SIEMPRE QUISE TENER ESTO
GRACIAS ARTURO
Patente de corso
Corbatas de toda la vida
XLSemanal - 14/1/2013
A
buenas horas, malditos. Llevo décadas blasfemando en arameo,
desesperado, buscando corbatas estrechas como Dios manda, jurando a los
doctrinales cada vez que entraba en una tienda engañado por un
escaparate y salía con las manos vacías. Media vida arreglándomelas a mi
aire, gracias a los amigos y a las reservas de antaño, echando
espumarajos cada vez que me topaba con uno de esos baberos fosforito o
multicolor de nudo grueso que políticos y presidentes de clubs de fútbol
-siempre confundo a unos con otros, debido a su pulcra sintaxis-,
pusieron de moda a base de telediarios. Todo ese tiempo, oigan,
ciscándome en los diseñadores y fabricantes de corbatas. Y ahora,
después de tantos años obsesionado hasta la psicopatía por encontrar
corbatas idóneas, tras explorar, inasequible al desaliento, ciudades y
países abalanzándome sobre toda corbata estrecha que veía, y de alzarme
con ella soltando escalofriantes carcajadas propias del profesor
Moriarty, resulta que vuelven las corbatas estrechas. Así, tal cual. Por
la cara. Que la serie Mad Men y
algunas otras tendencias retro por el estilo han decidido a los
diseñadores de moda, mal rayo los parta por el eje, a estrechar
corbatas. Pero a buenas horas, digo yo. Tengo sesenta y un tacos de
calendario, y a estas alturas de guardarropa me pilláis con el armario
lleno. Ni una me cabe ya. Cacho cabrones.
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Un asunto sospechoso
XLSemanal - 07/1/2013
Han caído en mis manos
algunos libros de texto escolares para niños de diez a trece años. Sólo
fueron media docena, aclaro. Ignoro si todos tocan el mismo registro, o
por una siniestra casualidad cayeron en mis manos sólo raras bazofias.
El detalle es que con ellas se forman escolares en España. No sé si
muchos o demasiados, pero da igual: con los que he visto estudian miles
de niños. Todo lleva mucho dibujito, mucha estampita, mucho colorín.
Como envoltorio. Y dentro, unos textos escritos con desgana, sin
criterio. Superficiales y sin sentido. Hasta el punto de que su atenta
lectura me deja en la tecla varias preguntas. ¿Quién los hace?, es la
primera. ¿Nadie es responsable de su contenido?... Porque, aunque
figuran nombres y editoriales, este aspecto parece más bien difuso. No
queda claro si se trata de autores con implicación directa o de comités
de lectura, supervisores apresurados de textos que redactan otros: mano
de obra barata que debe cumplir plazos urgentes, negros sin
cualificación y sin motivaciones. Porque dudo que gente solvente, seria,
con autoridad docente, sea responsable de algunas de las cosas que he
visto.
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La fragata 'Mercedes' y el ARQUA
XLSemanal - 31/12/2012
Acaba este año con una buena
noticia que no calienta el bolsillo, es cierto; pero sí un rinconcito de
la memoria histórica, la de verdad. La que a veces alegra un poco el
corazón en el ingrato ejercicio de recordar, en esta infeliz España, lo
que fuimos y lo que somos. Y lo hace con un acto de cultura y de
justicia: las catorce toneladas de oro y plata de la fragata Nuestra
Señora de las Mercedes, arrebatadas por España a la empresa cazatesoros
Odissey tras una batalla legal de cinco años, serán custodiadas y
expuestas en el ARQUA. No sé si ustedes estarán al corriente de lo que
significan esas siglas, aunque deberían. Porque el modernísimo y bien
concebido ARQUA es el museo de arqueología subacuática de Cartagena,
pero no sólo eso. También es, y con todos los motivos -algún milagro
hacemos de vez en cuando, pese a nuestra tradición de chapuzas y
desidia-, el gran centro de referencia español en la protección y
restauración del patrimonio subacuático, y un fascinante espectáculo
abierto al público interesado en saber cómo se desvela esa Historia
extraordinaria que tres mil años de naufragios y peripecias históricas
hicieron dormir bajo nuestras viejas aguas.
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No compres ese perro
XLSemanal - 24/12/2012
No seas imbécil. Ni
desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos meses algunos te
mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu indiferencia y
tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso irreversible; de
complicarte una vida que luego pretenderás solucionar por el camino más
fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te despreciemos, e incluso
despreciarte a ti mismo cuando te mires en el espejo. Ya sé, de todas
formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o temprano, hasta con
las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos las apañamos para
ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos que, hagan lo que
hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al prójimo-, no acaben
durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios de terapia
personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que ocurra,
primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no convertirte,
innecesariamente, en un hijo de la gran puta.
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¿Abraham? ¿Sansón? ¿Dalila?
XLSemanal - 17/12/2012
Me lo comentó el otro día una
profesora que trabaja en un colegio laico, mixto, de excelente nivel y
prestigio. Con vitola culta y liberal. De los veintitantos niños de ocho
a nueve años que tiene en su clase, sólo dos cursan Religión como
asignatura optativa. Y en el resto del cole, más menos. Casi todos los
padres eligen para sus hijos algo llamado Alternativa. Eso me picó la
curiosidad. Lo mismo me da para insultar a alguien el próximo domingo,
me dije. Que en los últimos artículos me he amariconado mucho. Así que
esta semana hice algunas preguntas y obtuve, como veía venir,
apasionantes respuestas. Y conclusiones. La principal, básicamente, es
que lo mismo con el Pepé, con el Pesoe o con la madre que nos parió,
esto va a seguir siendo una puñetera bazofia para analfabetos. Porque
seamos justos. Ni siquiera podemos echar la culpa a los planes infames
de educación que unos y otros nos llevan asestando desde hace tiempo.
Los primeros responsables, los culpables son los mismos papis. O sea. No
sé si me explico. Somos nosotros.
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El asilo de Petrinja
XLSemanal - 10/12/2012
Ayer telefoneé a Márquez. Lo
hago de vez en cuando, aunque no con demasiada frecuencia. Como él. Son
conversaciones breves, casi secas. De pocas palabras y en nuestro viejo
tono habitual: cómo estás, capullo, cacho cabrón, etcétera. Te llamo
cuando vaya a Madrid, o hazlo tú cuando pases por Valencia. Todo eso. Lo
de siempre. A veces nos vemos, comemos juntos -siempre trae en la
muñeca el Rolex que le regalé con los derechos de autor de Territorio
comanche-. Y tomamos algo entre viejos rituales: más silencios que
palabras. A veces gotean nombres de amigos muertos mezclados con nombres
de amigos vivos: Julio Fuentes, Miguel Gil, los otros que no llegaron a
viejos. Y los que siguen ahí, envejeciendo unos peor que otros, o todos
mal. Los que seguimos. Ni Márquez ni yo somos de contarnos batallitas.
Hablamos de su crío, al que llamó Arturo. De cómo lo lleva por las
mañanas al colegio o pasean juntos frente al mar. De la vida tranquila
dedicada a él desde que se jubiló de la tele, de la Betacam, de los
hoteles con agujeros, de las carreteras inciertas, de las calles
alfombradas con cristales rotos. De quedarse luego una hora en cuclillas
en su habitación en Zagreb, Sarajevo, Bagdad, Beirut, la cámara en el
suelo, la espalda contra la pared, las botas manchadas de sangre seca,
fumando cigarrillos mientras se le borraban despacio de la retina las
imágenes grabadas ese día. Cuando me cruzo con alguno de los otros
viejos colegas y me pregunta por Márquez, si se resignó a vivir como la
gente normal, siempre digo lo mismo: «Se habría pegado un tiro, supongo.
¿Qué otra cosa podía hacer él?... Ese puñetero crío le salvó la vida».
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Aquella Hispania cañí
XLSemanal - 03/12/2012
Imposible no sonreír, al
principio, y que luego se te vaya helando la sonrisa. Estás una tarde de
lluvia dándole un repaso a la Historia Romana de Apiano; y cuando te
metes en el libro Sobre Iberia empiezas, como digo, sonriendo al leer
aquello de «a la que algunos llaman ahora Hispania en vez de Iberia», y
piensas que no iría mal a ciertos oportunistas y analfabetos, los que
sostienen que la palabra España es concepto discutido y discutible, leer
al amigo Apiano y enterarse de que los romanos ya nos llamaban así en
el siglo II, cuando los emperadores Trajano y Adriano; que, para más
recochineo, nacieron en esa Hispania que ahora dicen que nunca existió. Y
si algo queda claro leyendo a Apiano o a cualquiera de sus colegas, es
que España ya era entonces cualquier cosa menos discutible. No sólo por
razones geográficas y administrativas, sino por la peña que la poblaba:
nuestros paisanos de entonces, que tanto recuerdan a los de ahora. Sus
maneras familiares e inequívocas, a poco que te fijes. Si algo hemos
sido aquí toda la vida es indiscutidos de pata negra. Indiscutibles
hasta el disparate.
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Sobre lugares y libros
XLSemanal - 26/11/2012
Hay un ejercicio fascinante, a
medio camino entre la literatura y la vida, que muchos de ustedes
habrán practicado alguna vez: visitar lugares leídos antes en libros y
proyectar en ellos, enriqueciéndolos con esa memoria lectora, las
historias reales o imaginarias, los personajes auténticos o de ficción
que en otro tiempo los poblaron y que de algún modo siguen ahí, apenas
disimulados a poco que uno se fije. Para quienes gozan de ese privilegio
extraordinario, esto sitúa los lugares con bagaje histórico o literario
en un contexto singular que los hace aun más atractivos. Ciudades,
hoteles, calles, paisajes, cuando te acercas a ellos con lecturas
previas en la cabeza, adquieren un grato carácter personal; un sabor
intenso. Cambia mucho las cosas, en ese sentido, visitar Palermo
habiendo leído El gatopardo, o pasear por Buenos Aires con Borges y Bioy
Casares en la recámara. Tampoco es lo mismo bajar del autobús turístico
en Hisarlik, Turquía, para hacerte una foto mientras el guía cuenta que
allí hubo una ciudad llamada Troya, que caminar por esa llanura con
viejas lecturas y traducciones en la cabeza, comprobando cómo el paso
del tiempo no secó el río Escamandro, pero alejó la orilla del mar color
de vino con sus cóncavas naves; sentir los gritos de guerra de hombres
cubiertos de bronce -cayó, y resonaron sus armas-, o ser consciente de
que tus zapatos llevan el mismo polvo por el que Aquiles arrastró el
cadáver de Héctor atado a su carro.
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La tumba olvidada
XLSemanal - 19/11/2012
Hay un proyecto, apoyado por
la Real Academia Española, para localizar los restos de Miguel de
Cervantes en el subsuelo del convento de las Trinitarias, en Madrid. El
convento está en el corazón del barrio de las Letras, cerca de la casa
en la que vivió Lope de Vega y del lugar donde estuvo la que habitaron
Góngora y Quevedo -éste, tan español como el que más, compró la vivienda
del poeta cordobés para darse el gusto de echarlo a la calle-. Respecto
a Cervantes, la cosa estriba en que el autor del Quijote, que murió
viejo y pobre, recibió sepultura en un sitio que el tiempo transformó en
fosa común, y sus huesos están en algún lugar de ahí abajo, revueltos
con otros sin nombre y sin historia. La idea de quienes impulsan el
asunto es utilizar las modernas técnicas de rastreo basadas en el
georradar para, combinadas con los adecuados estudios forenses,
determinar cuáles de los huesos que se localicen corresponderían a un
varón de setenta años que en su juventud hubiera recibido, como fue el
caso de Cervantes en Lepanto, lesiones que le dejaron huellas en el
pecho y estropeado el brazo izquierdo: heridas y manquedad recibidas
peleando a bordo de la galera Marquesa, en aquella batalla que, en
palabras -justificadamente orgullosas- del propio interesado, fue «la
más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni
esperan ver los venideros».
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El tornillo del Graf Spee
XLSemanal - 12/11/2012
Comparto con algunos amigos,
más o menos frikis, la afición por pequeños objetos con historia
probada, imaginada o legendaria. No soy muy de fotos a la vista: de las
cuatro que tengo enmarcadas en casa, una es de mis padres, otra de un
antepasado bonapartista, y las otras dos son de Joseph Conrad y de
Patrick OBrian. Pero objetos con memoria propia o ajena tengo a
montones. O casi. Algunos están directamente relacionados con episodios
concretos de mi vida: un trozo de estuco de la biblioteca de Sarajevo,
la bandera descolorida de mi primer velero, la mascarilla mortuoria de
Napoleón, una sortija de plata saharaui, un cargador de AK-47 atravesado
por un balazo, o un cuchillo libanés cuya historia, azarosa y de
juventud, tal vez les cuente algún día. Otros de esos objetos son
recuerdos de familia y cosas así. Vínculos sentimentales. Entre ellos,
una copa de plata de un torneo de ajedrez de 1956, abollada y con sólo
un asa, y la condecoración de Santa Helena del granadero Jean Gal,
abuelo de mi bisabuela, que a los dieciséis años combatió en Waterloo y
murió octogenario en Cartagena. También valoro mucho un cenicero de
cristal en forma de salvavidas, que me fascinaba desde niño y perteneció
a un tío mío, capitán de la marina mercante. Y cuatro navajas que
poseyeron, respectivamente, mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuelo y mi
padre. A las que con el tiempo, supongo, alguien añadirá la mía: una
bregada Aitor clásica con cachas de palisandro.
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