Pieza en un acto y dos cuadros
de
SARA STRASSBERG - DAYAN
“La fe en el futuro es, en el fondo,
la voluntad de tener un futuro".
Francisco Romero
"La mala palabra" recibió el Premio Fondo Nacional de las Artes de 1964 junto
a "El ja-ja". Las dos obras fueron publicadas por la Editorial Hachette en 1965. "La mala
palabra" fue trasmitida en 1966 por Radio Nacional; y estrenada en 1968 en el Teatro
Colón de Bahía Blanca y, posteriormente, en la Universidad Nacional del Sur. Su traducción
al hebreo fue publicada en 2005 en el libro: "De allá y en adelante: selección de obras de
teatro", Editorial Iton 77, Tel Aviv, Israel.
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PERSONAJES:
DELIA
SAM
EL JEFE
SOLDADO 1
SOLDADO 2
EMPLEADA 1
EMPLEADA 2
EMPLEADA 3
CUADRO 1:
Una línea diagonal, pintada sobre el piso, separa en dos partes de distintas dimensiones el escenario: la derecha (del actor) ocupa las tres cuartas partes del lugar. Suspendidas de un cordel alto que sigue la dirección de la línea, por encima de ella, cuelgan tiras de papel de distintos colores y longitudes; las más largas llegarán a la altura del pecho de los actores. La línea blanca y las tiras representan una frontera.
En el centro de la línea hay un molinete al estilo de los del subterráneo; a
cada lado del molinete, en la zona derecha y en la izquierda, hace guardia un
soldado armado. El soldado 1 (derecha), de frente al público, viste un uniforme
gris; el soldado 2 (izquierda), de espaldas, viste un uniforme igual al del otro, de
color marrón.
En la zona derecha (escenario propiamente dicho), hay cuatro escritorios
metálicos; tres frente a la pared lateral y uno frente al público. Estos escritorios
deben dar la impresión de corrales enrejados, cada uno de los cuales sólo tiene
cabida para una persona; sobre ellos se apila gran cantidad de papeles que tapan
casi las máquinas de escribir (o computadoras). En el ángulo que forman la seudo-
barrera y la pared del fondo, se eleva una tarima sobre la cual hay un sillón; cerca
de la tarima hay una puerta y, más allá, se abre una ventanilla de color muy vivo,
que se enciende y apaga intermitentemente, dando la impresión de un horno en
actividad; será el único color vívido en este ambiente hundido en una luminosidad
gris de mañana otoñal. Encima del horno, sobre la pared, está escrita la frase: NO
SE DEBE PERDER EL TIEMPO”.
En la zona izquierda, iluminada en un tono gris azulado sombrío, hay varios
escritorios-corrales ordenados en forma similar a los de la derecha, en relación a
sus respectivas paredes. Estos escritorios no deben estar totalmente concretados y
alcanza que haya de ellos una indicación gráfica simple, como ser, parte del
enrejado apoyada sobre la pared. En la pared del frente, se puede leer en
caracteres pequeños la frase: “EL TIEMPO ES ORO”.
Antes de alzarse el telón, se escuchan, como en un rezo, varias voces
femeninas que repiten suave y monótonamente la frase: “No se debe perder el
tiempo”; las palabras se van haciendo más audibles, a la vez que se empieza a
escuchar el tecleo de las máquinas de escribir (o computadoras). Cuando se
alza el telón, los soldados están muy rígidos en sus puestos; en la zona derecha,
las tres empleadas y Delia, vestidas con guardapolvos de color gris, trabajan,
encerradas en sus escritorios.
Las empleadas y los soldados actúan con la rigidez inexpresiva de títeres;
actitud que contrastará con la vitalidad de Sam y Delia. La empleada 1, ubicada
en el escritorio más próximo al horno, se levantará de vez en cuando, en el
transcurso de la acción, para arrojar allí los papeles que las otras le alcancen y
los que ella misma termina. En la zona izquierda, los escritorios están ocupados
por muñecos vestidos con guardapolvos de color marrón. El sillón que está sobre la tarima está ocupado por el Jefe, sentado de espaldas al público. Usa uniforme gris y por un tiempo sólo se verá de él un brazo armado de un largo bastón, con el que golpea de vez en cuando sobre el piso, marcando el ritmo del golpeteo de las
máquinas. Las empleadas están sentadas de manera que dan la espalda al centro
de la escena. Por un tiempo, sólo se escucha el rumor sordo de las voces y el ruido
del tecleo. De pronto, Delia, la joven empleada que ocupa el escritorio frente al
público, se interrumpe y queda pensativa, en actitud soñadora y triste, fija la
mirada en un punto muy alto, durante un tiempo. Las tres empleadas se
interrumpen a la vez en su trabajo y, sin mirar a Delia, se dirigen a ella.
EMPLEADA 1: (Preocupada.) Delia, ¿qué haces?
EMPLEADA 2: ¿Qué haces?
EMPLEADA 3: ¿Qué haces?
DELIA: (Después de un momento, muy suave.) Sueño.
EMPLEADA 1: ¿Estás loca? Si te ve el jefe, te echa.
EMPLEADA 2: Te denuncia.
EMPLEADA 3: Te manda a la cárcel.
DELIA: (Se encoge de hombros. PAUSA. Murmura para sí.) Esa palabra…,
esa palabra…, si pudiera recordarla…, es… es…, no…, no es…, si pudiera…, esa
palabra…, esa palabra… (Queda pensativa; mueve los labios sin emitir ningún
sonido).
EMPLEADA 1: ¡Siempre con lo mismo!
EMPLEADA 2: Nunca vas a recordarla.
EMPLEADA 3: Debe ser una mala palabra…, no pienses más en eso.
DELIA: Es que debo recordar…, es importante.
EMPLEADA 1: (Seca.) Estás violando la ley del trabajo.
EMPLEADA 2: La ley del orden.
EMPLEADA 3: La ley del silencio. (Delia se encoge de hombros. PAUSA).
EMPLEADA 1: ¿Con qué sueñas, Delia?
DELIA: Con algo…
EMPLEADA 2: ¿Qué es?
DELIA: Algo que estoy buscando…, algo que perdí…, algo que necesito…;
no sé qué es… pero es hermoso, sí…, es hermoso, puro y bueno…, como una
lágrima seca…, como el beso de un ángel.
EMPLEADA 1: (Escandalizada.) ¿Hermoso?
EMPLEADA 2: (Más alto.) ¿Puro?
EMPLEADA 3: (Aún más alto.) ¿Bueno?
EMPLEADA 1: (Enojada.) ¿Por qué te empeñas en usar palabras prohibidas,
Delia?
EMPLEADA 2: ¿Por qué?
EMPLEADA 3: ¿Por qué?
DELIA: (Compungida.) ¿Prohibidas?…, no…, yo creía que…, oh, no sé…,
no sé.
EMPLEADA 1: (Meneando la cabeza.) Esta chica no tiene cura.
EMPLEADA 2: ¡Pobre!
EMPLEADA 3: ¡Qué pobre! Ella sabe que no debe soñar.
EMPLEADA 2: Pero está enferma…, no recuerda las órdenes.
EMPLEADA 2: No recuerda nada.
EMPLEADA 1: (Ríe.) Menos mal que recuerda su nombre… (Las otras
ríen.) ¡Sssshhhh! (El Jefe se da vuelta, baja de la tarima. Es un individuo
corpulento, viste el mismo uniforme que el soldado, con el aditamento de unas
cuantas medallas; lleva el pesado bastón en una mano).
JEFE: (A las empleadas.) ¡Señoritas!… (Las empleadas quedan un momento
muy rígidas y luego vuelven a trabajar; se escucha de nuevo, muy suave, el sonido
de sus voces, mezclado con el ruido del tecleo. Delia sigue en su actitud
soñadora. El Jefe se acerca a Delia.) ¿Otra vez, Delia?
DELIA: ¿Cómo? (PAUSA) Sí.
JEFE: Esto no puede seguir así.
DELIA: No sé qué hacer.
JEFE: ¿En qué piensas?
DELIA: En nada en especial.
JEFE: (Alarmado.) Eso atenta contra nuestra dignidad…, tendré que
informarles, aunque…
DELIA: ¿Qué?
JEFE: (Se le acerca más.) Si me tuvieras confianza…, ya te dije…, puedo
ayudarte. (Trata en vano de tomarle una mano, ella se suelta).
DELIA: Es que yo…, ¡oh, si la pudiera recordar, todo cambiaría entonces!,
es…, es…, ¡no, no es así…! ¡Qué tristeza!
JEFE: Ven esta noche…; te enseñaré la manera de espantar la tristeza…, no
volverás a soñar. (Delia niega con la cabeza.) Yo te…
DELIA: No puedo…, antes debo recordar.
JEFE: Delia…, tú sabes que yo…
DELIA: (Lo interrumpe.) No lo diga…, no puedo… (Empieza a escribir,
muy despacio).
JEFE: (Se yergue, furioso.) Está bien…, trabaja, ahora…, pero, ya sabes…,
estás quebrantando sus órdenes…, a la salida irás a la sección tres…, haremos el
informe…, ellos decidirán.
DELIA: Está bien, jefe…, será interesante…, nunca estuve en la cárcel.
JEFE: (A las empleadas, que han ido disminuyendo la velocidad del
tecleo.) ¡Muévanse…! ¿¡Qué ritmo es ése?! … ¡Muévanse, muévanse, caramba!
(Golpea con el bastón, marcando un ritmo muy rápido; Delia, sonriente, teclea
muy despacio y gesticula como jugando a escribir. El Jefe se inclina por sobre el
hombro de la empleada 3; observa su trabajo; coge una copia y la lee con
atención. Por un tiempo siguen así. En la zona izquierda se ve entrar a SAM;
es un joven vestido con un impermeable claro; lleva una pequeña valija y,
bajo un brazo, algunos álbumes de discos. Se acerca al soldado 2 que,
con el fusil, hace un ademán como para impedirle acercarse al molinete; SAM
sonríe, le da unos papeles; el soldado los examina, después golpea en el aire, en
lo que representa ser la barrera; se escuchan tres golpes secos. El soldado 1
gira hacia ellos, el soldado 2 le entrega los papeles, el soldado 1 los lee y, después
de un momento, va hacia el Jefe).
SOLDADO 1: (Haciendo una venia.) ¡Jefe! (El Jefe se vuelve hacia él, de
mala gana.) Hay uno que quiere entrar, los documentos están en regla. (Se los
da).
JEFE: (Examina los papeles; lee.) Sí…, procedencia: H… (PAUSA)
Nacionalidad: H… (Con desagrado.) ¡Otro más!… Sello verde…, indeseable…,
pero debo dejarle entrar…, las órdenes dicen que.., sí…, aunque… (Queda
pensativo; después de un momento, al soldado.) Que espere. (Vuelve a mirar
los documentos).
SOLDADO 1: (Venia.) Sí, Jefe. (Vuelve junto al molinete; a Sam.) Tendrá
que esperar, señor.
SAM: ¿Cómo?
SOLDADO 1: (Gritando, como si Sam estuviera muy lejos.) ¡Que tendrá
que esperar!
SAM: (Sonriente.) Bueno. (Deja sus pertenencias en el suelo; saca un
cigarrillo y lo enciende, en actitud de espera).
JEFE: (Se acerca a Delia.) Delia… (Ella se vuelve hacia él.) Tienes una
oportunidad de librarte del informe.
DELIA: (Sin interés.) ¿Sí?
JEFE: (Señala a Sam.) ¿Ves a ese hombre?
DELIA: (Se levanta y mira, interesada.) ¿El extranjero?
JEFE: Sí…, han ordenado que los dejemos entrar.., pero son muy
sospechosos…, cada día aparece otro. (PAUSA. En voz baja.) Quiero que
averigües de dónde es.
DELIA: No entiendo…, ¿acaso los documentos…?
JEFE: En los documentos sólo dice que es de H…, nada más; nadie conoce
ese lugar, aunque tenemos nuestras ideas…, todos los gobiernos de la tierra están
prevenidos…, puede ser algo peligroso.
DELIA: (Alegre.) ¡Qué interesante!
JEFE: (Enojado.) Te estoy hablando de algo serio y tú…, no hay caso…,
no podrás hacerlo; te olvidarías antes de que lo trajera…; ¡Señorita! (Se vuelve
hacia la empleada 3; Delia se interpone).
DELIA: (Ansiosa.) No, no, jefe…, yo puedo hacerlo…, cuando algo me
gusta, muchas veces logro recordar…, déjeme probar.
JEFE: (Después de titubear.) Está bien, espera aquí, y sé amable con él,
recuerda. (Va hacia la frontera).
DELIA: (Mira hacia Sam, se sienta y se arregla el cabello. Para sí.) Me
gusta.
JEFE: (Se dirige a Sam, en voz muy alta.) Buenos días.
SAM: (Se acerca.) Buenos días, ¿le dijeron que…?
JEFE: Sí, puede pasar. (Sam, contento, recoge sus pertenencias y va hacia
el molinete.) Pero… (Sam se detiene.) la entrada es condicional…, si su conducta
en las próximas veinticuatro horas no nos disgusta, podrá quedarse, si no…, ¿de
acuerdo?
SAM: En todas partes lo mismo…, está bien, hombre.
JEFE: (Muy alto.) Me llaman Jefe.
SAM: (Riendo.) Si eso le gusta, me alegro por usted, amigo…, lo único
que importa es ser feliz.
JEFE: (De mala gana, le entrega una ficha metálica.) Tome.
SAM: Gracias. (Introduce la ficha, pasa por el molinete y, una vez en la
zona derecha, comienza a observar con gran atención el lugar).
JEFE: Debe hacer revisar su equipaje, venga. (Va hacia el escritorio de
Delia; Sam lo sigue.) La señorita lo atenderá. (Delia parece nuevamente distraída.)
¡Delia! (Ella no lo oye.) ¡Delia…!
DELIA: (Murmura, para sí.) La encontraré…, la encontraré…, todo cambiará cuando…
JEFE: (Furioso.) ¡¡¡Delia!!!
DELIA: (Se sobresalta.) ¿Sí, jefe?
JEFE: Atienda al señor…, tiene que atenderlo, ¿recuerda?
DELIA: (Mira desconcertada al Jefe y a Sam; de pronto, parece recordar.)
Sí, sí…, sí, claro. (El Jefe se acerca a la Empleada 2 y empieza a revisar sus copias. Sam se quita el sombrero).
SAM: (A Delia.) Buenos días, señorita.
DELIA: (Le sonríe.) Buenos días.
SAM: (Pone la valija sobre la mesa.) Aquí tiene… (Le entrega unos papeles.) Este es el permiso.
DELIA: (Toma los papeles, lee con atención; parece encontrar alguna
dificultad.) No entiendo. (A Sam.) ¿Su nombre, por favor?
SAM: Mis amigos me llaman Sam…, alcanza con eso. (Delia anota algo en su registro. Sam la observa con atención y, de pronto) Cómo se enojó su jefe, ¿no?
DELIA: (Turbada.) Sí…, es que yo me porté mal.
SAM: No diga eso…, no lo creo.
DELIA: Pero sí…, estaba soñando otra vez…, perdiendo el tiempo.
SAM: Entiendo. (PAUSA) ¿Le gusta soñar?
DELIA: Sí…, es que…
SAM: ¿Sí?
DELIA: ¡Qué raro!, me parece que a usted puedo decírselo…, que lo va
a entender…, que no se reirá…, es que…
SAM: ¿Sí?…, cuénteme…, no tenga miedo.
DELIA: A veces… cuando sueño…, creo ver una luz que se acerca…, se
acerca… y cuando estoy por tocarla…, cuando siento que mi noche se ha
iluminado…, alguien me despierta y…, adiós, todo desaparece, ¿sabe, Sam?
SAM: Sí…, comprendo…, no se fije en lo que dicen los otros…, sueñe…,
algún día podrá… (Se interrumpe por los gritos del Jefe).
JEFE: (A la empleada 2.) Más cuidado, señorita…, más cuidado…; ésta no
es la forma de trabajar, ya es hora de que lo sepa, señorita…, ¿me entiende?, ¿me
entiende?
EMPLEADA 2: Sí, Jefe. (Sigue trabajando. El Jefe se para cerca de la
Empleada 1 y revisa sus copias).
DELIA: (Toma la valija; observa con admiración las etiquetas que la cubren). ¡En cuántos lugares ha estado!
SAM: Sí…, en todos los países…, éste es el último que voy a visitar.
DELIA: (Bajando la voz.) Yo voy a salir muy pronto de aquí…, viajaré,
¿sabe? Quizás cuando esté lejos podré recordar la palabra…
SAM: ¿La palabra?
DELIA: Sí. (PAUSA) Aquí todos están tan tristes… y ocupados…, no hay
tiempo para recordar…, nunca pasa nada, ¿es distinto allá, del otro lado?
SAM: ¿Qué?
DELIA: Todo…, la vida…, la gente. (Ansiosa.) Es distinto ¿verdad?
SAM: No, Delia…, si aquí es así como usted dice…, es lo mismo que allá.
DELIA: No puede ser, sería absurdo que… (Se interrumpe por los
gritos del Jefe).
JEFE: (A la Empleada 1, con furia y con alegría.) ¡Un error!…¡Un error!…,
¡mire!… Una a en lugar de una e…, ridículo, ¡mire, mire!…, tiempo en lugar de
tiempo…, ¡mire, mire lo que ha hecho!
EMPLEADA 1: Yo…, yo no…, es que…
JEFE: Va a hacerme diez copias fuera de hora por esto…, ¡habráse visto!…,
una a por una e…, ¡arruinar así un trabajo! Diez copias…, ¿entendido?
EMPLEADA 1: Sí…, sí, Jefe…; sí, señor…; sí, señor Jefe. (El Jefe se
acerca al horno y arroja allí los papeles que tiene en la mano; después ocupa su
silla, de espaldas al público).
SAM: (Que ha observado con curiosidad la escena, a Delia.) ¿Qué trabajo
hacen ustedes aquí?…, parece algo muy delicado…, ¡muy importante!
DELIA: (Ríe.) Sí…, delicado…, importante. (PAUSA) Nos pasamos el
día copiando la frase: “No se debe perder el tiempo”.
SAM: (Señalando el horno.) ¿Y eso?
DELIA: Ahí se queman las copias.
SAM: ¿Se queman?
DELIA: Sí…, no sirven para nada…, pero tenemos que hacerlas para no
perder el hábito, dice el jefe…, lo importante es la disciplina,¿sabe?, el orden.
SAM: El orden, claro…, es curioso.
DELIA: ¿Qué?
SAM: Allá… (Señala al otro lado de la frontera.) pasa exactamente lo mismo. Sólo la frase es distinta…, ellos escriben todo el día;: “El tiempo es oro”;
“El tiempo es oro”; “El tiempo es oro”.
DELIA: (Triste.) ¡Y yo creía que era tan distinto!
SAM: Ellos también creen que aquí es distinto, pero… ya ve…, hacen copias…, como ustedes… y después las queman… como ustedes.
DELIA: (Muy despacio.) Y todo es para el fuego…, todo…, todo.
SAM: Sí…, para el fuego. (PAUSA LARGA) ¡Delia!
DELIA: (Distraída.) ¿Sí?
SAM: (Se inclina hacia ella, en voz baja.) Traigo un mensaje para ustedes…, vengo en misión de amistad.
DELIA: ¿Usted es embajador?
SAM: (Titubea, luego ríe.) Sí…, puede llamarlo así.
DELIA: ¿Irá al palacio de gobierno?
SAM: (Se yergue.) No…, mi mensaje es para todos…, también ellos lo
oirán…, si salen del palacio.
DELIA: No entiendo. (PAUSA) ¿De dónde es usted?
SAM: No puedo decírselo aquí…, es peligroso. (PAUSA) Confío en usted.
DELIA: ¿Por qué?
SAM: Porque sueña. (PAUSA) Necesito verla…, hoy…, esta noche…, le
pasaré el mensaje.
DELIA: No puedo…, no me dejan salir.
SAM: Pero debo verla…, no creo que me permitan quedarme.
DELIA: (Niega con la cabeza.) No puede ser. (Abre la valija, que es una especie de tocadiscos. Extrañada.) ¿Qué es esto?
SAM: Es un tocadiscos…, para escuchar música.
DELIA: ¿Música?
SAM: ¿Es que usted…?, comprendo…, espere. (Saca un disco de un álbum y lo coloca.) Así se hace funcionar, ¿ve? (Se empieza a escuchar la suave melodía de
un vals.) Esto es un vals.
DELIA: ¿Vals?
SAM: Sí,… es música para bailar.
DELIA: ¿Bailar?
SAM: Venga…, le mostraré. (La hace salir del corral; la toma por los brazos y le indica los pasos.) Así, ¿ve?, es fácil. (Bailan; Delia ríe, feliz).
DELIA: Es lindo…, lindo. (Quedan de pronto inmóviles, aunque se sigue
oyendo la música, se miran fijamente; las empleadas dejan de teclear y escuchan.
El Jefe, furioso, baja de la tarima, golpea con su bastón).
JEFE: ¿Qué significa esto?…, ¡a trabajar!…, ¡a trabajar! (Las empleadas
reanudan su labor. El Jefe va hacia los jóvenes que siguen inmóviles, mirándose. A Sam.) ¿Me hará usted el favor de irse si ha terminado?…, está quebrantando la
disciplina…, aquí nunca…, ¿me oye? (Le palmea con fuerza en la espalda).
SAM: (Muy sereno, sin volverse.) ¿Qué desea, hombre?
JEFE: Que termine con ese ruido y se vaya…, si no…
SAM: (Lo interrumpe.) Está bien, hombre…, no se ponga así. (Muy tranquilo, saca el disco, lo guarda, cierra el aparato y se dirige a Celia, que sigue muy quieta en su lugar.) ¿Algo más, señorita Delia?
JEFE: ¡Váyase de una vez!
SAM: ¿Está todo en orden, señorita Delia?
JEFE: (Estallando.) ¡Váyase ya!, todo está en orden…, menos usted…, pídale su autorización al soldado.
SAM: (Muy sonriente.) Pero sí, hombre.., sí…, calma…, calma. (Va hacia el soldado 1 que empieza a buscar entre algunos papeles).
JEFE: (A Delia.) ¿Averiguaste algo?
DELIA: (Sin mirarlo, como enajenada.) ¡Es… maravilloso!
JEFE: (La sacude, tomándola por los brazos.) ¿Sabes de dónde es?
DELIA: ¿Cómo? (Comprende. PAUSA.) No, no quiso decirme…, dijo que era peligroso…, pero no tenga miedo, jefe…; es muy bueno, no le va a hacer daño a nadie…, es tan fuerte, tan… (PAUSA).
JEFE: (Con interés.) ¿Te gusta?
DELIA: (Lo mira con asombro; piensa y después, con alegría.) Es que…, usted sabe…,él…
JEFE: ¿Sí?
DELIA: Me habla cuando está callado…, siento como si me llamara sin llamarme.
JEFE: (Con sorna y odio.) ¡Qué bien!
DELIA: (Asustada.) ¿Qué le pasa, jefe?
JEFE: (Ríe forzadamente.) No tengas miedo, criatura…, me alegra…, sí, me alegra que por fin te interese algo más que tu dichosa palabra…; es una lástima que no hayas averiguado de dónde es…; yo podría dejar que se quede, pero así, tendrá que irse mañana.
DELIA: (Apenada.) Oh, no. (PAUSA) Me pidió que lo vea esta noche…, seguramente me contaría…; pero yo le dije que no puedo, que no nos dejan salir.
JEFE: (Pensativo.) ¿De modo que…? Interesante…, interesante.
DELIA: ¿Qué haremos, jefe?, tendrá que…
JEFE: (De pronto, resuelto.) Pueden verse aquí…; sí, pueden verse aquí.
DELIA: (Sorprendida.) ¿Aquí?…, pero es que…
JEFE: Yo los autorizo, no tengas miedo.
DELIA: ¿Usted…? ¡Qué bueno es usted, jefe! Gracias; ya verá como todo sale bien. ¿Sabe?, creo que él conoce la palabra, la veo en sus ojos, está como escrita en su frente. Gracias, jefe.
JEFE: No es nada, criatura. (Delia se dirige hacia Sam, que ya vuelve hacia ellos. El Jefe, para sí, mientras se frota las manos con satisfacción.) Ya los tengo; ya los tengo. (Ríe. Va hacia la tarima y ocupa su puesto).
DELIA: (A Sam, que recoge la valija y los álbumes.) ¿Ya está?
SAM: Sí…, ¿la veré después, Delia?
DELIA: (En voz baja.) Sí…, esta noche, aquí…, pero…
SAM: ¿Qué?
DELIA: (Avergonzada.) No sé si me acordaré de venir…, tengo muy mala memoria.
SAM: (Acercándose, la mira intensamente.) Yo sé que se acordará…; se acordará, ¿no es cierto?
DELIA: (Después de un tiempo.) Sí, creo que sí.
SAM: (Saliendo.) Hasta luego, Delia.
DELIA: (Se queda mirándolo con alegre asombro y, después que él ha salido, murmura:) Hasta luego, Sam. (Se escucha el ruido del bastón que marca con fuerza el ritmo del trabajo; Delia vuelve a sentarse en su lugar y trabaja; sonríe, feliz; el coro seguirá recitando su frase cada vez más alto mientras baja el telón).
CUADRO 2:
Antes de alzarse el telón, se escucha la voz de Delia, que tararea el vals. El
telón se abre sobre la escena a oscuras. De pronto, un foco de luz ilumina a Delia, sentada en el piso, que tiene un brillo verdoso como de césped a la luz de la luna.
Todo tiene un aspecto irreal; Delia lleva el cabello suelto y viste un vestido
vaporoso de color orquídea claro. Los soldados están parados en sus lugares, muy
rígidos. Sólo el centro del escenario está iluminado.
DELIA: (Deja de tararear. Para sí.) La noche se abrió…, la luz y el fuego la
quebraron…, y el mundo ya no es como era. (Acerca la cabeza al piso y parece
escuchar.) La tierra está llena de vida… (Al soldado 1.) ¿Sientes la tibieza? (El
soldado 1 no contesta; al soldado 2:) ¿Y tú? (PAUSA) No, claro…, no pueden…,
¡pobres muñecos tristes; pero alguien vendrá… y la noche se abrirá también para
ustedes…, sentirán cómo la vida canta y reirán…, reirán conmigo! (PAUSA. Se
oye el vals.) La noche es un gran suspiro negro con olor a jazmines…, y nosotros
somos suspiros…, pequeños suspiros arrugados…, suspiros azules, rosados,
grises… que atraviesan el aire buscando algo…
Voz de SAM: Quizás otro suspiro… (Se ilumina el resto del escenario y se
ve avanzar a Sam desde la zona izquierda, cruzando la línea, hasta llegar junto a
Delia. Sam viste pantalón negro y camisa blanca. Se ven ahora los escritorios,
cubiertos de hojas y flores de brillantes colores; sobre el de Delia está el tocadiscos abierto).
DELIA: ¿Tú crees?
SAM: Sí.
DELIA: ¿Qué pasaría entonces?
SAM: ¿Cuándo?
DELIA: Si se encontraran…
SAM: (Suave.) La noche reiría…, y los árboles cantarían. (La abraza.) ¿No
oyes?
DELIA: (Después de un tiempo.) Sí. (PAUSA)
SAM: Me esperabas.
DELIA: Desde siempre… (Se desprende, turbada; mira a su alrededor, con
admiración.) ¡Qué distinto es todo!
SAM: Son tus ojos los que cambiaron.
DELIA: ¿Sabes?…, nunca estuve aquí sola…, sin el jefe. (Alegre.) Espera…
SAM: ¿Qué vas a hacer?
DELIA: (Sube a la tarima y ocupa el sillón; con las manos forma una pantalla ante sus ojos y hace el ademán de avizorar en la noche.) ¡Oh!… ¡Oh!
SAM:¿Qué ves?
DELIA: ¡Qué raro! (Mira en otra dirección.) Veo muchas sillas como ésta…, muchas…, por todas partes…; ¡cuántos… cuántos jefes! (PAUSA) ¡Por eso él no deja que nadie se suba aquí! (Ríe, feliz).
SAM: ¿No te gusta?
DELIA: (Se estremece.) Es… como el trueno. (PAUSA) Siento frío…, un
temblor helado cuando lo veo…, cuando lo oigo…, siempre gritando…, no quiero
hablar de él. (Baja de un salto y se acerca a Sam.) Enséñame…, pronto.
SAM: ¿Qué?
DELIA: A bailar…
SAM: Ven. (La enlaza; se escucha más fuerte el vals; bailan; giran alrededor de los soldados; cruzan la línea. De pronto, cuando están en la zona izquierda, Delia se interrumpe, asustada. La música se hace más suave.) ¿Qué te pasa?
DELIA: Estamos del otro lado.
SAM: (Ríe.) No tengas miedo…, ahora no hay diferencias.
DELIA: (Esperanzada.) ¿Que no…? ¡Es maravilloso!
SAM: ¿Te gusta?
DELIA: Déjame ver…, eso quiere decir que… (Con gran cautela, se acerca
al molinete; el soldado 2 no se mueve; Delia pasa al otro lado. El soldado 1 no se
mueve. Delia, muy contenta, vuelve a pasar y repite una y otra vez el movimiento.
Sam, alegre, la observa.) ¡Es maravilloso! (A los soldados.) ¿Vieron?…, dejen de
estar así…, ríanse, vamos…, ríanse un poco…, no se puede estar triste ahora. (Los
soldados siguen inmóviles; Delia, de pronto, parece recordar algo, va hasta la
tarima, toma el bastón del jefe; se acerca a los soldados, golpea con el bastón
en el suelo y les grita:) ¡Ríanse! (El soldado 1 se ríe. Delia pasa del otro lado.)
¡Ríanse! (El soldado 2 se ríe. Delia, a Sam.) ¿Ves?, se ríen.
SAM: Porque se los ordenaste…, lo importante es que se rían solos.
DELIA: Pero es que no saber hacer nada solos…, en realidad, no viven,
¿no ves? (PAUSA) Tengo una idea…
SAM: Déjalos ya.
DELIA: No, hay que ayudarlos. (Al soldado 2, golpeando al mismo tiempo
con el bastón. A la vez, puede oírse el suave batir de un tambor.) ¡De frente,
march…! 1-2 1-2, media vuelta, izquierda, march… 1-2 1-2, media vuelta,
izquierda… 1-2 1-2 1-2 1-2 ¡Fir-mes! (Al soldado 1.) ¡De frente, march! 1-2 1-2;
media vuelta, izquierda, 1-2 1-2; media vuelta, izquierda, 1-2 1-2 1-2 1-2 ¡Fir-mes!
(De esta manera, Delia ha hecho que el soldado 1 ocupe el lugar del 2 y el 2 el del
1, aproximadamente. Delia, a Sam.) Ahora verán algo distinto…
SAM: Y comprenderán que todo es lo mismo.
DELIA: (Gritando, mientras señala al soldado 1, que sonríe ampliamente.) ¡Mira, está sonriendo! (Sam se acerca al soldado 2, ahora de espaldas al público y
lo observa).
SAM: (Asiente con la cabeza.) Sí…, también él…, quizás empiezan a
entender.
DELIA: (Después de un tiempo.) ¿Por qué no se oye más la música?
SAM: Se terminó el disco…, ¿quieres que ponga otro?
DELIA: No…, yo lo haré…, si me acordaré cómo. (Va hasta el escritorio
pero, antes de tocar los discos, ve las flores y toma una, extrañada.) ¿Qué será esto? ¡Es hermoso!
SAM: (Se le acerca.) Es una flor.
DELIA: ¿Una flor?… ¿Esto?
SAM: Sí…, ¿nunca viste una?
DELIA: No…, está prohibido tenerlas…, se las usa para fabricar jabón, creo.
SAM: Guárdala…, cuando se seque…, planta sus semillas y crecerán
muchas.
DELIA: Llenaré la ciudad con ellas. (Saca el disco y pone otro; se escucha el
ultimo tiempo de la “Novena Sinfonía”, el coro canta el “Himno a la Alegría” de
Schiller. Sam se sobresalta, después de un tiempo, quita el disco.) ¿Por qué lo
sacas? ¡Es lindo!
SAM: Ya sé, Delia…, pero no es el momento…, todavía no se lo puede tocar
en ningún lugar de la tierra. (Guarda el disco).
DELIA: ¿Por qué?
SAM: Sonaría mal.
DELIA: No entiendo.
SAM: No te preocupes…, ya llegará el día…, antes debemos encontrarle
un hogar a nuestro himno.
DELIA: ¿Este es tu himno?
SAM: ¡Es “nuestro” himno, Delia! (PAUSA) ¡Delia!
DELIA: ¿Sí?
SAM: Muchos de nosotros estamos recorriendo el mundo…, para decirles a
todos que sigan esperando…, para decirles que el día en que todos compartamos
nuestro miedo… y nuestra esperanza, seremos más fuertes que el dolor.
DELIA: No comprendo.
SAM: Es el mensaje, Delia…, cuando nuestra canción tenga un suelo…,
nuestra alegría vencerá a la muerte…, y nadie volverá a estar solo. (Delia ríe
tristemente; va a sentarse sobre la tarima; él la sigue y se sienta a su lado.) ¿Qué te pasa, Delia? ¿Qué es?
DELIA: Y justo tenías que encontrarme a mí para darme el mensaje…, justo
a mí…, ¡pobre Sam!
SAM: No te entiendo…, ¡explícate, Delia!
DELIA: Es que yo me olvido de todo, ya te dije…, yo no podré comunicar el
mensaje.., quizás dentro de un minuto no lo recuerde…, tendrás que buscar a
otro…, yo no sirvo, Sam.
SAM: Te quiero…
DELIA: Me paso el día soñando…, cuando te vi… y hasta hace un momento…, me pareció que no tendría que soñar más…, que lo había encontrado…
SAM: ¿Qué?
DELIA: No sé…, lo que buscaba…, pero debes irte…, encontrar a alguien
que… (Se levanta, agitada; Sam la obliga a sentarse.) ¿Qué te pasa?
SAM: Te quiero.
DELIA: No digas eso…, yo no soy como todos.
SAM: Por eso me gustas.., porque puedes olvidar…, porque sabes olvidar.
DELIA: Pero, tu mensaje…, si te hacen salir…
SAM: No importa…, otro lo traerá. (PAUSA) ¿Vendrás conmigo?
DELIA: ¿Ir… contigo?
SAM: Sí, ahora; del otro lado es más fácil encontrar algún lugar en donde se puede soñar.
DELIA: Pero es que yo…
SAM: No tendrás que recordar nada…, sólo tendrás que quererme. ¿Te
animás?
DELIA: (Lo abraza.) Sí.
SAM: No podrás olvidarme…, nunca te dejaré.
DELIA: Nunca… y si alguna vez tienes que hacerlo…, le dirás a los árboles
y a los pájaros que me repitan tu nombre…, yo lo escribiré en cada espejo… y así,
al mirarme, te veré. (PAUSA)
SAM: Salgamos… (Trata de levantarse, ella se lo impide).
DELIA: No, espera…; es tan bueno estar sentados así…, saber que podemos
salir en cualquier momento…, quédate un poco más. (Sam se sienta. Por un tiempo
quedan así, callados.) ¡Mira! (Le señala el cielo.) Dani ya está trabajando.
SAM: ¿Dani?
DELIA: Sí, ¿no lo conoces? (Sam niega con la cabeza.) Es el sereno del
cielo. (PAUSA) Es un viejito muy viejo que lleva una larga capa negra…,¿no ves?
…, ya está encendiendo las lámparas.
SAM: Pero esas son las estrellas…
DELIA: Dani es muy bueno…, a la mañana se quita la capa y es un niño
vestido de aurora; va de estrella en estrella y las apaga de un soplo.
SAM: (Fingiendo admiración.) ¡No!
DELIA: Sí…, y después de apagarlas a todas…, le limpia la cara al sol
hasta hacerlo relucir como una piedra de luz…, como un brillante dorado.
SAM: ¡No digas!
DELIA: Sí…, ya te mostraré…, pero, míralo, míralo…, ¡cuántas enciende
hoy!…, ¡está contento! (Quedan en silencio por un tiempo, con las manos
entrelazadas, mirando al cielo. PAUSA LARGA. De pronto, junto a la puerta se
proyecta una gran sombra negra. Delia tiembla).
SAM: ¿Qué te pasa? ¿Por qué tiemblas?
DELIA: No sé…, me dio frío…, un temblor… helado. (Señala al cielo.) Mira las nubes…, Dani está asustado.
SAM: (Se levanta.) Vamos ya…, pronto amanecerá.
DELIA: Sí, vamos. (Se levanta, los dos van hacia la línea; están por cruzarla, cuando oyen la voz del Jefe).
JEFE: (Adelantándose. Las luces palidecen tomando un tono grisáceo que se
irá acentuando paulatinamente.) ¿Puedo ayudarlos en algo?
SAM: No es necesario, nos vamos de aquí.
JEFE: ¡Ah, qué interesante!…, ¿de modo que se van, Delia?
DELIA: (Entrecortadamente.) Sí, sí…, nos vamos, jefe…, allá…, del otro
lado.
JEFE: ¿Crees que es tan fácil?, puesto que trabajas aquí, deberías saber que
es algo complicado, Delia, ¿no es cierto?
DELIA: (Se desprende de Sam y se dirige, desafiante, al Jefe.) No, no es
complicado…, podemos salir…, ahora mismo…, ya verá. (Va hacia la línea y, al
tratar de atravesarla, choca con la barrera invisible.) ¡Ah! (El Jefe ríe.) No puede
ser. (A Sam.) No puede ser. (Va hacia el molinete; el soldado 2, siempre sonriente, la amenaza con el fusil; ella retrocede.) ¡Sam, Sam!
SAM: (Tranquilo.) Nos retrasamos. (Saca cigarrillos; le tiende la caja al
Jefe, que rehusa; enciende uno).
JEFE: Eso parece.
SAM: ¿Qué piensa hacer?
JEFE: (Sonriente.) Denunciarlos, por supuesto. (Delia se abraza a Sam).
SAM: Me pregunto por qué vino aquí…, ¿cómo lo supo?
DELIA: (Llorando.) Yo se lo conté, Sam…, creí que él nos quería ayudar…,
olvidé que era malo…, me olvido de todo, ¿ves?
SAM: No llores, Delia, ya lo arreglaremos.
JEFE: No lo tomes así, Delia, en realidad, no quiero perjudicarlos…,
veamos. (A Sam, dándole unos papeles.) Aquí tiene sus documentos, su presencia
aquí es indeseable…, tendrá que dejar el país.
SAM: No quiero otra cosa, ¿y Delia?
JEFE: (Simulando ternura.) Tampoco quiero hacerle daño…, estaba fingiendo…, la dejaré salir.
DELIA: ¿Que me dejará…? ¡Sam…!
SAM: (Al Jefe.) Me parece muy noble de su parte…, pero, ¿cómo lo hará?
usted no tiene las fichas de allá…, habría que llamar al jefe de allá, eso demoraría
y, mientras tanto, Delia…
JEFE: ¡Quién le dijo que no las tengo… para mis amigos? (PAUSA. Saca
unas fichas y le da una a Sam.) Esta es para usted… (A Delia.) Esta es la tuya.
DELIA: Gracias, gracias, jefe…, ¡esto no podré olvidarlo!
SAM: Gracias. (Le da la mano.)
JEFE: (Sonriente.) Váyanse ya. (A Sam.) Primero usted que tiene los
documentos.., cuando esté allá fíjese si no hay alguien. (Le dice algo en voz baja
al soldado 2, éste asiente y golpea en el aire; se oyen tres golpes secos; el soldado
1 se vuelve; el soldado 2 le señala a Sam; el soldado 1 asiente con la cabeza. El
Jefe, a Sam.) Pase. (Sam mira a Delia.) Ella irá en seguida, vaya. (Sam pasa; ya
del otro lado, se vuelve en actitud de espera, después de haber examinado el lugar;
Delia introduce su ficha; intenta pasar; no lo consigue; el molinete no gira; prueba
varias veces sin éxito. Se vuelve hacia el Jefe).
DELIA: (Desesperada.) No sirve, la ficha no sirve.
JEFE: (Encogiéndose de hombros.) Entonces, tu destino es quedarte…, ya
ves.
DELIA: Pero es que la ficha no sirve…, déme otra.
JEFE: No tengo más.
SAM: ¡Maldito…! (A Delia.) ¡Delia…!
DELIA: Sam… (Se toman las manos por encima del molinete).
SAM: (Al Jefe, gritando.) Si no le da otra, haré un escándalo…, sabrán que
me hizo pasar sin permiso…; contaré hasta tres.. y empezaré a gritar.., uno… dos…
JEFE: (Lo interrumpe.) No, no lo hará, si lo hace, yo iré a la cárcel, sí,
pero, Delia irá conmigo, ¿comprende? (Ríe, satisfecho; Sam baja la cabeza,
vencido).
DELIA: (Muy bajo.) Sam… Sam…
SAM: No puedo, Delia…, no puedo.
DELIA: Yo trataré de escapar, Sam…, te buscaré.
JEFE: (A Sam.) Ella nunca saldrá, mañana lo habrá olvidado todo.
DELIA: (A Sam.) Te recordaré…, debo recordarte. (El soldado 1 trata de
separarlos, interponiendo el fusil entre ellos).
SAM: No llores, Delia…, yo volveré. (Al Jefe.) Volveré, jefe; ¿me oye,
hombre? (El Jefe ríe sin convicción.) Nos veremos, entonces. (A Delia.) Volveré,
Delia.
DELIA: (Luchando por librarse del Jefe que la toma por los hombros para
apartarla. A Sam.) Dime de dónde eres…, así te buscaré…, dime, dime…, ¿cuál
es tu patria?
SAM: (Retrocediendo.) Mi patria es la humanidad, ¿oyes, Delia?…; no lo
olvides…, la humanidad… ¡Hu-ma-ni-dad!…, ¡Hu-ma-ni-dad!…, ¡Hu-ma-ni-dad!
(Sigue repitiendo la palabra al mismo tiempo que, junto a la línea blanca, como
arañando la barrera invisible, sigue los pasos del Jefe que arrastra a Delia hacia
la puerta. La luz de la zona izquierda se atenúa).
DELIA: (Se para de pronto; por un tiempo queda muy quieta, como
escuchando algo, con expresión enajenada. Al Jefe, que espera a su lado.) ¡Qué
extraño! (Mira a su alrededor.) Siento como si alguien me llamara…
JEFE: No hay nadie.
DELIA: No. (Mirando hacia el lado de Sam.) Pero veo como una sombra…
allá…, ¿quién es ese hombre?
JEFE: Nadie…, un indeseable…, los otros se encargarán de él.
DELIA: Siento que lo conozco, pero…, ¿cómo se llama? ¿Cómo se llama?
(Menea la cabeza, con desaliento).
SAM: (Muy triste, murmura, débilmente.) Volveré…, volveré. (Se apaga
completamente la luz en la zona izquierda).
DELIA: (Avanza unos pasos y se detiene.) ¿Jefe?
JEFE: ¿Sí?
DELIA: ¿Qué quiere decir la palabra…? ¿Cómo es…? No recuerdo bien,
es…, no, utilidad no, ésa es conocida…, es… sí, humanidad…, humanidad…,
¿qué significa, jefe?
JEFE: (Se estremece.) No la digas nunca más…, ¡es una MALA PALABRA!
DELIA: ¿Que es…?
JEFE: ¡Sí…, no la repitas nunca más…, olvídala…, o te mandarán a la
cárcel!
DELIA: Sin embargo… (Se aprieta la frente con las manos.) Es como si se
me hubiera metido adentro algo que me la repite…, me la repite…
JEFE: Ya la olvidarás. Vamos. (Trata de hacerla seguir).
DELIA: (Extrañada.) ¿Por qué tiembla, jefe?
JEFE: (Enojado.) Yo nunca tiemblo…, ¡nunca! Vamos. (La obliga a seguir).
DELIA: (Después de mirar al cielo.) Sí, ¡qué oscuro está esto!… ¡Qué
oscuro! (Salen. La zona derecha se oscurece poco a poco hasta llegar a negro total; por un tiempo todo queda en la oscuridad; de pronto, se ilumina la ventanilla roja del horno; luego se empieza a escuchar en forma suave y monótona el recitado de las empleadas; se ilumina la zona derecha con la tonalidad gris de la primera
escena; amanece. Los soldados han vuelto a sus sitios, pero sonríen; los escritorios
tienen su aspecto habitual; las empleadas y Delia, vestidas con sus guardapolvos
grises, están en sus lugares, así como el Jefe, de espaldas al público. Por un tiempo
sólo se escucha el rumor de las voces y el ruido de las máquinas. De pronto, Delia
se interrumpe y queda en actitud soñadora; tararea el vals y sonríe. Las empleadas
se interrumpen a la vez y, sin mirar a Delia, interrogan:).
EMPLEADA 1: (Preocupada.) Delia, ¿qué haces?
EMPLEADA 2: ¿Qué haces?
EMPLEADA 3: ¿Qué haces?
DELIA: (Después de un momento, muy suave.) Sueño.
EMPLEADA 1: ¿Estás loca? Si te ve el jefe, te echa.
EMPLEADA 2: Te denuncia.
EMPLEADA 3: Te manda a la cárcel.
DELIA: (Se encoge de hombros. PAUSA. Murmura, para sí.)Esa palabra…,
esa palabra…, si pudiera recordarla…, es… es…, no…, no es…, si pudiera…, esa
palabra…, esa palabra… (Queda pensativa; mueve los labios sin emitir ningún
sonido).
EMPLEADA 1: ¡Siempre con lo mismo!
EMPLEADA 2: Nunca vas a recordarla.
EMPLEADA 3: Debe ser una mala palabra…, no pienses más en eso.
DELIA: Es que debo recordar…, es importante.
EMPLEADA 1: (Seca.) Estás violando la ley del trabajo.
EMPLEADA 2: La ley del orden.
EMPLEADA 3: La ley del silencio. (Delia se encoge de hombros. PAUSA.
Se escuchan tres golpes secos; se ilumina la zona izquierda y se ve a Sam vestido
con el impermeable; lleva una valija y álbumes; el soldado 2 entrega unos papeles
al soldado 1 que los examina).
EMPLEADA 1: ¿Con qué sueñas, Delia?
DELIA: Con algo…
EMPLEADA 2: ¿Qué es?
JEFE: (Baja de la tarima, con el bastón en la mano. A las empleadas.)
¡Señoritas! (Las empleadas quedan un momento muy rígidas y luego vuelven a
trabajar; se escucha nuevamente muy suave el sonido de sus voces mezclado
con el sonido del tecleo. Se acerca a Delia que sigue en actitud soñadora;
parece ir a hablarle cuando el soldado 1 se le acerca y lo interrumpe).
SOLDADO 1: (Sonriente, al Jefe, haciendo la venia.) ¡Jefe! (El Jefe se
vuelve hacia él, de mala gana.) Hay uno que quiere entrar…; los documentos
están en regla. (Se los da; el Jefe los lee; menea la cabeza con aire de desagrado
y va hacia Sam; el soldado lo sigue).
JEFE: (A Sam, en voz muy alta.) Buenos días.
SAM: (Se acerca.) Buenos días, ¿le dijeron que…?
JEFE: Sí, puede pasar. (Sam recoge sus pertenencias y va hacia el molinete.)
Pero…
DELIA: (Está por volver a escribir, cuando advierte algo en el suelo; lo
levanta, es una flor.) ¡Qué hermosa! (Las empleadas se interrumpen).
EMPLEADA 1: ¿Qué es, Delia?
EMPLEADA 2: ¿Qué es?
EMPLEADA 3: ¿Qué es?
DELIA: (Acaricia la flor.) Es una flor… (PAUSA) Hu-ma…, hu-ma…,
hu-ma…
JEFE: (A Sam, entregándole una ficha.) Tome.
SAM: Gracias. (Pasa por el molinete; una vez en la zona derecha observa
con atención el lugar).
EMPLEADA 3: ¿Qué dice?
EMPLEADA 1: ¿Qué va a decir? ¡Esta chica no tiene remedio!
EMPLEADA 2: ¡Pobre!
DELIA: (Se vuelve hacia ellas.) Pronto habrá más flores… para todos…,
no sé cómo… pero habrá. (Las empleadas se vuelven hacia ella y, al ver la flor,
sonríen).
JEFE: (A las empleadas.) ¿Qué significa esto?… ¡Muévanse, caramba!
¡Muévanse! (Marca el ritmo. Las empleadas recitan su frase, sin escribir. A Sam,
señalándole a Delia.) Venga…, debe hacer revisar su equipaje. (Sam lo sigue.)
La señorita lo atenderá. (Delia parece distraída, mirando la flor.) ¡Delia! (Ella no
oye.) ¡Delia!
DELIA: (Se sobresalta.) ¿Sí?
JEFE: Atienda al señor…, tiene que atenderlo, ¿recuerda?
DELIA: (Mira desconcertada al Jefe y a Sam; de pronto, parece recordar.)
Sí, señor.
JEFE: Sí, “Jefe”.
DELIA: (Con una venia caricaturesca.) Sí, “Jefe”. (Toma el tocadiscos;
el Jefe alza el bastón, furioso, amenazando a las empleadas que siguen mirando
hacia el frente, como esperando algo, sin dejar de recitar suavemente su frase).
SAM: (A Delia, quitándose el sombrero.) Buenos días, señorita.
DELIA: (Le sonríe.) Buenos días. (Abre el tocadiscos; empieza a oírse
el “Himno a la Alegría”. Se hace un breve contrapunto entre el recitado y la
música; hasta que las empleadas callan, sonríen y se levantan, mirando al frente;
el Jefe vuelve a alzar el bastón, en actitud de gran enojo y todos quedan rígidos
en sus posiciones, escuchando. Delia murmura con asombro.) Hu-ma…, hu-ma-ni
…, ¡hu-ma-ni-dad! (Muy rápido y en voz muy alta.) ¡Humanidad! ¡Humanidad!
¡Humanidad! ¡Humanidad! (Se queda muy quieta junto a los otros, escuchando,
mientras baja el telón al tiempo que se va a escuchar, muy fuerte, el final de la Novena Sinfonía).
F I N
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