LAS ROMERÍAS DE HACE SIGLOS...
Desde fines del siglo XIII, y por un
largo periodo de tiempo que llega hasta mediados del XVI, la devoción rociera
pasa por un lento proceso de crecimiento.
El Condado de Niebla fue creado en
1369, por merced de Enrique II y desde el primer momento, los condes tuvieron
gran interés en poseer Almonte con su término, que era señorío de los Guzmán y
Portugal.
Tal interés era bien fundado, porque el
antiguo camino real que unía el Condado de Niebla con San Lucar
(Sanlucar de Barrameda), cabeza de los estados de
la casa de Guzmán, corría en casi sus dos tercios por tierras almonteñas.
El mencionado camino
real, llamado de Los
Puertos, pasaba y pasa próximo al santuario del Rocío y, por coincidencia, las
tres leguas mal contadas que lo separaban de Almonte, era una buena media
jornada para hacer descanso y estadía. Arrieros, trajinantes, verederos de la
casa condal, mensajeros de los concejos, pleiteantes ante la justicia señorial,
los encargados de la guarda de la costa en las torres, los salineros y gentes de
las pesquerías, todos, hasta los muy acuciados por la prisa, deteníanse unos
momentos, y se acercaban a saludar a Santa María de las Rocinas y pedirle salud
y buen viaje.
Camino de los Puertos que baja desde
Almonte hasta "San Lucar"
Así fue creciendo modestamente la
devoción a Santa María de las Rocinas en Almonte, y hacia el sur, en Sanlúcar de
Barrameda y el Puerto de Santa María, y en los pueblos de las cercanías:
Hinojos, Villamanrique, Pilas, Moguer, La Palma. Lentamente, tan suave y tan
paso a paso como se abre una flor, la devoción rociera fue desplegando sus pétalos de
lirio marismeño, hasta alcanzar su plenitud significante de espiritualidad en
los comedíos del siglo XVII.
Fundadamente puede pensarse que ya
desde mediados del siglo XV, se celebraba a Santa María de las Rocinas, con
especiales cultos y concurrencia de devotos; esta fiesta se vino haciendo en la
conmemoración litúrgica de la Natividad de la Virgen, siendo
atendida por el clero parroquial de Almonte. Precisamente para cubrir las
necesidades de esta fiesta y como
expresión y cauce de la devoción almonteña, surgió la Hermandad de Nuestra
Señora Santa María de las Rocinas de Almonte, establecida en la iglesia
parroquial de la villa. Pero en todo ello, no podemos olvidar el
importantísimo papel que jugó la Capellanía fundada por Baltasar Tercero, como
en su capítulo se puede ver.
Sin embargo, no imaginemos para
aquellos tiempos una fiesta en las Rocinas parecida, ni desde lejos, a la
actual. La fiesta, aunque no carente a su hora del regocijo popular, era de
muchísima menor concurrencia y desde luego, acentuadamente religiosa, con su
severa procesión de tercia y misa solemne, en la mañana, y sus regocijos
ingenuos, sencillos, aldeanos, en la tarde; y aquí acababa todo, de modo que los
devotos de Almonte y los escasos llegados de otras partes, se volvía a sus casas
al atardecer.
Detalle de un grabado del siglo XIX con
la presentación de una Hermandad
La fiesta de Santa María de las Rocinas
fue aumentando en concurrencia y solemnidad a lo largo de la primera mitad del
siglo XVII, a pesar del deseo y propósito de los duques de Medina Sidonia de
difundir en los pueblos de sus estados la devoción a la Virgen de la Caridad,
proclamada patrona de Sanlúcar de Barrameda y de todos los dominios ducales en
1618.
Fue el mismo conde de Niebla, ya duque
de Medina Sidonia, quien juró a la Virgen de la Caridad por patrona de esta
ciudad de Sanlúcar y de sus estados, "poniendo así a cuantos le tocan, por sangre
o por gobierno, debajo de su amparo y protección, y encarga a sus hijos,
hermano, ciudad y vasallos cumplan la misma proposición".
En Almonte no se cumplió hasta el 18 de
octubre, día de San Lucas, del mismo año, y votaron solemnemente el patronazgo y
solemnidad de Nuestra Señora de la Caridad.
Claro es que estos actos puramente
oficiales, y la fiesta establecida de la Virgen de la Caridad, que por carecer
de raíces populares, decayó y desapareció bien pronto, para nada influyeron en
la ferviente devoción del pueblo almonteño a Santa María de las Rocinas, que,
como ya dijimos, el 29 de junio de 1653 fue votada y proclamada patrona de
Almonte para siempre jamás.
En la misma acta del patronazgo dice el
concejo de Almonte:
…y la
solemnidad de su fiesta, con misa solemne y sermón, en el día que la Iglesia la
celebra, u otro cualquiera que acordáremos y
determináremos en nuestro ayuntamiento.
Posteriormente, en cabildo del 9 de
noviembre del mismo año 1653, se decidió y consta en acta:
En este cabildo se acordó que, por
cuanto en el juramento que hizo de la limpieza de Nuestra Señora y su dichosa
Concepción, había de señalar día particular de fiesta para que se la hiciese
este cabildo, una fiesta de misa cantada y sermón, perpetuamente, como parece
del dicho juramento de veinte y nueve de junio de este año, este cabildo señala
el diez y siete de septiembre de cada un año perpetuamente para siempre jamás, y
en el dicho día se haga la dicha fiesta, y lo que montaren los derechos
se libre en los propios del concejo.
Azulejo en la Parroquia de Almonte
"Alabado sea el Stmo. Sacramento
y la Pura y Limpia Concepción
de María Santísima"
"Alabado sea el Stmo. Sacramento
y la Pura y Limpia Concepción
de María Santísima"
Está claro que lo que el concejo se
propuso, y ahora determina, es la celebración de una fiesta particular a la
Virgen Santa María de las Rocinas, como patrona de la villa.
Al quedar definitivamente cambiado el
nombre y título de la Virgen y fijada por el clero y la Hermandad, la Pascua de
Pentecostés para celebrar la fiesta de la Virgen con su nuevo titulo del Rocío,
el Concejo, con buen acuerdo, trasladó su fiesta particular al mismo día,
fundiéndose todo en una sola celebración.
Grabado (Hernández Tejera)
El día ahora elegido para la fiesta fue
el lunes, segundo día de Pascua. Causa cierta extrañeza: ¿Por qué el lunes y no
el domingo? Tiene clara explicación; el domingo de Pentecostés, con el canto
solemne de tercia, descubierto el Santísimo Sacramento, y la misa mayor de este
día tan principal, debería celebrarse en la parroquial de la Villa; el lunes y
martes de Pascua del Espíritu Santo eran también de precepto, pero, sin duda,
menos solemnes, y muy apropiados para una tal celebración como la romería y
fiesta de la Virgen.
La Virgen en sus antiguas andas,
con la peana al aire y 8 varales, obra de Juan de Astorga en la
antigua Ermita
Celebrada en tiempo y estación más
propicios, y difundidos por toda la comarca las grandes gracias y favores de la
Virgen en los últimos tiempos (peste de 1649 y terribles,
sequías de mediados del siglo), acreció la concurrencia
de los pueblos más cercanos, y aún de los lejanos. A
fines del siglo XVII, en su último cuarto, comienzan a surgir las primeras
hermandades filiales, que pedían su agregación a la Ilustre, Más Antigua y
Primordial Hermandad de Almonte y más tarde, obtenían la aprobación y la
erección canónica en sus ciudades y villas respectivas.
Romeras aprovechando una montura
Con el nacimiento de las primeras
hermandades filiales comienzan, en los últimos años del siglo XVII y primeros
del XVIII, a fijarse las costumbres, el estilo, como entonces se decía, de la
fiesta y romería, sus cultos y su ceremonial, los mismos, con ciertas variantes,
guardados hasta ahora.
Grupo de rocieros de los primeros
años del Siglo XX
En un principio, queremos decir, en los
últimos años del siglo XVII, cuando todavía eran muy pocas las hermandades
filiales, no se hacía colectivamente el acto de presentación de éstas a Virgen,
la entrada, como ahora se dice, que vino a ser ordenada y a fijarse más tarde, a
fines del primer cuarto del siglo XVIII. Porque además por estos años y hasta
casi fines del XVIII, la fiesta comenzaba el domingo en la tarde.
Sobre las cuatro, se cantaban vísperas solemnes por el clero de
Almonte y los capellanes que acostumbraban traer las hermandades en su romería;
el canto del Magníficat se hacía muy solemnemente, con acompañamiento de
ministriles y desde luego, con asistencia de todas las hermandades.
Presentación de una Hermandad
En la noche del domingo, organizado por
la parroquia y la Hermandad de Almonte, salía el rosario cantado por los
alrededores del santuario. Estos rosarios cantados, tan comunes en el siglo
XVII, alcanzaron su máximo auge en la devoción popular del siglo XVIII. En
Almonte había una floreciente hermandad del Rosario que, amén de celebrar
frecuentes cultos, sacaba diariamente el rosario cantado por las calles del
pueblo; los domingos y fiestas de guardar, por la tarde, y los días de trabajo a
prima noche.
Caballista con su amazona. Observar
las "tatas" de atrás
El rosario cantado en procesión por el
Real, en la noche del domingo de la fiesta, no era pues ninguna novedad, sino
el mismo rosario de cada noche en Almonte, trasladado al Rocío, pero con mayor
solemnidad.
Iba delante la
cruz alta, dorada, entre dos grandes faroles; luego las filas de gentes, la
mayoría con velas encendidas, y, presidiendo, al final del cortejo, el simpecado
del Rosario, la junta de gobierno de la Hermandad almonteña y el clero: en medio
de las filas, el coro de campanilleros, con sus campanillas, y su indispensable
fagote para dar el tono y la entrada a los cantores de los misterios y trovos.
En 1887 se aumentó el rosario con la
asistencia de todas las hermandades, por iniciativa de Francisco Bedoya Béjar, a
la sazón hermano mayor de la Hermandad de Villamanrique.
Placa recordando la fundación del
Rosario
La procesión del rosario salía, como en
Almonte, no muy tarde. Sobre todo, porque después de terminado, habían de
quemarse los fuegos artificiales, que se disparaban por riguroso orden de
antigüedad de las hermandades. Temprano también, a la hora del toque de queda,
poco más, se cerraba la ermita y las gentes se recogían en sus chozas y
campamentos, aunque siempre quedaba por ahí algún grupo de rondadores.
Vigilaban el regidor y el alguacil mayor de Almonte, con sus ministros y
corchetes; nunca o, por lo menos, no consta, hubo de lamentarse ningún grave
incidente, a pesar de las costumbres de los tiempos.
Imagen más antigua conservada del
Rosario. Año 1919
En la madrugada del lunes, al alba,
comenzaban las hermandades filiales sus misas. Desde sus chozas o campamentos,
formadas en cuerpo de hermandad, cada una por su turno, con sus simpecados e
insignias, el tamboril por delante, iban a la ermita a decir su misa cantada con
la mayor solemnidad que les era posible, pues venia a ser su función principal
de instituto, que como tal hermandad celebraban en honor de su Titular.
Sobre las diez, poco más, comenzaba el
canto de tercia por la clerecía de Almonte, a lo cual asistían todas las
hermandades, porque seguidamente salía la procesión de tercia con la imagen de
la Santísima Virgen.
Merece la pena que nos detengamos en
describir la procesión y exponer la evolución que ha sufrido a través de los
siglos. Precedía la cruz parroquial de Almonte, seguían las hermandades con sus
insignias, por el orden de su antigüedad, la más moderna delante; la última,
junto a las andas de la Virgen, la de Almonte.
Procesión de una Hermandad (Grabado
costumbrista)
La Virgen, bajo palio, en paso de más
pequeñas proporciones que el actual, era sacada hasta la puerta de la iglesia
por el Concejo de Almonte, que la entregaba a la Hermandad y al pueblo almonteño,
volviéndola a recibir al regreso, en la puerta, para entrarla hasta el altar.
Hubo diferencias entre el Concejo y los
frailes mínimos de Almonte, que se arrogaron el derecho de sacar la Virgen,
siendo muy antiguo el privilegio del Concejo almonteño de hacerlo.
Pintura
en la Parroquia de Almonte
Delante de
las andas de la Virgen, iban el vicario-párroco y los
beneficiados de la parroquial de Almonte, con capas pluviales rojas; detrás, el
Concejo con hachas encendidas. La procesión era devota y ordenada, corta de
recorrido, como cumplía a procesión de tercia, sólo alrededor del santuario; en
cada esquina del mismo, vuelta la Virgen por quienes la llevaban, el coro
cantaba un motete, y el preste, en buen latín andaluz, decía la oración
litúrgica propia del lunes de Pentecostés:
"Oh Dios, que diste a tus Apóstoles el
Espíritu Santo, concede a tu pueblo alcanzar lo que pide, y a los que diste la
fe, dales también la paz. Por nuestro Señor Jesucristo..."
A mediados del siglo XIX, perdido en la
Iglesia el sentido vivo de la liturgia, se dejó de hacer el canto de tercia en
la mañana del lunes antes de la misa solemne, función principal de la Hermandad
de Almonte, y la procesión comenzó a salir después de acabada la misa.
La Virgen en las andas de ocho varales de
Juan de Astorga
Perdió la procesión su grave y
tradicional solemnidad. Sin embargo, todavía hasta los años 1922-1923 guardaba
ciertas formas de carácter litúrgico y parroquial; asistía la parroquia de
Almonte con cruz alzada, y el clero, con capa pluvial roja, presidía la
procesión tras las andas de la Virgen; delante formaban todas las hermandades
con sus simpecados e insignias, por orden de su antigüedad.
Por esos mismos años de mediados del
siglo XX, crecido el número de hermandades y la concurrencia de romeros, hubo
de alargarse la procesión por todo el Real y hasta el Acebuchal; las oraciones
litúrgicas vinieron a cambiarse en salves, que, entonadas por el preste, se
cantaban ante la choza o rancho de cada hermandad y ante la choza de la
camarista de la Virgen.
Cuando las hermandades dejaron de
figurar en la procesión, se introdujo la costumbre de que cada una esperase a la
Virgen ante su choza o rancho y para rezar la salve, las andas de la Virgen
eran puestas en el suelo; quedaba así la Virgen a la altura de las gentes.
La Virgen en el suelo ante el antiguo
Simpecado de SEVILLA
Dejaron de ponerse en el suelo las andas por los años 1951-1952; entonces los
sacerdotes, para dirigir la salve, comenzaron a ser alzados en hombros.
Sacerdote rezando la Salve a hombros
En los tiempos más antiguos de la
fiesta, hasta mediados del siglo XIX, acabada la misa, y en tiempos posteriores,
entrada la procesión, la fiesta había terminado. En tiempos antiguos, después de
comer (por aquellos tiempos se acostumbraba almorzar a
las doce), se uncían los bueyes para el camino de vuelta;
en tiempos más recientes, cuando el último acto de la fiesta vino a ser la
procesión, se tenía costumbre de uncir la yunta y hasta de tener ya los bueyes
metidos en la carreta, para salir en cuanto pasaba la Virgen.
Muchas veces, las más, cuando la Virgen
entra en su ermita, queda muy poca gente, casi nadie, en el Rocío; y con toda
verdad,
La Virgen del Rocío
se queda sola
en aquella marisma
siendo Pastora.
se queda sola
en aquella marisma
siendo Pastora.
Por dar su acabado perfil religioso a
la romería de aquellos tiempos, no queremos olvidar decir, porque es muy curiosa
y significativa noticia, que la Ilustre Hermandad de Almonte, que estaba ya en
la aldea desde la víspera de Pentecostés, celebraba en la mañana del domingo,
amén de la solemne fiesta del día, una misa a San José, esposo de la Virgen
María, implorando su patrocinio sobre la Iglesia. (Reglas 1758)
Al fondo de la foto, el altar de San José en la antigua Ermita
(Foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
(Foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
Se perdió esta piadosa costumbre a
principios del siglo XIX, pero este matiz josefino de la devoción rociera se
manifestaba también en la costumbre de que, en las venidas de la Virgen al
pueblo, saliese a recibirla hasta el Chaparral el clero parroquial con la imagen
de San José, e igualmente en la aldea a su regreso; desapareció también esta
tradición ya bien entrado el siglo XX. No podemos olvidar, que
en el nuevo retablo del Santuario, está San José junto al Camarín en recuerdo,
entre otras cosas, de lo que se acaba de comentar.
San José en el nuevo Retablo
En el siglo XVI y, sobre todo, en el
XVII las fiestas religiosas fueron siempre, no sólo litúrgicas y eclesiásticas,
sino también, inseparablemente, fiestas populares.
Reglas de 1758 (grabado)
Las hermandades traían a la romería los
mozos de danzas de su pueblo o ciudad (que en todos los había para en las
fiestas religiosas), y tomaban parte en la procesión de tercia, danzando
incansables durante todo su recorrido, en el lugar y por el orden que
correspondía a cada hermandad. Así consta en las Reglas de 1758 de la Hermandad
de Almonte. Estas danzas, conservadas todavía hoy en algunos pueblos y romerías
del Andévalo, provincia de Huelva, desaparecieron del Rocío a fines del siglo
XVIII.
Pero además, en todo tiempo hubo en la
romería sus regocijos, como entonces se decía, cantares, bailes y otras honestas
diversiones, que en ningún modo se oponen ni están en contradicción con el
espíritu religioso de la fiesta.
Se bailaban la chacona, la folia, la
jácara, la zarabanda, el villano, también la seguidilla, que ahora llamamos
sevillana, todos ellos al compás de sus correspondientes cantares, acompañados
de vihuela o guitarra, o de gaita y tamboril.
Grupo de Músicos en el Rocio de
principios del Siglo XX
En el siglo XVIII fueron ganando
terreno la seguidilla y el fandango, que llegan a su apogeo en el siglo XIX. En
nuestros días ha surgido una modalidad propia de seguidilla o
sevillana rociera, que ha llenado todo el ámbito de la expresión y de los
sentimientos.
Otro caballista con amazona
El ambiente de la romería se anima en
el siglo XVIII con la Feria del Rocío, a cuyo amparo surgió, en las primeras
décadas del siglo XVIII, un mercado ferial. En la Feria del Rocío, como en todas
las de entonces se negociaba, compraba y vendía, además de ganado, toda clase de
mercaderías: aperos de labranza, herramientas, tejidos de los telares caseros,
frisas, lienzos, paños extranjeros entrados por el puerto de Sanlucar de
Barrameda, y de la incipiente industria nacional, cueros y pieles, calzado,
sombreros, etc.
Vendedores en la romería
Y debía ser buena feria, con cierta
repercusión en el comercio e industria regionales, porque pruebas hay de ello.
Por esto, en ciertas relaciones de fiestas y hasta en algunas estampas y
litografías de mediados del siglo XIX, a la fiesta de Pentecostés en honor de la
Virgen solía llamársele Feria del Rocío. Desapareció poco a poco a fines del
siglo XIX.
Grabado (F. Hohenleiter)
Para completar con cuatro pinceladas la
estampa de las antiguas romerías hasta principios del siglo XX, no podemos
dejar de citar, junto al vendedor de llamanovios y de flores de talco y a las
gitanas pedigüeñas, al ciego recitador de romances, que en monótona salmodia
incansable dice su corrido, al tiempo que extiende la mano ofreciendo sus
pliegos de cordel, con relatos muy diversos, pero principalmente milagros de la
Virgen.
"Llamanovios" o "buscanovios" en los sombreros de los hombres
indicando el interés de su dueño por conseguir pretendiente
(Fragmento foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
indicando el interés de su dueño por conseguir pretendiente
(Fragmento foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
Un joven con su llamanovios
Otro tipo no menos curioso e
interesante era el pintor ambulante de milagros, que iba de romería en romería
con su caja de pinturas y sus pequeños lienzos, donde, escuchado antes el relato
y circunstancias del milagro, lo pintaba en un santiamén, con ingenua traza,
dibujo y colores, al gusto del pagador, por unos pocos reales, según lo
complicado de la escena, en la cual siempre aparecía en alto y entre nubes la
Virgen del Rocío. El cuadrito todavía fresco, era colgado en las paredes del
santuario, que en tiempos y hasta 1956, estuvieron cubiertas de estos exvotos,
así como de cadenas de cautivos, que vinieron a ofrecerlas a la Virgen al ser
liberados, y de exvotos marineros, barcos de muy varias épocas, tamaños y tipos.
Exvoto de la antigua Sala de Los Milagros
La fiesta y romería, que ya había
conocido un periodo de gran esplendor en los comedíos del siglo XVIII, sufre la
decadencia de fines de este siglo, prolongada por los años de la invasión
francesa; volvió a surgir pujante a partir de 1813, como se puso de manifiesto
en la romería de 1814, verdaderamente grandiosa para aquellos tiempos; acudieron
los innumerables agradecidos a la Virgen, salvados de los graves acontecimientos
y peligros de aquéllos años. Por entonces se hicieron nuevas andas para la
Virgen, obra de Juan de Astorga, cuyo palio es el mismo actual, revestido de
plata. Surgen nuevas hermandades, como las de Umbrete y Triana, en 1813; más
adelante, a mediados del siglo, las de Coria del Río y la de Huelva.
El descanso, fundamental en El
Rocío
Como ya se dijo anteriormente, en los
muy últimos años del siglo XVIII, poco a poco, por la mucha concurrencia y por
las hermandades que, para mayor comodidad en el viaje, adelantan su llegada al
Rocío, la fiesta termina anticipándose al sábado en la tarde, en los primeros
años del siglo XX. Así, y con las otras modificaciones de los actos religiosos
más arriba referidas, entra la fiesta y romería en nuestro siglo.
El momento del almuerzo
La devoción rociera en general y la
romería en particular, han evolucionado en los últimos cien años más y con mayor
rapidez que en los seiscientos años anteriores de su historia, siendo una de sus
principales causas la facilidad de comunicaciones.
Grupos de romeros
En 1919, con motivo de la coronación
canónica de la Virgen, llegó el primer automóvil al Rocío. Don Antonio Leyva,
médico de Sevilla, solía ir todos los años a la romería con don José Anastasio
Martín, en coche de caballos; aquel año, don Antonio Leyva llegó hasta Almonte
con su Ford y luego se atrevió, sorteando como pudo las casi insalvables
dificultades del camino, a llegar hasta el Rocío.
José Anastasio Martín
En 1920, fueron desde Sevilla, con un
Hispano-Suiza, los Algarines, dueños de un gran comercio de tejidos en la calle
Lineros; el automóvil llevaba sogas reliadas en las ruedas.
Curiosa foto de un coche en el Real con Simpecado incluido
Luego siguieron otros muchos, de modo
que cada año iban quince o veinte automóviles, que hacían este viaje con cierto
aire aventurero y deportivo.
Coches camino del Rocío en los años 30
(Foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
(Foto A. Serrano, F. Municipal de Sevilla, Exposición permanente Museo Histórico Religioso de El Rocío)
El año 1928, a la vista del interés
general por ir en automóvil al Rocío, el Ayuntamiento de Almonte, para facilitar
el acceso, ordenó una exploración de los caminos de Los Llanos, de Los
Taranjales y del camino llamado de los Puertos o del Moralejo; pudo comprobarse
que el más fácil y accesible era este del Moralejo; fue arreglado y
acondicionado el camino y los automóviles llegaban al Rocío por centenares.
La carretera Almonte-El Rocío en 1958
Luego, comenzaron a ir camiones; se
aumentó el tráfico con la carretera, trazada ya en 1958. El año 1961 fue el de
mayor número de automóviles y, sobre todo, de camiones en la romería; pero este
año marca también, con el desgraciado accidente de la Cuesta
de las Doblas de Sanlucar La Mayor (Sevilla), la
desaparición del camión de transportes en la romería.
La procesión en 1951 desde una carreta de la Hdad. de SEVILLA
Desde 1954, creada la diócesis de
Huelva, la presencia del obispo propio en la vida rociera y en la romería, ha
tenido hondas repercusiones. En 1959 estuvo en la romería el cardenal arzobispo
de Sevilla, don José María Bueno Monreal, a los cuarenta años justos de que su
antecesor en la sede hispalense, el cardenal Almaraz, coronó a la Virgen Pastora
de las Marismas.
El Cardenal-Arzobispo de Sevilla, dirigiendo la Salve
El 17 de Mayo, José Mª
Bueno Monreal ofició en El Rocío una solemne misa ante el monumento de la
Coronación, dirigiendo después el rezo de una Salve.
En 1961 se toma el histórico acuerdo
de la construcción del nuevo Santuario y todo lo que ello conllevó influyendo en
el crecimiento de la devoción.
Sirva como referencia
de los cambios habidos con el tiempo, que en aquellos años de la década de los
sesenta, la hora normal de salida de la Procesión oscilaba entre la 8 y las 9 de
la mañana, tras las misas de todas las Hermandades Filiales que desde la
madrugada se habían celebrado en la Ermita.
Romeros a la puerta de la Ermita
La duración de la misma
no superaba las cuatro o cinco horas a lo sumo, por lo que prácticamente a las
doce del mediodía, la Virgen estaba ya en su casa.
De igual forma, la
entrada oficial de las Hermandades, empezaba a las cinco de la tarde, hasta 1973
que ya bajó a las cuatro y ya por fín, en 1980, pasó a comenzar por la mañana,
más o menos a la hora actual.
Vemos pues el profundo cambio habido
desde aquella romería de hace siglos a lo que en la actualidad se conoce.
El Real en 1971
۞۞۞۞۞
Bibliografía:Juan Infante-Galán : "El Rocio, devoción mariana de Andalucía"
Memoria del Rocio - ABC
Fondo documental del Centro de Estudios Rocieros del Ayuntamiento de Almonte (CER)
Museo Histórico Religioso del Rocío
Archivo Particular
No hay comentarios:
Publicar un comentario