miércoles, 3 de abril de 2013

TUICO DA UN LARGO PASEO


El Compromiso de Caspe fue un pacto establecido en 1412 por representantes de los reinos de Aragón y Valencia y del Principado de Cataluña para elegir un nuevo rey ante la muerte en 1410 de Martín I de Aragón sin descendencia y sin nombrar un sucesor aceptado.

El 25 de julio de 1409 fallece Martín el Joven, el único hijo del rey de Aragón, Martín I, por lo que este contrajo un nuevo matrimonio con Margarita de Prades con la esperanza de concebir un hijo que asegurara la línea sucesoria.

El fracaso que supuso la no concepción de un nuevo heredero llevó a Martín I a pensar en reconocer a Fadrique de Luna, un hijo ilegítimo de Martín el Joven, como su sucesor, pero la falta de apoyos le hizo desistir de esta posibilidad. En esta coyuntura nombró a Jaime II de Urgel Lugarteniente de Aragón y Gobernador General de la Corona. Este nombramiento fue rechazado por la Diputación de la Generalidad aragonesa y por el arzobispo de Zaragoza García Fernández de Heredia, al considerarlo como un reconocimiento a su virtual condición de heredero a la corona. Jaime de Urgel introdujo tropas armadas en Zaragoza y se desataron en el interior de la ciudad graves disturbios. Ante el rechazo generado, Martín I revocó el nombramiento el 17 de mayo de 1410. Pocos días después fallecía el rey sin descendencia legítima y sin nombrar sucesor al trono.

Martín I de Aragón
A diferencia de Castilla o Navarra, ni en la legislación aragonesa ni en la catalana o valenciana constaba ordenamiento alguno que regulara explícitamente la sucesión real. Las únicas disposiciones legales referidas al acceso al trono de un nuevo monarca daban por supuesta su legítima designación y se ocupaban exclusivamente de los actos referentes a la coronación y juramento.

Seis eran los aspirantes en un principio, si bien dos de ellos capitalizaron la atención de la cuestión sucesoria con ventaja sobre los demás, Fernando de Trastámara y don Jaime, conde de Urgel:

Fernando de Trastámara, emparentado en tercer grado de la línea colateral con Martín I por línea femenina, como hijo de Leonor hermana de doble vínculo del rey difunto e hija, como éste, de Pedro IV.

Jaime de Urgel, emparentado en quinto grado de la línea colateral, por línea masculina como hijo de Pedro de Urgel, heredero de Jaime de Urgel, que era hermano de Pedro IV (ambos hijos de Alfonso IV).

Alfonso de Gandía, emparentado en quinto grado de la línea colateral (aunque más alejada que la del conde de Urgel), por línea masculina, como hijo de Pedro de Ribagorza hermano de Alfonso IV (ambos hijos de Jaime II). Don Alfonso murió, no obstante, en marzo de 1412.

Luis de Anjou, duque de Calabria, emparentado en cuarto grado de la línea colateral con Martín I, por línea femenina, como hijo de Violante, hija de Juan I y sobrina de Martín.

Federico de Luna, emparentado en segundo grado como hijo natural de Martín de Sicilia, hijo de Martín el Humano, y, por tanto, descendiente por línea masculina, pero excluido por ilegitimo.

Isabel de Aragón y de Fortiá, hermana (de padre) del rey Martín I e hija de Pedro IV el Ceremonioso y de su cuarta esposa Sibila de Fortiá. Su condición femenina hizo que se le desechara como candidata al trono a pesar de estar casada con otro aspirante, el conde de Urgel, y de presentar sus derechos independientemente de su cónyuge.

El Compromiso de Caspe (S. Viniegra, 1891)
La Concordia de Alcañiz de febrero de 1412, regulaba en 28 capítulos el procedimiento a seguir en la elección del nuevo monarca. En ella se diputaba a catorce personalidades aragonesas para que proveyeran, investigaran y decidieran con plenos poderes, junto con los representantes catalanes, sobre la personalidad del candidato legalmente idóneo; deliberando, finalmente, que la negociación se remitiese a nueve miembros, seleccionados entre los más respetables, para que dialogaran y midieran los derechos de los aspirantes. La respuesta definitiva debía darse en el plazo de dos meses, a contar desde el 29 de marzo, con la posibilidad de una única prórroga que, en todo caso, no debía sobrepasar el 29 de junio de aquel año; y el lugar de reunión debía ser la villa de Caspe, que se vería protegida de cualquier intento armado externo o interno.

Los compromisarios mantuvieron un intenso ritmo de trabajo y estuvieron continuamente reunidos en sesiones de mañana y tarde, e incluso en veladas nocturnas, para atender la urgencia de la solución y abarcar todas las cuestiones que se presentaban a su consideración.

La mañana del 25 de junio, los nueve compromisarios firmaron el acta e hicieron pública su decisión. El acta es breve, concisa, con la referencia precisa a la Concordia de Alcañiz, sus nombramientos y juramentos, sin alusiones a cuestiones jurídicas ni a derechos adquiridos ni a argumentos empleados en su decisión ni, sobre todo, a la orientación de los votos particulares de los nueve. Dan el veredicto final que no tiene posibilidad de revocación y no debe someterse a ninguna ratificación por otra instancia. Todos firman y hacen suya la sentencia que señala a Fernando de Castilla como rey y señor de Aragón. No hay votos útiles, ni forzados, ni abstenciones. Según el documento oficial, todos los compromisarios estuvieron de acuerdo en que Fernando era el verdadero rey y señor. Tras la lectura pública de la sentencia, Fernando es ya rey de Aragón.

Acta notarial original del Compromiso de Caspe

Para concluir con lo ordenado en la Concordia de Alcañiz, faltaba que se hiciera el acto público y se escenificase la proclamación del rey. Esto se hizo el día 28 de junio de 1412, martes, víspera de la fiesta de san Pedro y san Pablo, siguiendo un ritual muy elaborado y que las actas del proceso recogen con gran minuciosidad.


Fuentes:
- www.compromisodecaspe.es
- Wikipedia
- GEA

Para saber más:
Wikipedia - Concordia de Alcañiz
www.compromisodecaspe.es - Transcripción del Texto del Acta del Compromiso de Caspe

El golpe de estado fascista de 1936 produjo, entre otras muchas cosas, un gran retroceso en el sistema educativo español. Maestros asesinados, exiliados o depurados, cierre de escuelas e institutos e implantación de una enseñanza fascista y clerical. Tras la sublevación se constituyó la Junta Técnica del Estado, y dentro de ésta la Comisión de Cultura y Enseñanza presidida por José María Pemán. Entre las primeras medidas que se toman figuran la supresión del laicismo, la coeducación y la enseñanza de lenguas distintas al castellano.

La religión católica se identifica con el Nuevo Estado y se impone como obligatoria, impregnando toda la vida del alumno dentro y fuera de la escuela. También debía impregnarse la mente del niño de un intenso patriotismo: cantos, himnos, subida de la bandera... Y todo ello exaltando los valores castrenses de la nueva España: disciplina, valor, jerarquía, sacrificio, servicio… Se impone una rígida censura en los libros de texto y se suprime la libertad de cátedra del profesorado. El maestro debía estar al servicio de la ideología.

Se suprime la unificación de la red escolar. El nuevo sistema vuelve a lo establecido en la Ley Moyano allá por 1857 y establece una doble diferenciada: por un lado, una enseñanza Primaria hasta los 12 años y destinada a la clase trabajadora y por otro, Bachillerato (otra prueba de ingreso que se hacía a partir de los 9 años), para las clases medias y acomodadas. Un sistema para un país subdesarrollado en el que la mano de obra no cualificada no era necesaria y que reservaba la educación para las clases pudientes.

También se suprime la educación mixta separando a los alumnos de las alumnas en centros diferentes alegando razones de orden moral. A las niñas había que educarlas “en la feminidad rotunda” que las condenaba a una posición subordinada en la sociedad. Decía Pilar Primo de Rivera que "Las mujeres nunca descubren nada; les falta, desde luego, el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer nada más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos dan hecho".

Se propugnaba una enseñanza cuyos principios educativos básicos eran el dogmatismo y el memorismo, y siempre bajo una fuerte disciplina en el aula, basada en el principio de autoridad del maestro. Prevalecen los valores religiosos y patrióticos sobre los científicos. Los castigos físicos eran el recurso habitual para provocar el cambio de comportamiento. La falta de respeto, la indisciplina o la desobediencia se “curaban” con un bofetón.

Las escuela eran frías y tenían muy pocos medios humanos y materiales, los niños y niñas copaban las aulas llegando a ratios impensables hoy día. Y los sueldos de los maestros eran muy bajos, de ahí la expresión "pasa más hambre que un maestro de escuela".


Fuentes:
- Suite 101
- www.caum.es
- Retazos de una guerra

Para saber más:
Cabás: La Ley de Instrucción Pública (Ley Moyano, 1857)
Portal Libertario Oaca: Estado, Iglesia y educación. Un repaso desde el franquismo hasta la actualidad
Roscandel.es: La educación de las mujeres en el franquismo

Felipe II
En 1556 Carlos V abdicó en favor de su hijo Felipe II. El legado del emperador Carlos no fue sólo la Península Ibérica, sino también los territorios europeos que controlaba el Imperio.

El primer problema que se encontró Felipe II al llegar al trono fue la ambición de Francia de apoderarse de Nápoles y la Lombardía. Esto quedó patente con la alianza entre el rey francés, Enrique II, y el Papa Paulo IV.

El monarca español ordenó entonces al duque de Alba marchar con sus tropas contra los Estados Pontificios, llegando éste hasta las puertas de la misma Roma. Temeroso entonces el Papa de que se produjera un saqueo solicitó un armisticio que le fue concedido inmediatamente, ya que Felipe II no quería enemistarse con el papado puesto que España era un referente entre las naciones cristianas.

En estas estaban cuando el francés duque de Guisa se acercó a Nápoles aunque no avanzó gran cosa en la conquista de este reino. Felipe II, entonces, ordenó al general Manuel Filiberto de Saboya la invasión de Francia.

En una jugada magistral, el duque de Saboya hizo creer a los franceses que se dirigía con su ejército hacia Guisa, lo que determinó un error estratégico por parte de Francia, que envió a sus tropas al lugar equivocado. Lo que hizo el general español fue dirigirse hacia San Quintín, localidad situada en la Picardía, al norte de Francia. El ejército español estaba formado por unos 60.000 hombres, 16.000 jinetes y artillería, más 7.000 soldados ingleses que se sumaron debido al vínculo de Felipe II con María Tudor.

Grabado sobre la batalla de San Quintín (Sebastian Münster. 1598)

Cuando los franceses fueron conscientes del engaño ya era demasiado tarde. Acudió el condestable Montmorency con 30.000 hombres y 6.000 caballos e intentó vadear el Somme para llevar refuerzos a la plaza. Enterado el general español, reforzó la defensa del vado con 500 arcabuceros haciendo retroceder a los franceses, que en su intento de retirada se toparon con la caballería española sufriendo una importante derrota.

Tan desconcertados quedaron los franceses con esta derrota, que los generales españoles propusieron abandonar San Quintín y marchar sobre París. A Felipe II no le gustó la idea y ordenó finalizar primero la toma de San Quintín cometiendo quizá un error, ya que mientras sus ejércitos se demoraban allí los franceses tuvieron tiempo de reorganizarse y llegar a París a tiempo para defenderla.

En conmemoración por esta victoria Felipe II ordenó construir el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. El monasterio fue dedicado a San Lorenzo por haber tenido lugar la batalla el 10 de agosto, festividad de este santo.


Fuentes:
- Ateneadigital
- www.oocities.org
- La Guía

Los alumbrados o iluministas fueron un grupo dentro del catolicismo, a modo de secta mística, cuyo origen se remonta en el centro de Castilla alrededor de 1511, y su consolidación se fija con el Edicto de Toledo en 1525. Por sus ideales fue perseguida como rama relacionada con el protestantismo y con la herejía, llegando a promulgarse tres edictos en su contra por la Inquisición.

Esta secta creía que el hombre podía tener contacto directo con Dios a través del Espíritu Santo expresado mediante visiones y experiencias místicas. Por ello renegaban de cualquier rito o ceremonia eclesiástica, inútil ante sus ojos, así como la veneración de imágenes o esculturas. Además leían e interpretaban la Biblia sin necesidad de sacerdotes, prefiriendo la oración mental a la misa. Todo esto ayudaba a la persona, como individualidad y sin mediadores, acercarse a Dios, lo cual ponía en entredicho sacramentos como la comunión o la confesión. A todas estas creencias se les sumó la idea, extendida por sus enemigos católicos o no, de cierta disolución carnal, profanaciones y relaciones ilícitas entre sacerdotes alumbrados y sus creyentes, quienes creían que a través de las relaciones sexuales alcanzarían el poder místico para comunicarse con Dios.

Estos rumores se incrementaron al conocerse varios conventículos como en Pastrana, Escalona o Llerena, donde los sectarios se reunían y formaban una congregación asentada. Dentro de estos grupos se encontrarían gentes de diversa condición, desde hombres de fe ordenados como Fray Alonso de la Fuente, hasta conventos enteros como el de San Plácido en Madrid; incluso llegó a murmurarse que el propio Felipe IV sería introducido en una de estas sectas por el Conde-Duque de Olivares, dado su carácter de reconocida promiscuidad.

En cualquier caso, los alumbrados fueron objeto de persecuciones inquisitoriales y de habladurías populares que incrementaron su propia leyenda negra.


Fuente:
Bayuca

Para saber más:
Centro Virtual Cervantes: El alumbradismo y sus posibles orígenes. Augusta E. Foley

Se conoce como Santa Hermandad a un grupo de gente armada pagada por los concejos para perseguir a los malhechores y criminales. Fue instituida en las Cortes de Madrigal de 1476, unificando las distintas hermandades que habían existido desde el siglo XI en los reinos cristianos.

Fue creada a propuesta de los procuradores burgaleses, ya que necesitaban proteger el comercio, pacificar el difícil tránsito por los caminos, perseguir el bandolerismo e hicieron posible el que los Reyes, sobre la base preexistente de las hermandades que habían levantado algunas ciudades, propusiesen la creación de la Santa Hermandad, que desempeñaría un importante papel en la guerra de Granada y que tendría una vida corta, pues desde 1498 quedó reducida a niveles locales. Esta institución que ha sido entendida como un instrumento que busca garantizar el orden público así como el embrión de un ejército regular y especializado, sobre todo a partir de 1480, se crea inicialmente por un período de tres años, se territorializa su jurisdicción (cinco leguas a la redonda de cada localidad con más de treinta vecinos, ocho provincias), se organiza su tropa (un jinete por cada cien vecinos y un soldado por cada ciento cincuenta, agrupados en cuadrillas), se estipulan sus ámbitos de actuación legal (robos, crímenes, incendios, juicios sumarísimos con aplicación inmediata de la pena), y se dota de una estructura económica, política y administrativa (la financiación por sisas, el conjunto de delegados de las ocho provincias, León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Palencia, Ávila, Burgos y Segovia, compone el Consejo de la Hermandad). También se introdujo en la Corona de Aragón, con la idea de unificar instituciones entre Castilla y Aragón, aunque este intento fracasó. Estas ideas evolucionaron hacia "Las Guardas de Castilla".




Según Hernando del Pulgar, los Reyes Católicos acordaron llamar a Cortes «para dar orden en aquellos robos e guerras que en el reino se facían» y, en otra parte, añadió que en las mismas Cortes fue jurada «la Princesa Doña Isabel por Princesa heredera de los reinos de Castilla e de León para después de los días de la Reina».

Evidentemente tales hechos estaban ligados y, en sustancia, los capítulos de la Santa Hermandad aprobados por los Reyes Católicos en las Cortes de Madrigal de 1476 tenían también por objetivo preparar una milicia que pudiera fortalecer el poder real. La política que presidió la creación de esta fuerza militar permanente no pudo ser más hábil y discreta: limitar la jurisdicción de los alcaldes a pocos casos, someter los cuadrilleros a rigurosa disciplina, poniendo a su frente capitanes, y nombrar o hacer que fuese nombrado general de aquella milicia siempre en pie de guerra, al Duque de Villahermosa, hermano bastardo de D. Fernando el Católico, eran medios seguros para encomendar a los concejos la persecución y el castigo de los malhechores evitando los inconvenientes y peligros de la licencia popular. La unidad del cuerpo y la concentración del mando convirtieron a la Santa Hermandad en un auxiliar poderoso de la monarquía, porque los 2.000 hombres de guerra que los concejos pagaban, «estaban prestos para lo que el Rey o la Reina les mandasen».

El traje de los soldados de la Hermandad era muy sencillo. Consistía en calzas de paño encarnado, en un sayo de lana blanca con manga ancha, y una cruz roja en el pecho y espalda; cubrían la cabeza con un casco de hierro batido, pero ligero, y su armamento se reducía a la lanza y a la espada pendiente del talabarte.

La Santa Hermandad es, posiblemente, el primer cuerpo policial realmente organizado de Europa.


Fuente:
El Medioevo

Desde que finalizó la Guerra Civil en 1939, muchas mujeres comprometidas con las opciones de izquierda, iniciadas en el mundo de la política de la mano de la Segunda República, fueron maltratadas y encarceladas. Pero también fueron castigadas otras muchas mujeres por el único delito de ser esposas, madres, abuelas o hijas de hombres perseguidos por los golpistas.

Una de las cárceles de mujeres que más destacó en esa oscura etapa de nuestra historia fue la de Ventas, en Madrid, con capacidad para 500 reclusas pero que llegó a albergar a más de 5.000, muchas de ellas con niños pequeños, y dirigida por María Topete, un mal bicho que pretendía “salvar” a los hijos de los republicanos de la maléfica influencia de sus padres.

Cárcel de Ventas

Descendiente de una aristocrática familia de marinos, a María Topete le abrieron las puertas de la cárcel de Ventas su currículo de persona “honorabilísima”, el ser una fervorosa católica y el tener ideología derechista de toda la vida. Entró como funcionaria, pese a carecer de preparación alguna en ese campo.

María Topete interrogando a una reclusa

Llegó a ser directora de la Prisión de Madres Lactantes de Madrid. Su objetivo allí era reducir al máximo el contacto entre madres e hijos, “impedir que los niños mamaran la leche comunista”. Como dice Victoria Carrasco, “Tenía a los niños todo el día en el patio, tanto si hacía frío como si hacía calor, y a las madres no nos dejaban coger a los niños aunque tuvieran hambre, estuvieran sucios o lloraran”.

Petra Cuevas, cuya hija murió de bronquitis porque María Topete impidió que la viese un médico, lo corrobora: “Era horrible, tú veías a tu hijo llorando y no podías hacer nada”.

María Topete con niños en una terraza de la cárcel de Ventas

La Topete -como la llamaban las reclusas-, quiso convertirse en el brazo ejecutor de las ideas de Antonio Vallejo-Nájera, militar y psiquiatra al servicio del franquismo, que pensaba que el ser “rojo” venía dado por un defecto genético y que dejó para la posteridad perlas como éstas:

"La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos. La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia político social, pues si militan en el marxismo de preferencia psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad de plaga tan terrible".

"A la mujer se le atrofia la inteligencia como las alas a las mariposas de la isla de Kerguelen, ya que su misión en el mundo no es la de luchar en la vida, sino acunar la descendencia de quien tiene que luchar por ella".

"La raza es espíritu. España es espíritu. La Hispanidad es espíritu... Por eso hemos de impregnarnos de Hispanidad... para comprender nuestras esencias raciales y diferenciar nuestra raza de las extrañas. Este espíritu lo definía como "militarismo social, que quiere decir orden, disciplina, sacrificio personal, puntualidad en el servicio, porque la redoma militar encierra esencias puras de virtudes sociales, fortaleza corporal y espiritual". Y para mejorar la raza era necesaria "la militarización de la escuela, de la Universidad, del taller, del café, del teatro, de todos los ámbitos sociales".

En su afán de separar a los niños de sus madres para evitar que fuesen contaminados por el marxismo, María Topete los entregaba en adopción a familias pudientes afectas al régimen o a seminarios y conventos, donde quedaban condenados a convertirse en curas y monjas.

La buena señora murió en el año 2000 a la edad de 100 años.

Aunque nos hemos centrado en la figura de María Topete por ser conocida su crueldad y su total falta de escrúpulos, el robo de niños durante la posguerra ocurrió en todas las cárceles de mujeres del país. Hay muy poca información sobre dónde fueron a parar miles de niños secuestrados. Los conventos y seminarios se niegan a abrir sus archivos a los investigadores, por lo que prácticamente sólo existen los testimonios de las mujeres que vivieron aquel horror.


Fuentes:
- centros4.pntic.mec.es
- Imagina65
- www.todoslosnombres.org
- Wikipedia

Para saber más:
Mujeres encarceladas. La prisión de Ventas: de la República al franquismo, 1931-1941 (Fernando Fernández Holgado), Ed. Marcial Pons Ediciones de Historia.

Tras la liberación de España de las tropas napoleónicas, en 1814 Fernando VII volvió a subir al trono aboliendo la Constitución de 1812 y reinando así durante 6 años, lo que se conoce como Sexenio Absolutista. Esta situación se mantuvo hasta 1820, cuando el coronel Riego inició una sublevación en Cabezas de San Juan (Sevilla). Fernando VII fue capturado y obligado a jurar la Constitución de 1812, lo que hizo pronunciando su famosa frase “marchemos, y yo el primero, por la senda constitucional”. De esta manera se introdujo en España un sistema liberal que duraría 3 años, el llamado Trienio Constitucional.

Rafael Riego
El levantamiento de Riego colocó a España a la vanguardia europea en lo que a libertades políticas respecta, algo que las potencias vencedoras de Napoleón no veían con buenos ojos. Desde Rusia se exigía la celebración de un congreso para tratar el 'caso español' y Francia veía con preocupación el desarrollo de un liberalismo que amenazaba con extenderse a su territorio si no se tomaban medidas para evitarlo.

En 1820 se celebró el Congreso de Lebach, donde los países adheridos a la Santa Alianza trataron el tema de la intervención militar en España, de la que Rusia y Francia eran partidarios. El resto de las potencias no lo veían tan claro. Por su parte, Fernando VII se pasó todo el Trienio Constitucional conspirando para volver a establecer una monarquía absolutista en España, olvidando las promesas y juramentos constitucionales que había pronunciado. Finalmente, en 1822 los Estados que formaban parte de la Santa Alianza aprobaron en Verona la intervención militar de Francia en España.

El 28 de enero de 1823 Luis XVIII de Francia pronunció un discurso en el que anunciaba que “cien mil franceses estaban dispuestos a marchar invocando al Dios de San Luis para conservar en el trono de España a un nieto de Enrique IV”. En Francia se alzaron muchas voces contrarias a la intervención, pero el gobierno galo tenía muy claras las ventajas que podría reportarle. Una interveción armada en favor de Fernando VII permitiría a los franceses mover los hilos de la política española con el fin de encauzarla por el camino de la Francia restaurada. Por otra parte había intereses económicos y comerciales de por medio.

El ejército francés que iba a invadir España, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, sería comandado por el duque de Angulema. El gobierno francés preparó un dispositivo logístico para el abastecimiento del ejército encargando a Gabriel Ouvrard toda la operación de aprovisionamiento, que gestionó con proveedores españoles a los que pagaba al contado. Así, para estos proveedores la invasión no sólo no supuso ningún motivo de queja, sino que además fue un buen negocio.

Duque de Angulema
En total, el número de los componentes del ejército francés se elevaba a 95.062 soldados, divididos en cuatro cuerpos y uno de reserva. Por su parte, el ejército español que se dispuso a hacerle frente estaba dividido en cuatro cuerpos de 18.000 a 20.000 hombres cada uno. El Ejército de Operación, mandado por el general Ballesteros. El Ejército de Cataluña, mandado por el general Espoz y Mina. El Ejército del Centro, mandado por el general La Bisbal, y el Ejército de Castilla y de Asturias, cuyo general en jefe era Morillo. También hay que contar a los 52.000 hombres que formaban las guarniciones de las plazas fuertes, los cuales hacían elevar la suma total a 130.000 soldados. Sin embargo, la desorganización de la defensa y la escasa moral de la tropa, impedirían una resistencia eficaz contra el ejército comandado por Angulema.

El 7 de abril de 1823 atravesaron las tropas francesas el río Bidasoa. Se iniciaba así una campaña que tendría un desarrollo rápido y eficaz. La Bisbal capituló pronto y Morillo se retiró sin combatir. Ballesteros, después de haberse batido en retirada por todo el Levante y por la Andalucía Oriental, capituló también ante el general francés Molitor en Campillo de Arenas (Jaén). Sólo Espoz y Mina supo oponer una tenaz resistencia en Cataluña, hasta el punto de ser Barcelona la última ciudad que cayó en manos de los franceses.

Ruta de los Cien Mil Hijos de San Luis

Cuando llegaron a Madrid las noticias del rápido avance del ejército de Angulema, el Gobierno y las Cortes decidieron, por razones de seguridad, trasladarse hacia el sur. El rey y la familia real quisieron negarse a acompañarles, y a pesar de que los médicos certificaron que Fernando no podía ponerse en camino sin peligro para su salud, éste no tuvo más remedio que transigir ante las presiones de los liberales.

Cuando las tropas francesas llegaron a Madrid se creyó conveniente nombrar una Regencia para que se encargarse de administrar el país y de organizar el ejército, al mismo tiempo que debería ponerse de acuerdo con los aliados para liberar al rey. Una vez aprobada esta Regencia por el duque de Angulema, comenzó su actuación nombrando un gobierno y adoptando algunas medidas encaminadas a restablecer las instituciones del Antiguo Régimen.

El 10 de abril llegó la familia real a Sevilla. A partir de entonces y hasta el 11 de junio, la capital andaluza se convertiría en la sede de las más altas instancias de la nación y las Cortes seguirían desarrollando en ella su labor hasta el momento en que tuviesen que trasladarse a Cádiz ante el avance del ejército francés. Pero de nuevo Fernando VII se negó a trasladarse, en esta ocasión a Cádiz, pues confiaba en su pronta liberación por parte de las tropas enviadas por su primo Luis XVIII. Fue Alcalá Galiano quien, basándose en el artículo 187 de la Constitución que establecía el nombramiento de una Regencia provisional cuando el rey se encontrase en la imposibilidad de ejercer su autoridad por causa física o moral, consiguió que las Cortes forzasen al monarca y a su familia a partir para Cádiz.

El felón Fernando VII 
Cádiz ya no era la ciudad inexpugnable que había sido en tiempos de Napoleón y además Angulema contaba con varios barcos que podían cortar las comunicaciones marítimas de la ciudad. Las Cortes y los gobiernos que se sucedieron en aquel verano de 1823 no fueron capaces de encontrar soluciones para evitar su caída y la ayuda inglesa que se esperaba no iba a llegar.

Ante tales circunstancias, los liberales parlamentaron con Fernando VII y con Angulema por separado y aceptaron liberar al monarca si a cambio se prometía el olvido del pasado. Fernando, que incumpliría su promesa nada más verse liberado de sus captores, pudo por fin reunirse con el Duque de Angulema en el Puerto de Santa María.

Una nueva etapa, marcada otra vez por el signo del absolutismo, se abría a partir de aquel momento: era la última década del reinado de Fernando VII, quien se mantendría en el trono sin nuevas limitaciones hasta su muerte en 1833.


Fuentes:
- Historia de Iberia Vieja
- La Guía
- Claseshistoria.com
- ArteHistoria

Para saber más:
ArteHistoria - La Milicia Nacional
Aprendemos Historia - Sexenio absolutista (1814-1820)
Histórico digital - El Trienio Liberal
EcuRed - La Santa Alianza

Hoy se cumplen 800 años de la Batalla de las Navas de Tolosa, uno de los acontecimientos más importantes de la Reconquista. Para rememorarlo rescatamos una entrada bastante completa publicada en este mismo blog el 15 de febrero de 2010.


Las Navas de Tolosa

El año 1031 el califato de Córdoba llegaba a su fin, y su territorio quedaba fragmentado en decenas de reinos de taifas incapaces de frenar el expansionismo de los reinos cristianos. Los almorávides, provenientes de tribus nómadas bereberes fueron llamados a socorrer a los soberanos islámicos. Eran intransigentes en la aplicación de las reglas coránicas y críticos con la relajación de costumbres en que, según ellos, habían incurrido los reinos de taifas. Llegaron a la Península Ibérica en 1086 y lograron detener a los cristianos y unificar de nuevo Al-Ándalus.

Sin embargo, en la primera mitad del siglo XII el poder volvió a fragmentarse en la España musulmana, lo que aprovecharon los monarcas cristianos para reemprender el avance hacia el sur. En esta ocasión fueron los almohades, más radicales aún que sus predecesores, los que vinieron desde África a socorrer al islam. Hacia 1146, forzaron una progresiva unificación política bajo su cetro que obligó a los cristianos a retroceder. El nuevo imperio se extendía hasta la actual Libia y al frente del nuevo entramado político figuraba un califa que adoptó el título de Príncipe de los Creyentes, Amir ul-Muslimin, que los cristianos rebautizaron como Miramamolín.

Imperio almohade

De todos los reinos cristianos el más amenazado fue Castilla, pues estaba sumida en luchas fratricidas con el reino de León. Para frenar a los musulmanes, Castilla alentó las acciones militares de las órdenes de Calatrava, Santiago y Alcántara, pero fue en vano. La retirada cristiana alcanzó su apogeo en 1195 con la derrota de Alarcos, donde el rey castellano Alfonso VIII vio a su ejército casi aniquilado. El vencedor, el califa Yusuf II, adoptó el nombre de Al-Mansur, el Victorioso, y para conmemorar su triunfo mandó levantar la Giralda de Sevilla. En 1197 se pactó una tregua de diez años que alivió la situación de Castilla.
Al finalizar la tregua volvieron las escaramuzas y se preveía una batalla de gran magnitud. Alfonso VIII estableció pactos con el resto de reinos cristianos pero eso no era garantía suficiente de no ser atacado. La solución llegó a través de la Iglesia: si el papa Inocencio III proclamaba una cruzada ningún reino cristiano le atacaría (eso habría significado la excomunión), y además estimularía a cristianos de toda Europa a sumarse a la campaña. El arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, fue el encargado de las gestiones con Roma que se culminaron a principios de 1212. Se proclamaron con rapidez las indulgencias plenarias por toda Europa, causando especial efecto en Francia. Se agregaron a la empresa los obispos de Narbona, Burdeos y Nantes, así como numerosos caballeros francos.
Por otro lado, árabes, turcos, senegaleses y bereberes, movidos por el principio de la guerra santa, cruzaron el estrecho en enero sumándose a las tropas de Al-Ándalus, dirigidas por Al-Nasir, hijo del vencedor de Alarcos.

El 20 de junio de 1212 la expedición cristiana se ponía en marcha. Entre los cristianos pronto surgieron desavenencias. Los cruzados franceses querían botín y no estaban interesados en aplicar medidas que facilitasen la posterior ocupación, que era lo que pretendía el rey castellano. El 24 de junio los franceses asaltaron el castillo de Malagón, la primera fortaleza almohade que encontraron en su camino, pasando a cuchillo a todos sus moradores. Se produjo la ruptura y los cruzados franceses abandonaron el ejército en dirección a Francia sin dejar de asaltar todas las juderías que encontraron por el camino. Sólo unos pocos cientos de caballeros franceses permanecieron en la expedición.

El tamaño del ejército musulmán fue enormemente exagerado por las crónicas cristianas, llegando a hablarse hasta de 400.000 hombres, si bien hoy en día se tiende a cifrar su número en algo más de 120.000.

Ante la posición estratégica de los Almohades en Despeñaperros, el avance del ejército cristiano era una maniobra suicida. Entre las deliberaciones cristianas, el rey aragonés Pedro II 'El Católico' y el rey navarro Sancho VII 'El Fuerte' se inclinaban por hacer retroceder al ejército para buscar un paso más seguro.
De otra parte, el rey castellano Alfonso VIII se negaba convencido de que una retirada causaría una deserción masiva en el ejército cristiano. Finalmente, se decidió avanzar a la desesperada hacia Despeñaperros.
Las crónicas narran un suceso providencial, un pastor de la comarca se ofreció a guiar al ejército cristiano por un paso que los Almohades no podían atacar. El paso actualmente recibe el nombre de 'Paso del Rey', que desemboca en una gran explanada, entre las poblaciones de Miranda del Rey y Santa Elena.
El ejército cristiano lo atravesó sin dificultad y acampó en la citada explanada.
Se acordó que las tropas castellanas ocupasen la primera línea de avance, mientras que Sancho VII se encargaría del segundo cuerpo de ataque y el rey aragonés Pedro II se quedaría en la retaguardia al frente de la caballería catalano-aragonesa.

Triunfo de Santa Cruz en la batalla de las Navas de Tolosa.
Marcelino SantaMaría, 1892
La batalla
Los ejércitos cristianos llegan el viernes 13 de julio de 1212 a Navas de Tolosa, o llanos de La Losa, cercanas a la localidad de Santa Elena al noroeste de la provincia de Jaén, y se producen pequeñas escaramuzas durante el sábado y domingo siguientes. El lunes 16 de julio a primeras horas del día se inicia el combate.

Tras una carga de la primera línea de las tropas cristianas, capitaneadas por el vizcaíno Diego López II de Haro, los Almohades, que doblaban ampliamente en número a los cristianos, realizan la misma táctica que años antes les había dado tanta gloria. Los voluntarios y arqueros de la vanguardia, mal equipados pero ligeros, simulan una retirada inicial frente a la carga para contraatacar luego con el grueso de sus fuerzas de élite en el centro.
A su vez, los flancos de caballería ligera almohade, equipada con arco, tratan de envolver a los atacantes igual que en la batalla de Alarcos. Al verse rodeados por las fuerzas Almohades, acude la segunda línea de combate cristiana, pero es insuficiente, la batalla parece perdida. La desbandada cristiana comienza con las tropas de López de Haro que habían sufrido terribles bajas, sólo el capitán y su hijo, junto a Núñez de Lara y las Órdenes Militares resisten como pueden pero les queda poco tiempo.

El miedo se apodera del ejército cristiano. Viendo lo que sucedía, los reyes cristianos al frente de sus caballeros e infantes inician una última carga con el resto de fuerzas cristianas. Este acto de los reyes y caballeros cristianos infunde ánimos que hacen renovar el brío contra los musulmanes. Los flancos de la milicia cargan contra los flancos del ejército almohade y los reyes marchan en una carga imparable. Según fuentes, el propio rey Sancho VII de Navarra aprovechó la ocasión y se dirigió directamente a la tienda de Al-Nasir. Los caballeros navarros, junto con parte de su flanco, atravesaron su última defensa: los im-esebelen, que sucumbió no sin antes provocar una gran matanza entre los cristianos. Al-Nasir se mantenía en el combate dentro del campamento. Después vino el desastre, el ejército almohade se hundió, e inició una retirada a la desesperada con Al-Nasir a la cabeza. La victoria estaba del lado del bando Cristiano.

Batalla de Las Navas de Tolosa. Van Halen

En el momento que los arqueros musulmanes no pudieron maniobrar ante las líneas tan juntas, su táctica se vino abajo pues la carga de la caballería pesada cristiana era imparable. Por eso, la última carga definitiva de los reyes cristianos con tropas de élite, caballeros, fue tan determinante justo en el momento en que los batallones cristianos iniciaban la retirada.

Como consecuencia de esta batalla, el poder musulmán en la Península Ibérica comenzó su declive definitivo y la Reconquista tomó un nuevo impulso que produjo en los siguientes cuarenta años un avance significativo de los llamados reinos cristianos, que conquistaron casi todos los territorios del sur bajo poder musulmán. Consecuencia inmediata fue la toma de Baeza, que posteriormente retornó a manos almohades. La victoria habría sido mucho más efectiva y definitiva si no se hubiera desencadenado en aquellos mismos años una hambruna que hizo que se demorara el proceso de reconquista. La hambruna duró hasta el año 1225.

Al-Nasir nunca se repuso del desastre de las Navas. Abdicó en su hijo, se encerró en su palacio de Marrakech y se entregó a los placeres y al vino. Murió, quizá envenenado a los dos años escasos de su derrota.

Fuentes consultadas:
  • Una batalla decisiva - Artículo de Juan Carlos Losada publicado en el número 503 de Historia y Vida.

La Ilustración en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico). Las influencias son esencialmente francesas e italianas.

Los ilustrados fueron una minoría culta formada por nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por:

- Reforma y reactivación de la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo).

- Crítica moderada de algunos aspectos de la realidad social del país.

- Interés por las nuevas ideas políticas liberales, aunque, en su mayor parte, no apoyaron planteamientos revolucionarios.

Fernando VI
Su afán reformista les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría del país siguió apegada a los valores tradicionales.

Podemos distinguir varias etapas:

En la primera mitad de siglo destacan Feijóo, cuya obra se centro en la divulgación de la ciencia de Newton y en la crítica a los prejuicios tradicionales y las supersticiones (Teatro Crítico, 1726) y Mayáns.

Durante este período se crearon las principales Academias, instrumento de difusión de las luces, Se establecieron la Real Academia de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y Gabinete de Historia Natural.

Tras el impulso reformista del reinado de Fernando VI, la ilustración llega a su apogeo en el reinado de Carlos III. Los ministros de este monarca, con espíritu renovador, trataron de elevar el nivel económico y cultural del país.

Carlos III
Los escritos de Campomanes, Jovellanos, Capmany o Cabarrús muestran la asimilación de las teorías económicas de la fisiocracia y del liberalismo económico. Fruto de ese interés por los asuntos económicos y sociales fue la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el desarrollo económico.

El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores.

El desarrollo de las ciencias experimentales fue importante: Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en Astronomía y Cartografía, Piquer en Medicina.
También se desarrolló la literatura didáctica y crítica (Feijóo, Jovellanos, Cadalso y Moratín con su célebre El sí de las niñas, y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas.


Fuente:
- Historiasiglo20

Para saber más:
Wikipedia - Gaspar Melchor de Jovellanos
ArteHistoria - Las Sociedades Económicas de Amigos del País
Wikipedia - El sí de las niñas

La lotería en España llegó de la mano de Carlos III que la importó de una tradición de Nápoles y era igual que la ahora llamada 'Lotería Primitiva' . El primer sorteo se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1763.

Pero el origen del sorteo de Navidad se remonta a la época de las Cortes de Cádiz, cuando el ministro de la Cámara de Indias pensó en ella como "un medio para aumentar los ingresos del erario público sin quebranto de los contribuyentes". El primer sorteo se celebró el 18 de diciembre de 1812.

Recibió el nombre de 'Lotería Moderna', para diferenciarla de la 'Lotería Primitiva'. El nombre de 'Sorteo de Navidad' no llegó hasta el 23 de diciembre de 1892 y cinco años después esta denominación ya aparecía impresa en los boletos.

Desde el primer sorteo, fueron los niños de San Ildefonso los encargados de cantar los números, que hasta 1913 estaban impresos en papeles. A partir de esta fecha, se implantó el sistema de bombos y bolas de madera que se sigue utilizando hoy.


El Colegio de San Ildefonso es seguramente, dentro de las Instituciones del Ayuntamiento de Madrid dedicada a la infancia la más antigua. Durante 500 años ha estado presente en la ciudad. Su actividad tanto interna: acogida, educación y colocación de madrileños huérfanos, como externa: celebran liturgias, fiestas públicas, lotería, ha sido siempre muy intensa.

Los niños de San Ildefonso además de sacar los números de la Lotería también sacaban los números del llamado sorteo "de millones", las cédulas de las prebendas, los diputados de rentas y bola, y cuantas designaciones se dejaban a la suerte de una bola o al azar de una papeleta.

En cuanto al aspecto docente las Primeras Ordenanzas del Colegio que hoy existen, son de 1.600 y las hizo el escribano Francisco de Monzón, Secretario del Ayuntamiento por encargo de la Corporación. Por ellas se sabe que el Colegio estaba a cargo de un rector eclesiástico.


El primer sorteo en el que toman parte los niños como extractores fue el 9 de marzo de 1771, siendo director de la lotería D. Miguel Joaquín de Lorién, del Consejo de Hacienda, y el primer alumno que cantó la lotería fue Diego López, dando la Dirección de loterías 500 reales de limosna al Colegio por esta colaboración. Los siguientes alumnos que intervinieron en los sorteos fueron José Manzano (20 abril 1771), Santiago Rubio (1 junio 1771), Diego López (13 julio 1771) y Cándido Pérez Medel, alumno que llegaría a ser sacerdote y rector del Colegio.

Cuenta, por tanto, dos siglos largos esa costumbre de que los escolares de San Ildefonso canten los números de la lotería.

Y hoy, como cada 22 de diciembre, llega de nuevo el Sorteo del Gordo de Navidad. Mucha suerte a todos.


Fuentes:
- Lotería de Navidad 2011
- Historia del Sorteo de Navidad
- Lotería de Navidad

La Capilla Real de Granada alberga los restos mortales de Fernando de Aragón y Isabel de Castilla, de Juana I, Felipe I y del príncipe Miguel.

Después de la conquista de Granada (1492), los Reyes Católicos decidieron construir su propia capilla sepulcral dentro de la Catedral de Granada, así que los Reyes Católicos decidieron el 13 de septiembre de 1504 que se creará por Real Cédula la Capilla Real. Este nuevo lugar de enterramiento real supone construir, decorar y amueblar un edificio, crear una institución con personas, dotarlo económicamente, todo ello con las garantías jurídicas suficientes para su permanencia y vida.

El diseño de la Capilla Real se inició en 1504, siendo trazada por Enrique Egas siguiendo los deseos de austeridad de la reina católica. El edificio se construyó en estilo gótico entre 1505 y 1517. Como los Reyes Católicos murieron antes de su finalización, en un principio fueron enterrados en el monasterio de San Francisco de la Alhambra. Cuando la Capilla Real fue terminada los restos de los Reyes Católicos fueron trasladados, siendo enterrados a su lado los cuerpos de Felipe I El Hermoso y Juana I La Loca. La Capilla va recibiendo el precioso legado de los Reyes Fundadores: Pinturas, reliquias, libros, tapices y textiles, ornamentos y vasos litúrgicos.

En el centro de la capilla encontramos los sepulcros de Isabel y Fernando, de Doménico Francelli, y los de Juana y Felipe, hechos por Bartolomé Ordoñez. Los sepulcros son altos y casi a la altura de tabernáculo (simboliza la cercanía de los reyes a Dios). Pueden verse en la Capilla Real los sepulcros de:

•Isabel I de Castilla, reina de la Corona de Castilla.
•Fernando II de Aragón, rey de la Corona de Aragón.
•Juana I de Castilla, reina de las coronas de Castilla y de Aragón.
•Felipe I de Castilla, el Hermoso, rey consorte de Castilla.


El rey va vestido con una armadura, sujetando una espada con su mano derecha. Lleva corona sobre una melena a la moda de aquellos años. En su pecho reposa un medallón que cuelga de una cadena al cuello, con la imagen de San Jorge, patrono de la Corona de Aragón.

La reina, también coronada, tiene las manos cruzadas y apoyadas en el vientre. Luce un collar con medallón que representa a Santiago, protector de Castilla. Estos dos santos patronos, San Jorge y Santiago se repiten en los medallones de los lados menores del sepulcro. A Santiago se le representa en plena lucha contra los moros y a San Jorge matando al dragón. Son además un símbolo de los éxitos militares, como también son símbolos de realeza y poder los leones esculpidos a los pies. A los pies hay además una cartela con caracteres latinos, sostenida por angelotes o putti en la que puede leerse un gran elogio hacia los monarcas, basado en sus acciones bélicas.

En la cripta también está el sarcófago del infante Miguel de la Paz de Portugal, nieto de los Reyes Católicos, muerto niño. Las piezas más destacadas del interior del templo son su retablo mayor, la reja y la cripta con los cinco ataúdes de plomo que contienen los restos mortales de los reyes y del pequeño infante, reconocibles cada uno por la inicial de sus respectivos nombres:


El siglo XVI es el siglo de la plenitud de la Capilla Real, en él hay tres pasos: Su nacimiento con el espíritu medieval, resaltando la sobriedad del edificio y de toda la Institución (la Reina que quiso ser sepultada «vestida en el hábito del bienaventurado pobre de Jesucristo San Francisco»). Sigue su florecimiento con el Emperador Carlos I. Se adorna el templo, se engrandece la Institución. Termina con Felipe II: se mantiene y afirma un legado, pero se le cortan las alas. El Escorial y Simancas son ahora los proyectos de futuro: allá son trasladados la mitad de los restos reales y la librería de la Capilla.

Los primeros cincuenta años del siglo XVII no ofrecen novedad en la Capilla. Se preludia una decadencia que durará toda la segunda parte de este siglo y la primera mitad del XVIII.

Mediado el siglo XVIII hay un nuevo resurgir de la Capilla. Fernando VI ordena: «Restablecer en lo posible las decadencias de mi Real Capilla de Granada, y sus bienes dotables, y que en ella se perpetúe más decorosa la memoria de los Señores Reyes Católicos, sus gloriosos fundadores».

El final del XVIII y la primera mitad del XIX trae nuevas turbaciones a la Institución. Están ligadas a cambios políticos, a dificultades económicas y a la profunda modificación de las relaciones Iglesia-Estado. La Institución pasa a ser una entidad totalmente eclesiástica.


Cierta estabilidad trajo el Concordato de 1851 al que siguió un Decreto Real de reorganización de las Capillas Reales. Isabel II, que visitó la Capilla en 1862, impulsa un nuevo ordenamiento. Con la Restauración se consigue un nuevo equilibrio y nace el interés por la investigación histórica, por la restauración artística, por lo museístico.

Ya en el siglo XX crece el interés historiográfico y artístico, archivístico y musical por la Capilla. El Museo fue creado en el año 1913.

Fuentes consultadas:

http://www.capillarealgranada.com/
http://es.wikipedia.org/wiki/Capilla_Real_de_Granada

Carlos II de España
En todas las cortes de Europa se conocía la endeblez física y mental de Carlos II de España. Desde que nació se estaba esperando de un momento a otro la noticia de su fallecimiento.

Pero el rey, llevando la contraria a todo el mundo, pasó la infancia a trancas y barrancas y entró en la adolescencia débil, enclenque, escuchimizado, pero vivo. Tan vivo que en las cortes europeas en las que se esperaba su muerte se empezó a hablar de boda.

La corte francesa era la más interesada en el asunto por su inmediata vinculación en la familia real, ya que don Carlos es cuñado y primo hermano de Luis XIV de Francia, que estaba siempre preparado a unir a la suya la Corona de España, en nombre de su esposa doña María Teresa, hermana mayor de Carlos II.

Al ver que el rey español anuncia sus deseos de casarse, propone a la princesa María Luisa de Orleans, sobrina suya e hija de Felipe de Francia, duque de Orleans, casado con su prima hermana, la princesa Enriqueta de Inglaterra.

En la corte de Madrid se había recibido una petición de mano curiosa, pues generalmente quien hace la petición es el hombre o sus representantes, y en este caso era al revés. El emperador de Austria mandó a doña Mariana una carta ofreciendo la mano de la princesa austríaca, que contaba tan sólo seis años de edad. El ofrecimiento no fue aceptado y en cambio se solicitó del rey francés el enlace con María Luisa de Orleans.

María Luisa de Orleans
El 31 de agosto de 1679 se celebró la boda por poderes y el 18 de noviembre de ese mismo año se entrevistó por primera vez la pareja en Quintanapalla, pequeña aldea cercana a Burgos, y dice el cronista que:

"el rey tomó a su alteza galantemente de la mano y la condujo a la sala contigua, habilitada para capilla. Sentados ambos, se miran sonrientes, sin posibilidad de entablar diálogo, pues no conocen más que sus lenguas respectivas, cuando, aproximándose, se ofrece obsequioso el embajador francés a servir de intérprete...".

Terminada la misa de velaciones, almuerzan solos sus majestades, regresan a Burgos, sin admitir a nadie en su coche y se encierran prestamente en sus habitaciones.

Hasta entonces los cónyuges no se habían conocido, pues aún no estaban vigentes los "viajes a vistas", y sólo el novio vislumbraba a su prometida a través de una pintura, con seguridad amable, que le habían enviado y que entusiasmó locamente al monarca por su belleza y hermosura. En su éxtasis, don Carlos no sabía más que decir: "¡Mi reina! ¡Mi reina!" al tiempo que la abrazaba y besaba. Este casamiento se hizo, pues, por el amor o mejor diríamos por la pasión del rey, y frente al criterio de su madre.

Quiso el rey de España Carlos II que su boda con la princesa María Luisa de Orleans, se celebrase en Madrid después de la de Quintanapalla en una capillita de palacio y que tan sólo se admitiese en ella a los grandes de España. Ningún embajador fue invitado a presenciar la ceremonia.

Era entonces embajador de Francia cerca de la corte española el mariscal Duque de Villars, hombre de méritos por su talento y valor personal, asi bien su moralidad y fanfarronería eran... poco más o menos las corrientes en caballeros de su linaje y dotes. El duque llegó a palacio el día de la boda, se enteró de las órdenes del monarca español y dijo: "La novia es sobrina del rey, mi señor, y realmente yo soy quien he hecho este matrimonio; por lo tanto, esas órdenes nada tienen que ver conmigo".

Acto seguido se metió en la capilla, y como no tenía lugar reservado en la misma, se sentó en el taburete que se hallaba en lugar preferente, a la cabeza de los grandes de España, destinado al condestable de Castilla.

Cuando este alto dignatario llegó, le advirtió al francés: "Este es mi puesto". A lo que contestó el de Villars: "Indicadme otro más preferente, y me iré".

El condestable tuvo el buen gusto de no contestar a esta impertinencia, se hizo traer otro taburete y la cosa no pasó de ahí.

Luis XIV de Francia
Luis XIV de Francia veía en la boda de María Luisa una posibilidad de apoderarse de España o por los menos de algunas de sus provincias. Pero Luis XIV no acertó en sus cálculos, su sobrina vino a ser la reina de España, y si bien se peleó tantas veces con su marido por sus relaciones con Luis XIV, nunca fue traidora ni desleal a la Corona. María Luisa siguió siendo en Madrid una francesa, pero nunca una extranjera enemiga de su nueva patria.

A sus diecinueve años, Carlos II padecía, sin la menor duda, una "eyaculatio precox", que determinaba una disfunción sexual en la pareja y una consiguiente inconsumación.

Pero un día o una noche el milagro se cumplió. El rey anunció que había consumado el matrimonio y se permitió bromas sobre el hecho, dando detalles del mismo como si fuese una gran proeza.

Pero el heredero no llegaba. Se culpaba de ello ahora a María Luisa, culpándola de estéril, pues en aquella época no se concebía la esterilidad masculina si se producía la erección.
Por ello los médicos del reino recetaron a la reina mil brebajes, sahumerios, potingues, emplastos y naturalmente sangrías y purgas, pero nada de ello dio resultado. Se probó entonces el remedio sobrenatural y llovieron las estampas, rosarios, novenas, trisagios y reliquias.

El pueblo, mientras tanto, canta una coplilla:

Parid, bella flor de lis,
que en aflicción tan extraña,
si parís, parís a España,
si no parís, a París.

Realmente la reina María Luisa era inocente de su pretendida esterilidad, pues el responsable de ella era el rey, que en las pocas veces que conseguía una erección eyaculaba precozmente.

El 8 de febrero de 1689 fue a cabalgar por los bosques del Pardo, y a su regreso se encontró mal. Al día siguiente no se levantó y tuvo fiebre, vómitos y diarrea. Los médicos dictaminaron cólera morbo; en realidad era un desarreglo intestinal producido por los mejunjes y brebajes que le propinaban los médicos de cámara. De ello se sucedió una apendicitis que con las purgas que le administraron se convirtió en peritonitis.

Murió a las nueve de la mañana del 12 de febrero. Aún no había cumplido los veintisiete años.

Se cuenta que cuando don Carlos estaba a punto de morir, una de sus últimas peticiones fue ver el cuerpo de su amada esposa, llorando sobre su cadáver corrompido, la tristeza de su propia existencia.


Fuentes:
- Historias de reyes y reinas
- www.portalsolidario.net


Esta entrada forma parte de la iniciativa puesta en marcha por Carolvs del blog Reinado de Carlos II, con motivo del 350º aniversario del nacimiento del rey Carlos II de España.

Todo comenzó en 1850, cuando se inauguró el edificio del Congreso de los Diputados. En el lugar donde hoy se encuentra los leones, se colocaron un par de grandes farolas que no fueron del agrado de los parlamentarios. Faltos de ideas, solicitaron los servicios de uno de los escultores de moda en la época, Ponciano Ponzano, que además tenía fama de realizar trabajos rápidos y de calidad.

A Ponzano se le ocurrió la idea de colocar un par de leones, pero como España no se encontraba en esos momentos en un buen momento económico, decidieron que los leones debían ser de yeso y pintados con una pintura que simulara el bronce.

En 1851, se colocaron éstos leones con la ovación de todos, pero prácticamente un año después se encontraban en un estado deplorable. Tras los ataques de la prensa por el estado de las figuras, los políticos decidieron que había que reemplazarlos por unos leones fundidos en bronce de calidad, y se pusieron de nuevo en contacto con Ponzano, quien realizó un presupuesto excesivamente alto para las pretensiones del país.

Al romper las negociaciones con el escultor, decidieron poner dos leones en piedra, realizados por José Bellver. Fue otro fracaso, eran demasiado pequeños y más que leones parecían dos perros falderos. Los leones fueron vendidos.

Todo se solucionó el 23 de marzo de 1860, cuando el ejército español consiguió una gran victoria en la Batalla de Wad-Ras, que culminó la campaña que España libraba contra las bandas rifeñas que atacaban la ciudad española de Ceuta. Los cañones capturados a las tropas marroquíes fueron fundidos y entregados a Ponzano para que los tornara en los dos leones que se ven en el congreso.


Fuentes:
- www.demo.opennemas.com
- ¡Que no se diga!

Información relacionada:
Wikipedia. Palacio de las Cortes

En octubre de 1931 las Cortes comenzaron a debatir si la Constitución de la República debía reconocer el derecho al voto de las mujeres. En aquel momento, en España no había un movimiento sufragista al estilo del inglés.

Clara Campoamor
En Cataluña, las asociaciones feministas estaban muy vinculadas desde principios de siglo al catalanismo conservador. En este proyecto político, las mujeres tenían el papel de guardar y transmitir las tradiciones, como madres en primer lugar, y como esposas después. La familia tenía que ser su marco natural de actuación, con el añadido de las obras piadosas y humanitarias. Francesca Bonnemaison o Dolors Montserrat representan esta corriente; la excepción es Carme Karr, sufragista desde el primer momento.

Al llegar la República, el sufragio femenino es un tema “olvidado” por los distintos partidos. El 29 de junio de 1931, cuando los hombres votan por unas Cortes Constituyentes, un manifiesto firmado por el colectivo “Les dones catalanes” y publicado en L’Opinió se queja de este olvido:

“Solamente la izquierda catalana ha recordado que prestaría protección esmerada a las madres y a los niños. No es eso, no es protección lo que nosotras pedimos: queremos que se reconozcan nuestros derechos, iguales a los del hombre. Ahora que se trata de estructurar un pueblo, que no parezca que sólo hay hombres sobre la tierra”.

Margarita Nelken
Asimismo, la presión social a favor del sufragio femenino es débil. En las Cortes Constituyentes de la República, la mayoría republicana y socialista plantea la cuestión por coherencia con sus ideales democráticos, pero con muchas dudas sobre el efecto político de la medida: entonces se daba por supuesto que muchas mujeres votarían lo que les mandase su sacerdote, es decir, a la derecha. Las tres parlamentarias de aquella primera legislatura republicana también discrepaban: Margarita Nelken y Victòria Kent, las dos de izquierdas, por un lado, y la centrista Clara Campoamor, por el otra. Según la historiadora Mary Nash, “De ellas tres, dos eran contrarias a la concesión del voto a las mujeres, Margarita Nelken y Victòria Kent: no era conveniente en aquel momento conceder el derecho de voto a las mujeres porque votarían a la derecha o en nombre de la Iglesia. En cambio, quien tomó la defensa fue Clara Campoamor, que dijo que el nuevo régimen no podía considerarse democrático si las mujeres, la mitad de la población, estaban excluidas”.

Victoria Kent
Finalmente, en diciembre de 1931, las Cortes aprobaron el sufragio femenino. En la votación final participaron sólo 21 diputados catalanes: 15 a favor, 6 en contra. A partir de ese momento, los diferentes partidos crearon sus secciones femeninas. En Cataluña lo hizo, por ejemplo, Esquerra Republicana, el partido mayoritario, y la Lliga, su rival de la derecha. Pero en las elecciones catalanas de 1932, las mujeres tampoco pudieron votar por problemas de censo. El primer golpe fue en las generales del año siguiente, que marcaron la reacción contra el denominado “bienio reformador”. La prensa de la época se dio prisa en atribuir el giro político al voto femenino.

Tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, las mujeres tardaron cuarenta años en poder volver a votar en unas elecciones democráticas... Las mujeres, y los hombres.


Fuente:
Cierzo

Información relacionada:
Wikipedia: Victoria Kent
Biografías y vidas: Margarita Nelken
Mujeres de leyenda: Clara Campoamor

El Tratado de los Toros de Guisando o Concordia de los Toros de Guisando es el nombre de un acuerdo alcanzado el 18 de septiembre de 1468 en el cerro de Guisando (junto al grupo escultórico homónimo), en la actual localidad abulense de El Tiemblo, entre el rey de Castilla Enrique IV y su hermanastra Isabel I de Castilla, por el que esta era proclamada Princesa de Asturias, y por lo tanto, reconocida como heredera de la Corona de Castilla. Como no hay documentos o referencias contemporáneos que confirmen su existencia, algunos historiadores piensan que pudo ser una historia creada más tarde para legitimar la sucesión.

La guerra civil había comenzado en Castilla en 1464, cuando una serie de nobles se había rebelado con la intención de hacer abdicar al rey y deponer a su valido, Beltrán de la Cueva. Los nobles rebeldes llegaron a deponer simbólicamente a Enrique IV y a entronizar en su lugar a su hermanastro Alfonso en 1465. No obstante, la muerte del infante en julio de 1468 convirtió a la hermanastra de Enrique, Isabel, en el candidato de los nobles rebeldes. Sin embargo, la infanta prefirió pactar con su hermano, utilizando como mediador a Antonio de Veneris. Tras unas vistas realizadas en Castronuevo, se llegó a un acuerdo preliminar, por el que finalizaría la guerra. El acuerdo se formalizó el 18 de septiembre de 1468 en Toros de Guisando. Mediante el acuerdo, todo el reino volvía a la obediencia del rey y a cambio Isabel pasaba a ser princesa de Asturias y recibía un amplio patrimonio. El matrimonio de la princesa debía realizarse sólo con el consentimiento previo del rey. Juana, la hija de Enrique IV, quedaba desplazada de la posible sucesión, al declarse nulo el matrimonio del rey y la reina.

Sin embargo, la boda de Isabel con el infante aragonés Fernando, sin aprobación del rey, celebrada en Valladolid (1469), motivó el repudio de la Concordia por Enrique IV. El rey reconoció nuevamente los derechos de su hija Juana en la Ceremonia de la Val de Lozoya (25 de noviembre de 1470).

Puntos del tratado:
  1. Isabel debía ser reconocida como heredera y trasladada a la Corte donde permanecería, bajo custodia del propio monarca, de Fonseca, de Villena y del conde de Plasencia, hasta su matrimonio.

  2. Isabel sería reconocida como Princesa otorgándose su juramento por las Cortes y la Junta de la Hermandad en plazo de cuarenta días. Nulidad, pues, de las Cortes de Madrid de 1462.

  3. Isabel recibía el Principado de Asturias y las rentas de Ávila, Huete, Úbeda, Alcaraz, Molina, Medina del Campo y Escalona.

  4. Isabel se comprometía a casar con «quien el dicho señor rey acordare y determinare, de voluntad de la dicha señora infanta y con acuerdo y consejo de los dichos arzobispo, maestre y conde, y no con otra persona alguna».

  5. Se haría «divorcio y separación» entre Enrique y Juana, enviándose nuevamente a doña Juana a Portugal.

  6. La «hija de la reina» debería ser llevada a la Corte permaneciendo en ella, hasta que se acordara para ella un matrimonio conveniente.

  7. Enrique IV entregaba el alcázar de Madrid con el tesoro allí depositado a la custodia del arzobispo Fonseca y del conde de Plasencia.

  8. Villena, Stúñiga y Fonseca garantizaban el cumplimiento de la palabra del rey, amenazando apartarse de su servicio si de ella se desviaba.

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