Historia de una amistad
Pepe ingresó en el hospital el 11 de marzo a las 6,34 de la mañana. Estaba en casa cuándo comenzó a encontrarse mal. Se levantó de la cama pero un fuerte dolor en el pecho le hizo jadear. Sabía que algo grave estaba ocurriendo....muy grave y decidió llamar a la ambulancia. Cuando llegaron a casa de Pepe, él les había dejado la puerta abierta y estaba acostado en el sillón, debajo había un vomito. Ingresó con pronóstico grave, y después de pasar unos días en la UCI subió a planta. Pepe, era un hombre de 87 años, alegre y jovial. Era un hombre metódico que se cuidaba mucho. Tenía todos sus días programados, como él mismo decía,
-" Hasta que me muera, los tengo todos ocupados y el día en que me muera, yo lo dejaré organizado todo"-
Por las mañanas iba al gimnasio y a natación. Llegaba a casa sobre las 12,30 y ya había pasado antes por el mercado para hacer su compra. Ponía su lavadora y preparaba su comida. Y a las 2,30 ya había comido y recogido todo. Se sentaba a ver el telediario, eso no podía faltar. Y la tarde la pasaba leyendo. Era su gran pasión, la lectura, desde Unamuno a Vargas Llosa, desde Cela hasta Rosalía de Castro, él leía todo tipo de libros que en sus manos caían, aunque a veces, si le gustaban los llegaba a releer varias veces. Como su pensión no era de lo más boyante, los iba a buscar a la biblioteca municipal. Había una cerca de su casa y una vez al mes, era la tarea que tenía, ir a buscar libros. Y ese día lo pasaba allí metido, hablando con las bibliotecarias y escogiendo lo que se iba a llevar. Su vida estaba muy programada y se consideraba un hombre casi feliz a sus años. Nunca se había casado, ni había tenido hijos. Y a estas alturas de su vida, lo cierto es que se encontraba solo, sin hermanos ni padres, ni sobrinos ni primos. Esa era su gran pena. El había sido hijo único, de padres que también habían sido hijos únicos. Había tenido muchas amistades, pero...con el tiempo se habían ido marchando todos poco a poco. Y parecía que él iba resistiendo el paso del tiempo. Pero echaba de menos a Rafael, su gran amigo y contrincante de cartas. Cuándo Rafael aún vivía, bajaban al bar de la esquina a jugar a las cartas. Pasaban muchas horas entre cafés y risas, porque otra cosa no tendría Pepe...pero...tramposo era un rato. Le gustaba jugar para pasárselo bien, no para ganar, y volvía locos a sus viejecitos, como él los llamaba. Rafael había sido su amigo desde la infancia y ahora que no estaba, lo echaba mucho en falta. Sus discusiones sobre futbol o política eran dignas de oír. Una vez, el nieto de Rafael, había grabado una de esas discusiones con el móvil, y lo "había colgado en la red, en youtube" y se habían hecho casi famosos. Cuándo Rafael se fue, se fue con el una parte de su ser. Era la persona que más tiempo había pasado a su lado. Su gran amigo.
Y ahora aquí estaba, en la habitación del hospital, solo, pues no tenía visitas, pero eso sí...bien acompañado por sus libros. A su lado estaba un joven poco hablador, Fernando, pero no sabía lo que le pasaba porque el no se lo quiso decir, y Pepe era muy respetuoso y lo último que haría sería indagar para intentar averiguar lo que le ocurría. Podía ser su nieto desde luego, y siempre tenía gente con él. Nunca estaba solo, o sus hermanos, o sus padres o sus tíos, pero Fernando nunca estaba solo. Una tarde, la madre de Fernando le dijo a Pepe que al día siguiente iba a llegar más tarde si podían estar pendientes de él, y Pepe se brindo encantado. Ese día estuvo pendiente del niño, como terminó llamándolo, hablaron de política y como no de futbol. Le enseño al niño el video de youtube que el nieto de Rafael había grabado, y Fernando se rió hasta doblarse. Cuándo su madre llegó no podía creer lo que veía....Fernando parecía contento y feliz. Y es que con el "abuelo" había disfrutado mucho y lo había pasado muy bien. La cara de Fernando era otra. Era el reflejo de la felicidad. Pepe le habló de su vida y de lo feliz que era y Fernando escuchaba ensimismado sin poder creer lo que oía. ¡Estaba aprendiendo a disfrutar de la vida con un señor de 87 años! El abuelo le mostraba su día a día, ocupado en sus quehaceres diarios y nunca se aburría. El con 23...ya tenía todo aprendido...todo sabido...había probado todo y sus ganas de irse de este mundo lo habían llevado al hospital. Pronto se hicieron inseparables. Y a pesar de darles el alta a los dos, Fernando, acudía todas las tardes a casa de Pepe, y echaban la partida de cartas a ritmo de rap o de tangos, pero la risa siempre estaba asegurada. Los domingos, Pepe iba a comer a casa de los padres de Fernando. Era uno más de la familia. Fernando estaba aprendiendo a contemplar la vida con serenidad. Esas grandes juergas hasta altas horas de la madrugada....que terminaban tirado en cualquier sitio sin saber ni quién era...se habían terminado. El "abuelo" le estaba enseñando que la vida hay que vivirla...pero también saborearla poco a poco...sin precipitarse..."las cosas con calmiña" como le decía él. Y Pepe, había recuperado ese trocito de alegría que Rafael se había llevado consigo, esa amistad que a su edad no pensaba nunca volver a tener y menos con un niño de 23 años. En la relación Pepe aportaba la serenidad y la madurez, la sabiduría y la tranquilidad y Fernando aportaba la alegría de la juventud, la inquietud y el nervio que tanta falta le hacía a Pepe, y lograban un equilibrio perfecto. Pronto Fernando retomó sus estudios y las tardes para Pepe volvieron a la rutina, a su rutina de siempre.
Una tarde Fernando entró con sus llaves en casa del abuelo. Entraba como un volcán para decirle que había aprobado su asignatura más fuerte y que todo iba viento en popa. Pepe, estaba en el sillón, sentado, con un libro abierto, La belleza de la vida, de Midala. Estaba pálido y con los labios azulados. Fernando tuvo el tiempo justo de despedirse de él, de darle las gracias por enseñarle esa belleza que él nunca había visto en la vida, por mostrarle su generosidad y sabiduría. Lloró de la mano de él mientras Pepe le decía que siguiera por el camino recto....que no se torciera...que la vida...solo se vive una vez. La alegría y la humildad de Pepe, hizo que Fernando lo recordara siempre como su mejor amigo. Terminó su carrera y fue al cementerio a enseñarle su diploma. Y cuándo tuvo su primer hijo, lo llamó Pepe, porque Pepe quería decir vida....alegría...amor...generosidad....Ese había sido su gran amigo.
Para todos los amigos del mundo que saben ser buenos amigos y conservar esa alegría, a pesar de la vida.Midala
Vivir no es sólo existir,
sino existir y crear,
saber gozar y sufrir
y no dormir sin soñar.
Descansar, es empezar a morir.
Gregorio Marañón (1887-1960) Médico y escritor español.
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