La venganza de la Sultana.
Ilustrador@: Raquel Losana Larrazábal
Corrector/a: Elsa Martínez Gómez
Género: Relato
Este relato es propiedad de Conchita Ferrando de la Lama (Jaloque), y su ilustración es propiedad de Raquel Losana Larrazábal. Quedan reservados todos los derechos de autor.
La venganza de la Sultana.
En la luminosa oscuridad, rodeada de 
silencio muchos metros bajo tierra, la Sultana pliega su manto 
multicolor para cubrir por completo su gran vientre de madre encinta.
Sus hijos, de real estirpe, son  dignos 
de una Sultana coronada por una tiara de cristales tubulares de 
perrotita de color verdoso que refulgen junto a cubos maclados de plata y
 otros dorados de piritas rematados por largos prismas de amatista.
La envuelven sus tornasolados “mantos 
azules” que resplandecen en la negrura de las profundidades de la 
tierra, su fortaleza inexpugnable con sus vetas amarillo limonita, 
negros manganeso, ocres y dorados de cobre, anaranjados de goslarita, 
irisados de dietrichita, blancos nieve de yesos, todos ellos florecidos y
 tejidos entre grandes masas de carbonatos que forman un arcoíris de 
inimaginable belleza y riqueza.
Sujeta con fuerza e ira su enorme vientre
 para no dejar salir de allí a sus múltiples hijos, que podrían repartir
 su riqueza mineral sobre aquella tierra seca, desmembrada y solitaria 
de la montaña que le da cobijo y escondite.
La Sultana está furiosa y clama VENGANZA.
No una venganza de explosiones, como 
otras veces, para exhibir sus riquezas ante los ojos atónitos e ingratos
 de los hombres que la han lisonjeado, expoliado y humillado. No. Ahora 
la venganza de La Sultana se ha hecho fría a lo largo de los años. La va
 a servir fría y eterna.
¿Qué mejor venganza que la de la propia naturaleza ocultando para siempre sus tesoros de forma irrecuperable?

Ilustración de Raquel Losana Larrazábal
Los ingratos que los explotaron durante siglos, miles de años, desde el Mioceno, no supieron gestionarlos ni agradecerlos.
Desde remotas épocas sus riquezas 
interiores de galena, plata, zinc  y muchos otros metales deseados, 
fueron saliendo de la brecha de falla cristalizada de su manto con 
abundancia generosa.
Siglos y siglos desde el Mioceno, con épocas de grandes extracciones y otras de largos abandonos y olvido.
Su riqueza no ha podido nadie medirla en tantísimos años. Siempre estaba ahí, oculta pero presente.
El paisaje de su entorno ha cambiado 
mucho a lo largo de los siglos: desde fértiles zonas muy arboladas de 
tipo mediterráneo, formando grandes manchas tupidas y verdes mezcladas 
entre las vetas multicolor de sus “mantos azules” en las sierras mineras
 que dotaron de su enorme riqueza de plata a la Roma clásica, durante 
cientos de años, hasta el cambio de sus bosques talados desde aquellas 
lejanas épocas para hacer barcos de guerra o de transporte y después 
para las propias explotaciones de sus ricas minas, para entibar las 
largas galerías y reforzar sus terrenos de laboreo.
Poco a poco aquellas sierras frondosas 
perdieron su encanto y mudaron su vestido por el seco y árido paisaje 
casi lunar, horadado por miles de pozos acá y allá que semejan ojos al 
abismo.
El mar allí tan cerca, ha seguido 
ofreciendo su inmenso azul para recordar que aquello fue un paraíso de 
climas templados y vegetación mediterránea junto a una de las mayores 
riquezas minerales imaginadas.
La revolución industrial del siglo XX ha 
marcado una nueva etapa en su desarrollo, con muy poco control, que ha 
dejado su huella en el paisaje y la riqueza medioambiental de toda 
aquella zona de sierras mineras.
En la década de los años 80, en pleno 
siglo XX, las extracciones de la sierra minera de Cartagena- La unión 
que tanto progreso y bienestar habían creado en toda la zona, empezó a 
presentar síntomas de agotamiento.
Aquel paisaje lunar de extraños colores 
había dado ya todo lo posible y los técnicos, geólogos e ingenieros de 
minas buscaban afanosos zonas donde los filones y la riqueza mineral 
permitiesen la continuación de la prosperidad de la zona y de sus muchos
 trabajadores y empresas allí radicados.
Tras muchas «catas», estudios y análisis 
de los terrenos cercanos, un proyecto nuevo vio la luz en 1987 para la 
continuidad de aquellas explotaciones tan ricas. Sería la ampliación de 
la cantera Los Blancos II, que reuniría conjuntamente Los Blancos III y 
cantera La Sultana , alargándose hasta el borde cercano al pueblo de 
Llano del Beal, garantizando un mínimo de 11 años, prolongables, con una
 explotación valorada y calculada de 26.853.000 toneladas en un 
yacimiento que contenía 200.000 toneladas de plomo, 600.000 de Zinc y 
1.600.000 de azufre, estimando una cantidad de 270.000 kilos de plata.-
Todo un hallazgo.  Un tesoro que duraría 
muchos años proporcionando riqueza a toda la zona, con trabajo para sus 
habitantes y gran desarrollo en todos los frentes, directos e 
indirectos.
La Sultana ocultaba tanta riqueza como jamás se habían imaginado.
Iba a ser una auténtica reina repartiendo sus riquezas minerales a toda la zona.
La que tanto admiraron civilizaciones 
anteriores que pasaron por allí, por sus colores, su belleza, su paisaje
 «de otro mundo», y que solo habían arañado un poco sus ocultas 
riquezas, sin llegar nunca a sus ricos filones y yacimientos ocultos, 
ahora con aquel nuevo plan de labores podía surgir de las profundidades 
con todo su esplendor mineral.
Pero, ¿qué pudo pasar para que todo 
aquello se torciera y La Sultana se cerrase bajo su manto sin permitir 
que jamás se abriera ni dejara salir de su enorme vientre tanta bonanza?
Decía Edward O. Wilson :
Nuestros gobernantes y líderes políticos tienen una formación basada exclusivamente en las Ciencias Sociales y Humanidades. 
Desconocen las Ciencias Naturales o las conocen muy superficialmente. 
Igualmente los intelectuales públicos, articulistas y creadores de opinión de los medios y «gurús» de la intelectualidad.
Sus análisis son metódicos, alguna vez correctos, pero la base sustancial de su saber es fragmentada y sesgada.
¡Qué poca Física y cuanta metafísica barata en la enseñanza y en lo gubernamental!
¿Cabe entonces imaginar otro presente distinto al nauseabundo olor que impregna gran parte de nuestra realidad?
Me voy a buscar piedras. Están ahí 
desde siempre. Algo podrán contarme sobre lo real y, en cualquier caso, 
pueden servir para armar una honda.
A La Sultana tal vez le hubiese gustado 
más el sistema de los antiguos tiempos, cuando las minas de interior 
eran ciudades subterráneas, palacios negros donde se entrecruzaban 
enormes galerías de cientos de kilómetros sin dar señales al exterior, 
salvo las escombreras de residuos minerales entre los bosquecillos de 
pinsapos, con el mar azul al fondo, donde los barcos cargaban tanta 
plata para Roma que hasta las anclas se fundían en plata para llevar más
 cantidad..
Distintas épocas que se sucedieron, cada 
una con sus expolios o abundancias. Muchos siglos sobre aquellos «mantos
 azules» de las sierras mineras.
A mitad del siglo XIX las minas de de las
 sierras de Cartagena-La Unión producían dos millones y medio de 
quintales de plomo al año.
La Sultana ha visto de nuevo florecer 
épocas llenas de progreso y riqueza, calculadas y evaluadas por métodos 
modernos y por técnicos modernos….
Pero sus sueños quedarán abortados por unos extraños acontecimientos que nunca ha comprendido.
El pecho de La Sultana se estremece de 
tristeza, rabia, incomprensión y decepción bajo sus collares y 
gargantillas de brillantes metales y cuarzos.
Sus manos se cierran con fuerza como si quisiera hundirse aun más bajo la montaña abandonada.
Aquel proyecto- recuerda- se abortó por 
una guerra absurda, a tres bandas, donde los intereses irreconciliables 
de los habitantes del pueblo de Llano del Beal se opusieron frontalmente
 a que las nuevas explotaciones se acercasen al pueblo y pudieran 
perjudicar alguna de sus casas con las posibles vibraciones del terreno.
Los trabajadores de la empresa encargada 
del proyecto, que llevaba años trabajando en las otras canteras de la 
zona con modernas maquinarias, no entendían la razón de tanta oposición y
 cerrazón y luchaban por sus puestos de trabajo.
Los del pueblo estaban en pie de guerra y
 asaltaban las maquinarias, cortando las pistas de explotación para 
evitar los trabajos.
En medio de todo este absurdo caos, la 
Comunidad Autónoma quería conciliar a ambas partes y dar la razón a 
todos, sin conseguir nada.
Una guerrilla ruidosa, sin acuerdos, con cada parte encerrada en su razón.
La empresa, que era quien debía llevar la
 parte más importante del proyecto y su financiación, con nuevas 
maquinarias y ampliaciones de gran envergadura, estaba en un gran 
aprieto con la bajada del precio del plomo en la Bolsa de Metales de 
Londres, que era lo que marcaba la viabilidad de todo el proyecto 
minero.
Las divisas de metal de plomo, zinc etc. 
estaban en bajada.  Subirían seguramente en poco tiempo, como siempre 
había ocurrido, pero de momento lo que menos necesitaban era una 
guerrilla en una de sus explotaciones españolas.
Aquel absurdo guirigay no presagiaba nada bueno.
La Sultana lo supo. Tapó sus oídos a todo aquel desafuero y permaneció en silencio en  su oscuro reducto.
La sede central de la empresa, desde 
Paris, ante la falta de acuerdo y soluciones por las partes, optó por la
 venta y subsiguiente cierre de todas las explotaciones de la Sierra 
Minera de Cartagena- La unión.
En sucesivas etapas liquidó todas las 
pertenencias, maquinaria, terrenos y despidió finalmente a todos sus 
trabajadores, abandonando aquel gran  proyecto que iba a ser el más 
importante del momento, hundiendo el futuro de La Sultana y de toda la 
zona minera adyacente en 1991.
150 años de trabajos de minería de la zona se derribaron en un campo de batalla absurdo.
Inversiones millonarias de 
infraestructuras e industrias derivadas, tráfico mercantil, puestos de 
trabajo para muchas familias, personas que perdieron todo…. Por una 
disputa de pueblo.
La Sultana, silenciosa, oscura, en su 
rico trono, permanece bajo toneladas de tierra, rocas y metales, 
encerrada en sí misma, sabiendo lo que toda esa riqueza habría 
significado para la prosperidad de tanta gente.
Ahora, en su fría venganza tras los años,
 las abraza sin compartirlas con nadie, sabiendo que ya jamás se podrán 
encontrar ni explotar, abandonadas en el interior de una agreste sierra 
que las ha ido derrumbando y hundiendo más y más, año tras año.
La noche se cierra sobre las cumbres de la sierra minera de los «mantos azules» de Cartagena-La unión.
No se verá nunca el rictus amargo de La 
Sultana,  aferrada a su venganza, al saber lo que posee y que nunca 
compartirá con nadie….
Original de Conchita Ferrando de la Lama (Jaloque)
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