Armas Prehistoricas
La piedra fue, posiblemente, la primer arma del hombre.
Al principio le daría la misma aplicación que hoy en día le dan algunos
animales: abrir conchas, romper frutos de cáscara dura, quebrar huesos
para llegar a su interior,
o como medio de alcanzar alimentos en el interior de troncos o
termiteros. De aquí solo hay un paso a sostener la piedra en la mano
como arma primitiva con la que golpear, y luego el descubrimiento de
Prehistóricas la piedra puede ser lanzada.
Es obvio que todas estas son conjeturas ya que resulta casi
imposible poder demostrar con las pruebas existentes que esto fue
exactamente de esta manera; existen prehistoriadotes que descartan la
teoría de la natural predisposición del hombre con la violencia.
Pero de todas maneras no carece por completo,
la teoría de la evolución armamentista del hombre, descolocada por
completo, y eso podemos apreciarlo en lo que la raza humana se ha
convertido hasta llegar hasta nuestros días, y la feroz dependencia por
las armas y la guerra que ha desarrollado.
La piedra lanzada daba al lanzador un campo más amplio de
posibilidades ofensivas y una posición de defensa superior. Con la
piedra podía mantener a su adversario, supongamos un animal, a una
distancia en que sus armas ofensivas –cuernos, dientes y garras-, no
podían ser usadas con tanta facilidad.
Allí, se supone, habría nacido el proyectil como arma. Además es
muy probable que por entonces el hombre descubriese que podía usar ramas
de árboles de distintos tamaños como “mazas”, además de ser posible
lanzarlas con considerable puntería: de este modo disponía ya de dos
elementos básicos para hacer una lanza con punta de piedra en cuanto
pudiera descubrir como dar a esa lanza una punta aguzada, que en un
primer momento, lo logro afilando la punta de la rama al fuego,
haciéndola mas dura y resistente capaz de perforar mejor los objetivos.
Para este último descubrimiento fue necesario esperar al
siguiente paso en la evolución del hombre como fabricante de
herramientas, cuando desarrollo la técnica de tallar trozos de silex.
Probablemente se dio cuenta, en un primer momento, de que los
silex que se habían roto de un modo natural presentaban algunas veces un
borde filoso; entonces debió de comprender que tenia a su alcance una
herramienta con que cortar o desollar.
Los primeros pasos en la talla del silex estuvieron encaminados
hacia la consecución del desbastado con la intención de fabricar un
hacha, por eliminación de las partes sobrantes. En un principio, en
hacha era llevada en la mano, “hacha de mano”, generalmente con forma de
lágrima, luego, con el correr de las experiencias se le añadió un mango
sujeto a la piedra tallada.
Esto dio lugar a un arma más eficaz, pues la persona que la
utilizaba podía conferir un mayor impulso y, por consiguiente, asestar
un golpe más fuerte, haciendo girar el arma en un arco mayor.
Con el tiempo los hombres descubrieron también que los trozos de
silex procedentes del desbaste de la pieza central eran también útiles,
sino más que el hacha. Estos restos podían ser convertidos en puntas de
flechas, de lanzas, cuchillos y, finalmente espadas primitivas.
Hasta entonces, las lanzas habían sido simples palos afilados,
cuyas puntas se endurecían, como dijimos anteriormente, calentándola al
fuego. El uso del silex mejoro mucho la lanza: la punta era mas dura y
afilada y, por lo tanto, mas eficaz y duradera a la hora de cobrar una
victima. Parte de su superficie estaba provista de púas.
El hombre no creía poder igualar la fuerza de los animales más
grandes, o la velocidad de muchas especies más pequeñas. Necesitaba
algún otro método, aparte de sus propios músculos, relativamente poco
potentes, para disparar proyectiles que le sirvieron como arma.El hombre
no creía poder igualar la fuerza de los animales más grandes, o la
velocidad de muchas especies más pequeñas. Necesitaba algún otro método,
aparte de sus propios músculos, relativamente poco potentes, para
disparar proyectiles que le sirvieron como arma.
La solución estaba en la energía mecánica, lo que constituyó una
revolución tan grande en el armamento como el descubrimiento de la
capacidad ofensiva de la piedra.
La primera ayuda mecánica de la que se valió el hombre fue el lanzador, que aún se usa entre los aborígenes australianos.
Consiste en un trozo de madera con una hendidura en la que
descansa la lanza, con un extremo posterior apoyado en un sólido bloque
situado detrás de la hendidura; el hombre aferra el lanzador por la
parte delantera y, cuando lanza el arma, el lanzador se convierte en una
extensión de su brazo, con lo que, consecuentemente, se imparte mayor
aceleración al proyectil.
Luego vino el arco. Al principio era un simple trozo de madera
flexible doblado mediante un pedazo de tripa atado a ambos extremos: un
arma muy simple, pero que podía disparar lo que en realidad era una
lanza en miniatura a muchas veces la distancia que un hombre podía
alcanzar con una lanza propiamente dicha, incluso con la ayuda de un
lanzador.
Otra arma creada durante este periodo fue la honda. Esta se
basaba en el mismo principio que el lanzador, pero enviaba un proyectil
más pequeño, una piedra o un guijarro, a una velocidad mucho mayor, lo
que daba a ese proyectil el mismo poder de impacto que otras armas más
grandes pero más lentas.
Los siguientes milenios de la edad de piedra, hasta el
advenimiento de la Edad de Bronce en el área del Mediterráneo, hacia el
año 3.500a.C., no produjeron novedades de importancia en lo que a
armamento se refiere, pero fueron testigos de la mejora gradual de las
armas ya existentes.
En ciertas localidades, en las que la presencia de algún material
concreto favorecía un uso especial del mismo, aparecieron nuevas armas,
tales como la cerbatana; pero en general, el desarrollo del armamento
en el resto del mundo se basaba en el perfeccionamiento del arte de la
talla del silex.
La introducción del pulimentado y la abrasión hicieron posible
eliminar los bordes y aristas de las rocas de silex, aquellas
superficies irregulares que tan a menudo producían roturas; mientras que
los agujeros practicados en las cabezas de las hachas de silex le
permitían al guerrero introducir el mango dentro de la misma en lugar de
sujetarla mediante ataduras.
Surgió la espada primitiva bajo la forma de un trozo de madera
plano con una hilera de pequeños y puntiagudos trozos de silex a lo
largo de sus bordes, pero se trataba de un arma poco satisfactoria que
iba a ser totalmente revitalizada con la introducción del bronce.
Hacia el año 3500 a.C. se produjo el adelanto más importante que
hasta el momento se había dado en el desarrollo de las armas y
herramientas: el hombre descubrió cómo trabajar el cobre.
Los metales eran conocidos desde hacía tiempo, especialmente el
oro y la plata; pero eran tan blandos que no podían servir para
propósitos guerreros. Aproximadamente hacia el año 4000 a.C. ya habían
aparecido los primeros instrumentos de cobre, pero, a menudo, eran
objetos rudimentarios y reducidos que sólo servían para fines
decorativos, pues el metal puro en estado puro en estado natural era
escaso y el hombre carecía de métodos para trabajarlo, excepto
calentándolo y golpeándolo para que adquiriera forma.
Aunque este procedimiento tenía el efecto, muy importante, de
endurecer el metal, el resultado seguía siendo insuficiente y no podía
servir para ningún propósito práctico excepto para la fabricación de
pequeños objetos tales como anzuelos, agujas y broches.
Un desarrollo más importante representó la invención de la
fundición, proceso por el cual el metal es separado, cuando se halla
fundido, de su mineral. Gracias a este proceso se pudo obtener mucha más
cantidad de cobre. La fundición produjo cobre lo suficientemente puro y
abundante como para permitir en los pueblos del Nilo, y luego los de
los valles del Tigris y el Éufrates, crearan las primeras civilizaciones
basadas en torno al empleo de este metal.
Pero el cobre seguía siendo un metal muy maleable incluso después
de haber sido endurecido por el martilleo, así que las únicas armas de
cobre producidas fueron las dagas, que tenían hojas anchas,
triangulares, para contrarrestar la debilidad del metal.
Las armas mayores hechas con cobre no eran prácticas, pues apenas
si habrían podido resistir su propio peso sin doblarse. A medida que
aumentaba la habilidad en el trabajo del cobre se fue extendiendo el
empleo de este metal en la fabricación de armas.
Las dagas fueron mejoradas estrechando la hoja y endureciéndolas
mediante nervios insertados en cada uno de los lados de la misma, al
tiempo que se fundían toscas cabezas de hacha y flecha, que luego eran
terminadas a martillazos.
Al mismo tiempo que se producían estas mejoras en el armamento,
tuvo lugar un gradual en la organización de los ejércitos. La guerra
primitiva era por lo general un combate entre individuos y grupos que
estaban personalmente implicados en una disputa, pero las civilizaciones
del Nilo y de los valles mesopotámicos dieron un paso adelante.
Eran capaces de obtener los suficientes alimentos en sus fértiles
tierras como para mantener, cuando surgía la necesidad, una clase
adicional de guerreros, exclusivamente dedicados a este menester. Estos
hombres estaban equipados de un modo homogéneo y formaban grupos de
lanceros, arqueros y honderos, y luchaban en pro de la comunidad.
Creo que cuentas una historia muy simplista, En un principio los humanos eran nómadas, de pequeños grupos. Su principal labor era defenderse de otros grupos, además de los animales. Era la deprecación del hombre por el hombre. El sílex no estaba a la vuelta de la esquina. Cuando se conseguía, bien en canteras o en combates, No se podía sentar a la bartola a dejar restos y lascas por aquí y por allí, mientras entonaba una canción. Eso sería su muerte. El mayor tesoro era el diles. Algunos grupos se habían especializado en la depredación y cualquier resto dejado suponía la muerte. Una de sus principales inquietudes era ser invisible y si dejaban rastros era a propósito para realizar un emboscada. Hoy día las naciones débiles están en manos del capricho de las fuertes y así ha sido siempre. Eso ha sido y será el principal condicionante del desarrollo humano. Los avances han surgido en las guerras entre hombres y no contra las fieras.
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