IÑAKI GABILONDO MADRID 11/07/2016 - 09:39 CET
Sólo nos faltaba Obama. Sólo nos faltaban los elogios de Obama a la política económica de Rajoy. Nuestro presidente en funciones transfigurado, levitaba de gozo mientras escuchaba al líder del mundo occidental y todos sabíamos que ahí moría la última esperanza de que Rajoy se enterara de que está acabado, de que es el tuerto en tierra de ciegos y de que solo le queda un último servicio: coser por los pelos unas cuantas alianzas políticas de alta precariedad, montar una legislatura de la señorita Pepis y salir de escena, sin tardar mucho, para que su partido pueda renovarse y podamos todos empezar a hablar de futuro. Pero tras los elogios de Obama me temo que eso hoy es más difícil.
Sólo nos faltaba Obama. Sólo nos faltaban los elogios de Obama a la política económica de Rajoy. Nuestro presidente en funciones transfigurado, levitaba de gozo mientras escuchaba al líder del mundo occidental y todos sabíamos que ahí moría la última esperanza de que Rajoy se enterara de que está acabado, de que es el tuerto en tierra de ciegos y de que solo le queda un último servicio: coser por los pelos unas cuantas alianzas políticas de alta precariedad, montar una legislatura de la señorita Pepis y salir de escena, sin tardar mucho, para que su partido pueda renovarse y podamos todos empezar a hablar de futuro. Pero tras los elogios de Obama me temo que eso hoy es más difícil.
Pedro Sánchez no necesita a Obama para engañarse. Se engaña él solo. Me maravilla su coraje, pero aún más me maravilla su capacidad para negar la desastrosa realidad con un surtido de verdades cuidadosamente seleccionadas y para no comprender que él también está en las últimas. Creo como Borrell que el PSOE está ahora en el "de entrada, no" como cuando lo de la OTAN. Pero que, de salida, la necesidad impondrá, como entonces, algo distinto.
Lo preocupante, investiduras aparte, es que nuestros principales partidos viven con respiración asistida y que con nuestros partidos en su actual situación, España solo está para paseítos cortos, siendo así que la profundidad de nuestros problemas y la importancia de las reformas pendientes necesitan de marchadores de largo aliento.
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