MARÍA CECILIA SERRANO
PERSONAJES: Claudio y Darío, son hermanos
Mauricio, primo de Claudio y Darío
La obra se desarrolla en un living. Al fondo una ventana bajo
la cual, en una mesa pequeña hay un teléfono, tres sillones, un bar. A la
izquierda una puerta que da a la calle y a la derecha otra que da al interior de
la casa.
Darío recorre la habitación, inquieto, gesticulando.
DARÍO: —¡Increíble! Siempre por algún motivo hay que hacerse
problema. ¿Cómo se hará para vivir tranquilo? (se sienta en el sillón más
próximo al teléfono y hace un llamado) Hola, sí, ¿Claudio? (pausa)
Habla Darío (pausa) No te hagas el idiota que no es gracioso. Venite que
quiero hablar con vos (pausa) ¡Venite y listo, che!, no sigas diciendo
pavadas. Chau. (Cuelga con brusquedad)
Se levanta, sacude la cabeza, se sirve una copa, murmura y
camina nervioso mientras espera. Se oye el sonido del timbre, abre la puerta que
da al exterior.
CLAUDIO: —¿Qué tal viejo? (entrando con toda naturalidad y
confianza, mientras Darío cierra la puerta se sienta en un silón y apoya los
pies en otro) Vamos a ver qué pavada te preocupa hoy. De paso servime una
copa a mí también que vengo con la garganta sequita.
DARÍO: —(sirviéndole la copa que pidió) ¡Claro! Para el
tipo todo son pavadas. Nada es lo suficientemente serio como para preocuparse,
en especial si no es él mismo ¿no?
CLAUDIO: —Bueno, cortála. Dejá de hablar como el viejo y decí
de una vez, ¿qué carajo pasa?
DARÍO: —Pasa,… pasa que Mauricio está dado vuelta de nuevo.
CLAUDIO: —¿Qué Mauricio?
DARÍO: —(Indignado) Cómo, ¿qué Mauricio? Estás tan
convencido de que no hay que ocuparse de una mierda que ya ni te acordás de que
Mauricio, tu primo mayor, tiene problemas?
CLAUDIO: —¡Ah! Mauri, ¿qué pasa ahora con Mauri?
DARÍO: —Ocurre que está totalmente del tomate, dice que va a
inaugurar una escuela.
CLAUDIO: —¡Bueno!, entonces no es para tanto, si hablara de un
prostíbulo, ¡todavía!, ¿pero una escuela?…
DARÍO: —(Se para, se acerca la ventana y habla mirando hacia
fuera) ¡Justamente!, un prostíbulo no me preocuparía tanto tratándose de él
(se vuelve de frente a Claudio) pero ¿vos tenés idea de los conocimientos
que tiene?, ¿qué estudios cursó?, ¿si terminó alguna carrera?, ¿un profesorado?
o ¿algo? Que yo sepa no estudió un carajo. Entonces, (grita) ¿qué mierda
de escuela puede abrir? ¡Me querés decir Claudio!
CLAUDIO: —La verdad es que no sé quien está más loco, si vos o
Mauricio. (Se pone de pie, camina parsimonioso por la habitación, enciende un
cigarrillo) ¿Te pidió guita?, ¿te hizo firmar algo?, ¿qué puede pasar,
boludo? Alcanzáme un cenicero, por favor.
DARÍO: —(Le da el cenicero que estaba sobre la mesita del
teléfono) Entendé Claudio, no es sólo cuestión de guita y firmas. Se trata
de que nos hicimos responsables por él y si a este loco le da por meterse con
menores, se arma el quilombo ¿o no?
CLAUDIO. —Tranquilizate. Mauricio estará chapita, pero no es
para tanto. Además está medicado y no es ningún pendejo ¿qué edad tendrá ahora?,
¿cuarenta? Si no me equivoco a vos te lleva diez y a mi quince ¿no? Pensalo, es
grande… está controlado…, no hagamos boludeces nosotros, che.
DARÍO: —Está bien, pero ponete en mi lugar. Me llama hoy a la
mañana y me vomita así, como si nada: ¡felicitame, voy a abrir una
escuelita!
CLAUDIO: —¿Y qué le contestaste?
DARÍO: —Nada, le seguí la corriente. Me parece bárbaro, le
dije. ¿Ya lo tenés decidido?, le pregunté.
CLAUDIO: —¿Y él?
DARÍO: —(Se sirve nuevamente) Como si nada, entusiasmado
me contestó: "tengo todo encaminado mentalmente"; menos mal que lo aclaró porque
a mi ya me estaba estallando el bocho.
CLAUDIO: —¿Qué?, "¿mentalmente", te dijo? (Gritando)
¡Vos sos mil veces más pelotudo que él! ¿Hacés semejante quilombo porque el
infeliz de Mauricio tiene (recalca) "en mente" abrir una escuela? Estás
absolutamente perdido, hermano. Servime otra copa, no te hagas el distraído que
de alguna manera tengo que superar este bajón. Dale, que termino el trago y me
las tomo.
DARÍO: —Ni lo sueñes, Mauricio debe estar por llegar. Le dije
que viniese a esta hora, lo llamé un rato antes que a vos.
CLAUDIO: —¡No me jodas! ¡Q'hijo de mil!
Se bajan las luces. Fin de la primera escena.
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ESCENA SEGUNDA
El mismo lugar, Claudio y Darío sentados uno frente al otro.
Suena el timbre
CLAUDIO: —Ahí lo tenés.
DARÍO : —(Va hacia la puerta que da al exterior.) Hola,
pasá.
Entra Mauricio, de apariencia soñaradora, mirada perdida.
CLAUDIO: —(Se pone de pie, avanza con los brazos extendidos
hacia Mauricio) —¿Qué decís? ¡Tanto tiempo, viejo! (Se estrechan en un
abrazo, se palmean la espalda mutuamente)
MAURICIO: —¡Claudito!, ¡si te habré cantado para que te
duermas!
CLAUDIO: —Bueno, loco, de eso hace siglos, ya nos vimos
bastantes veces desde aquella época ¿no?
MAURICIO: —(nostálgico) Es verdad, pero cada vez que te
veo me acuerdo y… (dejando de lado la nostalgia) ¿Te dijo algo tu
hermano, che?
CLAUDIO: —(Se sienta en el lugar donde estaba Darío,
Mauricio lo hace en frente) Algo me dijo, pero no entendí mucho
(cínico) por eso le pedí a Darío que te llamara así nos contás tranquilo
y en detalle (Darío lo mira furioso, gesticulando, de pie detrás del asiento
de Mauricio) Decime ¿pensás en una escuela secundaria, en algún instituto de
idiomas o algo tipo guardería, quizás?
MAURICIO: —¿Estás loco? ¿Quién carajo me va a dar una
habilitación para algo así? No, lo mío tiene que ser más modesto, más tranqui.
(Claudio mira a Darío desafiante)
DARÍO: —(Se ubica de pie frente a la ventana, a Claudio,
burlón) Yo te dije que a Mauri no se le iba a ocurrir ninguna barbaridad de
esas. El tipo es razonable, yo siempre aseguré eso, si no, no hubiese aceptado
firmar para que saliera del instituto.
CLAUDIO: —¡Bueno, bueno!, pará que firmamos los dos. Además yo
sólo estaba preguntando, a mí nunca se me cruzó que Mauricio no fuera razonable;
después de todo no estuvo allí por algo grave. ¿No?
MAURICIO: —¡Claro que no era algo grave! Son capaces de
encerrar a cualquiera por nada, en mi caso por interrumpir el sermón del cura
cuando dijo que el alma sólo puede conocerla Dios.
DARÍO: —¡Vamos boludo, contá! Contá cuál es tu proyecto.
MAURICIO: —(Con aire de suficiencia) Ustedes saben
perfectamente que yo soy un ser muy sensible. Durante el tiempo en que estuve
internado desarrollé mi capacidad perceptiva en forma más que importante.
(Darío y Claudio intercambian miradas significativas) Ocurre que debí
ocultarlo porque nadie comprende estas cosas. Si uno tiene lo que yo llamaría
"capacidades especiales, no habituales", lo tildan de chiflado. Gracias a que
hace bastante que la inquisición en su forma histórica terminó de aplicarse es
que no lo acusan a uno de brujería y lo queman en la hoguera, pero Freud y
compañía no lograron que los "perceptivos" no corramos riesgos, distintos a la
hoguera, pero riesgos al fin…
CLAUDIO: —(Interrumpiendo) ¡Totalmente de acuerdo! Esta
es una sociedad hipócrita que no acepta al diferente. (a Darío) Tomemos
una copita para matizar, servile a Mauricio.
MAURICIO: —No, gracias.Yo soy un tipo conciente, sé que la
medicación que tomo no debe mezclarse con alcohol y no quiero mandarme ninguna
cagada.
CLAUDIO: —¿Te das cuenta, boludo?, ¿quién podría acusarte de
nada? Pero el mundo está lleno de injusticia.
DARÍO: —(Le sirve a Claudio) Mucho bla bla bla, pero
hasta ahora no sabemos que querés hacer.
MAURICIO: —Supongo que tendrás algo sin alcohol. Podrías
traerme gaseosa, jugo, agua, ¿no? Servime algo y les cuento.
DARÍO: —(Saliendo por la puerta de la derecha) Ya te
traigo, ya te traigo.
CLAUDIO: —(Se pone de pie) Es como vos decís, por
ejemplo yo: tengo la capacidad de beber alcohol en cantidades más grandes que la
mayoría sin que me haga ningún efecto nocivo. Pero, claro, tengo que reprimirme
porque si no me tratan de curda. No saben escabiar, pero opinan.
DARÍO: —(Vuelve con un vaso con gaseosa que le entrega a
Mauricio) Tomá, disculpáme que no te ofrecí nada antes, pero estoy tan
entusiasmado con tu proyecto que… (se sienta con aire interesado y enciende
un cigarrillo).
CLAUDIO: —(A Darío ) Tomá el cenicero. Bueno, Mauricio:
somos todo oídos.
MAURICIO: —(Avanza hacia el centro de la habitación) Voy a
fundar… ¡Chan Chan Chaaachaaan! (hace bocina con las manos)… ¡La Primera
Escuela de "Interpretación de miradas"! (Claudio y Darío se miran con ojos
desorbitados y la boca abierta)
DARÍO: —(Se acerca lento por detrás de Mauricio y le rodea
los hombros) Vamos a ver, vení, sentate. ¿Cómo es eso de la "Interpretación
de miradas"?, suena original.
MAURICIO: —(Sentado junto a Darío) Cualquier ser humano
con un mínimo de inteligencia sabe que la mayoría de las veces la gente no se
presenta ante los demás como realmente es ¿no?
CLAUDIO: —(Sentándose frente a los otros dos)
Absolutamente de acuerdo, hermano, ya te lo decía: la sociedad es hipócrita.
MAURICIO: —(Se pone de pie y camina mientras habla)
Bien, dado que casi toda la gente no expresa lo que en realidad siente, por
razones varias, convengamos en que no siempe es adrede, con mala intención o por
conveniencia, se hace necesario aplicar un método de interpretación de miradas.
Ustedes se preguntarán ¿por qué de miradas? (los primos asienten con la
cabeza) Porque ya desde la inmensidad de la historia se ha dicho que (con
tono declamativo) "La mirada es el espejo del alma", ¿ y qué es el alma sino
la escencia de cada persona?
CLAUDIO: —¡Vamos Mauricio todavía!
MAURICIO: —Gracias, continúo: durante mi estadía entre seres
que fueron marginados de la sociedad por ser auténticos exponentes de la
transparencia, entiéndase locos, pude observar reacciones y actitudes que
directamente eran registrables en sus miradas a través de la profundidad, brillo
o intensidad. Al alejarme de ese entorno y establecer comparaciones con las
personas que actualmente forman mi círculo social logré identificar las
respectivas miradas y su significado; lo que pretendo es que otras personas
adquieran este saber.
CLAUDIO: —(Aplaude) ¡Fabuloso!, Mauri a vos el loquero
te dejó de diez (lo abraza y palmea efusivamente).
DARÍO: —¡Fantástico Mauricio, estamos con vos!
MAURICIO: —¡Gracias muchachos!, yo sabía que podía contar con
el apoyo de ustedes. Bueno, me voy, les dejo la inquietud (se dirige a la
puerta de salida) .
DARÍO: —(Acompañando a Mauricio) Decinos Mauricio y…
¿qué título les darías a los egresados de tu escuela?
MAURICIO: —(Gira hacia el centro) ¡" EXPERTO EN ALMAS
"!
Las luces se bajan. Fin de la Segunda Escena.
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ESCENA TERCERA
La misma habitación de las escenas anteriores, a oscuras.
Se oye ruido de llaves en la cerradura. Por la puerta de calle
entran Claudio y Darío que enciende la luz ambos están cabizbajos. Usan ropa
diferente dando idea de que se trata de otro día. Claudio toma asiento.
DARÍO: —¿Querés tomar algo?
CLAUDIO: —(Con voz profunda y amarga) ¡Qué sé yo! No sé
ni lo que quiero. ¡Bah!, servime una copa de cualquier cosa, en este momento
todo me da lo mismo.
DARÍO: —Bueno, ¡che! No sos el único que está mal, después de
todo nadie hubiese querido ésto (sirve dos copas).
CLAUDIO —¿Dónde quedó el cartel?
DARÍO: —Lo dejé allá afuera, apoyado contra la pared, ¿por?
CLAUDIO: —Voy a entrarlo (se levanta y sale por la puerta de
la izquierda)
DARÍO: —(Pensando en voz alta) ¿Para qué mierda querrá
entrar el cartel?
CLAUDIO: —(Entra con una madera de fondo claro, se ve
escrita una leyenda fileteada en tonos azules y rojos, lee con tono de
anuncio) "Escuela de Interpretación de Miradas".Título oficial: "Experto en
Almas ". ¿Me parece a mí o interpretación va con "C"? (Darío asiente con la
cabeza) El ronco es una bestia, mejor hubiese sido que le encargara el
laburo a otro.
DARÍO: —Bueno, ya fue. Ahora lo que menos importa es cómo se
escribe interpretación. ¿Qué estará haciendo Mauricio?
CLAUDIO: —¿Cómo qué estará haciendo?, lo deben tener dopado,
capaz que duerme todo el día y sólo lo despiertan para enchufarle pastillas.
DARÍO: —(Pensativo) Tendríamos que haberlo previsto
CLAUDIO: —Que yo sepa la idea de que Mauricio experimentara y
profundizara sus conocimientos fue tuya, ¿o me equivoco?
DARÍO: —No, claro que no te equivocás. Pero algo había que
decirle y además, ¿quién podía pensar que se le iba a dar por experimentar con
esa pobre gente?
CLAUDIO: —¡Pobre gente, pobre gente! A mí no me parece tan
pobre gente, por unos mangos roñosos estuvieron dispuestos a ser conejillos de
indias (se sienta).
DARÍO: —Hoy por hoy, sin laburo, la gente agarra cualquier
cosa. De últimas cómo carajo podían llegar a saber que Mauricio se iba a pirar.
En realidad nadie hubiese podido imaginar que se volvería agresivo, justamente
cuando se mostraba tan espiritual. Dentro de todo a nosotros no nos fue tan mal,
a pesar de habernos hecho responsables pudimos zafar. El que no zafó, fue
él.
CLAUDIO: —¿Te imaginás la escena? (se levanta, representa la
posible escena) El tuerto sentado en la silla y Mauricio en frente de él
mirándolo fijo…, tapándose un ojo…, guiñando el mismo que le falta al tipo…,
alternando con el otro… El tuerto que empieza a sentirse incómodo y se mueve,
Mauricio que le grita que se quede quieto y le surte un buena piña. Si no fuera
porque es tan dramático… me cagaba de risa.
DARÍO: —Ahora, yo creo que el problema con el bizco debe haber
sido porque no acertaría a enfocarle a los dos ojos a la vez. Eso si que es
jodido ¿no?
CLAUDIO: —¿Vos viste lo que declaró la ciega en la cana? Dijo
que él no había llegado a agredirla, que ella fue la que le pegó primero porque
no iba a permitir que le dijera que no tenía alma. Claro, el pobre Mauricio no
le encontraba el alma en la mirada. De cualquier modo nadie puede asegurarnos
que la tuviera, ¡qué sé yo!, quizás él no estaba equivocado, para mí su teoría
no es tan errada.
La luz va bajando lentamente mientras hablan.
DARÍO: —Errada o no, al menos tenía un proyecto, ahora esta
posibilidad ya no existe y…, ¿qué será de Mauricio?
CLAUDIO: —Es cierto, ¿y del alma?
La escena queda totalmente a oscuras.
Se baja el telón.
F I N
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