sábado, 16 de marzo de 2013

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  REVISTA ELECTRÓNICA DE ESTUDIOS FILOLÓGICOS

FÁBULAS ANTIGUAS DE CHINA


NOTA DEL EDITOR

En este libro se incluyen 121 notables fábulas antiguas de China, la mayoría de las cuales pertenecen a los siglos III y IV antes de nuestra era y a los siglos XVI y XVII. Hasta hoy día, las fábulas siguen circulando en los labios del pueblo chino y usándose como citas en los textos.
         Los libros citados por primera vez en cada fábula de esta edición son mencionados debajo del texto; sus autores y la época en que escribieron las anécdotas se citan también al final de la página.


PREFACIO
Por Wei Jinzhi*

En este libro se recogen las mejores fábulas antiguas de China, de diferentes periodos. Es fácil notar que en esta colección las fábulas de los siglos III y IV antes de nuestra era y las de los siglos XVI y XVII constituyen la parte más importante, porque en esos dos periodos la fábula china llegó a su apogeo.
         Durante el periodo de los siglos III y IV antes de nuestra era, la dominación feudal de la dinastía Zhou comenzó a derrumbarse y los Estados subdivididos de China se invadieron los unos a los otros. La tierra podía ser vendida y comprada libremente y ciertos nobles se empobrecieron y se convirtieron en gentes sencillas, mientras algunas de estas últimas empezaron a asimilar cultura; por consiguiente surgió una gran cantidad de pensadores y políticos y se desarrolló una competencia entre diversas escuelas ideológicas. Esos pensadores y políticos no sólo habían asimilado la cultura antigua de China y poseían abundantes conocimientos de historia, sino que también visitaban a menudo diversos Estados, se ponían en contacto con las masas y estaban al corriente de la vida del pueblo, y de las fábulas –alegorías inspiradas en anécdotas de la vida y las leyendas históricas– que el pueblo usaba como una forma de comunicación. Por eso, al satirizar o censurar a los gobernantes, al disputar o polemizar con los sabios contemporáneos, al enseñar a sus discípulos, y hasta al escribir libros o doctrinas, usaron a menudo gran cantidad de fábulas populares para reforzar la persuasión de sus doctrinas. De ellos Han Feizi, Zhuang Zi y Lie Zi fueron los que emplearon más fábulas. Claro está que las concepciones científicas de esos pensadores y políticos constituyeron el tesoro de la cultura antigua de China y alcanzaron lucimiento en la historia de China; y las fábulas que usaron esos sabios como medios de comunicación se conservaron y asimilaron después más ampliamente gracias a sus obras, y fueron empleadas en las luchas de la vida cotidiana. Eso ocurrió porque esas fábulas creadas y pulidas por el pueblo no sólo poseían un manifiesto colorido en las imágenes y un carácter típico en las ideas sino que también eran concisas, fáciles y comprensibles para las gentes.
         Después de la unificación de la dinastía Han, en el siglo II antes de nuestra era, el dominio feudal se va intensificando de día en día. Los gobernantes prohíben las diversas escuelas ideológicas, haciendo de la de Confucio la ideología oficial. Tanto la elección de los temas como el empleo del personal* se realizan conforme al criterio de las obras clásicas de la escuela de Confucio, considerándose las fábulas populares como despreciables charlas callejeras. En realidad las fábulas populares satirizaban a menudo a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos y desfavorecían mucho a los gobernantes; por eso no es de extrañar que estos últimos quisieran eliminarlas. Por consiguiente aunque las fábulas siguieron produciéndose como siempre entre el pueblo, son muy escasas las que pasaron a los libros, y sólo unas pocas se escribieron de manera casual. Es de notar que Liu Zongyuan, del siglo VIII, y Su Shi, del siglo XI, escribieron unas cuantas fábulas y el último, una recopilación titulada Miscelánea de Ai Zi. Fueron ambos literatos famosos de China y los dos sufrieron reveses políticos. Escribieron fábulas para satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Además, Liu Ji, del siglo XIV, que vivió en el periodo de la dominación de China por los mongoles, conoció los tremendos sufrimientos del pueblo y escribió Yu Li Zi, compuesto en su mayor parte de fábulas. Aunque estas fábulas desempeñaron un papel de medios para las luchas, carecen de colorido popular, porque la mayoría de ellas fueron escritas por literatos y sabios. No obstante, las mejores de ellas no son, como es natural, peores que las del pasado.
         En los siglos XVI y XVII, la dominación de la dinastía Ming iba decayendo cada día, los cortesanos poderosos y los eunucos se disputaban el poder y las riquezas, las calamidades incesantes y los impuestos fabulosos hicieron más insoportable la vida para el pueblo y surgieron así quejas y maldiciones a granel. Los intelectuales progresistas de aquel tiempo adoptaron con frecuencia las anécdotas populares graciosas y las redactaron en forma de fábulas para satirizar a la sociedad y a los acontecimientos contemporáneos. Jiang Yingke, autor de Relatos de Xuetao, y Zhao Nanking, autor de Elogio de la Risa, por ejemplo, tenían pasiones políticas, pero fueron eliminados por los cortesanos poderosos y los eunucos, y no tuvieron otro remedio para desahogarse que escribir fábulas satirizando las maldades de su tiempo. Feng Menglong, compilador de Tesoro de los Chistes, entre otros libros, además de recolectar y adaptar muchas fábulas, recopiló numerosas obras de otras especies de la literatura popular, que se conservan hasta ahora gracias a su trabajo. Puede ser considerado un personaje de mérito en la literatura popular china. En resumen, en ese periodo no sólo surgieron muchos escritores de fábulas y todos con obras propias, sino que también éstas están saturadas de la riqueza de la vida del pueblo. En este aspecto heredaron y desarrollaron la excelente tradición de las fábulas de los siglos III y IV antes de nuestra era.
         Por último, se debe aclarar que todas las fábulas recopiladas en esta colección son obras de los escritores antiguos, y aunque muchas circulan de boca en boca entre el pueblo, y entre ellas algunas excelentes, no han sido recopiladas en esta colección.



DE CÓMO EL VIEJO TONTO REMOVIÓ LAS MONTAÑAS

Las montañas Taihang y Wangwu tienen unos setecientos li* de contorno y diez mil ren** de altura.
         Al norte de estos montes vivía un anciano de unos noventa años al que llamaban El Viejo Tonto. Su casa miraba hacia estas montañas y él encontraba bastante incómodo tener que dar un rodeo cada vez que salía o regresaba; así, un día reunió a su familia para discutir el asunto.
         - ¿Y si todos juntos desmontásemos las montañas? – sugirió –. Entonces podríamos abrir un camino hacia el Sur, hasta la orilla del río Hanshui.
         Todos estuvieron de acuerdo. Sólo su mujer dudaba.
         - No tienen la fuerza necesaria, ni siquiera para desmontar un cerrejón – objetó –. ¿Cómo podrán remover esas dos montañas? Además, ¿dónde van a vaciar toda la tierra y los peñascos?
         - Los vaciaremos en el mar – fue la respuesta.
         Entonces el Viejo Tonto partió con sus hijos y nietos. Tres de ellos llevaron balancines. Removieron piedras y tierra y, en canastos los acarrearon al mar. Una vecina, llamada Jing, era viuda y tenía un hijito de siete u ocho años; este niño fue con ellos para ayudarles. En cada viaje tardaban varios meses.
         Un hombre que vivía en la vuelta del río, a quien llamaban El Sabio, se reía de sus esfuerzos y trató de disuadirlos.
         - ¡Basta de esta tontería! – exclamaba –. ¡Qué estúpido es todo esto! Tan viejo y débil como es Ud. no será capaz de arrancar ni un puñado de hierbas en esas montañas. ¿Cómo va a remover tierras y piedras en tal cantidad?
         El Viejo Tonto exhaló un largo suspiro.
         - ¡Qué torpe es Ud.! – le dijo –. No tiene Ud. ni siquiera la intuición del hijito de la viuda. Aunque yo muera, quedarán mis hijos y los hijos de mis hijos; y así sucesivamente, de generación en generación. Y como estas montañas no crecen, ¿por qué no vamos a ser capaces de terminar por removerlas?
         Entonces El Sabio no tuvo nada que responder.
Lie Zi[1]


LA SOSPECHA

Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho –exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven –idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar –igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
         Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes de los de un ladrón.
Lie Zi


DEMASIADOS SENDEROS

Un vecino de Yang Zi, que había perdido una oveja, mandó a todos sus hombres a buscarla y le pidió al sirviente de Yang Zi que se uniera a ellos.
         - ¡Qué! – exclamó Yang Zi –. ¿Necesita Ud. a todos estos hombres para encontrar una oveja?
         - Son muchos los senderos que puede haber seguido – explicó el vecino. Cuando regresaron, Yang Zi preguntó al vecino:
         - Bueno, ¿encontraron la oveja?
         Este contestó que no. Entonces Yang Zi preguntó por qué habían fracasado.
         - Hay demasiados senderos – respondió el vecino –. Un sendero conduce a otro, y no supimos cuál tomar; así es que regresamos.
         Yang Zi se quedó hondamente pensativo. Permaneció silencioso largo tiempo y no sonrió en todo el día.
         Sus discípulos estaban sorprendidos.
         - Una oveja es una nadería – dijeron –, y ésta no era ni siquiera suya. ¿Por qué tiene Ud. que dejar de hablar y sonreír?
         Yang Zi no respondió, y sus discípulos se llenaron de perplejidad. Uno de ellos, Mengsun Yang, fue a contarle a Xindu Zi lo que ocurría.
         - Cuando hay demasiados senderos – dijo Xindu Zi –, un hombre no puede encontrar su oveja. Cuando un estudiante se dedica a demasiadas cosas, malgasta su tiempo y pierde su ruta. Usted es discípulo de Yang Zi y aprende de él; sin embargo, parece que no ha llegado a comprenderle nada. ¡Qué lástima!
Lie Zi


EL OBSEQUIO DE LAS PALOMAS
 
Era costumbre en Handan cazar palomas para regalarlas al príncipe el día de Año Nuevo. Esto agradaba tanto al soberano que repartía valiosas recompensas. Alguien le preguntó la razón de esta costumbre.
         - El día de Año Nuevo dejo las palomas en libertad para demostrar mi bondad – contestó el príncipe.
         - Como sus súbditos saben que Ud. necesita palomas para libertarlas, todos se dedican a cazarlas – comentó el otro –. Y el resultado es que al cazarlas, mueren muchas. Si Ud. realmente quiere salvarlas, es mejor que prohíba su caza. Tal como están las cosas, Ud. las caza para libertarlas y su bondad no puede reparar el daño que ocasiona.
         El príncipe asintió.
Lie Zi



EL PLÁTANO TALADO

Un hombre tenía un plátano seco.
         - El conservar un plátano seco trae mala suerte – dijo su vecino.
         Pero cuando el dueño del árbol lo hubo talado, el vecino le pidió un poco de leña para el fuego.
         - El viejo sólo quería leña – pensó el hombre enfadado –. Por eso me dijo que derribara mi árbol. Somos vecinos, e incluso así me engaña de esta manera. ¡Esto ya es demasiado!
Lie Zi


EL TÍTULO DE PROPIEDAD PERDIDO EN EL CAMINO

Un hombre del Reino de Song paseaba por un camino cuando encontró un título de propiedad, abandonado. Se lo llevó a su casa y lo escondió; y secretamente calculaba con frecuencia las partidas.
         - Voy a ser rico – le dijo a un vecino.
Lie Zi


EL HOMBRE QUE NO VIO A NADIE

Había una vez un hombre en el Reino de Qi que tenía sed de oro. Una mañana se vistió con elegancia y se fue a la plaza. Apenas llegó al puesto del comerciante en oro, se apoderó de una pieza y se escabulló.
         El oficial que lo aprehendió le preguntó:
         - ¿Por qué robo el oro en presencia de tanta gente?
         - Cuando tomé el oro – contestó –, no vi a nadie. No vi más que el oro.
Lie Zi


EL COCHERO VANIDOSO

Un día Yan Zi, Primer Ministro del Reino de Qi, salió en su carroza. La mujer de su cochero, desde el portal observó cómo su marido, engreído y presumido, conducía los cuatro caballos desde el pescante.
         Cuando el cochero regresó a casa la mujer le dijo que quería abandonarle.
         El marido preguntó el porqué.
         - Yan Zi es Primer Ministro de Qi – repuso ella –. Es famoso a través de todos los Reinos. Pero hoy lo vi sumido en sus pensamientos y sin darse aires. Tú eres un simple cochero; sin embargo te das gran importancia y estás muy satisfecho de ti mismo. Por eso te quiero dejar.
         Desde entonces, el marido se comportó con modestia. Cuando Yan Zi, sorprendido, inquirió el motivo de este cambio, el cochero le dijo la verdad. Entonces Yan Zi lo recomendó para un puesto oficial.
Yan Zi[2]


EL SEÑOR YE AMABA LOS DRAGONES

Al señor Ye le gustaban tanto los dragones que los tenía pintados o tallados por toda la casa. Cuando se enteró el verdadero dragón de los cielos, voló a la tierra y metió su cabeza por la puerta de la casa del señor Ye y su cola por una de las ventanas. Cuando el señor Ye lo vio, huyó asustado, casi se volvió loco.
         Esto demuestra que el señor Ye, en realidad, no amaba tanto a los dragones. Sólo le gustaba aquello que se le parecía, pero en ningún caso el auténtico dragón.
Shen Zi[3]


DIEZ MIL ONZAS DE ORO

En el Reino de Qi vivía un tal Dongguo Chang quien tenía la costumbre de expresar en alta voz sus deseos. Una vez dijo que le gustaría poseer diez mil onzas de oro. Uno de sus discípulos le preguntó si podría ayudarlo en caso de que sus deseos se realizaran.
         - No – le contestó – necesitaré ese dinero para comprarme un cargo oficial.
         Sus discípulos se indignaron. Todos lo abandonaron pasándose al Reino de Song.
         Por haberse apegado demasiado a lo que aún no poseía, perdió lo que tenía.
Shang Zi[4]


EL PARO Y EL GIGANTESCO ROCHO

Había una vez un pájaro llamado rocho, de cuerpo tan enorme como la montaña Taishan y alas como nubes que cubrían los cielos. Cuando se remontaba por los aires, se levantaba un ventarrón; y, en cada vuelo abarcaba 90.000 li deslizándose sobre el vapor brumoso, bajo el cielo azulado. Una vez iba volando hacia el Mar del Sur.
         - ¿Hacia dónde irá? – se preguntaba un paro riéndose –. Yo salto unos cuantos ren y luego bajo a divertirme entre los arbustos. Esto es más que suficiente para mí. ¿A dónde más querrá ir?
         Aquí se puede ver la diferencia de punto de vista entre el grande y el pequeño.
Zhuang Zi[5]


UNGÜENTO PARA MANOS AGRIETADAS

En el Reino de Song había una familia que elaboraba un ungüento para las grietas en las manos; por eso, de generación en generación, se dedicaban al lavado de ropa. Un hombre oyó hablar de la cosa y ofreció 100 monedas de oro por la receta.
         - Hemos estado, por generaciones, en este negocio de la lavandería – argumentaba la familia, mientras discutía la oferta –. Pero jamás ganamos más que unas cuantas monedas de oro. Sin vacilar debemos venderla.
         Por entonces, el Reino de Yue invadía el Reino de Wu; y el hombre que habían comprado la receta, se la regaló al príncipe de Wu, quien al punto lo nombró general. Ese invierno, sus tropas entraron en un combate naval con las de Yue, derrotando totalmente al enemigo. Y el príncipe recompensó al general con un feudo.
         Así, el mismo ungüento para las manos agrietadas pudo ganar un feudo, o simplemente aliviar a los lavanderos.
         Todo depende del uso que se dé a las cosas.
Zhuang Zi


EL PÁJARO VÍCTIMA DE LA BONDAD

Una gaviota descendió en un suburbio de la capital de Lu. El marqués de Lu le dio la bienvenida y la festejó en el templo, disponiendo para ella la mejor música y los más importantes sacrificios. Pero el ave estaba aturdida y parecía bien triste, no atreviéndose a tragar un bocado de carne o una sola copa de vino. Al cabo de tres días, murió.
         El marqués de Lu agasajó a la gaviota como a él le gustaba ser agasajado y no como a ella le habría gustado.
Zhuang Zi


EL ARTE DE MATAR DRAGONES

Zhu Pingman fue a Zhili Yi para aprender a matar dragones. Estudió tres años y gastó casi toda su fortuna hasta conocer a fondo la materia.
         Pero había tan pocos dragones que Zhu no encontró dónde practicar su arte.
Zhuang Zi


EQUIVOCADA

Como Xi Shi, la famosa belleza, sufría del corazón, a menudo fruncía el entrecejo a la vista de los vecinos.
         En el mismo pueblo, una niña fea la vio, y creyendo que aquel gesto era encantador, cruzaba sus manos sobre el pecho y fruncía el entrecejo ante todo el mundo. Pero, al verla, el rico atrancaba sus puertas y no volvía a salir; el pobre huía llevándose a su mujer y a sus hijos.
         ¡Pobrecilla! Podía admirar el ceño de Xi Shi, pero no sabía por qué era hermosa.
Zhuang Zi


LA RANA EN EL POZO

En un pozo poco profundo vivía una rana.
         - ¡Mira qué bien estoy aquí! – le decía a una gran tortuga del Mar del Este –. Cuando salgo puedo saltar alrededor, sobre el brocal, y cuando regreso puedo descansar en las hendiduras de los ladrillos. Puedo chapalear, sacando sólo la cabeza fuera del agua, hasta llenar mi corazón de gozo; o andar sobre el lado suave con los pies sumergidos hasta los tobillos. Ni los cangrejos, ni los renacuajos pueden compararse conmigo. Soy amo del agua y señor de este pozo. ¿Qué más puede ambicionar un ser? ¿Por qué no vienes aquí, más a menudo, a pasar un rato?
         Antes que la tortuga del Mar del Este pudiera meter su pie izquierdo en el pozo, sin saber cómo, ya su pie derecho se había enganchado con algo. Se detuvo y retrocedió; entonces comenzó a describir a la rana el océano.
         - Tiene más de mil li de ancho y más de mil ren de profundidad. En otros tiempos había inundaciones nueve años de cada diez; sin embargo, el agua del océano no aumentaba. Después hubo sequía siete años de cada ocho, sin embargo, el agua del océano no disminuía. Se ha mantenido igual a través de los años. Por eso me gusta vivir en el Mar del Este.
         La rana, en el pozo insignificante, se quedó atolondrada y sintió algo de vergüenza.
Zhuang Zi


LA CARPA EN EL CARRIL SECO

Zhuang Zhou no tenía dinero. Un día fue a ver al Marqués Guardador del Río para pedirle prestado un poco de grano.
         - Está muy bien – dijo el marqués –. Pronto habré recogido los impuestos de mi feudo; entonces le prestaré trescientas monedas de oro. ¿Qué le parece?
         Zhuang Zhou, muy indignado, le contó esta historia: Cuando ayer venía hacia acá oí una voz que me llamaba; mirando en torno vi una carpa tendida en un carril seco del camino.
         - ¿Qué le pasa, carpa? – le pregunté.
         - Soy oriunda del Mar del Este – contestó –. ¿No tiene Ud. un cubo de agua para salvar mi vida?
         - Muy bien – le dije –. Muy pronto visitaré a los príncipes Wu y Yue, en el Sur, y le haré llegar el agua del Río del Oeste. ¿Qué le parece?
         La carpa se indignó muchísimo.
         - Estoy fuera de mi elemento habitual – dijo –, y no tengo donde residir. Un cubo de agua me salvaría, pero Ud. no me da sino promesas inútiles. Pronto tendrá que buscarme en la pescadería.
Zhuang Zi


DE CÓMO DOS PASTORCILLOS PERDIERON SUS OVEJAS

Dos pastorcillos, Zang y Gu, salieron juntos con sus rebaños y perdieron sus ovejas. Cuando el patrón preguntó a Zang qué había estado haciendo, contestó que leyendo. Cuando interrogó a Gu, dijo que jugando a las damas.
         Estuvieron haciendo cosas diferentes; sin embargo, ambos, por igual, perdieron sus ovejas.
Zhuang Zi


TRES O CUATRO CASTAÑAS
 
Un amaestrador de monos, en el Reino de Song, era muy aficionado a estos animales y mantenía un gran número de ellos. Era capaz de entenderles, y los monos a él. Por supuesto, tenía que apartar una porción de la comida de su familia para dársela a ellos. Pero llegó un día en que no sobraba comida en casa y él quiso disminuir la ración de los monos. Temía, sin embargo, que no estuviesen de acuerdo con esto, y decidió engañarlos.
         - Les daré tres castañas cada mañana y cuatro cada tarde – les dijo –. ¿Será suficiente?
         Todos los monos se alzaron en señal de protesta.
         - Bueno, ¿qué les parece entonces: cuatro en la mañana y tres en la tarde?
         Los monos, esta vez, volvieron a ponerse en cuclillas, bastante satisfechos.
Zhuang Zi


EL PRÍNCIPE Y SU ARCO

El príncipe Xuan era aficionado a disparar flechas y le agradaba que le dijeran que era un arquero fuerte. Pero la verdad era que no podía tender un arco que pesara más de treinta libras. Cuando mostraba su arco a sus acompañantes, éstos simulaban tratar de arquearlo, pero lo hacían sólo hasta la mitad de su extensión.
         - ¡Debe pesar por lo menos noventa libras! – exclamaban todos –. Nadie, salvo Su Alteza, puede manejar un arco así.
         Y esto llenaba al príncipe de satisfacción.
         Aunque tendía un arco de sólo 30 libras, hasta el fin de su vida creyó que éste pesaba 90. Eran 30 de hecho y 90 de nombre. Por mantener fama inmerecida, el príncipe dejó la verdad por el camino.
Yin Wen Zi[6]


PARA APRENDER A JUGAR A LAS DAMAS
 
El juego de damas es un arte menor, pero aun siendo así, hay que concentrar toda la atención al aprenderlo. Qiu, el mejor jugador de damas del país, tenía dos discípulos. Uno de ellos seguía con plena atención lo que Qiu decía, mientras el otro, aunque también escuchaba al maestro, no hacía más que pensar en los cisnes del cielo y ansiaba tomar su arco y su flecha para cazarlos. Por eso no aprendió tanto como el otro. No porque fuese menos inteligente.
Mencio[7]


EL LADRÓN DE POLLOS

Había una vez un hombre que robaba cada día un pollo a sus vecinos.
         - Es malo robar – le advirtió alguien.
         - Voy a enmendarme – prometió el ladrón de pollos –. Robaré un pollo al mes, desde ahora; y ninguno desde el próximo año.
         Si él sabía que estaba cometiendo una mala acción debió haberse corregido de inmediato, ¿por qué esperar otro año?
Mencio


LA DIFERENCIA ENTRE CINCUENTA BU* Y CIEN

- He hecho cuanto he podido por el Estado – dijo el príncipe Hui de Liang a Mencio –. Cuando se pierde la cosecha en el Oeste del río, traslado la gente al Este o traigo grano del Este para socorrerla. Si la cosecha es pobre en el Este, hago lo mismo. Observo a los gobernantes de otros reinos y ninguno hace tanto como yo por su gente; sin embargo, su población no ha decrecido, y la mía no ha aumentado. ¿Puede Ud. decirme por qué?
         - Ya que a Su Majestad le gusta combatir – contestó Mencio –, permítame tomar de ahí un ejemplo. Una vez que suenan los tambores, las tropas entran en combate. Aquellos que son derrotados abandonan sus corazas y huyen arrastrando sus armas. Suponga que un hombre corre cien bu y otro cincuenta, ¿tiene derecho el que ha corrido cincuenta a reírse del que ha corrido cien?
         - Claro que no – replicó el príncipe –. No se habrá alejado cien bu, pero volvió las espaldas lo mismo.
         - Si Su Majestad comprende esto – respondió Mencio –, no debiera esperar a que la población de su Reino sea más numerosa que la de ningún otro país vecino.
Mencio


TIRAR DE LOS BROTES PARA AYUDARLES A CRECER

A un hombre del Reino de Song le pareció que los vástagos en sus campos no crecían bastante aprisa. En vista de ello, dio a todos y a cada uno, un estirón; y se fue a casa casi exhausto.
         - Hoy estoy muy cansado – dijo a su familia –. He estado ayudando a los brotes a crecer.
         Su hijo salió corriendo al campo y encontró todas sus plantas muertas.
         Casi todos querrían ayudar a los vástagos en su crecimiento; pero algunos consideran todo esfuerzo inútil y no lo intentan, ni siquiera desbrozando el campo; otros tratan de ayudarles dándoles un estirón. Esto último, por supuesto, es peor que inútil.
Mencio


EL HOMBRE QUE TEMÍA A LOS FANTASMAS

Al sur de Xiashou vivía un hombre llamado Juan Shuliang. Era tonto y extremadamente miedoso. Una vez que iba caminando por un camino con un hermoso claro de luna, vio al agachar la cabeza a su sombra ante él. Se imaginó que un espíritu maligno estaba tendido a sus pies. Al levantar los ojos, su mirada tropezó con dos mechones de su pelo y creyó que un demonio se encontraba a sus espaldas. Asustado, se dio vuelta y el resto del recorrido lo hizo retrocediendo. Al llegar a su casa cayó al suelo y entregó el alma.
Xun Zi[8]


LA CURA

Ju era un célebre médico del Reino de Qin. Había operado de un tumor al rey Xuan, y cuidado las hemorroides del rey Hui. A ambos los había mejorado. Un tal señor Zhang, que padecía de un tumor en la espalda, rogó a Ju que lo curara.
         - ¡Ahora esta espalda ya no me pertenece, cuídela como a usted le dé la gana, doctor! – dijo al facultativo. Ju lo trató y lo sanó.
         Es indudable que Ju era excelente en el arte de curar, pero la plena confianza que Zhang le manifestara fue también un factor importante en esta mejoría.
         Shi Zi[9]


EL HOMBRE AL FONDO DEL POZO

Hubo en otro tiempo en el Reino de Song, un tal señor Ding que no tenía pozo. Cada día, un hombre de la servidumbre dedicaba todo su tiempo para asegurarle el servicio del agua, pues debía ir a buscarla muy lejos. Para simplificar el trabajo, Ding hizo cavar un pozo en el patio.
         - Al hacer cavar ese pozo en mi patio, me he ganado un hombre – le dijo a un amigo.
         Este amigo se lo contó a otro, y, pasando de boca en boca, la observación se convirtió en esto:
         «El Señor Ding, al cavar un pozo en su patio, encontró a un hombre.»
         Estas palabras se divulgaron a través de toda la región y llegaron a oídos del rey, quien hizo llamar a Ding para saber de qué manera había encontrado a un hombre en el fondo de su pozo.
         Ding le explicó:
         - Ese pozo cavado en mi patio, me evitó el tener que acarrear el agua desde tan lejos y por lo tanto me proporcionó dos brazos más para los trabajos de casa, ¡eso es todo!
Zi Hua Zi[10]


MARCANDO LA BARCA PARA LOCALIZAR LA ESPADA

Un hombre del Reino de Chu cruzaba un río cuando se le cayó la espada al agua. Al momento hizo una marca al costado de la barquilla.
         - Aquí fue donde cayó mi espada – dijo.
         Cuando la barca atracó se sumergió en el agua para buscar su espada, bajo el punto que había marcado. Pero como la barca se había movido y la espada no, el método para localizar la espada resultó ineficaz.
Discursos de Buwei[11]


HIJO DE UN BUEN NADADOR

Un hombre iba caminando por la orilla del río, cuando vio a alguien que estaba por arrojar a un niño pequeño al agua. El niño gritaba, aterrorizado.
         - ¿Por qué quiere lanzar a esa criatura al río? – preguntó al paseante.
         - Su padre es un buen nadador – fue la respuesta.
         No se puede concluir que el hijo de un buen nadador haya de saber nadar.
Discursos de Buwei


EL ROBO DE LA CAMPANA

Cuando la familia de Fan cayó en decadencia, un hombre vio en su casa una campana y quiso robarla. Era demasiado grande para transportarla en hombros, y cuando trató de quebrarla con un martillo fue tal el estrépito que temió que otros oyeran y se la quitaran. Rápidamente se tapó los oídos.
         Tenía razón en preocuparse de que otros oyeran el ruido; pero era estúpido tapar sus propios oídos.
Discursos de Buwei


CASTIGANDO AL CABALLO

Un viajero en el Reino de Song metió a su caballo en un arroyo porque éste se negaba a avanzar; luego lo volvió a montar para partir. El caballo se negó de nuevo a nadar. Lo castigó otra vez en la misma forma. Esto se repitió tres veces.
         Ni el más experto jinete habría ideado un medio mejor de asustar al caballo; pero si no es un jinete, sino un simple asustador, el caballo se negará a llevarle.
Discursos de Buwei


LA ANCIANA INTELIGENTE

Una anciana era amiga de una joven casada, cuya suegra sospechaba que ella había robado un trozo de carne y por eso quería echarla de casa. La muchacha, desesperada, fue a lamentarse a la vieja.
         - ¿Dónde puedes ir? – decía esta última –. Voy a conseguir que tu suegra te llame.
         Entonces se presentó en casa de la joven con un haz de paja.
         - Mis perros están peleando por un pedazo de carne – dijo –. Así es que quiero lumbre para encender un fuego para darles golpes.
         Tan pronto como la suegra oyó esto, mandó llamar a su nuera.
         Esta anciana no estaba dotada de elocuencia, y el tomar un haz de paja para pedir lumbre no es la manera corriente de producir una reconciliación; pero cuando se produce como es debido, se logran buenos resultados.
Comentarios de Han Ying acerca del Libro de la Poesía[12]


PINTAR FANTASMAS

Había un artista que pintaba para el príncipe de Qi.
         - Dígame – dijo el príncipe –, ¿cuáles son las cosas más difíciles de pintar?
         - Perros, caballos y cosas semejantes – replicó el artista.
         - ¿Cuáles son las más fáciles? – indagó el príncipe.
         - Fantasmas y monstruos – aseguró el artista –. Todos conocemos a los perros y a los caballos y los vemos todos los días; pero es difícil pintarlos como son. Por eso son temas complicados. Pero los fantasmas y los monstruos no tienen forma precisa y nadie los ha visto nunca; por eso es fácil pintarlos.
Han Fei Zi[13]


EL MURO DESMORONADO

Había una vez un hombre rico en el Reino de Song. Después de un aguacero, el muro de su casa comenzó a desmoronarse.
         - Si no repara ese muro – le dijo a su hijo –, por ahí va a entrar un ladrón.
         Un viejo vecino le hizo la misma advertencia.
         Por cierto, aquella misma noche le fue robada una gran suma de dinero.
         Entonces el hombre rico elogió la inteligencia de su hijo; pero desconfió de su viejo vecino.
Han Fei Zi


PALILLOS DE MARFIL

Cuando el rey Zhou pidió palillos de marfil, Qi Zi se preocupó. Temía que en cuanto el rey tuviera palillos de marfil no se contentaría con la vajilla de barro y querría vasos de cuerno de rinoceronte y jade; y en vez de fríjoles y verduras, pediría manjares exquisitos, como cola de elefante y cachorros de leopardo. Difícilmente estaría dispuesto a vestir telas burdas y a vivir bajo un techo de paja; y encargaría sedas y mansiones lujosas.
         - Me siento inquieto, temo el final de todo esto – dijo Qi Zi.
         Cinco años después, en efecto, el rey Zhou tenía un jardín repleto de manjares, torturaba a sus súbditos con hierros candentes y se embriagaba en un lago de vino. Y así perdió su reino.
Han Fei Zi


POR QUÉ ZENG SHEN MATÓ AL CERDO
 
Un día, cuando la mujer de Zeng Shen salía para el mercado, su hijo lloró y clamó que lo llevara con ella.
         - ¡Vuélvete a casa! – y para apaciguarlo, agregó: - Cuando yo regrese mataré al cerdo para ti.
         Al regresar vio a Zeng Shen que estaba a punto de matar al cerdo. Rápidamente lo detuvo.
         - Fue un decir – protestó –, sólo para calmar al niño.
         - ¿Cómo puedes engañar al chico de esa manera? – le recriminó Zeng Shen –. Los niños no saben nada, pero imitan a sus padres y aprenden de ellos. Cuando tú defraudas al niño, le enseñas a mentir. Si una madre engaña a su hijo, éste no confiará en ella; no es la forma de educarlo.
         Zeng Shen mató al cerdo.
Han Fei Zi


EL HOMBRE QUE SIMULABA TOCAR LA DULZAINA

Cuando el príncipe Xuan del Reino de Qi pedía un concierto de dulzaina, solía tener hasta trescientos músicos tocando al unísono. Por esto un letrado, llamado Nanguo, solicitó un lugar en la orquesta y el príncipe, tomándole simpatía, le asignó un sueldo más que suficiente para mantener a varios cientos de hombres.
         Después de la muerte del príncipe Xuan, subió al trono el príncipe Min, a quien le gustaban los solos.
         En vista de eso, el letrado huyó.
Han Fei Zi


EL VENDEDOR DE LANZAS Y ESCUDOS

En el Reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos.
         - Mis escudos son tan sólidos – se jactaba –, que nada puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan penetrar.
         - ¿Qué pasa si una de sus lanzas choca con uno de sus escudos? – preguntó alguien.
         El hombre no replicó.
Han Fei Zi


PARA COMPRAR UN PAR DE ZAPATOS

En el Reino de Zheng un hombre decidió comprar un par de zapatos nuevos. Se midió el pie, pero olvidó la medida en el asiento y se fue al mercado sin ella.
         Allá encontró al zapatero.
         - ¡Oh!, me olvidé de traer la medida… - dijo, y presuroso regresó a su casa.
         Cuando volvió al mercado, la feria se había terminado y no pudo comprar los zapatos.
         - ¿Por qué no se los probó? – le preguntó uno de sus vecinos.
         - Me fío más de la regla – respondió.
Han Fei Zi


UNA RECETA PARA LA INMORTALIDAD

Un desconocido hizo saber al príncipe de Yan que podría hacerlo inmortal; y el príncipe mandó a uno de sus súbditos a aprender este arte. Pero antes que el hombre pudiera aprenderlo, el desconocido murió. Entonces el príncipe, furioso, ejecutó a su súbdito.
         No se dio cuenta de que el desconocido le había engañado, y culpó de tardanza a un inocente. Eso demuestra la torpeza del príncipe; porque un hombre aprecia más que todo su vida, y si el desconocido no supo conservar la suya, ¿cómo iba a guardar la del príncipe?
Han Fei Zi


EL PERRO QUE AVINAGRABA EL VINO

Había, en el Reino de Song, un tabernero cuyo vino era excelente. No engañaba en la cantidad, era cortés con sus clientes y su enseña pendía en el lugar más visible. Sin embargo, no podía vender su vino, que llegaba a hacerse ácido. Preguntó a Yang Qian, un anciano a quien conocía bien, cuál sería la explicación.
         - ¿Es bravo su perro? – inquirió Yang Qian.
         - Sí, en verdad lo es – contestó el tabernero –. ¿Pero qué relación tiene eso con el hecho de que mi vino no se venda?
         - La gente teme a su perro. Cuando mandan a un niño con dinero y un jarro a comprar vino, el perro sale a su encuentro, a morderle. Esto es lo que avinagra su vino y la razón por la que no lo vende.
Han Fei Zi


ESPERANDO QUE APARECIERA LA LIEBRE

Era un campesino del Reino de Song. Un día, una liebre que corría atolondrada se estrelló contra un árbol de su campo, se desnucó y cayó muerta. Entonces el campesino abandonó su azadón y esperó bajo el árbol que apareciera otra liebre. No llegaron más liebres, pero el campesino llegó a ser el hazmerreír del Reino.
Han Fei Zi


DOS CULEBRAS SE MUDARON DE CASA
 
Dos culebras querían abandonar un pantano que se estaba secando.
         - Si tomas la delantera y yo te sigo – dijo la culebra chica a la culebra grande –, los hombres se darán cuenta que nos vamos y alguno te matará. Es mejor que me lleves a cuestas, cada una con la cola de la otra en la boca. Entonces los hombres pensarán que somos un Dios.
         Y así cogidas, cruzaron la carretera. Todo el mundo les cedía el paso, exclamando: «¡Este es un Dios!»
Han Fei Zi


EL ARCO Y LA FLECHA

Un hombre presumía, diciendo: «Mi arco es tan bueno que no necesita flecha». Otro afirmaba: «Mi flecha es tan buena que no necesita arco».
         El hábil arquero Yi los oyó y les dijo: - Sin arco, ¿cómo puede disparar la flecha? Y sin flecha, ¿cómo puede dar en el blanco?
         Así, se valieron a la vez del arco y de la flecha; y Yi les enseñó a los dos hombres a disparar.
Han Fei Zi


VENDE EL JOYERO Y LE DEVUELVEN LAS PERLAS

Un hombre, natural del Reino de Chu, decidió vender unas perlas en el Reino de Zheng. Hizo un joyero de madera finísima, perfumado con especias, con incrustaciones de jade y otras piedras preciosas y, forrado en plumas de martín pescador.
         Resultó que un hombre de Zheng compró el estuche, pero devolvió las perlas al vendedor.
         Este individuo puede ser considerado un hábil vendedor de joyeros; pero, en ningún caso, se le puede reconocer como vendedor de perlas.
Han Fei Zi


EL CORDERO QUE VISTIÓ PIEL DE TIGRE

Un cordero vistió la piel de un tigre.
         Al mismo tiempo se pavoneaba con orgullo, balaba con alegría frente a la hierba tierna. De pronto divisó a lo lejos a un lobo que venía, y empezó a temblar como una hoja. Había olvidado que se encontraba bajo la piel de un tigre.
Fa Yan[14]


DISPUTA ENTRE LA BECADA Y LA ALMEJA
 
Una almeja estaba abriendo su concha para calentarse al sol cuando una becada le dio un picotazo.
         La almeja atrapó con rapidez el pico del pájaro y lo retuvo con fuerza.
         - Si no llueve hoy o mañana – dijo la becada –, habrá aquí una almeja muerta.
         - Si no puedes darte el lujo de desprenderte hoy o mañana – dijo también la almeja-, habrá aquí una becada muerta.
         Como ninguna cedió, un pescador que por ahí pasaba atrapó a las dos.
Anécdotas de los Reinos Combatientes[15]


EL ZORRO QUE SE APROVECHÓ DEL PODER DEL TIGRE

Andando de cacería, el tigre cogió a un zorro.
         - A mí no puedes comerme – dijo el zorro –. El Emperador del Cielo me ha designado rey de todas las bestias. Si me comes desobedecerás sus órdenes. Si no me crees, ven conmigo. Pronto verás como los otros animales huyen en cuanto me ven.
         El tigre accedió a acompañarle; y en cuanto los otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que temían al zorro, y no se daba cuenta de que a quien temían era a él.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


RUMORES ACERCA DE ZENG SHEN

Una vez, cuando Zeng Shen fue al distrito de Fei, un hombre de su mismo nombre cometió un asesinato. Alguien fue a decirle a la madre de Zeng Shen: - Zeng Shen ha muerto a un hombre.
         - Imposible – contestó –. Mi hijo jamás hará tal cosa.
         Y tranquilamente siguió tejiendo.
         Poco después, alguien más vino a comentar:
         - Zeng Shen mató a un hombre.
         La anciana continuó tejiendo.
         Entonces llegó un tercer hombre e insistió:
         - Zeng Shen ha muerto a un hombre.
         Esta vez la madre se asustó. Arrojó la lanzadera y escapó, saltando la tapia.
         A pesar de que Zeng Shen era un buen hombre y su madre confiaba en él, cuando tres hombres lo acusaron de asesinato, aun queriéndole tanto, la madre no pudo evitar dudar de él.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


DIRECCIÓN CONTRARIA

El príncipe de Wei tomó la determinación de invadir Handan, capital del Reino de Zhao. Aunque Ji Liang andaba por entonces de viaje, en cuanto lo supo regresó. Sin esperar siquiera a que se estiraran sus ropas arrugadas ni sacudir el polvo de sus caballos, fue a ver al rey.
         - Cuando regresaba – dijo –, me crucé en el monte Taihang con un hombre que se dirigía al Norte. Me dijo que iba al Reino de Chu. «Si es así, ¿por qué se encamina hacia el Norte? – le pregunté». «No importa – replicó –. Tengo buenos caballos». «Sus caballos pueden ser excelentes, pero Ud. ha tomado una dirección equivocada». «Bueno, tengo bastante dinero». «Puede tener bastante dinero, pero esta dirección es la contraria». «Bueno, tengo un magnífico cochero». «Cuanto mejores sean sus caballos –le dije –, cuanto más dinero tenga y cuanto más experto sea su cochero, tanto más se alejará del Reino de Chu».
Anécdotas de los Reinos Combatientes


DIBUJANDO UNA SERPIENTE CON PATAS
 
En el Reino de Chu, un hombre que había hecho una ofrenda a la divinidad, dio a sus ayudantes la copa de vino del sacrificio.
         - No es bastante para todos nosotros – dijeron los hombres –, pero es más que suficiente para uno. Dibujemos cada uno una serpiente en el suelo, y el vino será para el que termine primero.
         El hombre que acabó primero, tomó la copa, pero sosteniéndola con la mano izquierda siguió dibujando con la derecha.
         - Hasta puedo añadirle patas – dijo.
         Antes que las terminara, otro de los ayudantes concluyó su dibujo y le arrebató la copa.
         - La serpiente no tiene patas – dijo este último –, ¿por qué se las agrega?
         Así diciendo, bebió el vino. Y el que había dibujado las patas se quedó sin beber.
   Anécdotas de los Reinos Combatientes


LA LUZ PRESTADA

Una muchacha de uno de los talleres de la ribera era tan pobre que no podía comprar aceite para la lámpara; por eso las otras muchachas decidieron expulsarla. Cuando la infeliz se iba, dijo a las demás:
         - Porque no tenía posibilidad de pagar la luz, siempre llegaba la primera y barría y arreglaba los asientos. Vuestra luz ilumina las cuatro paredes, ¿por qué no queréis que yo la comparta? A vosotras no os perjudica prestarme vuestra luz; en cambio yo os soy útil. ¿Por qué me arrojáis de aquí?
         Dándose cuenta de la verdad que había en sus palabras, le permitieron quedarse.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


¿QUIÉN ES EL MÁS HERMOSO?

Zou Ji, del Reino de Qi, tenía seis pies de altura y una figura esbelta. Una mañana se vistió elegantemente, y se contempló en el espejo.
         - ¿Quién es más hermoso? – preguntó a su mujer –, ¿el señor Xu, de la ciudad del norte, o yo?
         - Tú eres tan hermoso – contestó su mujer –, ¿cómo puede el señor Xu comparársete?
         Pero ya que el señor Xu de la ciudad del norte era tan famoso en todo el país, por lo bien parecido, Zou Ji no creyó del todo a su mujer. Repitió la pregunta a su concubina.
         - ¿Cómo se puede comparar el señor Xu contigo? – exclamó la concubina.
         Más tarde, aquella mañana, llegó un visitante y Zou Ji le hizo la pregunta.
         - Ud. es con mucho el más hermoso – replicó este hombre.
         Al día siguiente, llegó el señor Xu en persona. Tras un análisis cuidadoso, Zou Ji se convenció de que el señor Xu era mucho mejor parecido que él. Se estudió frente al espejo y no dudó que él era de los dos el más corriente.
         Esa noche, en su lecho, llegó a la siguiente conclusión: mi mujer dice que soy el más hermoso, porque me lisonjea. Mi concubina lo dice por temor. Y mi huésped lo afirma porque necesita algo de mí.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


LA COMPRA DE UN BUEN CABALLO

Había una vez un rey que estaba dispuesto a pagar mil monedas de oro por un caballo que pudiera correr mil li sin detenerse. Durante tres años trató en vano de conseguir un corcel semejante.
         Entonces alguien le propuso: - Permítame buscar un caballo para Su Majestad.
         El rey aceptó.
         Después de tres meses, el hombre regresó, habiendo pagado quinientas monedas de oro por la cabeza de un caballo muerto.
         El rey estaba furioso.
         - ¡Quiero un caballo vivo! – gritó –. ¿Para qué me sirve un caballo muerto? ¿Por qué gastar quinientas monedas de oro en nada?
         Pero el hombre dijo: - Si Su Majestad paga quinientas monedas de oro por un caballo muerto, ¿no daría mucho más por uno vivo? Cuando la gente lo oiga, sabrá que Su Majestad está realmente dispuesta a pagar por un buen caballo y de inmediato enviarán los mejores.
         En efecto: el rey logró comprar tres excelentes caballos, en menos de un año.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


LA FIGURA DE BARRO Y LA IMAGEN DE MADERA
 
Cuando el señor Meng Chang Jun decidió abandonar su tierra natal –el Reino de Qi– para desempeñar un cargo en el Reino de Qin, cientos de personas trataron de disuadirle. Pero él no les escuchaba. Entonces Su Qin, el retórico, quiso convencerle.
         - He oído todos los argumentos que los hombres pueden discurrir – dijo el señor Meng Chang Jun –. Sólo faltan razones sobrenaturales.
         - He venido sin la intención de discutir problemas terrenales – contestó Su Qin –. Pido audiencia para hablar de lo sobrenatural.
         Entonces el señor le recibió, y Su Qin contó la historia siguiente:
         «Pasando el río Zi, cuando venía hacia acá, oí como conversaban una figura de barro y una imagen de madera de durazno.
         - Tú eras una porción de tierra en la ribera del Oeste – se mofaba la imagen de madera –. Ahora te han modelado en una figura; pero durante las grandes lluvias del octavo mes, cuando el río crezca, puedes estar segura que serás destruida.
         - ¿Qué hay con eso? – respondió mordaz la figura de barro –. Vengo de la ribera Oeste, y cuando sea destruida volveré a ser parte de ella. Pero tú estás hecha de un palo de durazno del país del Este, tallado en imagen. Cuando vengan las grandes lluvias y el río crezca, tú serás barrida lejos y entonces, ¿qué harás?
         - El Reino de Qin tiene entradas fortificadas a todos los lados, por lo que es como entrar en las fauces del tigre. Si va Ud. a Qin, temo que nunca volverá.»
         Entonces el señor abandonó su plan.
Anécdotas de los Reinos Combatientes


LA LECHUZA SE MUDA DE CASA

Un día la lechuza se encontró con la tórtola.
         - ¿A dónde vas? – preguntó la tórtola.
         - Me estoy mudando al Este – dijo la lechuza.
         - ¿Por qué? – demandó la tórtola.
         - A la gente de aquí no le gusta mi graznido – replicó la lechuza –. Por eso quiero trasladarme al Este.
         - Si puedes cambiar tu voz, estará muy bien. Pero si no puedes, aunque te vayas al Este, será lo mismo, porque a la gente de allí no le gustará tampoco.
Jardín de las Anécdotas[16]


EL USO DE LAS PARÁBOLAS

Hui Zi está siempre usando parábolas –se quejó alguien al príncipe de Liang–. Si Su Majestad le prohíbe hablar en parábolas, no sabrá explicarse con claridad.
         El príncipe asintió.
         Al día siguiente, el príncipe vio a Hui Zi.
         - Desde ahora – le dijo – haga el favor de hablar de manera directa, y no en parábolas.
         - Supongamos que hay un hombre que no sabe lo que es la catapulta – replicó Hui Zi –. Si pregunta cómo es y Su Alteza le dice que una catapulta es como una catapulta, ¿comprenderá él lo que Su Alteza quiere decir?
         - ¡Claro que no! – respondió el príncipe.
         - Pero supongamos que Su Alteza le dice que una catapulta es como un arco y que su cuerda está hecha de bambú, ¿no le comprenderá mejor?
         - Sí, será mucho más claro – admitió el príncipe.
         - Comparamos algo que un hombre ignora con algo que conoce para ayudarle a comprender – dijo Hui Zi –. Si no me permite usar parábolas, ¿cómo puedo aclararle las cosas a Su Alteza?
         El príncipe convino en que Hui Zi tenía razón.
Jardín de las Anécdotas


LA PARÁBOLA DEL ESTUDIO

- Ya tengo setenta años – dijo el duque Ping de Jin a su músico ciego, Shi Kuang –. Aunque quisiera estudiar y leer algunos libros, creo que ya es demasiado tarde.
         - ¿Por qué no enciende la vela? – sugirió Shi Kuang.
         - ¿Cómo se atreve un súbdito a bromear con su señor? – exclamó el duque enojado.
         - Yo, un músico ciego no me atrevería – protestó Shi Kuang –. Pero he oído decir que si un hombre es devoto al estudio en su juventud, su futuro es brillante como el sol matinal; si se aficiona al estudio en su edad media, es como el sol de mediodía; mientras que si comienza a estudiar de viejo, es como la llama de la vela. Aunque la vela no es muy brillante, a lo menos es mejor que andar a tientas en la obscuridad.
         El duque estuvo de acuerdo.
Jardín de las Anécdotas


EL DRAGÓN TRANSFORMADO EN PEZ

Una vez el dragón blanco descendió del cielo a un lago muy frío, y tomó la forma de un pez. Un pescador, llamado Yu Qie, le atravesó un ojo de un disparo. El dragón blanco voló al punto a quejarse al Emperador del Cielo.
         - ¿Qué forma habías tomado en esa ocasión? – preguntó el Emperador del Cielo.
         - Tomé la forma de un pez, cuando bajé al lago.
         - Entonces no tiene nada de extraño que un pescador tratara de pescarte. ¿Cómo puedes culpar a Yu Qie?
Jardín de las Anécdotas


LA CIGARRA, EL MANTIS Y EL GORRIÓN

El príncipe de Wu decidió atacar el Reino de Ping. Advirtió severamente a sus súbditos que cualquiera que lo objetara sería condenado a muerte.
         Uno de sus mayordomos quiso protestar, pero no se atrevió. En cambio, tomó una honda y unos guijarros y anduvo por el jardín trasero hasta que sus ropas se humedecieron de rocío. Lo hizo durante tres mañanas.
         - Ven acá – le ordenó el príncipe –. ¿Qué haces para que se mojen tus ropas de rocío?
         - Hay un árbol en el jardín – dijo el mayordomo –, y en él una cigarra. Esta cigarra ahí posada, chirriando y bebiéndose el rocío, no sabe que hay un mantis detrás. Y el mantis estirándose cuan largo es, levanta las patas para atrapar a la cigarra, sin saber que hay un gorrión cerca. El gorrión, a su vez, alarga su cuello para picar al mantis, sin darse cuenta que abajo alguien espera con una honda. Estas tres criaturas están tan ansiosas de beneficiarse con lo que tienen ante sus ojos que no advierten el peligro a sus espaldas.
         - ¡Bien dicho! – replicó el príncipe, y desistió de su plan.
Jardín de las Anécdotas


ARMADURA

Un día Tian Zan se presentó ante el príncipe de Ping hecho un andrajoso.
         - Su vestimenta está bastante raída, señor – comentó el príncipe.
         - Hay ropas peores que éstas – contestó Tian Zan.
         - Dígame, por favor, ¿cuáles son?
         - La armadura es peor.
         - ¿Qué quiere decir con eso?
         - Es fría en invierno y caliente en verano; por eso no hay peor ropa que una armadura. Ya que soy pobre, es natural que mis ropas sean andrajosas; pero Su Alteza es un príncipe con diez mil carrozas y una incalculable fortuna; sin embargo le gusta vestir a los hombres de armaduras. Esto no lo puedo comprender. ¿Tal vez Su Alteza busca la fama? Pero la armadura se usa en la guerra, cuando a los hombres se les corta la cabeza y se acribilla sus cuerpos; se arrasan sus ciudades y se tortura a sus padres y a sus hijos; lo cual nada tiene de glorioso. ¿O tal vez va Su Alteza en busca de ganancias? Pero si trata de dañar a otros, otros tratarán de dañarle, y si Su Alteza pone en peligro sus vidas, harán peligrar la suya. Así no conquistará sino tribulaciones para sus propios hombres. Si yo fuera Su Alteza, no haría la guerra, ni por lo uno ni lo otro.
         El príncipe de Ping no pudo replicar.
Nuevos Discursos[17]


EL CUERO Y EL PELO

Mientras viajaba por el país, el marqués Wen del Reino de Wei, vio a un hombre que llevaba puesta una piel con el pelo hacia adentro, y cargado con un fardo de leña.
         - ¿Por qué usa el cuero hacia fuera para llevar la leña? – preguntó el marqués.
         - Para proteger el pelo – fue la respuesta.
         - ¿No se da cuenta, hombre – dijo el marqués – que si se gasta el cuero, también perderá el pelo?
Nuevos Discursos


QUIEN MERECÍA EL PUESTO DE HONOR
 
Un hombre que pasaba frente a la casa de un amigo notó que la chimenea era recta y que una pila de leña había sido colocada cerca de la estufa.
         - Es mejor que construya otra chimenea con un codo – advirtió al dueño de casa – y aparte esa leña; de otra manera puede provocarse un incendio.
         Pero el dueño de casa no hizo caso del consejo.
         Tiempo después la casa se incendió; pero por fortuna los vecinos ayudaron a apagarla. Entonces la familia mató un buey y preparó vino para expresar sus agradecimientos a los vecinos. Aquellos que habían sufrido quemaduras fueron colocados en los puestos de honor; y el resto, de acuerdo a su mérito; pero no se mencionó al hombre que les había aconsejado construir una chimenea nueva.
         - Si Ud. hubiera aceptado el consejo de aquel hombre – recordó alguien al dueño de la casa –, se habría ahorrado los gastos del buey y del vino y habría evitado el incendio. Ahora está Ud. agasajando a sus vecinos para agradecerles lo que hicieron, pero, ¿es justo olvidar al hombre que le aconsejó reconstruir la chimenea y apartar la leña, mientras trata a aquellos que sufrieron quemaduras como huéspedes de honor?
         El anfitrión se dio cuenta de su error e invitó al hombre que le había aconsejado correctamente.
Historia de la Dinastía Han[18]


MÚSICA PARA UNA VACA
 
Un día, el célebre músico Gong Mingyi tocó música clásica ante una vaca; ésta continuó pastando como si nada. «No es que ella no la oiga, es mi música que no le interesa» - se dijo el músico. Se puso entonces a imitar en su qin el zumbido de las moscas y el mugido de los terneritos. Al instante la vaca paró la oreja, y balanceando su cola se acercó al músico para escuchar hasta el final la música, que, esta vez tenía un significado para ella.
Mou Zi[19]


LLORANDO LA MUERTE DE UNA MADRE

La madre de un hombre que vivía al este del pueblo murió y él lloró su muerte; pero su llanto no sonaba triste.
         Cuando el hijo de una mujer que vivía al oeste del pueblo lo vio, fue a su casa y dijo a su madre:
         - ¿Por qué no se muere pronto? Le prometo llorarla con gran desconsuelo.
         Será difícil que un hombre que desea la muerte de su madre pueda llorarla amargamente.
Huai Nan Zi[20]


EL CIEGO Y EL COJO

Cierto país fue invadido por el enemigo. Cuando un cojo se lo comunicó a un ciego, éste se cargó al cojo a sus espaldas y escaparon juntos. Lo hicieron aprovechando lo mejor de cada uno.
Huai Nan Zi


DOS PARES DE OJOS

Había una vez dos hombres que discutían a propósito de la fisonomía del rey.
         - ¡Qué bello es! – decía uno.
         - ¡Qué feo es! – decía el otro.
         Después de una larga y vana discusión, se dijeron el uno al otro:
         - ¡Pidámosle la opinión a un tercero y usted verá que yo tengo razón!
         La fisonomía del rey era como era y nada podía cambiarla; sin embargo, uno veía a su soberano bajo un aspecto ventajoso y el otro, todo lo contrario. No era por el placer de contradecirse que sostenían opiniones diferentes, sino porque cada cual lo veía a su manera.
Wan Ji Lun[21]


LAS REDES DE “MALLA ÚNICA”

La expresión corriente dice: «Cuando veas a los pájaros acercarse, preparen sus redes, pues basta con una malla para cazar a un pájaro».
         Seducido por estas palabras, cierto hombre tejió redes que sólo tenían una malla cada una; jamás cazó pájaro alguno.
Shen Jian[22]


EL REFLEJO DEL ARCO
 
Mi abuelo, que era magistrado del distrito de Jixian, invitó una vez a su secretario Du Xuan a beber con él durante las fiestas del solsticio de verano. Un arco rojo que colgaba en la pared norte producía en su copa un reflejo parecido a una serpiente; pero a pesar de que Du Xuan estaba asustado no se atrevió a negarse a beber. Más tarde le acometió un fuerte dolor de estómago, y no pudo comer; por lo tanto adelgazó mucho. Aunque probó toda clase de medicamentos, no se curó.
         Tiempo después, mi abuelo que fue a casa de Du Xuan por algunos asuntos, le preguntó cómo había contraído su enfermedad.
         - Por temor a la serpiente que me tragué – le dijo Du Xuan.
         Una vez de regreso, mi abuelo reflexionó, se volvió, vio el arco, y comprendió lo que había sucedido. Envió a un subordinado con un carruaje para que trajera a Du Xuan a su casa. Le ofreció vino en el mismo lugar, de modo que la serpiente apareció otra vez en la copa.
         - Es simplemente el reflejo de ese arco en la pared – dijo a su secretario.
         De inmediato Du Xuan se sintió mejor y grandemente aliviado, se puso bueno.
Temas Tradicionales[23]


EL CERDO DE CABEZA BLANCA
 
Una vez, en Liaodong, a un porquero le salió en su piara un cerdito de cabeza blanca; y creyendo que se trataba de un prodigio, decidió regalárselo a la corte. Cuando llegó a Hedong, sin embargo, advirtió que ahí todos los puercos tenían la cabeza blanca; muy corrido regresó a su casa.
Historia de la Dinastía Han Posterior[24]


LA ANGUILA SAGRADA

En el dique del Pabellón de Piedra, en Kuaiji, se yergue un gran arce. El tronco se ha podrido y está hueco; así, cuando llueve, el árbol vacío le llena de agua. Un vendedor que pasaba por el lugar con un cargamento de anguilas, puso, por divertirse, una de ellas en el tronco podrido.
         Como las anguilas no se dan en los árboles, cuando los aldeanos la vieron no dudaron que se trataba de una anguila sagrada. Construyeron un templo junto al árbol, sacrificaban ganado cada día y llamaron al lugar Templo de la Madre Anguila.
         Creían los que rezaban en el altar tendrían de súbito buena suerte, y los que ofendían al dios serían perseguidos por la desgracia.
         Cuando el vendedor volvió por este mismo camino y vio lo que había pasado, se llevó la anguila para hacer con ella un caldo.
         Así dejó de ser sagrada.
Jardín de las Maravillas[25]


LA ESCULTURA DEL FÉNIX
 
El artesano Gongshu estaba cincelando un fénix. Apenas había esbozado el penacho y las patas, y no esculpía aún el plumaje, cuando alguien dijo mirando la obra: «Parece un búho». Y otro: «Más bien recuerda a un pelícano».
         Todos rieron y estuvieron de acuerdo al encontrar horrible la escultura, y sin talento al autor.
         Cuando estuvo terminado, el fénix lucía un soberbio penacho de color esmeralda, que se erguía vaporoso por encima de su cabeza. Sus patas bermellón tenían reflejos deslumbrantes, sus plumas tornasoladas parecían estar hechas del brocado que tejen las nubes cuando se pone el sol, y su pecho era del color del fuego. Al oprimir con el dedo un resorte oculto el pájaro mecánico alzó el vuelo con un batir de alas. Y durante tres días se le vio subir y bajar por entre las nubes.
         Todos aquellos que habían criticado a Gongshu no cesaban de elogiar su obra maravillosa y su talento prodigioso.
Liu Zi[26]


UN LETRADO COMPRA UN ASNO

Un doctor en filosofía y letras compró un asno y tuvo que redactar el acta de compraventa. Después de llenar tres páginas enteras de jeroglíficos, aún no había puesto la palabra “asno”.
Enseñanzas familiares de Yan[27]


¡EL CABALLO ESTABA AHÍ!

Wang Hao tenía una inteligencia extremadamente lenta. Una vez, montando su caballo bayo, acompañó a la guerra al emperador Wen Xuan del Reino de Qi. La temperatura llegó a ser tan glacial durante la noche que, a la mañana siguiente, el caballo bayo amaneció cubierto de escarcha. Wang Hao ordenó entonces una batida para encontrar su caballo, pero todos volvieron con las manos vacías.
         Cuando salió el sol, la escarcha se derritió, y Wang Hao exclamó dándose vuelta: «¡Oh!, ¡pero si no se ha movido de ahí!»
Historia de las Dinastías del Norte[28]


CALLEJÓN SIN SALIDA

Durante la dinastía Zhou, la ciudad de Dingzhou fue sitiada por los tártaros, rodeada por varias filas de soldados. Sun Yangao, jefe de los magistrados de Dingzhou, al saber la noticia del sitio, no se atrevió ya a volver a la casa gubernamental. Se encerró en la suya, hizo cerrar con candado la puerta y ordenó que le pasaran por una pequeña ventanilla los documentos oficiales que requerían su parecer. Cuando supo que los bárbaros tomaban por asalto la muralla que rodeaba la ciudad, Sun Yangao hizo que lo encerraran en un armario.
         - Guarden bien la llave – recomendó a sus sirvientes – y si esos bandidos se la piden, ¡en ningún caso se la den!
Zhao Ye Qian Zai[29]


LA BOLSA ROBADA
 
Había una vez un hombre de muy escasa inteligencia, que se dirigía a la ciudad para tomar parte en los exámenes oficiales. En el camino, unos bandidos le robaron su bolsa.
         - ¡Los bandidos me robaron mi bolsa, pero no podrán sacar nada! – dijo.
         Y como alguien le preguntara qué quería decir con eso, contestó:
         - La llave de mi bolsa aún la tengo yo colgada de mi cintura, ¿cómo podrán abrirla sin ella los bandidos?
Zhao Ye Qian Zai


EL POZO

Un pozo fue horadado a orillas de un camino. Los viajeros se sentían felices de poder sacar agua para apagar su sed. Un día se ahogó un hombre en él, y desde entonces todo el mundo empezó a censurar a quien había cavado el pozo en aquel lugar.
Shen Meng Zi[30]


EL SERPENTARIO Y LA SERPIENTE

Un serpentario encontró a una serpiente; se abalanzó sobre ella y la hirió a picotazos.
         - ¡No me pegues! – le dijo la serpiente –, todo el mundo dice que eres un pájaro venenoso; esa es una mala reputación, y se debe a que te alimentas de serpientes. Si dejas de comernos, ya no tendrás nuestro veneno, y dejarás de tener mala fama.
         - ¡Me das risa! – contestó el pájaro –, ¡ustedes, las serpientes, matan a los hombres mordiéndolos! Decir que yo corro peligro con los hombres, sería una mentira. Yo me las como a ustedes para castigarlas por sus crímenes. Los hombres lo saben muy bien; ellos me alimentan para que yo los defienda contra ustedes. El hombre también sabe que mi carne y mis plumas están contaminadas y las usa para envenenar a sus semejantes; pero eso no es de mi incumbencia. Si el hombre mata con un arma, ¿es al arma o al hombre a quien hay que censurar? Yo no le deseo ningún mal al género humano. En cuanto a ustedes, viven escondidas en la hierba, reptando astutamente, listas para picar al primer hombre que encuentren. Es el destino quien te puso hoy día en mi camino; tus falsos argumentos no te salvarán.
         Diciendo esto, el serpentario devoró a la serpiente.
Wu Neng Zi[31]


MÁS AMOR AL DINERO QUE A LA VIDA
 
Los habitantes de Yongzhou son excelentes nadadores. Una vez, el agua del Xiangshui subió repentinamente; una barca que transportaba a cinco o seis personas zozobró en medio del río. Haciéndole frente al peligro, los pasajeros nadaron hacia la orilla. Uno de ellos parecía no avanzar a pesar de nadar con todas sus fuerzas. Sus compañeros le dijeron:
         - Tú eres mejor nadador que todos nosotros, ¿por qué te quedas atrás?
         - Porque tengo mil sapecas amarradas en mi cinturón, y eso pesa – contestó él.
         - ¿Por qué no las tiras? – le dijeron los otros.
         Sacudió la cabeza sin contestar, pero el cansancio lo invadía.
         Los que ya habían llegado a la orilla le gritaron:
         - ¡Eres un tonto, no te empecines! ¡Vas a ahogarte! ¿Y entonces de qué te servirá el dinero?
         De nuevo sacudió negativamente la cabeza. Poco después el agua se lo tragaba.
Recopilación de Obras de Liu Zongyuan[32]


EL ASNO DE GUIZHOU

Nunca jamás se había visto un asno en Guizhou, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.
         Un tigre, al ver a esta extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Escondido en el bosque empezó a observarlo, después se aventuró fuera, permaneciendo sin embargo a una distancia prudente. Un día el asno rebuznó largamente; el tigre, espantado, echó a correr con todas sus fuerzas. Pero volvió para dar una ojeada y pensó que esa divinidad no debía ser muy terrible, después de todo. Habiéndose acostumbrado al rebuzno del asno, fue acercándose a él, sin arriesgarse, sin embargo, todavía al ataque.
         Cuando ya creyó conocerlo a fondo, empezó a tomarse ciertas libertades, rozándolo, empujándolo, molestándolo, hasta que el asno ya rabioso, le dio una patada. «Entonces es esto todo lo que sabe hacer» - se dijo el tigre. Y dando un salto sobre el asno lo despedazó y lo devoró.
         - ¡Pobre asno! Por su porte parecía poderoso, por sus rebuznos parecía temible. Si él no hubiera mostrado todos sus talentos, el tigre feroz no se hubiera atrevido nunca a atacarlo. Pero con su patada, el asno firmó su propia sentencia de muerte.
Recopilación de Obras de Liu Zongyuan


LA ASTUCIA DEL CAZADOR

El ciervo teme al lobo, el lobo teme al tigre, y el tigre teme al gran oso, que es el más feroz de los animales. Con el cráneo cubierto de espeso pelaje parecido a una greña, caminando sobre sus patas traseras es extraordinariamente fuerte y ataca aun al hombre.
         Al sur del Reino de Chu vivía un cazador que con la ayuda de su flauta de bambú, conseguía imitar toda clase de gritos de animales. Armado de un arco y de un pequeño tiesto de greda en cuyo fondo conservaba algunas brazas, se iba a la montaña e imitaba el llamado del ciervo. Creyendo que se trataba de alguno de sus congéneres, los ciervos se acercaban y el cazador los mataba disparándole flechas incendiadas.
         Un día, al oír el llamado del ciervo llegó un lobo. El cazador muerto de miedo imitó el rugido del tigre. El lobo huyó pero apareció un tigre. Aterrorizado, el hombre imitó el gruñido del gran oso. El tigre huyó, pero, creyendo encontrar a uno de sus semejantes, un oso enorme apareció. Al encontrar sólo a un hombre, se abalanzó sobre él, lo destrozó y se lo comió.
         Aún hoy, aquellos que emplean artificios en vez de contar con sus propias fuerzas terminan siempre por granjearse un destino semejante al del cazador.
Recopilación de Obras de Liu Zongyuan


LA INGENUIDAD DEL PEQUEÑO CIERVO
 

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