descargado, aunque ha padecido mucho tiempo de prisión» (1).
El Argel de hoy.—El Almirantazgo.—El semáforo y las construcciones situadas a la derecha se levantan sobre ruinas de la época española. Al pie del semáforo existe todavía (esculpido) un gran escudo con las armas de España. Se dice que este peñón fué unido a tierra arrojando al mar los cañones y restos de la escuadra de Carlos V en 1541.
Igualmente era partícipe el toledano Fernando de Vega, y «así él como los demás anduvieron muchos días con gran contento, esperando por momentos su libertad». Sobre la traición dice que, hallándese un día en el baño del Rey, donde se encontraba de ordinario Juan Blanco de Paz, estando allí el testigo, «que lo metió dentro su patrón unos días, por cierto enojo, vido que en el dicho baño reñían unos frailes que estaban allí, con Juan Blanco, e le llamaron al susodicho, detrás, leño, diciendo que él había fecho perder la libertad a tanto número de cristianos principales» (2).
Otro de los participantes, que se halló presente a las negociaciones entre Miguel, Girón y Onofre Ejarque, era el maestro Cristóbal de Villalón, natural de Valbuena, junto a Valladolid, «de edad de cuarenta y cinco años, poco más o menos». -[48]-
Este personaje merece aquí unos párrafos antes de continuar la narración. Es persona distinta (contra lo que se ha creído durante mucho tiempo) del autor del Viaje de Turquía; pero no por ello ha de negársele su condición de hombre de letras. Se trata del maestro Villalón, aunque tampoco pueden pertenecerle El Crótalon, ni el Diálogo de las transformaciones de Pitágoras, que corren con su nombre, y que, por su estilo, revelan dos personas diferentes. En el «Diálogo III de los Mártires» (División tercera), de la Topographia de Argel, conversan el doctor Sosa y Amud, hijo de renegado y renegada, yerno del judío alcaide Mahamet. Habla el doctor Sosa de unos hijos del alcaide Cid Aut, casado con Axa, hija de Jahaya, que gobernó algún tiempo Argel, los cuales hijos murieron a poco de nacer, atormentados del demonio, que los ahogaba y mataba. «Verdad dices (exclama Amud), ni yo te la negaré todas las veces que la dijeres; y ahora me acuerdo que un día yo y tú tratamos deso». Y contesta Sosa: «Sin que tú me lo dijeses, ya lo sabía yo de maestro Cristóbal Villalón, aquel tan honrado cristiano español, esclavo del mismo alcaide Daut, que bien conoces y aquí viene algunas veces, el cual los ha visto con sus ojos a todos morir de la manera que dije».
Era, pues, un hombre de facultad el compañero de Cervantes, y no repugna que escribiera algún libro; pero le son en absoluto ajenos el Viaje, El Crótalon y el Diálogo.
En cuanto al Cristóbal de Villalón autor de El Escolástico, debió de nacer hacia 1505, probablemente en Cuenca de Campos (Valladolid), la villa del ilustre de los Condestables.
A los quince o dieciséis años pasó a estudiar a la Universidad de Alcalá, donde, según el «Libro de grados» de ella, estante en el Archivo Histórico Nacional, recibió el grado de bachiller en Artes el domingo 23 de Abril de 525. Aquel mismo año trasladóse a la Universidad de Salamanca, sin duda a la Facultad de Teología. En este diálogo El Escolástico (manuscrito de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia), trazado a la manera de los de Platón, y de Macrobio en sus Saturnales, con fuertes reminiscencias de El Cortesano de Castiglione, dice (lib. I, cap. 2): «En el año del Señor de mil y quinientos y veynticinco yo me hallé en esta bienaventurada Universidad, trabajando en mi estudio por coger della aquel fruto que suele distribuir». Terminados sus estudios en la de Salamanca, marchó a la de Valladolid, y allí desempeñó, desde 1530, la cátedra de repetición de Lógica. En esta ciudad y en Marzo de 1532 entró al servicio del Conde de Lemos, como profesor de latín de sus hijos, con el que acabó pleiteando en 1537, por no abonarle su salario de 8.000 maravedís. Siguió en la Universidad con su cátedra de Lógica hasta 1545, en que, a 29 de Junio, graduóse de licenciado en Teología, pero subordinado a la decisión -[49]- del Consejo Real, lo que permite sospechar que descendiera de sangre judaica. Piérdense luego sus rastros, aunque no abandonaría sus funciones docentes, y sólo se sabe que en 1558, fecha de la publicación (en Amberes) de suGramática castellana, vivía, según confiesa, en una aldea próxima a Valladolid, dedicado a estudios de Sagrada Escritura y gramaticales.
Su primera obra, la Tragedia de Mirrha (Medina del Campo, 1536), inspírase en el libro X de las Metamorfosis de Ovidio. Siguió la Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente (Valladolid, 1539), consagrada a fray Alonso de Virués; y a ésta el Provechoso tractado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprovación de usuras (Valladolid, 1541), que dedicó a don Francisco de Navarra y tuvo bastante éxito, pues reimprimióse dos veces en 1542, una en Valladolid y otra en Sevilla, y en edición corregida y aumentada, en la primera de estas ciudades, en 1546. Sólo de las cinco obras últimas existe seguridad de haberlas compuesto un mismo Cristóbal de Villalón, humanista, gramático y teólogo, de criterio independiente, de carácter mordaz y satírico y aficionado a Erasmo. El Crótalon, el Diálogo de las transformaciones de Pitágoras y el célebreViaje de Turquía, trabajos erasmistas también, pertenecen, sin embargo, a otros autores. La sátira social El Crótalon y el Diálogo de las transformaciones dimanan de distinta pluma, no obstante que una haya inspirado -[50]- la otra y ambas exploten las mismas fuentes de sabor lucianesco. En cuanto al Viaje de Turquía, un erudito francés, Marcel Bataillon, lo ha atribuído al famoso doctor segoviano Andrés Laguna (1499-1560), en su libro Érasme et l'Espagne (París, 1937, Págs. 712 y sigs.); pero su curiosa disertación requiere pruebas más sólidas (1).
Indudablemente, el estilo y materia de El Crótalon y del Diálogo difieren por completo de las obras del autor de El Escolástico. El castellano es torpe y confuso; la narración, pesada. Con razón decía A. Morel-Fatio de El Crótalon, en sus Études sur L'Espagne (pág. 165), que eralourdement pédant et enchevêtré. El Viaje de Turquía, en cambio, puede calificarse de joya literaria de primer orden, muy digna (aunque no sea él su autor) del eminente comentarista de Dioscórides: revela a un helenista profundo, de vasta lectura, doctísimo en ciencias, médico y filósofo, gran conocedor y viajero del mundo, que domina el castellano maravillosamente y lo matiza con una riqueza de tonos tan sabrosa, que causa sumo deleite, y la suave ironía corre desbordante por las páginas en una serie de observaciones verdaderamente geniales. En el ms. más antiguo (Biblioteca Nacional de Madrid, núm. 3.871) el prólogo va fechado a 1.o de Marzo de 1557.
Esto arguye contra el Cristóbal de Villalón autor del Escolástico, que nace en 1505 y no parece estuviera en Turquía, y contra su homónimo, él testigo de Cervantes, que viene al mundo en 1535. ¿Serían parientes, deducido de su oriundez vallisoletana, aquél de Cuenca de Campos y éste de Valbuena de Duero? Se ignora; mas los Cristóbal de Villalón no eran raros en la comarca. Narciso Alonso Cortés halló noticias y -[51]- documentos de un mercader y borceguilero del mismo nombre, y de algún otro habló también Serrano y Sanz.
En resumen, el Villalón cautivo en Argel era un maestro, pero no debe confundirse, por razones cronológicas, con los autores, todavía por identificar, del Viaje de Turquía, El Crótalon o el Diálogo de las transformaciones de Pitágoras. Conoció a Cervantes en 1576, según laInformación (respuesta a la pregunta II): «A la sazón quel dicho miguel de cerbantes se perdió y fué traído para argel, este testigo estaua en Tenes, que era su patrón gobernador de aquella tierra; pero a cabo de poco tiempo vino para argel, que fué el año siguiente». Con ocasión de la cuarta tentativa de fuga, Miguel le comunicó su propósito. No es cierto, contra lo que se ha escrito, que fuese de sus primitivos amigos y compañeros de cautividad, pues de los sucesos referentes a Cervantes anteriores a aquella aventura, sólo habla de oídas; ni tampoco que se liberara con él en 1580.
Volviendo a su deposición, manifiesta que cuando Cervantes se fué a poner en manos de Hazán Bajá, le dijo «que no se escondiese ni tuviese miedo ninguno, que él en semejante ocasión usaría el término que deben usar los hombres de valor, ánimo y constancia; y así, este testigo se reportó y no hizo ausencia y tomó grande ánimo». Añade que Miguel, a -[52]- todos los comprometidos «les enviaba a decir dende la prisión, que si alguno prendiesen, que se descargase con él, echándole a él toda la culpa» (1).
Más interés ofrecen las declaraciones del alférez Luis de Pedrosa. Antes de quererse fabricar, tratar y empezar a poner en obra la evasión (afirma),Cervantes, «como persona discreta, sagaz y constante, para satisfacerse y enterarse, y para satisfacer a sus amigos y a quien había de dar el dinero para la fragata y otras cosas necesarias y anejas a la prevención della, vino un día a este testigo y lo apartó y llamó en gran secreto y le preguntó que qué persona era el renegado..., y que si tenía voluntad de quererse volver a tierra de cristianos, que se lo dijera y descubriese este testigo, pues eran paisanos ambos a dos y de una tierra». Visto lo cual, Pedrosa le contestó que Abderráhmen, o sea Girón, «era persona de autoridad y tenía buenas prendas, demás de tener buenos propósitos; que llegase a él secretamente por términos discretos, pues Miguel de Cervantes lo era, y podrían ambos conferir el negocio, y luego sentirá en él lo que hay en su pecho, y así, dende entonces se puso en astilleros el negocio». Añade Pedrosa que él era uno de los principales consortes en el asunto, por dos razones: la una por ser el renegado de la tierra y lugar del testigo (Osuna); -[53]- y la otra, por haberle dicho en secreto Cervantes que estuviese a punto para cierta hora que el susodicho le avisase. Termina agregando que después que se supo el valor de Miguel ante Hazán, «cobró gran fama, loa y honra y corona y era digno de grande premio» (1).
El carmelita fray Feliciano Enríquez, de Yepes (Toledo), fué también «uno de los participantes en este negocio, y estuvo preso con el dicho renegado y Cervantes, y aun para algunas prevenciones dió algunos dineros, porque tenía la libertad en las manos». Se halló presente en la entrevista entre Miguel y Onofre Ejarque, cuando éste le propuso inútilmente huir a España en unos navíos que estaban para partir, y adiciona que «estuvo junto con Cervantes en casa del rey de Argel, preso en su cárcel» (2).
Finalmente, el doctor don Antonio de Sosa declara: «Miguel de Cervantes comunicó muchas veces el negocio conmigo, dándome relación de lo que hacía y ordenaba, y cómo, después, lo tenía ordenado y a punto, y me convidó a ser uno de los que en dicha fragata habían de ir; y ansí, no se trató cosa alguna sobre este negocio que el y los dichos mercaderes -[54]- no tratasen y comunicasen conmigo y tomasen mi parecer y consejo sobre ello». Cuando todo estuvo aparejado, Cervantes le avisó para acompañarle en la embarcación, así como a «otros muchos caballeros, sacerdotes y letrados y criados de Su Majestad y cuasi toda la flor de los cristianos que entonces había en Argel», por lo cual «se debe muy mucho al valor deCervantes».
Cuanto a la revelación del negocio, asegura que «fué cosa muy notoria y manifiesta que lo descubrieron al dicho rey Hazán; y se murmuró por todo Argel, y entre todos los cristianos se afirmaba, que Juan Blanco de Paz lo había dicho a Juan (1), renegado del rey; y que después él en persona lo ratificara y confirmara delante, por lo cual Juan Blanco de Paz era muy odiado y mal quisto de todos; y hubo cristianos que me dijeron que estaban para le dar de puñaladas, por haber hecho tal cosa, a los cuales yo rogué y persuadí se dejasen de tales pensamientos y de hacer a un sacerdote cosa tan horrenda como matarle o darle de puñaladas; y en efecto, el dicho Juan Blanco tenía por enemigos a todos los que entraban en este negocio y eran dél participantes, no les hablando y huyendo -[55]- dellos; y particularmente entendí que tenía más enemistad con los dichos mercaderes que dieron el dinero para comprar y aparejar la fragata, como de la boca de los mismos mercaderes lo oí y entendí muchas veces; y también la tenía particular con el dicho Cervantes, a quien luego quitó la habla y conversación, y Miguel de Cervantes también a él; y tenía temor el Miguel de Cervantes, con razón, que le viniese de aquello algún gran mal y pérdida de la vida». Concluye diciendo que Onofre Ejarque le comunicó su intención de enviar aCervantes a España, «y me pareció que acertaba en ello, aunque él no lo quiso aceptar» (1). -[56]-
No podía aceptarlo un pecho tan valeroso como el suyo. ¿Huir dejando comprometidos y a riesgo de perder la vida a más de sesenta cristianos? Esa era razón de mercaderes. El héroe de Lepante rechazó indignado la proposición. Su vida primero, expuesta a la furia de Hazán Bajá, aunque le tachasen de temerario. Mas no era temerario, al buscar la -[57]- intercesión de Morato Ráez Maltrapillo. «Bien sé lo que es la valentía (dirá un día por boca de Don Quijote), que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad; pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde; que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que el avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente, que no el cobarde salir a la verdadera valentía» (1).
Por la vida de los otros, que no por la suya, se apresuró a comparecer ante Hazán Bajá. Ya sabemos que con su valor, ánimo, ingenio, discreción y constancia, echándose a sí solo la culpa de aquella aventura, dejó al rey «confuso y satisfecho». Podríamos añadir que le dejó admirado. De aquí las frases del Cautivo en el Quijote, ya señaladas, de que «jamás le dió palo... ni le dijo mala palabra», etc. (2), contentándose con encerrarlo en su palacio, echándole «dos cadenas y unos grillos» (3), y decir lo que refiere Haedo: «que como él tuviese guardado al estropeado español, tenía -[58]-seguros sus cristianos, bajeles y aun toda la ciudad: tanto era lo que temía las trazas de Miguel de Cervantes» (1).
Pero más que temerle (pues fácilmente podía desembarazarse de él), era que le admiraba; que sus altos pensamientos y grandeza de alma, allá en la obscura conciencia del tirano, ejercían una poderosa fascinación. Nicolás Díaz de Benjumea, que tanto fantaseó sobre el sentido oculto del Quijote, tuvo, no obstante, la fina percepción de ver el primero esta excelencia de Hazán Bajá. «Es bien raro (escribe) que ninguno de los biógrafos de nuestro famoso escritor se detenga a dedicar algunas observaciones sobre la conducta del rey Hazán Bajá en estas circunstancias, tan en contra de su natural inclinación y bárbaras costumbres. Nosotros elogiamos, por ejemplo, el proceder del Conde de Lemos y del arzobispo Sandoval y Fojas, conformándonos con el espíritu del protegido, que dedicó frases de gratitud a estos príncipes cristianos, y, sin embargo, nada se ha dicho en alabanza del tirano... Sin quitar el mérito a ninguno de los beneméritos de Cervantes, bien se ve que es más fácil y natural que un bienhechor confiera beneficios a un protegido, que no que un hombre cruel sea blando y un tirano use de clemencia y misericordia. Bien mirado, Hazán Bajá es el -[59]- único contemporáneo que midió a Cervantes con la verdadera medida de su grandeza, el único que, aun siendo éste joven, adivinó y presintió su gran superioridad y sorprendió en sus actos y en su rostro la marca divina de los grandes hombres. Un momento de falta de esta fascinación, de este imperio misterioso de las almas grandes, habría acabado con una de nuestras mayores glorias, sin que el mundo se hubiera dado cuenta de lo que perdía, pues, realmente, la inteligencia de nuestro ingenio aún no había tenido ocasión de mostrarse. Paréceme, pues, que si alguno de esos curiosos admiradores de nuestro Escritor piensa alguna vez en darnos noticias de los beneméritos de Cervantes, que lo son de la nación española y aun del mundo entero, no debe olvidar de poner en primer término en la lista al renegado veneciano, que, pudiendo haber cortado en flor la vida de nuestro héroe, no sólo no lo hizo, impulsado por un misterioso respeto y admiración, sino que, en su calidad de rey y de amo, hizo el mayor elogio que se ha hecho de Cervantes como valiente hasta lo temerario, al decir que, teniendo seguro a un pobre cautivo, joven y estropeado, tenía seguros sus bajeles, sus riquezas y su reino» (1).
-[60]- Cervantes, pues (reanudando el hilo de su aventura), entró en la cárcel de los moros, en el mismo palacio del Rey, hacia mediados de Octubre de 1579. Desde allí, no sabemos por qué medios, seguía exhortando a los comprometidos, a que le echaran a él toda la culpa. La máquina de sus pensamientos volvía otra vez a imaginar nuevos proyectos de liberación. Tal vez entonces concibiera el magno de adueñarse de la ciudad, de que nos informa Haedo, contando con los veinticinco mil cautivos y la aversión natural de los moros hacia los turcos sus opresores. Empero de ello no hay otras referencias, ni él mismo alude a estos propósitos.
Tampoco ahora le abatió el encarcelamiento, que templaría, como siempre, con el cultivo de sus caras aficiones. Y recordando la deuda contraída con Antonio Veneziano, de ensalzar la constancia de su amor por Celia, tuvo la entereza de escribir doce octavas reales para el poema de su amigo y enviárselas desde la prisión con la carta siguiente:
Leyó Veneziano los versos de Miguel (1), espantado sin duda de que, quien tanto consuelo necesitaba, le consolase, y contestóle con un soneto que, en fueza de sublimarlo, le resultó pedantesco, y donde no se atreve -[61]- a llamarle divino (incola de'celesti orbi Michele), sino afectuosamente, al fìnal, medico, amico e dottor mio ter massimo. Véase:
-[63]- Vuelto Dalí Mamí a Argel hacia Enero o Febrero de 1580, Hazán Bajá, para más asegurarse de Miguel, pasado el enojo y creyendo en su buen rescate, lo compró del renegado griego, según hemos dicho, en 500 escudos de oro. Consecuentemente, en el mes de Marzo sería trasladado desde la cárcel de los moros al baño del Rey, como un cautivo más de éste. Allí, con alguna leve libertad y pudiendo, aunque con su cadena al pie, andar ya por la urbe argelina, reanudaría sus amistades y contraería otras. En el baño volvió a encontrarse y convivir con el perverso Juan Blanco de Paz, aborrecido de todos, y con los caballeros, letrados y sacerdotes a quienes el traidor quitase la libertad. Es de presumir cómo se renovaría el encono contra él a la llegada de Cervantes.
Era Juan Blanco de Paz, ya lo sabemos, de Montemolín, villa extremeña de unos cuatrocientos vecinos entonces, junto a Llerena, perteneciente al maestrazgo de la Orden de Santiago y a su provincia de León. Había nacido en 1538, hijo de Juan Blanco y de Juana Gómez y nieto por la línea paterna de otro Juan Blanco y de Juana García, y por la materna, de Benito González y de Inés Martín. El apellido Paz, de algún ascendente suyo, solían llevarlo en Montemolín y en Fregenal de la Sierra judaizantes reconciliados; y en cuanto al Blanco, abundaba a la sazón entre la gente morisca de Extremadura. Así, no ha de extrañar que el compañero de Cervantes, Hernando de Vega, en la tan repetida Información de Argel, afirme haber oído decir que Juan Blanco de Paz era mudejar. De donde parece seguro que tenía sangre de moro y de judío. Buena alhaja, si se tiene en cuenta que los mudéjares daban ciento y raya a los judíos, según aquel antiguo refrán: «Si el judío va llorando, el mudéjar lo ha engañado». No se sabe dónde ni cuándo hiciera sus estudios hasta graduarse de doctor en Teología, ni cuándo ni dónde recibiera las sagradas órdenes del presbiteriado. Lo indudable es que había sido fraile profeso de la Orden de Santo Domingo en el monasterio de San Esteban de la ciudad de Salamanca, y que de él, sin duda por faltas graves, fué expulsado y volvió a su villa natal. Desde ella, a fines de 1575 y llamándose tan sólo Juan de Paz (quizá para no escandalizar a los inquisidores), solicitó del tribunal del Santo Oficio de la provincia de León, residente en Llerena, se le nombrase comisario titular de él. Verificadas las pruebas y aprobadas, en 31 de Enero de 1576, le fué expedido el título de comisario ¿Qué tramaba asi el entonces llamado Juan de Paz? Nada bueno, seguramente. A poco de obtenido el nombramiento, pasó a Roma, con la intención tal vez de calumniar allí a los padres dominicos de Salamanca, como años adelante había de calumniar a los trinitarios que en mal hora le redimieran de Argel. Y bajo esta presunción escribe el docto de quien tomamos las precedentes noticias: «Por bien afortunado debe estimarse el hombre que en -[64]- una larga vida no tuvo la desgracia, de tropezar con personas del jaez de Blanco de Paz. Almas hay tan miserables y ruines, que para pagar el bien que se les hizo, no conocen otra moneda que la que acuña la ingratitud, y por esto dijo un llagado que a ciertos sujetos se les habían de arrojar con honda los favores, porque es muy peligroso permanecer junto a ellos un minuto después de ampararlos. De esta empecatada ralea era el doctor de Montemolín» (1).
Cualesquiera que fuesen sus gestiones en Roma, al regresar a España en una nave gruesa, fué hecho cautivo y llevado a Argel, como se dijo, el 7 de Agosto de 1577. Inmediatamente comenzó a distinguirse por su perversa condición. Reverso absoluto de la virtud de Cervantes, concibió contra él una envidia y odio feroces; y después de su infame traición, al advertir la presencia del héroe en el baño y que había salvado la vida y sentirse afrentado y corrido, redobló su rencor y trató nuevamente de dañarle y perderle, esperando sin duda otra vez (menos que el Iscariote) el escudo de oro y la jarra de manteca.
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miércoles, 7 de agosto de 2013
Tuico con cervantes
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