El milenario enigma de San Ginés de la Jara
Algunos autores creen que era sobrino de Carlomagno; otros, que su cabeza vino desde el Ródano a Cartagena tras ser decapitado
El joven francés Adelardo quería conocer el sepulcro del Apóstol Santiago. Y aunque tuviera tan noble deseo a comienzos del remoto siglo IX no tuvo que ser difícil que lo hiciera realidad, siendo como era sobrino del mismísimo Carlomagno. Así que se embarcó rumbo al puerto de Cartagena, por donde la leyenda recuerda que entró el apóstol en España. Sin embargo, a la altura de Cabo de Palos, la embarcación naufragó. Pero Adelardo extendió su manto sobre las olas y se subió a él. Cuando despertó estaba a salvo en la costa. Allí encontró una cueva que, al principio, le sirvió de refugio y que, hasta no hace muchos años, era bien conocida por los lugareños.
Este es, a grandes rasgos, el arranque de una de las leyendas de la fundación del Monasterio de San Ginés de la Jara, copatrón de Cartagena y cuyo edificio se desploma desde hace años ante la pasividad vergonzosa de las autoridades. Esta versión defendía fray Leandro de Soler, quien en su 'Cartagena de España' (1777) situaba la fundación del eremitorio antes del año 714.
El Licenciado Cascales, en sus 'Discursos históricos de la Ciudad de Murcia' (1621), refiere la supuesta historia del santo Adelardo. Además, anota que en la biblioteca del Rey Felipe II se conservaba un tratado sobre antiguas ermitas y ermitaños donde se recordaba a aquel «varón insigne en santidad, de Nación Francés, de la sangre Real de aquel Reino, y deudo muy cercado del Emperador Carlos Magno».
Al parecer, siendo desterrado Adelardo «por envidias y emulaciones de enemigos, vino a España e hizo vida Heremítica en un desierto cerca de Cartagena, donde vivió tan santamente que su memoria era con gran devoción». Y también porque «ciertos franceses» llegaron para fundar un monasterio en el año 877. Es más, trajeron hasta el cuerpo del santo que se encontraba en la Abadía de Corbey.
Esta abadía fue fundada en el 815 por Adelardo en Renania del Norte (Alemania). «Aunque allá le decían solamente Adelardo, y acá solamente Ginés», apunta Cascales, quien mantenía que el santo había estado en Cartagena en el año 800. El autor, en la obra 'Discurso de la Ciudad de Cartagena', recogía una descripción de la belleza del monasterio a finales del siglo XVI: «Aquí hay calles de naranjos, verdes arrayanes, idumeas plamas, altísimos pinos donceles preñados de su fruta dura, encumbrados cipreses...».
Francisco Henares recogió en su obra 'San Ginés de la Jara' que el santo era hijo de Roldán Magno, rey de Francia y sobrino de Carlo Magno. «Al monasterio llegaría Ginés para hacer vida de ermitaño», escribió Henares, quien añadió que la familia vino a pedirle que regresara para ostentar el trono y él se negó. Y más tarde volvieron para que firmara la renuncia a la corona y él la firmó.
Una vez fallecido, la Casa Real gala ordenó trasladar los restos del ermitaño a Francia, aunque «al llegar allá, la caja debe haber viajado vacía, porque así está al abrirla». El cuerpo había regresado al Mar Menor, donde fue enterrado en lugar desconocido en el Monte Miral. Allí, por cierto, hubo hasta 9 ermitas, de las que apenas quedan seis. Otros mantienen que el Rey de Francia, Roldán, llegó hasta Murcia para encargarse del cuerpo de su hermano. Pero éste tenía un papel entre sus manos donde advertía de que nadie debía moverlo de su sepultura.
Aquel legendario San Ginés de la Jara, según otros autores, era San Ginés de Arlés, que murió mártir un 25 de agosto, cuando se celebra la festividad del patrón cartagenero. En el 'Códice Calixtino', el manuscrito de mediados del siglo XII que fue robado y recuperado en Santiago de Compostela, se recuerda a este santo en una increíble leyenda. El autor consignó que San Ginés, escribano de profesión, fue degollado por negarse a transcribir la orden de persecución dictada por Diocleciano contra los cristianos. Apenas sucedió eso, «cogió su cabeza con sus propias manos y la arrojó al Ródano». Detrás se lanzó él y el cuerpo bajó por el río hasta la iglesia de San Honorato, donde fue enterrado. Pero lo sorprendente, siempre según el 'Códice', es que la cabeza, «corriendo por el Ródano y por el mar, llegó, guiada por ángeles, hasta la ciudad española de Cartagena, donde ahora descansa».
¿Es en realidad musulmán?
Lo que la historia sí refrenda es que en la zona se fundó un monasterio en torno al siglo XV. Pero tampoco falta quien asegure, para aumentar más el brillo de la leyenda, que ya mil años antes existía un cenobio que más tarde, durante la dominación musulmana, fue respetado por la fama de hombre santo de Adelardo. Es más: no faltan fuentes árabes que insistan en que el histórico San Ginés era musulmán. Lo que resulta incontestable es que Alfonso X el Sabio, tras recuperar el Reino, impulsó el monasterio donde recalaron los agustinos. Así lo demostró Torres Fontes en su obra 'El monasterio de San Ginés de la Jara en la Edad Media'. En 1491 llegarían los franciscanos. El Papa Pablo III proclamó santo a Ginés de la Jara en 1541.
Durante siglos se fueron sucediendo sus moradores, hasta quedar en manos de una familia durante la desamortización de Mendizábal. Eran los Stárico y Ruiz. Pero no le harían tanto daño al edificio histórico como otro propietario posterior que destrozó la capilla de La Gloria, con los últimos frescos de Miguel Barroso, quien pintó en El Escorial varias obras. También arrasaron las antiguas celdas y una de las galerías. Eso, sin contar que alicató otra parte con azulejos andaluces y levantó una pared frente a la espléndida fachada renacentista del templo. Un desastre. La última noticia se produjo el pasado 9 de marzo cuando Hansa Urbana, actual propietaria, se comprometió a comenzar las obras de rehabilitación -que le exigió por otra parte un tribunal- en el plazo de tres meses. Ya han pasado cuatro.
La intercesión del santo, como la de la Fuensanta en Murcia, también se remonta a muchos siglos atrás. Otra leyenda establece que en 1677, durante una epidemia infantil, el ayuntamiento eligió a San Ginés como patrón tras introducir en una cántara el nombre de varios santos y sacar uno al azar.
De hecho, aparte de patrón de los vinateros, se le atribuyen muy diversas curaciones que tienen como protagonistas a niños herniados. Sin olvidar que incluso la leyenda establece que llevó a cabo resurrecciones. Ahora, visto el catastrófico estado en que se encuentra, muchos se encomiendan al legendario santo porque están convencidos de que solo un milagro puede salvar este histórico edificio. Pero un milagro gordo.
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