Palacio Galiana, Toledo
Del
caché solo tengo que deciros que es un VIRTUAL y que para
poder registrarlo como encontrado deberéis haceros una foto
con vuestro GPS, ó a vuestro gps solo si es que no teneis a
nadie que os haga la foto ó no queréis salir en
la misma, con la entrada a los jardines de este palacio de fondo .
Después,cerca de las coordenadas, frente a paseo central del
jardín en un poste vertical de la barandilla del paseo,tomad
nota del número verde/azul pintado sobre él, pues
este número escrito en letras y todas en
mayúsculas, será el CC que os
permitirá registrar este TC como encontrado.
"Toledo duerme -no
sé si sueña- encaramado en los rocosos y
escarpados arribes del Tajo que se lanza desde las sierras que lo
regozan en la meseta de Castilla la Nueva" Miguel de Unamuno
Envuelto en un bosquete de cipreses que
se yerguen ante el geobuscador este VIRTUAL CACHE, a las afueras de
Toledo, en la vega del Tajo, recuperado por el Ayuntamiento para los
toledano, olvidado de las tradicionales rutas turísticas, y
que un GEOCACHING os presenta, en un paraje que en los tiempos en los
que transcurre esta leyenda hubo de ser un vergel
paradisíaco, tras la actual estación del AVE y
aislado y poco visible por un muro vegetal, se encuentra el que se
llamó Palacio de la Noria, Yannat
as-Sultan, la Huerta del Rey
o, ya en tiempos cristianos, el Palacio o Castillo de
Galiana. El castillo de traza mudéjar, todo
de yedra revestido, evoca un pasado legendario en el que es
difícil separar la realidad del ensueño
EL
GEOBUSCADOR DEBE SABER QUE:
El cauce (ribera+lecho del río) es la ZONA DE DOMINIO PÚBLICO, no puede ser apropiado por propietarios privados y su uso puede estar condicionado por autorización o concesión (obras, extracciones de áridos,…)
Contiguas a esta zona de dominio público, en especial a las riberas, se extienden las zonas de propiedad privada, sujetas a limitaciones y servidumbres.
Las márgenes están sujetas, en toda su extensión longitudinal:
a. A una zona de servidumbre de 5 metros de anchura, para uso público que se regulará reglamentariamente.
b. A una zona de policía de 100 metros de anchura en la que se condicionará el uso del suelo y las actividades que se desarrollen.
La regulación de las márgenes y riberas tiene como finalidad la consecución de los objetivos de preservar el estado del dominio público hidráulico, prevenir el deterioro de los ecosistemas acuáticos, contribuyendo a su mejora, y proteger el régimen de las corrientes en avenidas.
1. Márgenes. Zona de servidumbre (5 metros de anchura desde la ribera)
Las márgenes están sujetas, en toda su extensión longitudinal a una zona de servidumbre de 5 metros de anchura, para uso público.
La zona de servidumbre para uso público tendrá los fines siguientes:
a. Protección del ecosistema fluvial y del dominio público hidráulico.
b. Paso público peatonal y para el desarrollo de los servicios de vigilancia, conservación y salvamento, salvo que por razones ambientales o de seguridad el organismo de cuenca considere conveniente su limitación.
c. Varado y amarre de embarcaciones de forma ocasional y en caso de necesidad.
El cauce (ribera+lecho del río) es la ZONA DE DOMINIO PÚBLICO, no puede ser apropiado por propietarios privados y su uso puede estar condicionado por autorización o concesión (obras, extracciones de áridos,…)
Contiguas a esta zona de dominio público, en especial a las riberas, se extienden las zonas de propiedad privada, sujetas a limitaciones y servidumbres.
Las márgenes están sujetas, en toda su extensión longitudinal:
a. A una zona de servidumbre de 5 metros de anchura, para uso público que se regulará reglamentariamente.
b. A una zona de policía de 100 metros de anchura en la que se condicionará el uso del suelo y las actividades que se desarrollen.
La regulación de las márgenes y riberas tiene como finalidad la consecución de los objetivos de preservar el estado del dominio público hidráulico, prevenir el deterioro de los ecosistemas acuáticos, contribuyendo a su mejora, y proteger el régimen de las corrientes en avenidas.
1. Márgenes. Zona de servidumbre (5 metros de anchura desde la ribera)
Las márgenes están sujetas, en toda su extensión longitudinal a una zona de servidumbre de 5 metros de anchura, para uso público.
La zona de servidumbre para uso público tendrá los fines siguientes:
a. Protección del ecosistema fluvial y del dominio público hidráulico.
b. Paso público peatonal y para el desarrollo de los servicios de vigilancia, conservación y salvamento, salvo que por razones ambientales o de seguridad el organismo de cuenca considere conveniente su limitación.
c. Varado y amarre de embarcaciones de forma ocasional y en caso de necesidad.
Actualmente es el lugar donde muchos
novios se hacen las fotografías en el día de su
boda, dada la belleza arquitectónica del monumento
restaurado. Es posible que el nombre le venga del recuerdo de la princesa
Galiana, para quien lo mandase construir muy
posiblemente su padre el rey Galafre a
finales del VIII o principios del IX, si bien otros creen que esta fue
una finca de recreo construida por Al-Mamun, rey taifa
de Toledo, y que por recuerdo de los fabulosos palacios
que existieron junto al Alcázar se le puso este nombre.
"¡Válame
Dios todopoderoso! -decía entre sí-. Esta que
para mí es desventura, mejor fuera para aventura de mi amo
don Quijote. Él sí que tuviera estas
profundidades y mazmorras por jardines floridos y por palacios de
Galiana, y esperara salir de esta escuridad y estrecheza a
algún florido prado" segunda parte del Quijote en
su capítulo LV
Sería un espléndido
jardín botánico y finca de recreo en le siglo XI,
ya que se conservan descripciones contemporáneas del lujoso
palacio de verano y su alberca, en cuyo centro se levantaba un
fantasioso kiosco con vidrios de colores. Quizás su
más exquisito refinamiento sería ese
pabellón de cúpula de cristal entre labores de
oro al que dos leones de bronce echaban las aguas. Éstas
caían sobre la cúpula y bajaban cubriendo el
pabellón con cortinas líquidas.
“El
salón brillaba como si el sol se encontrase en lo alto del
firmamento y la luna llena en su cenit, como un corona. Las flores
embalsamaban el ambiente y sobre el río los invitados
bebían sin cesar. La rueda hidráulica
gemía como gimen, heridas por la llama devoradora del dolor,
la camella que perdió su cría o una madre al
morir su hijo. El cielo estaba regado por las gotas del
rocío; los leones ( surtidores de las fuentes)
abrían sus enormes bocas para vomitar agua.” Al-Fath
b. Jaqan
El ingenio tenía tal
precisión que el agua, resbalando dulce y constantemente
desde aquella altura, caía por los costados del mismo, y le
envolvían por completo, tejiendo en torno de él
como una túnica diáfana y cristalina;
después, las aguas que caían se mezclaban con las
de la albufera, sin que una gota penetrase en el pabellón,
ni salpicase a quienes dentro estaban.
Este lugar estuvo rodeado por frondosos
jardines, estanques y fuentes. Aquí estuvo la famosa “clepsydra”
construida por Azarquiel, reloj de agua
que marcaba las horas según las fases de la luna y perduró
hasta el reinado de Alfonso VII, que la desmontó para
estudiar su funcionamiento y crear otras…, o Ibn Wafid,
médico y botánico que introdujo en
España las fresas. Pero lo que realmente
nos interesa, además del monumento, son las
bellísimas leyendas que alberga. Una de las más
conocidas hace referencia a Alfonso VI, rey que reconquistó
la ciudad de Toledo:
“Alfonso VI huyendo
de su hermano el rey Sancho II de León y de su
prisión en el monasterio de Sahagún disfrazado de
monje, llegó a refugiarse en Toledo con el rey
musulmán Al-Mamum, que le acogió amablemente y le
ofreció para su residencia temporal el palacio de Galiana, a
las afueras de la ciudad. A cambio, y como acuerdo entre ambos reyes,
se decidió que Al-Mamun trataría correctamente al
rey cristiano y a sus caballeros, les alimentaría y
proporcionaría seguridad, y Alfonso respetaría la
ciudad, sería leal al rey y no saldría de los
límites de la ciudad sin su licencia, además de
ayudarle en cualquier necesidad.
Durante este período, Alfonso llevó una vida tranquila, dedicada a la caza, los paseos por las nítidas orillas del Tajo y las diversiones cortesanas típicas de la época, conversando con los muchos eruditos que el rey Al-Mamum cobijaba en Toledo, y muy sorprendido por el grado de civilización de aquellos a los que consideraba sus enemigos. A pesar de todo, el Rey añoraba la lucha por la defensa de sus derechos por el trono.
Un buen día, Al-Mamun acudió a un ágape organizado por Alfonso en el Palacio. Tras la comida, la conversación entre reyes derivó hacia la importancia estratégica de la ciudad de Toledo, sus notables fortificaciones, las guerras que asolaban la península, entre Taifas, por la reconquista… El rey moro, pensativo, y acompañado de sus consejeros y caballeros salió a los jardines continuando con la conversación, preocupado por los pensamientos del Rey Cristiano. Todos descansaron bajo unos frondosos árboles. La conversación sobre las guerras continuó y derivó hacia la imposibilidad de que Toledo fuera subyugada por la fuerza. Algunos afirmaban que un asedio no rendiría la ciudad, mientras otros afirmaban lo contrario. Otros afirmaron que sería posible la captura de la capital quitándole el abastecimiento por seis años continuados, arrasando los campos que la proveían, los viñedos y los árboles que la rodeaban. Al final, la idea se dio por buena por los consejeros del rey Al-Mamum, y llegando a la conclusión de que sería posible utilizando una gran cantidad de hombres, tiempo y mucho dinero.
Alfonso, al verse sólo había salido al jardín y hábilmente oculto tras unos matorrales había escuchado toda la conversación de los eruditos consejeros del rey musulman, simulando que estaba dormido.
Al-Mamum, de nuevo preocupado por las implicaciones que este hecho podría tener sobre su reinado, se levantó y vio a poca distancia a Alfonso, bajo una sombra y como si durmiera. Preocupado por la posibilidad de que el rey hubiera escuchado las disquisiciones estratégicas de sus consejeros, le entró la terrible sospecha de si realmente estaría durmiendo o habría escuchado toda la detallada conversación. Para comprobarlo y saber la verdad, ordenaría en voz alta, para que Alfonso si estuviera despierto lo escuchara, que le echasen plomo derretido en la mano que tenía extendida. Así lo hicieron los hombres de Al-Mamum… Trajeron el plomo y un fuego en el que lo derritieron. Sólo en el momento en el que el plomo cayó en su mano, horadándola, fue cuando el monarca despertó, lanzando un terrible grito.
La actitud del rey leonés, que no se había inmutado aunque estaba despierto y a sabiendas del plomo que le esperaba, tranquilizó a los musulmanes, creyendo que no había escuchado nada de su conversación. Desde aquél momento se conoció a Alfonso VI como “el de la mano horadada”.
Durante este período, Alfonso llevó una vida tranquila, dedicada a la caza, los paseos por las nítidas orillas del Tajo y las diversiones cortesanas típicas de la época, conversando con los muchos eruditos que el rey Al-Mamum cobijaba en Toledo, y muy sorprendido por el grado de civilización de aquellos a los que consideraba sus enemigos. A pesar de todo, el Rey añoraba la lucha por la defensa de sus derechos por el trono.
Un buen día, Al-Mamun acudió a un ágape organizado por Alfonso en el Palacio. Tras la comida, la conversación entre reyes derivó hacia la importancia estratégica de la ciudad de Toledo, sus notables fortificaciones, las guerras que asolaban la península, entre Taifas, por la reconquista… El rey moro, pensativo, y acompañado de sus consejeros y caballeros salió a los jardines continuando con la conversación, preocupado por los pensamientos del Rey Cristiano. Todos descansaron bajo unos frondosos árboles. La conversación sobre las guerras continuó y derivó hacia la imposibilidad de que Toledo fuera subyugada por la fuerza. Algunos afirmaban que un asedio no rendiría la ciudad, mientras otros afirmaban lo contrario. Otros afirmaron que sería posible la captura de la capital quitándole el abastecimiento por seis años continuados, arrasando los campos que la proveían, los viñedos y los árboles que la rodeaban. Al final, la idea se dio por buena por los consejeros del rey Al-Mamum, y llegando a la conclusión de que sería posible utilizando una gran cantidad de hombres, tiempo y mucho dinero.
Alfonso, al verse sólo había salido al jardín y hábilmente oculto tras unos matorrales había escuchado toda la conversación de los eruditos consejeros del rey musulman, simulando que estaba dormido.
Al-Mamum, de nuevo preocupado por las implicaciones que este hecho podría tener sobre su reinado, se levantó y vio a poca distancia a Alfonso, bajo una sombra y como si durmiera. Preocupado por la posibilidad de que el rey hubiera escuchado las disquisiciones estratégicas de sus consejeros, le entró la terrible sospecha de si realmente estaría durmiendo o habría escuchado toda la detallada conversación. Para comprobarlo y saber la verdad, ordenaría en voz alta, para que Alfonso si estuviera despierto lo escuchara, que le echasen plomo derretido en la mano que tenía extendida. Así lo hicieron los hombres de Al-Mamum… Trajeron el plomo y un fuego en el que lo derritieron. Sólo en el momento en el que el plomo cayó en su mano, horadándola, fue cuando el monarca despertó, lanzando un terrible grito.
La actitud del rey leonés, que no se había inmutado aunque estaba despierto y a sabiendas del plomo que le esperaba, tranquilizó a los musulmanes, creyendo que no había escuchado nada de su conversación. Desde aquél momento se conoció a Alfonso VI como “el de la mano horadada”.
“La
conversación escuchada en el jardín del Palacio
de Galiana, que bien le costó una importante herida en la
mano, también sirvió años
más tarde para que tras un duro y prolongado asedio, Alfonso
VI entrase victorioso en la ciudad de Toledo.”
También otras leyendas,
aún más terroríficas, se asignan a
este espacio denominado “Palacio de Galiana”.
Cuenta la tradición que en estos parajes, antiguamente muy
frondosos de vegetación, era frecuentado a caballo por el
espíritu de un tal Abenzaide,
que, herido en su amor propio por no verse apoyado en sus amores con la
princesa Galiana, y dando terribles gritos en la noche de la vega
toledana, aterrorizaba a cuantos se atrevían a pasar por
estos parajes.
Durante el asedio de la ciudad por Alfonso VI en 1084, y recordando su grata estancia invitado por los musulmanes a los que ahora atacaba, y viendo que la caída de la ciudad se retrasaba más de lo calculado inicialmente, se aloja en estos palacios con parte de su corte. Una noche que paseaba por los jardines, se le apareció Abenzaide, que ofendido como fue por los entonces moradores de Toledo, mostró al rey leonés cómo acceder de forma sencilla tras los recios muros de la ciudad, y así conquistarla. Cuenta la leyenda que tras aquella noche, Alfonso VI reconquistó Toledo, la ciudad que se suponía inexpugnable, y entrar en ella con sus hombres de forma triunfal el 25 de mayo de 1085.
El actual palacete de estilo mudéjar magníficamente restaurado, aunque con algunas licencias historicistas es un edificio de planta rectangular, con una gran sala dividida en tres naves, terminados en sendas alcobas. Un cuerpo transversal con patio interior comunica las naves entre sí. Una fachada da la Tajo y la otra a un estanque, que bien puede ocupar el lugar de aquella primera caprichosa alberca. Los restos de la policromía del siglo XIII y las yeserías del XIV atestiguan que el palacio fue reconstruido después de la de Las Navas.
Desde el siglo XVI reciben el nombre actual, en memoria de los fabulosos palacios y jardines que habitaría en el alficén toledano la bella princesa musulmana, legendaria hija el rey Galafre y esposa de Carlomagno.
Durante el asedio de la ciudad por Alfonso VI en 1084, y recordando su grata estancia invitado por los musulmanes a los que ahora atacaba, y viendo que la caída de la ciudad se retrasaba más de lo calculado inicialmente, se aloja en estos palacios con parte de su corte. Una noche que paseaba por los jardines, se le apareció Abenzaide, que ofendido como fue por los entonces moradores de Toledo, mostró al rey leonés cómo acceder de forma sencilla tras los recios muros de la ciudad, y así conquistarla. Cuenta la leyenda que tras aquella noche, Alfonso VI reconquistó Toledo, la ciudad que se suponía inexpugnable, y entrar en ella con sus hombres de forma triunfal el 25 de mayo de 1085.
El actual palacete de estilo mudéjar magníficamente restaurado, aunque con algunas licencias historicistas es un edificio de planta rectangular, con una gran sala dividida en tres naves, terminados en sendas alcobas. Un cuerpo transversal con patio interior comunica las naves entre sí. Una fachada da la Tajo y la otra a un estanque, que bien puede ocupar el lugar de aquella primera caprichosa alberca. Los restos de la policromía del siglo XIII y las yeserías del XIV atestiguan que el palacio fue reconstruido después de la de Las Navas.
Desde el siglo XVI reciben el nombre actual, en memoria de los fabulosos palacios y jardines que habitaría en el alficén toledano la bella princesa musulmana, legendaria hija el rey Galafre y esposa de Carlomagno.
“El
arzobispo de Toledo, en 1243, habla de los palacios de
“Galiena” en Burdeos, y sólo medio siglo
después la Gran Conquista de Ultramar habla de los palacios
de Galiana en Toledo. En vista de estas dos fechas, afirmaron
Milá y Menéndez Pelayo que la
tradición de los palacios de la princesa mora
nació en Francia y después se
transportó a Toledo. Pero veremos más adelante
que hay datos que indican que fue al revés.”
¿Quién
fue la Galiana que dio nombre a estos parajes? Hay
tantos sedimentos superpuestos en la historia de Toledo que es
difícil mantener intacto el hilo de la rebusca.
Menéndez Pidal es la aguja imantada de los que bucean
rincones oscuros de nuestro ayer. Galiana es la mora
bellísima de la que se enamoran cuantos la ven, la
entrevén o simplemente oyen hablar de ella. El joven
Carlomagno, del que no se sabe nada a ciencia cierta hasta que
cumplió sus 26 años, fue de estos
últimos. Se enamoró de oídas de la
bella Galiana. Eso dicen varios poemas épicos del ciclo
carolingio. Carlomagno, como El Cid siglos más tarde,
también tiene sus fabulosas e inventadas Mocedades. Viene el
hercúleo príncipe franco-germano desde su palacio
bordelés en la Aquitania a buscar pendencia y arrebatarle
Galiana, hija de reyes moros, al gigantesco Bramante (Barvante o
Bradamante), musulmán también, que la tiene
secuestrada. Descomunal es la batalla que se riñe en el
valle Samorial. No solamente vence Carlomagno, sino que se lleva como
trofeo la espada Durandarte, cuyo filo mágico garantiza las
victorias. Galiana se marcha a desposarse con el vencedor. ¿Carlomagno
tendría a partir de ahora una espada cuya hoja
había sido templada en aguas del Tajo, incluso superior a la
Joyeuse, que figura como suya en el tesoro y mausoleo de
Aquisgrán? Don Ramón, minucioso
siempre, encontró cerca de Cabañas de la Sagra un
valle que se llama Salmoral por estar el suelo salobreño
empapado de salitre. ¿Sería esta toponimia tan
precisa una prueba de que el autor del poema, francés
según algunos, toledano según otros,
conocía al detalle los parajes cercanos a la ciudad?. Pero
esta historia del Val Salmorial / Vaelmoriale / Val de
Moriane será contada en la mejor plataforma
de GEOCACHING.
“Lo
del moro Bradamante y las armas que hizo en el Valsalmorial, entre
Olías y Cavañas, ni lo digo ni lo creo.”
Pedro Salazar de Mendoza en el XVII
Otra versión de Galiana es
menos poética, pero quizá más
verosímil. La senda Galiana
era el nombre que se daba a la ruta que desde Toledo, orillando el
Tajo, subía hacia Guadalajara, buscando los portillos
pirenaicos en demanda de la Aquitania. Sobre la antigua calzada romana
de Lisboa a Burdeos se fue creando una ruta que, con itinerarios algo
distintos, llevaba al mismo término. Ese camino, o
cabaña ganadera, se llamó la senda Galiana, es
decir, la senda de los Galias. Era un segundo camino francés
como el que se iba estableciendo en el Norte por los peregrinos
jacobeos, el de Santiago, esa inmensa riada cultural y religiosa que
fecundó nuestra arqueología y nuestro ser durante
la temprana Reconquista.
La situación del Palacio en
la Vega del río ha supuesto que, hasta la
construcción de las grandes presas, las inundaciones fuesen
más o menos frecuentes. En esta imagen de febrero de 1947
podemos ver las ruinas del Palacio de Galiana, al fondo, como un islote
en medio de un mar:
“En
el Romancero del Cid (romances 79 y 80) se cuenta que el Rey don Alonso
recibió al Cid en los palacios de Galiano, donde
celebró Cortes. Y en el mismo Alcázar se
celebraron, de orden del Rey don Alonso el Sabio, las justas de una
especie de Academia de Astronomía, y allí se
hicieron las tablas alfonsinas, según Rodríguez
de Castro (Bibl. hist., siglo XII).”
Estos palacios toledanos no
tenían otro nombre oficial ni notarial que el de Galiana ya
en los primeros años del siglo XIII. En 1210, el rey Alfonso
VIII dio al maestre de la Orden de Salvatierra (o sea de Calatrava) uno
de los cuatro alcázares de Toledo, y al expresar el
privilegio de donación a cuál alcázar
se refiere, “dize que es aquel que
dizen aver sido Palacios de Galiana, dentro de los muros de
Toledo” . Luego, en 1220, Fernando
III confirma a la Orden de Calatrava las donaciones de los reyes
anteriores, y entre ellas se menciona ese “privilegium
de alcazare domorum quae de Galiana vulgari eloquio
nuncupantur” . Alfonso X nos habla
del “Alcázar de Sancta Fe
de los Palacios de Galiana”. Por
lo que se puede afirmar que la tradición de los palacios de
Galiana nacen el Toledo y no en Burdeos, es más, el Palai de
Galiana de Burdeos que cita el arzobispo de Toledo en 1243 pertenecia a
un Español.
“En
Burdeos recibían el nombre de Palai de Galiana las ruinas
del anfiteatro romano de la ciudad, aún grandiosas en el
siglo XVI.”
Estos maravillosos paisajes de la
época islámica se destruyeron tras la conquista
cristiana de Toledo, habiendo posteriores ataques al Toledo cristiano
por parte de los almorávides, cuyos, ejércitos
acampaban en la Huerta del Rey. Otra destrucción de la zona
se produjo en el año 1212 por los ejércitos
cristiano que fueron a la batalla de las Navas de Tolosa y se
establecieron temporalmente en esta zona de Toledo. Entre el siglo XIII
y XIV se reedificó el Palacio de Galiana en el mismo lugar
donde se encontraba el antiguo palacio islámico. Este
edificio estaba muy deteriorado en el siglo XIX y mediados del siglo
XX. Pero por fortuna en los años 60 los propietarios del
Palacio, Alejandro Fernández de Araoz y Carmen
Marañón deciden restaurar el edificio,
encomendando la dirección de los trabajos al prestigioso
arquitecto Fernando Chueca Goitia. En palabras del propio Chueca, en
dicha restauración "nada se ha inventado, y sin embargo,
eran tantos los problemas, tantas las incógnitas...Hemos
querido, ante todo, restituir". Está declarado Bien de
Interés Cultural, con categoría de monumento.
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