domingo, 27 de enero de 2013

QUE NO SE REPITA

Hitler en París
 

Francia capituló el 17 de junio y el armisticio, firmado en el famoso vagón de tren en el bosque de Compiégne, entró en vigor el día 25. Tres días después, a las 5:30 horas Hitler llegaba a París a bordo de un avión que aterrizó en el aeropuerto de Le Bourget. Tres mercedes blindados lo recogieron a él y a su séquito para trasladarlos al centro de la ciudad. En el primer automóvil viajaba el Führer acompañado por los arquitectos Albert Speer y su rival Hermann Giessler, además del escultor Arno Becker y el ayudante Schmundt. La primera visita en París fue la casa de la ópera, edificio neobarroco del arquitecto Garnier, (espléndido edificio) que entusiasmaba a Hitler (una faceta poco conocida de Hitler es su pasión por la ópera y sus teatros. De hecho los soviéticos incautaron en mayo de 1945 una veintena de libros dedicados a los templos de la ópera en el búnker de Berlín) Hitler dijo de este edificio al contemplarlo: “¡Mi ópera, desde mi primera juventud he deseado ver este símbolo del genio arquitectónico francés!” Ante sus acompañantes el Führer hizo una exhibición de sus conocimientos de la distribución del edificio y su historia, adquiridos en sus constantes lecturas sobre teatros de ópera. Suigió después la visita, -siempre en automóvil, salvo unos minutos para ver de cerca algo que le interesara especialmente-, por la ciudad que comenzaba a despertarse : Los Campos Elíseos, la Madelaine, el Trocadero, la torre Eiffel. En ese momento se pararon y hay una famosa foto de Hitler paseando rodeado de militares con la torre Eiffel de fondo, curiosamente a los arquitectos Speer, Giessler, y al escultor Becker, se les ordenó vestir uniformes militares y aparecen en la foto, al lado de Hitler, a pesar de su condición de civiles. Hitler también pasó por el arco del triunfo, el monumento al soldado desconocido, y la iglesia de Los Inválidos, donde permaneció unos instantes contemplando el sarcófago de Napoleón Bonaparte; cuando salieron comentó al fotógrafo Hoffmann: “Ha sido el más bello momento de mi vida” No obstante, Hitler apenas mostró interés por la catedral de Notre Dame, la Sainte Chapelle, o el Louvre. Curiosamente se detuvo unos instantes al pie del Sacre-Coeur, donde permaneció unos minutos, rodeado de sus guardaespaldas, mientras numerosas personas pasaban por allí camino de misa. Según Speer “fue reconocido por muchos fieles, que no le prestaron ninguna atención”.

Cuando terminaron la visita a las 9, Hitler le dijo a Speer: “Poder ver París ha sido el sueño de toda mi vida, no puedo expresar todo lo feliz que soy al ver cumplido este deseo” Hitler nunca más regresó a París, pero aquella misma noche le comunicó a su arquitecto que debía acelerar los trabajos sobre el nuevo Berlín, ante cuya grandiosidad debería palidecer la capital francesa. “¿No es verdad que París es hermoso? Pero Berlín deberá superarla en belleza, cuando hayamos terminado París quedará en una segundo lugar.” Le dijo a Speer aquella noche. En el estudio del arquitecto favorito de Hitler se amontonaron los proyectos del Führer y Goering para configurar la nueva y fantástica capital del Reich. Se estaba diseñando el área sanitaria, la universidad, el Gran Recinto, destinado a los grandes discursos del dictador, la nueva residencia de Göring, y fuera de la capital, el fastuoso estadio de Núremberg, que debería disponer de 350.000 asientos para los asistentes a los grandes fastos nazis, nuevos aeropuertos para la Luftwaffe…

Según Speer en aquellos meses triunfales del nazismo, Hitler lo convocaba continuamente en Berlín o en el Berchtesgaden para comprobar la marcha de los planos y le urgía sin cesar recordándole que todo debería estar listo en 1950. “Durante ese verano maravillosamente cálido,-comentó posteriormente Speer- parecía que Hitler no tenía otra cosa en la cabeza, en realidad todos nos sentíamos, por así decirlo, en un estado de éxtasis.”


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Erich Hartmann
Administrador

Hitler y el Palacio de la Opera

Nota
Un dato curioso sobre la visita de Hitler a Paris en 1940 es este: Como ya es sabido Hitler era un admirador a morir de la Opera , principalmente las tragicas, y en su visita a Paris deseo conocer la tan esplendida casa de La Opera de aquella ciudad, un sueño anhelado desde su juventud vienesa, pero hubo un problema, el portero de aquel sitio como muchos parisienses se habia ocultado por miedo a los Nazis y era el quien tenia las llaves, la Gestapo y la Policia Francesa iniciaron un largo proceso de busqueda que solo duro unos minutos, este se encontraba en su casa preparando maletas, se lo llevaron y lo obligaron a entregar las llaves de tan elegante sitio, pocos minutos despues veia a Hitler cumpliendo por fin su sueño.

Hola, no se si es cierto esto o sólo son rumores falsos: es verdad que Hitler en un arrebato mandó que quemasen Paris o parte de la ciudad?? un saludo.
"Es genial comprobar que todavía tienes la capacidad de sorprenderte a ti mismo..."


Sí, su intención era que antes que la capturasen los aliados, no quedara piedra sobre piedra en París.
Siempre se ha dicho que el comandante militar de París (no recuerdo el nombre) tuvo demasiados escrúpulos para obedecer dicha orden (lástima que no les pasara más a menudo); aunque el año pasado, con motivo del aniversario de la liberación de París, oí alguna versión que afirmaba que fue por obra y gracia del levantamiento popular de París.


Dietrich von Choltitz

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Ahí tienen una completa página en alemán sobre el comandante de París.

http://www.choltitz.de/inhalt.htm
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Realmente poco puedo añadir a la explicación de nuestro amigo Hartman. Quizás solo comentar dos pequeñas anécdotas: la visita a la Ópera fue a las 6 de la mañana, y el vendedor de periódicos de la Place de la ópera no daba crédito a sus ojos. Luego, en plena visita, dijo que faltaba una sala de la Ópera por ver. Cuando se le dijo que esa sala había sido tapiada tras una renovación, el Führer dijo triunfal: "¿Véis que bien conozco este edificio?"

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Hitler en la escalinata de la ópera de Paris

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Hitler en la tumba de Napoleón

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La caravana de Hitler recorre París: la Plaza de la Concordia

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En el patio de los Invalidos

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Ante los Inválidos

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Ante el Sacré-Coeur, con París al fondo
 
         Preguntado por von Kluge y Keitel, Hitler daba sus impresiones el 21 de Octubre de 1941 sobre 
         aquella visita a París del año anterior y se mostraba "aliviado" por no haber tenido que destruirla:

“Me sentí sumamente feliz con el pensamiento de que existe por lo menos una ciudad en el Reich que es superior a París en cuanto a gusto arquitectónico: me refiero a Viena. El París antiguo da una sensación de perfecta distinción. Las grandes perspectivas son imponentes. Durante años envié a mis colaboradores a París, a fin de que se habituasen a la grandeza… para el momento en que emprendiéramos sobre nuevas bases la reforma de Berlín. Berlín en este momento no existe, pero llegará un día que será más hermoso que París. Con la excepción de la Torre Eiffel, París no posee nada de lo que otorga su carácter particular a una ciudad, como es el coliseo de Roma.

Me sentí aliviado viendo que no tuvimos necesidad de destruir París. Me siento indiferente cuando preveo la destrucción de San Petersburgo o de Moscú; pero hubiera sufrido con la de París. Toda obra conclusa lleva consigo un valor de ejemplo. Permite aprender, advertir sus errores, y por tanto hacerlo mejor la próxima vez. El Ring de Viena no existiría sin los bulevares de París. Es su copia. La cúpula de los Inválidos causa una impresión profunda. El panteón me decepcionó terriblemente. Los bustos aún tienen defensa, pero ¡las esculturas! ¡Qué proliferación de tumores cancerosos!"


“Hice mi visita a París muy temprano, por la mañana, entre las seis y las nueve. Quise abstenerme de excitar a la población con mi presencia. El primer vendedor de periódicos que me reconoció se quedó con la boca abierta. Aún recuerdo muy bien la imagen de aquella mujer de Lille que al verme desde su ventana, se puso a gritar: “¡El diablo!”

Para concluir, subimos al Sacre Coeur. ¡Espantoso! Pero, en conjunto París es una de las joyas de Europa."

Fuente: Las conversaciones privadas de Hitler.

Un dato curioso: según Speer, el guía francés que acompañó a Hitler y su séquito durante su visita a la Ópera no quiso aceptar la propina de 50 marcos que el ayudante Hitler le ofeció por orden suya.

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