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BAIONA, CAMBADOS Y SANTIAGO DE COMPOSTELA
Lo mejor de la Rías Baixas
Difícil elección a la hora de sentarse ante una buena mesa gallega. Comenzamos nuestro camino en Baiona y acabamos, como no podía ser de otra forma, en Santiago de Compostela. Una ruta que sabe a xoubas, albariño, vieiras, pulpo, zamburiñas... El ya tradicional conjuro de la queimada apartará también a los malos espíritus.
El
Parador de Baiona, una gran fortaleza medieval de marcado carácter
gallego, se alza como un majestuoso faro sobre la península de
Monterreal.
Fue Baiona, en las Rías Baixas, el primer lugar de Europa que
tuvo noticias sobre el descubrimiento de América, al llegar hasta su
costa La Pinta, una de las carabelas que capitaneó Cristóbal Colón
durante su expedición a las Indias. Para conmemorar aquella fecha se
celebra, cada 1 de marzo, la Festa da Arribada, en torno a la réplica
que de la embarcación existe en uno de los muelles del puerto, en cuyo
interior, se ha instalado un pequeño museo. Baiona, en la provincia de
Pontevedra y bañada por el océano Atlántico, tiene raíces marineras, tal
y como queda reflejado en su monumento más popular, la Virgen de la
Roca, realizada en granito en los años 30 del pasado siglo sobre las
rocas del monte Sasón. La espectacular Virgen sostiene, en una de sus
manos, una barca-mirador, a la que se accede después de subir una
escalera de piedra. En Baiona hay otras cosas que hacer, como caminar
por su casco antiguo de estrechas callejuelas y disfrutar del marisco
que ofrecen sus tabernas. Aquí la gastronomía manda y también los vinos
–sobre todo, los blancos– ya que estamos en los límites de O Rosal, una
de las cuatro subzonas de la Denominación de Origen Rías Baixas, que es a
su vez una de las cinco denominaciones de origen de los vinos gallegos,
junto a las de Monterrei, Ribeira Sacra, Ribeiro y Valdeorras.Estamos en Baiona, y la fiesta grande aquí tiene un sabor más dulce: los días 26 y 27 de septiembre en la plaza de Santa Liberata tiene lugar la Fiesta de la Miel y las Nueces, con puestos donde se venden estos productos en honor de San Cosme y San Damián. Da igual el día que sea para disfrutar de la calma a la que siempre invita el parque de la Palma, bajo la muralla de la fortaleza de Monterreal, su paseo marítimo y, sobre todo, las islas Cíes, incluidas dentro del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia. Para recorrer las Rías Baixas con la gastronomía como excusa conviene tener a mano un calendario cultural y festivo. Las sardiñadas con pan de maíz que se celebran en verano constituyen una muestra de las muchas fiestas gastronómicas de Pontevedra. A Guarda atrae a numerosos visitantes ansiosos de contemplar las vistas sobre la desembocadura del Miño desde el monte de Santa Tecla. El último domingo de junio es la Fiesta de la Langosta, que se come con pan, vino y roscón de yema. El último sábado del mes de abril, Oia celebra la Fiesta del Pulpo, y Gondomar, el primer domingo de julio, la de la Rosquilla. Bueu rinde homenaje a las vieiras el último fin de semana de octubre. Parecidas a ellas pero de menor tamaño son las zamburiñas que alcanzan su mejor momento en otoño. El invierno y la primavera son, sin embargo, la época ideal para comer ostras, todo un símbolo de Arcade, que también se pueden degustar en el mercado vigués de A Pedra, crudas y con limón. La fiesta más famosa en las Rías Baixas es, en cualquier caso, la del Marisco que O Grove organiza el segundo domingo de octubre. Declarada de Interés Turístico Nacional, en ella es posible degustar muchas delicatessen marinas, como las navajas, longueirones de Fisterra, berberechos de Muros y Noia, coquinas, almejas de O Carril –de color blanco, amarillo o marrón con sifones separados entre sí–, bígaros... Mención especial merecen los mejillones, sobre todo los de la ría de Arousa, con su propia Denominación de Origen. Al vapor y con limón, en salpicón o con salsa de tomate están deliciosos.
De vinos y otros placeres. También de Interés Turístico Nacional es la Fiesta del Albariño que se celebra durante la primera semana de agosto en nuestro siguiente destino, Cambados. Se trata de una de las exaltaciones gastronómicas más antiguas de España, cuyo origen se remonta al año 1953. El paseo de A Calzada es el lugar donde las bodegas ofrecen desde sus casetas sus mejores vinos, que se pueden acompañar de tapas típicamente gallegas, como la empanada o el pulpo á feira (con cachelos, aceite de oliva, sal gorda y pimentón). La fiesta también incluye conciertos y múltiples actividades culturales, que se suceden mientras se descorchan miles de botellas de este caldo, fresco, suave y dulce, considerado por expertos y aficionados como uno de los mejores vinos blancos de Europa.
Cambados, que esconde muchos rincones con
encanto, es famosa por su Fiesta del Albariño, que se
celebra en agosto.
Merece la pena darse una vuelta por Cambados y descubrir rincones con
encanto, como la plaza do Rollo, la de Alfredo Brañas, la iglesia de san
Francisco, los pazos de Ulloa y A Capitana y las ruinas de Santa Mariña
Dozo, del siglo XV, junto a las cuales se encuentra el Museo
Etnográfico e do Viño de Cambados, el primer museo dedicado al vino en
toda Galicia. Está formado por dos edificios –uno antiguo y otro nuevo–
unidos por una pasarela. En él se pueden repasar aspectos variados de la
cultura popular y de todo cuanto tiene que ver con los vinos de las
Rías Baixas. En el mismo concello, en Santo Tomé do Mar, en el
antiguo pazo Torrado, podemos visitar el Museo das Rutas do Viño, con
proyecciones multimedia y pantallas táctiles que permiten profundizar en
la cultura vitivinícola universal, aunque el albariño y las fiestas en
torno a él sean los grandes protagonistas.encanto, es famosa por su Fiesta del Albariño, que se
celebra en agosto.
Nuestra ruta discurre ahora hacia Padrón, en A Coruña, para saborear esos pimientos –que unos pican y otros no–, y que, aunque mucha gente lo desconoce, no se cultivan aquí, si no en la vecina parroquia de Herbón. Son verdes y muy pequeños, traídos probablemente de América por los padres franciscanos del convento de San Antón. Se pueden comer a la plancha, aunque casi todo el mundo los fríe para servirlos después con sal gorda. Su exaltación tiene lugar el primer sábado de agosto, en el transcurso de la cual se pueden llegar a degustar hasta 3.000 kilos, acompañados de pan, chorizo y vino.
Santiago de Compostela aguarda al final del viaje, con su anhelada plaza del Obradoiro, donde comparten escenario el Hostal de los Reyes Católicos, los pazos de Raxoi y Xelmírez y la Catedral, construida entre los siglos XI y XIII, con una entrada, el Pórtico de la Gloria, obra del maestro Mateo, cumbre de la escultura románica. Es el final del Camino de Santiago y también de esta ruta que se pierde entre el Mercado de Abastos y las rúas del Franco y la Raiña, por tabernas donde siempre es posible tomar un ribeiro, el bon viño do Ourense, como decía Alfonso X el Sabio. Beberlo es beber parte de la historia, de la tradición y hasta de la leyenda de una Galicia misteriosa y sorprendente. Sardinas, jureles, caldeirada de san martiño (pescado de roca), chuletón de ternera gallega, filloas de sangre... La capital de Galicia es el mejor escaparate de la gastronomía local, aunque tiene, eso sí, su propio dulce: la tarta de Santiago, a base de almendra molida, huevos, azúcar, mantequilla y pizcas de canela debajo de un manto de azúcar en polvo que dibuja la cruz del Apóstol. Pero lo mejor será concluir el viaje con una queimada –el licor elaborado con orujo quemado, azúcar y corteza de limón– tras pronunciar el conjuro de rigor que aleja a los malos espíritus.
El Hostal de los Reyes Católicos ofrece vistas únicas
de la Catedral de Santiago, construida entre los
siglos XI y XIII.
Albariñode la Catedral de Santiago, construida entre los
siglos XI y XIII.
Los vinos monovarietales del tipo albariño, con Denominación de Origen Rías Baixas, presentan un color amarillo-pajizo, brillante, con irisaciones doradas y verdes. En nariz poseen aromas florales y frutales finos y distinguidos, de intensidad media y duración medio-larga. En boca son frescos y suaves, con cuerpo y grado alcohólico, acidez equilibrada, armoniosos y de amplios matices. Su retrogusto es elegante y completo.
Lubina con navajas
Todo un placer para el paladar. Así es la carta del restaurante del Parador de Baiona, donde la impronta gallega se deja notar en la mesa. Uno de los pescados más típicos de Galicia es la lubina, que suele encontrarse en las zonas más rocosas de los arenales y en la desembocadura de los ríos. En el Parador la preparan con navajas –marisco muy preciado de las Rías Baixas– y con salsa de grelos.
Empanada de zamburiñas
Ninguna empanada como la de Galicia. El restaurante del Parador ofrece una estupenda de zamburiñas (de aspecto similar a las vieiras pero más pequeñas). Para hacer la masa utilizan harina de trigo, maíz y centeno, mantequilla, huevo, sal, levadura y agua. Para el relleno, el molusco y un sofrito hecho con ajo, cebolla, pimiento rojo, pimiento verde, pimiento dulce, tomate, sal y aceite de oliva. Acompañada de un vino albariño resulta inolvidable y no encuentra competencia.
Caldeirada dos Reis
Dicen que la caldeirada es tan antigua como la relación del mar con Galicia. Plato de pescadores y de cuchara, adquiere notas de sofisticación en el restaurante Dos Reis. Aquí el peixe común que reposa en el caldeiro junto a patatas y cebolla es sustituido por rodaballo, vieira y bogavante. Aunque, el secreto se esconde tras una buena ajada gallega, la salsa hecha con aceite, ajo, laurel y colmada de pimentón. La caldeirada tradicional se puede degustar en el otro restaurante del Parador, el Enxebre.
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