jueves, 7 de febrero de 2013

Cuatrogatos libros para niños y jóvenes



Inicio
Nosotros
Archivo
Blog
Enlaces
 -.
Ilustración de Alekos
Cajón de cuentos León Tolstoi
Bogotá: Panamericana, 1996

   
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  Tres cuentos para niños
León Tolstoi
  El león y el perrito
En un jardín zoológico de Londres se mostraban las fieras al público a cambio de dinero o de perros y gatos que servían para alimentarlas.
Un hombre que deseaba verlas y que no tenía dinero para pagar la entrada, atrapó al primer perrito callejero que encontró y lo llevó a la Casa de Fieras. Le dejaron pasar e inmediatamente echaron al perro a la jaula del león para que este se lo comiera. 
El perrito, asustado, se hizo un ovillo en un rincón de la jaula y el león se acercó para olfatearlo. Entonces el perro se puso patas arriba y empezó a menear la cola.
El león lo tocó ligeramente con la garra y el perrito se levantó, se sentó sobre sus patas traseras y lo miró.
El león lo examinó, moviendo su enorme cabeza, y se alejó de él sin hacerle el menor daño. 
Al ver que el león no se comía al perrito, el guardián de la jaula le echó un pedazo de carne. El león apartó un trozo y se lo dio al perro.
Al llegar la noche, el león se echó en el suelo para dormir y el perro se acomodó a su lado, colocando su cabeza sobre la pata de la fiera.
A partir de entonces, los dos animales vivieron en la misma jaula. El león no le hacía ningún daño al perrito, dormía a su lado y, a veces, incluso jugaba con él.
Cierto día, un señor visitó la Casa de Fieras y reconoció al perrito, que se le había extraviado. Fue a pedirle al director que se lo devolvieran, pues ese animal era de su propiedad. Pero cuando trataron de sacarlo de la jaula para dárselo, el león se enfureció y no hubo forma de conseguirlo.
Así, el león y el perrito vivieron en la misma jaula durante un año entero.
Al cabo del año, el perro enfermó y murió.
El león no quiso comer, se puso triste y olfateaba al perrito, lo lamía y lo acariciaba con la pata.
Al comprender que su amigo había muerto, se enfureció, empezó a rugir y a mover la cola con rabia, tirándose contra los barrotes de la jaula, como si quisiera destrozarla.
Así se pasó todo el día. Luego se echó al lado del perrito y permaneció herido y quieto, sin permitir que nadie se llevara de la jaula el cuerpo sin vida de su amigo.
El guardíán creyó que el león olvidaría al perrito si le metía a otro en la jaula, y así lo hizo, pero, ante su asombro, vio como el león lo mataba en el acto y lo devoraba.
Luego, se echó nuevamente, abrazando al perrito muerto, y permaneció así durante cinco días. 
Al sexto día, el león también murió. 
 
El campesino y los pepinos
Una vez, un campesino fue a robar pepinos a una huerta. Mientras se deslizaba hacia el sembrado, pensaba: "Si consigo llevarme un saco entero de pepinos, los venderé y con ese dinero compraré una gallina. La gallina pondrá huevos, los empollará y nacerán muchos pollitos. Criaré los pollitos, los venderé y compraré una lechoncita. Cuando crezca, tendrá una buena cría. Venderé los lechoncitos y me compraré una yegua, que me dará potros. Los alimentaré, los venderé y después me compraré una casa y haré una huerta. Sembraré pepinos en ella, pero no permitiré que me los roben. Pondré unos guardias muy severos, para que me vigilen los pepinos. Y, de cuando en cuando, me daré una vueltecita por allí y les gritaré: '¡Eh, amigos, vigilen con más atención!'". 
Sin darse cuenta, el campesino se olvidó de que estaba en un huerto ajeno y dijo esas palabras en voz muy alta. Los guardianes de la huerta, al escuchar su llamada de atención, se abalanzaron sobre él y le dieron una buena paliza. 
 
El zar y la camisa
El zar estaba muy enfermo y dijo: "¡Daré la mitad de mi reino a quien me cure!". Entonces todos los sabios se reunieron para tratar de curarlo, pero ninguno supo cómo hacerlo. Uno de ellos, muy viejo, dijo cómo el zar podía recuperar la salud: "Si se encuentra un hombre feliz sobre la tierra y le ponen su camisa al zar, este se curará".
El zar ordenó que buscaran a un hombre feliz por todo el mundo. Sus enviados recorrieron todos los países, pero no hallaron lo que buscaban. No había ni un solo hombre que estuviera contento con su vida. Uno era rico, pero enfermo; otro estaba sano, pero era pobre. Y el rico y sano, se quejaba de su mujer o de sus hijos. Todos deseaban algo más y no eran felices.
Un día, el hijo del zar pasó por delante de una pobre choza y oyó que en su interior alguien exclamaba: "Gracias a Dios he trabajado, he comido bien y ahora puedo acostarme a dormir. Soy feliz, ¿qué más puedo desear?"
El hijo del zar se llenó de alegría e inmediatamente ordenó que le trajeran la camisa de aquel hombre, para llevársela a su padre, y que le dieran a cambio de todo lo que quisiera.
Los servidores entraron a toda prisa en la choza del hombre feliz para quitarle la camisa, pero se sorprendieron al descubrir que el hombre era tan pobre, que ni siquiera una camisa tenía.
 
 
León Tolstoi (1828-1910) es uno de los grandes autores de la literatura rusa. Además de novelas como La guerra y la paz, Anna Karenina y Resurreción, publicó varios libros de lectura para niños. De ellos provienen estos relatos. para leer otras narraciones haga clic aquí
 -



Lev Nikoláyevich Tolstói , también conocido como León Tolstói (Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) fue un novelista ruso am




Lev Nikoláyevich Tolstói , también conocido como León Tolstói (Yasnaia Poliana, 1828 - Astapovo, 1910) fue un novelista ruso ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores de occidente y de la literatura mundial. Sus más obras son y Paz y Anna Karénina, y son tenidas como la cúspide del realismo. Sus ideas sobre la «no violencia activa», expresadas en como El Reino de Dios está en Vosotros tuvieron un profundo impacto en grandes personajes como Gandhi y Martin Luther King.

Estos cuentos los saque de un viejo librito y los tipee yo mismo asi que por lo menos comenten por el trabajo hecho


LA URRACA DISFRAZADA

La urraca, viendo con envidia lo bien tratadas que eran las palomas domésticas. Fué, pues, al molino y, en un descuido del molinero, se cubrió del molinero, se cubrió de harina, y de un vuelo se presentó en el palomar. Las palomas, creyéndola de su especie, la recibieron sin recelo. Se sentía feliz. Pero de pronto olvidó su papel y exhaló un graznido. Las palomas consternadas con aquel grito, tan poco semejante a un arrullo (el ruidito que hacen las palomas) , se lanzaron en grupo contra ella y la echaron de allí a picotazos.
Un tanto corrida, volvió entonces al lado de los suyos. Pero éstos, al verla enharinada, se horrorizaron. Que extraño bicho es ese? Fuera de aquí!!! Con un furioso coro de graznidos la expulsaron también.

EN EL PELIGRO
Iban dos amigos paseando por un bosque cuando, de pronto, apareció un oso que avanzaba hacia ellos.
Uno de los amigos fue el primero en verlo y, sin más dilación, echó a correr, encaramándose a un árbol y se disimuló entre la fronda.
Su compañero se quedó en el camino y, cuando finalmente advirtió el riesgo, no teniendo tiempo de otra cosa, se tendió en el suelo y permaneció inmóvil, fingiendose muerto.
El oso se le acercó pausadamente y se puse a olfatearlo. El contuvo su aliento, y el animal, creyendole muerto de veras,se alejó.
Cuando ya no hubo riesgo, bajó el otro del árbol.
-Qué te decia el oso al oido?- preguntó riendo a su compañero.
-Me decía que es un cobarde el que abandona a un amigo en el peligro.

EL MONO Y EL GUISANTE

Un mono tenía varias guisantes (arvejas). Se le cayó uno. Quiso recogerlo y, al intentarlo, se le cayeron veinte más.
Buscándolos y apañandolos diseminó el resto.
Entonces se enfadó, pisoteó todos los guisantes y se fué.

LOS DOS COMERCIANTES

Un comerciante en hierros, al ir a emprender un largo viaje dejó sus mercancías en casa de un comerciante rico para que se las guardara.
Cuando volvió del viaje se fué a casa de su amigo a recoger las mercancías cuya guarda le había encomendado. Pero, con gran sorpresa suya, el otro dijo al verle:
-Tus mercancías se han estropeado. Nada tengo que entregarte.
-¡Cómo!
-Sí, las dejé en el desván y los ratones han roído el hierro. Si no quieres creerme puedes subir a verlo tú mismo.
El comerciante pobre no discutió y dijo sencillamente:
-Puesto que tú lo afirmas es bastante. No hace falta mirar. Desde hoy ya sé que los ratones comen hierro. Adiós.
Y se fué.
Ya en la calle vió a un niño, hijo del comerciante rico, que estaba jugando. Le acarició, le cogió en sus brazos, y se lo llevo a su casa.
Al día siguiente el comerciante rico fué a ver al pobre y le contó la desgracia que le agobiaba: le habían robado a su pequeño hijo y pedía consejo a su amigo para poder encontrarlo.
Ayer-repuso el comerciante pobre,-cuando salía de tu casa, vi justamente cómo un gavilán se apoderaba de un niño y se lo llevaba por los aires. Sin duda era tu hijo.
-¿Quieres burlarte de mí?- exclamo el rico lleno de cólera. ¿Cuándo se ha visto que un gavilán se lleve a un niño por los aires?
-No, no me burlo. Poco puede extrañar que un gavilán robe a un niño, en estos tiempos en que los ratones comen hierro. Todo puede suceder...
Reflexionó entonces el rico.
-Tu hierro- dijo al fin- no lo comieron los ratones. Yo lo vendí. Daría el doble de su precio por que el gavilán no se hubiese llevado a mi hijo.
-Yo puedo, en cambio, hacer que recobres a tu hijo, ya que los ratones no se han comido el hierro.
Y se fue a llamar al niño.
LA URRACA DISFRAZADA

La urraca, viendo con envidia lo bien tratadas que eran las palomas domésticas. Fué, pues, al molino y, en un descuido del molinero, se cubrió del molinero, se cubrió de harina, y de un vuelo se presentó en el palomar. Las palomas, creyéndola de su especie, la recibieron sin recelo. Se sentía feliz. Pero de pronto olvidó su papel y exhaló un graznido. Las palomas consternadas con aquel grito, tan poco semejante a un arrullo (el ruidito que hacen las palomas) , se lanzaron en grupo contra ella y la echaron de allí a picotazos.
Un tanto corrida, volvió entonces al lado de los suyos. Pero éstos, al verla enharinada, se horrorizaron. Que extraño bicho es ese? Fuera de aquí!!! Con un furioso coro de graznidos la expulsaron también.

EN EL PELIGRO
Iban dos amigos paseando por un bosque cuando, de pronto, apareció un oso que avanzaba hacia ellos.
Uno de los amigos fue el primero en verlo y, sin más dilación, echó a correr, encaramándose a un árbol y se disimuló entre la fronda.
Su compañero se quedó en el camino y, cuando finalmente advirtió el riesgo, no teniendo tiempo de otra cosa, se tendió en el suelo y permaneció inmóvil, fingiendose muerto.
El oso se le acercó pausadamente y se puse a olfatearlo. El contuvo su aliento, y el animal, creyendole muerto de veras,se alejó.
Cuando ya no hubo riesgo, bajó el otro del árbol.
-Qué te decia el oso al oido?- preguntó riendo a su compañero.
-Me decía que es un cobarde el que abandona a un amigo en el peligro.

EL MONO Y EL GUISANTE

Un mono tenía varias guisantes (arvejas). Se le cayó uno. Quiso recogerlo y, al intentarlo, se le cayeron veinte más.
Buscándolos y apañandolos diseminó el resto.
Entonces se enfadó, pisoteó todos los guisantes y se fué.

LOS DOS COMERCIANTES

Un comerciante en hierros, al ir a emprender un largo viaje dejó sus mercancías en casa de un comerciante rico para que se las guardara.
Cuando volvió del viaje se fué a casa de su amigo a recoger las mercancías cuya guarda le había encomendado. Pero, con gran sorpresa suya, el otro dijo al verle:
-Tus mercancías se han estropeado. Nada tengo que entregarte.
-¡Cómo!
-Sí, las dejé en el desván y los ratones han roído el hierro. Si no quieres creerme puedes subir a verlo tú mismo.
El comerciante pobre no discutió y dijo sencillamente:
-Puesto que tú lo afirmas es bastante. No hace falta mirar. Desde hoy ya sé que los ratones comen hierro. Adiós.
Y se fué.
Ya en la calle vió a un niño, hijo del comerciante rico, que estaba jugando. Le acarició, le cogió en sus brazos, y se lo llevo a su casa.
Al día siguiente el comerciante rico fué a ver al pobre y le contó la desgracia que le agobiaba: le habían robado a su pequeño hijo y pedía consejo a su amigo para poder encontrarlo.
Ayer-repuso el comerciante pobre,-cuando salía de tu casa, vi justamente cómo un gavilán se apoderaba de un niño y se lo llevaba por los aires. Sin duda era tu hijo.
-¿Quieres burlarte de mí?- exclamo el rico lleno de cólera. ¿Cuándo se ha visto que un gavilán se lleve a un niño por los aires?
-No, no me burlo. Poco puede extrañar que un gavilán robe a un niño, en estos tiempos en que los ratones comen hierro. Todo puede suceder...
Reflexionó entonces el rico.
-Tu hierro- dijo al fin- no lo comieron los ratones. Yo lo vendí. Daría el doble de su precio por que el gavilán no se hubiese llevado a mi hijo.
-Yo puedo, en cambio, hacer que recobres a tu hijo, ya que los ratones no se han comido el hierro.
Y se fue a llamar al niño.
correocuatrogatos@gmail.com / Miami, Florida, Estados Unidos

1 comentario:

  1. Gracias por la recomendación y enhorabuena por el blog, es estupendo! Para mi no hay nada como leer un cuento con tus hijos. Para comprarlo recomiendo la oferta de Everest Directo. Si alguien quiere aprovechar es esta! http://bit.ly/everestdirecto Un saludo.

    ResponderEliminar