lunes, 5 de agosto de 2013

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El cuento: origen y desarrollo (29) por Roberto Brey


29
Henry
James
(1843-1916)
Una vida de aristócrata fue la que tuvo Henry James en su país. Nacido en Nueva York, dentro de una familia irlandesa que resolvió todos los problemas económicos para varias generaciones, desarrolló su amor por la cultura europea, como producto de los viajes promovidos por su padre, que lo consideraba como parte ineludible de su educación. Intentó tomar, tanto de Europa como de América, lo mejor de ambas culturas, pero finalmente llegó a naturalizarse como británico poco antes de su muerte.
Como Irving y Hawthorne, James también vivió en Europa y conoció innumerables intelectuales. Europa fue el destino de muchos (intelectuales y nuevos ricos) para adquirir ese barniz de cultura y de urbanidad, que pudieran alejarlos del “salvajismo” de América. Para ellos era inocultable la admiración que sentían por el viejo continente, la patria de sus ancestros. Todo lo contrario de lo que ocurría con Mark Twain, que en su literatura solía burlarse de lo que para otros era el inigualable carácter europeo.
Según el crítico Jaime Rest, Henry James se inspira en Europa para obtener su literatura de más alta calidad. Y el propio James, en uno de sus cuentos analiza horrorizado el destino de un norteamericano, que de no haber obtenido la cultura europea, se hubiera convertido en un mediocre comerciante sin aspiraciones trascendentes. Sin embargo, Rest rescata “un gran sentido crítico y un absoluto equilibrio en el análisis de los sentimientos encontrados que origina el enfrentamiento de culturas…” Y sugiere que ese tema no sólo deriva de la experiencia del escritor en sus viajes por Europa, sino también por la influencia que recibe de Hawthorne.
Y sobre el tema es el propio Henry James quien escribe en un ensayo biográfico sobre Hawthorne: “Un hombre que tuvo el honor de llegar al mundo nada menos que en el día (4 de julio de 1804) en que la gran República sufre su más agudo ataque de autoconciencia… y es saludado por el tañido de campanas y el trueno de los cañones… recibe por esto el encargo de realizar algo grande”.
Para su biógrafo, León Edel, James no tiene nada que ver con ese individuo esquivo y distante con el que a veces se lo identifica, sino que por el contrario, tuvo vinculaciones con casi todos los escritores más importantes de la época, entre los que nombra a Browning, Stevenson, Daudet, Turguéniev, Emile Zolá, Maupassant, Conrad, H.G.Wells, Kipling. Edel asegura que James domina la literatura de los Estados Unidos “porque las ramificaciones de su carrera son abundantes –y complejas-, en comparación con las vidas más simples y las obras más simples de otros novelistas norteamericanos. En verdad, el llamado ‘renacimiento’ del interés por la obra de James ha consistido en descubrir que es una gran figura mundial de las letras, un verdadero puente entre el movimiento romántico y todo lo que es ‘moderno’ en el arte del siglo veinte.”
Como se dijo antes, si dos fuerzas gigantescas atraviesan la literatura norteamericana de fin del siglo XIX, una de ellas bien podría estar representada por Henry James con su cosmopolitismo y la otra por quienes intentan encontrar una voz propia, una fuerza ‘nacionalista’, encarnada en la literatura de Mark Twain.
Cuentista
Para Jaime Rest, la capacidad novelística de James es incomparable, aunque su “detallado análisis de la conciencia y de la conducta a veces deriva hacia una atmósfera enrarecida que puede fastidiar al lector” no acostumbrado. Pero también asegura: “…la naturaleza del cuento moderno –con su característico manejo de una realidad fluida y caleidoscópica- se presta sobremanera para el temperamento de James, que halló esta forma muy apta para el despliegue de su estrategia irónica.”
Rest cree que el centenar de relatos cortos que escribió son de una “calidad excepcionalmente uniforme”, pero rescata algunos relatos que tipifican esa percepción. Los fantásticos: “El altar de los muertos”, “Los amigos de los amigos”, “La fuente sagrada”, “Otra vuelta de tuerca”. Experiencias de artistas: “La Lección del maestro”, “La figura en el tapiz”, “El árbol de la ciencia”, “Lo real”.
James también ejerció la crítica literaria (“El arte de la ficción”, “El futuro de la novela” y centenares de artículos sobre escritores), incursionó en el teatro con éxito escaso y escribió varios libros de viajes y tres volúmenes de autobiografía.
Si bien James puede ser considerado un narrador realista (sin militancia en el realismo como movimiento artístico, aclara Rest), se destaca en la indagación del hombre y su mundo circundante, “a través de un detenido estudio de los niveles más profundos de la relación interpersonal, en los cuales se cargan de sentido las actitudes inexpresadas y las palabras superficialmente imprecisas.”
La ambigüedad fue considerada una de las características de su escritura, que indaga en la condición humana, en los móviles que guían a su personajes, que generalmente terminan en el fracaso y la muerte a causa de sus antagonistas.
Uno de sus relatos más famosos (llevado al cine en numerosas adaptaciones) es “Otra vuelta de tuerca” (1898, año en que nace Hemingway), que cuenta la historia de una institutriz que debe educar a dos niños huérfanos en una apartada y rica mansión. Contratada por el tío de los niños, se encuentra con una difícil situación cuando empieza a descubrir extrañas conductas en ellos y conoce la historia de la muerte de la persona a quien sustituye y de la relación sentimental que la unía a un jardinero que trabajó en la casa con anterioridad. Aparentemente la relación influía en los niños y, de alguna manera, sigue presente a través de apariciones que sólo ella ve. Por sus características, el drama que se desata y su final bien puede ser considerado un perfecto relato de terror. Claro que algunos críticos se inclinan por acentuar el carácter psicologista de la historia, poniendo en duda los hechos, que bien pueden estar sólo dentro de la mente de la trastornada institutriz. En el relato, la historia proviene de la lectura realizada por un tercero, de la crónica de los hechos que dejó escrita la protagonista (un recurso común entonces), por lo que de esa manera el autor parece desentenderse por completo de la autenticidad de la narración.
Pero lo que más pesa en la historia es que por primera vez aparece un niño protagonizando un relato terrorífico (para colmo son dos), lo que le da mayor efecto al relato, acentuado además por la ambigüedad señalada, que posibilita las diversas interpretaciones que produce.
Cabalmente reconocido después de su muerte, James se convirtió en el escritor más representativo del cosmopolitismo y un precursor de las innovaciones literarias del siglo XX.
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El cuento: origen y desarrollo (28) por Roberto Brey

“Si Emerson, Thoreau y Whitman son los profetas esperanzados, y Hawthorne es el alma puritana atormentada por la culpa, Melville es un titán perseguido por el mal”, lo definiría Nora Dottori. Pero para ella, éste no se encierra en la introspección: “sale a buscar el mal por el mundo, y no vuelca esta búsqueda en estructurados relatos, sino en una epopeya grandiosa, desgarrada y vital.”
Nacido en Nueva York y perseguido por la humillación que la quiebra comercial de la familia le produce, a los 15 años trabaja como empleado y al poco tiempo se embarca como marinero. Varios años transcurre en los barcos balleneros de la entonces floreciente industria, recorriendo el Pacífico y llegando a vivir con los indios de Tahití, y a su vuelta, a partir de 1846, traduce en libros las experiencias vividas.
“Typee” (1846) describe la vida en el paraíso indígena de Taipi, comparándola con el mundo occidental.
En “Omoo” (1847), en tono de comedia dramática describe la vida de los vagabundos y de la degradación que el blanco provoca en los indígenas. “Mardi” (1849), una alegoría de difícil interpretación y dos novelas con experiencias marineras, serían el prólogo a su obra más famosa: “Moby Dick” (1851). De una estructura singular, la simbólica persecución del mal, encarnado en la ballena blanca, era presentada como novela, pero en ella coexistían largas descripciones del mar, de la vida marinera, de la caza y de las ballenas en sí, de su mitología y de su inserción en la literatura y la leyenda.
Libro controvertido por sí mismo, toda la obra de Melville sufrió diferentes y contradictorios avatares hasta el presente, pero Moby Dick permitió múltiples interpretaciones. El horror representado en su blancura, en el capítulo ‘La blancura de la ballena’ puede hasta remitir a las páginas de Poe que rescata Borges del Nantucket de Arthur Gordon Pym como: “una sistemática pesadilla cuyo tema secreto es el color blanco”.
Los cuentos de Melville también hablan de la maldad humana, de las almas perdidas en un mundo incomprensible, como “Bartleby”, el cuento publicado 1856, tomado de sus experiencias tempranas como oficinista, las que curiosamente retoma en la Aduana de Nueva York después de la mala acogida con que fuera recibida Moby Dick. Para algunos, ese cuento puede haber sido producto de su decepción, encarnada en la decisión de Bartleby de “no copiar más”. Y para algunos influyó en otros escritores, como Emily Dickinson en su poema “There’s a certain slant of light”. Para otros, Batherbly permite prefigurar a Franz Kafka.
Melville escribe sobre su amigo, al que también consideraba su maestro, Nathaniel Hawthorne:
“A pesar de toda la luz de veranillo de San Martín que ilumina la parte de acá del alma de Hawthorne, el otro lado –como la mitad oscura del globo terráqueo- está envuelta en una oscuridad diez veces negra. Pero esta oscuridad no hace sino destacar más la aurora que lo mueve todo, avanza constantemente a través de él y circunnavega su mundo… Es cierto, sin embargo, que de esta gran potencia de oscuridad que hay en él deriva la fuerza de sus apelaciones a ese sentimiento calvinista de la Depravación Innata y el Pecado Original de cuyas visitaciones, en una u otra forma, no está siempre y enteramente libre ninguna mente que piensa profundamente. Pues en ciertos estados de ánimo ningún hombre puede pesar este mundo sin poner en el platillo algo que se parezca de algún modo al pecado original para nivelar la balanza desnivelada… Ahora bien, es esa oscuridad de Hawthorne la que me llama tanto la atención y me fascina tanto; esa oscuridad es la que produce la sombra infinita de su fondo, ese fondo contra el cual Sahkespeare destaca sus más grandes concepciones, las cosas que le han dado su fama más alta si bien más circunscripta como el más profundo de los pensadores… Hay en él esas cosas profundas y lejanas, esos destellos ocasionales de la verdad intuitiva, esas indagaciones breves y rápidas en el mismo eje de la realidad; son las mismas cosas que hicieron Shakespeare a Shakespeare. Por boca de personajes enigmáticos como Hamlet, Timón Lear y Yago dice hábilmente, o a veces insinúa, las cosas que sabemos son terriblemente ciertas, que sería todo menos locura que cualquier hombre bueno dijera o que insinuara. Atormentado por la desesperación, Lear, el rey frenético, se arranca la careta y dice las locuras de la verdad vital…”
El cuento más famoso de Melville, “Bartleby”, puede leerse en:
http://www.booksfactory.com/cgi-bin/schlabo/dl4.pl?bartleby_escribiente
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En cuento: origen y desarrollo (27) por Roberto Brey

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Primeros cuentistas norteamericanos
Washington Irving (1783-1859) Nació en Nueva York, donde se recibió de abogado. Dedicado a los negocios vivió tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos. Desde joven se sintió atraído por la literatura y se inició relatando historias recogidas en un viaje realizado por el río Hudson.
En 1809 escribe una parodia de gran éxito “Historia de Nueva York desde el Origen del Mundo hasta el Final de la Dinastía Holandesa”, al que presenta como un supuesto estudio realizado por un personaje inventado por él: el holandés Diedrich Knickerbocker. Considerado el primer relato humorístico en los Estados Unidos, reflejaba tan bien la mentalidad de los holandeses en tierras americanas, que durante mucho tiempo el nombre de ese personaje sirvió para designarlos.
A su vuelta de un viaje por Inglaterra donde conoció al escritor Walter Scott, y animado por él, escribió “El libro de los bocetos de Geoffrey Crayon, Gent”, una serie de ensayos y cuentos publicado en 1819-20 en varios volúmenes, y en formato de libro en Inglaterra en 1820. De estos relatos se destacan “The Legend of Sleepy Hollow” y “Rip Van Wilke”, este último considerado un símbolo del espíritu americano, de los sueños que generó la inmigración europea y también del desengaño de los pioneros y de los deseos de volver a un mundo que ya no existe.
Uno de los principales reparos a su escritura es la fuerte influencia europea, en particular la adaptación de las leyendas alemanas.
Rip Van Winkle puede leerse en:http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/otrosautoresdelaliteraturauniversal/washingtonirving/RipVanWinkle.asp
Los buscadores de tesoros (de “El libro de los bocetos) en:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/otrosautoresdelaliteraturauniversal/washingtonirving/losbuscadoresdetesoros.asp
Nathaniel Hawthorne (1804-1864)
Nacido en Salem, Massachussets, el centro mismo del puritanismo, con una familia cuyos antepasados habían formado parte del jurado de aquella caza de brujas que hizo famosa a la ciudad, Hawthorne no manifiesta intenciones de trascendencia, y es un ser retraído hasta que asiste a la universidad de Maine, abandonando la tradición de padre y abuelo, de convertirse en capitanes de navío. En 1841 se acerca quienes realizan su experiencia de vida con la naturaleza, pero rechaza el trascendentalismo (movimiento filosófico inspirado en Kant, y que en EE.UU. se identifica con Emerson), por imposible. En 1928 publica una novela sin mayor repercusión, pero luego escribe los cuentos que integrarían el volumen “Cuentos vueltos a contar”, que tanta impresión causarían en Edgar Allan Poe (donde se encuentran “Wakefield”, comentado en el capítulo 4).

Después de un paréntesis se casa y retoma la actividad literaria, cuando produce su segunda y más famosa novela: “La letra escarlata” (1850) y es también cuando inicia su amistad con Melvilla, quien le dedicó su “Moby Dick”.
La ética de Hawthorne, influenciada por el puritanismo, su aversión por el mal y el pecado, lo llevaron a encarar con fuerza esa temática en algunos de sus cuentos, como “El velo negro del ministro” (donde el pecado imperdonable lleva a conflictos insalvables). También deplora el ansia desmedida del conocimiento para lograr poder sobre el mundo. “Todo los que aísla condena; todo lo que asocia, salva”, decía. Temática que aborda en otros cuentos como “Ethan Brand” y “El joven Goodman Brown”.
De todas formas, no es posible saber, tanto como ocurre con Poe, si lo trágico, lo dramático, lo fantástico, eran parte de su ser o bien sólo la voz del narrador, de alguien que se había aislado de la vida y decía que había vivido soñando que vivía.
Jorge Luis Borges observa, en el prólogo de uno de sus libros, que sus cuentos expresan «el tenue mundo crepuscular, o lunar, de las imaginaciones fantásticas».
Y el mismo Hawthorne hablaría sobre esa función de la media luz del “tenue mundo crepuscular” que brilla sobre los hechos oscureciéndolos a medias, pero para lograr penetrar más profundamente en ellos, que también permitirá al lector tomar distancia, flotar en la bruma del tiempo que fue.
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El cuento: origen y desarrollo (26) por Roberto Brey

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Norteamericanos
Los inicios 
Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Pastor protestante, hijo y nieto de pastores, sus obras mayores fueron los ensayos (es considerado uno de los pioneros del género en su país) también tradujo y escribió poesía. Figura capital de los “trascendentalistas” (su órgano, “The Dial”, era editado por la escritora y feminista Sarah Margaret Fuller), tuvo gran influencia en la cultura norteamericana y terminó rompiendo con la iglesia (“el hombre debe ser su propia iglesia”).
Sobre Emerson ejercieron gran influencia Platón, Carlyle y el poeta romántico inglés Wordsworth. El «eterno problema» de la filosofía, según Emerson, estriba en la relación entre el espíritu y la materia. Lo resuelve como idealista objetivo: “La naturaleza es el símbolo del espíritu”. El supremo principio sintético del ser es la supra-alma, decía, y consideraba que la contemplación, luego la intuición y el éxtasis son los mejores procedimientos para penetrar en la esencia de las cosas. En el mundo existe por doquier la belleza, cuyos rasgos fundamentales son la armonía, la perfección y la espiritualidad. (“La creación de belleza es arte”). Pensaba que en la tierra “impera una lucha eterna y un antagonismo de intereses entre ricos y pobres”, y sus simpatías se hallaban al lado de los pobres.
Criticaba duramente el régimen burgués y se manifestaba contra la esclavitud en los Estados Unidos, contra las guerras de conquista. “En un planeta poblado por conservadores –dijo- aún puede nacer un reformador.” Individualista exacerbado, defensor del régimen político imperante en su país, su pensamiento contribuyó al desarrollo de la literatura y del propio sistema social. Al final de su vida, se inclinó hacia el misticismo. Obras principales: «Naturaleza» (1835), «Ensayos» (1841, 1844), «Hombres representativos» (1850).
Henry David Thoreau (1817-1894), fue un filósofo anarquista que influyó sobre Emerson. En 1846, Thoreau se negó a pagar impuestos debido a su oposición a la guerra contra México y a la esclavitud en Estados Unidos, por lo que fue condenado a prisión durante unos días. De este hecho nació su tratado La desobediencia civil, pionero al proponer algunas ideas como el pacifismo y la no violencia. Considerado por algunos como el primer ecologista, su ensayo fue influyente en Tolstoi (que se verá más adelante) y en Mahatma Gandhi.
Su obra y su ejemplo tuvieron fuerte influencia en los movimientos en defensa de los derechos civiles (el propio Martin Luther King expresó abiertamente su admiración), el pacifismo y el ambientalismo. En 1960, una efigie de Thoreau entró en el Panteón de los Héroes Norteamericanos de la Universidad de Nueva York.
Apuntes, ensayos y descripciones fueron publicados luego de su muerte. “Walden” (1854) es un relato de su pasaje por dos años en soledad junto a la naturaleza y también son famosos sus ensayos condenando la esclavitud.
James Fenimore Cooper (1789-1851) es otro de los escritores fundantes
de la literatura norteamericana, íntegramente dedicado a la novela. Hijo de pioneros devenidos en terratenientes, pasó parte de su infancia en la finca de sus padres en el estado de Nueva York, pero en el límite con el desierto. Expulsado de la Universidad de Yale, se alistó en la marina, viajó a Europa, pero volvió para administrar las propiedades familiares. Sus primeras novelas (“Los pioneros”, “El piloto”, “El último de los mohicanos”, “La pradera” y “El corsario rojo”) fueron muy populares y tenían como personajes principales a hombres de la frontera. En ellos mezcla el romanticismo europeo con la exageración de las virtudes de los pioneros y la creación de una verdadera epopeya del desarrollo de su país.
Posteriormente sus escritos se inclinaron hacia el terreno más realista, con la trilogía crítica sobre las instituciones del Viejo Mundo y sus novelas “Stanstoe”, “El encadenado” y “Los pieles rojas”, donde defiende el sistema social de la época.
Su aporte fundamental fue el de la exaltación de la cultura nacional en oposición a la cultura inglesa.
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El cuento: origen y desarrollo (2a. parte, 25) por Roberto Brey

2da PARTE
En la primera parte de estas reseña se trató de esbozar lo que puede haber sido el origen del cuento como género y a quienes, a partir de principios del siglo XIX, le dieron ese carácter autónomo, que lo elevó a un grado de popularidad e importancia como para ubicarlo en el definitivo podio de género literario.
Poe, los franceses, los rusos, lo convirtieron en un modelo literario que fue seguido y desarrollado en el tiempo. A partir de ellos nunca más fue un género menor, y contó con momentos excepcionales, donde su altura artística le permitió tener cultores casi exclusivos, como el mismo Poe o nuestro Jorge Luis Borges.
En esta parte, el recorrido será más amplio, aunque naturalmente exiguo y limitado a los gustos y conocimientos de quien reseña, pero intentará acercar, por lo menos, las mejores obras y los autores más importantes de mediados del siglo XIX.
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Los norteamericanos
El aporte de Edgar Allan Poe significó mucho para el cuento, fundamentalmente por haber sabido fijar determinadas normas (que no siempre él mismo cumpliría), que dieron el basamento que permitiría empezar a estudiar y analizar el género. Los nuevos autores, en su mayoría respetaron los grandes lineamientos brindados por Poe, o por lo menos lo tomaron como base para desarrollar diversas variantes.
(De aquellos lineamientos ya se habló en las primeras notas de esta reseña, y sobre los diferentes aportes y opiniones se tratará de dar algunos datos mínimos pero imprescindibles.)
Poe no fue el único cultor del cuento en su país; como él mismo explicó en su momento, su escritura estuvo referida a otros autores, como Irving o Hawthorne. A partir de allí el cuento en EE.UU. tuvo muchos cultores, de alta calidad y de gran variedad, que aportaron muchísimo a la literatura universal, a los cuales iremos haciendo referencia en los próximos capítulos.
Pero es imposible comentar la literatura de Norteamérica en el siglo XIX sin tener en cuenta los profundos cambios que se iban produciendo en el país, en particular su crecimiento territorial y su desarrollo económico, que poco después le haría ocupar un lugar de privilegio en el panorama de naciones dominantes en el mundo.
Un país en crecimientoEn el siglo XIX los Estados Unidos le compran Florida a España, Lousiana a Francia y Alaska a Rusia, les quitan las tierras a los indios (luego de exterminarlos) y se quedan con la mitad del territorio mexicano (un millón y medio de kilómetros cuadrados), que se anexan por medio de las armas. También toman Hawai y, guerra mediante, ocupan Cuba, Puerto Rico y Filipinas, además de incidir en toda América con su fuerza económica y militar. Hacia fines de siglo el desarrollo petrolero estaría encarnado en la Standard Oil (el trust de Rockefeller), el poderío bancario de la mano de Morgan y se produce un desarrollo capitalista acelerado que se afianza a partir de 1860, con el enfrentamiento con los terratenientes del sur, que trae como consecuencia la Guerra de Secesión, la derrota del feudalismo y del esclavismo y el avance incontenible del capitalismo, a través de la industrialización y la fragmentación del sistema agrícola de los estados del sur.
Por entonces ya se había puesto en práctica la Doctrina Monroe (1823) con la famosa frase “América para los americanos”, que pretendía evitar ingerencias extra continentales, pero que de alguna manera marcaba a fuego la política norteamericana de intervención permanente en los asuntos latinoamericanos, sin ingerencia de otras potencias
Como señala la escritora Nora Dottori en “La búsqueda de una expresión natural…”:
“Las condiciones geográficas, los factores históricos, la posibilidad de una rápida expansión a través de territorios casi inexplorados determinaron que los autores norteamericanos fueran adquiriendo una visión propia de la realidad y que la expresaran mediante fórmulas y recursos originales.” 

Dottori señala que a esta corriente “nacionalista” se le opone otra europeizante, cosmopolita (similares corrientes se daban, recuerden, en la Rusia de Pushkin), y ambas alcanzan su plenitud hacia fin de siglo.
Dottori define los comienzos de la literatura norteamericana influenciada por las concepciones románticas de Europa: “los cuentos de Washington Irving hacen suponer el impacto del ‘märchen’ alemán (con el término märchen se define un género literario propio del romanticismo alemán, que deriva de las leyendas populares, de las fábulas, pero como relato alegórico, simbólico -recuérdese a los hermanos Grimm-, puede ser entendido según el ángulo de percepción desde el cual es considerado); la obra de Poe trasunta una incesante nostalgia de la cultura del viejo mundo; las narraciones de Fenimore Cooper, aunque inspiradas en episodios de la vida local, dejan entrever el antecedente de Walter Scott.” Señala los llamados a la independencia cultural de Emerson y Thoreau, y marca las diferencias existentes, a mediados del siglo XIX, entre dos escritores: “mientras en Hawthorne se destaca el ascendiente europeo, en Melville hay una búsqueda de recursos épicos que tal vez respondía a la vastedad del territorio americano y a las concepciones expansionistas imperantes.” 

Pero para la escritora, es a fin de siglo cuando se da el punto culminante entre estas concepciones “a través de dos figuras decisivas por su prominencia y significación: Mark Twain y Henry James. El primero representa la incorporación del sur donde había nacido y la frontera occidental (…) El segundo encarna, en cambio, la tradición gentil de Nueva Inglaterra, ejemplificada por el europeísmo bostoniano y por la cultura cosmopolita de la Universidad de Harvard.” 

Aunque no se conocieron entre sí, ambos fueron la cumbre de la prosa norteamericana. Uno, James, terminó adoptando la ciudadanía británica poco antes de morir, y el otro, Twain, fue considerado por Hemingway como el origen de la moderna literatura norteamericana.
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El cuento: origen y desarrollo (24) por Roberto Brey

Imágenes y personajes
Son muchos los escritores que explican la necesidad de expresarse con imágenes para lograr el mayor efecto en el lector.
No es lo mismo dar la imagen del peligro que mostrar el peligro concreto, por algo el hombre le teme más a la oscuridad, a lo que no se puede ver, a ese peligro latente más que al real, al concreto, que permite conocer lo que se aproxima. Algo que Poe, por ejemplo, supo concretar en su cuento “El pozo y el péndulo”.
Por supuesto que el artista sabe perfectamente que una idea no puede expresarse de forma vulgar, aunque sea correctamente, porque aunque fuera entendida, no produciría ningún efecto especial, tal como sí lo debe producir la obra de arte. ¿Por qué equivale a un verdadero descubrimiento expresar por medio de imágenes una idea que sea del dominio de todos, de la que se habla todos los días? ¿No será porque al repetirse una idea pierde su sentido y sólo se reconoce de nuevo cuando aparece en la imagen? Y la idea se forma en imagen en la mente del escritor, y éste la transmite en palabras que provoquen una nueva imagen en la mente del lector.
Turguénev expresa su idea al respecto en una carta dirigida a un escritor novel, que se quejaba por encontrar a menudo sus propios pensamientos ya expresados en libros de otros autores. Dice Turguénev: “…Usted parece lamentarse de haberse encontrado en más de una ocasión con pensamientos que le parecían pensamientos propios, suyos; un verdadero poeta que piense en imágenes nunca habría experimentado nada semejante.”
Otro tema que preocupa a los lectores es cuánto de autobiográfico existe en los personajes que crea el escritor. Y por supuesto que éste siempre responde que muchos de sus personajes tienen algo de su propio carácter. En ese sentido también Turguénev habla, por ejemplo, del “placer… que proporciona ajusticiarse a sí mismo, fustigar sus propios defectos en los personajes de ficción imaginados.” Como alguien señaló acertadamente con respecto a la pintura, en los autorretratos de Rembrandt hay una galería de tipos diferentes, cada uno de ellos parecido al propio artista y, al mismo tiempo, distinto de él.
Nobles demócratasAl igual que su admirado Gogol, Turguénev no deseaba el completo relevo de las clases dirigentes; él cifraba grandes esperanzas en la renovación moral de la nobleza, viendo en ello el camino hacia el mantenimiento de su papel rector. Para él eran importantes las cuestiones de orden ético-moral, y también la posibilidad de conseguir la dicha personal cuando esa posibilidad se contradice con el deber moral.
De él, el escritor Saltikov-Schedrin decía en 1859: “¿Qué se puede decir de todas sus obras en general? ¿Que después de su lectura se respira mejor, mejor se cree y se siente una grata dulzura en el alma? ¿Que se percibe con nitidez cómo se va elevando nuestro nivel moral, que se bendice mentalmente y que se ama al autor? Mas todo ello serían simplemente lugares comunes, sin embargo ésa, precisamente esa impresión dejan estas imágenes de clara transparencia, de aérea sutilidad, esta fuente maravillosa en la que, de cada una de sus líneas, brotan impetuosos el amor y la luz…”
Las críticas de su época a las obras de Turguénev provinieron, tanto de los intelectuales vinculados al régimen zarista como de los demócratas revolucionarios, que pedían mayor claridad al expresar las críticas al sistema.
Sus propios orígenes impedían a estos escritores tomar actitudes más activas a favor de los cambios que se necesitaban en Rusia, pero al mismo tiempo su visión de artistas los hacía describir claramente cuáles eran las condiciones en que se vivía y los anhelos y las esperanzas de los protagonistas de sus obras.
Vaya como ilustración el epílogo de “Almas muertas”, para ver cuál era la concepción de estos hombres que, según parece, muy poco consiguieron después de tantos años, a no ser por la belleza y la alegría que produce la lectura de sus obras.
Epílogo(En casa del gobernador. Entran el Jefe de Policía, el Intendente, el Gobernador, todos los Funcionarios. Aparece el Príncipe. Todos se inclinan ante su presencia)
Príncipe: “Antes de volver a San Petersburgo, me ha parecido conveniente reunir a todos ustedes y en parte explicarles el motivo de esta reunión. Ha ocurrido en este distrito un caso escandaloso que ustedes ya conocen. Este asunto ha desenmascarado a personas a las que yo tenía por honradas. Y es de los que por excesivamente innobles claman justicia. Sé que nada, ni los ruegos, ni el temor a los castigos pueden extirpar la corrupción. Está hondamente arraigada. El deshonroso hecho de recibir propinas se ha transformado en una necesidad hasta para los que pueden prescindir de ella. Sé que muchos no pueden luchar contra la corriente. Pero dejando por ahora a un lado el grado de culpabilidad de cada uno, pensemos que debemos salvar a nuestro país. Hay una fuerza perniciosa que la misma ley no puede vencer. Todo está tasado, todo tiene precio. Ningún funcionario, ni aunque fuese el más sabio o el más cruel de los hombres de gobierno, poseería la fuerza necesaria para remediar esta situación si no se va formando una conciencia de este tremendo mal. Solamente puede sanearse la administración si cada uno de nosotros siente que debe rebelarse contra la injusticia. Si cada uno siente más de cerca las obligaciones que crea al individuo su puesto en el mundo, porque desdichadamente tenemos una pobre idea de estos deberes.”

Algunos cuentos de Turguénev pueden leerse en:
“Un sueño” http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/turgue/suenyo.htm
“Birouk” http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/turgue/birouk.htm
“El bosque y la estepa”http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/turgue/bosque.htm
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El cuento: origen y desarrollo (23) por Roberto Brey

Iván Turguénev es otro de los grandes escritores realistas del siglo XIX. Se destacó por sus novelas, pero también escribió varios cuentos, aunque algunos, por sus características y longitud, se acercan a la novela corta.
De familia de terratenientes, Turguénev estudió durante un año en la Universidad de Moscú y luego en la Universidad de San Petersburgo, especializándose en los clásicos, literatura rusa y filología.
A los veinte años en Berlín, en cuya Universidad estudia historia y filosofía, particularmente a Hegel, se siente impresionado con la sociedad alemana, y vuelve, como muchos otros escritores e intelectuales, con la idea de que Rusia podía progresar imitando a Europa, en oposición a la tendencia eslavista que era fuerte en esa época en su país.
Como muchos intelectuales nobles de la época, se mostró contrario al sistema de servidumbre imperante en su país, que recién se aboliría en 1861.
Justamente, gracias a uno de los vasallos de su familia conoce la poesía de Mijaíl Jeraskov (un popular poeta del siglo XVIII) e inicia su actividad literaria, con poemas y esbozos, que recibieron comentarios favorables de Belinski.
En el final de su vida, Turgénev residió poco en Rusia, prefiriendo Baden-Baden o París, desde que conoció en el teatro Mariinski de San Petersburgo a la cantante Paulina García de Viardot, por quien abandonaría Rusia para establecerse en Francia.
Turguénev nunca contrajo matrimonio, si bien tuvo un hijo con una de las siervas de su familia. Alto y robusto, su carácter se destacó por su timidez, introspección y hablar suave. Su amigo literario más cercano fue Gustave Flaubert. Sus relaciones con Tolstoi y Dostoievski fueron a menudo tensas, considerando la tendencia proeslavista de ambos.
Se dice que en su lecho de muerte, cerca de París, exclamó, refiriéndose a Tolstoi; “Amigo, vuelve a la literatura”, y que luego de ello, Tolstoi escribió obras como La muerte de Iván Ilich y Sonata Kreutzer. Por su parte, Dostoievski lo satirizó, en el personaje del escritor Karamazinov en su obra “Los endemoniados”.
El primer éxito literario de Turguénev fue “Diario de un cazador” o “Apuntes de un cazador”. Basada en las observaciones del autor mientras cazaba pájaros o liebres en la región natal de su madre; la obra apareció en forma de colección en 1852, y describía críticamente la vida de los campesinos rusos. En ese mismo año, entre el Diario… y su primera novela importante, Turguénev escribió para su ídolo Gogol en la Gazeta de San Petersburgo: “¡Gogol ha muerto!… ¿qué corazón ruso no se conmociona por estas tres palabras?…Se ha ido, el hombre que ahora tiene el derecho, el amargo derecho que nos da la muerte, de ser llamado grande…”
Censura, cárcel y destierro le valieron sus escritos en una época de despotismo zarista
De este período son varias novelas cortas, como “Diario de un hombre superfluo”, “Viaje del quinto caballo”, “Fausto” o “La tregua”. En todas ellas, Turguénev expresa las ansiedades y esperanzas de su generación. En 1858 escribe su novela “Nido de nobles”, historia de la nostalgia por lo perdido, que contiene a uno de sus personajes femeninos más memorables, Elena.
En 1859 con el zar Alejandro II y un clima político más relajado, escribe la novela “En vísperas”, retrato del revolucionario búlgaro Dimitri.
En 1862 se publica “Padres e hijos”, su trabajo más reconocido. La crítica de aquel momento no toma a la novela en serio, y -desilusionado- Turguénev comienza a producir menos.
Su siguiente obra, “Humo”, se publica en 1867 y -de nuevo- la recepción en su propio país es poco entusiasta. Durante esta época escribe también cuentos largos como “Aguas de primavera”, “Primer amor” y “Asia”, que posteriormente se reúnen en un volumen.
Sus últimas obras fueron Poesía y prosa y Clara Milich (cuentos), publicados en el European Messenger.
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El cuento: origen y desarrollo (22) por Roberto Brey

Nicolás Gogol (1809-1852)

El cuento: origen y desarrollo (21) por Roberto Brey


En su concepción de la obra de arte, él ve a la literatura como un eco del pensamiento o del sentimiento, aún impreciso, del lector: “…en las creaciones del poeta, las personas que por ellas se entusiasman encuentran siempre algo que les resulta conocido, algo que les es propio, algo que ellas mismas sentían o presentían sólo de manera confusa y vaga”.
 
Nunca despega a la obra literaria de la realidad, como cuando relaciona la obra de Pushkin con la epopeya de 1812 (la lucha contra la invasión napoleónica), que despertó la conciencia nacional. Sobre el Fausto de Goethe, afirma que es un reflejo cabal de la vida de la sociedad alemana y que allí se manifestaba todo el movimiento filosófico de las Alemania a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.
Con respecto al arte puro dice:
“…la idea de que existe algún arte puro, desvinculado de todo, que vive en su propia esfera, sin nada en común con las restantes facetas de la vida, es una idea emponzoñada, una quimera. Arte semejante no se ha dado nunca en ninguna parte.
“Sustraer al arte el derecho a estar al servicio de intereses sociales no significa elevarlo, sino rebajarlo, pues ello implica dejarlo sin savia vital, es decir, sin pensamiento, presupone convertirlo en objeto de cierto goce sibarítico, juguete de inútiles holgazanes”
Al referirse al realismo afirma que es llevar a la obra de arte la verdad de la vida:
“…debe representar a personajes corrientes, no sólo a agradables excepciones de la
regla general”.
En lo que hace al naturalismo (otra corriente de la época) dice:
“Cuando en una novela o narración no hay imágenes ni personajes, cuando no hay caracteres ni nada típico, aunque todo cuanto en ella se relate haya sido tomado de la naturaleza fiel y cuidadosamente, el lector no encontrará en al obra ninguna naturalidad, no hallará nada fielmente observado…”
Sus ideas serían tomadas y seguidas (o reinventadas) por los mejores escritores que lo siguieron; como los franceses, que ya hemos visto, o como los rusos que se destacarían luego.
Él es uno de los primeros en establecer el criterio de “lo típico”:
“El poeta ha de expresar no lo particular y causal, sino lo general y necesario que da color y sentido a toda su época”, dice.
Belinski se refiere también a la unión entre forma y contenido, afirmando que el arte como la ciencia se nutre de ideas, pero transformadas en imágenes vivas. Y define con el vocablo griego “pathos” (la emoción de la obra que despierta la del lector o espectador) este carácter especial, no especulativo, de las ideas en arte:
“El pathos transforma la simple comprensión especulativa de la idea en amor por ella, en amor pleno de energía y de apasionado afán”.
En el pathos “no hay límites entre la idea y la forma, pero tanto la una como la otra constituyen una obra entera y orgánicamente única”
Estaba convencido de que cada defecto de la forma tienen su raíz en un defecto de contenido o una falta de claridad o de examen por parte del artista.
Pero fue Plejanov quien trató de sintetizar el código estético de Belinski:
“La primera ley de este código proclama que el poeta debe mostrar y no demostrar, pensar con imágenes y no con silogismos. Esta ley proviene de aquella definición de la poesía según la cual ésta es contemplación directa de la verdad o pensamiento en imágenes. Pero si la verdad es el objeto de la poesía, la verosimilitud constituye la primera condición de la creación artística y la belleza está contenida en la verdad y en la simplicidad. El poeta debe representar la vida tal como es, sin embellecerla y sin deformarla. Y esta es la segunda ley del código artístico de Belinski.
El sentido de la tercera ley exige que la idea que se encuentra en la base de la obra de arte deba ser una idea concreta que abrace todo el objeto y no solo alguna de sus partes.
De acuerdo a la cuarta ley, la forma de la obra de arte debe corresponderse con su idea, y ésta con la forma.
Finalmente, a la unidad de pensamiento debe corresponder unidad de forma. Esto significa que todas las partes de la obra de arte forman un todo armónico. Y esta es la quinta y, si no nos equivocamos, la última ley fundamental del código estético de Belinski.”
 
En las fotos: La biblioteca Belinski en Rusia. Y una curiosidad, un club con el nombre del literato, formado por residentes rusos y bielorrusos en la provincia de Buenos Aires en 1951.
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