Cuando
dibujamos en nuestra mente un teatro romano nos imaginamos una imponente escena
semejante a la que conocemos en el teatro romano de Mérida. Muchos de quienes
visitan, por turismo o, simplemente para ver el festival de teatro clásico que
se celebra en sus ruinas, son conscientes de que este impactante teatro no nos
llegó tal y como lo conocemos en la actualidad, se sabe que fue reconstruido
pero no todos saben el proceso de reconstrucción del teatro y, los “aciertos o
desaciertos” de su reconstrucción o, sus consecuencias, positivas o negativas
en la actualidad como documento histórico.
Teatro romano de Mérida |
Hasta
finales del siglo XIX los únicos restos que quedaban del teatro romano de
Mérida eran las conocidas como “Siete Sillas”, unos restos que pertenecían a la
parte alta del graderío que estaban construidos con hormigón revestido de
sillares de granito que componían la fachada posterior del edificio.
Son
escasos los datos que existen sobre este teatro hasta principios del siglo XX.
Solo algunas noticias ofrecidas por viajeros que visitaban las ruinas y algún
grabado como el realizado por Wyngaerde en 1567.
En
el siglo XIX fotógrafos como J. Laurent inmortalizaron las ruinas del teatro
retratando las famosas “Siete Sillas”, únicos restos que permanecían en pie.
Las "Siete Sillas" Foto: J. Laurent (entre 1860-1886). Archivo: IPCE Sig.: VN-05212 |
Hubo
que esperar hasta principios del siglo XX, en 1910, cuando se encargó las obras
de restauración o, habría que especificar mejor, de reconstrucción, del teatro romano de Mérida
al prestigioso arqueólogo José Ramón Mélida, hermano del también reconocido
arquitecto Arturo Mélida.
Mélida,
en colaboración con Maximiliano Macías, llevó a cabo una de las excavaciones
arqueológicas de mayor envergadura hasta el momento con el fin de desenterrar
todas las piezas originales del teatro para llevar a cabo una anastilosis (ver
dicciopost) en el mismo.
En
primer lugar se desenterraron los restos de los muros de la estructura
semicircular de la cávea y los materiales del escenario, los cuales habían sido
destruidos deliberadamente y escombrados y se excavó también la orchestra.
Mélida
“exhumó” la mayor parte del edificio con escasos medios, documentando un gran
número de columnas, esculturas y demás materiales principalmente
correspondientes al frente escénico reconstruyendo éste mediante el
procedimiento de la anastilosis.
Pero
esta reconstrucción no fue del todo adecuada o acertada ya que impidió que se
pudiera analizar la evolución del edificio desde que fue abandonado hasta la
actualidad del momento en que fue excavado al destruir en parte el yacimiento
arqueológico (pero hay que tener en cuenta que los estudios sobre arqueología
aún no estaban tan desarrollados como en la actualidad).
Graderío y escena del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936) años en los que restauraba Antonio Gómez Millán Archivo IPCE. Sig: LOTY-07603 |
Otro
de los “desaciertos” que esta reconstrucción tuvo fue el grado de “imaginación”
que se llevó a cabo para reconstruir la escena ya que, al no existir documento
gráfico o escrito que documentase cómo debió ser, se tuvo que basar en
hipótesis y reconstrucciones donde la intuición personal no siempre se ajustó a
la realidad científica del monumento, como se ha podido comprobar en la
actualidad, aunque, siempre hay que situarse en la realidad histórica en la que
se practicó esta restauración para realidad una crítica objetiva, ya que, en
esa época este tipo de restauraciones-reconstrucciones eran las imperantes en
Europa y consideradas como adecuadas, muchas de ellas salvaron gran cantidad de
edificios de una ruina inminente a pesar de ser idealizados en otros aspectos
de su restauración-reconstrucción.
Tras
la intervención de José Ramón Mélida, en 1921 se hizo cargo de las obras el
arquitecto Aurelio Gómez Millán cuya intervención fue, desde el primer momento
polémica.
Durante
su dirección se tenía que practicar la parte más compleja, la de levantar la
ruina con los elementos que Mélida había encontrado en su excavación y
disponerlos según algunos diseños que el propio Mélida dibujó para tratar de
identificar cada pieza y el lugar donde correspondían.
Gómez
Millán tenía que practicar una reconstrucción en estilo del teatro, algo
arriesgado cuya base científica la avalaba solo la anastilosis, es decir,
reconstruir a partir de los materiales originales hallados. Era una apuesta tan
arriesgada que se trató de evitar que se concedieran subvenciones para ello.
Vomitorio del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936) Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07596 |
Partía
de la estructura de hormigón del edificio la cual se había mantenido en pie y
sobre la cual debía reconstruir el escenario o escena.
En
1933 la escena del teatro estaba finalizada y, desde ese año comenzó a albergar
el Festival de Teatro Clásico de Mérida, en realidad el festival se crea más
tarde, pero desde esa fecha se comenzaron a representar obras teatrales en el
teatro.
Un
año más tarde se restauró el peristilo de la parte posterior, en la que
intervino el escultor Juan de Ávalos.
Pero
no acabó aquí el “resurgir” del teatro de Mérida. En los años 40 se abre una
nueva etapa en el proceso restaurador del monumento bajo la dirección del
arquitecto Félix Hernández Gutiérrez.
Graderío del Teatro romano de Mérida. Foto: Antonio Passaporte (entre 1927-1936) Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07605 |
Bajo
su dirección se acometieron diversas obras de consolidación de la estructura
del teatro y, nace la idea de derribar las obras llevadas a cabo por Gómez
Millán en la escena ya que consideraban que había empleado los materiales de
forma arbitraria y éstos eran poco adecuados con la realidad del edificio.
Las
obras de desmontado y reconstrucción del frente de escena duraron hasta el año
1954 siguiendo el método de la anastilosis.
En
1962 se retomaron las obras con la dirección de José Menéndez Pidal quien, a
parte numerosos restos arqueológicos que se depositaron muchos de ellos en el Museo
Arqueológico de Mérida, se restauraron los vomitorios de la cávea, se
reconstruyó parcialmente el segundo piso de la escena con fustes nuevos para
las columnas, aunque para ello tuvo que desmontar parte de las obras de Gómez
Millán.
Esculturas en una de las galerías de acceso al teatro. Foto: Antonio Passaporte. Archivo: IPCE. Sig.: LOTY-07597 |
Se
levantó también el graderío carente de asientos hasta el momento y se volvió a
pavimentar la orchestra y el proscenio. En 1979 las obras de reconstrucción se
dieron por finalizadas.
Graderío del Teatro romano de Mérida. |
Junto
a la recuperación de las piezas originales se repusieron nuevas en algunos
lugares donde fue necesario, empleando los materiales de las canteras, como las
de Estremoz, de donde procedían las originales. De las esculturas del frente de
escena se hicieron una réplica de las originales encargadas al escultor
Francisco López Hernández. Para todo ello se empleó materiales claramente
diferenciables de los originales para no generar un “falso histórico”.
A
pesar de algunas críticas negativas a este proceso de restauración, exponiendo
algún motivo anteriormente citado o, haciendo mención a que la anastilosis no
es el mejor método para justificar la reconstrucción de un edificio si no
existe una clara evidencia de cómo fue el mismo, esta restauración ha sido
alabada por la mayor parte de los arqueólogos que la han estudiado y analizado.
Dejo
a los lectores para que abran un debate al respecto si les apetece!
Escena reconstruida del Teatro romano de Mérida. |
Gracias por la información!
ResponderEliminarPese a lo reconstruído que pueda estar, a uno se le caen los palos del sombrajo ante esta obra que rezuma historia por los cuatro costados. Y si uno presencia una obra del Festival de Teatro, puede morir ya en paz.
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