Tomado http://www.funci.org/es/2000/01/16/toledo-mira-a-la-meca
Hubo el Toledo un palacio islámico que debió rivalizar con los de Medina Zahara o la Alhambra. Se llamó Palacio de la Noria, Yannat as-Sultan, la Huerta del Rey o, ya en tiempos cristianos, el Palacio de Galiana
Lo conocemos sobre todo por descripciones literarias, como la de al-Makkari,
que nos habla de un palacio de recreo junto al río Tajo, con jardines,
estanque y un kiosco en su centro lleno de vidrios de colores
Se construyó en tiempos del rey Taifa Al Mamun, en el siglo XI, pocos años antes de que Toledo (Tulaytula) cayera en manos cristianas.
Quizás su más exquisito refinamiento sería ese pabellón
de cúpula de cristal entre labores de oro al que dos leones de bronce
echaban las aguas. Éstas caían sobre la cúpula y bajaban cubriendo el
pabellón con cortinas líquidas.
El
ingenio tenía tal precisión que el agua, resbalando dulce y
constantemente desde aquella altura, caía por los costados del mismo, y
le envolvían por completo, tejiendo en torno de él como una túnica
diáfana y cristalina; después, las aguas que caían se mezclaban con las
de la albufera, sin que una gota penetrase en el pabellón, ni salpicase a
quienes dentro estaban.
Como siempre en el jardín islámico nos encontramos con un culto a los sentidos en el que el oído tienen una fuerte influencia, pero también, como ya vimos en la Alhambra, una constante reflexión sobre las apariencias, sobre lo que está a punto de desaparecer o solo es un engaño de la mirada
como aquellas aguas que , "bordaban con preciosas margaritas el
alicatado de las fuentes", o las luces internas de las velas que Al
Mamun colocaba en el pabellón durante las noches, provocando una
multitud de reflejos en la cascada de agua y la albufera.
En este palacio, e integrados en la corte, destacaron personalidades científicas como Azarquiel (astrónomo e ingeniero que hizo curiosas clepsidras) o Ibn Wafid, médico y botánico que introdujo en España las fresas
La leyenda también cuenta que aquí se alojó Alfonso VI de Castilla cuando debió exiliarse, tras la derrota de Llantada, frente a su hermano Sancho II de León.
Precisamente ese mismo Alfonso que, ya en el poder, ayudará al reino
taifa toledano ante los ataques de otros taifas (como Sevilla o Badajoz)
y que, en 1085 tomará definitivamente la ciudad para los cristianos.
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