domingo, 27 de enero de 2013

Categoría: Leyendas y misterios.





Avión ruso Tupolev SB-2(Katiuska) derribado en el lago Bañolas.

Un poderoso cóctel que hace de Bañolas un lugar peculiar y atractivo.En definitiva, nos encontramos ante un lugar tradicionalmente mágico y anómalo en el que la existencia ( o no ) de la Draga no es sino la guinda del pastel del misterio del lago de Banyoles.

Fuente consultada:

En el origen de las tradiciones británicas sobre las calaveras aulladoras podría estar el culto a los cráneos de los celtas, basado en la creencia de que la cabeza es el asiento del alma, el centro de las emociones y de la misma vida. En esta cultura, el cráneo de un familiar era conservado para que su espíritu velara por sus seres queridos y el cráneo de un enemigo debía ser tratado con respeto para que su espíritu no atrajera desgracias.
En el Antiguo Egipto, antes de que se comenzara a practicar la momificación (hacia el año 3.000 a.C.) también se rendía culto a los cráneos.

Una calavera aulladora es un cráneo humano de origen incierto que supuestamente provoca desgracias, fenómenos tipo poltergeist y que, sobre todo –y a ello debe su nombre–, “grita” cuando es desplazado del lugar que ocupa en una mansión.
La más famosa es una que reside en Bettiscombe Manor (Dorset, Reino Unido). En 1685 el propietario de la casa era un hombre llamado Azariah Pinney que participó en la Rebelión de Monmouth para derrocar al rey Jaime II. Después del fracaso de la revuelta, Pinney fue desterrado a la isla de Nevis, una colonia británica en las Antillas. Allí se convirtió en un próspero hombre de negocios gracias a la caña de azúcar. Cuando falleció, en 1720, le dejó todo a su nieto, John Frederick Pinney, que se había criado en Bettiscombe. Sin embargo, cuando este viajó a Nevis se mostró horrorizado por el sistema de esclavitud establecido en las plantaciones y cedió su herencia a su primo,
John Pretor. John Frederick regresó a Gran Bretaña y trajo consigo a un esclavo negro que antes de emprender el viaje le había hecho jurar que le daría sepultura en su tierra natal. El esclavo falleció, pero Pinney faltó a su palabra y lo enterró en el cementerio de Bettiscombe. A partir de entonces y durante varias semanas el sueño de los moradores de la mansión se vio perturbado por quejidos, gritos y golpes. Pinney exhumó el cadáver y lo depositó en el desván. A partir de entonces cesó toda actividad paranormal. No se sabe por qué, pero tras varios años de los restos del esclavo solo se conservaba su calavera, desprovista de la mandíbula.
Calavera aulladora de Bettiscombe Manor.
 EnThe Realm of Ghosts (1964), Eric Maple registró diferentes historias acerca de esta calavera. Se decía que en las diversas ocasiones en las que se había intentado retirarla de la mansión la comarca entera había sufrido terribles consecuencias: una tormenta arrasó las cosechas o el ganado enfermó y murió. Incluso alguno de los propietarios de la mansión había fallecido poco después de intentar deshacerse de ella. Uno de ellos la había enterrado a varios metros de profundidad solo para descubrir a la mañana siguiente que el cráneo había salido de su tumba y esperaba ser devuelto a la casa. Por otra parte, un ama de llaves comentó a un visitante en 1847 que la calavera protegía la casa de los malos espíritus. Maple entrevistó a un individuo que recordaba que siendo niño había oído “los gritos de la calavera que guardaban en la buhardilla, que eran más bien chillidos, como los de un ratón atrapado”.
En 1963 el propietario de Bettiscombe Manor era un arqueólogo llamado Michael Pinney, que hizo examinar la calavera por el patólogo Gilbert Caussy.

Arqueólogo Michael Pinney con la calavera

Su conclusión fue que, en realidad, tenía entre 3.000 y 4.000 años de antigüedad y que había pertenecido a una muchacha. La leyenda fue inventada, al parecer, en el siglo XIX por el juez S. Udal, un anticuario que visitó la isla de Nevis en 1897, donde oyó la historia del esclavo que partió para Inglaterra. Al volver, supuso que el cráneo pertenecía al esclavo e hizo partícipe de su opinión a los lugareños. Pinney afirmó que lo más probable era que procediera del cercano yacimiento celta de Pilsdon Pen y que su familia la conservara como un amuleto desde 1690.
Burton Agnes Hall, en el condado de York, alberga la calavera de Anne Griffith. La tradición dice que Anne y sus dos hermanas encargaron la construcción de la casa en el siglo XVI. Antes de que fuera acabada, Anne fue atacada por un grupo de salteadores mientras paseaba por las inmediaciones del lugar. A consecuencia de las heridas recibidas, falleció cinco días más tarde, no sin antes expresar su deseo de que su calavera se conservara entre los muros de la mansión para poderla ver concluida. Pero sus hermanas dieron sepultura al cadáver. Entonces comenzaron a producirse misteriosos ruidos. Sus hermanas exhumaron el cuerpo y se sorprendieron mucho al ver que el cráneo estaba completamente descarnado y separado del cuerpo, a pesar del poco tiempo transcurrido desde el entierro. Y parecía sonreír… La calavera fue depositada en la casa, pero años después, cuando fue heredada por la familia Bonynton, esta decidió deshacerse de ella y la enterraron. Pronto los terroríficos gemidos les hicieron desistir de su idea. Un propietario posterior decidió emparedarla, por lo que se desconoce su localización actual. También se dice que el fantasma de Anne se aparece cada aniversario de su muerte.

En la casa solariega de Wardley Hall, en el condado de Leicester, se conserva la calavera del padre Ambrose Barlow, sacerdote católico ejecutado en 1641 por traición a la Corona. Fue decapitado y su cabeza permaneció expuesta en una pica en la iglesia de Manchester. Francis Downes, un devoto católico, la compró y la mantuvo oculta en la casa por temor a que se descubrieran sus creencias. La escondió tan bien que no fue encontrada hasta mediados del siglo XVIII por Matthew Moreton, entonces propietario de la mansión. Uno de sus criados, creyendo que pertenecía a un animal, la arrojó a un foso lleno de agua. Entonces se desató una terrible tormenta y cuando el propietario de la casa fue informado por el criado de lo que había hecho, atribuyó la tempestad a la cólera de la calavera, por lo que drenó el foso y volvió a llevarla a la casa. La tradición cuenta que siempre que se ha intentado darle sepultura las tierras y las propiedades de la mansión han sufrido daños. Además, parece ser indestructible, pues a pesar de haber sido quemada e incluso rota en mil pedazos, siempre es encontrada al día siguiente en el vestíbulo, intacta y mostrando su eterna sonrisa burlona.

Calavera de Ambrose Barlow

Una calavera reacia a ser enterrada se conserva en Higher Farm, en Chilton Cantelo, condado de Somerset. Se le atribuye a un tal Teophilus Broome, fallecido en 1670, después de expresar su deseo de que su cráneo se conservara en la granja. Todos los intentos de sepultarla dieron lugar a “terribles sonidos, indicativos de profundo disgusto”, según reza en una inscripción de la lápida mortuoria.
Tunstead Farm, cerca de Chapel-en-le-Frith, en el condado de Derbyshire, guarda entre sus muros una calavera llamada Dickie. Un nombre extraño, pues la tradición afirma que perteneció a una mujer que fue asesinada dentro de la casa. Antes de morir dejó dicho que quería que sus restos mortales reposaran para siempre en su interior. Con los años, el esqueleto fue perdiéndose hasta que solo quedó el cráneo. Se dice que Dickie emite gritos no solo cuando la sacan de la casa, sino también cuando llegan extraños, cuando enferma algún animal o cuando alguien de la familia va a morir. En cierta ocasión fue robada y llevada a Disley y los ladrones tuvieron que soportar tal cantidad de gritos y estrepitosos ruidos que no les quedó más remedio que devolverla a su hogar.
El culto a las calaveras viene desde muy antiguo, hasta la llegada de Hernán Cortés, en 1519, los aztecas preservaban los cráneos de los sacrificados en unas estructuras conocidas como tzompantli. Este culto a la muerte de los antiguos mexicanos sigue vivo hoy en día. En el Día de los Difuntos uno de los dulces más populares son las calaveras de chocolate. Pero 2.000 años antes de los aztecas los olmecas ya rendían culto a los cráneos, como dejaron esculpido en sus estelas de piedra.

El accidente del camping de Los Alfaques se produjo el 11 de julio de 1978 en un camping de playa situado en el municipio de Alcanar, comarca del Montsià en la provincia de Tarragona(España), a solo 3 km del núcleo urbano de San Carlos de la Rápita, donde tuvo lugar un gravísimo accidente por la explosión de un camión cisterna que transportaba propileno licuado. El resultado fue de 215 fallecidos, más de 100 heridos graves, y la destrucción de la mayor parte del camping.

El camión cisterna cargado con 25 toneladas de propileno licuado salió desde Tarragona de la refinería Enpetrol y se dirigió hacia el sur por la actual N-340, hacia Alicante. La cisterna tenía una capacidad aproximada de 45 metros cúbicos y la cantidad cargada era de unas 25 toneladas cuando la máxima cantidad permitida era de 19,35 a una presión de 8 bar (unas 8 atmósferas). Además, la cisterna, fabricada en acero al carbono, no disponía de ningún sistema de alivio de presión.
Probablemente para ahorrarse el paso por el peaje, que el conductor del camión cisterna habría tenido que pagar de su propio bolsillo, decidió conducir por la N-340 en dirección sur. Después de recorrer 102 kilómetros, en el kilómetro 159,5 y siendo las 14:35, al pasar por delante del camping “Los Alfaques”, ocurrió la catástrofe. En ese momento, el camping tenía registradas unas 800 personas, y se estima que entre 300 y 400 se encontraban dentro del radio de la explosión, calculada entre 0,5 y 1 km, y que mató instantáneamente a 158 personas.


“Recuerdo haber visto un objeto volar. Nos quedamos todos mirando al cielo hasta que cayó y cuando cayó pues sé que hubo una explosión muy fuerte y a partir de ahí muchísimas explosiones”, comenta Laura Giménez, una superviviente.
Lo que ve Laura volar es la cisterna del camión cargado de gas, que cuando cae al suelo forma una gran bola de fuego que se come las caravanas y las tiendas que encuentra a su paso y acaba con la vida de muchos campistas.
La bola de fuego resultante cubrió en un instante la mayor parte del campamento, afectando la plaza al sur de la calle, y a muchos de los veraneantes que estaban allí. Además, las altas temperaturas, de más de 2000ºC, hicieron que la gran cantidad de bombonas de gas que había en el propio campamento se inflamaran, sumándose al fuego de la explosión.
En segundos, los cuerpos de más de 100 campistas se convierten en estatuas de carbón y los coches y las tiendas quedan destrozados por las llamas. Un centenar de turistas resultan heridos. La mayoría agonizan unas horas más hasta morir en el hospital porque las quemaduras son demasiado graves.


158 personas, entre las que se incluye el conductor del camión, murieron en el acto. La temperatura en la zona fue tan alta que hizo hervir el agua de la orilla del mar hacia donde las victimas huían.
Los heridos fueron transportados a los hospitales de Barcelona y Madrid y así como en la clínica especial La Fe de Valencia. Durante los días y semanas posteriores fallecieron otros 70 veraneantes debido a la gravedad de las quemaduras. En total murieron 215 personas, entre ellos muchos turistas alemanes así como franceses y belgas. Además, más de 300 personas sufrieron graves quemaduras de consecuencias persistentes.

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La gravedad de las quemaduras dificultó la identificación de las víctimas. El trabajo de la Comisión de Identificación y el Departamento de Investigación Criminal de la República Federal Alemana permitió la identificación de todas. Voluntarios del Hospital Verge de la Cinta de Tortosa extrajeron muestras de sangre ventricular de 105 de los cuerpos del accidente, que se encontraban en el cementerio de Tortosa.
En enero de 1979, medio año después de la explosión, se da por finalizada la identificación de cadáveres. El balance de la tragedia es de 215 muertos y 67 heridos.


A veces las tragedias se repiten como si el tiempo se hubiese quedado encadenado a ese lugar. Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez.
Algo así es lo que experimentó Javier Martín Moraleda natural de Zaragoza, quien estando de vacaciones en San Carlos de la Rápita, el 19 de Agosto del 2003 se fue con su mujer e hija a visitar Peñíscola y a la vuelta llegando ya a San Carlos sobre la 1:30 o 2 de la madrugada, decide dar las luces largas debido a que era una noche sin luna y apenas se veía nada. Fue entonces cuando pudo observar a siete u ocho personas al otro lado de la carretera, invadiendo incluso el carril y separados entre si por una distancia aproximada de 1 o 1,5 metros.
Según el testigo pudo distinguir a alguna que otra mujer entre el grupo pero el que más le llamó la atención fue el último de la fila, un hombre vestido con pantalón corto color crema, un chaleco tipo cazador , un gorro para el sol y un cubo que llevaba en la mano, al mirarle a la cara sólo pudo ver una gran negrura. Todos estaban quietos, como paralizados y con la mirada fija, unos mirando la carretera y otros hacia el campo que queda al lado opuesto de la calzada.
Al sobrepasarlos y mirar por el espejo retrovisor adviritió que aún seguían allí inmóviles sobre el asfalto. Fue entonces cuando despertó a su mujer que dormía en la parte de atrás junto a su hija y le contó lo que acababa de ver, ésta le contó que estaban por el camping de los Alfaques, donde hace algunos años murió mucha gente quemada y se vivió una auténtica tragedia.
Son muchos los testimonios que aseguran haber oído cánticos y haber visto a niños con atuendo veraniego paseando por la carretera a altas horas de la noche. Fantasmas de todos aquellos que allí murieron que todavía no saben que perecieron. 
El último testimonio es el del Guardía Civil Daniel, el cual contaba para el programa de Milenio 3, que estando de servicio junto con su compañera en febrero de 2010 en la zona de la playa donde murieron tantas personas, tuvieron un cara a cara con lo inexplicable.
Esa noche, llevaba ya 2 semanas destinado allí y junto con su compañera fueron a realizar un servicio de vigilancia exterior de la zona del litoral, por ser un lugar susceptible de alijos de droga. Sobre las 2 o 3 de la mañana, mientras hacían un barrido de la costa con sus cámaras de visión nocturna, justo en mitad de la playa apareció una silueta de mujer, de melena corta y con ropa no adecuada a la época del año que llevaba de la mano a un niño que parecía llevar una gorrita en la cabeza.
Les llama la atención el que esas figuras deberían de tener un calor que suele detectar la cámara de de visión nocturna y sin embargo no detectaba nada.
Paseaban lentamente por la playa, como lo haría una madre con su hijo en pleno agosto y se dirigían paralelamente al mar hacía el lugar en que estaban ellos y de repente desaparecieron sin dejar rastro. Los dos guardías pudieron verlos durante unos 20 0 25 segundos antes de que desaparecieran.
Deciden entonces bajar al punto exácto en donde les habían visto y allí no había huella alguna, ni lugar alguno en el que esconderse.
Cuando fueron al cabo de guardia para darle las novedades, éste medio en broma les dijo: “ Yá, haber si van a ser uno de los fantasmas de los del camping”.
Nada en aquella fría noche de invierno de un 6 de febrero de 1995 en la desértica estación de trenes abulense, hacía presagiar que el entonces guarda jurado M.A.P. de veinticinco años, fuese a tener un encuentro cara a cara con lo desconocido.

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En la reducida caseta metálica anexa a las vías del tren el joven vigilante consumía el tiempo viendo la televisión. Los ladridos de su compañera, una perra mastín llamada Yeni le llamaron la atención ya que éstos iban acompañados de potentes arañazos en la puerta, pidiendo entrar desesperadamente. Al abrir la puerta, la temerosa perra se metió velozmente en el fondo más alejado de la caseta.

El guarda decidió salir al exterior para ver qué era lo que había asustado al animal de esa manera. Lo primero que notó fue un excesivo silencio, pero lo peor estaba por llegar, pues al girar la cabeza hacía un camión allí aparcado, observó cómo la comida de la perra levitaba en el aire fuera del comedero.

Al volver a girar la cabeza hacia la derecha, observó como a unos cinco metros de distancia la figura de una mujer joven vestida de blanco flotando en el aire, como a medio metro del suelo. Llevaba una túnica que le cubría todo el cuerpo y una especie de pañuelo o velo sobre la cabeza pero sin llegar a taparle la cara. Según el guarda relató a Cuarto Milenio: “Era una chica guapa, joven, quizá de unos 20 años. Creo que no me miró”.

Al parecer la joven llevaba una especie de vara de madera entre las manos y con ella dibujó algo en el suelo. El guarda quiso gritar pero la voz no le salía por lo que presa del pánico corrió hacia el bar de la estación que permanecía abierto hasta altas horas de la noche.

Casi sin aliento el guarda entró en el bar de la estación donde la dueña Soledad Álvarez González había terminado ya de cenar y descansaba viendo la televisión sentada en una mesa. Soledad adviritió la lividez del rostro del joven guarda a quien le sirvió una tila.

Tembloroso el guarda le preguntó a Soledad que quien se había muerto en el pueblo a lo que la dueña del bar respondió que nadie. Además de Soledad, en el bar se encontraban en ese momento el marido e hijo de ésta, que atónitos ante el comportamiento del guarda, se ofrecieron a ir al lugar en donde había visto a la joven.

Cuando llegaron a las proximidades de la caseta, no vieron nada ni a nadie excepto un dibujo trazado en el suelo. Eran dos círculos concéntricos de casi un metro de diámetro y una especie de Estrella de David situada en el centro con algunos símbolos en su interior y alrededor.

Según los testigos, el suelo estaba demasiado duro debido a la helada que había caído y era harto difícil dibujar en el duro suelo. Tras llamar a la Guardia Civil, ésta levantó acta del suceso.

A partir de aquella noche, el guarda jurado se negó a seguir vigilando aquella zona y jamás volvió al lugar de los sucesos.
Según su propio testimonio: “Tenía un miedo constante, yo no podía salir a la calle solo, me daba miedo incluso quedarme en casa solo. Pensaba que en cualquier momento, en un rincón de mi hogar se me aparecería aquella mujer de blanco flotando en el aire”.

La noche siguiente a lo ocurrido, el sustituto del guarda que vio la aparición, ocupaba su puesto dentro de la misma caseta en la madrugada cuando escuchó un ruido semejante a pasos sobre el techo de la caseta. Al salir corriendo de ésta se giró para mirar el techo y allí no había absolutamente nada ni nadie. Tal como hiciera su compañero la noche anterior, corrió hacia el bar de la estación y relató a Soledad lo sucedido.
Más tarde se supo que el mismo día que el guarda jurado vio a la joven levitando, sobre las cinco de la tarde habían enterrado en el pueblo próximo de San Bartolomé de Pinares a una joven llamada Soledad de 24 años a causa del cáncer. Era guapa, morena y coincidía con la descripción hecha por el guarda.

La dueña del bar de la estación confirmó que la joven estaba en tratamiento en Madrid y bajaba del tren en la Estación de la Cañada, para luego coger el coche hacia su pueblo. Un cabrero de la zona aseguraría más tarde haber visto una aparición similar.

Mucho se especuló acerca de los extraños símbolos dibujados en el suelo. El padre Pelegrín dominico del monasterio de Santo Tomás de Ávila, achacaba al que las hizo un conocimiento de la lengua hebrea con un mensaje inteligente y cargado de sugerencias sobre Satán y Belcebú.

Algunos consideraron aquellos dibujos como un aviso de alguna catástrofe, tiempo después se supo que estuvo a punto de ocurrir un grave accidente con una de las grúas que trabajaba sobre las vías y un cable de alta tensión, sin embargo, milagrosamente no ocurrió nada.

Otros, vecinos de La Cañada y pueblos aledaños interpretaron la aparición de la joven de blanco como la profecía del regreso prometido de la Virgen de Barbellido al cabo de 100 años. O la Virgen de la Antigua, de la misma localidad, en Herradón de Pinares.

¿Quién era aquella mujer de blanco? ¿ Qué quería decir con aquel dibujo lleno de extraños símbolos en aquella fría noche de febrero de 1995?
Un macabro suceso tuvo lugar el 1 de febrero de 1990 en el granadino barrio del Albaicín. Encarnación Guardia Moreno era sometida a un exorcismo que acabaría con su vida después de varias horas de interminable sufrimiento.

Vista del Albaicín desde el Generalife(www.es.wikipedia.org)
Encarnación Guardia Moreno había estado trabajando en Francia en un hotel durante ocho años. Al dueño de ese hotel se le relacionaba con prácticas espiritistas y de magia negra, en las que se cree que Encarnación participaba. En uno de esos rituales hay una orgía de los participantes en la que Encarnación cree quedarse embarazada del “demonio”.
Regresa a Granada y se encuentra con que varios miembros de su familia dicen comunicarse con el espíritu de su primo José Guardia Alonso, recientemente fallecido de leucemia. Las sesiones espiritistas para comunicarse con el fallecido se hacen asiduas, tanto que Encarnación en una de ellas presa del más absoluto delirio asegura que tiene el demonio en el cuerpo y pide a sus primas Enriqueta e Isabel y al curandero Mariano apodado “el pastelero”, que la ayudasen a sacar el hijo del demonio de sus entrañas.

Encarnación Guardia Moreno.
Así comenzó un macabro exorcismo en el que se la ofrece beber un brebaje compuesto de vinagre y sal en grandes cantidades, entre vómitos y espasmos encarnación ingería una y otra vez el brebaje, viendo que la pócima no surtía efecto alguno deciden atarla y golpearla repetidamente instándola a que sacara al maligno de su cuerpo. Finalmente, calentaron un aguja al fuego y su propia sobrina Josefa Fajardo se la introdujo por la vagina al rojo vivo, no satisfecha con la punción introduce su mano por el ano de Encarnación y le extrae los intestinos por el mismo, para “desprender del interior de su cuerpo el engendro de satanás”.
A las cuatro de la tarde del siguiente día y al ver que no regresaba a su casa, una de sus hermanas decide ir a buscarla a casa de sus primas; pero no la dejan entrar ya que “la sesión no debe ser interrumpida”. La hermana extrañada regresa a casa y le cuenta lo sucedido a su padre y ambos se dirigen en busca de Encarnación. Lo que se encuentran al abrir la puerta es el cuerpo de su hija y hermana, desnudo, amoratado y en medio de un charco de sangre.
Rápidamente avisan a una ambulancia que traslada el cuerpo al hospital Ruiz de Alda de Granada e ingresa en la UCI, pero muere al día siguiente de un edema cerebral ocasionado por una gran ingestión de sodio que ya había minado su sistema nervioso de forma irreversible.
El juicio dio comienzo el 15 de Enero de 1992 con las declaraciones de los acusados. Debido a las constantes contradicciones, el reparto de culpas no quedó claramente definido. “El pastelero” reconoció haber practicado el exorcismo a petición de los familiares de la víctima y siguiendo las indicaciones de Encarnación, que le iba dictando los pasos para expulsar el ser demoníaco de su cuerpo. Acusó a Isabel y Enriqueta de convencer a la difunta para que asistiera al ritual y de haberle dado la pócima de sodio; pero estas negaron cualquier participación, acusando a su vez a “el pastelero” de ser el único culpable. Josefa Fajardo reconoció haber introducido la mano en el ano de la víctima y pincharle la vagina con una aguja ardiendo, afirmando que todos habían participado en el macabro suceso.

Finalmente, la Audiencia Provincial de Granada pidió un total de 5 años de prisión para los inculpados, por delito de lesiones por un lado y de imprudencia temeraria por otro. Para María Alonso, propietaria del inmueble en donde sucedieron los hechos,  se pidieron 2 años y medio por no haber impedido estos.
Lo misterioso de este dantesco suceso viene de la mano del propio médico forense, Manuel García Blázquez, quien efectuó la autopsia al cadáver de Encarnación.
Este caso de exorcismo fracasado resulta extremadamente interesante porque ha sido largamente documentado en un minucioso trabajo por el médico forense Manuel García Blázquez, del Instituto Anatómico-forense, en su libro “El exorcismo del Albaicín ” (ed. Comares, Granada, 1992). En él se recogen detalladamente todos los hechos que rodearon este caso escalofriante.
El análisis forense dictaminó que tenía los músculos del cuello aflojados hasta el límite, como si su cabeza girase en redondo 360 grados. Los forenses iban tomando fotografías, tanto en película normal como en instantáneas Polaroid que servirían para avalar los hallazgos del doctor García Blázquez y los otros especialistas. Las diferentes imágenes se fueron depositando sobre una mesa, vueltas hacia abajo para evitar que la luz de los tubos fluorescentes dañara la emulsión. Al terminar el estudio, bien entrada ya la madrugada, se dispusieron a comprobar el resultado obtenido en las instantáneas. Inexplicablemente, la mayoría de éstas aparecían veladas, y las que habían logrado impresionar alguna imagen las mostraban tan borrosas y distorsionadas que no resultaban válidas.
Por fortuna aún quedaban los dos carretes de 36 exposiciones que contenían el material más interesante y que serian revelados al día siguiente.
Pero al igual que los anteriores, éstos amanecieron defectuosos. La filmación de vídeo que se realizó también apareció velada, aunque pruebas posteriores demostraron que la videocámara se encontraba en óptimas condiciones. Se dirigieron nuevamente en compañía de la magistrada encargada del caso al Instituto Anatómico Forense para realizar un nuevo reportaje fotográfico. Pero, una vez más, el material fotográfico apareció velado.
Esta inaudita sucesión de errores se achacó a la iluminación defectuosa. La voz gutural, muy ronca, de la poseída, fue atribuida por el forense a un edema encontrado en las cuerdas vocales.
Encarnación tenía una lesión muscular en el cuello debido a una torsión exagerada, como si girase la cabeza en redondo, los forenses estimaron que una lesión así sólo pudo producirse “cuando la víctima era ya cadáver”. El único fenómeno inexplicable para el forense fue el del erizamiento capilar. No se conoce ningún fenómeno que explique que un cabello pueda erizarse hasta quedar rígido como un alambre.
Fuentes consultadas: www. iesvs.tripod.com
El Bosque de  Forest Hills está situado en las afueras de Burkittsville, Maryland en el Condado de Frederick. El bosque tiene una superficie de más de 5.066 kilometros cuadrados.
La mayoría de la gente sabe lo que es realidad y lo que es ficción en  la película “El proyecto de la Bruja de Blair”, sin embargo pocos conocen la verdadera historia encantada de Burkittsville, ,Maryland, donde se creó la película.
Black Hills landscape, photo by: bk1bennett, used under Creative Commons License(By ND 2.0)
Bosque de Black Hills(www.happytellus.com).
La ciudad comenzó como “Dawson’s” en 1741.  En el 1790, Josué Harley y Burkitt Henry llegaron a la zona. Desde el principio, competían por el control y, finalmente, el nombre del pueblo.
A pesar de que Burkitt tenía en propiedad las tres cuartas partes de la tierra en 1810, la competición concluyó en 1824 cuando Harley bautizó Correos como “Post Harley de la Nación.” Sin embargo, con la muerte de Josué Harley en 1828  Burkitt tuvo la última palabra, llamó a la ciudad Burkittsville antes de que él también muriera en 1836.
Los espíritus participantes en esta rivalidad de 40 años podían seguir en la ciudad, pero hay explicaciones mucho mejores para los espíritus fantasmales de Burkittsville. De hecho, los sucesos paranormales y la tragedia cubren más de 100 años de historia en Burkittsville.
Ya en 1735, cerca de allí Middletown fue colonizada por inmigrantes alemanes. Según las leyendas repetidas en el Valle del Registro de Middletown en el siglo 20, la comunidad estaba aterrorizada por un monstruo llamado Schnellegeister. La palabra significa “espíritu rápido o fantasma” en alemán, pero los vecinos lo apodaron el “Snallygaster”.
Sea cual sea su nombre, su reputación colonial mezcla las características de aves y medio sirena con las características de pesadilla de los demonios y vampiros. El Snallygaster fue descrito como mitad reptil con extremidades del pulpo, y mitad ave con un pico metálico forrado con-dientes afilados de afeitar, que podía volar. Solía recoger a sus víctimas y llevárselas volando. Los primeros relatos afirman que este monstruo chupado la sangre de sus víctimas.
Es inquietantemente similar a la descripción  que se hace en la película “La Bruja de Blair.”  El nombre “Snallygaster” ha sido una broma para algunos en el siglo 20, pero muchos recuerdan que ha sido documentada en el área de Burkittsville en fecha tan reciente como 1973.
Otro asentamiento alemán del siglo 18, Zittlestown, siete millas al norte de Burkittsville, también estuvo plagado de acontecimientos sobrenaturales. Al igual que en Middletown, los residentes temían a un animal grande y feroz espíritu que se vio pocas veces. En el  libro de 1880 de Madaleine Dahlgren (viuda del almirante John A. Dahlgren), vienen documentados los problemas de esa comunidad.
Sin embargo, la mayoría de los fantasmas Burkittsville son de los hombres que perdieron la vida en la Guerra Civil. Las apariciones están casi siempre garantizadas en cualquier lugar en donde ha habido batallas, sufrimiento, y tumbas donde a los muertos no se les permite descansar. Burkittsville y alrededores tienen todos estos componentes desde los tiempos de la Guerra Civil.
En 1862, heridos y moribundos soldados de la Guerra Civil en esta zona se ubicaron en 17 hospitales improvisados. Algunos de los “hospitales” eran en realidad las casas e incluso la curtiduría en Burkittsville. Las voces de los fantasmas siguen siendo escuchadas por toda la ciudad, pero la curtiduría es particularmente significativa.
La curtiduría fue derribada, pero el lugar es frecuentado todavía. Cualquier persona que estaciona su coche allí durante la noche puede encontrar el vehículo marcado con huellas de “botas de soldados”, donde el coche fue pateado o pisoteado por los fantasmas de los hombres marchando.
Pero hay otros fantasmas en la zona, también. La leyenda cuenta que con la retirada del ejército confederado éste pagó a un hombre llamado Wise para enterrar los cuerpos de 50 hombres que allí perecieron. Este hombre aceptó el dinero y en vez de enterrarlos arrojó los cuerpos en un pozo abandonado.
Poco después, Wise comenzó a ver el fantasma del sargento Jim Tabbs de Virginia, que se quejó al Sr. Wise de lo incómodo del lugar en el que estaba.  Mr. Wise volvió a la fosa común y descubrió que uno de los cuerpos  asomaba por la parte superior del pozo boca abajo.
Tal vez los espíritus de estos hombres revelaron la verdad a los funcionarios locales. Sea cual sea la causa, las autoridades obligaron a Wise a enterrar adecuadamente a los 50 soldados que habían quedado a su cuidado.
Muchos otros soldados confederados se quedaron atrás como una necesidad de la guerra. El buen pueblo de Burkittsville reconoció que había que hacer algo por los muertos, por lo que los enterraron en tumbas poco profundas. Los residentes locales esperaban que, una vez que cesaran los combates, las tropas volverían a enterrar a los hombres correctamente.

Cementerio de Burkittsville.
Cuando terminaron los combates, nadie volvió a reclamar los cuerpos de estos hombres.  Finalmente, la mayoría – y quizás todos -  los cuerpos enterrados temporalmente en la sección anterior del Cementerio de la Unión en Burkittsville, fueron exhumados en 1868 y vueltos a enterrar en el cementerio de la Confederación de Washington.
¿Fue esto suficiente para poner su alma en reposo? Según Troy Taylor en su libro, Espíritus de la Guerra Civil, se han producido sucesos extraños y fantasmales en las proximidades de las tumbas poco profundas. Muchas noches, desde entonces, se ven luces misteriosas que aparecen en los campos abiertos cercanos, y ciertos puntos de la montaña.
Sin embargo, la montaña es también la fuente de una energía fantasmal que los visitantes de Burkittsville puede experimentar incluso ahora. Su historia es una de las grandes historias de la Guerra Civil.
Al amanecer del Domingo 14 de septiembre 1862, tanto los soldados de  la Unión como los soldados de la Confederación se esperan para sorprenderse con un ataque.  Sera conocido más tarde como la Batalla por la brecha Crampton, pero la ubicación entonces se llamaba “Spook Hill.”
En esa fatídica mañana, los soldados de la Unión llevaban rifles sólo en la batalla. Ellos fueron capaces de viajar más rápido que sus homólogos de la Confederación, que todavía estaban empujando los cañones hacia arriba cuando comenzaron los enfrentamientos. El primer ejército de la Unión de la División, Sexto Cuerpo, tuvo un éxito abrumador en la batalla.
Muchos soldados de la Confederación murieron luchando con los cañones pesados. Sus persistentes espíritus  son los “fantasmas” de Spook Hill. El sitio de esta batalla se encuentra cerca del monumento  a la Memoria de Corresponsales de la Guerra Civil, en Gathland Park.  Si se deja el coche en Spook Hill y lo  pones en punto muerto, se puede sentir como el vehículo es empujado por las manos espectrales de las tropas de la Confederación. Ellos todavía están luchando para impulsar sus cañones a la cima de la colina, y lograr la victoria en la batalla que perdieron hace más de 130 años.

Calle del centro histórico.
Algunos insisten en que la colina contiene algo magnético, y que ese magnetismo es lo que empuja a los coches en la parte superior. Nadie ha probado con éxito esta teoría todavía. Si Spook Hill contiene grandes cantidades de un mineral magnético, esto explicaría por qué la brújula Heather no funcionaba correctamente en la película The Blair Witch Project.
Sin embargo, con fogatas fantasmales, órganos en los pozos secos y tumbas poco profundas, las huellas de la antigua tenería / hospital, y los sucesos de Spook Hill, el relato de lo sucedido a tres estudiantes universitarios en el proyecto de la bruja de Blair parece casi pálido en comparación con la vida real.
Fuente consultada:
Los sucesos que rodearon al Vuelo 401 alcanzaron fama mundial gracias al periodista y escritor John G. Fuller, que en 1976 publicó el caso en su libro “The Ghost of Flight 401″ (El fantasma del Vuelo 401), un trabajo que sería ampliado dos años después por su esposa Elisabeth Fuller en “My Search for the Ghost Flight 401″ (Mi búsqueda del fantasma del Vuelo 401) y que fue llevado a la gran pantalla por el director William Schatner con el título The Crash of Flight 401 (El accidente del Vuelo 401).

Es un episodio desconcertante que escapa a todos los tópicos conocidos sobre las apariciones fantasmales. Las supuestas apariciones del capitán Bob Loft y del ingeniero Don Repo, fallecidos en el terrible accidente de aviación del Vuelo 401 de la compañía que tuvo lugar en Miami (EE.UU.) el 29 de diciembre de 1972, han sido constatadas por más de una decena de personas que conocieron a ambos tripulantes: pilotos, azafatas y compañeros suyos en la citada compañía.
El 29 de diciembre de 1972 a las 21:00 horas el avión Tristar Jet L–1011 de la Eastern Airlines N 310, registrado como Vuelo 401, despegó del aeropuerto JFK de Nueva York rumbo a Miami. Bob Loft, el capitán, inició el despegue con toda normalidad. En la aeronave viajaban 176 pasajeros y 13 miembros de la tripulación. El aparato llevaba cuatro meses haciendo la misma ruta, y tenía en su haber mil horas de vuelo y quinientos aterrizajes. “Ese vuelo –recuerda Mercedes Ruiz(azafata superviviente del trágico accidente)–no presentaba nada diferente a cualquier otro. Salimos con un poco de retraso de Nueva York y llegamos a Miami sobre las 23:30. Empezamos a verificar todo en cabina para iniciar el aterrizaje y nos sentamos en nuestros asientos, que, como ustedes saben, están al lado de cada una de las puertas.”
Fue un recorrido tranquilo hasta que a las 23:32, después de haber solicitado a la torre de control de Miami los permisos necesarios para iniciar la maniobra de descenso, el capitán, el primer oficial de vuelo, Albert Stockstill, y el ingeniero Don Repo se percataron de que algo no marchaba bien. En el cuadro de mandos una de las tres luces verdes encargadas de señalar cualquier contingencia en el funcionamiento del tren de aterrizaje no dejaba de parpadear. Los indicadores mostraban que la rueda ubicada en la parte delantera, debajo del morro del avión, estaba bloqueada. Algo inusual que no había ocurrido en ninguno de los trayectos que había realizado aquel avión desde agosto de 1972.

Tripulación del vuelo 401(www.infinitomisterioso.blogspot.com).
Bob Loft, de 55 años, Albert Stockstill, de 40, y Don Repo, de 50, decidieron poner remedio a aquel imprevisto. Tras abortar el aterrizaje ascendieron a 2.000 pies. Conectaron el piloto automático y empezaron a volar en círculo sobre el Parque Nacional de los Everglades mientras intentaban descubrir qué había originado el fallo mecánico. Don Repo se desabrochó el cinturón de seguridad y se dirigió al foso del infierno, también conocido como “banco del infierno”, una pequeña trampilla cuadrangular que da acceso a la parte inferior del avión y a los compartimentos del tren de aterrizaje.
Sin dudarlo un instante se introdujo en el claustrofóbico habitáculo para encontrar la avería y descartar que fuera un error del cuadro de mando. Si la rueda estaba bloqueada, podría solucionarse manualmente. Si no lo estaba, se debería a un mal funcionamiento del dispositivo luminoso. Pero los tejemanejes del azar o el destino quisieron que justo en ese instante se desactivara el piloto automático sin que nadie en la cabina reparara en ello.
El Vuelo 401 comenzó a perder altura. Nadie percibió el descenso. Ni siquiera las dos llamadas desde la torre de control del Aeropuerto Internacional de Miami –cuyos trabajadores habían observado el ilógico comportamiento del avión en los radares– alarmaron a los miembros de la tripulación. El avión se precipitaba contra el suelo a una velocidad de 366 km/h hacia el área pantanosa de los Everglades.
Nos sentamos –prosigue Mercedes Ruiz reviviendo el fatídico instante que cambió su vida– y en algún momento pensé que estábamos tardando en aterrizar. Miré través de una de las ventanillas y me di cuenta de que las luces de la costa de Miami habían quedado atrás, lo cual me sorprendió. Entonces me quité el cinturón y fui a buscar a mi compañera, que estaba al otro lado del avión: `Pat, ¿qué pasa, que no aterrizamos?´, pregunté. Ella contestó: `Seguramente hay mucho tráfico´. Unos minutos después sentí un fuerte golpe en mi mano derecha y el avión giró hacia la izquierda con violencia. Todo fue muy rápido. Recuerdo que grité. Vi un relámpago de luz y después todo se quedó en silencio.”
  El Vuelo 401 de la compañía Eastern Airlines se estrelló en los pantanos de los Everglades, a 29 km de Miami (EE.UU.). “Recuerdo –explicaba la azafata Mercedes Ruiz a MÁS ALLÁ–que me desperté en medio de una gran oscuridad. Miré al cielo y vi las estrellas. Era una noche muy oscura, sin Luna. No sabía dónde estaba ni qué había pasado. Me pareció que todo se desarrollaba a cámara lenta. No sentía dolor alguno. Me toqué la frente y noté algo gelatinoso. Sentí algo caliente que bajaba por el cuello.” Varias pequeñas explosiones y algunos fogonazos se produjeron en la negrura mientras los restos del fuselaje, incandescente, permanecían rodeados de humo. Aún aturdida, Beverly Smith, otra de las azafatas –que no posó en la fatídica fotografía que se tomó antes del despegue– convertida en ángel de la guarda, intentaba localizar a personas con vida entre el amasijo de hierros. “Comencé a gritar y Beverly me oyó –comenta Mercedes–. Me explicó que habíamos tenido un accidente, pero yo no daba crédito. Le dije que todo era un sueño y que cuando despertáramos estaríamos en casa. No tenía conciencia de lo que había pasado. Tenía mucho miedo. En la distancia vi algo luminoso. Durante mucho tiempo pensé que era algo fantasmagórico. Luego supe que se trataba de la turbina número dos, situada sobre el fuselaje del avión. Aquello me aterró. Se veía algo blanco en medio de la oscuridad. Beverly y un pasajero me ayudaron a moverme. Yo no podía porque tenía fracturada la pelvis. Me levantaron y me arrastraron hacia otro lugar. Poco a poco empecé a ser consciente de lo que había pasado. Me dije que nunca más volvería a volar.”
94 pasajeros y cinco tripulantes fallecieron en el que se convertiría en el primer accidente aéreo de una aeronave de fuselaje ancho en Estados Unidos. Muchos de los que no perdieron la vida en el acto o devorados por los caimanes perecieron más tarde en centros hospitalarios como consecuencia de las graves lesiones sufridas y de las infecciones originadas por las bacterias que había en las aguas pantanosas.
Seis meses después del accidente un extraño rumor comenzó a circular entre los trabajadores de la compañía Eastern Airlines. Al parecer, algo insólito e inexplicable se estaba produciendo en los aviones N 318. Auxiliares de vuelo, oficiales, comandantes, mecánicos de pista e incluso pasajeros ¡habían visto a Don Repo y Bob Loft. Según los relatos filtrados a la prensa, numerosas personas daban cuenta de apariciones físicas, tridimensionales.
Siempre escuché estos comentarios –explica Mercedes Ruiz convencida–. Después del accidente, por respeto o por miedo, nadie se atrevió a decirme nada, pero yo lo sabía porque oía comentarios por lo bajo.Decían que Repo, el ingeniero de vuelo, se había aparecido durante algunos trayectos. Hasta en dos ocasiones llegó a advertir de problemas a bordo y abortó situaciones de emergencia. Pero no fue el único que se apareció.También habían visto a Bob Loft en un recuento de pasajeros. En uno de los aviones, la azafata que lo realizaba en primera clase se dio cuenta de que había un pasajero de más. Cuando se acercó a él, el hombre no la contestó, lo que la obligó a informar al comandante. Fue este quien reconoció a Bob Loft. Es más, tres personas lo vieron. Luego desapareció.”
Cuando Paterson se encontraba realizando el recuento de pasajeros apareció alguien que no figuraba en la lista de embarque, un pasajero desconocido: un hombre con buena planta que iba vestido con el uniforme de la compañía. Siss se acercó a él. Dando por sentado que se trataba de un compañero que regresaba de realizar algún servicio, lo invitó a pasar a clase preferente. Sin embargo, aquel hombre tenía un comportamiento extraño. No respondía cuando se le hablaba. Siss Paterson –tal y como nos explicó Mercedes Ruiz– comentó la situación con la supervisora y con el comandante encargado de aquel vuelo. Diane Boss, sobrecargo del N 318, se dirigió hacia el asiento del misterioso pasajero para esclarecer el asunto. Era extraño que nadie hubiera notificado el embarque de un piloto de la compañía. Se acercó a él y le sugirió que se cambiara de plaza, pero solo obtuvo el silencio por respuesta. No contestaba a ninguna de las preguntas que le formulaban. Parecía abstraído o aturdido. Tenía el rostro pálido, como si estuviera enfermo. Había algo tan anormal en aquella situación que suscitó el recelo y el temor de las azafatas, así como el de los pasajeros cercanos. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando el piloto se acercó al hombre y reconoció a Don Repo, su compañero fallecido en el Vuelo 401, que desapareció después.
Aparición similar fue la que tuvieron las azafatas Denise Woosfrund y Ginny Pakard, empleadas de la Eastern Airlines, se encontraban en la cocina esperando el montacargas cuando observaron la formación de una figura vaporosa en principio, pero en la que luego se fueron perfilando un rostro y un cuerpo físico: “Una tenue nubecilla – describió Ginny Packard a John G. Fuller–que se fue transformando en una forma humana con rostro y gafas definidas, las facciones de Don Repo”.
Un vicepresidente de la Eastern Airlines tuvo una experiencia de este tipo. Se produjo en un vuelo de un Tristar L-1011 que partía de Miami. Subió antes que el resto de los pasajeros y se encontró en primera clase con un capitán de Eastern Airlines completamente uniformado. El vicepresidente se acercó a saludarlo, pero al aproximarse a él se dio cuenta de que era Bob Loft…
El asunto terminó desbordando a la compañía aérea. Entre febrero de 1973 y julio de 1974, tal y como publicó Fuller, se produjeron un total de veinte apariciones de Don Repo y Bob Loft en aviones de la Eastern Airlines y de la TWA. Y todas presentaban dos detalles en común: los aviones implicados llevaban piezas del accidentado Vuelo 401 y todos sufrieron emergencias e incidentes durante los trayectos.
La situación se complicó aún más cuando todo se filtró a los medios de comunicación. El Vuelo 401 acabó convirtiéndose en portada de la revista Flight Security Foundation. Protagonizó un artículo en el que se daba cumplida cuenta de los incidentes acaecidos durante un vuelo Miami-México D.F., en el que el supuesto fantasma de Don Repo llegó a avisar de la existencia de un incendio a bordo, lo que evitó una tragedia durante el aterrizaje. Para impedir que la imagen de la empresa se viera dañada Eastern Airlines optó por tomar medidas drásticas.  Mercedes Ruiz recuerda que la incertidumbre se adueñó de los trabajadores cuando se les prohibió realizar declaraciones a periodistas.
La compañía quiso acallarlo todo, pero una de las chicas que trabajaban en el departamento de mantenimiento vio a Repo y reflejó el suceso en un informe. El asunto alcanzó tal magnitud que al final la Eastern mandó quitar todas las piezas del Vuelo 401 que habían sido reutilizadas. Durante el mes de junio de 1974 fueron desmontadas todas las piezas pertenecientes al Vuelo 401 de los aviones de Eastern Airlines, así como de los que habían sido alquilados o cedidos a otras compañías. Era la primera vez en la historia de la aeronáutica que se ejecutaba una operación de este calibre técnico y económico. A partir de esa fecha no se tiene constancia de aparición alguna.
Existe una imagen, un viejo testimonio para el recuerdo, que fue tomada minutos antes del despegue del Vuelo 401. Fue obtenida con la cámara fotográfica de la propia Mercedes, que, curiosamente, estaba guardada en la única maleta de la tripulación que no quedó destruida tras el impacto. “Llevaba la cámara en mi maleta –recuerda Ruiz al tiempo que deposita una oxidada Samsonite sobre la mesa–. Antes de partir decidí que nos hicieran una fotografía. Fue tomada por una de las chicas de reemplazo. Ella no quiso salir y en ella posamos exclusivamente las nueve azafatas que habíamos volado juntas durante el mes de diciembre. Les dije: `Vamos a hacernos la última foto´.” Y, en efecto, fue la última foto para todas ellas excepto para Mercedes Ruiz. Nadie podía sospechar que en aquella instantánea, hoy rescatada del olvido, quedaría inmortalizado el fatal destino de sus protagonistas.
Existe una imagen, un viejo testimonio para el recuerdo, que fue tomada minutos antes del despegue del Vuelo 401. Fue obtenida con la cámara fotográfica de la propia Mercedes, que, curiosamente, estaba guardada en la única maleta de la tripulación que no quedó destruida tras el impacto. “Llevaba la cámara en mi maleta –recuerda Ruiz al tiempo que deposita una oxidada Samsonite sobre la mesa–. Antes de partir decidí que nos hicieran una fotografía. Fue tomada por una de las chicas de reemplazo. Ella no quiso salir y en ella posamos exclusivamente las nueve azafatas que habíamos volado juntas durante el mes de diciembre. Les dije: `Vamos a hacernos la última foto´.” Y, en efecto, fue la última foto para todas ellas excepto para Mercedes Ruiz. Nadie podía sospechar que en aquella instantánea, hoy rescatada del olvido, quedaría inmortalizado el fatal destino de sus protagonistas.
Tripulación del vuelo 401
Las 9 azafatas del vuelo 401, sólo sobrevivió la primera de la derecha de la segunda fila, Mercedes Ruiz(wwwleiter.wordpress.com).

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