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El autor
Biografía
Una vida, en breve
Federico
García Lorca, uno de los poetas más insignes de nuestra época,
nació en Fuente Vaqueros, un pueblo andaluz de la vega granadina, el
5 de junio de 1898-el año en que España perdió sus colonias.
Su madre, Vicenta Lorca Romero, había sido durante un tiempo maestra
de escuela, y su padre, Federico García Rodríguez, poseía
terrenos en la vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco. En 1909, cuando
Federico tenía once años, toda la familia-sus padres, su hermano
Francisco, él mismo, sus hermanas Conchita e Isabel-se estableció en
la ciudad de Granada, aunque seguiría pasando los veranos en el campo,
en Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran parte
de su obra.
Más
tarde, aun después de haber viajado mucho y haber vivido durante largos
períodos en Madrid, Federico recordaría cómo afectaba
a su obra el ambiente rural de la vega: "Amo a la tierra. Me siento ligado
a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño
tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas,
tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo
espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera
podido escribir Bodas de sangre."
En sus
poemas y en sus dramas se revela como agudo observador del habla, de la música
y de las costumbres de la sociedad rural española. Una de las peculiaridades
de su obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a convertirse
en un espacio imaginario donde se da expresión a todas las inquietudes
más profundas del corazón humano: el deseo, el amor y la muerte,
el misterio de la identidad y el milagro de la creación artística.
Primeros pasos: Fuente Vaqueros
El traslado
de la familia del campo a la ciudad afectó profundamente a Federico.
En 1916 o 1917, cuando empezaba a interesarse por la literatura, redactó un
largo ensayo autobiográfico en el que evocaba Fuente Vaqueros, "aquel
pueblecito muy callado y oloroso" de la vega de Granada. "El pueblo
está rodeado de chopos que se ríen, cantan y son palacios de
pájaros y de sus sauces y zarzales que en el verano dan frutos dulces
y peligrosos de coger. Al aproximarse hay gran olor de hinojos y apio silvestre
que vive en las acequias besando al agua. En verano el olor es de paja que
en las noches, con la luna, las estrellas, y los rosales en flor, forma una
esencia divina que hace pensar en el espíritu que la formó".
En estas
páginas autobiográficas intentó captar sus experiencias
en la escuela, los juegos con los amigos, el ambiente de su casa y su asombro
ante las desigualdades sociales; como recordó en una entrevista: "Mi
infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño
rico en el pueblo, un mandón". Como resultado de su nueva vida
en Granada experimentó una sensación de ruptura con aquel pasado
en el campo y, desde el umbral de la adolescencia, exclamó: "Hoy
de niño campesino me he convertido en señorito de ciudad [...]
Los niños de mi escuela son hoy trabajadores del campo y cuando me ven
casi no se atreven a tocarme con sus manazas sucias y de piedra por el trabajo. ¿Por
qué no corréis a estrechar mi mano con fuerza? ¿Creéis
que la ciudad me ha cambiado? No... Vuestras manos son más sanas
que las mías. Vuestros corazones son más puros que el mío.
Vuestras almas de sufrimiento y de trabajo son más altas que mi alma.
Yo soy el que debiera estar cohibido ante vuestra grandeza y humildad. Estrechad,
estrechad mi mano pecadora para que se santifique entre las vuestras de trabajo
y castidad".
Los viajes de estudios
Durante
su adolescencia, Federico García Lorca sintió más afinidad
por la música que por la literatura. De niño le fascinó el
teatro, pero estudió también piano, tomando clases con Antonio
Segura Mesa, ferviente admirador de Verdi. Su primer asombro artístico
surgió no de sus lecturas sino del repertorio para piano de Beethoven,
Chopin, Debussy y otros. Como músico, no como escritor novel, lo conocían
sus compañeros de la Universidad de Granada, donde se matriculó,
en el otoño de 1914, en un curso de acceso a las carreras de Filosofía
y Letras y de Derecho.
El ambiente
intelectual que rodeaba al joven estudiante era de una riqueza sorprendente
para una ciudad provinciana. En la tertulia llamada "El Rinconcillo",
del animado café Alameda, García Lorca se reunía con frecuencia
con un grupo de jóvenes de talento que llegarían a ocupar puestos
importantes en el mundo de las artes, la diplomacia, la educación y
la cultura. En la Universidad, dos profesores le abrieron camino: Fernando
de los Ríos, profesor de Derecho Político Comparado y futuro
adalid del socialismo español, y Martín Domínguez
Berrueta, titular de Teoría de la Literatura y de las Artes.
Con Domínguez
Berrueta hicieron Federico y sus compañeros una serie de viajes de estudios
a Baeza, Úbeda, Córdoba y Ronda (junio de 1916); a Castilla,
León y Galicia (otoño del mismo año); otra vez a Baeza
(primavera de 1917); y un último viaje a Burgos (verano y otoño
de 1917). Estos viajes pusieron a Federico en contacto con otras regiones de
España y ayudaron a despertar su vocación como escritor. Fruto
de ello sería su primer libro de prosa, Impresiones y paisajes,
publicado en 1918 en edición no venal costeada por el padre del poeta.
No se trata de un simple diario de sus excursiones, sino de una pequeña
antología de sus mejores páginas en prosa. El joven poeta discurre
sobre temas políticos - la decadencia y el porvenir de España,
sus inquietudes religiosas, la vida monacal-y sus intereses estéticos,
como eran el canto gregoriano, la escultura renacentista y barroca, los jardines
o la canción popular.
Con la
publicación de Impresiones y paisajes y la muerte de
su profesor de música al año siguiente, el aprendiz de
músico entró, en palabras suyas, "en el reino de la Poesía
y acabé de ungirme de amor hacia todas las cosas". En el otoño
de 1918 confesaría: "Me siento lleno de poesía, poesía
fuerte, llana, fantástica, religiosa, mala, honda, canalla, mística. ¡Todo,
todo! ¡Quiero ser todas las cosas!"
Madrid
Primavera
de 1919. Varios miembros de "El Rinconcillo" se habían trasladado
ya a la capital y, en marzo de ese mismo año, José Mora Guarnido
escribía a Federico desde Madrid: "Debías venir aquí;
dile a tu padre en mi nombre que te haría, mandándote aquí,
más favor que con haberte traído al mundo".
Fue Fernando
de los Ríos quien, al fin, tuvo que convencer a los padres del poeta
para que le dejaran salir de Granada y seguir con sus estudios en la Residencia
de Estudiantes de Madrid, dirigida por Alberto Jiménez Fraud. Así pasó Federico
a formar parte de una institución que pretendía ser, en palabras
de su director, un "hogar espiritual donde se fragüe y depure,
en corazones jóvenes, el sentimiento profundo de amor a la España
que se está haciendo, a la que dentro de poco tendremos que hacer con
nuestras manos".
Fundada
a semejanza de los colleges de Oxford y Cambridge, la Residencia de
Estudiantes representaba, en aquel entonces, un punto de contacto importantísimo
entre las culturas española y extranjera. Aquel hervidero intelectual
supuso un excelente caldo de cultivo para el desarrollo del poeta. Su vida
en "la Colina de los Chopos" le dio una nueva visión de la
responsabilidad del artista frente a la sociedad y reforzó su amor por
la cultura, desde la clásica a la popular española. Así,
entre 1919 y 1926, Federico conoció a muchos de los más importantes
escritores e intelectuales del país. En la Residencia se hizo amigo
de Luis Buñuel, de Rafael Alberti o de Salvador Dalí. Además,
gracias a la muy activa política cultural de Jiménez Fraud, pasaron
por allí numerosos conferenciantes, científicos, músicos
y escritores extranjeros: Claudel, Valéry, Cendrars, Max Jacob, Marinetti,
Madame Curie, H.G. Wells, Le Corbusier, Chesterton, Wanda Landowska, Ravel,
Milhaud, Poulenc...
Los dos
primeros años de Federico en la capital (1919-1921) constituyeron una época
de intenso trabajo. Sus caminatas por la ciudad, sus visitas a Toledo con Pepín
Bello, Buñuel y Dalí, sus encuentros con directores teatrales
- como Eduardo Marquina o Gregorio Martínez Sierra-y con la vaguardia
- los ultraístas, Ramón Gómez de la Serna o el creacionista
Vicente Huidobro--, aún le dejaron tiempo para terminar y publicar su Libro
de poemas, componer las primeras Suites, estrenar El
maleficio de la mariposa - que fue un fenomenal fracaso-y elaborar otras
piezas teatrales. No perdió tampoco la oportunidad de conocer a Juan
Ramón Jiménez, a quien acudió con una carta de presentación
de Fernando de los Ríos en 1919: "Ahí va ese muchacho lleno
de anhelos románticos: recíbalo usted con amor, que lo merece;
es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas"-y
a la que respondió Juan Ramón de esta manera: "Su poeta
vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene
un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo".
Con aquella
visita se inició una amistad duradera, y la correspondencia de Lorca
deja claro que Juan Ramón - generoso mentor de todos los poetas jóvenes
de aquel entonces-tuvo una influencia decisiva en su visión del quehacer
poético. Durante los siguientes dos años ayudó a Federico a
publicar algunos de sus versos en revistas de prestigio, como España, La
Pluma o Índice, y le convenció para que editara
su Libro de poemas en la imprenta de Gabriel García Maroto,
en vez de hacerlo en una editora comercial más grande, para que Federico
tuviera la oportunidad de cuidar, él mismo, de todos los aspectos de
la edición.
Libro
de poemas contiene versos seleccionados, con la ayuda de su hermano
Francisco, de todo lo que había escrito desde 1918. Algunos de ellos
giran alrededor de la fe religiosa, tema al que había dedicado cientos
de páginas en prosa y en verso. Otros tratan del anhelo del poeta
de unirse con la naturaleza o de recuperar una infancia perdida. En versos
que recuerdan al primer Juan Ramón Jiménez, a Rubén
Darío y a poetas menores del modernismo hispánico, el poeta
lamenta que la razón y la retórica hayan reemplazado la fe
poética que poseía como niño.
Cuando
se publicó este libro, en mayo de 1921, Federico ya se había
entregado a otros proyectos y volvió a Granada ilusionado con la composición
de sus Suites. El entusiasmo señalado por Juan Ramón
le llevaba hacia el estudio del folclore: títeres, cante jondo,
la canción popular. Estaba a punto de conocer a Manuel de Falla.
Granada y Manuel de Falla
Falla
se había trasladado a Granada a mediados de septiembre de 1920, y en
el verano de 1921 se instaló en el carmen de Santa Engracia, próximo
a la Alhambra, donde Federico le visitó con frecuencia. El poeta
se sintió pronto íntimamente ligado al compositor al compartir
con él su amor por la música, los títeres, el cante jondo...
Entre
los primeros en dar al compositor la bienvenida a Granada en1920 estuvo el
grupo de jóvenes amigos que se reunía en el café Alameda
de la plaza del Campillo, y que formaba la ya citada tertulia de "El Rinconcillo".
José Mora Guarnido explicaba así el nombre dado a la tertulia: "En
el fondo del café Alameda, detrás del tabladillo en donde actuaba
un permanente quinteto de piano e instrumentos de cuerda, había un amplio
rincón donde cabían dos o tres mesas con confortables divanes
contra la pared, y en aquel rincón [...] plantaron su sede nocturna" un
grupo de intelectuales granadinos: los dos hermanos Lorca, los periodistas
Melchor Fernández Almagro, José Mora Guarnido y Constantino Ruiz
Carnero, los futuros poetas o críticos José Fernández
Montesinos, Miguel Pizarro y José Navarro Pardo, y los pintores Manuel Ángeles
Ortiz, Ismael González de la Serna o Hermenegildo Lanz, entre otros.
La vida
granadina de Federico a partir de 1920 o 1921 giró, pues, alrededor
de esos dos focos culturales: Falla y los integrantes de "El Rinconcillo".
Estos últimos intentaban dar nuevo brío a la vida cultural de
la ciudad, defendiendo aquella parte del patrimonio artístico que pudiera
orientar a las nuevas generaciones en su rebelión contra el "costumbrismo" y
el "color local", y asustando a la "Beocia burguesa", en
palabras de Mora. Algunos de los proyectos apenas transcendieron el ámbito
local, como, por ejemplo, la colocación de azulejos conmemorativos en
honor a los "viajeros europeos ilustres" que habían contribuido
al conocimiento de Granada en el extranjero. Otros, sin embargo, tuvieron repercusión
en el resto de España y Europa, especialmente el Primer Concurso de
Cante Jondo, celebrado en junio de 1922.
Promovido
por Falla, Lorca e Ignacio Zuloaga, y apoyado por el Ayuntamiento de Granada,
aquel concurso tenía varios objetivos: marcar la diferencia entre el
cante jondo - de orígenes antiquísimos, según Lorca y
Falla-y el cante flamenco - creación, según ellos, más
reciente--; ganar respeto para el cante jondo como arte; preservarlo de la
adulteración musical y de la amenaza de los cafés cantantes y
la ópera flamenca; premiar a los cantaores no profesionales, y demostrar
la influencia que habían tenido el cante, el baile y el toque jondos
no sólo en la música española, sino también
en la francesa y la rusa. El concurso fue un atrevido intento de conectar el
arte musical de Andalucía con el arte "universal". La fórmula
estética de Falla - "de lo local a lo universal"-iba a fijarse
para siempre en el corazón de su joven discípulo.
Meses antes
del concurso Federico pronunció, para educar al público granadino,
una de las conferencias que más revelan sobre su propios principios
estéticos "Importancia histórica y artística del
primitivo canto andaluz llamado cante jondo"; texto que revisaría
años después al leerla en Argentina, Uruguay y en varias ciudades
españolas.
Otro fruto
de su interés por el cante jondo fue su segundo libro de versos, Poema
del cante jondo, escrito en 1921 y publicado una década más
tarde. En este libro, como en sus Suites, Lorca explora las posibilidades
de la secuencia de poemas cortos. Sin llegar al pastiche, se inspira en la
brevedad, intensidad y concentración temática de las coplas del
cante jondo, que habían sido para él toda una revelación
artística: "Causa extrañeza y maravilla cómo el anónimo
poeta del pueblo extracta en tres o cuatro versos toda la rara complejidad
de los más altos momentos sentimentales en la vida del hombre".
El poeta
acariciaba la idea de crear con el compositor gaditano un teatro ambulante,
Los Títeres de Cachiporra, que sería comparable, en su tratamiento
estilizado del folclore, a los Ballets Russes de Diaghilev, con los que Falla
había colaborado. En casa del poeta ofrecieron ambos, a sus familiares
y amigos, un espectáculo inolvidable de títeres en la festividad
de los Reyes Magos de 1923, en el que, con Falla al piano, estrenó Federico La
niña que riega la albahaca y el príncipe preguntóny se interpretó - "por
primera vez en España", según Federico- La historia
del soldado de Igor Stravinski. Fiesta en que se reunían, pues,
lo tradicional (La niña... se basaba en un
viejo cuento andaluz) y las corrientes musicales más modernas.
La amistad
de Falla seguiría orientando a Federico García Lorca a la hora
de reconciliar las nuevas corrientes estéticas con las formas populares.
En 1923, Falla y Lorca estaban colaborando en una opereta lírica, Lola,
la comedianta, nunca terminada, y al año siguiente el compositor
ayudó a Federico a dar la bienvenida al poeta Juan Ramón Jiménez,
quien visitó a la familia García Lorca durante el mes de julio
de 1924.
Cadaqués y Salvador Dalí
En abril de 1925, desde la Residencia de Estudiantes, Federico anunció a
sus padres que había recibido una invitación para pasar la Semana
Santa en Cadaqués con su amigo Salvador Dalí: "Dalí me
invita espléndidamente. He recibido una carta de su padre, notario de
Figueras, y de su hermana (una muchacha de esas que ya es volverse loco de
guapas) invitándome también, porque a mí me daba vergüenza
de presentarme de huésped en su casa. Pero son una clase de familia
distinta a lo general y acostumbrada a vida social, pues esto de invitar gente
a su casa se hace en todo el mundo menos en España. Dalí tiene
empeño en que trabaje esta semana santa en su casa de Cadaqués
y lo conseguirá, pues me hace ilusión salir unos días
a pleno mar y trabajar y ya sabéis vosotros cómo el campo y el
silencio dan a mi cabeza todas las ideas que tengo".
Fue el
primer viaje de Federico a Cataluña, y aquella visita y una segunda
estancia más larga, entre mayo y julio de 1927, dejaron una huella profunda
en la vida y obra de ambos.
Dalí había
ingresado en 1922 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y vivía
en la Residencia, donde había trabado amistad con el poeta granadino.
Durante cinco años, desde 1923 hasta 1928, los mundos artísticos
de Dalí y de Federico se compenetraron hasta tal punto que Mario Hernández
ha hablado, con razón, de un período daliniano e n la obra del
poeta, y Santos Torroella, de una época lorquiana en la del pintor.
Fruto de esta amistad, que se convirtió en pasión amorosa, fue
la "Oda a Salvador Dalí", que Federico publicó en abril
de 1926 en Revista de Occidente, poema "didáctico" -
así lo llama-en que canta "...un pensamiento / que nos une en las
horas oscuras y doradas".
En sus
discusiones en Madrid y Cadaqués, y en un riquísimo epistolario
que se ha conservado sólo en parte, los dos amigos abordaban cuestiones
estéticas de hondo interés para ambos. Juntos exploraron la pintura
y la poesía contemporáneas y el arte del pasado. Cuando Federico
preparaba su tragedia Mariana Pineda, en la que intentaba captar la
historia de la heroína granadina en bellas "estampas" románticas,
le pidió a Dalí que diseñara el decorado para su estreno
en Barcelona (1927). Otros proyectos se quedaron en pura conversación,
como el Libro de los putrefactos, una serie de dibujos satíricos
de Dalí que iba a incluir un prólogo, jamás escrito, de
Federico.
Dalí alentó al
granadino en su esfuerzo por comprender la pintura moderna (véase su
conferencia "Sketch de la nueva pintura") y lo animó como
dibujante, reseñando su primera exposición, en el verano de 1927,
en las Galeries Dalmau de Barcelona.; Y fue Federico, sin duda, quien más
animó a Dalí como escritor. En 1928, la granadina Gallo -revista
literaria impulsada por Lorca y dirigida por su hermano Francisco- publicó las
traducciones al español del "San Sebastián" de Dalí -un
ensayo, en forma de narración, en que expone su estética de la "santa
objetividad"- y del "Manifiesto antiartístico catalán",
firmado por Dalí, Sebastià Gasch y Lluis Montanyà.
La estética
de Dalí le sirvió a Federico como estímulo cuando empezaba
a cultivar, a partir de 1927, una poesía de "evasión",
en la que se daba menos importancia a la metáfora que a lo que Federico
llamó -sirviéndose de la expresión de Dalí- el "hecho
poético": la imagen que pretende "evadirse" de cualquier
explicación racional (véase su conferencia "Imaginación,
inspiración, evasión").
De la mano
de Dalí pudo adquirir Federico un conocimiento más profundo del
arte popular y culto de Cataluña, región por la que sentiría
siempre gran afecto. Si el ingreso en la Residencia de Estudiantes le había
permitido trascender las limitaciones del medio granadino, los viajes a Cataluña
le revelaron las limitaciones del mundo cultural de Madrid.
Viaje a Luis de Góngora
Mientras
Federico descubría el mundo cultural de Cataluña, los poetas
españoles estaban a punto de rescatar y celebrar a un poeta barroco
cuya estética -originalidad de la metáfora, esplendor sintáctico
y léxico-les impresionaba hondamente. Luis de Góngora y Argote
(1561-1627) dejó huella en la poesía de García Lorca -por
ejemplo, en "La sirena y el carabinero" y en algunos de los romances
gitanos-, y la celebración de su tricentenario sirvió para aunar
a los poetas españoles en lo que algunos de ellos empezaron a llamar
una "generación". Los amigos de Lorca-Rafael Alberti, Vicente
Aleixandre, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Emilio
Prados, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre-se conocen hoy en
día como integrantes de aquella Generación del 27.
El cri
de guerre inicial lo lanzó Gerardo Diego en un ensayo titulado "Escorzo
de Góngora". Desde Valladolid, en febrero de 1924, Jorge Guillén
acusa recibo de ese ensayo y de este nuevo "contemporáneo": "Aunque
esto de las generaciones es casi un mito, y casi una tontería, sin
embargo, siento cada día más vivamente la convivencia con mis
verdaderos contemporáneos. Sí, creo en la contemporaneidad
de los espíritus. Leyendo, atisbando su Góngora, me siento
tan aludido que ¿cómo no expresarlo, cómo no sacar esta
alusión a evidencia amistosa? [Correspondencia. Pedro Salinas,
Gerardo Diego, Jorge Guillén (1920-1983), ed. José Luis
Bernal, pp. 47-48.]
Dos años
más tarde, Lorca envió a Guillén las primicias de un hermoso
ensayo suyo leído como conferencia en febrero de 1926: "La imagen
poética de don Luis de Góngora", donde expresaba la imponderable
grandeza del poeta cordobés. Según Lorca, Góngora armonizaba
mundos diversos gracias a su uso de la mitología, dominó como
nadie el mecanismo de la metáfora y de la inspiración, y su lenguaje
cayó sobre la lengua española como un rocío vivificador.
Otros poetas amigos, desde Rafael Alberti hasta Gerardo Diego, Guillén
o Dámaso Alonso, pusieron en marcha una campaña de homenaje y
divulgación en torno a la figura y obra de Góngora, campaña
que, en efecto, marca un fenómeno "generacional" (se abstienen
Machado, Unamuno, Juan Ramón Jiménez...) y que culmina con el
viaje de sus promotores a Sevilla.
En diciembre
de 1927, en el Ateneo de aquella ciudad, el grupo formado por el propio Lorca,
Alberti, Cernuda, José Bergamín, Juan Chabás, Gerardo
Diego, Dámaso Alonso y Mauricio Bacarisse, comunicó a un público entusiasta
una nueva visión no sólo de Góngora sino de su propio
arte frente al de las generaciones anteriores. En la más sustanciosa
y sabia de esas intervenciones, Dámaso Alonso pidió una "completa
revisión de los valores de la literatura pretérita". Expuso
un nuevo enfoque de la literatura española, arguyendo que al lado del
realismo y del "vulgarismo" asociados habitualmente con las letras
españolas había una corriente de aristocrático idealismo
ejemplificado por la obra de don Luis y por la de los poetas modernos que se
agrupaban en torno a él.
El viaje
en tren de Madrid a Sevilla fue narrado graciosamente por Jorge Guillén
en una serie de cartas a su mujer, Germaine Cahen (editadas por Biruté Ciplijauskaité): "Es
absurdo -escribe Guillén-. Ni antes, ni después de ahora volveré a
contemplar todo un departamento de un vagón, lleno de estos animales
llamados poetas.
Los actos
oficiales -dos veladas literarias y un banquete en la venta de Antequera- fueron
conmemorados en la prensa sevillana de aquel entonces. Años después,
Dámaso Alonso, Luis Cernuda y Rafael Alberti recordarían con
nostalgia otros pormenores de la celebración: una juerga en Pino Montano
-el cortijo del torero Ignacio Sánchez Mejías, que había
costeado la excursión-, la travesía nocturna del Guadalquivir,
el primer encuentro de Cernuda y García Lorca...
Entre 1924
y 1927, pues, puede decirse que Federico García Lorca llegó a
su madurez como poeta, atento al arte del pasado y formando parte de uno de
los grupos poéticos, en palabras suyas, "más importantes
de Europa, por no decir el más importante de todos".
Fotos de Federico García Lorca - Fué un poeta, dramaturgo y prosista español
Retrato de Federico García Lorca
Escultura de Federico García Lorca
Federico García Lorca con sus amigos
Interesante ilustración de Federico García Lorca hecho por Aguijaro
Federico García Lorca tocando el piano
archivo Federico García Lorca |
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custodia el Archivo de la Fundación Federico García Lorca, digitalizado
por la Residencia de Estudiantes. Permite la consulta de copias
digitales de los manuscritos y de la correspondencia enviada por Lorca que se conservan, junto al catálogo de la biblioteca de
la Fundación, formada por ediciones de la obra de Lorca en múltiples
idiomas, biografías, estudios y artículos sobre su obra y su entorno
cultural y artístico. A estos documentos, se irán incorporando, en los
próximos meses, el resto de los fondos de la Fundación:
correspondencia recibida por el poeta, dibujos, carteles, programas,
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