lunes, 26 de octubre de 2015

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, saluda a los cientos de personas que se han congregado ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), tras finalizar su declararación como imputado por la organización del 9N. EFE
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, saluda a los cientos de personas que se han congregado ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), tras finalizar su declararación como imputado por la organización del 9N. EFE
David Madí, el aprendiz de brujo
Es el hombre en la sombra, el consejero áulico de Artur Mas, el que orquesta manifestaciones y diseña estrategias. David Madí, el todopoderoso amigo personal de Mas, el consejero asesor de Endesa, el que tuvo cargos en empresas que debían realizar las ITV famosas, el brujo de la comunicación, tiene ante un problema. Ya no son solo muchos los que en CDC dudan acerca de a dónde les va a llevar la aventura personal de Mas. Ahora son también miembros de su propio gobierno. Un destacado conseller manifestó el otro día que, o se acababa políticamente con Mas, o éste acabaría políticamente con Catalunya. Otra persona del círculo más próximo al president comentó off the record a este periodista que, si no fuera por el proceso incoado contra Mas, ahora sería el momento de que éste se marchase. “Artur debería hacerle un monumento a MarianoRajoy”, dijo con un punto de amargura.
A pesar de la coreografía que intenta emular la célebre imagen del film Novecento, con todos los obreros unidos formando un frente, el gobierno de Mas no es unánime en la defensa de su líder. A Madí le ha salido el tiro por la culata. La estrategia, si es que puede llamarse así, era la de presionar hasta que el Gobierno de España tuviese necesidad de los votos convergentes en el parlamento nacional. Contaban también con una cierta predisposición del PP para no tener líos. Pero ni una cosa ni la otra. En este viaje hacia la nada, el nacionalismo burgués catalán ha perdido a su encarnación máxima, Jordi Pujol, a su heredero, Oriol, a su aliado, Unió, a buena parte de su electorado y, a poco que se descuiden, incluso a la Generalitat.
Detrás de Mas salen en las fotos Esquerra y las CUP. Los responsables de la desaparición de la Lliga de Cambó en la República, es decir, el partido de Macià y Companys y los anarquistas revolucionarios. Lógicamente, las familias bien pensantes de la convergencia de toda la vida se horrorizan pensando lo que podría pasar si han de convivir políticamente con ellos. Pero también tiemblan si no siguen gobernando ésta Catalunya a la que consideran su cortijo.
Están histéricos. Y se nota.
Artur el amortizadoGastado, amortizado, abrumado. Así califican a Mas, no los líderes de la oposición, sino sus propios correligionarios. Más allá del subvencionado, del fanático o del loco, existe un nacionalismo inteligente que sabe calcular y prevé una debacle económica para Catalunya. Encomiendan sus últimas esperanzas a una derrota suficiente del PP en los próximos comicios, que precise del voto convergente para formar gobierno.
Ante ése escenario quimérico – lo que Felipe llamaba hipotecar futuribles -, si se les plantea que el PP es más que posible que pacte con Ciudadanos o que Convergencia no obtenga unos buenos resultados, se quedan colapsados. El Círculo Ecuestre es un buen barómetro de lo que digo. También lo son las caras de los adláteres de Mas que le acompañaban en el carnavalesco desfile, antes de entrar a declarar ante el señor de negro. Hay que saber leer las expresiones de JordiSánchez, el presidente de la ANC, o de la misma Irene Rigau o Germà Gordó, consejeros en funciones, para entender lo que digo. La propia lectura corporal de Mas nos habla de alguien absolutamente sobrepasado por los acontecimientos. No es baladí que, tras la ofrenda al monumento a Lluís Companys, Mas le dijera a Ada Colau. “Es todo tan desproporcionado”. Ahí está la clave. Él pensaba que jugaba con el estado como han jugado los nacionalistas éstas décadas con Catalunya. Y no. La justicia ha de ser igual para todos.
Pero Madí insiste en la estrategia del balcón, a saber, salir como Pujol cuando lo de Banca Catalana y decir que todo es culpa de Madrid. Tienen a TV3, los apéndices de Ómnium y la ANC y un buen número de estómagos agradecidos para hacerlo. Y unos cuantos tontos útiles, digámoslo todo.
Pero el reloj corre en contra de Artur, el amortizado, el que nos metió a todos en un follón muy serio solo para salvarse él y su partido de tener que dar explicaciones serias acerca de la corrupción y la mala gestión.
Ahora pretenden decirnos que Mas es como Companys. Es la última jaimitada. Veamos, Companys defendió a anarquistas sin cobrar un duro cuando ejerció de abogado, proclamó la República Catalana, fue encarcelado en el barco Uruguay, apoyó a Durruti el 18 de julio de 1936, fue capturado por la Gestapo en Francia, fue entregado a Franco por los nazis y, finalmente, fue fusilado por el dictador. No tuvo un padre con cuentas opacas en el extranjero ni fue un empresario subvencionado ni un burguesito. El 18 de julio, Mas seguramente habría escapado a Francia. Companys se quedó.
A Mas solo le espera, como mucho, que lo inhabiliten para cargo público. No es comparable a Companys, ni como político, ni como ser humano.
Pero ni David Madí ni el propio Mas se dan cuenta de lo grotesco que es todo su tinglado. Han llegado a creerse sus propias consignas. Lo dicho, están histéricos.

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