Tengo tantas cosas que preguntarte,...
Tengo tantas cosas que preguntarte, tanto que responder. Nos
encontramos frente al mar, Lo siento, pude usar una
licencia poética, hablar de aquella cafetería elegante y antigua... Pero
era en pleno paseo marítimo. Nos sentamos. Me cuentas cómo
te va. Te miro y apenas reconozco a quienes fuimos.
Te regalo un submarino. Me dices. Y yo lo quiero. Lo quiero para zambullirme en lo que realmente estás pensando ahora que me tienes delante tras siglos de ausencia.
Pero te levantas y abandonamos no aquel café bohemio, sino el refresco gaseoso y encartonado, para acercarnos, un poco más allá, a un submarino de verdad.
Me siento inculto, por no saber que Isaac Peral no es una calle de Madrid sino un paisano de Cartagena que debió ser ingeniero el siglo pasado. Por no saber que allí esta aquel submarino suyo, que ahoga nuestras risas durante un rato, mientras nos fotografiamos, leemos los carteles y contemplamos, frente a él, como quien ya no necesitara descubrir secretos y desvelar océanos, el mar desde Cartagena.
Te regalo un submarino. Me dices. Y yo lo quiero. Lo quiero para zambullirme en lo que realmente estás pensando ahora que me tienes delante tras siglos de ausencia.
Pero te levantas y abandonamos no aquel café bohemio, sino el refresco gaseoso y encartonado, para acercarnos, un poco más allá, a un submarino de verdad.
Me siento inculto, por no saber que Isaac Peral no es una calle de Madrid sino un paisano de Cartagena que debió ser ingeniero el siglo pasado. Por no saber que allí esta aquel submarino suyo, que ahoga nuestras risas durante un rato, mientras nos fotografiamos, leemos los carteles y contemplamos, frente a él, como quien ya no necesitara descubrir secretos y desvelar océanos, el mar desde Cartagena.
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