Poema - Viñetas flamencas - Federico García Lorca
Poema
" Viñetas flamencas "
Federico García Lorca
A Manuel Torres
"Niño de Jerez"
que tiene tronco de faraón
Retrato de Silverio Franconeti
Entre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura
¡Con los últimos ecos!
Juan Breva
Juan Breva tenía
cuerpo de gigante
y voz de niña.
Nada como su trino.
Era la misma
pena cantando
detrás de una sonrisa.
Evoca los limonares
de Málaga la dormida,
y hay en su llanto dejos
de sal marina.
Como Homero cantó
ciego. Su voz tenía,
algo de mar sin luz
y naranja exprimida.
Café cantante
Lámparas de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablado oscuro,
la Parrala sostiene
una conversación
con la muerte.
La llama
no viene,
y la vuelve a llamar.
Las gentes
aspiran los sollozos.
Y en los espejos verdes,
largas colas de seda
se mueven.
Lamentación de la muerte
A Miguel Benítez
Sobre el cielo negro,
culebrinas amarillas.
Vine a este mundo con ojos
y me voy sin ellos.
¡Señor del mayor dolor!
Y luego,
un velón y una manta
en el suelo.
Quise llegar a donde
llegaron los buenos.
¡Y he llegado, Dios mío!...
Pero luego,
un velón y una manta
en el suelo.
Limoncito amarillo,
limonero.
Echad los limoncitos
al viento.
¡Ya lo sabéis!... Porque luego,
luego,
un velón y una manta
en el suelo.
Sobre el cielo negro,
culebrinas amarillas.
Conjuro
La mano crispada
como una Medusa
ciega el ojo doliente
del candil.
As de bastos.
Tijeras en cruz.
Sobre el humo blanco
del incienso, tiene
algo de topo y
mariposa indecisa.
As de bastos.
Tijeras en cruz.
Aprieta un corazón
invisible, ¿la veis?
Un corazón
reflejado en el viento.
As de bastos.
Tijeras en cruz.
Memento
Cuando yo me muera
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.
Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.
Cuando yo me muera,
enterradme, si queréis,
en una veleta.
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GALERÍA DE FOTOS
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GALERÍA DE FOTOS
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publica una carta inédita y desconocida que nos muestra al Lorca más cercano. Escrita en su época de la Residencia de Estudiantes, se duele de la perdida de un familiar, y, por ejemplo, muestra lo que él pensaba de un arte como la música, que no era ni mucho menos un divertimento, sino algo fundamental en la formación de los seres humanos.
Queridísimos padres y hermanos:
No os podéis imaginar la gran impresión que me ha causado la noticia de la muerte de la pobre tía Rosario ¡qué lástima! A tío Luis le he escrito una carta diciéndole que tiene que animarse pues la vida sigue y no se puede uno detener en la mitad del camino. Me dan gran pena él y Doña Amadora tan dulce y tan desgraciada pues los hijos aunque estén ahora desesperados tienen mucha vida por delante, ¡pero ellos!......
Estuve un día en cama pues me produjo la noticia una gran impresión, ya estoy gracias a Dios tranquilo y yo espero que vosotros lo estaréis igualmente. Que no hablen delante de Isabelita de estas cosas y que cuando esté ella no estéis tristes pues es una niña y no está bien que pudiendo le deis ratos tristes y amargos. Papá que gracias a Dios está mejor es necesario que no se impresione demasiado y se distraiga ¡no hay más remedio! Tenemos una familia muy larga y hay que echar calma, no hay mas remedio.
Yo sé que vosotros habéis sufrido bastante porque la cosa no es para menos pero ahora hay que normalizar la vida.
La carta que me escribió Paquito fue un terrible mal rato para mi pues todas las noticias eran imponentes. He estado tristísimo y lo estoy aunque ya naturalmente sereno.
Don Alberto el presidente de la Residencia quiere que me quede estas navidades aquí para ayudar en muchos asuntos pero yo le he dicho nada porque se que vosotros me necesitaís….pero por Dios os suplico que no os pongáis muy tristes cuando vaya.
Me iré enseguida enviadme el dinero del tren y enseguida me marcho.
Mi libro esta entregado.
Escribidme enseguida.
Adiós besos a todos y abrazos a todos de vuestro Federico
¿Cómo sigue Mercedes?
Espero que las niñas continuarán su lección de piano no incurráis en la barbaridad de suspenderla y considerar la música como una diversión.
Agustín Penón y William
Payton
Terminada la Guerra Civil española, el escritor catalán Agustín
Penón y el director teatral William Layton pasaron sus vacaciones
recorriendo algunos países de Europa. Penón decidió entonces viajar
en solitario a Barcelona, su ciudad natal, de la que su familia se
había visto obligada a exiliarse. Desde allí se trasladó a Granada
para investigar los detalles de la muerte de Federico García Lorca,
poeta al que se dice que admiraba profundamente.
Agustín
Penón, sospechoso de trabajar para la C.I.A.
Cuando llegó a la capital andaluza descubrió que se había mentido
sobre la fecha en la que se dijo oficialmente que Lorca había sido
fusilado. Según los datos oficiales, Federico fue pasado por las
armas horas después de su detención. Sin embargo, testigos con los
que pudo entrevistarse afirmaban que vivió un día o dos más en
cautiverio. Inició investigaciones sobre cómo pudieron desarrollarse
los hechos, que dejará reflejadas en sus escritos. Estos serán
publicados después de su muerte repentina en Costa Rica (1976
A pesar de las barreras de silencio que imponía el miedo a la
dictadura triunfante consiguió algunas declaraciones de personas que
participaron o tuvieron relación directa con la detención y
ejecución de García Lorca. Pronto empezó a resultar una presencia
molesta al régimen, siendo acusado de ser un espía o pertenecer a la
C.I.A norteamericana, por lo que se vio forzado a abandonar el país,
cesando en sus averiguaciones(1956). No obstante, consiguió llevarse
consigo algunos documentos de importancia trascendental, como el
certificado de defunción del poeta y algunas obras inéditas, entre
las que se encontraba la composición “Buddha”.
Agustín Penón en la fosa
en la que podría estar enterrado Lorca
Gerald Brenan y Claude Couffonn también investigaron el crimen
fascista. Tanto ellos como el periodista Eduardo Molina Fajardo
(director entonces del periódico granadino “Patria”) afirmaron que
la detención la llevó a cabo Ramón Ruiz Alonso por orden del
comandante Valdés, responsable militar de Granada y en la que
intervino el teniente coronel de la guardia civil Velasco. Velasco
fue el encargado de leer la orden de detención a Federico García
Lorca. El hecho se produjo en la casa de la familia Rosales, unos
amigos falangistas de Federico en la que éste se había refugiado.
Penón legó los papeles que se llevó de España a William Layton, que
a su vez los cedió al hispanista Ian Gibson (1980) bajo contrato
temporal, para que escribiera un libro sobre la documentación
recogida. En al año 1990 Gibson escribió "Diario de una búsqueda
lorquiana" con parte de esa documentación. Transcurridos diez años
sin que el proyecto pudiera llegar a realizarse, y extinguido el
contrato con Gibson, Layton solicitó que le fueran devueltos los
archivos, lo que sucedió en el año 1991. Por expresa voluntad del
heredero de Penón, fueron entregados a la escritora Marta Osorio,
actual propietaria y depositaria de los mismos. Tras doce años de
investigación sobre los mismos, publicó en el año 2009 "Miedo,
olvido y fantasía".
El manuscrito del poema “Buddha”, que se encontraba en el famoso
maletín de Penón, fue subastado por la casa Durán el 20 de febrero
de 1995 y adquirido por el Ministerio de Cultura a instancias de la
Casa Museo Federico García Lorca en Fuentevaqueros, perteneciente a
la Excelentísima Diputación de Granada, pasando a ser propiedad del
Ministerio. Esta institución emitió una edición facsímil de 500
ejemplares, que fueron distribuidos entre distintas asociaciones
lorquianas, que se han convertido en piezas de valor inestimable
para bibliófilos
"BUDDHA", el poema
inédito.
Manuscrito del poema "Buddha".
Cuartilla 1
El palacio en sombra
Enseña brumoso sus oros bruñidos
La cálida noche derrite sus tules
Entre las estrellas rojizas y azules.
Lloran los chacales en junglas perdidos.
Enseña brumoso sus oros bruñidos
La cálida noche derrite sus tules
Entre las estrellas rojizas y azules.
Lloran los chacales en junglas perdidos.
En el estanque lotos
sangrientos
Lirios de agua, palmas, umbrías
En los jardines altas palmeras
Se inclinan lánguidas y severas
Acompasando sus melodías
Lirios de agua, palmas, umbrías
En los jardines altas palmeras
Se inclinan lánguidas y severas
Acompasando sus melodías
Dulces magnolias majestuosas
Dan su fragancia sobre las cosas.
Noche de luna. Raro consuelo.
Arturo llora su luz de cielo
Flores, divinas... Piedras, preciosas.
Dan su fragancia sobre las cosas.
Noche de luna. Raro consuelo.
Arturo llora su luz de cielo
Flores, divinas... Piedras, preciosas.
(FALTA UNA CUARTILLA)
Manuscrito del poema "Buddha".
Cuartilla 3 (falta la nº 2)
Abriole la puerta de calma
infinita
después esfumose. Siddhartha medita.
Una voz celeste suave musita
"Tú eres Tathagatha, puro, sin igual".
después esfumose. Siddhartha medita.
Una voz celeste suave musita
"Tú eres Tathagatha, puro, sin igual".
En fondos dorados entre
rosas blancas
Lució sus encantos la diosa Verdad
El iluminado quedose hierático
Aspirando triste un perfume enigmático
Que manaba lento de la eternidad.
Lució sus encantos la diosa Verdad
El iluminado quedose hierático
Aspirando triste un perfume enigmático
Que manaba lento de la eternidad.
El cuerpo sin alma subió al
aposento
Yashodara y el niño dormían
Siddhartha sintió un agobio violento
Corazones en sombras yacían...
Grave palpitaba el firmamento.
Yashodara y el niño dormían
Siddhartha sintió un agobio violento
Corazones en sombras yacían...
Grave palpitaba el firmamento.
Se arrancó la flecha que le
lanzó Mara
Traspasando salió de la estancia
Dulce el corazón se durmió en la fragancia
Que la luz del cielo le dejara.
Traspasando salió de la estancia
Dulce el corazón se durmió en la fragancia
Que la luz del cielo le dejara.
Manuscrito del poema "Buddha".
Cuartilla 4
Y marchó con la
Bienaventuranza
Siddhartha solloza. El
palacio lejano
Enseña entre ramas sus oros bruñidos
La cálida noche derrite sus tules
Entre las estrellas rojizas y azules.
Lloran los chacales en junglas perdidos.
Enseña entre ramas sus oros bruñidos
La cálida noche derrite sus tules
Entre las estrellas rojizas y azules.
Lloran los chacales en junglas perdidos.
En vez de heredar un reloj, Nicolás Antonio Fernández recibió unas Obras completas de Federico García Lorca, una fotografía del poeta y un par de ejemplares de la revista Gallo. El
legado lo custodiaba su tío abuelo, Enrique Mateos Almoguera, quien
murió en 1975 soltero y sin hijos. Y aquí, con apenas 12 años, comenzó
su búsqueda lorquiana que culmina esta tarde con la presentación en el
Palacio de Condes de Gabia de Federico García Lorca y el grupo de la revista Gallo.
El libro, de más de 700 páginas, es un estudio a través de documentos
de la familia del autor, quien ha descubierto algunos dibujos,
fotografías y cartas inéditas del poeta de Fuente Vaqueros fechadas
entre 1926 y 1929. "Mi tío era un chico de segundo orden porque había
una jerarquía no establecida en la revista", explica Nicolás Antonio
Fernández.
Al principio de la investigación, hace tres décadas, el autor sólo sabía que su tío llegó a Granada en los años 20 procedente de Almuñécar -donde su padre tenía un balneario- y estudió Filosofía y Letras y Derecho. Después, buscando en su biblioteca, comenzaron a aparecer cartas de un tal Federico, "desconocido para mí a los 12 años". Tampoco sabía nada de una revista llamada Gallo en la que escribían gente como Salvador Dalí, Jorge Guillén o Francisco Ayala. "Buscando a Federico me encontré a un poeta extraordinario y a un grupo de amigos que le habían ayudado a embarcarse en una aventura extraordinaria, con la historia de Granada en los años 20 como telón de fondo", continúa el autor.
En el transcurso de su investigación encontró recortes de prensa originales e incluso ejemplares de El Defensor de Granada o del diario Sol "que no están ni en la Hemeroteca Nacional ni en la Casa de los Tiros". Y entre papeles del régimen, "qué mejor sitio para guardarlas", comenzaron a aparecer cartas de Federico García Lorca. También misivas de Joaquín Amigo, Enrique Gómez Arboleya o Álvarez Cienfuegos. "Todas las cartas estaban fechadas entre 1926 y 28, la época de gestación y difusión de la revista", apunta Nicolás Antonio Fernández.
Aquí, el puzzle comenzaba a recomponerse y el autor iba comprendiendo la historia vital de su tío y de sus amigos. Y su familiar, siempre en segunda fila y anónimo, salió por primera vez en los papeles en 1988 cuando Gallego Morell le nombró como el primer asistente a la presentación de Gallo según El Defensor de Granada.
En el libro, Nicolás Antonio Fernández habla también de la tertulia de El Rinconcillo para romper con la tesis de que Gallo se gestó en el bar Alameda."Y no es así", defiende. Es una época en la que García Lorca "ha fracasado" con su primer libro, Impresiones y paisajes, y con su primera representación teatral en Madrid, El maleficio de la mariposa. Corre el año 1926 "y estos chicos le embarcan en la revista para reivindicarle, para demostrar que va a coger el testigo de Juan Ramón por encima de todos sus compañeros de generación, por encima de Cernuda". Además, una tarjeta postal remitida a Almuñécar "destruye todas esas teorías de que Gallo la pagó el padre de Federico porque los gallistas tuvieron que pagar una suscripción".
Pero en el 28, el autor de Romancero gitano se desentiende de la revista coincidiendo con la ruptura con su pareja sentimental y con Buñuel y Dalí. "Ahora se ve que los del 27 no están tan cohesionados como se decía y que la única generación que había en esta época era la revista Gallo", sostiene sobre un grupo de amigos que soñó con otra ciudad. "Estaban hartos de Beethoven y de tanta música alemana y querían música francesa, en pintura están hartos de Morcillo y quieren a Picaso y Dalí, es un movimiento cultural más que una revista".
Sus opiniones están fundamentadas en las cartas enviadas a Almuñécar por gente como Luis Álvarez de Cienfuegos, con continuas referencias a Federico y a la revista. "Enrique Gómez Arboleya le manda a mi tío sus primeras poesías dedicadas y una copia mecanografiada de una conferencia lorquiana que sirvió para inaugurar el Ateneo de Granada en febrero de 1926 consagrada a Luis de Góngora", explica. Pero en el legado de Enrique Mateos Almoguera aparecieron más cosas, como el poema La casada infiel con dedicatoria del propio Lorca. El estudio reúne otros documentos como un folleto de una institución granadina con un dibujo original de Federico dedicado y titulado Amor. El autor 'tropezó' en la biblioteca con una primera edición de Romancero gitano y con un volumen de Impresiones y paisajes que Lorca le dedicó a su tío en 1927. Este libro tiene además una sorpresa en forma de una nueva dedicatoria: 'Cariñosamente para mi amigo Enrique Mateo Almoguera, 1918-1927". Y pegado al ejemplar, una tarjeta de visita de París "con un dibujo precioso". También folletos de la época que no abundan mucho "como uno que habla de un tal Manuel de Falla y de la Orquesta Bética, de un concierto que iba a dar Maurice Ravel, una audición poética presentada por un tal Manuel Machado o una exposición de dibujos de Lorca en Cataluña", enumera. "La gran aspiración de los gallistas era convertir a Federico en Lorca", concluye Nicolás Antonio Fernández.
Más frases sobre: Fa
Los borradores de los "sonetos oscuros" están la mayoría de ellos fechados en Valencia, a principios de noviembre de 1935 (muchos de ellos escritos en papeles con el membrete del hotel Victoria). Hasta allí se había acercado Lorca, entre otras cosas, al estreno de Yerma con Margarita Xirgu. El 22 de noviembre la actriz y el poeta viajarán a Barcelona, al estreno de Bodas de Sangre; esta vez sí acompañará a Federico su pareja de estos años: Rafael Rodríguez Rapún, una relación que sólo saben sus amigos más íntimos. Lorca y Rapún se conocerán en la primavera de 1933 ya que Rafael era el secretario contable de La Barraca; desde entonces hasta el final. La última fotografía en la que aparecen los dos está fechada en Madrid, el 28 de junio de 1936 en la verbena de San Pedro y San Pablo; Federico sonríe feliz y acaricia la frente a Rafael Rodríguez Rapún, rodeados por varios amigos.
Al principio de la investigación, hace tres décadas, el autor sólo sabía que su tío llegó a Granada en los años 20 procedente de Almuñécar -donde su padre tenía un balneario- y estudió Filosofía y Letras y Derecho. Después, buscando en su biblioteca, comenzaron a aparecer cartas de un tal Federico, "desconocido para mí a los 12 años". Tampoco sabía nada de una revista llamada Gallo en la que escribían gente como Salvador Dalí, Jorge Guillén o Francisco Ayala. "Buscando a Federico me encontré a un poeta extraordinario y a un grupo de amigos que le habían ayudado a embarcarse en una aventura extraordinaria, con la historia de Granada en los años 20 como telón de fondo", continúa el autor.
En el transcurso de su investigación encontró recortes de prensa originales e incluso ejemplares de El Defensor de Granada o del diario Sol "que no están ni en la Hemeroteca Nacional ni en la Casa de los Tiros". Y entre papeles del régimen, "qué mejor sitio para guardarlas", comenzaron a aparecer cartas de Federico García Lorca. También misivas de Joaquín Amigo, Enrique Gómez Arboleya o Álvarez Cienfuegos. "Todas las cartas estaban fechadas entre 1926 y 28, la época de gestación y difusión de la revista", apunta Nicolás Antonio Fernández.
Aquí, el puzzle comenzaba a recomponerse y el autor iba comprendiendo la historia vital de su tío y de sus amigos. Y su familiar, siempre en segunda fila y anónimo, salió por primera vez en los papeles en 1988 cuando Gallego Morell le nombró como el primer asistente a la presentación de Gallo según El Defensor de Granada.
En el libro, Nicolás Antonio Fernández habla también de la tertulia de El Rinconcillo para romper con la tesis de que Gallo se gestó en el bar Alameda."Y no es así", defiende. Es una época en la que García Lorca "ha fracasado" con su primer libro, Impresiones y paisajes, y con su primera representación teatral en Madrid, El maleficio de la mariposa. Corre el año 1926 "y estos chicos le embarcan en la revista para reivindicarle, para demostrar que va a coger el testigo de Juan Ramón por encima de todos sus compañeros de generación, por encima de Cernuda". Además, una tarjeta postal remitida a Almuñécar "destruye todas esas teorías de que Gallo la pagó el padre de Federico porque los gallistas tuvieron que pagar una suscripción".
Pero en el 28, el autor de Romancero gitano se desentiende de la revista coincidiendo con la ruptura con su pareja sentimental y con Buñuel y Dalí. "Ahora se ve que los del 27 no están tan cohesionados como se decía y que la única generación que había en esta época era la revista Gallo", sostiene sobre un grupo de amigos que soñó con otra ciudad. "Estaban hartos de Beethoven y de tanta música alemana y querían música francesa, en pintura están hartos de Morcillo y quieren a Picaso y Dalí, es un movimiento cultural más que una revista".
Sus opiniones están fundamentadas en las cartas enviadas a Almuñécar por gente como Luis Álvarez de Cienfuegos, con continuas referencias a Federico y a la revista. "Enrique Gómez Arboleya le manda a mi tío sus primeras poesías dedicadas y una copia mecanografiada de una conferencia lorquiana que sirvió para inaugurar el Ateneo de Granada en febrero de 1926 consagrada a Luis de Góngora", explica. Pero en el legado de Enrique Mateos Almoguera aparecieron más cosas, como el poema La casada infiel con dedicatoria del propio Lorca. El estudio reúne otros documentos como un folleto de una institución granadina con un dibujo original de Federico dedicado y titulado Amor. El autor 'tropezó' en la biblioteca con una primera edición de Romancero gitano y con un volumen de Impresiones y paisajes que Lorca le dedicó a su tío en 1927. Este libro tiene además una sorpresa en forma de una nueva dedicatoria: 'Cariñosamente para mi amigo Enrique Mateo Almoguera, 1918-1927". Y pegado al ejemplar, una tarjeta de visita de París "con un dibujo precioso". También folletos de la época que no abundan mucho "como uno que habla de un tal Manuel de Falla y de la Orquesta Bética, de un concierto que iba a dar Maurice Ravel, una audición poética presentada por un tal Manuel Machado o una exposición de dibujos de Lorca en Cataluña", enumera. "La gran aspiración de los gallistas era convertir a Federico en Lorca", concluye Nicolás Antonio Fernández.
Federico García Lorca
1898-1936. Poeta y dramaturgo español.
Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.
Más frases sobre: Poesía
Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo.
Más frases sobre: Corazón
El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida.
Más frases sobre: Sentimientos
El hombre famoso tiene la amargura de llevar el pecho frío y traspasado por linternas sordas que dirigen sobre ellos otros.
Esta mañana publicaba el periódico El País un largo e interesante artículo
de dos páginas donde se descubría el nombre del último amor de Federico
García Lorca, al que escribió la que parece su última carta y al que
dedicó un poema, hasta ahora ambos documentos inéditos. Se le bautiza en el artículo como el "protagonista último" de los Sonetos del amor oscuro
lorquianos y universales. Se llamaba Juan Ramírez de Lucas (Albacete,
1917-Madrid, 2010), periodista y crítico de arte; guardó silencio
durante más de 70 años y escondió en una caja de madera todos sus
recuerdos lorquianos: dibujos, cartas, un poema, su diario,… Antes de
morir entregó a una de sus hermanas su legado para que se hiciera
público.
Todos estos datos quedarán ratificados y contextualizados (espero) en una novela de Manuel Francisco Reina titulada Los amores oscuros,
que la editorial Temas de Hoy publicará el 22 de mayo. Hasta que
aparezca la novela y me pierda por sus páginas intentaré esbozar aquí
algunas cosas que no me quedan claras...
Los borradores de los "sonetos oscuros" están la mayoría de ellos fechados en Valencia, a principios de noviembre de 1935 (muchos de ellos escritos en papeles con el membrete del hotel Victoria). Hasta allí se había acercado Lorca, entre otras cosas, al estreno de Yerma con Margarita Xirgu. El 22 de noviembre la actriz y el poeta viajarán a Barcelona, al estreno de Bodas de Sangre; esta vez sí acompañará a Federico su pareja de estos años: Rafael Rodríguez Rapún, una relación que sólo saben sus amigos más íntimos. Lorca y Rapún se conocerán en la primavera de 1933 ya que Rafael era el secretario contable de La Barraca; desde entonces hasta el final. La última fotografía en la que aparecen los dos está fechada en Madrid, el 28 de junio de 1936 en la verbena de San Pedro y San Pablo; Federico sonríe feliz y acaricia la frente a Rafael Rodríguez Rapún, rodeados por varios amigos.
Tres fueron los grandes amores del poeta, de los que quedan bastantes
testimonios incluso del propio Lorca: Salvador Dalí, Emilio Aladrén y
Rodríguez Rapún. Y a ellos se podría añadir una larga lista de
relaciones esporádicas o simples encuentros; me vienen ahora a la cabeza
nombres como Philip Cummings, Enrique Amorim, Eduardo Rodríguez
Valdivieso, Eduardo Blanco-Amor,... y ahora Juan Ramírez de Lucas. Sí,
muchos le conocieron y le trataron, pero de ahí a ser sus grandes amores
hay mucho trecho.
Creo que García Lorca en una obra tan impresionante como los Sonetos del amor oscuro
seguramente recogerá muchas de sus experiencias amorosas; el amor con
mayúsculas, pero también lo erótico y lo carnal. Todos sus amores
estarán representados de una manera u otra. Lo que está claro es que
Rafael Rodríguez Rapún es el protagonista en estos versos.
El autor de la novela Los amores oscuros -según El País- afirma
que “la relación de ambos se rompió antes del viaje de Federico a Nueva
York y Uruguay”; obviamente esto no es verdad. Podría citar muchísimos
documentos que prueban lo contrario. Creo que no es necesario.
También defiende que "Luis Rosales le entregó a Ramírez de Lucas, años
después de la muerte del poeta, una carpeta con todos los sonetos
mecanografiados que habían encontrado en la buhardilla de su familia;
pensaban que esos documentos debían quedar en su poder”. Esto es falso e
imposible. ¿Luis Rosales deshaciéndose de los últimos borradores de
Federico? ¿Regalándoselos a un desconocido? ¿A un posible amor? ¿Al
dudoso "destinatario" de los versos oscuros? Jamás he oído nada
parecido. Ni eso pasó nunca ni es lógico defenderlo. ¿Pruebas? Ninguna.
Entre los papeles guardados por Juan Ramírez han aparecido dos
documentos inéditos lorquianos: una carta y un poema. Y esto sí que es
realmente lo interesante.
La carta está fechada en Granada, en la Huerta de San Vicente, el 18 de
julio de 1936; es la festividad de San Federico. Una carta "amorosa"
(dice el periódico) de la que sólo se desvela un pequeño párrafo:
-
“Conmigo cuentas siempre. Yo soy tu mejor amigo y te pido que seas
político y no dejes que el río te lleve. Juan: es preciso que vuelvas a
reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles, y
las he toreado con gracia”.
-
¿Dónde está el amor en estas palabras? ¿Sentimientos amorosos o de
amistad? Quizá no las han reproducido porque este fragmento no demuestra
tal cosa ni "simboliza la pasión de la pareja".
El poema que también guardaba Juan es un inédito lorquiano; su letra es
definitoria y muchas de sus imágenes poéticas también. Se lo dedicó
Federico cuando ambos viajaban a Córdoba (?); lo escribió "sobre la
marcha, en el único papel que llevaban encima, un recibo de la Academia
Orad, situada en el número 3 de la madrileña Carrera de San Jerónimo,
donde estudiaba Ramírez de Lucas. Se trata del pago del mes de mayo de
1935, por valor de 10 pesetas". Esto dicen sus versos:
-
Aquel rubio de Albacete
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, solo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
dulce galán sin sombrero
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero.
Tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, solo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
dulce galán sin sombrero
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero.
Tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
-
El verso tintado de rojo es una transcripción mía (El País lee
"sentí galán sin..."). El sentimiento de gran amor vuelve a brillar por
su ausencia... Versos de circunstancia o volanderos, pero versos
lorquianos al fin y al cabo.
Espero ansioso la novela donde ojalá todo esto quede aclarado. Novela,
que no ensayo; este dato (junto con todo lo demás) no deja de
inquietarme.
Ya lo he dicho en varios sitios y lo suscribo: Lorca nos ha dejado su
literatura, grande, insustituible; su intimidad, su privacidad,
pertenecen al hombre. Es verdad que su homosexualidad está en el germen
de su obra, de su vida y lamentablemente de su muerte; pero esto empieza
a ser ya una especie de culebrón, como si fuese uno más de esos
personajes que salen en programas de televisión contando y vendiendo sus
miserias. Muchos se preguntan desde hace años dónde está Lorca; ¿han
intentado buscarlo en su obra?
El escritor uruguayo, Enrique Amorim, junto a García Lorca en 1934.
La historia comienza con una fecha y un lugar: Salto
(Uruguay), 1953. Un hombre compungido lee un discurso en recuerdo de
Federico García Lorca, asesinado en agosto de 1936 y, supuestamente,
enterrado en la fosa común de Víznar, en Granada. El hombre lloroso
cierra la ceremonia con el entierro de una lápida de 3x2 metros y unas
palabras que dicen: "Aquí, en un modesto pliegue del suelo que me tendrá
preso para siempre, está Federico".
De este homenaje apenas quedan escritos. Ningún periódico reflejó el tributo. Sólo permanece en las memorias inéditas y la correspondencia del uruguayo Enrique Amorim, el hombre que lloraba a Lorca. Un intelectual y comunista que, a pesar de haberse rodeado del ambiente cultural y bohemio de los años veinte y treinta en Buenos Aires, en los cincuenta había caído en el olvido.
"La homosexualidad no era un tema del que se hablase en Argentina. Lorca lo llevaba con discreción. De hecho, en pleno éxito, las chicas se subían a la habitación de su hotel, errando el tiro, claro. Y sus amigos, a su vez, negaban que fuera homosexual", sostiene Roncagliolo. También Amorim ocultó su orientación sexual casándose con Esther, prima de Jorge Luis Borges. "No era tan raro que los homosexuales se casasen con mujeres que no querían un matrimonio, sino la independencia", apostilla el escritor.
Sobre la política, Roncagliolo señala que el asesinato de Lorca cambió la vida de muchos escritores: "Neruda era un apolítico y, de repente, matan a su amigo. Y a Amorim le ocurrió lo mismo. Ambos se vieron abocados al comunismo. Y es curioso que todos los Nobel latinoamericanos han defendido ideas políticas concretas. Esta figura política la inventa Neruda", afirma. Y también, para Amorim, la muerte de su amante. Granada ama lo diminuto. Y en general toda Andalucía. El lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo. Nada tan incitante para la confidencia y el amor. Pero los diminutivos de Sevilla y los diminutivos de Málaga son ciudades en las encrucijadas del agua, ciudades con sed de aventura que se escapan al mar. Granada, quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a sí misma sus horizontes, se recrea en sus pequeñas joyas y ofrece en su lenguaje diminutivo soso, su diminutivo sin ritmo y casi sin gracia, si se compara con el baile fonético de Málaga y Sevilla, pero cordial, doméstico, entrañable. Diminutivo asustado como un pájaro, que abre secretas cámaras de sentimiento y revela el más definido matiz de la ciudad.
El diminutivo no tiene más misión que la de limitar, ceñir, traer a la habitación y poner en nuestra mano los objetos o ideas de gran perspectiva.
Se limita el tiempo, el espacio, el mar, la luna, las distancias, y hasta lo prodigioso: la acción.
No queremos que el mundo sea tan grande ni el mar tan hondo. Hay necesidad de limitar, de domesticar los términos inmensos.
Granada no puede salir de su casa. No es como las otras ciudades que están a la orilla del mar o de los grandes ríos, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre sí misma y usa del diminutivo para recoger su imaginación, como recoge su cuerpo para evitar el vuelo excesivo y armonizar sobriamente sus arquitecturas interiores con las vivas arquitecturas de la ciudad.
Por eso la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas.
Las creaciones justas de Granada son el camarín y el mirador de bellas y reducidas proporciones. Así como el jardín pequeño y la estatua chica.
Lo que se llaman escuelas granadinas son núcleos de artistas que trabajan con primor obras de pequeño tamaño. No quiere esto decir que limiten su actividad a esta clase de trabajo; pero, desde luego, es lo más característico de sus personalidades.
Se puede afirmar que las escuelas de Granada y sus más genuinas representantes son preciosistas. La tradición del arabesco de la Alhambra, complicado y de pequeño ámbito, pesa en todos los grandes artistas de aquella tierra. El pequeño palacio de la Alhambra, palacio que la fantasía andaluza vio mirando con los gemelos al revés, ha sido siempre el eje estético de la ciudad. Parece que Granada no se ha enterado de que en ella se levantan el palacio de Carlos V y la dibujada catedral. No hay tradición cesárea ni tradición de haz de columnas. Granada todavía se asusta de su gran torre fría y se mete en sus antiguos camarines, con una maceta de arrayán y un chorro de agua helada, para labrar en dura madera pequeñas torres de marfil.
La tradición renacentista, con tener en la urbe bellas muestras de su actividad, se despega, se escapa o, burlándose de las proporciones que impone la época, construye la inverosímil torrecilla de Santa Ana: torre diminuta, más para palomas que para campanas, hecha con todo el garbo y la gracia antigua de Granada.
En los años en que renace el arco del triunfo, labra Alonso Cano sus virgencitas, preciosos ejemplares de virtud y de intimidad. Cuando el castellano es apto para describir los elementos de la Naturaleza y flexible hasta el punto de estar dispuesto para las más agudas construcciones místicas, tiene Fray Luis de Granada delectaciones descriptivas de cosas y objetos pequeñísimos.
Es Fray Luis quien, en la Introducción al símbolo de la fe, habla de cómo resplandece más la sabiduría y providencia de Dios en las cosas pequeñas que en las grandes. Humilde y preciosista, hombre de rincón y maestro de miradas, como todos los buenos granadinos.
En la época en que Góngora lanza su proclama de poesía pura y abstracta, recogida con avidez por los espíritus más líricos de su tiempo, no podía Granada permanecer inactiva en la lucha que definía una vez más el mapa literario de España. Soto de Rojas abraza la estrecha y difícil regla gongorina; pero, mientras el sutil cordobés juega con mares, selvas y elementos de la Naturaleza, Soto de Rojas se encierra en su Jardín para descubrir surtidores, dalias, jilgueros y aires suaves. Aires moriscos, medio italianos, que mueven todavía sus ramas, frutos y boscajes de su poema.
En suma: su característica es el preciosismo granadino. Ordena su naturaleza con un instinto de interior doméstico. Huye de los grandes elementos de la Naturaleza, y prefiere las guirnaldas y los cestos de frutas que hace con sus propias manos. Así pasó siempre en Granada. Por debajo de la impresión renacentista, la sangre indígena daba sus frutos virginales.
La estética de las cosas pequeñas ha sido nuestro fruto más castizo, la nota distinta y el más delicado juego de nuestros artistas. Y no es obra de paciencia, sino obra de tiempo; no obra de trabajo, sino obra de pura virtud y amor. Esto no podía suceder en otra ciudad. Pero sí en Granada.
Granada es una ciudad de ocio, una ciudad para la contemplación y la fantasía, una ciudad donde el enamorado escribe mejor que en ninguna otra parte el nombre de su amor en el suelo. Las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España. Tiene crepúsculos complicados de luces constantemente inéditas que parece no terminarán nunca.
Sostenemos con los amigos largas conversaciones en medio de sus calles.
Vive con la fantasía. Está llena de iniciativas, pero falta de acción.
Sólo en la ciudad de ocios y tranquilidades puede haber exquisitos catadores de aguas, de temperaturas y de crepúsculos, como los hay en Granada.
El granadino está rodeado de la naturaleza más espléndida, pero no va a ella. Los paisajes son extraordinarios; pero el granadino prefiere mirarlos desde su ventana. Le asustan los elementos y desprecia el vulgo voceador, que no es de ninguna parte. Como es hombre de fantasía, no es, naturalmente, hombre de valor. Prefiere el aire suave y frío de su nieve al viento terrible y áspero que se oye en Ronda, por ejemplo, y está dispuesto a poner su alma en diminutivo y traer al mundo dentro de su cuarto. Sabiamente se da cuenta de que así puede comprender mejor. Renuncia a la aventura, a los viajes, a las curiosidades exteriores; las más veces renuncia al lujo, a los vestidos, a la urbe.
Desprecia todo esto y engalana su jardín. Se retira consigo mismo. Es hombre de pocos amigos. (¿No es proverbial en Andalucía la reserva de Granada?)
De esta manera mira y se fija amorosamente en los objetos que lo rodean. Además, no tiene prisa. Quizá por esta mecánica los artistas de Granada se hayan deleitado en labrar cosas pequeñas o describir mundos de pequeño ámbito. Se me puede decir que éstas son las condiciones más aptas para producir una filosofía. Pero una filosofía necesita una constancia y un equilibrio matemático, bastante difícil en Granada. Granada es apta para el sueño y el ensueño. Por todas partes limita con lo inefable. Y hay mucha diferencia entre soñar y pensar, aunque las actitudes sean gemelas. Granada será siempre más plástica que filosófica. Más lírica que dramática. La sustancia entrañable de su personalidad se esconde en los interiores de sus casas y de su paisaje. Su voz es una voz que baja de un miradorcillo o sube de una ventana oscura. Voz impersonal, aguda, llena de una inefable melancolía aristocrática. Pero ¿quién la canta? ¿De dónde ha salido esa voz delgada, noche y día al mismo tiempo?
Para oírla hay necesidad de entrar en los pequeños camarines, rincones y esquinas de la ciudad. Hay que vivir su interior sin gente y su soledad ceñida. Y lo más admirable: hay que hurgar y explorar nuestra propia intimidad y secreto, es decir, hay que adoptar una actitud definidamente lírica.
Hay necesidad de empobrecerse un poquito, de olvidar nuestro nombre, de renunciar a eso que han llamado las gentes personalidad.
Todo lo contrario que Sevilla. Sevilla es el hombre y su complejo sensual y sentimental. Es la intriga política y el arco de triunfo. Don Pedro y Don Juan. Está llena de elemento humano, y su voz arranca lágrimas, porque todos la entienden. Granada es como la narración de lo que ya pasó en Sevilla.
Hay un vacío de cosa definitivamente acabada.
Comprendiendo el alma íntima y recatada de la ciudad, alma de interior y jardín pequeño, se explica también la estética de muchos de nuestros artistas más representativos y sus característicos procedimientos.
Todo tiene por fuerza un dulce aire doméstico; pero, verdaderamente, ¿quién penetra esta intimidad? Por eso, cuando en el siglo XVII un poeta granadino, don Pedro Soto de Rojas, de vuelta de Madrid, lleno de pesadumbre y desengaños, escribe en la portada de un libro suyo estas palabras: "Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos», hace, a mi modo de ver, la más exacta definición de Granada: Paraíso cerrado para muchos.
El “duende”, para los andaluces, alude a la interpretación subliminal de la tauromaquia (el arte de los toros) así como de cualquier otro fenómeno como el baile o el cante. Estas manifestaciones transportan al artista a una experiencia “de la muerte”, ya que evadirse del tiempo implica tocar el fin de la existencia. El arte que nace de la mera reproducción de formas es opuesto al “arte del duende”. Según Lorca, la obra de arte inspirada por el duende nos comunica la esencia del mundo, como sucede con la música de los cantaores flamencos.
La sangre de mis entrañas
Amigos, que yo me muero;
—Si tú eres mi linda amiga,
Dentro del vergel
La musa de Góngora y el ángel de Garcilaso han de soltar la guirnalda de laurel cuando pasa el duende de San Juan de la Cruz, cuando el ciervo vulnerado
De este homenaje apenas quedan escritos. Ningún periódico reflejó el tributo. Sólo permanece en las memorias inéditas y la correspondencia del uruguayo Enrique Amorim, el hombre que lloraba a Lorca. Un intelectual y comunista que, a pesar de haberse rodeado del ambiente cultural y bohemio de los años veinte y treinta en Buenos Aires, en los cincuenta había caído en el olvido.
En 1953, su amigo le hizo un homenaje en Uruguay con una lápida
Su recuerdo ha sido rescatado ahora por el escritor Santiago Roncagliolo en el libro El amante uruguayo. Una historia real
(editorial Alcalá). No obstante, la duda sigue siendo enorme. Sin
fuentes oficiales, sin una constatación por parte de la familia de
García Lorca, ¿hasta qué punto es verídico este entierro? ¿Son
especulaciones? "Hay indicios de que este hombre había enterrado el
cadáver de Lorca, pero también es cierto que, aunque Amorim dejó muchos
indicios, también dejó muchos enigmas y hechos falsos. La historia más
fascinante no es ya la de la tumba, sino la del personaje", señala el
escritor. De hecho, para el autor de Memorias de una dama, el
relieve de Amorim radica en que "fue el primero que supo de la
importancia del cuerpo de Lorca, lo que ocurre es que aún estaban en los
años cincuenta y no estaba claro qué podía pasar". Ser gay en los años treinta
En el libro, Roncagliolo recorre con aires novelescos la figura de un hombre que conoció a Lorca y que llegó a intimar con él. Data sus días juntos en Buenos Aires y Montevideo allá por 1934, cuando el poeta vivía en una ebriedad de éxito continuo gracias a los aplausos de las representaciones de Bodas de sangre, mientras Amorim, siempre ávido de celebridad, intentaba obtener los galones de la gloria. "Hay una carta que conserva la Fundación García Lorca sobre esta relación bastante explícita. Yo creo que Amorim estaba más enamorado de Lorca que al contrario. Buena parte de la historia de Amorim es un intento por colarse en la historia de Lorca ", admite Roncagliolo.
"Existen indicios y enigmas de este funeral", dice el autor de la biografía
Esta
biografía transita también por dos afluentes de la historia que
resultan fascinantes, a juicio del propio Roncagliolo: el ambiente
homosexual en los años treinta en Latinoamérica y la politización de
muchos escritores, como Pablo Neruda, tras la muerte del poeta. "La homosexualidad no era un tema del que se hablase en Argentina. Lorca lo llevaba con discreción. De hecho, en pleno éxito, las chicas se subían a la habitación de su hotel, errando el tiro, claro. Y sus amigos, a su vez, negaban que fuera homosexual", sostiene Roncagliolo. También Amorim ocultó su orientación sexual casándose con Esther, prima de Jorge Luis Borges. "No era tan raro que los homosexuales se casasen con mujeres que no querían un matrimonio, sino la independencia", apostilla el escritor.
Sobre la política, Roncagliolo señala que el asesinato de Lorca cambió la vida de muchos escritores: "Neruda era un apolítico y, de repente, matan a su amigo. Y a Amorim le ocurrió lo mismo. Ambos se vieron abocados al comunismo. Y es curioso que todos los Nobel latinoamericanos han defendido ideas políticas concretas. Esta figura política la inventa Neruda", afirma. Y también, para Amorim, la muerte de su amante. Granada ama lo diminuto. Y en general toda Andalucía. El lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo. Nada tan incitante para la confidencia y el amor. Pero los diminutivos de Sevilla y los diminutivos de Málaga son ciudades en las encrucijadas del agua, ciudades con sed de aventura que se escapan al mar. Granada, quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a sí misma sus horizontes, se recrea en sus pequeñas joyas y ofrece en su lenguaje diminutivo soso, su diminutivo sin ritmo y casi sin gracia, si se compara con el baile fonético de Málaga y Sevilla, pero cordial, doméstico, entrañable. Diminutivo asustado como un pájaro, que abre secretas cámaras de sentimiento y revela el más definido matiz de la ciudad.
El diminutivo no tiene más misión que la de limitar, ceñir, traer a la habitación y poner en nuestra mano los objetos o ideas de gran perspectiva.
Se limita el tiempo, el espacio, el mar, la luna, las distancias, y hasta lo prodigioso: la acción.
No queremos que el mundo sea tan grande ni el mar tan hondo. Hay necesidad de limitar, de domesticar los términos inmensos.
Granada no puede salir de su casa. No es como las otras ciudades que están a la orilla del mar o de los grandes ríos, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre sí misma y usa del diminutivo para recoger su imaginación, como recoge su cuerpo para evitar el vuelo excesivo y armonizar sobriamente sus arquitecturas interiores con las vivas arquitecturas de la ciudad.
Por eso la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas.
Las creaciones justas de Granada son el camarín y el mirador de bellas y reducidas proporciones. Así como el jardín pequeño y la estatua chica.
Lo que se llaman escuelas granadinas son núcleos de artistas que trabajan con primor obras de pequeño tamaño. No quiere esto decir que limiten su actividad a esta clase de trabajo; pero, desde luego, es lo más característico de sus personalidades.
Se puede afirmar que las escuelas de Granada y sus más genuinas representantes son preciosistas. La tradición del arabesco de la Alhambra, complicado y de pequeño ámbito, pesa en todos los grandes artistas de aquella tierra. El pequeño palacio de la Alhambra, palacio que la fantasía andaluza vio mirando con los gemelos al revés, ha sido siempre el eje estético de la ciudad. Parece que Granada no se ha enterado de que en ella se levantan el palacio de Carlos V y la dibujada catedral. No hay tradición cesárea ni tradición de haz de columnas. Granada todavía se asusta de su gran torre fría y se mete en sus antiguos camarines, con una maceta de arrayán y un chorro de agua helada, para labrar en dura madera pequeñas torres de marfil.
La tradición renacentista, con tener en la urbe bellas muestras de su actividad, se despega, se escapa o, burlándose de las proporciones que impone la época, construye la inverosímil torrecilla de Santa Ana: torre diminuta, más para palomas que para campanas, hecha con todo el garbo y la gracia antigua de Granada.
En los años en que renace el arco del triunfo, labra Alonso Cano sus virgencitas, preciosos ejemplares de virtud y de intimidad. Cuando el castellano es apto para describir los elementos de la Naturaleza y flexible hasta el punto de estar dispuesto para las más agudas construcciones místicas, tiene Fray Luis de Granada delectaciones descriptivas de cosas y objetos pequeñísimos.
Es Fray Luis quien, en la Introducción al símbolo de la fe, habla de cómo resplandece más la sabiduría y providencia de Dios en las cosas pequeñas que en las grandes. Humilde y preciosista, hombre de rincón y maestro de miradas, como todos los buenos granadinos.
En la época en que Góngora lanza su proclama de poesía pura y abstracta, recogida con avidez por los espíritus más líricos de su tiempo, no podía Granada permanecer inactiva en la lucha que definía una vez más el mapa literario de España. Soto de Rojas abraza la estrecha y difícil regla gongorina; pero, mientras el sutil cordobés juega con mares, selvas y elementos de la Naturaleza, Soto de Rojas se encierra en su Jardín para descubrir surtidores, dalias, jilgueros y aires suaves. Aires moriscos, medio italianos, que mueven todavía sus ramas, frutos y boscajes de su poema.
En suma: su característica es el preciosismo granadino. Ordena su naturaleza con un instinto de interior doméstico. Huye de los grandes elementos de la Naturaleza, y prefiere las guirnaldas y los cestos de frutas que hace con sus propias manos. Así pasó siempre en Granada. Por debajo de la impresión renacentista, la sangre indígena daba sus frutos virginales.
La estética de las cosas pequeñas ha sido nuestro fruto más castizo, la nota distinta y el más delicado juego de nuestros artistas. Y no es obra de paciencia, sino obra de tiempo; no obra de trabajo, sino obra de pura virtud y amor. Esto no podía suceder en otra ciudad. Pero sí en Granada.
Granada es una ciudad de ocio, una ciudad para la contemplación y la fantasía, una ciudad donde el enamorado escribe mejor que en ninguna otra parte el nombre de su amor en el suelo. Las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España. Tiene crepúsculos complicados de luces constantemente inéditas que parece no terminarán nunca.
Sostenemos con los amigos largas conversaciones en medio de sus calles.
Vive con la fantasía. Está llena de iniciativas, pero falta de acción.
Sólo en la ciudad de ocios y tranquilidades puede haber exquisitos catadores de aguas, de temperaturas y de crepúsculos, como los hay en Granada.
El granadino está rodeado de la naturaleza más espléndida, pero no va a ella. Los paisajes son extraordinarios; pero el granadino prefiere mirarlos desde su ventana. Le asustan los elementos y desprecia el vulgo voceador, que no es de ninguna parte. Como es hombre de fantasía, no es, naturalmente, hombre de valor. Prefiere el aire suave y frío de su nieve al viento terrible y áspero que se oye en Ronda, por ejemplo, y está dispuesto a poner su alma en diminutivo y traer al mundo dentro de su cuarto. Sabiamente se da cuenta de que así puede comprender mejor. Renuncia a la aventura, a los viajes, a las curiosidades exteriores; las más veces renuncia al lujo, a los vestidos, a la urbe.
Desprecia todo esto y engalana su jardín. Se retira consigo mismo. Es hombre de pocos amigos. (¿No es proverbial en Andalucía la reserva de Granada?)
De esta manera mira y se fija amorosamente en los objetos que lo rodean. Además, no tiene prisa. Quizá por esta mecánica los artistas de Granada se hayan deleitado en labrar cosas pequeñas o describir mundos de pequeño ámbito. Se me puede decir que éstas son las condiciones más aptas para producir una filosofía. Pero una filosofía necesita una constancia y un equilibrio matemático, bastante difícil en Granada. Granada es apta para el sueño y el ensueño. Por todas partes limita con lo inefable. Y hay mucha diferencia entre soñar y pensar, aunque las actitudes sean gemelas. Granada será siempre más plástica que filosófica. Más lírica que dramática. La sustancia entrañable de su personalidad se esconde en los interiores de sus casas y de su paisaje. Su voz es una voz que baja de un miradorcillo o sube de una ventana oscura. Voz impersonal, aguda, llena de una inefable melancolía aristocrática. Pero ¿quién la canta? ¿De dónde ha salido esa voz delgada, noche y día al mismo tiempo?
Para oírla hay necesidad de entrar en los pequeños camarines, rincones y esquinas de la ciudad. Hay que vivir su interior sin gente y su soledad ceñida. Y lo más admirable: hay que hurgar y explorar nuestra propia intimidad y secreto, es decir, hay que adoptar una actitud definidamente lírica.
Hay necesidad de empobrecerse un poquito, de olvidar nuestro nombre, de renunciar a eso que han llamado las gentes personalidad.
Todo lo contrario que Sevilla. Sevilla es el hombre y su complejo sensual y sentimental. Es la intriga política y el arco de triunfo. Don Pedro y Don Juan. Está llena de elemento humano, y su voz arranca lágrimas, porque todos la entienden. Granada es como la narración de lo que ya pasó en Sevilla.
Hay un vacío de cosa definitivamente acabada.
Comprendiendo el alma íntima y recatada de la ciudad, alma de interior y jardín pequeño, se explica también la estética de muchos de nuestros artistas más representativos y sus característicos procedimientos.
Todo tiene por fuerza un dulce aire doméstico; pero, verdaderamente, ¿quién penetra esta intimidad? Por eso, cuando en el siglo XVII un poeta granadino, don Pedro Soto de Rojas, de vuelta de Madrid, lleno de pesadumbre y desengaños, escribe en la portada de un libro suyo estas palabras: "Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos», hace, a mi modo de ver, la más exacta definición de Granada: Paraíso cerrado para muchos.
Federico García Lorca en su casa |
Federico García Lorca desarrolló una teoría estética donde despliega sus ideas acerca del proceso de creación artística: "El teatro y la teoría del Duende", conferencia dictada primero en Buenos Aires y luego en La Habana, en el año 1933. Aquí, Lorca manifiesta que el gran arte depende de un conocimiento cercano de la muerte, de la conexión con los orígenes de una nación y de un reconocimiento de las limitaciones del raciocinio.
El “duende”, para los andaluces, alude a la interpretación subliminal de la tauromaquia (el arte de los toros) así como de cualquier otro fenómeno como el baile o el cante. Estas manifestaciones transportan al artista a una experiencia “de la muerte”, ya que evadirse del tiempo implica tocar el fin de la existencia. El arte que nace de la mera reproducción de formas es opuesto al “arte del duende”. Según Lorca, la obra de arte inspirada por el duende nos comunica la esencia del mundo, como sucede con la música de los cantaores flamencos.
ResponderEliminarEntre italiano
y flamenco,
¿cómo cantaría
aquel Silverio?
La densa miel de Italia
con el limón nuestro,
iba en el hondo llanto
del siguiriyero.
Su grito fue terrible.
Los viejos
dicen que se erizaban
los cabellos,
y se abría el azogue
de los espejos.
Pasaba por los tonos
sin romperlos.
Y fue un creador
y un jardinero.
Un creador de glorietas
para el silencio.
Ahora su melodía
duerme con los ecos.
Definitiva y pura
¡Con los últimos ecos!