viernes, 8 de marzo de 2013

TROVADORES CASTELLANOS

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CANTIGAS DE AMOR Y RELIGIOSAS

SELECCIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS DE ROBERTO F. GIUSTI



TROVADORES

El monje santo que en su monasterio indaga las verdades supremas y minia celosamente las estampas perdurables; el guerrero áspero que persigue y domeña al moro invasor; y el trovador melodioso que va de castillo en castillo, narrando las gestas ilustres o componiendo historias de amor, son los tres personajes que se alzan en el portal de la Edad Media europea. Misal, espada y laúd forman su trofeo alegórico. Inseparables el uno del otro, proclaman la armonía de la época en la cual el que ora, el que lucha y el que canta conviven en las fortalezas castellanas. Un signo común aclara sus frentes: el del alto amor. Por él combaten el monje, el guerrero y el trovador, pues los dos últimos, más allá del mundano pretexto que a las veces agita su lanza o estremece las cuerdas de su instrumento musical, persiguen la gracia del amor supremo, cuya pureza ilumina las arenas de los torneos y las justas poéticas frente a los estrados. El trovador es un tipo de hombre, descendiente de los aedos vagabundos de la antigüedad, cuya presencia suavizó las costumbres imprimiendo en ellas el sello de la más noble cortesía. Fué así un verdadero civilizador. Las ideas de los místicos enclaustrados en sus celdas, se divulgaron merced al poeta trashumante que las tornaba accesibles a todos, encerrándolas en la estrofa sutil que se fijaba en la memoria fácilmente. Los hechos de los señores cubiertos de hierro que vencían al moro en sus alcázares y llevaban la cruz a los campos sangrientos de Palestina, se conocieron más por las narraciones rimadas de los poetas que por las crónicas minuciosas de monótona exposición.
Periodista lírico, difundió en palacios y aldeas las nuevas de victoria y coraje. Su llegada era saludada con júbilo por las damas de alto capirote que suspendían la inacabable labor de tapicería -Penélope fué una grácil antecesora del medioevo- para escuchar al cantor inspirado que les hablaba de su amor cercano o remoto.
Quien quiera formarse una idea acabada de lo que fué la Edad Media española y de lo que fué su Renacimiento, encontrará en los cancioneros trovadorescos múltiples temas de meditación, múltiples guías que le señalarán la senda, en el laberinto sentimental, hacia el secreto de esa época apasionante.
M. M. L.




INTRODUCCIÓN

Ofrezco al lector una antología de trovadores de lengua castellana. Son varios siglos, es toda una época de la historia de la cultura y de la poesía la que expresa la lírica trovadoresca en las literaturas de occidente. Nació la poesía cortés, también llamada lemosina o provenzal, en el sur de Francia a fines del siglo XI en lengua de oc, e imitada por los trovadores de la lengua de oíl, y en Italia, Alemania, Galicia y Portugal, Cataluña, Valencia y Aragón, Castilla y demás partes de España, dió nacimiento a escuelas semejantes, que representaron en las lenguas vulgares, después de la caída del Imperio Romano, el primer florecimiento de poesía lírica de procedencia culta, sometida a reglas técnicas. Lo que fué en su origen esa poesía en las cortes provenzales, ha sido definido y explicado ampliamente por la crítica y la historia. El arte de los trovadores, sutil, razonador y refinado, tuvo por preferente objeto la mujer y el amor. Un modo particular del amor -el amor cortés- más intelectual que apasionado. Una mística del amor que parece ser de la misma esencia que la mística religiosa, como que una y otra se prestan recíprocamente su lenguaje, hasta contrahacer, la poesía del amor, en irreverentes parodias, los actos del culto y la liturgia.
Tal ideal del amor será el que mezclado de diversas maneras con nuevos ingredientes, llegue hasta la literatura romántica a través del petrarquismo, de la devoción caballeresca de Amadís y Don Quijote a sus señoras Oriana y Dulcinea, del pastorilismo renacentista, del teatro corneliano y español y de la Arcadia. Solamente en nuestra edad, con el triunfo en la vida y en el arte de otra concepción de amor, diremos americana, para caracterizarla por sus formas más típicas, van desapareciendo los últimos vestigios del ideal femenino de los trovadores. El que nació en las cortes de Provenza, de las cuales eran centro y decoro las damas, y trascendió después a la vida misma, reposa sobre la idea de la perfección del objeto amado: en este caso la mujer, así como Dios lo es para el místico.
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido

canta el poeta español del siglo XVI continuando una tradición mística que tiene su expresión más notable en el Kempis. El mismo lenguaje usa el trovador con respecto a su dama. El amor es un don libre y gratuito, motivado por la sola excelencia del objeto de la devoción. Se da sin esperar recompensa. Servir será el término más usual para significar la relación entre el amante y la amada. Aquél es dichoso con sólo servir; dichoso si puede tener la esperanza de alcanzar por grados la reciprocidad del amor; dichoso si sufre desdenes y desvíos, porque el sufrimiento acrece el mérito del amante. El amor es, pues, un fin en sí mismo; su objeto es la dama, abstracta e indefinida, no la esposa ni la novia concretas; su naturaleza (en el plano de la poesía) es platónica; sus formas, las de la más extremada galantería.
El poeta se figura a la dama dechado de perfecciones corporales y espirituales y la asocia a las cosas más nobles y gentiles: la primavera, el cielo, las flores, las perlas, el sol, las estrellas, el paraíso, y a menudo, atrevidamente, a la Virgen y a Dios mismo. El amado es su siervo, su esclavo, su cautivo, imágenes afortunadas y semánticamente fecundas en el lenguaje de todos los pueblos de occidente. Es su vasallo, vinculado a su señora por el amor y la fidelidad remedados del régimen feudal. Es indigno de la amada; sólo su fidelidad le confiere algún merecimiento. Por ella está dispuesto a sufrir cualquier prueba. Por ella muere a cada instante, consumiéndose en el deseo; pero esa misma muerte es goce y por tanto ocasión de vida. Como no puede poseerla, la hace suya en el sueño y esta dicha le basta. El amante tiembla y enmudece ante la amada; una sola mirada suya es su bien supremo: inestimable, si dulce y piadosa; pero igualmente agradecida, si desdeñosa y fiera. Recuérdese el ruego del poeta petrarquista del siglo XVI a la mujer que lo mira airada:
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.

Porque la dama posee todas las virtudes, pero generalmente es inaccesible y cruel. ¿Qué hará el poeta sino procurar ablandar ese pecho donde no anida la piedad, con ruegos, quejas, reproches, lágrimas y suspiros? Rara vez el amante renuncia a su amor, aunque inútil y vano, volviéndose hacia otro objeto más digno de aquél; generalmente, gozándose en su tormento, persevera hasta el último respiro. Pero el día de la liberación de su cautiverio nunca llega; al libertarlo, la muerte será su vida, así como su vida es una continua muerte.
Este ideario del amor no queda agotado en el resumen precedente, pues la expresión del sentimiento no podía dejar de asumir en los versos de centenares de trovadores variadas formas individuales fuera de las acostumbradas; sin embargo, el repertorio corriente de las ideas e imágenes de los poetas cortesanos giró con cansada monotonía en torno de esta casuística del corazón.
Sin negar la realidad de los casos, de que hay memoria en la historia y en la leyenda, de encendida pasión amorosa que hizo sincera la poesía de los trovadores sublimándola en la tragedia, el sacrificio y la muerte, por lo común esa poesía es tan artificiosa en la forma como convencional en el fondo.
El amor devoto a la mujer amada no fué más que una convención poética y un juego de sociedad. No es la mujer de carne y hueso, sino la idea de la dama perfecta la que encontramos en los versos de los trovadores. El sentimiento vivo es sustituído por una fraseología siempre igual, un metafisiqueo del amor que se consume pronto en las mismas imágenes, personificaciones, símiles, antítesis, juegos de palabras y reminiscencias literarias aprendidas en los primeros modelos.
Esta poesía extremó además las exigencias formales, sometiéndose a un riguroso sistema de reglas tocantes a las rimas y al encadenamiento de versos y estrofas. Con ello acentuó su carácter artificioso de juego de la inteligencia, que posponía la sinceridad poética y la sustancia humana a una laboriosa destreza técnica, cuando no a un voluntario hermetismo, el trobas clus -trovar cerrado u oscuro- orgullo de muchos poetas.
La mayoría de las particularidades expuestas caracterizaron también la lírica trovadoresca castellana. Ella no nació, como en otras partes, por influencia directa de los provenzales. Se conocen los nombres de algunos trovadores o juglares líricos occitánicos que visitaron desde mediados del siglo XII las cortes de los Alfonsos, pero no formaron escuela ni tampoco nos ha llegado el eco de imitaciones aisladas que hasta los tiempos de Alfonso el Sabio habrían sido extraordinariamente tempranas para el estado de la cultura castellana de entonces. La más antigua poesía lírico-narrativa conocida en nuestra lengua, cuya composición probablemente data de comienzos del siglo XIII, la Razón de amor, si bien se dice hecha por un escolar que "hobo crianza en Alemania y en Francia" y "moró mucho en Lobardía por aprender cortesía", muestra por ciertos rasgos, su manifiesta procedencia literaria gallega. También hay escritas en nuestra lengua dos cantigas de amor en el Cancionero gallego-portugués de la Vaticana, respectivamente atribuídas a Alfonso X (1220-1284) y Alfonso XI (1304-1342); pero ambas, muy mechadas de galleguismos, deben ser afiliadas a la escuela trovadoresca que floreció desde el siglo XIII en las cortes gallegas y portuguesas, a imitación de los provenzales.
Porque fué en esa escuela donde se formó la lírica de los trovadores castellanos hacia mediados del siglo XIV, precisamente cuando ya declinaba el florecimiento poético gallego-portugués. Testimonio de tal nacimiento y posterior desarrollo es el Cancionero que Juan Alfonso de Baena compuso hacia mediados del siglo XV para solaz del rey D. Juan II y de la corte. Hasta muy entrado el siglo anterior, los trovadores "destas partes, agora fuesen castellanos, andaluces o de la Extremadura, todas sus obras componían en lengua gallega o portuguesa", escribió el Marqués de Santillana en su Carta-proemio al Condestable de Portugal. Esa lengua había sido el dialecto adoptado en Castilla para la expresión lírica antes que ningún otro. Fué el mismo en que Alfonso el Sabio, ensalzado como padre de la prosa castellana, compuso personalmente o mandó componer las Cantigas de Santa María. Poco más o menos, para valernos de un comparación, como los poetas argentinos que se complacían en los primeros decenios de este siglo en escribir sus versos en francés.
Los poetas que Baena coligió en su Cancionero, desde los más antiguos, Pero Ferrús (o Ferrandes, por diversa lectura), Pero López de Ayala, el Arcediano de Toro, Macías, Jerena, Villasandino y otros, habían aprendido de los gallegos el arte de trovar y algunos de ellos todavían componían en gallego sus cantigas y decires.
Poca o ninguna poesía auténtica se encontrará en el Cancionero de Baena, ya en su tiempo más retrospectivo que actual, pues la mayoría de los poetas en él reunidos -unos sesenta- pertenecen a los reinados de Enrique II, Juan I y Enrique III, y a la minoría de Juan II. Lo iluminan débiles reflejos occiduos de las galanterías de los provenzales; pero el mayor caudal de sus versos no lo forman las cantigas de amor, sino poesías de circunstancias o devotas, alabanzas interesadas, súplicas cortesanas, canciones de burlas, vejámenes, sermones morales y doctrinales, loores de la Virgen, alegorías, preguntas y respuestas y abundantes "recuestas", género de controversia rimada derivado de la tensón provenzal, que se aupaba desde ridículas quisicosas hasta cuestiones teológicas trascendentales.
En los cancioneros gallego-portugueses de la Vaticana y de Colocci-Brancuti (este último hoy de la Biblioteca Nacional de Lisboa) contrasta con las insípidas cantigas de amor al modo provenzal, el sabor vernáculo de las cantigas de amigo, aun cuando éstas sean cultivadas por los mismos trovadores cortesanos autores de aquéllas, empezando por el rey Don Dionís. Esto de la poesía popular no es cuestión fácil de ser planteada y resuelta, ni tal poesía puede ser siempre diferenciada por su origen y sus formas de la llamada culta, porque cuando la popular, aunque anónima, muestra maestría técnica y conciencia artística, debemos suponerla fruto de una elaboración personal no diferente de la que tiene autor conocido. Popular, pues, no por su origen, sino por su acento y destino. Pero lo cierto es que sus límites son indecisos, siendo frecuente la mutua invasión de sus zonas respectivas. Esto ocurre con la lírica gallega de las cantigas de amigo, donde las quejas de las raparigas del Miño, conservan, si bien lloradas por poetas expertos en las artes de los provenzales, una inspiración, un sentimiento y un ritmo de ese sabor peculiar que sólo posee el cancionero anónimo del pueblo: un sabor más fresco, una elocución más elemental, más llana, más directa -comunicable por el canto y de ahí su frecuente alianza con la música-; también, un círculo de ideas, de imágenes, de recursos técnicos, más limitado y fijo que el de la poesía llamada culta. La cual, así como puede originaria y voluntariamente identificarse con el romance y la copla populares (que es el caso en los siglos XIX y XX de ciertas composiciones de Ruiz Aguilera, de Bécquer y García Lorca), también llega a incorporarse al cancionero del pueblo sin habérselo propuesto ni esperado, lo que ha ocurrido, por ejemplo, en América, con ciertas poesías aristocráticas de los cancioneros antiguos, difundidas, con acompañamiento musical, por los conquistadores.
En el de Baena no hay nada de ello. Ni un solo hálito de la poesía del pueblo se respira en sus páginas. Se desprende de ellas un olor de aire confinado de covacha, de apartado, de celda monacal, de salón húmedo y frío, impresión sensorial mía que la animada evocación que hizo Puymaigre con vivos colores y alegre movimiento, de ese mundo cortesano desaparecido, no alcanza a desvanecer. Publicado por primera vez por Pedro J. Pidal en 1851, es la más antigua antología de la poesía trovadoresca castellana. Villasandino, tan escarnecido en sus páginas por sus contrarios más jóvenes, es sin embargo, a juicio del colector, "esmalte e luz e espejo e corona e monarca" de poetas. Bien a punto lo de "espejo de todos los poetas e trovadores que hasta hoy fueron en toda España", pues en el viejo trovador se reflejan todos los defectos y cualidades de la poesía de inmediato origen gallegoportugués. Contiende en el Cancionero de Baena con la vieja escuela la sevillana de Imperial, imitador de los italianos e introductor en España de la poesía dantesca, cuyos discípulos llevaron a Castilla, orgullosamente en metros más graves y sonoros, sus enigmas, alegorías y copiosas listas de impresionantes nombre mitológicos. Pero esta sección del Cancionero, sermonaria y alegórica, no pertenece al presente libro, deliberadamente restringido a la poesía amatoria y a la devota de origen trovadoresco, en versos de arte menor. Tengo el propósito de dar en otro volumen la poesía medieval castellana de carácter doctrinal y satírico, caudal en el cual confluyeron diferentes corrientes literarias.
Otros muchos cancioneros generales y particulares fueron compilados después del de Baena. No pocos, manuscritos, permanecen todavía inéditos; otros fueron publicados por primera vez o reeditados en el siglo XIX. Entre los últimos, los más representativos son el de Stúñiga, antología poética de la corte de los aragoneses en Nápoles, coetánea de la compuesta por Baena en la corte castellana, editada por primera vez en 1876 por Fuensanta del Valle y Sancho Rayón ("Colección de Libros Españoles Raros y Curiosos",IV); y el de Hernando del Castillo, que vió la luz en 1511. El mayor número de los trovadores reunidos en el florilegio que he compuesto proceden de los tres cancioneros citados. En ellos, principalmente en el de Hernando del Castillo -reflejo muy particular, aunque no exclusivo, de la poesía en tiempos de los Reyes Católicos-, se observa la evolución de la lírica trovadoresca a través de las formas que asumió en el siglo XV.
La escasa sustancia poética del Cancionero de Stúñiga no lo hace muy disímil del de Baena, si mirado con un criterio rigurosamente estético; pero aquel, aparte de ser más lírico, da entrada a nuevas formas cortesanas, antes desusadas en Castilla: los motes y las glosas, de que tan pródigos fueron los trovadores de la segunda mitad del siglo XV, nuevo pasatiempo de sociedad más ingenioso que poético, el cual venía a agregarse al de las preguntas y respuestas rimadas. En sus páginas se ve además acercarse por primera vez la poesía culta al romancero al adoptar Carvajal o Carvajales la combinación del romance. Compuso dos. Uno de ellos, referente a un acontecimiento áulico de 1442, muestra en el primer verso una manifiesta reminiscencia del comienzo del romance viejo del Conde Alarcos. "Retraída estaba la infanta -bien así como solía", dice éste. Y Carvajal: "Retraída estaba la reina -la muy casta doña María..."
Aun cuando la poesía trovadoresca se agostaba en la repetición monótona de la invariable relación entre la dama altanera y desdeñosa y el amador implorante y sumiso, y en la insistente antítesis de la muerte que da vida y de la vida que da muerte, brotábale todavía algún débil retoño, pálidamente florecido, gracias al injerto de ciertas formas populares que hasta entonces habían vivido en la tradición anónima y no habían tenido acceso a los cancioneros. Éstas eran los villancicos y cantarcillos que estuvo de moda glosar en la época de Enrique IV y los Reyes Católicos, como lo fué también la de glosar e imitar los romances viejos. El fenómeno que siglos antes había producido en Galicia y Portugal el contacto de la poesía artificiosa de las cortes con la más fresca y candorosa del pueblo, se producía ahora en Castilla con el favor creciente que la última empezaba a cobrar entre los trovadores. Precursor fué Santillana, no sólo al tratar el género de las serranillas, de raíz provenzal, con realismo, en ocasiones, de auténtico sabor y origen populares, sino en su bellísimo "Villancico a tres hijas suyas", en el cual intercaló cuatro graciosos cantarcillos anónimos.En verdad no es en dichos cancioneros, sino en las obras de Juan del Encina y Gil Vicente, en el que Asenjo Barbieri publicó bajo el título de Cancionero Musical del siglo XV, en los libros de música del siglo XVI y en otras fuentes, donde hay que buscar la gracia y el aroma de la canción popular; pero esta última no es el objeto y la materia de la presente colección.
La inicio en el siglo XIII con la Razón de Amor y la cierro a mediados del siglo XVI. La inclusión de escritores bilingües como Gil Vicente, Montemayor y el glorioso Camoens está más que justificada en una antología poética castellana. Así como en el siglo XIV había sido moda cortesana en Castilla versificar en lengua gallega, moda que se prolonga accidentalmente en el siglo XV, lo fué en la corte de Lisboa en la segunda mitad del siglo XV y comienzos del XVI valerse de la lengua del vecino y rival e imitar servilmente en la propia y en la adoptada las frías recetas poéticas usuales en las cortes de Juan II y sus sucesores. Todas las ñoñerías de la adocenada poesía trovadoresca pasaron de este modo al copioso Cancioneiro geral, publicado en 1516 en Lisboa por García de Resende, con posterioridad de cinco años al de Hernando del Castillo, cuya disposición imitó el caballero y poeta portugués al componer el suyo. La mayoría de las composiciones contenidas en él son juegos de salón en metros cortos: galanterías, letras, motes, anagramas poéticos, porqués, versos de burlas. Para que haya un eco en la presente colección de la poesía trovadoresca castellana en la corte de Lisboa, publico una cantiga del propio García de Resende. Tampoco debe sorprender la inclusión de los dos introductores del endecasílabo italiano, Boscán y Garcilaso, que con su innovación dieron el golpe de muerte a la agonizante lírica de los cancioneros. Ellos también la cultivaron antes de descubrir la belleza y plasticidad de los nuevos metros y combinaciones estróficas. Con el mismo criterio Dámaso Alonso en su excelente Antología de la poesía española en la Edad Media sigue la vena de lo medieval en el Renacimiento y en el Posrenacimiento, he creído conveniente seguir el arte trovadoresco como procedimiento de escuela, cuando la palabra trovador ya estaba poco menos que abolida, hasta sus epígonos y últimas derivaciones castellanas y portuguesas en el siglo XVI.


Las noticias particulares sobre cada poeta las hallará el lector en las notas finales, que he procurado hacer precisas e ilustrativas. Al componer esta colección me he guiado en primer término por el criterio de escoger lo mejor, y a la vez lo más inteligible, seleccionando cuarenta y seis entre tantos centenares de trovadores; pero también he procurado mostrar lo más representativo de las diferentes épocas y formas, de modo que ninguna especie característica de maestría o pasatiempo trovadorescos dejase de figurar.
He tenido presente, así el texto de los cancioneros en sus ediciones antiguas o reediciones del siglo XIX, como algunas colecciones modernas autorizadas: el Cancionero castellano del siglo XV, ordenado por R. Foulché Delbosc (Nueva Biblioteca de Autores Españoles, tomos XIX y XXII), la Antología de Poetas Líricos Castellanos de M. Menéndez Pelayo y la ya citada Antología de Dámaso Alonso (Signo, Madrid, 1935). O bien los cancioneros especiales de algunos poetas como Santillana, Jorge y Gómez Manrique, Álvarez Gato, Juan del Encina, Gil Vicente y Castillejo. Siempre he respetado el texto, cuando el transmitido es uno solo, salvo en el caso de errores u omisiones evidentes, cuya corrección la lectura hacía necesaria; y habiendo variantes, he elegido la más antigua, la más autorizada o la más natural. Pero como esta no es una edición crítica sino destinada a la lectura y entretenimiento de los lectores cultos, sin rigurosas exigencias eruditas, he modernizado respetuosamente la ortografía las veces que la forma de la palabra lo ha hecho posible.
Por supuesto, he modificado las antigua grafías que no representaban ningún sonido diferente de los actuales; por ejemplo, entre tantas, las iniciales dobles rr, ss o ff (rrey, ffué, sseñor); cambiado la nn por ñ, la q por c en vocablos como qual y quando; la ph por f, la y vocálica por i, etc. He reducido a la ortografía académica actual el empleo antiguamente vacilante de la b y la v, o de la u con valor de v. He restablecido la h en todas las palabras que hoy la llevan, y también en algunas formas antiguas, hoy desusadas, nominales o verbales, como home, hobo, hobieron, hobiese, que en los manuscritos aparecen escritas con ella o sin ella. La he quitado en cambio de las palabras donde hoy no se usa. La �, representativa de un sonido desaparecido, la he sustituído por una simple c, signo del sonido moderno afín, y delante de a y de o por la z. Lo mismo he hecho con las palabras donde la c actual estaba representada por la combinación sc. Por otra parte, como es sabido, para los americanos todos estos signos equivalen a una s. En el caso de una diferenciación de sonidos, ahora inexistente, por distintos signos: la s y la ss, sonora la primera y sorda la segunda (famoso y passión) me atengo a la ortografía actual. Cuando el sonido de la j todavía no se había introducido en nuestra lengua, las palabras donde aparece se escribían de diferente manera: unas con i,j o g, con valor aproximado, palatal sonoro, al de la j francesa, por ej. en joli (oios u ojos, mugieres); otras con x, con el sonido palatal sordo de la ch francesa, por ej. en chambre (rexa, dixo). He uniformado todas estas grafías representativas de dos sonidos distintos, usando indistintamente la j con su valor fonético actual. No he sustituído en cambio la s por x allí donde la ortografía erudita y académica ha restablecido la x etimológica, entre otras razones porque, como muy bien lo dice Navarro Tomás, la x sólo se ajusta al valor literal que representa el grupo cs "en casos muy marcados de dicción culta y enfática" y "en la conversación correcta, la x ante consonante se pronuncia como una simple s". Solamente vacilé acerca de si conservaría la f en las palabras en que hoy la representa la h. La f latina inicial había ya perdido en la época de los trovadores su sonido labiodental para convertirse en el signo de una aspiración, más tarde representada por la h, hasta que en el siglo XVI también se perdió la aspiración, excepto en algunas hablas regionales. ¿Debía yo conservar la f como indicadora de la aspiración, pero induciendo al lector inadvertido a cometer el anacronismo lingüístico de pronunciarla como labiodental, o bien, cambiarla por h, a riesgo de que, siendo muda hoy esta letra, muchos verbos se volvieran cojos, al producirse sinalefas indebidas? Salvo en casos de excepción motivados por distintas razones, me decidí por lo segundo, confiando en que el lector culto hará hiato o aspirará ligeramente la h, allí donde la encuentre en posición de sinalefa, cuando el metro lo pida. En cuanto a la acentuación ortográfica y la puntuación adopto las modernas, menos en los casos en que la palabra acentuábase prosódicamente de diferente manera; también he usado el apóstrofe donde lo juzgué conveniente (qu'os por cos, qu'estonces por questonces, si l' dicen, por sil dicen, etc.).
No sé si la rigurosa tiranía erudita me castigará por esta modernización ortográfica que se propone quitar su carácter hirsuto, volviéndola amable, a la fisonomía de textos medievales destinados a lectores no todos particularmente peritos en lingüística. En mi descargo debo decir: primeramente, que, con excepción de las ediciones paleográficas o críticas, todos los textos antiguos -los cuales por otra parte ofrecen grafías anárquicas, arbitrarias y contradictorias,- son más o menos retocados por los editores modernos conforme a su criterio personal, siendo casi imposible señalar dos reproducciones de una misma página, coincidentes; en segundo lugar que me amparo del ejemplo autorizado de eminentes literatos y sabios franceses e italianos en casos semejantes. Dámaso Alonso, quien en su Antología ha adoptado un criterio intermedio en lo tocante a la modernización de la ortografía, haciéndola solamente cuando aquella no podía cambiar el valor fonético del vocablo, nos advierte cuerdamente: "Por mi parte, no aconsejo al lector que haga esfuerzos por reproducir la pronunciación antigua. El error que se comete pronunciando a la moderna es mínimo". He procurado evitar al lector en la pesente edición ese esfuerzo inútil, con la esperanza de hacerle accesible un campo poético y un mundo de ideas y sentimientos, si no muy rico aquél, ni éstos muy profundos, sí interesantes, curiosos, y a ratos también graciosos y bellos.
Roberto F. Giusti.


Indice de autores




ANÓNIMO

RAZÓN DE AMOR Qui triste tiene su corazón venga oír esta razón; odrá razón acabada, feita d'amor e bien rimada. Un escolar la rimó que siempre dueñas amó, mas siempre hobo crianza en Alemania y en Francia; moró mucho en Lombardía por aprender cortesía. En el mes d'abril, después yantar, estaba so un olivar; entre cimas d'un manzanar un vaso de plata vi estar; pleno era d'un claro vino que era bermejo e fino, cubierto era de tal mesura no lo tocás la calentura. Una dueña lo y hobo puesto que era señora del huerto, que, cuan su amigo viniese, d'aquel vino a beber le diese. Qui de tal vino hobiese en la mañana cuan comiese, e dello hobiese cada día, nunca más enfermaría. Arriba del manzanar otro vaso ví estar; pleno era d'un agua frida, que en el manzanar se nacía. Bebiera d'ella de grado, mas hobi miedo que era encantado. Sobre un prado pus mi tiesta que nom' hiciese mal la siesta; partí de mí las vistiduras que nom' hiciés mal la calentura. Pleguém' a una fuente perenal, nunca fué homne que vies' tal: tan grant virtud en sí había, que de la fridor que d'y ixía, cient pasadas a derredor non sintríades la calor. Todas yerbas que bien olíen la fuent cerca sí las teníe. Y es la salvia, y son las rosas, y el lirio e las violas; otras tantas yerbas y había que sol' nombrar no las sabría, mas el olor que d'y ixía a homne muerto resucetaría. Pris del agua un bocado e fui todo esfriado; en mi mano pris una flor, sabet non toda la peyor, e quis cantar de fin amor; mas vi venir una doncella, pues nací non vi tan bella. Blanca era e bermeja, cabellos cortos sobre l'oreja. Fruente blanca e lozana, cara fresca como manzana, nariz egual e dereita, nunca viestes tan bien feita, ojos negros e ridientes, boca a razón e blancos dientes, labros bermejos non muy delgados, por verdat bien mesurados; por la centura delgada; ben estant e mesurada; el manto e su brial de xámet era que non d'al; un sombrero tien' en la tiesta que nol' hiciese mal la siesta; unas luvas tien' en la mano sabet non ielas dió villano. De las flores vien' tomando, en alta voz d'amor cantando, e decía: "¡Ay, meu amigo, sí me veré ya más contigo! Amé sempre e amaré cuanto que viva seré. Porque eres escolar quisquiere te debría más amar. Nunca odí de homne decir que tanta bona manera hobo en sí; más amaría contigo estar que toda España mandar; mas d'una cosa so cuitada: he miedo de seder engañada, que dicen que otra dona cortesa e bella e bona te quiere tan gran ben, por ti pierde su sen, e por eso he pavor que a ésa quieras mejor; mas si yo te vies' una vegada, a plan me queriés por amada". Cuant la mía señor esto dicía, sabet a mí non vidía; pero sé que non me conocía, que de mí non hoiría. Yo non hiz aquí como villano; levém' e prisla por la mano. Juñiemos amos en par e posamos so el olivar. Dijle yo: "Decit, la mía señor, si supiestes nunca d'amor?" Diz ella: "A plan, con grant amor ando, mas non conozco mi amado; pero dicem' un su mesajero qu'es clérigo e non caballero, sabe muito de trovar, de leyer e de cantar; dizem' que es de buenas yentes, mancebo barbapunientes". "Por Dios, que digades, la mía señor, ¿qué donas tenedes de la su amor?" "Estas luvas y es' capiello, est oral y est aniello envió a mí es' meu amigo, que por la su amor trayo conmigo". Yo conocí luego las alhayas que yo ielas había enviadas. Ella conoció una mi cinta man a mano, qu'ella la hiciera con la su mano. Toliós el manto de los hombros, besóme la boca e por los ojos; tan gran sabor de mí había, sol' hablar non me podía. "Dios señor, a ti loado cuant conozco meu amado, agora he tod' bien conmigo cuant conozco meo amigo". Una gran pieza allí estando, de nuestro amor ementando, ella m' dijo: "El mío señor, hora m' sería de tornar, si a vos non fuese en pesar". Yo l' dij: "It, la mía señor, pues que ir queredes, mas de mi amor pensat, fe que debedes". Ella m' dijo: "Bien seguro seit de mi amor, no vos camiaré por un emperador". La mía señor se va privado, deja a mí desconortado. Desque la vi fuera del huerto, por poco non fuí muerto. Por verdat quisieram' adormir, mas una palomela vi, tan blanca era como la nieve del puerto, volando viene por medio del huerto. Un cascabielo dorado trai al pie atado. En la fuente quiso entrar, cuando a mí vido estar entrós' en el vaso del malgranar. Cuando en el vaso fué entrada, e fué toda bien esfriada, ella que quiso exir festino, vertiós' el agua sobr'el vino.

JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA

CÁNTICA DE LOORES DE SANTA MARÍA
  
      Quiero seguir a ti,
  flor de las flores,
  siempre decir,
  cantar de tus loores,
  non me partir
  de te servir,
  mejor de las mejores.
  
      Grand fianza
  he yo en ti, Señora,
  la mi esperanza
  en ti es toda hora,
  de tribulanza
  sin tardanza,
  ¡venme librar agora!
  
      Virgen santa,
  yo paso atribulado
  pena atanta
  con dolor atormentado
  e me espanta
  coita atanta
  que veo ¡mal pecado!
  
      Estrella de la mar,
  puerto de holgura,
  de dolor complido
  e de tristura,
  ¡venme librar
  e conortar,
  Señora, del altura!
  
      Nunca fallece
  la tu merced complida,
  siempre guarece
  de coitas e da vida,
  nunca perece
  nín entristece
  quien a ti non olvida.
  
      Sufro grand mal
  sin merecer, a tuerto,
  esquivo tal
  porque pienso ser muerto,
  ¡mas tú me val,
  que no veo ál
  que me saque a puerto!
  
  

PERO LÓPEZ DE AYALA

CANTAR
  
       Señor, si tú has dada
       tu sentencia contra mí
       por merced te pido aquí
       que me sea revocada.      
  
  Tú, Señor, tienes judgado por tu alta providencia,
  que emendando el pecador se mude la tu sentencia;
  por ende con penitencia e con voluntad quebrantada,
  he mi vida ordenada, por cumplir lo que fallí:
  
   Señor, si tú has dada, etc. 
  
  Con tu ayuda, Señor, e de la Señora mía,
  podré yo muy pecador emendarme toda vía,
  e tu servicio será en cobrar esta vegada,
  una oveja muy errada, que en el yermo me perdí.
  
   Señor, si tú has dada, etc. 
  
  Non sea yo desechado de la tu merced muy grande,
  e a siervo tan errado con saña non le demande,
  e con crueza non ande por juïcio la tu espada,
  e séame otorgada piedat si fallecí.
  
   Señor, si tú has dada
   tu sentencia contra mí
   por merced te pido aquí
   que me sea revocada.      
  
  
CANTAR
  
   Señora, estrella luciente
   que a todo el mundo guía,
   guía a este tu sirviente
   que su alma en ti fía.    
  
  A canela bien oliente
  eres, señor, comparada,
  de la tierra del oriente
  es olor muy apreciada.
  A ti haz clamor la gente
  en sus cuitas todavía,
  quien por pecador se siente
  llamando Santa María.
  
   Señora, estrella luciente, etc.
  
  Al cedro en la altura
  te compara Salomón,
  eguala tu hermosura
  al ciprés del monte Sión.
  Palma fresca en verdura,
  hermosa e de grant valía,
  oliva la Escriptura
  te llama, Señora mía.
  
   Señora, estrella luciente, etc.
  
  De la mar eres estrella
  del cielo puerta lumbrosa,
  después del parto doncella,
  de Dios padre, hija, esposa,
  Tú amansaste la querella
  que por Eva a nos venía,
  e el mal que hizo ella
  por ti hubo mejoría.
  
   Señora, estrella luciente
   que a todo el mundo guía,
   guía a este tu sirviente
   que su alma en ti fía.    
  
  
CANTAR
  
   Señora mía muy franca,
   po ti cuido ir muy cedo
   servir tu imagen blanca
   en la eglesia de Toledo. 
  
  Cuando me veo quejado
  a ti hago mis clamores,
  e luego só conortado
  de todos grandes dolores:
  en ti son los mis amores,
  e serán con esperanza,
  que me tires tribulanza
  e te sirva muy más ledo.
  
   Señora mía muy franca, etc. 
  
  Si tomaste contra mí
  por los mis pecados saña,
  Señora, te pido aquí
  que non sea ya tamaña:
  e a la mi cuita estraña
  acorre con alegranza,
  no muera con desperanza,
  en tormento tan acedo.
  
   Señora mía muy franca,
   po ti cuido ir muy cedo
   servir tu imagen blanca
   en la eglesia de Toledo. 
  
  
  

DIEGO HURTADO DE MENDOZA

COSANTE Aquel árbol que mueve la hoja algo se le antoja. Aquel árbol del bel mirar hace de maniera flores quiere dar: algo se le antoja. Aquel árbol del bel veyer hace de maniera quiere florecer: algo se le antoja. Hace de maniera flores quiere dar: ya se demuestra; salidlas mirar: algo se le antoja. Hace de maniera quiere florecer: ya se demuestra; salidlas a ver: algo se le antoja. Ya se demuestra; salidlas mirar. Vengan las damas las frutas cortar: algo se le antoja. Ya se demuestra: venidlas a ver; vengan las damas las frutas coger; algo se le antoja.

PERO VÉLEZ DE GUEVARA

CANTIGA EN LOORES DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE Señora, grande alegría siento en mi corazón, pues te llaman con razón Virgen, sol de medio día. En ti tengo yo esperanza, estrella de los maitines, a quien dan los serafines loor e grande alabanza: señora, mi esperanza en tí es toda sazón, pues que de ti galardón espero, señora mía. Bien demuestran cuanto vales las tus obras muy granadas, por ti fueron reparadas las sillas angelicales; líbrame de todos males, amiga de Salamón, pues de nostra salvación tu fuste carrera e vía. Siempre fué la tu costumbre responder a quien te llama, e catar a quien te ama, con ojos de mansedumbre: ¡oh más clara que la lumbre, luz e puerta de perdón, santa sobre cuantas son, sey conmigo toda vía! Todo el mundo fué alumbrado con el fruto que nos diste, Virgen, al que tú pariste, digno e santo sin pecado: seno bien aventurado, lleno de tan noble don, por amor deste sermón, Virgen santa, tú me guía.

MACÍAS

CANTIGA Señora, en quien fianza he por cierto sin dubdanza, tú non hayas por venganza mi tristura. E en ti adoro agora e todavía, de todo lealmente: miémbrate de mí, señora, por cortesía, e siempre te venga en miente, e non dejes tu serviente perder por olvidanza, e tú harás buen estanza e mesura. Non por mi merecimiento que a ti lo manda; mas por tu merced complida duélete del perdimiento en que anda en aventura mi vida; haz que no sea perdida en ti mi esperanza, pues que toda mi membranza es tu figura. Non sé lugar tan forte que me defenda de la tu muy grant beldat: en ti traigo yo la morte sin contenta si me non val tu bondat; e porque esto es verdat ¡Ay Amor! en remembranza en meu cor tengo tu lanza de amargura. Aquesta lanza sin falla ¡ay coitado! non me la dieron del muro nin la prise yo en batalla ¡mal pecado! mas veniendo a ti seguro, amor falso e perjuro me hirió e sin tardanza, e fué tal la mi andanza, sin ventura.

ALFONSO ÁLVAREZ DE VILLASANDINO

CANTIGA Generosa, muy hermosa, sin mancilla Virgen Santa, virtuosa, poderosa, de quien Lucifer se espanta: tanta fué la tu grand omildat, que toda la Trenidat en ti se encierra, se canta. Placentero fué el primero gozo, Señora, que hobiste; cuando el vero mensajero te saluó, tú respondiste. Trojiste en tu seno virginal al Padre celestial, al cual sin dolor pariste. Quien sabría nin diría cuánta fué tu omildanza, o María, puerta e vía de salud e de holganza. Fianza tengo en ti, muy dulce flor, que por ser tu servidor habré de Dios perdonanza. Noble rosa, hija e esposa de Dios, e su madre dina, amorosa es la tu prosa, Ave, estela matutina. Enclina tus orejas de dulzor oyendo a mí, pecador, ayudándome festina. Quien te apela maristela, flor del ángel saludada, sin cabtela non recela la tenebrosa morada. Criada fuste limpia, sin error, porqu'el alto Emperador te nos dió por abogada. Que parrías al Mexías dijeron gentes discretas, Jeremías e Isaías, Daniel e otros profetas. Poetas te loan e loarán, e los santos cantarán por ti en gloria chanzonetas. O beata inmaculata, sin error desde abenicio, bien barata quien te cata mansamente sin bollicio. Servicio hace a Dios, nuestro Señor, quien te sirve por amor non dando a sus carnes vicio. CANTIGA Hecha por ruego del adelantado Pero Manrique, cuando andaba enamorado de su mujer, hija del duque de Benavente Señora, flor de azucena, claro viso angelical, vuestro amor me da grant pena. Muchas en Estremadura vos han grant envidia pura, de cuantas han hermosura: dubdo mucho si fué tal en su tiempo Policena. Hízovos Dios delicada, honesta, bien enseñada: vuestra color matizada más que rosa del rosal, me tormenta e desordena. Donaire, gracioso brío es todo vuestro atavío, linda flor, deleite mío; yo vos fuí siempre leal más que fué Paris a Elena. Vuestra vista deleitosa más que lirio nin que rosa me conquista, pues non osa mi corazón decir cuál es quien así lo enajena. Complida de noble aseo, cuando vuestra imagen veo, otro placer non deseo sinon sofrir bien o mal, andando en vuestra cadena. Non me basta más mi seso, pláceme ser vuestro preso; señora, por ende beso vuestras manos de cristal, clara luna en mayo llena. CANTIGA Inspirada por el amor de una mora Quien de linda se enamora, atender debe perdón en caso que sea mora. El amor e la ventura me hicieron ir mirar muy graciosa criatura de linaje de Agar; quien hablare verdat pura, bien puede decir que non tiene talle de pastora. Linda rosa muy suave vi plantada en un vergel, puesta so secreta llave de la linia de Ismael: maguer sea cosa grave, con todo mi corazón la recibo por señora. Mahomad el atrevido ordenó que fuese tal, de aseo noble, complido, albos pechos de cristal: de alabasto muy broñido debié ser con grant razón lo que cubre su alcandora. Dióle tanta hermosura que lo non puedo decir; cuantos miran su figura todos la aman servir. Con lindeza e apostura vence a todas cuantas son de alcuña, donde mora. Non sé hombre tan guardado que viese su resplandor, que non fuese conquistado en un punto de su amor. Por haber tal gasajado yo pornía en condición la mi alma pecadora. CANTIGA Por amor e loores de unas lindas doncellas e damas que andaban con la reina de Navarra Por una floresta escura muy acerca de una presa, vi dueña hacer mesura e danzar a la francesa. Teresa era desta compañía, e otra que non diría, que mi vida tiene presa. Andaban por la floresta todas cercadas de flores, en su danza muy honesta que hacían por sus tenores discores; melodía muy estraña que hacía esta compaña me hizo perder dolores. Vilas andar de tal guisa de que yo fui muy pagado dellas; traían devisa de flores en su tocado; de grado me llegara yo a su danza, mas hobe grant recelanza de ser dellas profazado. Pero díjeles: -"Señoras, gozo e placer hayades". Respondiéronme esas oras: -"E vos más, si lo buscades. ¿Amades entre nos alguna dueña? non vos embarque vergueña; decidlo, non vos temades". Respondíles muy sin arte por les contar mi deseo: -"Todo mi corazón parte una de vos, en que creo e veo su figura toda vía, mas su nombre non diría, que decir me seríe feo". -"Amigo, Dios te consuele e te dé consolación, e se duelen que se duele de la tu tribulación. Perdición es aquesta en que andas; Dios te dé lo que demandas e cumplas tu entención". CANTIGA Por amor e loores de una su señora Viso enamoroso, duélete de mí, pues vivo penoso deseando a ti. La tu hermosura me puso en prisión por la cual ventura del mi corazón, no s' parte tristura en toda sazón: porén tu figura me entristece así. Todo el mi cuidado es en te loar, qu'el tiempo pasado non poso olvidar: harás aguisado de mí te membrar, pues siempre de grado leal te serví. Estoy cada día triste sin placer; si tan sólo un día te pudiese ver, yo confortar me ía con tu parecer: porén cobraría el bien que perdí. Razonando en tal figura las aves fueron volando; yo aprés de una verdura me hallé triste cuidando: e luego en aquella ora me membró gentil señora a quien noche e día adora mi corazón sospirando.

FRANCISCO IMPERIAL

DECIR Por amores e loores de una hermosa mujer de Sevilla que llamó él Estrella Diana... ella yendo por la puente de Sevilla a la iglesia de Sant'Ana, fuera de la ciudad. Non fué por cierto mi carrera vana, pasando la puente de Guadalquivir, a tan buen encuentro que yo vi venir ribera del río, en medio Triana, a la muy hermosa Estrella Dïana, cual sale por mayo al alba del día; por los santos pasos de la romería, muchos loores haya Santa Ana. E por galardón demostrar me quiso la muy delicada flor de jazmín, rosa novela de oliente jardín, e de verde prado gentil flor de liso, el su gracioso e honesto riso, semblante amoroso e viso suave; propio me parece al que dijo: Ave, cuando enviado fué del paraíso. Callen poetas e callen autores, Homero, Horacio, Vergilio e Dante, e con ellos calle Ovidio D'Amante e cuantos escribieron loando señores, que tal es aqueste entre los mejores. como el lucero entre las estrellas, llama muy clara a par de centellas, e como la rosa entre las flores. Non se desdeñe la muy delicada Enfregymio griega, de las griegas flor, nin de las troyanas la noble señor, por ser aquesta atanto loada; que en tierra llana e non muy labrada, nace a las veces muy oliente rosa, así es aquesta gentil e hermosa, que tan alto merece de ser comparada. DECIR A la dicha Estrella Dïana quejándose de los otros que la recuestaban e pidiéndole a ella armas. Ante la muy alta corte del Dios d'amor so citado, e malamente acusado por vos, estrella del norte, diciendo que hiz error en vos dar tan grant loor, que porén merezco morte. Dicen que vos ensalcé entre las altas señores; como rosa entre las flores, dicen que vos esmeré; con lucero, con estrellas, llama a par de centellas, dicen que vos igualé. Dicen que me desdecir harán como fementido, o que en el campo metido me harán cruel morir; e si esto nom hicieren, que do vuestros ojos vieren me hagan luego hoir. En vestras manos, amiga, hago jura e promesa e a la grant Venus diesa, que este rebto por vos siga ante el alto Dios de amor, defendiendo vestro honor de quien vos desloor diga. E porque noble armadura conviene a tal pelea, donde Dios de amor vea la vestra gran hermosura, con vestras manos labrat las armas, e apropiedat la vestra gentil figura. E de vestra cabellura de toda peza labredes cota, mi bien, que me dedes, si fuere vestra mesura. E ceñida, bien apretada con vestros brazos, amada, me cingades por cintura. Vestros ojos amorosos, Señora, me dat por lanza, e habed firme esperanza que con ella mentirosos haré a los mal decidores de vos, la flor de las flores, pues de vos son envidiosos. Vestro aire delicado quiero llevar por escudo, non temo con él nin dudo maldecir desmesurado. E sean con él por devisa vestros dientes, boca e risa, e decir muy adonado. El vestro gracioso talle e muy buen torno de cara, resplandeciente e clara, cual el sol en mayo sale, sea yelmo con cimera: non creo qu'en la frontera otro tan propio se halle. Vestra nariz afilada sea flecha muy polida, con las pestañas, mi vida, ricamente emplumada. Vestro cejo muy hermoso sea el arco amoroso con que lance al entrada. Vestro gracioso aseo sean las sobreseñales: non creo que las dió tales Ginebra, nin hizo Iseo. E serié gran maravilla hallar tales en Castilla que, cuanto yo, non las veo.

FERNÁN MANUEL DE LANDO

EN LOORES DE SANTA MARÍA Preciosa margarita, lirio de virginidat, corona de humildat, sin error santa, bendita: la tu limpieza infinita non podría ser contada por la mi lengua menguada, nin por mi mano escrita. Pero, Virgen coronada, en tu merced esperando sempre veviré loando tu bondad muy acabada. Singular eres llamada, que pariste sin dolor mi Dios e mi Salvador que me hizo de non nada. El querubín enviado de la santa jerarquía te dijo que en ti sería Dios e home ayuntado e Señor glorificado, que podistes merecer en tus entrañas tener todo el mundo encerrado. Señora, bien sé que hobiste gozo e muy grand placer cuando el tu Hijo nacer sin dolor de ti lo viste; mas después que lo pariste sin ninguna corrupción, el día de su pasión grandes penas padeciste. Por tantos merecimientos eres en cielo, Señora, Regina e Emperadora con grandes ensalzamientos: que los tus santos ungüentos quiéranme, Virgen, librar, que non vaya a aquel lugar de tan esquivos tormentos. E pues todos mis sentidos te loan de noche e día, oye tú, Virgen María, los mis lloros e gemidos: non vayan ansí perdidos pues son de triste memoria, mas hazme venir en gloria con los santos escogidos.

GÓMEZ PÉREZ PATIÑO

CANTIGA Del todo non es curada la llaga que me heciste, Amor, cuando me heriste con la tu cruel espada. Posísteme en tu mesnada entre los tus servidores, mas en cuitas e dolores me pagaste la soldada. Ca yo bien pensaba, Amor, que nunca sería triste, el día que me heciste haber nombre de amador. Enfengiste el mi loor, dándome vana esperanza, Amor, la tu cruel lanza me bastece de temor. Amor, halagas e fieres sin alguna pïedat, lo peor es que bondat pocas veces seguir quieres, e si a alguno bien hecieres es enfinta e ál non, llágasle su corazón al que más merced hobieres. Non debieras ser privado ya de ninguna persona, nin debes haber corona d'Emperador muy alto, mas de muy cruel probado; pues matas e non guareces, Amor, sin duda mereces destruidor ser llamado. Amor cruel, aborrecido, nació en hora muy buena cualquier qu'en tu cadena non fué preso nin metido. En mal día fué nacido cualquier home que te sirve, por cuanto sin duda vive vida de hombre perdido. Piensan que todo es risa cuantos entran en tu barco; cuando tiendes el tu arco hieres de muy mala guisa. Non sé mal por mi pesquisa en que te non entremetas; lanzas crueles saetas, triste es la tu devisa. Amor, finalmente digo quien te sirve non ha seso, tu bien hacer non ha peso, pues non haces por amigo más que por tu enemigo; a todos haces iguales, a traidores e leales: el cuerdo tome castigo.

FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN

DECIR E LOORES A UNA DAMA El gentil niño Narciso en una fuente engañado, de sí mesmo enamorado muy esquiva muerte priso: señora de noble riso e de muy gracioso brío, a mirar fuente nin río non se atreva vuestro viso. Deseando vuestra vida aun vos dé otro consejo, que non se mire en espejo vuestra faz clara e garrida: ¿quién sabe si la partida vos será dende tan fuerte, porque fuese en vos la muerte de Narciso repetida? Engañaron sotilmente por emaginación loca hermosura e edad poca al niño bien pareciente: estrella resplandeciente, mirad bien estas dos vías, pues edad e pocos días cada cual en vos se siente. ¿Quién, si no los serafines, vos vencen de hermosura, de niñez e de frescura, las flores de los jardines? Pues, rosa de los jazmines, habed la fuente escusada por aquella que es llamada estrella de los maitines. Prados, rosas e flores otorgo que los miredes, e pláceme que escuchedes dulces cántigas de amores; mas por sol nin por calores tal codicia non vos ciegue; vuestra vista siempre niegue las fuentes e sus dulzores. Con placer e gozo e risa ruego a Dios que resplandezcan vuestros bienes e florezcan más que los de Dido Elisa: vuestra faz, muy blanca, lisa, jamás nunca sienta pena. ¡Adiós, flor de azucena, duélavos de esta pesquisa!

MARQUÉS DE SANTILLANA

CANCIÓN Bien cuidaba yo servir en tal lugar, do me hicieran penar, mas non morir. Ya mi pena non es pena ¡tanto es fuerte! non es dolor nin cadena, mas es muerte. ¿Cómo se puede sofrir tan gran pesar?; ca cuidaba yo pensar, mas non morir. Ciertamente non cuidara nin creyera, que deste mal peligrara, nin muriera. Mas el triste despedir, sin recabdar, non me fué sólo penar, mas fué morir. EL AGUILANDO Sacadme ya de cadenas, señora, e hacedme libre; que Nuestro Señor vos libre de las infernales penas. Éstas sean mis estrenas, esto solo vos demando, éste sea mi aguilando; que vos haden hadas buenas. Días ha que me prendistes e sabedes que soy vuestro; días ha que vos demuestro la llaga que me hecistes. Desde aquellos días tristes, cuando primero vos vi, días ha que me vos di, ya sea que lo encobristes. Por tanto, señora mía, usad de piadosas leyes por estos tres sanctos Reyes e por el su sancto día. Por bondat o hidalguía o por sola humanidad, vos plega mi libertad, o por gentil cortesía. FINIDA Ca vuestra filosomía deniega ferocidad, e muestra benignidad sin ninguna villanía. CANCIÓN Recuérdate de mi vida, pues que viste mi partir e despedida ser tan triste. Recuérdate que padezco e padecí las penas que non merezco, desque vi la respuesta non debida que me diste; por lo cual mi despedida fué tan triste. Pero no cuidés, señora, que por esto te fué nin te sea agora menos presto; que de llaga non fengida me heriste; así que mi despedida fué tan triste. CANCIÓN Si tú deseas a mí yo non lo sé; pero yo deseo a ti en buena fe. E non a ninguna más, así lo ten; nin es, nin será jamás otra mi bien. En tan buena ora te vi e te hablé, que del todo te me di en buena fe. Yo soy tuyo, non lo dubdes sin fallir; e non pienses ál, nin cuides sin mentir. Después que te conocí me captivé, e seso e saber perdí en buena fe. A ti amor e amaré toda sazón, e siempre te serviré con grand razón: pues la mejor escogí de cuantas sé, e non finjo nin fengí en buena fe. CANCIÓN Señora, muchas mercedes del favor que me mostrastes: sed cierta, e non dubdedes que por siempre me ganastes. Pues de vuestra grand valía yo fuí tan favorecido, muy grand mengua me sería que fuese desconocido. Mas, señora, pues hacedes contra mí más que pensastes, sed cierta, e non dubdedes que por siempre me ganastes. CANCIÓN El triste que se despide, de placer e de holgura se despide; pues que su triste ventura lo despide de vos, linda creatura. Del que tal licencia pide habed, señora, amargura, pues la pide con desesperación pura, e non pide vida, mas muerte segura. VILLANCICO A unas tres hijas suyas Por una gentil floresta de lidas flores e rosas vide tres damas hermosas que de amores han recuesta. Yo, con voluntad muy presta me llegué a conocellas: comenzó la una dellas esta canción tan honesta: "Aguardan a mí; nunca tales guardas vi." Por mirar su hermosura destas tres gentiles damas, yo cobríme con las ramas, metime so la verdura. La otra con grand tristura comenzó de sospirar e decir este cantar con muy honesta mesura: "La niña que amores ha, sola ¿cómo dormirá?" Por non les hacer turbanza no quise ir más adelante a las que con ordenanza cantaban tan consonante. La otra con buen semblante dijo: Señoras de estado, pues las dos habéis cantado, a mí conviene que cante: "Dejadlo al villano pene; véngueme Dios delle." Desque ya hobieron cantado estas señoras que digo, yo salí desconsolado, como home sin abrigo. Ellas dijeron: Amigo, non sois vos el que buscamos; mas cantad, pues que cantamos: "Sospirando iba la niña e non por mí, que yo bien se lo entendí." SERRANILLA En toda la su montaña de Trasmoz a Veratón non vi tan gentil serrana. Partiendo de Conejares, allá suso en la montaña, cerca de la Travesaña, camino de Trasovares, encontré moza lozana poco más acá de Añón, riberas de una fontana. Traía saya apretada, muy bien presa en la cintura; a guisa d'Estremadura cinta e collera labrada. Dije: "Dios te salve, hermana: aunque vengas de Aragón, desta serás castellana". Respondióme: "Caballero, non pensés que me tenedes, ca primero probaredes este mi dardo pedrero; ca después desta semana hago bodas con Antón, vaquerizo de Morana". SERRANILLA Después que nací non vi tal serrana como esta mañana. Allá a la vegüela a Mata el Espino, en ese camino que va a Lozoyuela, de guisa la vi que me hizo gana la fruta temprana. Garnacha traía de oro, presada con broncha dorada, que bien relucía. A ella volví diciendo: "Lozana, ¿e sois vos villana?" "Sí soy, caballero; si por mí lo habedes, decid ¿qué queredes?, hablad verdadero." Yo le dije así: "Juro por Santana que non sois villana". SERRANILLA Entre Torres y Canena acerca de Sallozar, hallé moza de Bedmar, sanct Jullán en buen estrena. Pellote negro vestía, e lienzos blancos tocaba, a fuer del Andalucía, e de alcorques se calzaba. Si mi voluntad ajena non fuera en mejor lugar, non me pudiera escusar de ser preso en su cadena. Preguntéle dó venía después que la hobe saluado, o cual camino hacía. Díjome que d'un ganado quel guardaban en Racena, por coger e varear las olivas de Jimena. Dije: "Non vades señera, señora, que esta mañana han corrido la ribera, aquende de Guadïana, moros de Valdepurchena de la guardia de Abdilbar; ca de vervos mal pasar me sería grave pena". Respondióme: "Non curedes, señor, de mi compañía; pero gracias e mercedes a vuestra grand cortesía; ca Miguel de Jamilena con los de Pegalajar son pasados atajar: vos tornad en ora buena". SERRANILLA Moza tan hermosa, non vi en la frontera; como una vaquera de la Finojosa. Haciendo la vía del Calatraveño a Santa María, vencido del sueño, por tierra fragosa perdí la carrera, do vi la vaquera de la Finojosa. En un verde prado de rosas e flores, guardando ganado con otros pastores, la vi tan graciosa, que apenas creyera que fuese vaquera de la Finojosa. Non creo las rosas de la primavera sean tan hermosas nin de tal manera, hablando sin glosa, si antes supiera de aquella vaquera de la Finojosa. Non tanto mirara su mucha beldad, porque me dejara en mi libertad. Mas dije: "Donosa (por saber quién era), ¿dónde es la vaquera de la Finojosa?..." Bien como riendo dijo: "Bien vengades, que ya bien entiendo lo que demandades; non es deseosa de amar, nin lo espera, aquesa vaquera de la Finojosa". SERRANILLA Mozuela de Bores, allá do la Lama, púsome en amores. Cuidé que olvidado amor me tenía, como quien se había gran tiempo dejado de tales dolores, que más que la llama queman amadores. Mas vi la hermosa de buen continente, la cara placiente, fresca como rosa, de tales colores cual nunca vi dama nin otra, señores. Por lo cual: "Señora, le dije, en verdad la vuestra beldad saldrá desde agora dentre estos alcores, pues merece fama de grandes loores". Dijo: "Caballero, tiradvos afuera: dejad la vaquera pasar al otero; ca dos labradores me piden de Frama, entrambos pastores". "Señora, pastor seré si queredes: mandarme podedes, como a servidor: mayores dulzores será a mí la brama que oír ruiseñores". Así concluímos el nuestro proceso sin hacer exceso, e nos avenimos. E fueron las flores de cabe Espinama los encobridores.

JUAN DE MENA

CANCIÓN QUE HIZO ESTANDO MAL Donde yago en esta cama, la mayor pena de mí es pensar cuando partí de entre brazos de mi dama. A vueltas del mal que siento de mi partida, par Dios, tantas veces me arrepiento cuantas me miembro de vos; tanto que me hacen fama que de aquélla adolecí, los que saben que partí de entre brazos de mi dama. Aunque padezco y me callo, por esto mis tristes quejos, no menos cerca los hallo que vuestros bienes de lejos: si la fin es que me llama, ¡oh, qué muerte que perdí en vivir, cuando partí de entre brazos de mi dama! CANCIÓN Vuestros ojos me miraron con tan discreto mirar, hirieron e no dejaron en mí nada por matar. Y aun ellos no contentos de mi persona vencida, dan a mí tales tormentos que me tormenta la vida; después que me sojuzgaron e no con poco pensar, hirieron e no dejaron en mí nada por matar. CANCIÓN Desque vos miré e vos a mí vistes nunca m'alegré; tal pena me distes que della morré. Las cuitas e dolores con que soy penado, son males de amores que me habéis causado; así que diré que mal me hicistes; según vos miré, tal pena me distes que della morré.

DON JUAN SEGUNDO

CANCIÓN Amor, yo nunca pensé, aunque poderoso eras, que podrías tener maneras para trastornar la fe, hast'agora que lo sé. Pensaba que conocido te debía yo tener, mas non podiera creer que eras tan mal sabido, nin tampoco yo pensé, aunque poderoso eras, que podrías tener maneras para trastornar la fe, hast'agora que lo sé.

ÁLVARO DE LUNA

CANCIÓN Si Dios, nuestro Salvador, hobier de tomar amiga, fuera mi competidor. Aun se m' antoja, Señor, si esta tema tomaras, que justas e quebrar varas hicieras por su amor. Si fueras mantenedor, contigo me las pegara, e non te alzara la vara, por ser mi competidor. CANCIÓN Mi persona siempre fué e así será toda hora, servidor de una señora la cual yo nunca diré. Ya de Dios fué ordenado cuando me hizo nacer, que fuese luego ofrecer mi servicio a vos de grado. Tomad, señora, cuidado de mí que soy todo vuestro, pues que me hallastes presto al tiempo que no diré.

JUAN RODRÍGUEZ DEL PADRÓN

CANCIÓN Cuidado nuevo venido, me da, de nueva manera, pena la más verdadera que jamás he padecido. Yo ardo sin ser quemado en vivas llamas d'amor; peno sin haber dolor, muero sin ser visitado de quien, con beldad vencido me tiene so su bandera. ¡Oh mi pena postrimera, secreto huego encendido! ADIÓS AL AMOR DEL MUNDO Fuego del divino rayo, dolce flama sin ardor, esfuerzo contra desmayo, consuelo contra dolor, ¡alumbra tu servidor! La falsa gloria del mundo e vana prosperidat contemplé, con pensamiento profundo el centro de su maldat penetré; el canto de la serena oya quien es sabidor, la cual temiendo la pena, de la fortuna mayor, plañe en el tiempo mejor. Así yo, preso de espanto, que la divina virtud ofendí, comienzo mi triste planto hacer en mi juventud desde aquí; los desiertos penetrando, do con esquivo clamor pueda, mis culpas llorando despedirme sin temor de falso placer e honor. FIN ¡Adiós, real esplendor, que yo serví e loé con lealtad! ¡Adiós, que todo favor e cuando de amor hablé es vanidat! ¡Adiós los que bien amé! Adiós, mundo engañador, adiós, donas que ensalcé, famosas, dignas de loor: ¡orad por mí pecador! CANCIÓN Vive leda si podrás, y no penes atendiendo, que según peno partiendo, ya no espero que jamás te veré ni me verás. ¡Oh dolorosa partida! ¡Oh triste amador que pido licencia, que me despido de tu vista y de mi vida! El trabajo perderás en haber de mí más cura: que según mi gran tristura, ya no espero que jamás te veré ni me verás.

LOPE DE STÚÑIGA

CANCIÓN
  
     Señora, gran sinrazón
  me hecistes en buena fe,
  condenarme sin por qué.
  
     Todo hombre se enamora
  a fin de ser amado;
  e por ser yo enamorado,
  vos amé a vos, señora;
  e segund parece agora,
  aunque yo vos dé mi fe,
  condenáisme sin por qué.
  
     Ruego a los amadores
  que aman sin ser amados,
  que sientan los mil cuidados
  e plangan los mil dolores;
  pues saben qué son amores
  que siempre mudan la fe
  e condenan sin por qué.
  
  FIN
  Vuestra muy linda figura
  yo siempre desearé,
  pues de vos me cativé.
  
  
COPLAS
   A Lope de Estúñiga demandaron estrenas seis damas, e él
  hizo traer seis adormideras, e hízolas teñir, la una blanca,
  la otra azul, la otra prieta, la otra colorada, la otra verde,
  la otra amarilla. E puso en cada una dellas copla, e metiólas en la
  manga, e hizo que cada una de las damas metiese la mano en la manga,
  e que sacase aquella con que topase, e que cada uno lo recibiere en
  señal de su ventura. E las coplas son éstas:   
  
  LA BLANCA
     Ve, dormidera cuitada,
  llena de grand amargura,
  amarte sin ser amada
  fué siempre la mi ventura.
  
  LA AZUL
     Bien segura puede estar
  cualquiera que me tomare,
  que nunca verá pesar
  de cosa que bien amare.
  
  LA PRIETA
     Dama de grand gentileza,
  guárdete Dios de mi suerte,
  la cual fué siempre tristeza,
  muy más áspera que muerte.
  
  LA COLORADA
     A mí me llaman placer,
  que hago tal juramento
  de nunca te fallecer,
  por ningún mal nin tormento.
  
  LA VERDE
     Esperanza, los que esperan
  me suelen todos llamar;
  mas algunos desesperan
  por mucho tiempo esperar.
  
  LA AMARILLA
     A mí me llaman complimiento
  de verdaderos amores;
  mas las dubdas y temores
  me ponen mucho tormento.
  
  
  

CARVAJALES

CANCIÓN ¡Oh qué poca cortesía para ser tan linda dama, desamar a quien vos ama! Doledvos de mí, que peno la vida triste que vivo; non hagáis de mí ajeno, que nací vuestro cativo; renegad mala porfía, ¿non sentís que vos disfama desamar a quien vos ama? ROMANCE Terrible duelo hacía en la cárcel donde estaba Carvajal cuando moría, que de amores se aquejaba; circundado de dolores, muy áspero sospiraba, la muerte, poco temida, la vida, menospreciada. Viéndome triste, partido de quien más que a mí amaba, viendo yo robado el templo do mi vida contemplaba, viéndome ya separado de mi linda enamorada, aflito, con mucha pena, mi persona trabajada, visitaré yo los lugares do mi señoría estaba, besaré la cruda tierra que su señora pisaba e diré, triste de mí: Por aquí se paseaba, aquí la vide tal día, aquí conmigo hablaba, aquí llorando e sospirando mis males le recontaba, aquí pendaba sus cabellos, se vestía e despojaba, aquí la vide muy bella, muchas veces desfrazada, aquí la vide tal fiesta, cuando mi vida penaba, con graciosa hermosura, mucho más que arreada, aquí mostraba sus secretos, los que yo ver deseaba. ¡Oh desastrada fortuna! ¡Oh vida tan mal hadada! fallecióme mi placer, cuando más gozoso estaba. ¡Oh finiestras tan robadas! ¡oh cámara despojada! Llorad conmigo, paredes, la mi vida tan amarga, lloren todos mis amigos una pérdida tamaña, e lloren mis tristes ojos con rabia desordenada, de lágrimas haciendo tinta, de sangre purificada, nacida del corazón, por mis ojos estillada, regando mis tristes pechos, quemando toda mi cara. Sobrado de grand dolor, a mí mesmo preguntaba: ¿Dónde estás, tú, mi señora? ¿Vives como yo penada? ¿Quién privó la vuestra vida de mirar e ser mirada? ¿Quién partió tan grand amor con virtud tanto guardada? Ansí nos partimos ambos, tal es la última vegada, que el menos triste de nos muy agramente lloraba: pïedat hobiera grande, un cruel que nos miraba. FIN Do mi vida e bien se casan, dragos con lenguas rompientes mis bienes todos desatan, e del mundo me desbaratan los perversos maldicientes. VILLANCETE Saliendo de un olivar, más hermosa que arreada, vi serrana, que tornar me hizo de mi jornada. Tornéme en su compañía por faldas de una montaña, suplicando si l'placía de mostrarme su cabaña; Dijo: "No podéis librar, señor, aquesta vegada, que superfluo es demandar a quien non suele dar nada". Si leltad non me acordara de la más linda figura, del todo me enamorara, tanta vi su hermosura; dije: "¿Qué queréis mandar, señora, pues sois casada, que vos non quiero enojar, ni ofender mi enamorada?" Replicó: "Id en buen hora, non curés de amar villana; pues ervís a tal señora, non troqués seda por lana, nin queráis de mí burlar, pues sabéis que so ajenada". Vi serrana, que tornar me hizo de mi jornada. CANCIÓN Desnuda en una queza, lavando a la fontana, estaba la niña lozana, las manos sobre la treza. Sin zarcillos nin sartal, en una corta camisa, hermosura natural, la boca llena de risa, descubierta la cabeza como ninfa de Dïana, miraba la niña lozana las manos sobre la treza.

SUERO DE RIBERA

CANCIÓN Señor Dios, pues me causaste sin comparación amar, tú me debes perdonar si pasé lo que mandaste. Mandaste que hombre amase, a ti sobre toda cosa, y causaste que hallase amiga tan graciosa, generosa, más hermosa de cuantas, Señor, criaste, a la cual amo sin par, d'un amor tan singular que no hay seso que baste. Formaste la criatura a tu semblanza, Señor, porque fuese servidor de la tu santidat pura. Quien figura tal figura, cual tú la figuraste, es causa de en tu lugar, para algún tiempo olvidar a ti que me la mostraste.

FRANCISCO BOCANEGRA

SERRANA Llegando a Pineda del monte cansado, serrana muy leda vi en un verde prado. Vila, acompañada de muchos garzones, en danza reglada d'acordados sones. Cualquier que la viera, como yo, ¡cuitado!... en gran dicha hobiera el ser della amado. Sola hermosura tiene por arreo, de gran apostura, e muy grant aseo. Cierto es que l'amara car fuí demudado, si non m'acordara qu'era enamorado.

GÓMEZ MANRIQUE

A UNA DAMA QUE IBA CUBIERTA El corazón se me fué donde vuestro vulto vi, e luego vos conocí al punto que vos miré; que no pudo facer tanto por mucho que vos cubriese aquel vuestro negro manto que no vos reconociese. Que debajo se mostraba vuestra gracia y gentil aire, y el cubrir con buen donaire todo lo manifestaba; así que con mis enojos e muy grande turbación allá se fueron mis ojos do tenía el corazón. CANCIÓN ¡Oh la más de las hermosas! oh la mayor de las buenas, causadora de mis penas! ¡oh llave de mis cadenas, calnado de mis esposas, cárcel de mi libertad, verdugo de mis tormentos, puerto do mis pensamientos no hallan seguridad! Cuya bondad estremada, buen sosiego y gran cordura, mucho par Dios me segura; mas la grande hermosura, digna de ser cobdiciada, me causa tanta sospecha que no puedo reposar, como la fusta en la mar con gran fortuna deshecha. No debe tener querella desto vuestra señoría, que joya de tal valía un echa piedras sería quien no temiese perdella. Pues ¿cuál joya más preciosa puede ser, dama, que vos? Primero me lleve Dios que yo vos tenga dubdosa. A DOS HERMANAS Y MUY HERMOSAS Jamás mis ojos no vieron tan gentiles dos hermanas, tan discretas, tan galanas, que no parecen humanas, mas que del cielo cayeron; nacidas por mal de mí a quien hizo la fortuna tan servidor de la una, que soy contrario de mí. RESPONDE UN CABALLERO EN NOMBRE DELLAS, MOTEJÁNDOLE DE VIEJO Estas a quien se ofrecieron servicios por soberanas, quieren las flores tempranas, que de las floridas canas ni flor ni fruto quisieron. Figuremos ora aquí que no penéis por ninguna, pues va cuando os quiere alguna, contra vos y contra sí.

ANÓNIMO

CANCIÓN Doncella desconocida, ya no cures más de mí; de mí fueste bien querida, yo desamado de ti. Porque más sin dubda creas la mi pena dolorida, ruego a Dios que siempre seas desamada y mal querida. En tormentos sea tu vida, pues no te lo merecí; de mí fueste bien querida, yo desamado de ti.

JORGE MANRIQUE

PORQUE ESTANDO EL DURMIENDO LO BESÓ SU AMIGA Vos cometistes traición, pues me heristes, durmiendo, de una herida que entiendo que será mayor pasión el deseo de otra tal herida como me distes, que no la llaga ni mal ni daño que me hecistes. Perdono la muerte mía; mas con tales condiciones, que de tales traiciones cometáis mil cada día; pero todas contra mí, porque, de aquesta manera, no me place que otro muera pues que yo lo merecí. FIN Más placer es que pesar herida que otro mal sana: quien durmiendo tanto gana, nunca debe despertar. CASTILLO DE AMOR Hame tan bien defendido, señora, vuestra memoria, de mudanza, que jamás nunca ha podido alcanzar de mí victoria, olvidanza: porque estáis apoderada vos de toda mi firmeza en tal son, que no puede ser tomada a fuerza mi fortaleza ni a traición. La fortaleza nombrada está en los altos alcores de una cuesta, sobre una peña tajada, maciza toda de amores, muy bien puesta; y tiene dos baluartes hacia el cabo que ha sentido el olvidar, y cerca a las otras partes, un río mucho crecido, que es membrar. El muro tiene de amor, las almenas de lealtad, la barrera cual nunca tuvo amador, ni menos la voluntad de tal manera; la puertas de un tal deseo, que aunque esté del todo entrada y encendida, si presupongo que os veo, luego la tengo cobrada y socorrida. Las cavas están cavadas en medio de un corazón muy leal, y después todas chapadas de servicios y afición muy desigual; de una fe firme la puente levadiza, con cadena de razón, razón que nunca consiente pasear hermosura ajena ni afición. Las ventanas son muy bellas, y son de la condición que dirá aquí: que no pueda mirar de ellas sin ver a vos en visión delante mí; mas no visión que me espante, pero póneme tal miedo, que no oso deciros nada delante, pensando ser tal denuedo peligroso. Mi pensamiento, que está en una torre muy alta, que es verdad, sed cierta que no hará, señora, ninguna falta ni fealdad; que ninguna hermosura no puede tener en nada ni buen gesto, pensando en vuestra figura que siempre tiene pensada para esto. Otra torre, que es ventura, está del todo caída a todas partes, porque vuestra hermosura la ha muy recio combatida con mil artes; con jamás no querer bien, antes matar y herir y desamar un tal servidor, a quien siempre debiera gustar y defensar. Tiene muchas provisiones, que son cuidados y males y dolores, angustias, fuertes pasiones, y penas muy desiguales y temores, que no pueden fallecer aunque estuviese cercado dos mil años, ni menos entrar placer a do hay tanto cuidado y tantos daños. En la torre de homenaje está puesto toda hora un estandarte, que muestra por vasallaje el nombre de su señora a cada parte; que comienza como más el nombre y como valer el apellido, a la cual nunca jamás, yo podré desconocer, aunque perdido. A tal postura vos salgo con muy firme juramento y fuerte jura, como vasallo hidalgo que por pesar ni tormento ni tristura, a otri no lo entregar aunque la muerte esperase por vevir, ni aunque lo venga a cercar el Dios de Amor, y llegase a lo pedir. ESCALA DE AMOR Estando triste, seguro, mi voluntad reposaba, cuando escalaron el muro do mi libertad estaba: a escala vista subieron vuestra beldad y mesura, y tan de recio hirieron, que vencieron mi cordura. Luego todos mis sentidos huyeron a lo más fuerte, mas iban ya mal heridos con sendas llagas de muerte; y mi libertad quedó en vuestro poder cativa; mas placer hobe yo desque supe que era viva. Mis ojos fueron traidores, ellos fueron consintientes, ellos fueron causadores que entrasen aquestas gentes que el atalaya tenían, y nunca dijeron nada de la batalla que vían, ni hicieron ahumada. Desde que hobieron entrado, aquestos escaladores abrieron el mi costado, y entraron vuestros amores; y mi firmeza tomaron, y mi corazón prendieron, y mis sentidos robaron, y a mí sólo no quisieron. FIN ¡Qué gran aleve hicieron mis ojos, y qué traición: por una vista que os vieron, venderos mi corazón! Pues traición tan conocida ya les placía hacer, vendieran mi triste vida y hobieran dello placer; mas al mal que cometieron no tienen escusación: ¡por una vista que os vieron, venderos mi corazón! ACORDAOS, POR DIOS, SEÑORA... Acordaos, por Dios, señora, cuánto ha que comencé vuestro servicio, cómo un día ni una hora nunca dejo ni dejé de tal oficio; acordaos de mis dolores, acordaos de mis tormentos que he sentido; acordaos de los temores y males y pensamientos que he sufrido. Acordaos como en presencia me hallastes siempre firme y muy leal; acordaos como en ausencia nunca pude arrepentirme de mi mal; acordaos como soy vuestro sin jamás haber pensado ser ajeno; acordaos como no muestro el medio mal que he pasado por ser bueno. Acordaos que no sentistes en mi vida una mudanza que hiciese; acordaos que no me distes en la vuestra una esperanza que viviese; acordaos de la tristura que siento yo por la vuestra que mostráis; acordaos ya, por mesura, del dolor que en mí se muestra y vos negáis. Acordaos que fuí sujeto y soy a vuestra belleza con razón; acordaos que soy secreto, acordaos de mi firmeza y afición; acordaos de lo que siento cuando parto y vos quedáis o vos partís; acordaos como no miento, aunque vos no lo pensáis, según decís. Acordaos de los enojos que me habéis hecho pasar, y los gemidos; acordaos que ya de mis ojos, que de mis males llorar están perdidos; acordaos de cuánto os quiero; acordaos de mi deseo y mis sospiros; acordaos como si muero de estos males que poseo, es por serviros. Acordaos que llevaréis un tal cargo sobre vos si me matáis, que nunca lo pagaréis ante el mundo ni ante Dios, aunque queráis; y aunque yo sufra paciente la muerte y de voluntad mucho lo hecho, no faltará algún pariente que dé queja a la Hermandad de tan mal hecho. Después que pedí justicia, torno ya a pedir merced a la bondad, no porque haya gran cobdicia de vevir, mas vos habed ya piedad; y creedme lo que os cuento, pues que mi mote sabéis que dice así: Ni miento ni me arrepiento, ni jamás conocerés ál en mí. CABO Por fin de lo que desea mi servir y mi querer y firme fe, consentid que vuestro sea, pues que vuestro quiero ser y lo seré. Y perded toda la duda que tomastes contra mí de ayer acá, que mi servir no se muda, aunque vos pensáis que sí, ni mudará. COPLAS En que pone el nombre de una dama; y comienza y acaba en las letras primeras de todas las coplas. ¡Guay de aquel que nunca atiende galardón por su servir! ¡Guay de quien jamás entiende guarecer ya ni morir! ¡Guay de quien ha de sufrir grandes males sin gemido! ¡Guay de quien ha perdido gran parte de su vevir! Verdadero amor y pena vuestra belleza me dió, ventura no me fué buena, voluntad me cativó; veros sólo me tornó vuestro sin más defenderme; virtud pudiera valerme, valerme, mas no valió. Y estos males que he contado, yo soy el que los espera; yo soy el desesperado, yo soy el que desespera; yo soy el que presto muera, y no viva, pues no vivo; yo soy el que está cativo y no piensa verse fuera. Oh, si aquestas mis pasiones, oh, si la pena en que estó, oh, si mis fuertes pasiones osase descubrir yo! ¡Oh, si quien a mí las dió oyese la queja dellas! ¡Oh, qué terribles querellas oiríe que ella causó! Mostrara una triste vida muerta ya por su ocasión; mostrara una gran herida mortal en el corazón; mostrara una sinrazón mayor de cuantas he oído; matar un hombre vencido, metido ya en la prisión. Agora que soy ya suelto, agora veo que muero; agora fuese yo vuelto a ser vuestro prisionero; aunque muriese primero, a lo menos moriría a manos de quien podría acabar el bien que espero. CABO Rabia terrible me aqueja, rabia mortal me destruye, rabia que jamás me deja, rabia que nunca concluye; remedio siempre me huye, reparo se me desvía, revuelve por otra vía revuelta y siempre rehuye. CANCIÓN No tardes, Muerte, que muero; ven, porque viva contigo; quiéreme, pues que te quiero, que con tu venida espero no tener guerra conmigo. Remedio de alegre vida no lo hay por ningún medio, porque mi grave herida es de tal parte venida, que eres tú sola remedio. Ven aquí, pues, ya que muero; búscame, pues que te sigo quiéreme, pues que te quiero, e con tu venida espero no tener vida conmigo. ESPARZA Yo callé males sufriendo, y sofrí penas callando; padecí no mereciendo, y merecí padeciendo los bienes que no demando: si el esfuerzo que he tenido para callar y sofrir, tuviera para decir, no sintiera mi vevir los dolores que ha sentido. ESPARZA Pensando, señora, en vos, vi en el cielo una cometa: es señal que manda Dios que pierda miedo y cometa a declarar el deseo que mi voluntad desea, porque jamás no me vea vencido como me veo en esta fuerte pelea que yo conmigo peleo. ESPARZA Callé por mucho temor; temo por mucho callar, que la vida perderé; así con tan gran amor no puedo, triste, pensar qué remedio me daré. Porque alguna vez hablé, halléme de ello tan mal, que, sin duda, más valiera callar, mas también callé y pené tan desigual, que, más callando, muriera. GLOSA A su mote que dice: "Ni miento ni me arrepiento" Ni miento ni me arrepiento, ni digo ni me desdigo, ni estoy triste ni contento, ni reclamo ni consiento ni fío ni desconfío; ni bien vivo ni bien muero, ni soy ajeno ni mío, ni me vengo ni porfío, ni espero ni desespero. FIN Conmigo solo contiendo en una fuerte contienda, y no hallo quien me entienda, ni yo tampoco me entiendo; entiendo y sé lo que quiero, mas no entiendo lo que quiera quien quiere siempre que muera sin querer creer que muero.

JUAN ÁLVAREZ GATO

A UNA SEÑORA Vos mayor en hermosura, yo el mayor enamorado; vos mayor en el estado, yo mayor en la tristura; vos sin pena y sin dolor, yo corrido de fortuna, que por vuestro gran valor como en todo sois mayor, distes más bravo dolor a mi vida que ninguna. A UNA SEÑORA QUE LE PREGUNTÓ POR QUIÉN HABÍA HECHO UNAS COPLAS Claro os las quiero decir estas penas de que peno, que las brasas en el seno no se pueden encobrir; las coplas de mis querellas que vistes en vuestra casa vos fuestes la causa dellas, aunque pasastes por ellas como yo sobre la brasa. PARTIENDO UN CAMINO LARGO Hoy comienzan mis dolores, hoy pierde placer mi vida, hoy será la despedida y la más triste partida que se hizo por amores. Hoy tan grande pensamiento, señora, llevo conmigo, que muero porque no digo a vos, mi bien, lo que siento; adiós, adiós, los mejores gozos de mi triste vida, qu' hoy será la despedida y la más triste partida que se hizo por amores. A NUESTRA SEÑORA Dime, Señora, di, cuando parta desta tierra, si te acordarás de mí. Cuando ya sean publicados mis tiempos en mal gastados y todos cuantos pecados yo mezquino cometí, si te acordarás de mí. En el siglo duradero del juicio postrimero, do por mi remedio espero los dulce ruegos de ti, si te acordarás de mí. Cuando yo esté en el afrenta de muy estrecha cuenta de cuantos bienes y renta de tu hijo recebí, si te acordarás de mí. CABO Cuando mi alma cuitada, temiendo ser condenada de hallarse muy culpada terná mil quejas de sí, si te acordarás de mí. CANTAR Quita allá que no quiero, mundo enemigo, quita allá que no quiero pendencias contigo. Ya sé lo que quieres, ya sé tus dulzores; prometes placeres, das cien mil dolores: de los favoridos, de tus amadores, el mejor librado es el más perdido. No quiero tus ligas más en mi posada, y aunque me persigas no se me da nada; qu' estonces se gana la gloria doblada, cuanto más te huyo y menos te sigo. Quita allá que no quiero, falso enemigo, quita allá, que no quiero pendencias contigo. CANTAR Venida es, venida, al mundo la vida. Venida es al suelo la gracia del cielo, a darnos consuelo y gloria complida. Nacido ha en Belén el qu' es nuestro bien; venido es en quien por él fué escogida. En un portalejo, con pobre aparejo, servido d' un viejo, su guarda escogida. La piedra preciosa, ni la fresca rosa, no es tan hermosa como la parida. Venida es, venida, al mundo la vida. DICE ALREDEDOR DE UNA TUMBA Aparéjate a querer bien morir, y el morir será nacer para vevir; y por Dios mira y avisa, por este siglo mudable no pierdas el perdurable. A LA SONADA DE "NUEVAS TRAIGO, CARILLO" Decidme, reina del cielo, si sois vos su hija y madre de Dios. -¿Sois vos, reina, aquel estrella que nuestros remedios guía, nuestra lumbre y alegría, que parió siendo doncella? Por cierto, vos sois aquélla, pues que Dios, vimos que nació de vos. Decidme, reina del cielo, si sois vos, su hija y madre de Dios. -Yo soy la que mereció ser madre de su excelencia, por reparar la dolencia de lo que Eva perdió; así que de mí nació aquel Dios que salvó a mí y a vos. -Pues fuestes nuestro consuelo, remedio de nuestro bien, vos, señora, sois por quien ganamos agora el cielo; bienaventurado suelo en que Dios tomó la muerte por vos. Vos sois bien de nuestro mal, remedio de nuestra pena, de toda limpieza llena sin pecado original. ¿Quién pudo ser, reina, tal como vos, virgen y madre de Dios? -Yo soy la que tengo oficio de procuraros perdón, d' aquel que pasó pasión sin culpa ni maleficio; de vuestro pecado y indicio quiso Dios pagar la pena por vos. -Vos sois por quien fué quitado el poder del enemigo; vos sois la que sois abrigo del qu' está desabrigado; por vos se quitó el pecado de los dos primeros que hizo Dios. -Él por su gran merecer, por quitar el cativerio, mostró en mí tan gran misterio por mostrar más su poder, que quiso de mí nacer siendo Dios por poder morir por vos. -Vos sois el templo y morada do todo nuestro bien mora; de tristes, procuradora; ante secula criada, a quien vino el embajada, cuando Dios todo junto cupo en vos. -Yo soy aquel santo templo qu' Él quiso santificar, en que pudiese morar aquel Dios, en quien contemplo, y nos dejó por ejemplo, siendo Dios, querer ser hombre por vos. Nació porqu' habíe de ser cumplida la profecía, que lo que mujer perdía que lo cobrase mujer; quiso, y púdolo hacer, como Dios, y en la muerte, como vos. -Vos sois nuestro bien complido do nuestros bienes están, a quien s'humilló San Juan antes que fuese parido; no fué San Juan el qu' os vido, sino Dios, que todo nació de vos. Vos sois la que paristes en el pobre portalejo, y después al santo viejo en el templo le ofrecistes, y sois vos la que lo vistes entre dos, muerto delante de vos. -Yo soy la que lo miraba y la que más lo sentía: lo que su carne sofría dentro en mi alma llegaba, y en membrarme que quedaba hombre y Dios, consuélome como vos. -Vos sois la que sois aviso de qu' está desconsolado, y al qu' está más apartado le ganáis el paraíso, y sois vos la que Dios quiso, siendo Dios, tomar tal debdo con vos. -Yo soy la que recebí el ángel con mi consuelo, las rodillas por el suelo, los ojos donde nací, y espántome en que me vi, como vos, y verme madre de Dios. CANCIÓN Porque el viernes santo vido a su amiga hacer los nudos de la pasión en un cordón de seda. Gran belleza poderosa, a do gracia no esquivó, destreza no falleció: hermosa que tan hermosa nunca en el mundo nació: hoy mirándoos a porfía tal pasión pasé por vos, que no escuché la de Dios, con la rabia de la mía. Los nudos que en el cordón distes vos alegre y leda, como nudos de pasión, vos los distes en la seda, yo los di en el corazón; vos distes los nudos tales por nombrar a Dios loores, yo para nombre de amores: vos para sanar de males, yo para crecer dolores.

HERNÁN MEXIA

A UNA PARTIDA QUE HIZO DE DONDE SU AMIGA QUEDABA Desque de vos fuí partido un dolor vino a buscarme que por ser más aflegido, aunque gran pena he tenido, nunca ha querido matarme: y el remedio que tenía de este mal que no se acaba, era, según me sintía, preguntar a cuantos vía si iban donde os dejaba. Y uno que me respondió: "Yo vo donde preguntáis"; con el placer que me dió, le pude decille yo: "¡Oh quién fuese donde vais!" Mas pues no puedo volver, decí allá que topastes un hombre tan sin placer que no quisiérades ver, pues en vello os lastimastes. Y decid como me vistes con las tristezas que veis; aunque no sé si podréis con la lástima que habréis de contar cosas tan tristes, las señales le decí de mi pasión dolorida, qué tristeza viste en mí por el pesar que sentí del dolor de mi partida. Mas una seña daréis con que seré conocido, sin otras que contaréis de los males que me veis porque más seáis creído: y ha de ser una pasión, sin otras mil que me vistes, y que sacáis por razón que llevo en el corazón la mayor pena que vistes. DICE SEÑAS QUE LLEVABA Iba de negro vestido, el rostro triste y lloroso; paso a paso y desmayado, por unos montes perdido sin nunca esperar reposo: la barba lleva crecida, como fué su mala suerte, y con pasión dolorida bien demostraba su vida las señales de la muerte. FIN Él iba solo y llorando, que era dolor de mirar, y el pesar lo va aquejando, cada paso sospirando sin placer a su pesar: tal lo vi, que no es razón que tenga tanta crueza quien le niega el galardón, que no tenga compasión de dalle tanta tristeza.

GARCÍ SÁNCHEZ DE BADAJOZ

RECONTANDO A SU AMIGA UN SUEÑO QUE SOÑÓ La mucha tristeza mía que causó vuestro deseo, ni de noche ni de día, cuando estoy donde no os veo, no olvida mi compañía. Yo los días no los vivo, velo las noches cativo, y si alguna noche duermo, suéñome muerto en un yermo en la forma que aquí escribo. Yo soñaba que me iba desesperado de amor por una montaña esquiva donde si no un ruiseñor, no hallé otra cosa viva: y del dolor que llevaba, soñaba que me finaba, y el Amor que lo sabía, y que a buscarme venía y al ruiseñor preguntaba: -Dime, lindo ruiseñor, ¿viste por aquí perdido un muy leal amador que de mí viene herido? -¡Cómo! ¿sois vos el Amor? -Sí, yo soy a quien seguís, y por quien dulces vevís todos los que bien amáis. -Ya sé por quién preguntáis, por Garcí Sánchez decís. Muy poco ha que pasó solo por esta ribera, y como le vi y me vió, yo quise saber quién era, y él luego me lo contó, diciendo: "Yo soy aquel a quien más fué amor cruel, cruel que causó el dolor, que a mí no me mató amor, sino la tristeza dél". Yo le dije: "¿Si podré a tu mal dar algún medio?" Díjome: "No, y el por qué es porque aborrí el remedio cuando dél desesperé". Y estas palabras diciendo y las lágrimas corriendo, se fué con dolores graves; yo con otras muchas aves fuemos empós dél siguiendo, hasta que muerto cayó allí entre unas acequias, y aquellas aves y yo le cantamos las obsequias, porque de amores murió: y aun no medio fallecido, la tristeza y el olvido le esterraron de crueles, y en estos verdes laureles fué su cuerpo convertido. De allí nos quedó costumbre las aves enamoradas de cantar sobre su cumbre las tardes, las alboradas, cantares de dulcedumbre." -Pues yo os otorgo indulgencia de las penas qu' el ausencia os dará, amor y tristura a quien más su sepoltura servirá con reverencia. FIN Vime alegre, vime ufano de estar con tan dulce gente, vime con bien soberano enterrado honradamente, y muerto de vuestra mano: allí estando en tal concierto, creyendo que era muy cierto que veía lo que escribo, recordé y halléme vivo, de la cual causa soy muerto. VILLANCICO Secáronme los pesares los ojos y el corazón, que non pueden llorar, non. Los pesares me secaron el corazón y los ojos, y a mis lágrimas y enojos, y a mi salud acabaron: muerto en vida me dejaron, traspasado de pasión, que non puedo llorar, non. Y de estar mortificado mi corazón de pesar, ya no está para llorar, sino para ser llorado: ésta es la causa, cuitado, ésta es la triste ocasión, que non puedo llorar, non. Al principio de mi mal lloraba mi perdimiento, más agora ya estó tal, que de muerto no lo siento; para tener sentimiento tanta tengo de razón, que non puedo llorar, non.

JUAN DEL ENCINA

CANCIÓN Pues que jamás olvidaros no puede mi corazón, si me falta galardón, ¡ay, qué mal hice en miraros! Será tal vista cobrar gran dolor y gran tristura; será tal vista penar, si me fallece ventura. Mas si vos, por bien amaros, queréis darme galardón, no dirá mi corazón ¡ay, qué mal hice en amaros! CANCIÓN Glosa del mote: No sé, ni puedo, ni quiero Es la causa bien amar, de la vida con que muero, que sólo por os mirar a mi triste remediar no sé, ni puedo, ni quiero. Vos sola tenéis poder de remediar mi tormento; vos sola podéis hacer de mi tristura placer y escusar mi perdimiento; y con todo mi penar vos sois mi bien verdadero, vos me podéis remediar, yo sin vos de mí gozar no sé, ni puedo, ni quiero. CANCIÓN Yo me estaba reposando durmiendo como solía, recordé, triste, llorando con gran pena que sentía. Levantéme muy sin tiento de la cama en que dormía, cercado de pensamiento que valer no me podía. Mi pasión era tan fuerte, que de mí yo no sabía; conmigo estaba la muerte por tenerme compañía. Lo que más me fatigaba no era porque moría, mas era porque dejaba de servir a quien servía. Servía yo una señora que más que a mí la quería, y ella fué la causadora de mi mal sin mejoría. La media noche pasada, ya era cerca del día, salíme de mi posada por ver si descansaría. Fuí para donde moraba aquella que más quería, por quien yo triste penaba, mas ella no parecía. Andando todo turbado con las ansias que tenía, vi venir a mi cuidado dando voces, y decía: "Si dormís, linda señora, recordad por cortesía, pues que fuestes causadora de la desventura mía. Remediad mi gran tristura, satisfaced mi porfía, porque si falta ventura, del todo me perdería". Y con mis ojos llorosos un triste llanto hacía, con sospiros congojosos, y nadie non parecía. En estas cuitas estando, como vi que esclarecía, a mi casa sospirando me volví sin alegría. ROMANCE Y VILLANCICO Por unos puertos arriba de montaña muy escura caminaba el caballero lastimado de tristura: el caballo deja muerto, y él a pie por su ventura, andando de sierra en sierra de camino no se cura. Huyendo de las florestas, huyendo de la frescura, métese de mata en mata por la mayor espesura. Las manos lleva añudadas, de luto la vestidura, los ojos puestos en tierra sospirando sin mesura; en sus lágrimas bañado, más que mortal su figura; su beber y su comer es de lloro y amargura, que de noche ni de día nunca duerme ni asegura; despedido de su amiga, por su más que desventura a haberle de consolar no basta seso y cordura; viviendo penada vida, más penada la procura, que los corazones tristes quieren más menos holgura. FIN "¿Quién te trajo, caballero, por esta montaña escura?" "¡Ay, pastor, que mi ventura!" VILLANCICO No tienen vado mis males, ¿qué haré? Que pasar no los podré. Crece tanto la tormenta de mis tristes pensamientos, que con sobra de tormentos mayor mal se me acrecienta. No hay quien tantos males sienta, ¿qué haré? Que pasar no los podré. Van tan altos mis amores, que ningún remedio veo; no se atreve mi deseo a pasar tales dolores. Yo, cercado de temores, ¿qué haré? Que pasar no los podré. Si con la vida pagase, por remedio pasaría; mas cierto no pagaría con mil vidas que alcanzase. Por más que me esforzase, ¿qué haré? Que pasar no los podré. CANCIÓN Los sospiros no sosiegan que os envío, hasta que a veros llegan, Amor mío. No sosiegan ni descansan hasta veros, y con veros luego amansan en teneros; y mis tristes ojos ciegan, hechos río, hasta que a veros llegan, Amor mío. Sin vuestra vista no puedo tener vida, y en veros ponéisme miedo sin medida; y mis sentidos me niegan do los guío, hasta que a veros llegan, Amor mío. Por amar, tales tormentos vos me distes. ¿Quién vió mis pensamientos siempre tristes? Do más tristuras navegan los envío, hasta que a veros llegan, Amor mío. CANCIÓN Pues que mi triste penar siempre crece y es más fuerte, más me valdría la muerte. Que la gloria que recibo en ver vuestra hermosura, me tiene siempre cativo con dolores y tristura; y me hace desear, viendo mi pasión tan fuerte, mil veces triste la muerte. Y con este tal deseo vivo sin vida penando, que jamás nunca poseo el galardón que demando; y querría ya trocar esta desastrada suerte por vivir vida sin muerte. FIN Es dulce penosa vida viniendo de vuestra mano, mas no siendo vos servida, el morir es lo más sano, y en morir la vida gano: siendo tan triste mi suerte, más me valdría la muerte. CANCIÓN Ya cerradas son las puertas de mi vida, y la llave es ya perdida. Tiénelas bien cerradas el portero de Amor; no tiene ningún temor que de mí sean quebradas. Son las puertas ya cerradas de mi vida, y la llave es ya perdida. Las puertas son mis servicios, la cerradura es olvido, la llave que se ha perdido es perder los beneficios. Así que fuera de quicios va mi vida, y la llave es ya perdida. Puse la vida en poder de aquella que siempre amo; ahora triste, aunque llamo, no me quiere responder. Cerróme con su poder la salida, y la llave es ya perdida. FIN Servíla con tanta fe, con cuanta nadie sirvió; el galardón que me dió fué peor que nunca fué. Cerróme no sé por qué la salida, y la llave es ya perdida. VILLANCICO Más vale trocar placer por dolores, que estar sin amores. Donde es gradecido es dulce morir; vivir en olvido aquél no es vivir; mejor es sufrir pasión y dolores, que estar sin amores. Es vida perdida vivir sin amar, y más es que vida saberla emplear: mejor es penar sufriendo dolores, que estar sin amores. La muerte es vitoria do vive afición; que espera haber gloria quien sufre pasión: más vale presión de tales dolores, que estar sin amores. El que es más penado más goza de amor; que el mucho cuidado le quita el temor: así que es mejor amar con dolores, que estar sin amores. No teme tormento quien ama con fe, si su pensamiento sin causa no fué; habiendo por qué más valen dolores, que estar sin amores. FIN Amor que no pena no pida placer, pues ya le condena su poco querer; mejor es perder placer por dolores, que estar sin amores. A LA VIRGEN ¿A quién debo yo llamar vida mía, sino a tí, Virgen María? Todos te deben servir, virgen y madre de Dios, que siempre ruegas por nos y tú nos haces vevir. Nunca me verán decir vida mía, sino a ti, Virgen María. Duélete, Virgen, de mí, mira bien nuestro dolor, que este mundo pecador no puede vevir sin ti. No llamo desque nací vida mía, sino a ti, Virgen María. Tanta fué tu perfeción y de tanto merecer, que de ti quiso nacer quien fué nuestra redención. No hay otra consolación, vida mía, sino a ti, Virgen María. El tesoro divinal en tu seno se encerró, tan precioso que libró todo el linaje humanal. ¿A quién quejaré mi mal, vida mía, sino a ti, Virgen María. Tú sellaste nuestra fe con el sello de la cruz; tú alumbraste nuestra luz, Dios de ti nacido fué, nunca jamás llamaré vida mía, sino a ti, Virgen María. FIN ¡Oh clara virginidad, fuente de toda virtud, no ceses de dar salud a toda la cristiandad! No pedimos pïedad, vida mía, sino a ti, Virgen María. A LOS REYES MAGOS ¡Oh Reyes Magos benditos! Pues de Dios sois tan amados, sed mi guarda y abogados. Sed mi guarda en este suelo, porque en sus lazos no caya, y abogados en el cielo, porque a veros allá vaya; porque por vosotros haya gran perdón de mis pecados, sed mi guarda y abogados. Tanto quiso Dios amaros por vuestro merecimiento, que le plugo revelaros su sagrado nacimiento. Pues le tenéis tan contento y con él sois tan privados, sed mi guarda y abogados. Venistes desde Oriente a adorar el Rey divino, con aquel alto presente para quien de él era dino; caminastes de contino por una estrella guiados: sed mi guarda y abogados. FIN Serviéronle los pastores, por Pastor de tantas greyes, y vosotros mis señores, por mayor Rey de los reyes. Pues del dador de las leyes sois tan queridos y amados, sed mi guarda y abogados. VILLANCICO No te tardes que me muero, carcelero, no te tardes que me muero. Apresura tu venida porque no pierda la vida, que la fe no está perdida. Carcelero, no te tardes que me muero. Bien sabes que la tardanza trae gran desconfïanza; ven y cumple mi esperanza. Carcelero, no te tardes que me muero. Sácame desta cadena, que recibo muy gran pena, pues tu tardar me condena. Carcelero, no te tardes que me muero. La primer vez que me viste sin te vencer me venciste; suéltame pues me prendiste. Carcelero, no te tardes que me muero. II Montesina era la garza y de muy alto volar: no hay quien la pueda tomar. Mi cuidoso pensamiento ha seguido su guarida, mas cuanto más es seguida tiene más defendimiento; de seguirla soy contento por de su vista gozar; no hay quien la pueda tomar. Otros muchos la han seguido pensando poder tomalla, y a quien más cerca se halla tiene más puesto en olvido; harto paga lo servido en sólo querer mirar: no hay quien la pueda tomar. Nunca vi tanta lindeza ni ave de tal crianza, mas a quien tiene esperanza muéstrale mucha esquiveza; puede bien con su belleza todo el mundo cativar: no hay quien la pueda tomar.

MARQUÉS DE ASTORGA

COPLAS A SU AMIGA Esperanza mía por quien padece mi corazón dolorido, ya, señora, ten por bien de me dar el gualardón que te pido: y pues punto d'alegría no tengo, si tú me dejas muerto só: vida de la vida mía, ¿a quién contaré mis quejas si a ti no? Aquel Dios d'amor tan grande que consuela los vencidos amadores, demando soluto mande que hieran en tus oídos mis clamores: y la justa pïedad que a persona tan hermosa pertenece, incline tu voluntad a mi vida dolorosa que padece... Y aquel gran dolor que suele inclinar las más esentas a mesura, te duela, que si te duele, no puede ser que no sientas mi tristura: do quizá podrá nacer que con la penada vida que vivieses, viendo mi gran padecer, tú misma de ti vencida te venciese. Torre d'homenaje fuerte, fortaleza que tan bella me parece, congoja d'amor despierte tu corazón, que sin ella s'adormece; arco de flechas rabiosas, que mi salud desesperas, sabe cierto, que si todas estas cosas no te hacen que me quieras, yo soy muerto. Escucha los mensajeros que llevan nuevas estrañas, que te harten; mis sospiros verdaderos que m'arrancan las entrañas cuando parten; y siente mi gran pasión con quien yo te los envío padeciente, y sienta tu corazón la grave pena qu'el mío por ti siente... Aquel gran fuego d'amar que mis entrañas atiza tal me tiene, ni me deja de quemar, ni me convierte en ceniza, porque pene; mas fuego qu' así s'emprende ¿quién podrá sofrir, señora, vida mía, que su flama que m'enciende dos tanto me quema agora que solía? Y aqueste papel morado de la tinta con qu' escribo el mal que tengo, ya debe der enojado; ¿pues qué haré yo, cativo, que sostengo muchas más tribulaciones qu' es imposible contar? Pues tú cata, remedio de mis pasiones, cómo me puedas sanar bien, o mata. Que mi lengua te alabe en aquestos mis renglones ya concluyo, pues que todo el mundo sabe que tengo cien mil razones de ser tuyo: y esta mi grosera mano no piensa poder loarte ni s' atreve, porque mi seso villano no puede saber mirarte cuanto debe. Así que los tus loores recontar en ningún modo yo no quiero, ni grave de mis dolores pues que sabe el mundo todo de qué muero: que mi sentido en lo uno he miedo que se turbase con amor; ¿quién no sería importuno si todo escrebir pensase su dolor? CABO Dime para cuándo guardas d' esta mi pena tan fuerte de librarme; cata que si mucho tardas poco tardará la muerte de llevarme; y todo será decir: "Así goce, que de veras he pesar." ¡Oh qué buen arrepentir! ¡Oh que donosas maneras de matar!

CARTAGENA

COPLAS ENTRE EL CORAZÓN Y LOS OJOS HABLA EL CORAZÓN: Enemigos, vos causastes mi dolor y causa fuistes, porque mirando matastes mi gloria y resucitastes pena y pensamientos tristes: porque quesistes quitarme libertad, por do soy preso; porque quesistes matarme, que ya no puedo escaparme fuerza, ni razón, ni seso. DICEN LOS OJOS: Corazón, vos nos guiastes a mirar por do quesistes; corazón, vos nos llevastes, pues si tormento pasastes doblada pena nos distes: dístenos mal que lloramos, lloramos vuestra pasión: pues la pena que pasamos nosotros, tristes, pagamos, no os quejéis vos, corazón. RESPONDE EL CORAZÓN: No puede ser igualado mi mal con el que pasáis; ¡oh, como es diferenciado ser yo el lastimado, vosotros los que lloráis! Lloráis mi grave penar, lloráis porque muero y peno; ved si se puede igualar el dolor sentir sin par con llorar el mal ajeno. REPLICAN LOS OJOS Corazón triste, amansad, no os mostréis tan doloroso, pues por vuestra voluntad quedastes sin libertad y nosotros sin reposo: sin reposo ni placer, sin placer porque quesistes, corazón, haber de ser ocasión de os perder a vos y a nosotros tristes. ECHA EL BASTÓN CARTAGENA ENTRE ESTOS DOS QUE SE DEBATÍAN Yo pago la culpa ajena sufriendo grandes dolores; yo so el cativo en cadena en quien se encierra la pena destos dos competidores que la muerte me causaron; lo cual es fuerza sofrir, pues los ojos que miraron y el corazón que engañaron, quiso tan bien consentir. COPLA QUE PONE EL NOMBRE DE MENCÍA Por la M, que nos mata, por la E, que la entendamos; por la N, no podamos, desatarnos si nos ata: por al C, cesa el placer de todos los que la vemos; por la I, yerra el saber siendo de otro parecer; por la A, que la adoremos.

GUEVARA

COPLAS ¡Qué desdichada ventura, qué vana esperanza mía, qué dolorosa tristura, qué congojosa porfía! ¡Qué desastrado dolor, qué mal que nunca reposa, qué temeroso temor, qué público disfavor, qué vida tan peligrosa! ¡Qué sosegado sufrir, qué dulce pena mortal, que más quiero ya morir que vevir sin este mal! ¡Qué baldíos pensamientos, qué tan pocos beneficios, qué tan ásperos tormentos, qué altos merecimientos que merecen mis servicios! ¡Qué lastimero vivir, que parto sin desviarme de quien no puedo partir por bien que quiero apartarme! ¡Qué tan dañosa licencia que pido triste llorando! ¡Qué tan trabada pendencia! Delante vuestra presencia yo mismo muerte demando. CABO Demando ser apartado de veros por mi partida; demando triste, cuitado, la muerte para mi vida: demando lo que no quiero, quiero lo que no me dais, quiero la muerte que muero por ver el fin postrimero, pues que partir me mandáis. ESPARZA Las aves andan volando, cantando canciones ledas, las verdes hojas temblando, las aguas dulces sonando, los pavos hacen las ruedas: yo, sin ventura amador, contemplando mi tristura, deshago por mi dolor la gentil rueda de amor que hice por mi ventura.

FERNANDO DE ROJAS

CANCIÓN LUCRECIA ¡Oh quién fuese la hortelana de aquestas viciosas flores, por prender cada mañana al partir a tus amores! Vístanse nuevas colores los lirios y el azucena; derramen frescos olores cuando entre por estrena. Alegre es la fuente clara a quien con gran sed la vea; mas muy más dulce es la cara de Calisto a Melibea. Pues aunque más noche sea, con su vista gozará. ¡Oh, cuando saltar le vea, qué de abrazos le dará! Saltos de gozo infinitos da el lobo, viendo ganado; con las tetas los cabritos; Melibea con su amado. Nunca fué mas deseado amador de su amiga: ni huerto más visitado, ni noche más sin fatiga. LUCRECIA Y MELIBEA Dulces árboles sombrosos, humillaos cuando veáis aquellos ojos graciosos del que tanto deseáis. Estrellas que relumbráis, norte e lucero del día, ¿por qué no le despertáis, si duerme mi alegría? MELIBEA Papagayos, ruiseñores, que cantáis al alborada, llevad nueva a mis amores, como espero aquí sentada. La media noche es pasada e no viene; sabedme si hay otra amada que lo detiene.

COMENDADOR ESCRIVÁ

CANCIÓN Ven, muerte tan escondida, que no te sienta conmigo, porqu' el gozo de contigo no me torne a dar la vida. Ven como rayo que hiere, que hasta que ha herido no se siente su ruïdo, por mejor herir do quiere: así sea tu venida, si no, desde aquí me obligo qu' el gozo que habré contigo me dará de nuevo vida. CANCIÓN Vos me matáis de tal suerte y con pena tan gloriosa, que no sé más dulce cosa que los trances de mi muerte. E della soy tan ufano, tan penado e tan contento, que no trocaré un tormento por mil bienes de otra mano. Y, pues que quiso mi suerte darme pena tan gloriosa, no quiero más dulce cosa que los trances de mi muerte. VILLANCICO ¿Qué sentís, corazón mío? ¿No decís? ¿Qué mal es el que sentís? ¿Qué sentistes aquel día cuando mi señora vistes, que perdistes alegría y descanso despedistes? ¿Cómo a mí nunca volvistes? ¿No decís? ¿Dónde estáis que no venís? ¿Qué es de vos que en mí n' os hallo? ¿Corazón, quién os ajena? ¿Qué es de vos, que aunque me callo, vuestro mal tan bien me pena? ¿Quién os ató a tal cadena? ¿No decís? ¿Qué mal es el que sentís?

TAPIA

GLOSA DEL ROMANCE DE FONTEFRIDA Andando con triste vida yo hallé por mi dolor fonte frida, fonte frida, fonte frida y con amor: que sus verdes florecicas alegran el corazón, do todas las avecicas van tomar consolación: do cualquier dellas publica señales de grande amor, si no es la tortolica que está viuda y con dolor, que su gozo era llorar la muerte de su amador; por allí fuera pasar el traidor del ruiseñor. Yo de ver que se maldice, mostrándole compasión, las palabras que le dice llenas son de traición: -"A la triste que así llora soledad le es lo peor; si tú quisieses, señora, yo sería tu servidor." -"No busco placer, amigo, ni quiero consolador; vete de ahí, enemigo, malo, falso, engañador, "pues quien tal pérdida pierde, verse viva es más peor; que ni poso en ramo verde, ni en árbol que tenga flor. "Si la muerte me llevara no estuviera cual estó, que si el agua hallo clara, turbia la bebía yo. "Tengo el corazón partido, desventura lo partió, que no quiero haber marido, porque hijos no haya, no: "mas quiero penar sin ellos, más quiero mi perdición, que no haber placer con ellos, ni menos consolación. "Y pues no te pido abrigo ni amigo tengo ni amor, déjame, triste enemigo, malo, falso, mal traidor: "no me des ya más fatiga, que harta me tengo yo, que no quiero ser tu amiga ni casar contigo, no". VILLANCICO Descuidad ese cuidado que tenéis, corazón, que moriréis. Olvidad a quien olvida, no queráis a quien no os quiere, que quien esto no hiciere, en peligro está su vida. Y del mal de más cuidado no curéis, corazón, que moriréis. No tengáis más pensamiento de servir a quien servís, pues es cierto que morís por su mal gradecimiento. Esperanza os ha cegado, que no veis, corazón, que moriréis. El remedio es olvidar donde gloria no esperáis, porque temo que os perdáis del dolor del desear. Galardón se os ha negado: no penéis, corazón, que moriréis.

LUIS DE VIVERO

COPLAS A SU AMIGA ¡Oh quién pudiese deciros lo que no puedo decir, de verme así despedir, muriendo yo por serviros! Que con el dolor que siento ningún sentido me queda para que deciros pueda cuanto puede mi tormento. Y pues mandáis apartarme, dadme pies para partirme, lengua para despedirme y manos para matarme; porque a la hora que os vi os di cuanto en mí tenía, así que no soy en mí, mas en vos, señora mía. Mis lágrimas y sospiros y cuanto más me atormenta, porque a nadie no deis cuenta, quiero con ellos serviros; mas pues servicios no pueden, mandadme tornar la vida, porque mis huesos no queden en tierra desconocida. FIN Tornadme la libertad para que pueda partirme, que de buena voluntad la daréis por despedirme; mi corazón me volváis, yo os lo di, y tan entero, que cual vos me lo tornáis, tal está que no lo quiero.

QUIRÓS

CANCIÓN Dos enemigos hallaron las hadas, y a mí los dieron, mis ojos que me perdieron, los vuestros que me mataron. Y siendo yo mal tratado muestra amor esta crueldad, que pidiendo yo amistad, ni sólo soy escuchado; contra mí solo se armaron, así que me destruyeron, mis ojos que me prendieron, los vuestros que me mataron.

LOPE DE SOSA

ESPARZA A su amiga, porque estaba en una iglesia rezando ella en unas horas, y por causa del rezar no le miraba. No debés, dama real, en rezar tan continuado trabajaros, porque quien os hizo tal, él se tiene ya el cuidado de salvaros; y pues que podemos nos las razones d'esto vellas, que recen otras por vos para que recéis por ellas.

NICOLÁS NÚÑEZ

VILLANCICO Vevir yo sin ver a vos no quiero, ni quiera Dios. Y puesto que yo pudiese quitarme de tal favor, no me dejaríe amor hacer lo que yo quisiese: pues que otra dama sirviese sino a vos, no quiero, ni quiera Dios. Porque vuestra perfición tiene tal virtud en esto, que no os paga en ver su gesto cuanto niega el galardón: y aunque queda el corazón, vevir sin vos, no quiero, ni quiera Dios. Así que lo que valéis no es razón tenello absente, porque el mal que vos hacéis da herida y no se siente: pues vevir sin ser presente yo de vos, no quiero, ni quiera Dios.

CONDE DE CIFUENTES

CANCIÓN La que tengo no es prisión, vos sois prisión verdadera, ésta tiene lo de fuera, vos tenéis el corazón. Ésta me tiene forzado tanto cuanto Dios quisiere, y vos me tenéis de grado cativo mientras viviere: d'esta, libertad s'espera, mas de vos no hay redención, porque sois la verdadera cárcel de mi corazón.

GARCÍ ORDÓÑEZ DE MONTALVO

CANCIÓN DE AMADÍS DE GAULA A LEONORETA Leonoreta sin roseta, blanca sobre toda flor, sin roseta no me meta en tal cuita vuestro amor. Sin ventura yo en locura me metí; en vos amar es locura que me dura, sin me poder apartar; ¡oh hermosura sin par, que me da pena e dulzor! Sin roseta no me meta en tal cuita vuestro amor. De todas las que yo veo no deseo servir otra sino a vos; bien veo que mi deseo es devaneo do no me puedo partir, pues que no puedo huir de ser vuestro servidor. No me meta sin roseta en tal cuita vuestro amor. Aunque mi queja parece referirse a vos, Señora, otra es la vencedora, otra es la matadora que mi vida desfallece; aquesta tiene el poder de me hacer toda guerra; aquesta puede hacer, sin yo gelo merecer, que muerto viva so tierra.

JUAN BOSCÁN

CANCIÓN Señora doña Isabel, tan cruel es la vida que consiento, que me mata mi tormento cuando menos tengo dél. Pero vivo, con la gloria que recibo, tan ufano en los amores, que procuro de estar vivo porque vivan mis dolores. Vivo de mi pensamiento tan contento, que es mi congoja mayor, si no hallo el sufrimiento conforme con el dolor. Yo querella no puedo de vos tenella: sólo de mí estoy quejoso, si mi pena en padecella me conoce temeroso. La pena queda vencida, ya perdida, pues vuestra merced, señora, ha sido la vencedora de las fuerzas de mi vida; de tal suerte que no puede ya la muerte ser conmigo sino muerta, pues tengo por buena suerte ser en mí la pena cierta. Mis congojas de bien llenas son tan buenas, por la causa que es tan buena que no podéis darme pena sino con no darme penas; mas parece que un contrario se me ofrece, tan grave, que ved cuál quedo: que el alma dice: "Padece", y el cuerpo dice: "No puedo". A LA TRISTEZA Tristeza, pues yo soy tuyo, tú no dejes de ser mía; mira bien que me destruyo sólo en ver que el alegría presume de hacerme suyo. ¡Oh tristeza! que apartarme de contigo es la más alta crueza que puedes usar conmigo. No huyas ni seas tal que me apartes de tu pena; soy tu tierra natural, no me dejes por la ajena do quizá te querrán mal. Pero, di: ya que estó en tu compañía, ¿cómo gozaré de ti, que no goce de alegría? Que el placer de verte en mí, no hay remedio para echallo, ¿quién jamás estuvo así? que de ver que en ti me hallo, me hallo que estoy sin ti. ¡Oh ventura! ¡Oh amor, que tú hiciste que el placer de mi tristura me quitase de ser triste! Pues me das por mi dolor el placer que en ti no tienes, porque te sienta mayor, no vengas, que si no vienes, entonces vernás mejor. Pues me places, vete ya, que en tu ausencia sentiré yo lo que haces, mucho más que en tu presencia. VILLANCICO Si no os hubiera mirado, no penara: pero tampoco os mirara. Veros harto mal ha sido, mas no veros peor fuera; no quedara tan perdido, pero mucho más perdiera. ¿Qué viera aquel que no os viera? ¿cual quedara, señora, si no os mirara?

GARCILASO DE LA VEGA

CANCIÓN Yo dejaré desde aquí de ofenderos más hablando; porque mi morir callando os ha de hablar por mí. Gran ofensa os tengo hecha hasta aquí en haber hablado, pues en cosa os he enojado que tampoco me aprovecha. Derramaré desde aquí mis lágrimas no hablando; porque quien muere callando tiene quien hable por sí. CANCIÓN Nadie puede ser dichoso, señora, ni desdichado, sino que os haya mirado. Porque la gloria de veros en ese punto se quita que se piensa mereceros. Así que, sin conoceros, nadie puede ser dichoso, señora, ni desdichado, sino que os haya mirado.

CRISTÓBAL DE CASTILLEJO

SUEÑO Yo, Señora, me soñaba un sueño que no debiera: que por mayo me hallaba en un lugar do miraba una muy linda ribera, tan verde, florida y bella, que de miralla y de vella, mil cuidados deseché, y con sólo uno quedé muy grande, por gozar della. Sin temor que allí podría haber pesares ni enojos, cuanto más dentro me vía, tanto más me parecía que se gozaban mis ojos. Entre las rosas y flores cantaban los ruiseñores, las calandrias y otras aves, con sones dulces, suaves, pregonando sus amores. Agua muy clara corría, muy serena al parecer, tan dulce si se bebía, que mayor sed me ponía acabada de beber. Si a los árboles llegaba, entre las ramas andaba un airecico sereno, todo manso, todo bueno, que las hojas meneaba. Buscando dónde me echar, apartéme del camino, y hallé para holgar un muy sabroso lugar a la sombra de un espino; do tanto placer sentí y tan contento me vi, que diré que sus espinas en rosas y clavellinas se volvieran para mí. En fin, que ninguna cosa de placer y de alegría, agradable ni sabrosa, en esta fresca y hermosa ribera me fallecía. Yo, con sueño no liviano, tan alegre y tan ufano y seguro me sentía, que nunca pensé que había de acabarse allí el verano. Lejos de mi pensamiento desde a poco me hallé que así durmiendo contento, a la voz de mi tormento el dulce sueño quebré; y hallé que la ribera es una montaña fiera, muy áspera de subir, donde no espero salir de cautivo hasta que muera.

GARCÍA DE RESENDE

CANTAR Mira, gentil dama, el tu servidor cómo está tan triste con tanto dolor. Mira que merezo no ser desamado ni tan olvidado pues tanto padezo. Y pues con dolor mi vida te llama, mira, gentil dama, el tu servidor. Pues tu hermosura causó mi dolor, mira mi tristura y tu disfavor. No trates peor el que más te ama, mira, gentil dama, el tu servidor.

JORGE DE MONTEMAYOR

VILLANCICO AJENO Véante mis ojos y muérame yo luego, dulce amor mío y lo que yo más quiero. GLOSA A trueque de verte la muerte me es vida, si fueres servida mejora mi suerte: que no será muerte si en viéndote muero, dulce amor mío y lo que yo más quiero. ¿Dó está tu presencia? ¿Por qué no te veo? ¡Oh! cuánto un deseo fatiga en ausencia. Socorre, paciencia, que yo desespero por el amor mío y lo que yo más quiero. LETRILLA Amor loco, amor loco yo por vos, y vos por otro. Ser yo loco es manifiesto, por vos ¿quién no lo será? que mayor locura está en no ser loco por esto. Mas con todo no es honesto que ande loco, por quién es loca por otro. Ya que viéndoos no me veis, y morís porque no muero, comed ahora a mí, que os quiero, con salsa del que queréis; y con esto me haréis ser tan loco como vos loca por otro.

GIL VICENTE

CANTIGA Muy graciosa es la doncella, ¡cómo es bella y hermosa! Digas tú, el marinero que en las naves vivías, si la nave o la vela o la estrella es tan bella. Digas tú, el caballero que las armas vestías, si el caballo o las armas o la guerra es tan bella. Digas tú, el pastorcito que el ganadico guardas, si el ganado o los valles o la sierra es tan bella. CANTIGA ¡Malhaya quien los envuelve, los mis amores, malhaya quien los envuelve! Los mis amores primeros en Sevilla quedan presos, los mis amores, ¡malhaya quien los envuelve! En Sevilla quedan presos per cordón de mis cabellos, los mis amores, ¡malhaya quien los envuelve! En Sevilla quedan ambos los mis amores, ¡malhaya quien los envuelve! En Sevilla quedan ambos, sobre ellos armaban bandos, los mis amores, ¡malhaya quien los envuelve! CANTIGA Consuelo, vete con Dios. Pues ves la vida que sigo, ¡no pierdas tiempo conmigo! Consuelo mal empleado, no consueles mi tristura: ¡vete a quien tiene ventura, y deja el desventurado! No quiero ser consolado, antes me pesa contigo, ¡no pierdas tiempo conmigo! VILLANCETE Por más que la vida pene no se pierda el esperanza, porque la desconfïanza sola la muerte la tiene. Si fortuna dolorida tuviere quien bien la sienta, sentirá que toda afrenta se remedia con la vida; y pues doble gloria tiene después del mal la bonanza, no se pierda el esperanza en cuanto muerte no viene. CANTIGA Vánse mis amores, madre, luengas tierras van morar. Yo no los puedo olvidar. ¿Quién me los hará tornar? ¿Quién me los hará tornar? Yo soñara, madre, un sueño que me dió en el corazón: que se iban los mis amores a las islas de la mar. Yo no los puedo olvidar. ¿Quién me los hará tornar? ¿Quién me los hará tornar? Yo soñara, madre, un sueño que me dió en el corazón: que se iban los mis amores a las tierras de Aragón. Allá se van a morar. Yo no los puedo olvidar. ¿Quién me los hará tornar? ¿Quién me los hará tornar?

LUIS DE CAMOENS

VILLANCICO GLOSADO VERSO AJENO Vos tenéis mi corazón. GLOSA Mi corazón me han robado; y Amor viendo mis enojos, me dijo: "Fuéte llevado por los más hermosos ojos que desque vivo he mirado. Gracias sobrenaturales te lo tienen en prisión". Y si Amor tiene razón, señora, por las señales, vos tenéis mi corazón. VILLANCICO GLOSADO MOTE Irme, quiero, madre a aquella galera, con el marinero, a ser marinera. VOLTAS PROPIAS Madre, si me fuere, do quiera que vo, no lo quiero yo, que el Amor lo quiere. Aquel niño fiero, hace que me muera por un marinero a ser marinera. El que todo puede, madre, no podrá pues el alma va, que el cuerpo se quede. Con él, porque muero voy, porque no muera, que si es marinero, seré marinera. Es tirana ley del niño señor, que por un amor se deseche un rey. Pues desta manera quiere, irme quiero por un marinero a ser marinera. Decid, ondas, ¿cuándo vistes vos doncella, siendo tierna y bella, andar navegando? ¿Mas qué no se espera de aquel niño fiero? Vea yo quien quiero, sea marinera.

NOTAS

1. Razón de amor.- Idilio escrito hacia comienzos del siglo XIII, y por consiguiente la más antigua composición lírica conocida de nuestra lengua. Lo publicó por primera vez A. Morel Fatio en el tomo XVI de Romania (1887). Al final se enlaza artificialmente con la Disputa del agua y del vino (que no hemos reproducido), "debate" al modo medieval entre dos elementos. El escolar que compuso el poemita inicial, el cual dice de sí mismo que había morado en el extranjero para aprender la poesía cortés, se muestra influído por la tradición provenzal, así como por la de sus discípulos gallegos, de cuyas cantigas de amigo hay un eco en ciertos pasajes de este poema. La versificación es irregular, con tendencia al octosílabo. El autor parece haber sido un clérigo aragonés. El Lupus (o Lope) de Moros mencionado al final de los denuestos del agua y del vino, probablemente fué el copista del manuscrito que hoy está en la Biblioteca Nacional de París. R. Menéndez Pidal volvió a editarlo en el t.XIII de la Revue Hispanique (1905). 2. Arcipreste de Hita.- Del Libro de Buen Amor, obra miscelánea en la cual los elementos narrativos, dramáticos, épico- burlescos, didascálicos, líricos y doctrinales se funden en una vasta representación y sátira de la sociedad del siglo XIV, y muy particularmente del mundo clerical, damos una de las cantigas a la Virgen, poesías líricas religiosas que se agrupan al principio y al final del libro y pueden ser enlazadas con la tradición trovadoresca de Galicia y Portugal. Hay dos versiones del Libro de Buen Amor: la primera concluída, según el códice de Toledo, en 1330; la segunda, fechada, según el de Salamanca, en 1343. El autor, el más representativo y genial poeta medieval castellano, Juan Ruiz, arcipreste de la villa de Hita en la diócesis de Guadalajara, nació quizás en Alcalá de Henares, en el último tercio del siglo XIII. En 1351 posiblemente ya había muerto. Ninguna noticia cierta tenemos de él, porque no podemos prestar fe a la ficción autobiográfica de que se vale en su libro. Hasta la prisión en que lo habría compuesto, siendo arzobispo de Toledo D. Gil de Albornoz, ha sido puesta en duda por la crítica más reciente, con razones atendibles si no enteramente persuasivas.
3. Canciller Pero López de Ayala.- Nació en Vitoria en 1332 y murió en 1407. En su larga, azarosa y fecunda existencia participó activamente en los reinados de Pedro el Cruel, Enrique II, Juan I y Enrique III, cuyas crónicas escribió. Particularmente vigorosa es la del reinado de don Pedro, rey cuya causa él desertó cuando la vió perdida. Sobre ella compuso Mérimeé su Histoire de Don Pédre de Castille. Ayala fué hecho prisionero dos veces: en la batalla de Nájera (1367) por el Príncipe Negro; y en la de Aljubarroto (1385), por los portugueses, que lo tuvieron preso en Portugal quince meses en una jaula de hierro, en el castillo de Oviedes. En verso escribió el Rimado de Palacio, obra de la madurez y aun de la ancianidad, extenso poema misceláneo, sátira de la sociedad de su siglo, como la del Arcipreste de Hita, pero grave y áspera y no risueña; sermón moral, libro doctrinal con efusiones líricas. De las nueve cantigas religiosas intercaladas en el poema, eco de la poesía de provenzales y gallegos, todas impregnadas de hondo sentimiento, publicamos tres. También figura en el Cancionero de Baena con un sermón doctrinal.
4. Diego Hurtado de Mendoza.- Almirante mayor de Castilla y padre del marqués de Santillana. Murió a los 40 años de edad en 1404. Su primo Fernán Pérez de Guzmán en Generaciones y Semblanzas lo pinta como "hombre de muy sotil ingenio, bien razonado, muy gracioso en su decir, osado e atrevido en su hablar". "Pluguiéronle mucho mujeres", concluye el cronista su retrato. De las pocas poesías suyas conservadas en un manuscrito de la Biblioteca de Palacio, reprodujo Amador de los Ríos en el Tomo V de su Historia crítica de la literatura española el picaresco cossante del Árbol de Amor. El último terceto, que no figura en el manuscrito de esta canción de primavera, coral y de danza, fué agregado para completar la poesía conforme a los cánones de la métrica paralelística imitada de los gallegos, por doña Carolina Michaëlis de Vasconcellos (Cancioneros de Ajuda, vol. II, pág 929).
5. Pero Vélez de Guevara.- Sobrino del Canciller Pero López de Ayala y tío del Marqués de Santillana. Estuvo en la jornada de Aljubarrota. Santillana en su Cartaproemio al Condestable de Portugal lo recuerda como autor de "gentiles decires e canciones". Figura con siete de ellas el el Cancionero de Baena.
6. Macías.- Trovador gallego, famoso más que por sus versos por la leyenda que aureoló su muerte ocurrida a manos de un marido celoso. Fué en el siglo XV personaje obligado de todos los Infiernos de amor y su fama llegó hasta la época romántica. Larra lo hizo protagonista de su tragedia Macías y principal figura de su novela histórica El doncel de don Enrique el Doliente. En el Cancionero de Baena figuran cinco cantigas suyas en un castellano mezclado de gallego o viceversa, desaliñadas y de escaso valor. La que reproduzco ofrece más de un pasaje oscuro, probablemente por defecto de copia.
7. Alfonso Álvarez de Villasandino.- O de Illescas, por el lugar de su nacimiento, en el reino de Toledo. Celebrado trovador de los reinados de Enrique II, Juan I y Enrique III. Alcanzó anciano el reinado de D. Juan II. Todavía vivía en 1424. Por lo que sabemos de su vida, no parece haberla llevado con gran dignidad. La casi totalidad de ella ha sido reconstruída con las leyendas que acompañan a sus poesías en el Cancionero de Baena, o con las mismas poesías que lo muestran jugador, insistente pedigüeño y desaprensivo alquilador de su musa a señores enamorados o despechados. Menéndez Pidal lo llamó "trovador ajuglarado". De la primera generación de trovadores castellanos, imitadores de los gallego-portugueses, fué el que poseyó mayor habilidad técnica, y en los momentos felices, más graciosa inspiración. En su Carta-proemio Santillana lo llama "gran decidor, del cual se podría decir aquello que en loor de Ovidio un gran estoriador escribe, conviene a saber, que todos sus motes e palabras eran metro". Fué muy fecundo: sus cantigas en versos de arte menor y mayor, preferentemente octosílabos, son casi doscientas en el Cancionero de Baena, donde se le celebra como "esmalte, e luz e espejo e corona e monarca de todos los poetas e trovadores que hasta hoy fueron en toda España", sin perjuicio de haber recogido Baena en su libro todos los vejámenes en verso, algunos atroces, de que hicieron objeto a Villasandino en su ancianidad los trovadores más jóvenes o afiliados a la escuela de Imperial.
8. Francisco Imperial.- A este poeta, hijo de un joyero genovés avecindado en Sevilla ya en la época de don Pedro el Cruel, lo dan asimismo como "natural" de Génova los cancioneros antiguos. De ahí el apelativo de "micer", dl italiano "messere" (señor), con que se acostumbraba llamarlo. En 1405 cantó el nacimiento del príncipe que luego había de ser Juan II. Introdujo en Castilla la poesía alegórica dantesca e imitó la Divina Comedia en su composición más celebrada: el Decir de las Siete Virtudes. En la poesía que reproduzco en primer término, también se siente circular un vago soplo de la inspiración de la Vita Nuova. Gozó en sus días de gran predicamento y formó escuela. Santillana en su Carta- proemio lo opone como "poeta" al mero "decidor o trovador". Imperial, imitando a Dante, cultivó el endecasílabo; pero sus versos fueron muy mal copiados en el Cancionero de Baena: unos son endecasílabos, o italianos o bien de 4� y 7� (los llamados anapésticos o de gaita gallega); otros son de arte mayor y tienen por lo tanto con los segundos cierto parentesco rítmico; muchos en fin son inclasificables. Habría que restituirlos lo mismo que el texto, a menudo estropeado e ininteligible, lo que hizo Amador de los Ríos con el Decir de las Siete Virtudes en el Tomo V de su Historia Crítica, con discutido acierto.
9. Fernán Manuel de Lando.- Imitador de Imperial, llevó su poesía triunfalmente a la corte de Castilla, desafiando a los trovadores de la vieja escuela con más pedantería e insolencia que arte. Era de ascendencia francesa por parte del abuelo, caballero de la hueste del famoso Duguesclin en los tiempos de D. Enrique de Trastamara. Tuvo valimiento en la corte y nos han llegado noticias suyas hasta la minoridad de don Juan II. Figura abundantemente en el Cancionero de Baena, donde aparecen algunos vejámenes de su pluma contra Villasandino. La cantiga que publicamos en loores de Santa María pertenece a la manera tradicional.
10. Gómez Pérez Patino.- Fué, dice de él el epígrafe que en el Cancionero de Baena precede a sus cantigas e decires, "criado del obispo de Burgos don Juan de Villacreces" (de quien se sabe que murió en 1403), y "era buen gramástico e lógico e buen filósofo e theólogo e mecánico en las otras artes". Escibía durante la minoridad del rey Juan II.
11. Fernán Pérez de Guzmán.- Fué sobrino del canciller López de Ayala y tío del marqués de Santillana. Foulché-Delbosc ha conjeturado como fechas aproximadas de su nacimiento y muerte las de 1377-79 y 1460. Gran señor y hombre de guerra, después de haber actuado en la corte, ya en las disensiones civiles, ya contra los moros granadinos en la batalla de la Higueruela, después de ésta (1431), su enemistad con don Álvaro de Luna lo indujo a retraerse en su castillo de Batres, donde, consagrado al estudio y las letras, transcurrió el resto de su existencia. Le ha dado justa celebridad como prosista, la colección de valientes retratos de contemporáneos suyos, conocidos bajo el título de Generaciones y Semblanzas. Sus composiciones poéticas se hallan repartidas en diversos cancioneros. Cultivó la poesía didáctico-moral y sentenciosa (Coplas de vicios e virtudes, Confesión rimada, Loores de los Claros Varones de España, Proverbios) a la machacona moda del tiempo; y también, no sin gracia, la poesía amatoria en metros cortos.
12. Marqués de Santillana.- Fué el más gentil poeta, y el de más variados recursos de su siglo. Hijo, nieto y sobrino de poetas, Íñigo López de Mendoza (1398-1458) fue hecho marqués de Santillana después de la batalla de Olmedo (1445). Actuó sin descanso en las banderías que dividieron a los nobles durante el reinado de Juan II, larga historia de disensiones, peleas, retraimientos y reconciliaciones, ya de parte del rey y su partido, ya frente a ellos. Fué uno de los nobles que causaron la ruina y llevaron al cadalso a Don Álvaro, a quien después de muerto no perdonó Santillana, pues hízole hacer terrible confesión de sus culpas en Doctrinal de Privados. También estuvo en la batalla de Higueruela contra los moros y más tarde tuvo a su cargo la defensa de la frontera como capitán mayor del reino de Jaén. De esa época datan algunas de sus serranillas, entre ellas, la más célebre, la de la Vaquera de la Finojosa. Las otras fueron compuestas en la frontera de Aragón. Conocedor de las literaturas romances y fomentador del estudio de las antiguas, confluyen en él diversas corrientes. Los autores clásicos conocidos en su tiempo le suministran su arsenal de citas mitológicas e históricas y de sentencias morales; Dante y Petrarca le da la afición a la alegoría, a las visiones y sueños poéticos, y el segundo, más directamente, fué su maestro en el intento, todavía prematuro, de aclimatar los sonetos al itálico modo, de los cuales compuso cuarenta y dos; la vieja escuela didáctico-moral le dicta sus sátiras graves y poesías doctrinales; y la tradición trovadoresca le inspira sus canciones, decires y serranillas, la parte de su obra que conserva mayor frescura. No desdeñó tampoco el elemento popular como puede juzgarse por la colección que le atribuyen de Refranes que dice las viejas tras el huego, o cuando trata con garbo aristocrático la realidad viva en algunas de sus serranillas, o bien incorpora el cancionero del pueblo en su delicado "villancico a unas tres hijas suyas", que puede leerse en esta colección.
13. Juan de Mena.- Poeta ilustre de la corte de Juan II, nacido en Córdoba en 1411. Falleció en 1456. Fué en su tiempo el puro hombre de letras que vive del favor de los grandes. Gozó en la corte, donde fué secretario de cartas latinas y cronista regio, del favor del rey y de su privado Don Álvaro de Luna. Había estudiado en Salamanca y perfeccionado sus estudios en Roma. Fué amigo del marqués de Santillana. Acometió el intento de enriquecer "el rudo y desierto romance", latinizándolo atrevida y por momentos puerilmente en su traducción del latín de la Ilíada compendiada. Igual intento procuró cumplir en el verso. De su obra, con frecuencia oscura y farragosa, cuando no adocenada como la común de los cancioneros, se destaca, aureolado de larga fama secular, hoy muy disminuída, su largo poema épico y alegórico, el Laberinto o Las Trescientas, en el cual, a pesar de la mucha afectación del lenguaje y pedantería mitológica, logró, flexibilizando el monótono verso de arte mayor, efectos de expresión enérgica o matizada que la crítica debe reconocerle, pues hizo obra de osado precursor. Menéndez y Pelayo, justamente severo con sus versos trovadorescos, que a su juicio, no lo diferencian en nada sustancial de los demás versificadores de su siglo, considera la "canción que hizo estando mal", aquí publicada, la más graciosa y elegante de las suyas.
14. Don Juan Segundo.- Rey de Castilla desde 1419, año en que salió de la minoría, hasta 1454, en que falleció. hijo de Enrique III y de doña Catalina de Láncaster, nació en Toro en 1405. Fernán Pérez de Guzmán, que trata con implacable severidad su flaqueza e incapacidad para reinar y la total entrega de su voluntad a Don Álvaro de Luna, alaba las dotes de su espíritu y las facultades de su ingenio: "Placíale oír los homes avisados y graciosos y notaba mucho lo que de ellos oía, sabía hablar y entender latín, leía muy bien, placíanle muchos libros e estorias, oía muy de grado los decires rimados y conocía los vicios dellos..." "Sabía del arte de la música, cantaba y tañía bien..."
15. Don Álvaro de Luna.- El famosísimo privado de Don Juan II, Maestre de Santiago y condestable de Castilla, fué hijo bastardo del caballero don Álvaro de Luna, una de las mayores casas del reino de Aragón. A la muerte de su padre fué criado por su tío don Pedro de Luna, arzobispo de Toledo y más tarde Papa bajo el nombre de Benedicto XIII. Dueño de la voluntad de su amigo el rey, gobernó a Castilla largos años, suscitando contra él el odio de muchos grandes señores, quienes le achacaban insaciable codicia de bienes ajenos y desmedida ambición de mando. En 1453 Don Juan, influído por la reina, lo abandonó cobardemente a sus enemigos. Murió Don Álvaro con dignidad a manos del verdugo en Valladolid. No corresponde aquí juzgar su controvertida actuación histórica, para algunos precursora de la de los Reyes Católicos en la empresa de abatir la soberbia y privilegios de la nobleza. Su mortal enemigo Fernán Pérez de Guzmán lo pinta, si bien gran disimulador, fingido y cauteloso, "en el palacio muy gracioso e bien razonado", así como "placíale mucho platicar sus hechos con hombres discretos e gradecíales con obras los buenos consejos que le daban". Compuso en prosa el libro doctrinal De claras e virtuosas mujeres.
16. Juan Rodríguez del Padrón (o de la Cámara).- Gallego, de buen linaje, son pocas las noticias ciertas que se tienen sobre él. Su novela sentimental El siervo libre de amor fue compuesta alrededor de 1440. La leyenda de su vida, nacida de los casos referidos en la novela, pues en sus páginas la ficción se entremezcla con elementos autobiográficos, hizo de él un segundo Macías. Aunque en su juventud viajó por Italia al servicio del cardenal Cervantes y se le atribuye una traducción de las Heroidas de Ovidio, en su novela encontramos muy escasos elementos renacentistas y ninguno en las pocas poesías suyas llegadas a nosotros en diversos cancioneros o intercalados en aquélla, todas de estricta tradición trovadoresca, pero sencillas y apasionadas. El "Adiós al amor del mundo" que publicamos parece justificar el epígrafe que en el Cancionero de Baena precede a la cantiga "Vive leda si podrás"... también reproducida en esta antología. "Hecha -dice el epígrafe- cuando se fué meter fraire a Jerusalén en el despedimiento de su señora". Lo cierto es que el poeta acabó sus días en la orden franciscana. Esta cantiga, incluída en el Cancionero General, apareció antes en el de Baena con ligeras variantes de léxico y disposición métrica, y la siguiente copla final: "pues que fustes la primera -de quien yo me cativé -desde aquí vos do mi fé -vos serás la postrimera".
17. Lope de Stúñiga.- Este poeta da nombre al cancionero donde están reunidos los trovadores españoles de la corte aragonesa del reino de Nápoles, de mediados del siglo XV (publicado en 1872 por los señores Fuensanta del Valle y Sancho Rayón en su Colección de libros españoles raros y curiosos ), por la sola circunstancia de encabezarlo con una poesía suya. Fué un famoso caballero de ilustre linaje. Las coplas que publicamos sobre las seis adormideras son ejemplo de juegos poéticos y pasatiempos cortesanos de que hay frecuentes ecos en dicho cancionero.
18. Carvajales o Carvajal.- Es el poeta más representativo y fecundo del Cancionero de Stúñiga. Son suyos los dos romances trovadorescos más antiguos de autor conocido, uno de ellos, poesía de circunstancias, con referencias históricas, compuesto en 1442. Reproducimos el segundo, lírico.
19. Suero de Ribera.- Figura en el Cancionero de Stúñiga. La Canción que insertamos de él, aparece en otro cancionero con algunas variantes como del condestable don Álvaro de Luna. De ambos puede ser, por la afición a mezclar lo sagrado con lo profano. Suero de Ribera escribió una Misa de amor.
20. Francisco Bocanegra.- Como el marqués de Santillana y Carvajal cultivó la serranilla con afinado gusto. Sostuvo recuestas poéticas con Gómez Manrique.
21. Gómez Manrique.- El tío de Jorge Manrique vivió una dilatada existencia, desde comienzos del siglo XV hasta el año de 1490 en que se fecha su muerte. Fué enemigo de Don Álvaro de Luna y en el reinado de Enrique IV formó con sus parientes en el bando que sustentó contra la Beltraneja, primero al infante don Alfonso, hermano del Rey, y después a Doña Isabel. Gozo de mucho valimiento con Fernando el Católico. Pasó sus últimos años en Toledo, ciudad de la que fué corregidor. Su Cancionero, cuya publicación en dos tomos por Paz y Melia en 1885 reparó el injusto olvido en que se le tenía, es muy rico en toda clase de composiciones a la moda del tiempo, doctrinales y frívolas; aparece en él además la primera representación dramática religiosa de autor castellano conocido: la del Nacimiento de Nuestro Señor, escrita a invitación de una hermana suya, vicaria en el monasterio de Calabazanos. Sus sentenciosas Coplas a Diego Arias de Ávila son el antecedente inmediato de las Coplas famosas de su sobrino, con las que por momentos compiten aquéllas en esbeltez del verso y precisión de las imágenes.
22. Anónimo.- Esta canción aparece en el Cancionero de Gómez Manrique, seguida de una suya en que la glosa.
23. Jorge Manrique.- (1440-1478). Señor de Belmontejo y cuarto hijo de Rodrigo, conde de Paredes, a quién él inmortalizó en su famosa elegía, participó en las discordias civiles de su tiempo, sosteniendo la causa de Don Alfonso y más tarde la de Doña Isabel, contra Enrique IV y la Beltraneja. Murió peleando en un encuentro. Las Coplas a la muerte de su padre han empalidecido su restante obra poética; sin embargo, sin encarecer demasiado el valor de ésta, la verdad es que sus poesías amorosas se distinguen entre las mejores de su siglo por la elegancia, la sencillez y la agilidad de la versificación. Merece notarse en los versos amorosos de este guerrero la afición a las imágenes y alegorías relativas a hechos de armas, a cercos y escaladas de fortalezas y castillos.
24. Juan Álvarez Gato.- Natural de Madrid, murió anciano en 1509. Lo armó caballero en 1453 Don Juan II, quien cultivaba su amistad. Brilló como poeta en la corte de Enrique IV y conservó el favor de la Reina Isabel, de quien fué mayordomo. Es alabado en la poesía amatoria como uno de los más ingeniosos versificadores de su siglo. Es frecuente en él la mezcla irreverente de los profano con lo sagrado. Parece que arrepentido, en la vejez enderezó su poesía ligera hacia lo espiritual y sagrado. Fué de los primeros trovadores cortesanos que empezaron a glosar canciones y villancicos populares. De los que reproducimos, el que glosa un villancico, asonándolo con la música del cantar "Nuevas te traigo, Carillo", se halla también entre las poesías de Nicolás Núñez, con algunas variantes, supresiones y seis estrofas agregadas al final.
25. Hernán Mexia.- Natural de Jaén y amigo de Álvarez Gato, a quien van dirigidas algunas de sus poesías. Su composición más celebrada es una sátira contra los defectos de las mujeres, imitada de la del catalán Pedro Torrellas.
26. Garcí Sánchez de Badajoz.- Natural de Écija. (1460-1526). Muy celebrado por sus versos y sus dichos agudos. Dicen que perdió el juicio por amores. En las Libaciones de Job apropiadas a las pasiones de amor, expurgadas del Cancionero General por la Inquisición, mezcla lo sagrado con lo profano. Su Infierno de amor es una alegoría dantesca en que los trovadores coetáneos suyos y los de la generación precedente cantan sus cuitas amorosas con retazos de las propias canciones.
27. Juan del Encina.- Poeta y músico salmantino, considerado generalmente por sus églogas el padre del teatro español. Nación en 1468. Sirvió en su juventud al segundo Duque de Alba, dirigiendo y animando las fiestas de su palacio de Alba de Tormes. Allí representó desde 1492 sus primeras églogas. Disfrutó varios cargos eclesiásticos frecuentemente sin ocuparlos. Pasó largos años en Roma gozando del favor pontificio y allí representó la égloga de Plácida y Victoriano en casa del cadenal Arborea. Ordenado sacerdote, fué en 1519 en peregrinación a Tierra Santa donde dijo su primera misa. Escribió la historia versificada de ese viaje en un poema de más de 200 coplas de arte mayor titulado la Trivagia. Falleción antes de 1530. La primera edición de su Cancionero es de 1496. Se juntan en el arte de Juan del Encina los elementos cultos vagamente renacentistas con los populares. El poeta lírico remoza la vieja tradición trovadoresca injertándole los cantares y los villancicos del pueblo. En esta selección sólo incluímos aquellas composiciones suyas que guardan el acento trovadoresco, y excluimos las de diferente procedencia literaria y las puramente pastoriles.
28. Marqués de Astorga.- Las Coplas a su amiga figuran en el Cancionero General. Juan de Valdés las alaba en el Diálogo de la lengua. Menéndez y Pidal ha mostrado cómo el autor cortesano entreteje en esta poesía un villancico popular: "A quien cantaré mis quejas". Hemos suprimido al reproducirlas, algunas estrofas.
29. Cartagena.- Se ha disputado sobre quién fué este poeta, nombrado solamente por su apellido en el Cancionero General. Contemporáneo de los Reyes Católicos, no pudo ser el obispo de Burgos, Alonso de Cartagena, fallecido en 1456, con quien Gallardo y Amador de Ríos pretendieron identificarlo. Foulché-Delbosc en su Cancionero Castellano del siglo XV lo llama Pedro de Cartagena conforme con el dictamen de Pedro José Pidal, quien atribuyó los versos del trovador cortesano al hermano del obispo de Burgos, tercero y último hijo de Pablo de Santa María, de linaje, pues, de conversos. Ese caballero falleció en 1478. Más natural parece identificarlo con el "caballero de Cartagena", muy celebrado como "lindo trovador" y por sus "polidos versos e galán estilo" por el cronista Fernández de Oviedo. Murió en la conquista de Granada. Figura en el Infierno de amor de Garcí Sánchez de Badajoz.
30. Guevara.- Menéndez y Pelayo lo cuenta entre los mejores del Cancionero General y lo supone padre o tío de Antonio de Guevara, el célebre autor del Reloj de Príncipes. Juan de Valdés lo recordó en el Diálogo de la lengua.
31. Fernando de Rojas.- Aunque hemos puesto bajo su nombre la linda canción intercalada en el acto XIX de la Tragicomedia de Calisto y Melibea, no puede decirse con seguridad que él sea su autor. Si los actos agregados a la Tragicomedia en la ed. de Sevilla de 1502 pertenecen a Fernando de Rojas, autor de la primitiva Celestina (fallecido en 1541), suyos son probablemente los versos; si, como pretenden algunos críticos, aquéllos pertenecen al "corrector" Alonso de Proaza, otro tanto deberá decirse de los versos. Del bachiller Alonso de Proaza, filósofo luliano, figuran poesías en el Cancionero General, pero no guardan ningún parentesco con esta canción. Nótese que ésta concluye con un villancico manifiestamente recogido en la tradición popular.
32. Comendador Escrivá.- Poeta valenciano y embajador de Fernando el Católico ante la Santa Sede en 1497- Versificó en castellano y catalán. La canción "Ven, muerte tan escondida", gozó de larga popularidad. Su primera copla mereció ser glosada muchas veces a lo divino y a lo humano, entre otros por Lope de Vega. Calderón la incluyó en El Mayor monstruo de los celos, Cervantes la hizo célebre al repetirla en el Quijote (II, cap.38) por boca de la condesa Trifaldi, pero según otra versión posterior. Hay 28 poesías del Comendador Escrivá en el Cancionero General, una de ellas, la más extensa, la Queja a su amiga ante el Dios de amor "por modo de diálogo en prosa y verso", especie de corta novela alegórico-sentimental.
33. Tapia.- Se excluye que sea el Juan Tapia del Cancionero de Stúñiga, pues el del Cancionero General vivió en la época de los Reyes Católicos. Es de los poetas representados en el Cancionero por mayor número de composiciones. Siguiendo la moda cortesana del tiempo, de glosar, contrahacer e imitar romances populares, glosó Tapia el de Fontefrida. La glosa se incluye aquí.
34. Luis de Vivero.- Natual de Galicia. Figura con varias composiciones en el Cancionero General.
35. Quirós.- Figura con varias composiciones en el Cancionero General. Glosó romances viejos.
36. Lope de Sosa.- Lo mismo que el anterior, está representado con varias composiciones en el Cancionero General y glosó romances viejos.
37. Nicolás Núñez.- Figura en el Cancionero General. La composición dialogada en que son interlocutores la Virgen y el poeta, que hemos publicado como de Álvarez Gato, aparece en el Cancionero General atribuída a Nicolás Núñez con algunas variantes, estrofas suprimidas y seis agregadas al final. Glosó romances viejos, y parodió a imitación de otros célebres trovadores, las oraciones litúrgicas, mezclando lo sagrado con lo profano. También dió una continuación o "cumplimiento" de pocas hojas de prosa y verso a la Cárcel de Amor, la célebre novela sentimental de Diego de San Pedro.
38. Conde de Cifuentes.- Figura en el Cancionero General.
39. Garcí Ordoñez de Montalvo.- Regidor de Medina del Campo, refundidor de la novela medieval Amadís de Gaula, cuya primera edición conocida es de 1508. La canción que publicamos pertenece al Cap.XI del libro II del famoso libro de caballerías, y glosa un texto portugués más antiguo, así como portugués parece haber sido el primitivo Amadís. En el Cancionero portugués Colocci Brancuti, una canción semejante con igual estribillo, aparece bajo el nombre del trovador Juan Lobeira, de fines del siglo XIII.
40. Juan Boscán.- El introductor de los metros italianos en la poesía castellana, había cultivado antes con ingenio y soltura la lírica cortesana tradicional, extremando las agudezas y las antítesis. Las poesías de esta índole forman la primera sección de sus obras poéticas. Nació Boscán en Barcelona hacia el 1490 y murió en 1542. Fué ayo del gran Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo. Ensayó los metros italianos por consejo del embajador veneciano y humanista Andrés Navagero, a quién conoció en Granada en 1526. Él y su amigo Garcilaso originaron la más profunda transformación sufrida por la poesía castellana, con la cual muere la poesía trovadoresca. Tradujo Boscán en buena prosa castellana, por consejo de su amigo, El cortesano de Baltasar Castiglione. Sus poesías fueron publicadas en 1543 por su viuda doña Ana Girón de Rebolledo junto con algunas de Garcilaso.
41. Garcilaso de la Vega.- El "Príncipe de la poesía castellana", autor de las églogas, canciones, elegías y sonetos en dulces metros italianos que lo han hecho célebre, no desdeño, posiblemente en la mocedad, escribir con estilo trovadoresco. Aunque nos quedan solamente ocho breves composiciones suyas de ese carácter, justo es que figure en esta colección con dos de ellas, escritas conforme al juego expresivo de la vieja escuela. Nació Garcilaso en Toledo en 1501 (antes se creyó que en 1503), fué cumplido cortesano y valiente soldado; guerreó en Europa y África en los ejércitos de Carlos V; por haber incurrido en desgracia con la Emperatriz sufrió dorados destierros en una isla del Danubio y en Nápoles, y mortalmente herido al asaltar la torre de Muey en Provenza, murió en Niza a los pocos días, el 14 de octubre de 1536. Publicó sus obras la viuda de Boscán junto con las de su marido.
42. Cristóbal de Castillejo.- Poeta rezagado de la tradición de los Cancioneros, nació en Ciudad Rodrigo (1490), ingresó de joven en la orden cisterciense, vivió en la corte y fué secretario del hermano de Carlos V, Fernando, rey de Bohemia y después de Romanos y de Hungría. Murió en Viena en 1550. Sus versos, vivos, ágiles, sensuales y graciosos, traslucen un espíritu despreocupado y epicúreo. En su Cancionero se mezcla, a veces de modo irreverente, lo profano con lo sagrado. Satirizó en sus versos la innovación métrica de Boscán y Garcilaso, defendiendo las "trovas caseras".
43. García de Resende.- Portugués (1470-1536). Fué el compilador del Cancionero General (1516) que lleva su nombre y uno de los poetas que en él escriben en español. También fue músico.
44. Jorge de Montemayor.- Nacido en Montem&ohat;r, cerca de Coimbra, hacia 1520, castellanizó su apellido. Moró mucho tiempo, y sirvió, en la cortede España. Fué muerto en Piamonte en 1561 por celos o venganza de amor. Es famoso como autor de la Diana, la afortunada novela pastoril que tantos lectores, imitadores e influencias tuvo en su siglo y en el siguiente en las literaturas europeas. En su Cancionero (Amberes, 1554), hay composiciones a la nueva manera de Garcilaso y conforme a la tradición trovadoresca de arte menor.
45. Gil Vicente.- Portugués de nacimiento, pertenece a las dos literaturas portuguesa y española. Dramaturgo genial, su producción en ambas lenguas es tan copiosa como rica de elementos e ideas de las más diversas procedencias. En el teatro español figura entre los primitivos en lugar destacado; en el portugués es un nombre glorioso. Orfebre, músico y poeta, las composiciones líricas esparcidas por sus autos, comedias, tragicomedias y farsas son de rica inspiración popular; pero la crítica, salvo en determinados casos, no puede distinguir cuáles son de exclusiva creación suya, y cuáles, recogidas en la tradición oral, él desarrolló o adaptó. Nació hacia 1465 y murió antes de 1540. Su primera obra se representó en 1502; la última que escribió, en 1536. La primera edición de sus Obras, póstuma, fué publicada en Lisboa en 1562. La cantiga "Muy graciosa es la doncella", compuesta y asonada por él, se canta y baila al final del Auto da Sebila Casandra. Si bien de escaso o ningún sabor trovadoresco, su fina gracia haría inexcusable su exclusión de una selección de poesías de Gil Vicente. La que empieza: "Malhaya quien los envuelve", pertenece al Auto dos Quatro Tempos. "Consuelo, vete con Dios", a la Comedia de Rubena. El villancete "Por más que la vida pene", a la Tragicomedia de Triunfo de Inverno: lo cantan las siervas después de la tempestad. "Vanse mis amores, madre", al Auto de Lusitania.
46. Luis de Camoens.- (1524-1579). El mayor poeta de Portugal, el cantor épico de Os Lusíadas (1572), escribió a menudo en español poesías líricas. Algunas de ellas continúan todavía la tradición trovadoresca. Llevó una existencia trabajada, llena de adversidades y dolores, que conoció la cárcel y la más extrema miseria. Largos años estuvo en las Indias, donde pasó muchas aventuras.

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