viernes, 1 de febrero de 2013

MAÑANA VEREMOS


GONZALO HERNÁNDEZ SANJORGE

PERSONAJES
El Rey
La Reina
El Bufón

ACTO UNICO
Todo transcurre en una suerte de trastero donde se ven objetos diversos arrumbados sin orden ni cuidado. La habitación tiene tres salidas, tres oquedades sin puerta: una en cada costado y otra al fondo. Hay tres viejos sillones con sendos almohadones. Cada sillón es para una sola persona. Hay también una mesa con tres sillas y sobre la mesa tres bolsas de arpillera. En el suelo hay un enorme baúl de madera y junto a éste una especie de máquina en construcción.
Ninguno de los personajes tiene ropa de realeza, sino que visten bastante pobremente. El Rey y la Reina tienen en sus gestos una dignidad que contrasta con sus vestimentas.



Escena I
El Rey, La Reina y El Bufón. Están hincados revolviendo el baúl, buscando piezas para la máquina. El Bufón, haciendo un gesto de resignación con los hombros, ofrece algunas piezas al Rey. El Rey mueve la cabeza negativamente y el Bufón deja caer los objetos en el baúl. De pronto el Rey saca una pieza del baúl y va hacia la máquina. Prueba encajar la pieza en uno y otro lado de la máquina. La sostiene casi apoyándola contra la máquina y, sin mover los pies, aleja su cabeza como para observarla mejor.

REY: No, tampoco es ésta la pieza que necesito.
REINA: ¿Qué tal te parece ésta?
REY: Humm, humm. (toma la que le ofrece la Reina y hecha la otra al baúl. Va hacia la máquina y hace la misma operación que antes.) No, ésta tampoco es. (regresa al baúl y continúa buscando.)
BUFON: Oh, Rey, ¿por qué no nos dices qué estamos buscando? Tal vez entonces nos sea más fácil encontrarlo.
REY: ¡¿Otra vez Bufón?! ¡¿Cuánto más deberé repetírtelo?! Buscamos la última pieza que le falta a mi máquina.
BUFON: ¿Y cómo es esa pieza?
REY: No lo sé.
BUFON: Al menos dime cómo tendría que ser.
REY: No tengo la menor idea.
BUFON: ¿Acaso la Reina lo sabe?
REINA: Oh, no, yo tampoco.
BUFON: Veo que somos como niños en la oscuridad.
REINA: (Poniéndose de pie. Con exagerado tono de declamación dramática.) ¡Como panteras ciegas en la niebla de los objetos!
REY: (Poniéndose de pie. Con exagerado todo de declamación dramática.) ¡Como rinocerontes enceguecidos por el olor de la niebla húmeda!
BUFON: ¿Y cómo encontraremos lo que buscamos?
REY: ¡Buscando! (El Rey y la Reina se vuelven a hincar al mismo tiempo y continúan buscando en el baúl.)
BUFON: ¿Pero qué buscamos?
REY: Ya te lo he dicho.
BUFON: Pues es más lo que no me has dicho.
REY: Acostúmbrate, el mundo está lleno de misterios y otras cosas incomprensibles.
REINA: ¡Me distraen con tanta charla y no puedo buscar bien!
BUFON: Sólo quiero saber qué cosa es lo que buscamos.
REY: Lo sabrás cuando lo encuentres.
BUFON: ¿Y cómo lo sabré?
REINA. (Levantando una pieza del baúl y poniendo cara de satisfacción por haberla encontrado.) Simplemente dirás: "¡esésta!"
REY: ¿Es esa?
REINA: No, claro que no.
BUFON: (El Rey se levanta a probar otra pieza en la máquina.) Al menos sabemos que está en esta caja.
REY: Saber, lo que se dice saber...
REINA: Esperamos, que es lo más que podemos hacer.
BUFON: Pensé que los reyes lo podían todo.
REY: (Regresa al baúl a dejar la pieza que recién probó en la máquina.) Lo que puedo hacer y haría, si no estuviera tan preocupado en terminar mi invento y los bufones no fueran tan escasos, es ordenar que el verdugo te cortara el cuello.
BUFON: (Mientras sostiene una pieza en la mano.) Uno siempre sabe agradecer a quien tiene la delicadeza de dejarle el cuello como está.
REY: Entonces, entrégame esa pieza.
BUFON: Es toda tuya.
REY: (Llendo hacia la máquina con la pieza.) Esperemos que sirva.
REINA: Los otros días alguien me dijo que en Londres se había perdido un baúl como éste.
REY: (Continúa probando en distintos lugares la pieza.) Entonces debemos tener cuidado al revolver el baúl, podría que fuera éste. No quisiera entrar en guerra por romperles el gran reloj.
REINA: Quizá nuestra pieza haya caído al Támesis. (Al Bufón.) Deberías ir a buscarla.
BUFON: (Con sonrisa fingida.) No se bucear, mi Reina.
REY: (Observa la pieza a contraluz, la sopla y le pasa la mano como para quitarle algo que tuviera pegado.) A todo se aprende. (Coloca la pieza en un lugar de la máquina en el que no la había probado.)
REINA: ¡O podría haber caído dentro de una taza de té!
REY: ¡Aleluya! ¡Aquí está, aquí está! (La Reina se levanta rápidamente, el Bufón lo hace con más lentitud. Ambos se colocan junto al Rey y los tres observan la máquina.)
REINA: (Enternecidamente.) ¡Oh, qué bonita!
REY: (Pausa.) ¡Maldición!
BUFON: ¿Qué ha pasado?
REY: ¿Y tú me lo preguntas, grandísimo bellaco? (Saca airadamente la pieza de la máquina.) ¿Crees que no he entendido lo que tratas de hacerme, a mí, al Rey?
BUFON: (Sorprendido.) No te comprendo.
REY: Pues está clarísimo. Tú me has dado esta pieza porque era la última y así pretenderás llevarte todo el mérito de mi obra.
BUFON: (Confuso.) Pero...
REY: ¡Silencio! (Dando unos pasos hacia atrás.) ¡Atrás, canalla, atrás!
REINA: (Se coloca tras el Rey, como si se escudara en él.) ¡Y pensar que lo considerábamos alejado de toda maldad!
BUFON: ¡Pero si yo no sabía qué debía buscar!
REY: (Melodramáticamente.) ¡Oh, cuán horrible monstruo detrás de tan figurada inocecia!
REINA: (Melodramáticamente.) Ahora ya no podremos creer en lo que creíamos!
REY: (Melodramáticamente.) ¡Tras cada niño supondremos un instinto brutal y asesino!
REINA: (Melodramáticamente.) ¡Oh, cuán abominable la pureza!
BUFON: Pero mi Rey, si fuiste tú quien me pidió esa pieza que yo tenía en la mano.
REY: (A la Reina.) ¡Puedes cree que hasta eso ha planeado!
REINA: ¡Quien sabe con qué habilidades te ha obligado a que se la pidieras!
REY: (Extiende la pieza al bufón.) Tómala, no la quiero. (Una vez que el bufón toma la pieza el Rey se cruza de brazos y gira la cara hacia otro lado.)
BUFON: Pero si has sido tú quien ha dicho que sólo faltaba esta pieza.
REY: Pues ha sido una equivocación.
REINA: Recuerda que eres un Rey.
REY: (Turbado.) ...Un engaño...eso es, la máquina me ha engañado.
BUFON: (Molesto pero resignado. Deja caer la pieza en el baúl.) Como quieras.
REY: (Se acerca al baúl. Con expresión de asombro se inclina y extrae la pieza que antes le había dado el Bufón.) ¡Miren lo que he encontrado!
REINA: Por fin.
REY: ¡Sí, la he encontrado! Es la pieza que necesito.
BUFON: (Fastidiado.) Es la misma que yo te he dado antes.
REINA: ¿La misma?
BUFON: Pues juraría que sí.
REY: Y jurarías mal. Cuando tú me diste la pieza no había pasado por nuestra discusión, ni te la había devuelto, ni la habías tirado en el baúl, ni yo la había vuelto a sacar.
BUFON: Pues es la misma.
REY: ¿Cómo puede ser la misma cuando su historia ha cambiado?
BUFON: Pregúntale a cualquiera si esa no es la misma pieza que te di hace un momento.
REY: Es que su sentido ha cambiado. Incluso ahora ya no va aquí (señala donde la había puesto antes) sino aquí. (Pone la pieza en otro lugar.)
BUFON: La pieza es la misma y esa es una verdad objetiva que cualquier Rey debe aceptar.
REY: Pero a veces la verdad objetiva puede ser subjetivamente falsa.
BUFON: Pues entonces algo debe andar mal.
REY: Ambas cosas... o ninguna.
BUFON: No sólo la pieza es la misma sino que ahora tu máquina es diferente, pues has colocado la pieza en otro lugar.
REY: Te enredas demasiado en las apariencias; pero, claro, tú sólo eres un bufón. (Sonriendo.) Tú serías capaz de creer en los fantasmas tan sólo con comprobar que existen.
REINA: ¡Terminen con las discusiones, que me aburren! Y tú, Rey, muéstranos cómo funciona tu máquina.
REY: (Girando y moviendo piezas de la máquina.) Oh, es muy simple. Se mueve esto así... y luego esto... y ya está. (No pasa nada..)
REINA: (Pausa.) ¡Magnífico!
REY: (Con falsa modestia.) Gracias, gracias.
BUFON: ¿Y qué ha sucedido?
REY: (Molesto.) ¡¿Podrá ser que no te has dado cuenta?!
BUFON: (Tímidamente.) Pues...no.
REINA: ¡Hazlo de nuevo, hazlo de nuevo!
REY: (Moviendo otras piezas y en otro sentido de lo que lo hizo antes.) Muevo esto así... y esto acá... y esto también... y esto... y ya está. (No pasa nada.)
REINA: (Pausa.) ¡Grandioso!
BUFON: ¿Alguien podría explicarme? No he podido notar nada.
REY: Podría estar ocurriendo que en Africa los leones se estuvieran convirtiendo en puercoespines.
REINA: O que todos los girasoles se tornaran de plata.
REY: O que el combate de Troya se volviera a llevar a cabo en este instante. (Saca un reloj de bolsillo y mira la hora. Para sí mismo.) Debo recordar esta hora y anotarla en mis papeles.
REINA: O Londres... ¡acaso Londres podría haber vuelto a la normalidad!
BUFON: Deberíamos estudiar mejor los resultados de esta máquina para saber exactamente cuáles son.
REY: Son los que hemos dicho y muchos otros.
BUFON: Propongo evaluar en el lugar de los hechos , y lo más racionalmente posible, cada hipótesis.
REY: ¡El Laberinto! ¡No podemos salir del laberinto!
BUFON: (Molesto.) ¡El laberinto, el laberinto! Mira, el laberinto...
REINA: ¡Basta! ¡Parecen empecinados en amargarme con sus discusiones! (Va a la mesa, toma un libro de una de las bolsas de arpillera y se sienta a leerle en uno de los sillones.) Prefiero dedicarme a cosas más dóciles.
BUFON: (Apenado.) Está bien... yo no quise... (Animosamente.) ¿Y que tal si hacemos algo para entretenernos?
REY: Yo le tengo que poner nombre a mi máquina.
BUFON: ¡Y qué nombre tendrá? (Sarcásticamente.) Quizá si supieras bien para qué sirve podrías ponerle el nombre adecuado.
REY: Es que sirve para tantas cosas y para tantas otras tan insospechadas... ¡Artalamio! (camina en torno a la máquina. Pensativo.) Artalamio... Artalamio...
BUFON: Si tú lo dices.
REY: No, Artalamio no. Y a ti, mi Reina, ¿no se te ocurre algo?
REINA: (Baja el libro. Pausa.) ¡Hegesíbulo! (El Rey hace una mueca de no estar completamente de acuerdo.) No, no. No quise decir ese nombre... ¡Ay, lo tengo en la punta de la lengua!
REY: (Corre hacia la Reina y le toma la cara con las manos.) Muéstrame la lengua. La Reina saca la lengua.) Bueno, muy en la punta no está.
REINA: ¿Pero qué dice?
REY: ¡Cuidado, mujer, que puedes morder el nombre y saldrá corriendo! (Leyendo con dificultad. Dice: Franuprasio. (Vuelve hacia la máquina. Pensativo.) Franuprasio... Franuprasio...
REINA: (Desconsolada.) No, no era ese el nombre que pensé tener en la punta de la lengua. (Retoma su lectura.)
BUFON: Vamos, hagamos algo más divertido.
REY: Tengo la obligación de ponerle un nombre a mi máquina y no me evadiré cobardemente como una sucia rata.
BUFON: ¡Eso! ¡Digamos nombres de animales para divertirnos! Te mostraré que puedo seguir un juego.
REY: Está bien. Empieza tú.
BUFON: Lagarto.
REY: Cantimplora.
BUFON: (Mira a la Reina. Pausa.) Vamos, mi Reina, le toca a usted.
REINA: Yo no dije que jugaría.
BUFON: Pero es un juego, ¿cómo no va a jugar? Comencemos de nuevo. Empiece usted, mi Reina y luego sigue el Rey.
REINA: Está bien... Cerilla.
REY: Espejo.
BUFON: Escarabajo.
REINA: Escondrijo.
REY: Pecera.
BUFON: Piojo.
REINA: Lagartija.
REY: Consonante.
BUFON: Dromedario.
REY: ¡Perdió el Bufón!
BUFON: ¡¿Cómo que he perdido?!
REY: Sólo valen nombres de animales.
BUFON: ¿Y?
REY: Que lo que tú has mencionado no es un animal.
BUFON: ¡Claro que sí!
REY: ¿Qué clase de animal es el dromedario?
BUFON: Unicamente hay que decir nombres de animales no saber su clasificación.
REY: Es que ese no es un animal.
BUFON: ¿Por qué no?
REY: Te lo digo yo que conozco todos los animales.
BUFON: Se ve que a éste no lo conoces.
REY: Entonces no es un animal.
REINA: (Mientras vuelve a retomar su lectura.) Por esto me aburren vuestros juegos. Ninguno de los dos sabe jugar. Les gusta mucho más discutir que divertirse.
REY: Creo que tenemos que dilucidar este problema.
BUFON: Estoy de acuerdo.
REY: Mi reputación está cuestionada.
BUFON: ¿Y cómo haremos para resolverlo?
REY: En principio creo que es justo coincidir en que conozco todos los animales
BUFON: Eso depende.
REY: ¿Depende de qué?
BUFON: De si realmente los conoces.
REY: Pues los conozco.
BUFON: Eso es lo que tú pretendes.
REY: (Girando repentinamente hacia la máquina.) ¡Atrifulso! (Pausa.) No, no...
BUFON: Deja en paz a tu máquina.
REY: Es que pensé que ese era el nombre. Además, lo nuestro ya está más que resuelto: el dromedario no es un animal.
BUFON: Eso es lo que tú dices.
REY: Veo que no te basta.
BUFON: Pues no.
REY: ¿Y si alguien que conociera todos los animales diera testimonio de que yo conozco todos los animales, eso te bastaría?
BUFON: Si lo logras...
REY: Pues yo conozco todos lo animales y estoy en posición de testificar que los conozco a todos.
BUFON: (Dándose por vencido.) ¡Ah, entonces, si es así...!
REY: Y yo no se que el dromedario sea un animal. Como ves, has perdido.
BUFON: (Con fingida complacencia.) Pues ahora que me lo explicas...
REY: Es lo que tienen las cosas evidentes.
BUFON: (Tras observar a la Reina.) Creo que la Reina está molesta.
REY: Acaso ha elegido mal su lectura.
REINA: (Sin dejar de leer su libro) Estoy molesta con ustedes, que no saben estar sin pelearse.
BUFON: Pues probemos a entretenernos con otra cosa.
REINA: (Sin dejar de leer su libro.) Con ustedes no lo intento más.
BUFON: Juguemos, juguemos de nuevo.
REINA: (Sin dejar de leer su libro. Asperamente.) Dije que no contaran conmigo.
REY: Y yo también tengo ocupaciones que atender. (Se pone a cambiar piezas de lugar en la máquina.)
BUFON: Pero si tu máquina ya estaba terminada.
REY: (Enojado.) Por supuesto, por supuesto que sí. ¿Acaso se te ocurre lo contrario?
BUFON: No te pongas así. Juguemos una vez más.
REY: Pero la Reina no jugará.
BUFON: Es nuestra oportunidad de demostrarle a la Reina que sabemos divertirnos.
REY: ¿Y qué haremos?
BUFON: Por lo pronto puedes poner un poco más de esfuerzo.
REY: ¿Has enloquecido? Un Rey no necesita hacer esfuerzo.
BUFON: Mira, lo haremos más fácil, esta vez podemos decir nombres que no sean de animales.
REY: ¡Oh, no! Eso es muy difícil. ¡Hay tantos!
BUFON: Entonces digamos nombres de vegetales.
REY: (Se cruza de brazos y gira la cara hacia otro lado.) Jamás consentiré en verme mezclado con la espinaca. Es una ofensa verme rebajado a tanto.
BUFON: (Haciendo una reverencia a la vez que un gesto de fastidio.) No fue mi intención.
REY: Te disculpo.
BUFON: Mejor digamos nombres de minerales.
REY: ¡Piedras preciosas!
BUFON: Bien, comienza ya.
REY: Equinoccio.
BUFON: Topacio.
REY: Albahaca.
BUFON: Rubí
REY: (Girando repentinamente hacia la máquina y señalándola con el dedo.) ¡Istarcasio!
BUFON: Deja de distraerte con esa máquina.
REY: Creí que había encontrado el nombre.
BUFON: Ahora debemos volver a comenzar. Vamos, empieza.
REY: ¿Piedras preciosas, no? Hummm... escarlata.
BUFON: Diamante.
REY: Solomillo.
BUFON: Zafiro.
REY: Espejo.
BUFON: ¡Eh!, ese nombre lo has usado antes, cuando los animales.
REY: ¿Y qué?
BUFON: Decídete, ¿es un animal o no?
REY: Al parecer hay nombres que tienen menos prejuicios que tú.
BUFON: ¡¿Prejuicios?! ¿Acaso no has dicho antes que ese era el nombre de un animal?
REY: Lo era.
BUFON: ¿Quieres decir que ya no es el nombre de un animal?
REY: Es que las palabras se desplazan muy rápido. Hay que vigilarlas con mucho cuidado.
BUFON: ¡Cuánto peligro para un hablante!
REY: Pero eso en caso de decir solamente palabras.
BUFON: Pues entonces, si es así, ya puedes dejar de preocuparte por el nombre de tu máquina.
REY: Jamás podría dejar de hacer tal cosa.
BUFON: ¿No puedes o no quieres?
REY: Buscas diferencias donde no las hay.
BUFON: Como más te guste, pero si las palabras se desplazan tanto ¿para qué preocuparte en encontrar el nombre exacto de tu máquina? Un nombre no es más que una palabra.
REY: Sólo por fuera.
BUFON: Me parece absurdo.
REY: ¿Y por qué sería absurdo?
BUFON: Muy simple, porque no se entiende.
REY: ¡Y como no se entiende lo llamas absurdo! ¡Cuánta petulancia tienes!
BUFON: (Gritando con enojo.) Basta, basta ya, esto es demasiado para mí.
REY: No levantes la voz.
BUFON: (Gritando con enojo.)Estoy cansado; estoy harto de tus insultos, de toda tu palabrería inútil. Prefiero irme de aquí, ¿me entiendes? Prefiero irme a permanecer aquí y tener que escucharte hablar, hablar y hablar mientras te esfuerzas en que no se te entienda. Tú y tus palabras pueden quedarse a solas. (Sale por una de las aberturas a los costados.)
REY: (Elevando el tono en cada pronunciación.) ¡Entender, entender, entender! (Sin salir, va hacia el lugar por donde salió el bufón. Gritando.)¡¿Quién te crees que eres para hablarme así?!
BUFON: (Entra por el costado opuesto al que había usado para salir.) ¿Acaso estás realmente dispuesto a saber quién eres tú?
REY: (Saca una pesada pieza del baúl y se dirige a la salida del fondo, al medio. Furioso.) ¡Vete de una buena vez si vas a irte! (Al ver que el Rey va a tirar la pieza el Bufón hace el gesto de cubrirse con las manos y luego sale corriendo por donde había entrado. El Rey arroja la pieza por la abertura del fondo.) ¡Ya no eres Bufón! ¡Ya no eres nada! ¡Vete! ¡Vete!





Escena II
La Reina, el Rey.

REINA: ¡Cálmate! Tú lo presionaste.
REY: (Gritando.) ¿Yo? ¿Pero es que alguien puede creer que me haga esto a mí? ¡Como si no tuviera ya suficiente dificultades con mi laberinto!
REINA: ¡Ah, sí, tu dichoso laberinto!
REY: ¿Tú también? ¿Qué culpa tengo de ser un rey en un laberinto?
REINA: ¡Serénate! ¡No hacen falta todos esos gritos!
REY: ¡Que no los hago porque me hagan falta sino porque me sobran!
REINA: Pues así no irás a ningún lado.
REY: ¿Y a dónde iré?...si sólo soy un Rey en un laberinto.
REINA: Entonces quédate aquí, conmigo.
REY: Pero tú también me recriminas. Ni siquiera te importó lo que él hizo. ¡Bien quieta que te quedaste sin impedir que me hablara como me habló!
REINA: Si Dios hubiera querido que me moviera más no hubiera hecho que la Tierra y los demás planetas se movieran tanto.
REY: (Pensativo.) Tal vez estés en lo cierto.
REINA: Mi quietud es para compensar el movimiento del universo.
REY: Sí, quizá yo también deba calmarme, al menos para no pasar por un hereje.
REINA: Así es, tranquilízate. Puedes contar conmigo, sabes que yo te amo.
REY: ¡Amor, amor, amor! ¡Cómo te gusta usar palabras difíciles!
REINA: Tan difícil no ha de ser, acabas de decirla tres veces.
REY: Y en ninguna la he dicho bien.
REINA: No ha sido mi culpa.
REY: Tú empezaste con esto. ¡Y todo por esos libros que te pasas leyendo!
REINA: Sabes que si no leo no puedo conciliar el sueño luego.
REY: Huyendo del insomnio prefieres vivir en fantasías. Te llenas la cabeza de ideas raras y no ves la realidad.
REINA: ¿Cuál realidad?
REY: (Molesto. Mueve las manos como si indicara alguna dirección, pero sin indicar claramente ninguna.)¡ Tch, aquella! (Va hacia la mesa. De la primera bolsa de arpillera –de donde la Reina sacó el libro- saca otros libros.) ¡Mira lo que lees! (Lee las tapas.) "Estructura y función de las algas", "Sumario sobre la vida, virtudes y milagros de San Canuto", "Organización social en la India primitiva". (Tira los libros dentro de la bolsa de la cual los había sacado.) ¡Amor, amor, amor!
REINA: ¿Es que tú no me amas?
REY: Dime lo que es el amor y te responderé.
REINA: Bueno, pues... (Sin decir palabra la Reina mueve los labios como si estuviera siempre a punto de decir algo mientras gesticula con los brazos. En tanto, el Rey, que mira hacia otro lado, poco a poco comienza a hacer gestos de asentimiento con la cabeza.)
REY: Siendo así, entonces... claro que te amo.
REINA: ¿Sólo si fuera así?
REY: Por supuesto que no. Has sido tan convincente que aunque fuera de otra manera te amaría igual.
REINA: Después de todo, no ha sido tan difícil.
REY: Pues lo parecía.
REINA: Ocurre a menudo con estas cosas.
REY: Es que siempre todo se parece a algo.
REINA: Como cuando no se le parece.
REY: Exacto, había olvidado mencionarlo.
REINA: También habías olvidado la calma.
REY: Lo sé, lo sé. Es que a veces me pongo como loco. Perdóname... ¡es que extraño tanto el mar!
REINA: Comprendo, te duele extrañarlo.
REY: ¿Extrañar lo qué?
REINA: El mar.
REY: (Molesto.) Pero si no lo conozco.
REINA: Ese no es obstáculo para no extrañarlo.
REY: Lo acepto. Lo que no puedo aceptar es que lo hayas olvidado.
REINA: ¿Olvidar lo qué?
REY: Que no conozco el mar.
REINA: ¡Hoy estás insoportable! ¡No se necesita armar tanto escándalo por un mar!
REY: Bien sabes que me crié en el desierto.
REINA: ¿Y quien no?
REY: Luego me encontré en este laberinto y fue aquí donde te conocí. ¿Lo has olvidado?
REINA: Quizá... ¡se olvidan tantas cosas!
REY: ¿Cómo puedes olvidar algo tan importante?
REINA: Tal vez por eso.
REY: ¡Parece mentira!
REINA: ¡Quédate quieto!
REY: Si me estoy quieto, mujer.
REINA: Tú sabes lo que quiero decir. ¡Que extrañas el mar, que no lo extrañas! ¡Decídete, ¿cómo sabré si no qué decirte?!
REY: Ni los muertos son iguales a sí mismos.
REINA: Al menos lo intentan. ¡Bastante que se esfuerzan por lograrlo!
REY: A veces soy parecido a mí. Pero sólo a veces y nunca más de lo necesario.
REINA: Menos no es suficiente.
REY: Entonces deberá bastar.
REINA: Como ocurre siempre.
REY: ¡Eso, como ocurre siempre!
REINA: Está visto que hoy no estás de buen carácter. Si quieres finalizamos todo esto y nos abocamos a otro día.
REY: (Con miedo. Titubeando.) No, mi Reina, no... por favor... no me hagas eso. No estaría bien hacer eso... tú sabes... mi reino... el laberinto... en fin... todas esas cosas. Tú sabes...
REINA: Está bien, está bien. Continuaré con mi libro. (Se pone a leer en el mismo sillón que antes.)
REY: Yo, entre tanto, me dedicaré a mi máquina. Ya la he terminado y ni siquiera le he puesto un nombre. ¡Si parece andar pidiendo un nombre!
REINA: (Sin levantar la vista de su libro.) Enséñale que mendigar no está bien en una corte.
REY: (Acerca su oído a la máquina, como si la máquina le dijera algo en voz baja.) Dice que no lo pide, lo reclama.
REINA: (Sin levantar la vista de su libro.) Dile que no está bien ser presuntuoso ante Sus Majestades, aunque no exista mejor lugar para ser presuntuoso.
REY: (A la máquina.) ¡Crisálfea!... no. ¿Cuál es tu nombre? Déjamepensar... (Se sienta en el suelo y queda pensativo, mirando la máquina. Primero suavemente y luego más fuerte comienza a escucharse canto gregoriano sobre el cual se van mezclando sonidos de cascos de caballos y choques de espadas.)
REINA: No entiendo cómo puedes pensar cuando los recuerdos te hacen tanto ruido.
REY: (La voz de la reina sorprende al Rey. Los sonidos cesan bruscamente. Se levanta, va al baúl y comienza a revolver.) No se puede y además lo que recuerdo lo recuerdo confusamente.
REINA: ¡Alabada sea la memoria que es infiel!
REY: La memoria fiel es el peor que un insecto venenoso.
REINA: ¿Peor? ¡Dos veces peor! (Mira al Rey que pone nuesvas piezas en la máquina y cambia otras de lugar.) ¿Sabes?, me alegro que hayas terminado con esa máquina.
REY: (mientras trabaja en la máquina.) Sí, yo también.
REINA: (Se pone a leer su libro. Enseguida lo baja y queda con la mirada perdida. Suspira.) Es bello el color naranja, ¿no?
REY: ¿Por qué lo dices?
REINA: Tal vez para salir del paso.
REY: Pero no estábamos caminando.
REINA: Entonces corríamos, porque estoy muy agitada. ¡Mírame! (Respira ruidosamente por la boca, como si estuviera agitada.)
REY: ¿Quieres algo de beber?
REINA: ¿Tienes agua de lluvia?
REY: Cuando caiga.
REINA: (Retomando su respiración normal.) Entonces esperaré. (Vuelve a leer su libro. Nuevamente lo baja, quedando pensativa y triste.)
REY: (Dejando en el baúl algunas piezas que ha quitado de la máquina.) Creo que estás un poco triste.
REINA: Quizá sea preferible hablar del color violeta.
REY: ¿Qué es lo que te lastima?
REINA: ¿Recordé a nuestro hijo. ¿Te acuerdas que teníamos un hijo?
REY: (Molesto.) ¡Y un gato de yeso hermoso! ¿Te acuerdas tú?
REINA: Yo hablaba de nuestro hijo.
REY: ¿Para qué?
REINA: Me lo preguntaste... y además para tenerlo cerca.
REY: Pues déjame decirte que se fue muy lejos.
REINA: (Suspira.) Demasiado lejos.
REY: ¡Al fin y al cabo es lo que hacen todos los hijos!
REINA: Habrá alguno que no.
REY: Entonces no será un hijo.
REINA: ¿Y qué será?
REY: ¡Y yo que se! ¿Es que no se nota que soy un Rey o es que tengo cara de zoólogo?
REINA: Pensé que tú sabrías.
REY: No hay que pensar, hay que saber.
REINA: ¡Vaya a saber uno lo que hay que saber!
REY: Lo que sí sé es que todos los hijos son parricidas.
REINA: Habla bajo, que te puede escuchar algún juez o algún conspirador.
REY: Esa es la verdad.
REINA: ¿Crees que él nos ha matado?
REY: Sin duda.
REINA: Entonces crees que estamos muertos.
REY: Seguro que en alguna muerte hemos de andar.
REINA: ¿En cuál?
REY: ¿Cómo saberlo? ¡Hay tantas!
REINA: ¿Tú crees? ¡Y cómo es que no nos hemos dado cuenta?
REY: (Melancólico.) Es que la muerte es muy complicada. (Pausa. Suspira.) ¡Tal vez tenías razón!
REINA: ¿En qué?
REY: En que fuera mejor hablar del color violeta.
REINA: ¿Te duele haber tenido un hijo?
REY: En absoluto.
REINA: Pero te duele que se haya ido.
REY: Yo también me fui.
REINA: Hablaba de tu hijo, no de ti.
REY: Si hablas de un hijo hablas de todos los hijos.
REINA: Cierto. Mejor cambiemos de tema, que me estoy metiendo con demasiada gente y van a venir a quejarse.
REY: Tú siempre has sido muy sociable.
REINA: Sí, pero estoy cansada y no quiero recibir a más nadie. No pensemos ya en esas cosas.
REY: Sí, no pensemos en cosas. (Pausa. Gira bruscamente hacia la máquina, señalándola con el índice.) ¡Palatamio! (Se sonríe.)
REINA: ¿Acaso se llama Palatamio?
REY: Peor que eso. ¿No has visto lo que esta maldita acaba de hacer?
REINA: No me digas que convirtió a Polonia en un trozo de celofán.
REY: No, no, nada de eso.
REINA: ¿Me das una segunda oportunidad? Al menos ya puedo eliminar Polonia y el celofán.
REY: ¿Pero es que en serio no lo has visto?
REINA: No sé, uno ve tantas cosas.
REY: Lo importante es ver lo correcto.
REINA: Aunque no se haga correctamente.
REY: Trata de estar atenta. (A la máquina.) ¡Pesticolio! (Pausa. A la Reina.) ¿Lo has visto?
REINA: (Sin convicción.) Muy débilmente.
REY: ¿No te has dado cuenta lo que está haciendo la muy bribona? ¡Cambia de nombre constantemente!
REINA: ¡Si parece imposible!
REY: Por eso mismo lo que te digo es cierto.
REINA: ¿Y cómo ocurre?
REY: Cada vez que le digo un nombre se trata del que tenía anteriormente pues antes que acabe de decirlo ella ha cambiado de nombre.
REINA: Menudo embrollo tienes.
REY: (Aparte, a la Reina.) Hagamos como que conversamos. Trataré de tomarla por sorpresa.
REINA: (Aparte, al Rey.) ¿Pero de qué hablo?
REY: (Aparte, a la Reina.) No te pongas nerviosa, mujer.
REINA: (Aparte, al Rey.) Me da nervios esto de confabular.
REY: (Aparte, a la Reina.) Di cualquier cosa, para que crea que conversamos y que no me estoy ocupando de ella.
REINA: (Se separa unos pasos del Rey. En un tono un poco más alto que el normal, con fingida naturalidad.) Como os decía, mi Rey, el honor tiene un colorido como una línea divisoria en el cual... (Se interrumpe al ver que el Rey se acerca.)
REY: (Aparte, a la Reina.) ¿Es cierto eso?
REINA: (Aparte, al Rey.) Lo dije sólo en tren de decir algo.
REY: (Aparte, a la Reina.) ¡Ah! Es que yo viajo tan poco en tren que seguro por eso no lo sabía.
REINA: (Aparte, al Rey.) Ni yo hasta que lo dije.
REY: (Aparte, a la Reina.) ¡Es impresionante todo lo que uno no sabe hasta que lo dice!... Bueno, sigamos hablando, sigue. (Vuelve al lugar que tenía antes de acercarse a la Reina.)
REINA: (En un tono un poco más alto que el normal, con fingida naturalidad.) Los megalitos, si se los frota con alcohol, degeneran en clientes cuya eficacia puede ponerse a prueba...
REY: (Girando la parte superior del cuerpo hacia la máquina.) ¡Cartacrejo! (Pausa. Girando hacia la Reina. Susurrando.) Volvió a hacerlo. (Con señas le pide a la Reina que continúa hablando.)
REINA: (Antes de comenzar se muestra un poco nerviosa. En un tono un poco más alto que el normal, con fingida naturalidad.) Humm.. eh... cuando una cerradura es interceptada longitudinalmente por una comarca dedicada a la cría de camisas...
REY: (De un salto gira todo el cuerpo hacia la máquina.) ¡Portiproso! ¡Grigadera! ¡Filarmonio! ¡Dorabralda! ¡Fanabralsa! (Los nombres son dichos tan rápidamente que en el último el Rey enreda las letras, no puede pronunciar con claridad. Se tira al suelo. Desconsolado.) ¡No puedo, no puedo!
REINA: (Abrazándolo.) Tranquilo, tranquilo.
REY: Es que cambia constantemente de nombre. Lo hace a toda velocidad y yo no puedo ir tan rápido, es por eso que no puedo ponerle un nombre .
REINA: No te preocupes, ya se cansará y podrás hacerlo.
REY: ¿Tú crees?
REINA: Por supuesto, después de todo tú eres un Rey y ella sólo una máquina.
REY: (Poniéndose en pie. Con aire de pedantería.) Es correcto. Desde hoy mismo decretaré que yo jamás podré olvidar una cosa así. (Pausa. Suspira.) Creo que he perdido fuerzas. Necesito alimentarme.
REINA: ¿Quieres cenar?
REY: No se si quiero, pero quiero.
REINA: Siéntate a la mesa.
REY: Primero me abriré el apetito. Haré un poco de ejercicio escribiendo mis recuerdos de la corte. (Se sienta a la mesa. Saca de entre su ropa unos papeles y una pluma. Se queda pensativo.)
REINA: Mientras, ordenaré que preparen la cena. (Toma su libro y se sienta en el mismo sillón de antes.)
REY: ¡Lo tengo! (De la segunda bolsa de arpillera saca una jarra transparente llena de agua y una copa transparente que llena con agua de la jarra. Moja la punta de la pluma en la copa, como si fuera un tintero, y se pone a escribir. Comienzan a escucharse sonidos de disparos de escopeta, aves, ruido de pocillos y cucharillas.)
REINA: (Bajando su libro. Molesta.) ¡¿Puedes recordar más suavemente que me distraes?!
REY: (Sin dejar de escribir.) Disculpa. (Los sonidos bajan hasta ser un rumor débil.)





Escena III
La Reina, el Rey y el Bufón.

(Entra el Bufón. El Rey se da cuenta y al dejar de escribir se detienen los sonidos)
REINA: ¿Comerás con nosotros?
BUFON: Temí que ya hubieran cenado.
REY: ¡Así que has vuelto!
BUFON: A menos que esté en otro lugar...
REY: Conviene que lo averigües, este laberinto es muy grande... y muy tramposo. (El Rey guarda sus papeles. El Bufón se sienta a la mesa. La Reina saca de la segunda bolsa otras dos copas transparentes que llena de agua de la jarra. De la tercera bolsa de arpillera sacará un queso y un pan y cortará tres trozos de cada uno.)
BUFON: ¿Acerca de qué escribías?
REY: Acerca del señor Piltilstraich, que una vez estuvo de visita en nuestra Corte.
REINA: (Sentándose a la mesa.) Aquí tienen, vuestra carne y vuestro vino.
REY: Gracias, mi Reina.
BUFON: Esta carne tiene sabor a queso. (La Reina lo mira con enojo.)
REY: (Sonriendo.) ¡Desbocada imaginación! ¡Falta ahora que digas que el vino tiene sabor a agua!
REINA: (Aún mostrando enojo con el Bufón.) ¿Qué es lo que recordabas del señor Piltilstraich?
REY: Escribía sobre aquella vez que eran las tres de la tarde y estábamos tan aburridos que decidimos salir a cazar para matar el tiempo. Cazamos tres faisanes y un trozo de vidrio azul que se llevó como trofeo de la jornada. Pero el tiempo se escondió tan bien de nosotros que durante tres días seguidos fueron las tres de la tarde. (El Rey y la Reina ríen.)
REINA: Me acuerdo cuando apenas llegó y le envió una carta a una amiga suya. La carta decía únicamente: "Ya estoy aquí". Ella pensó que él estaba dentro del papel, así que comenzó a hacer intentos para sacarlo de la hoja. Por supuesto que él no estaba allí. Pero ella tanto lo intentó que terminó por lograr que él apareciera de en medio del papel.
BUFON: Veo que el recuerdo se siente más hondamente en tanto más se lo imagina.
REY: Como decía un poeta...
BUFON: ¡Pero si tú nunca lees poesía!
REY: No hay que leer para saber todo lo que está escrito.
BUFON: ¿Estás seguro que fue un poeta el que dijo lo que ibas tú a decir?
REY: Y si no lo hizo, de seguro alguno lo hará. ¡Esa gente parlotea tanto!
REINA: ¿Qué decía ese poeta?
REY: ¿Cuál?
REINA: Ese, el que ibas a citar.
REY: ¡Ah, sí! Ya no importa. Creo que había optado por el silencio en vez de la palabra.
BUFON: ¡Complicado de imitar el silencio de un poeta!
REY: No tanto para mí, que jamás leí poesía.
BUFON: Deberías.
REY: ¿Cómo lo sabes? ¿Tú has leído?
BUFON: Bastante.
REY: Podrías recitarnos alguna.
BUFON: Recuerdo apenas algunos fragmentos.
REY: Te escuchamos.
BUFON: Había una que decía: "El sistema circulatorio de los vertebrados se caracteriza por ser un sistema cerrado pues la sangre está encerrada en vasos sanguíneos tubuliformes."
REY: (Riendo.) Me causa gracia.
BUFON: Y también aquella de: "La conclusión de una deducción supone el uso de premisas y de una regla de inferencia." O aquella otra: "La masa de una sustancia que se desprende o se deposita en un electrodo es proporcional a la corriente eléctrica que atraviesa la solución electrolítica."
REY: (Riendo.) ¡Vaya fantasía tienen esos poetas! ¡No en vano se dice que tienen la cabeza en las nubes y no en la vida real!
BUFON: (Se levanta de su asiento, molesto. Durante el siguiente tramo el Rey y el Bufón comienzan a discutir con vehemencia. La Reina, al ver que la discusión va poniéndose cada vez más áspera, guarda el libro, los restos de pan, de queso, las copas y la jarra, todo en sus respectivas bolsas.) ¡La vida real! ¡¿Qué clase de realidad es esa en la que vives tú?!
REY: ¡Ni que estuvieras ciego! ¡¿No estamos aquí en este laberinto?! ¡¿Acaso no soy un Rey, ella una Reina y tú un bufón?! ¡¿Acaso...
BUFON: ¡¿Cómo puedes estar seguro que eres un Rey?!
REY: ¡Porque lo siento! ¡La realidad se siente intensamente!
BUFON: ¡¿Y si no lo fueras?!
REY: ¡¿Es que un Rey no sería un Rey?! ¡¿Es que la realidad no sería real?!
BUFON: ¡¿Qué maldita realidad es esa donde nada tiene sentido y te contradices constantemente?!
REY: ¡Me contradigo porque estoy vivo!
BUFON: ¡La contradicción es un error!
REY: ¡Error es no contradecirse! ¡Me contradigo, luego, vivo!
BUFON: ¡La frase es: "Pienso, luego existo"!
REY: ¡Me sales con esa cosa abstracta de la existencia! ¡Yo te hablo de la intensidad de sentirse vivo! ¡Y cuando te sientes vivo te sientes libre de buscarte a ti mismo!
BUFON: ¡Tal vez te encuentres a tí mismo cuando te atrevas a salir de tu laberinto!
REY: ¡No puedo salir, es el límite de mi libertad! ¡Es el límite de nuestro mundo!
BUFON: ¡Tu laberinto... pena da tu laberinto!
REINA: (Ya ha guardado todo. Se pone en medio del Rey y del Bufón. Gritando.) ¡Basta, por favor! ¡Ya basta!
BUFON: ¡Suficiente tengo conmigo mismo como para encima soportarlo ir y venir sin rumbo mientras pretende arrastrarme con él!
REY: ¡¿Es que me culpas de algo?! ¡¿Me culpas?! ¡Vamos, dímelo!
REINA: ¡Acaben de una vez con todo esto, no tiene sentido continuar!
REY: ¡Si es que soy culpable de algo, que se atreva a decirlo!
BUFON: ¡No creo que lo quieras saber, de lo contrario ya te hubieras dado cuenta!
REY: ¡De qué?! ¡Dilo de una buena vez!
REINA: ¡¿Es que no me han entendido?! ¡¿Es que no han podido comprender todo lo que ha ocurrido?! ¡Todo ha terminado! (El Bufón y el Rey permanecen inmóviles, mirándose furiosos.) ¡He dicho que todo ha terminado! Por ahora esto es lo mejor. (El Bufón asiente con la cabeza y va hacia uno de los sillones. De debajo del almohadón sacará una enorme bolsa de arpillera, dentro de la cual se irá introduciendo hasta hacerlo por completo. Al Rey.) Idéntica cosa vale para ti. (De un brazo lleva al Rey a Otro sillón. De debajo del almohadón saca otra enorme bolsa de arpillera que ofrece al Rey.) ¡Sírvete! ¡Vamos, toma, aquí tienes! ¡Anda, agarra, hombre!
REY: (Toma la bolsa y se deja caer en el sillón. La Reina va hacia el sillón en el que había estado leyendo. Titubeando.) Pero mi Reina... yo... si pudiéramos...
REINA: (De debajo del almohadón de su sillón saca otra enorme bolsa de arpillera, en la cual comienza a introducirse.) No, no. Estoy demasiado cansada y además... ya no vale la pena. Créeme, hay momentos en los que hay que saber desistir. Retirarse a tiempo puede ser, a veces, tan bueno como perecer en el intento.
REY: Pero es que ni siquiera he terminado mi máquina. (Pausa.) ¡Qué voy a hacer si le tengo miedo a la muerte! (Pausa)¡Aún tengo tantos nombres para ponerle! ¡Tengo tantos lugares a los que moverme! (La Reina termina de meterse dentro de la bolsa.) No me dejes hablando solo, me da miedo la oscuridad. Si no tengo quién me escuche ni quien me vea, ¿cómo haré para sentir que soy un Rey?
REINA: (Saca la cabeza de la bolsa.) ¿Y tu reino?
REY: (Suspirando y sonriendo tristemente.) ¡Bello eufemismo para el miedo y el humo!
REINA: No te preocupes. Mañana será otro día, resolveremos el mundo como podamos.
REY: ¿Y mañana qué seremos?
REINA: No lo sé.
REY: ¿Y si somos los mismo?
REINA: En una de esas...
REY: ¿Y si somos otra cosa?
REINA: Acaso la vida se vive mucho mejor después que uno aprende a morirse.
REY: ¿Y si al menos fuéramos?
REINA: Mañana, mañana veremos. (La Reina vuelve a introducirse completamente dentro de la bolsa. El Rey permanece sentado, entristecido, mientras sostiene en su mano la bolsa de arpillera.)


TELON

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