Joaquín Melendo
Pomareta
(Colaborador
del Centro de Estudios Bilbilitanos.
Institución
Fernando el Católico-CSIC)
La
crítica especializada y algunos investigadores venían sosteniendo que tras el
apócrifo Avellaneda se escondía el aragonés Gerónimo de Pasamonte. Sin embargo,
ninguno había conseguido demostrar su vuelta de Nápoles a España tras el año
1605, ni lo más fundamental: si seguía vivo en los años posteriores.
Y aunque
el mismo Passamonte nos cuenta los votos que hace en su juventud de hacerse
monje bernardo y posteriormente su intención de hacerse fraile o clérigo, la
mayoría de los estudiosos sospechaban que Avellaneda pudiera haber sido un
fraile dominico, pero nadie se imaginaba que pudiera ser un fraile
cisterciense. Y así, nada más comenzar el apócrifo, aunque no haya trascendido
mucho para la crítica, Don Quijote exalta la vida de San Bernardo ante Sancho:
“Siéntate,
y leerte he la vida del santo que hoy, a veinte de agosto, celebra la Iglesia,
que es San Bernardo”. Y una vez que hubo terminado de leer siguió
diciendo Don Quijote: “¿Qué te parece, Sancho? ¿Has leído
santo que más aficionado fuese a Nuestra Señora que éste? ¿Más devoto en
la oración, más tierno en las lágrimas y más humilde en obras y
palabras?” Y el propio Sancho muestra su admiración hacia San Bernardo y
lo quiere “tomar por devoto de aquí adelante” (Avellaneda, cap. I).
Y realmente esta cita no tendría mucha importancia si no nos estuviera
descubriendo un aspecto religioso de Avellaneda, es decir, de Passamonte, al
cual encontramos en estas fechas (1605-1614) como monje cisterciense del
Monasterio de Santa María de Piedra. Y sabido es que San Bernardo fue fundador
del Cister. Por otra parte los cistercienses dedicaban la mayoría de sus
conventos e iglesias a la Virgen María o a Santa María, de la que eran
especialmente devotos. No es extraño pues que Passamonte sienta especial
predilección por la Virgen María del Rosario, advocación que existía en todas
las iglesias cistercienses, muy en boga desde mediados del siglo XVI y que
alcanza su mayor apogeo en el siglo XVII. Y Sancho en el Quijote apócrifo se siente especialmente atraído por esta
advocación, devoción muy arraigada entre el pueblo llano, como ya señalara
Valbuena (1982, 102).
Pero
también Cervantes conocía las inclinaciones religiosas de Passamonte y el
ingreso de éste como monje, y así hace decir a Sancho: “...más vale ser
humilde frailecito, de cualquier orden que sea, que valiente y andante
caballero...” Y responde don Quijote diciendo: “...pero no todos
podemos ser frailes...”
(Cervantes, Quijote, II,
capítulo VIII).
Un
antecedente del Passamonte fraile nos lo ofrece también un discípulo de
Marcelino Menéndez y Pelayo, quien al publicar un estudio sobre la vida y
pensamiento de su maestro, explica cómo éste, en su viaje a Nápoles, encontró
dos manuscritos en la Biblioteca Nacional:
“...dos
curiosas autobiografías, manuscritas también, del siglo XVI: una de D. Alonso
Enríquez de Guzmán; otra de un fray Gerónimo de Passamonte, que anduvo cautivo
en Berbería y cuenta en su libro famosas historias de hechicerías, de las
cuales fue víctima el autor en Italia y en España” (Bonilla, 1915, 27).
Aunque
la relación entre Passamonte y el Cister no aparece documentada hasta el año
2001, en que yo mismo ponía al descubierto dos nuevos documentos (Melendo,
2001, 2002). En un documento de 1601 aparece un listado de todos los monjes que
formaban parte del Capítulo de Piedra, siendo abad Fray Pedro Luzón, primo
hermano de Pasamonte, que sería abad durante dos trienios, entre 1600-1603 y
1603-1606, apareciendo casi al final un Fray Gerónimo Passamonte.
Extracto del listado de los monjes que formaban el
capítulo de Piedra el 8-IX-1601
(Archivo Histórico Nacional. Clero, Piedra. Libro
18650, fol. 165v).
En la sexta línea del documento aparece Fray Gerónimo
Pasamonte.
Ahora bien, el documento especifica, tras el listado de los monjes,
que hay algunos ausentes, aunque no cita si Fray Gerónimo era uno de ellos:
“...Fray Gerónimo Pasamonte, Fray Malachías Domínguez, Fray
Eugenio Romero, Fray Anselmo Casado y Fray Domingo Escolano, monges del dicho
convento y monesterio de Piedra, et de sí nos todo el dicho capítulo y convento
del dicho monesterio capitulantes, capitulo hazientes, tenientes y
repressentantes, los presentes por
nosotros y por los absentes y advenideros, en nombre y voz del dicho
capítulo...”[1].
El segundo documento, datado
cronológicamente entre 1622-1626, trata de un libro donde se recogían por parte
del Monasterio, en este caso de su alcaide, las variaciones producidas en unas
fincas o quiñones que Piedra poseía en Carenas; el documento no viene datado
pero sí firmado y con un texto manuscrito de “Fray Gerónimo Passamonte,
alcayde”, en la época en que fue nombrado por el Monasterio de Piedra
alcaide de Carenas, a cuyo dominio pertenecía esta villa[2].
Recordamos que entre 1620-1624 era abad de Piedra Fray Malaquías Passamonte, de
su misma familia y sobrino de Gerónimo.
Parágrafo manuscrito de Fray Gerónimo Pasamonte, Alcayde
de la villa de Carenas, datado entre 1622-1626. (AHN. Clero, Piedra. Libro,
18642, fol. 3).
Y ya en
mis artículos significaba (Melendo, 2001, 15) la similitud de esta firma con
las de Passamonte en su Vida,
característica que ponía en evidencia que era la firma de una misma persona.
Aunque Riquer (2003, 428) y posteriormente Frago (2005,38) han puesto en duda
que se trate del mismo personaje y consideran que pueden ser dos personas con
el mismo nombre, seguramente parientes.
Sin
embargo, es posible que Passamonte tratase de su ingreso como monje de Piedra
ya desde su anterior visita a España, entre 1593-1595, y que tuviese la
intención de incorporarse a la comunidad cisterciense. Por otra parte, aunque
el nombre de pila y el apellido abundan en la zona, todos son relativos a la
misma familia, originaria de la localidad de Ibdes. Conviene señalar que Fray
Malaquías Passamonte fue abad de Piedra entre 1620-1624 y entre 1648-1652, y
que era sobrino de Gerónimo de Passamonte[3].
A este respecto Martín Jiménez (2005, 38 y 2005a, 9) ha aplicado a su
investigación un sistema deductivo, llevando a expertos calígrafos las firmas,
para establecer comparaciones:
“...he
conocido la opinión sobre las mencionadas firmas de expertos en paleografía y
caligrafía de la época. Quedo muy reconocido a Irene Ruiz Albi, profesora de
Paleografía y Diplomática de la Universidad de Valladolid, y a José Manuel Ruiz
Asencio, catedrático de Paleografía y Diplomática de la misma universidad, por
la gentileza que han tenido al examinar y comparar la firma de documento de
“Fray Gerónimo Pasamonte Alcayde” (realizada entre 1622 y 1626) y
las tres que aparecen en el manuscrito de la Vida de Pasamonte (una estampada al final del relato en 1603, y
otra dos en cada una de las dedicatorias iniciales en 1605). Ambos coinciden en
que todas las firmas seguramente fueron escritas por la misma mano. A juicio de
José Manuel Ruiz Asencio, y a pesar del tiempo que las separa, hay entre ellas
varias coincidencias que permiten pensar razonablemente que pertenecen a la
misma persona” (Martín, 2005, 38, nota).
Y si
presuponemos que Gerónimo de Passamonte volvió de Nápoles en 1605, sabemos
ahora que ingresó como monje cisterciense en el Monasterio de Santa María de
Piedra, ejerciendo allí diversos cargos. Por su parte el documento de 1601 no
niega ninguna evidencia, lo único que nos está diciendo es que Passamonte había
ingresado como monje, estuviera o no en España. Y es muy significativo que por
estas fechas fuese abad de Piedra su primo hermano Fray Pedro Luzón Pasamonte
(1600-1603) (1603-1606), en cuyos años desempeñó este cargo. Es decir,
Passamonte podría estar incluido entre los monjes de Piedra en 1601 sin estar
presente, como reconoce el documento, y volver a Piedra en 1605, con el permiso
del abad, que a la sazón era su primo hermano y dentro de su mandato abacial.
Los listados que se conocen
sobre los abades de Piedra no son nada fiables[4].
Aldea, que recoge el abadologio de Finestres, nos da las fechas de abadiado de
Pedro Luzón entre 1597-1600 y entre 1603-1606. Sin embargo, un documento de
Piedra de 22 de julio de 1600[5]
dice que Fray Pedro Luzón era abad reelecto, es decir, que había sido abad con
anterioridad. Sabemos por documentos consultados que Pedro Luzón Passamonte fue
abad en 1600 y en 1601, luego su mandato debe corresponder al trienio de
1600-1603. Pero como nos consta que Fray Pedro Luzón era reelecto, hay que
echar la vista atrás. Así, sabemos que en el trienio 1597-1600 fue abad Agustín
Naharro, pues lo tenemos documentado como abad en 1599[6].
Luego la deducción es clara: Fray Pedro Luzón fue abad por primera vez en el
trienio de 1594-1597. Y así nos lo confirma la existencia de un quinto
abadologio (Barbastro, 2005, 65), titulado “Series dominorum abbatum huius regalis monasterii Beatae Mariae de
Petra ab Alphonso II aragonum rege fundati anno MCXCIV”: Pedro Luzón
(1594-1597), Agustín Naharro (1597-1600), Pedro Luzón (1600-1603 y 1603-1606).
Luego entre 1593-1595, cuando Passamonte habla con el abad de Piedra, en
realidad está hablando con su primo hermano. Y si esta reunión existió, como se
deduce de su autobiografía, es presumible que Passamonte pudiese haber
arreglado y acordado, con su primo hermano, su incorporación como monje de
Piedra. La única duda que puede plantearnos es la que nos cuenta el propio
Passamonte en su Vida, pues, aunque
nos dice que “El abad deste monasterio me tuvo allí algunos días con
mucho regalo a su mesa...”, acaba sin citar el nombre del abad, si bien
el eludir los nombres parezca una constante de sus escritos. Así tenemos la
aportación documental más importante de las realizadas en los últimos años,
pues estos indicios abren una nueva vía de investigación y por primera vez
ponen de manifiesto que Gerónimo de Passamonte sí pudo ser Avellaneda, cosa que
con anterioridad era mera especulación, sobre todo si no hubiésemos tenido
datos de su vuelta a España.
Y la
relación de Passamonte con el Cister y Piedra viene a explicarnos la cuestión
de dónde, cómo y cuándo fue escrito el libro. Hasta el momento presente hemos
ido aportando datos que inducen a pensar que el libro fue escrito en Piedra o
en sus cercanías, si bien es cierto que, por el momento, hay que pensar que
este libro se forjó en la inmensa biblioteca del Monasterio de Piedra,
considerada como una de las más grandes de las existentes en España durante el
siglo XVII. Además, no firmar con su verdadero nombre era comprensible si
tenemos en cuenta que Pasamonte, al entrar como monje, no podía usar su propio
nombre, porque ponía en peligro su juramento de religioso y a la propia
comunidad con la que convivía.
Recordemos
al respecto que había dos clases de frailes: los llamados “frays” o
“monjes” y los llamados “hermanos” o
“donados”, que alcanzaban este grado tras donar todos sus bienes al
Monasterio, momento en el que éste los admitía como familiares suyos y
alcanzaban el grado de donados. Ambos, “frailes y donados”, debían
jurar los votos de la orden: pobreza, castidad y obediencia, ante la presencia
del Abad de Piedra. Y es presumible que la propia comunidad religiosa pusiese a
su servicio, por la mala vista que poseía, a un estudiante de los muchos que
solía haber en el Monasterio, que iría escribiendo los pensamientos de
Passamonte. Por otra parte, dado que su familia había contribuido con numerosas
donaciones al Monasterio, es presumible que muy pocos monjes, salvo
excepciones, conocieran que estaba escribiendo una novela. Entre las
excepciones estarían el abad y gente muy allegada, como mancebos escribientes,
que seguramente realizarían las copias manuscritas que circularon antes de su
publicación. El círculo se agrandaría al entrar en juego el abad de Poblet y
algún que otro monje de dicho monasterio. En cuanto a la fecha, el 18 de abril
de 1614 el Quijote de Avellaneda
superaba la censura, y el 4 de julio de 1614, en el arzobispado de Tarragona,
se le otorgaba la licencia para la impresión. Probablemente a través de la vía
Piedra-Poblet, ambos monasterios cistercienses, ya que Piedra era filial e
hijuela de Poblet (Melendo, 2002, 11), al haber sido fundado por trece monjes
procedentes de Poblet.
El diminutivo de Argamesilla identificado.
Si
Cervantes había localizado su novela en Argamasilla, Avellaneda localizara
también su novela “...en la noble villa del Argamesilla...”, a la que posteriormente calificará de
lugar, lugarejo, etc. Y si bien se pensó que el cambio de Argamasilla por Argamesilla se debía a un descuido del
autor o acaso del editor, la constante frecuencia con la que aparece el
topónimo en la obra apócrifa, 24 veces, nos está dando a entender que tiene una
importancia mayor de la que hasta ahora se le había concedido, pues seguramente
nos está diciendo el lugar de nacimiento de su autor. Y el cambio no puede ser
atribuible a un error o producto de una mala interpretación, sino que está
íntimamente relacionado con la autoría del Quijote
apócrifo.
Este
cambio en el topónimo del apócrifo es muy significativo y ya ha sido advertido
por Frago (2005, 118-119), quien dice que con Argamesilla Avellaneda está
aludiendo a su patria, Ibdes, y al río Mesa, aunque el río Mesa no se refiere
sólo a la población de Ibdes, sino a otras del mismo valle que todavía
alcanzarán más protagonismo.
A
principios del siglo XVII, los Diputados del Reino de Aragón encargaron a Juan
Bautista Labaña (h. 1550-1624) la confección de un mapa sobre Aragón (Hernando,
1996). El mapa fue entregado en 1615 e impreso en 1620, y bastantes más veces
con posterioridad, hasta ser modificado por Tomás de Lezaún en 1777. El mapa de
Labaña fue la base de todos los mapas de la zona y el único realizado con
conocimientos de cartografía o reconocimiento directo del terreno. Pues bien,
en el mapa aparece el río Piedra como afluente del Mesa, que a su vez desemboca
en el río Jalón. Y es que el Mesa en varias épocas desembocaba en el Jalón,
mientras que más tardíamente será el Mesa el que desemboque en el Piedra y éste
en el Jalón. Es decir, que no siempre el Piedra desembocó en el Jalón, como
sucede actualmente, y Labaña nos da una noticia directa de ello en la
realización de su mapa.
Somet (Somer) y el río Mesa, en la copia del mapa de
Labaña,
por Enrique Hondius (Amsterdam, h. 1633)
Pero
lo realmente asombroso es que Avellaneda funda su trama en este lugar llamado Argamesilla, que verdaderamente puede
estar haciendo referencia al diminutivo del río Mesa. No debe desconocerse que
Arga es un río aragonés y Mesilla el diminutivo de Mesa, luego Argamesilla se leería “Río
Mesa”. Aunque también “Arga” se podría corresponder con las
letras iniciales de Arag-ón, mal
colocadas o en diferente orden. No debemos olvidar lo dados que eran a los
juegos de palabras o léxico-semánticos en esta época. Aunque Avellaneda es más
preciso al citar Argamesilla, pues
nos está hablando de la población donde había nacido. Y Frago (2005, 119)
supone que “la combinación de piedra
(río Piedra) y masa (por el río Mesa)
de alguna manera podría evocar el significado de argamasa, base léxica de Argamasilla.”
No va desencaminado Frago, pues ambos ríos se funden en uno sólo al hablar de
la sesma o río de Ibdes, que estaba formada por los ríos Mesa, Piedra, Ortiz y
otras poblaciones.
Hasta
ahora, efectivamente, no había sido tenido en cuenta por la crítica que el río
Mesa simultaneó dos nombres hasta los inicios del siglo XVII: el de río Ibdes y
el de río Mesa. El “río de Ibdes o Ybides” pervive prácticamente
hasta principios del siglo XVII, momento en que empieza a compaginarse con el
de río Mesa, haciendo sin duda referencia a los “Señores de Molina y
Mesa” y al “Señorío del Mesa”, formado por poblaciones que
hasta el siglo XV habían pertenecido a Aragón y a la Comunidad de Calatayud y
que a mediados del siglo XV pasaron a pertenecer al Señorío de Molina, pasando
por tanto a ser castellanas. Recordemos a este respecto que en 1254 las aldeas
de Calatayud se separaron de la villa y dieron origen a la Comunidad de Aldeas
de Calatayud[7], lo
que supone un cambio espacial del territorio, tanto fiscal como
administrativamente. Los límites de la Comunidad de Calatayud vienen marcados
por el Fuero de Calatayud de 1131 (Algora y Arranz, 1982), concedido por
Alfonso I, rey de Aragón y Pamplona, aunque para atender a la repoblación
muchos de estos lugares son concedidos a órdenes religiosas o a señores,
pasando a convertirse muchos de estos pueblos en lugares de señorío. La
Comunidad de Aldeas de Calatayud se dividió para gobernarse en distritos
administrativos llamados “sesmas” o “ríos”. Al frente
de ella estaba un Procurador General, mientras un regidor o diputado gobernaba
cada río, al frente de los cuales estaba un notario, para levantar actas,
además de merinos, etc. Las reuniones de la Comunidad se llamaron plegas. La
Comunidad de Aldeas se dividió en seis sesmas: una de ellas la del río Ibdes,
compuesta por los ríos Mesa, Piedra y Ortiz. Ya en diciembre de 1332, el abad
de Piedra Fray Domingo Bonet dio a treudo heredades en Somet a varios vecinos
de Nuévalos, lo que aparece testificado por Domingo Bueno, de Somet, notario de
la sesma del río de Ibdes[8].
Conocemos investigas de las sesmas en los años 1606, 1654-55 y 1673-74 (Corral
y Sánchez-Usón, 1983, 29-37). La sesma del río de Ibdes estaba integrada por
las poblaciones de Munébrega, Alarba, Castejón de Alarba, Acered, Cubel,
Pardos, Abanto, Monterde, Cimballa, Jaraba e Ibdes. Y con anterioridad había
formado parte de ella la población de Somet, desaparecida como tal en 1461.
Una
Sentencia Arbitral dada entre 1678-1682 obligaba al Monasterio de Piedra a
tratar bien al lugar de Munébrega, ya que los árbitros o jueces temían que las
disputas sostenidas entre ambos, por la Pardina de Somet, fuesen de nuevo causa
de litigio:
“El Monafterio, como Señor de las Salinas llamadas
del Monte, deve dar en cada vn año al Concejo, y vezinos de Munébrega la
porción de fal que les correfpondiere, fegún el repartimiento que fe hiziere en
cada vn año entre los Lugares del Río de Ibdes, en la mefma forma, y por el
mefmo precio que fe da, reparte, y vende a los vezinos de dichos Lugares. Y no
puede permutar con fu Magestad dichas Salinas por las Pardinas de Somed, y
Llumes, entretanto que los Concejos de Ibdes, y Munébrega mantengan al
Monafterio, y fu Villa de Carenas...”[9].
Entre
los hombres de las Aldeas de Calatayud era conocido como “río
Ibdes” en el siglo XVII, y todavía en el XVIII, concretamente en el año
1739 (Aranaz, 1992, 17-21), seguía llamándose igual, y se seguía hablando del
diputado del río Ibdes. Este dato aparentemente intrascendente nos hace ver el
origen del autor, al señalar directamente a Ibdes. El río se llamó desde el
siglo XII hasta inicios del siglo XVIII río de Ibdes, aludiendo sin duda a la
población más populosa por donde pasaba (Melendo, 2005, 110). A partir del
siglo XVII y hasta la actualidad se llama río Mesa, haciendo relación al
extinto Señorío del Mesa, que había pertenecido a Aragón hasta 1454. Incluso en
el siglo XVII, época en que se escribe el apócrifo, el río era conocido
indistintamente por los dos nombres, Ibdes y Mesa. Así, Argamesilla se convierte en el topónimo encubierto de Ibdes.
Los itinerarios en el Quijote de Avellaneda.
Cuando
sitúa a sus personajes en Aragón, Avellaneda conoce perfectamente el itinerario
que describe. Nuestros personajes entran en Aragón por Ariza, donde el autor
parece conocer el lugar. Continúa luego hacia Ateca, donde se produce un cambio
sustancial, pues Avellaneda consigue adentrarnos en su historia. Allí sitúa la
aventura del morisco melonero, justo cuando nuestros dos protagonistas, Don
Quijote y Sancho, van a hacer su entrada en Ateca. Hay que decir que el término
municipal de Castejón de las Armas, que no se cita en el apócrifo, penetra por el
oeste hasta las cercanías de Ateca. En el siglo XVII corrió muy en boga un
romance en esta comarca, el Romance del Guitón (Melendo, 1994, 6-7), que dice:
“El guitón es el guitón/ he de correr la vendema/ empezar por Aguaron/
terminar por Cariñena./ En Calatayud lechugas/ en Terrer las espinacas,/ en
Ateca la manteca/ y en Castejón el melón...”. Y el romance continúa así
citando la mayor parte de los pueblos y lugares de la comarca de Calatayud. Por
los aspectos históricos que contiene en sus estrofas, supongo que el romance es
de finales del siglo XVII. Ahora bien, hay estrofas que parecen estar
recompuestas, con lo cual es muy probable que el romance circulase ya de boca
en boca a inicios del siglo XVII e incluso antes. En la recopilación utilicé
varias fuentes, aunque en la actualidad conozco 23 adaptaciones diferentes del
Romance, recogidas en 16 poblaciones distintas, y todavía el círculo no está
cerrado.
Y sin
parar en Calatayud, don Quijote sigue su ruta hasta Zaragoza, que es descrita
perfectamente, señal preclara de la estancia del autor en esta ciudad, y allí
transcurren los capítulos VIII hasta el XIII, dando detalles de la ciudad. De
vuelta de Zaragoza a Madrid, de nuevo nuestros personajes paran en Ateca, por
la que el autor parece sentir predilección, y se detienen en casa de mosen
Valentín, que les agasaja amablemente.
Recientemente,
Pérez López (2005, 26-34) ha incidido sobre el ámbito espacial o geográfico
utilizado en el apócrifo, entre Ateca y Sigüenza, donde suceden la mayoría de
los episodios aragoneses de la obra (Pérez, 2005, 27). Nos hace ver este autor,
en un acierto indudable, cómo en el viaje de vuelta de Zaragoza, llegan Don
Quijote, Sancho, el ermitaño y el soldado a Ateca y parten hacia Madrid, pero
no llegan, como en el viaje de ida, a Ariza, ya que no se menciona, y esto
porque su itinerario ha cambiado, mostrándonos Avellaneda una nueva ruta al
utilizar un camino alternativo. Y si existió una ruta alternativa al camino principal,
debió ser alguna de las propuestas más abajo. Es más, en la zona o franja entre
Ateca-Ariza, había tres rutas principales:
A) La
que desde Calatayud asciende Jalón arriba hasta Sigüenza, pasando por Ateca,
Alhama, Ariza y Medinaceli. Es la utilizada por Avellaneda en el viaje de ida
de don Quijote a Zaragoza, citando su paso por Ariza y Ateca.
B) Otra es la que sigue la antigua
calzada romana, que desde Ateca, asciende por el valle del río Mesa (ahora
Piedra), desviándose por el Barranco Valdaroque, entre Carenas y Castejón de
las Armas, y allí asciende por Santorcal (despoblado en el término de
Castejón), Godojos, Cetina, Sisamón, etc. Era una vía salpicada de ventas.
C) Una tercera vía o camino real seguía
el curso del río Mesa, ascendiendo por Castejón, Carenas y Somet[10],
donde el camino real se bifurcaba en dos, siguiendo una ruta el río Piedra
hacia Cocos, Nuévalos y el Monasterio de Piedra y otra ruta por el río Mesa
hacia Ibdes y Jaraba; y en dirección opuesta ambas enlazaban en Somet, dejando
Carenas a mano izquierda, e iba por Valtorres hacia Calatayud, siguiendo el
antiguo camino califal, mandado construir por Abderrahmán III, allá por el
siglo X, para unir Calatayud, Somet y Medinaceli, tres enclaves militares y
estratégicos en la frontera Superior de Al-Andalus, contra los reinos cristianos
del norte peninsular.
Mapa de caminos reales, zona de Ateca, en el siglo
XVII (en negro).
Itinerario seguido en el Quijote de Avellaneda (en rojo)
Si bien el eje principal era el camino real de Ateca-Ariza-Sigüenza,
esta zona estaba muy bien comunicada, y existía una compleja red de caminos
reales, como sucedería en otras comarcas de Aragón. La documentación sobre esta
zona no deja lugar a dudas sobre la existencia de varios caminos reales. Dice
un documento de 1680: “...Hasta llegar al camino real, que van los de
Ibdes a Calatayud”[11].
O este otro: “La Granja, llamada de Somed (...) se echó el primer mojón
en la esquina alta de dicha plaza, que está azia el camino real; y prosiguiendo
por la orma que conserva dicho camino real...”[12].
Además, desde remota antigüedad las márgenes de los ríos eran llamadas
“reales”, porque por ellas iban los caminos reales que unían las
diferentes poblaciones. No es extraño que Avellaneda lleve a sus personajes por
la zona que mejor conoce, por el valle del Argamesilla, río Ibdes o río Mesa,
que ascendía desde Ateca hacia Ibdes, de donde Passamonte era oriundo.
Los canónigos del Santo Sepulcro y
Nuévalos.
La ruta
alternativa planteada por Pérez (2005) ha venido a modificar de alguna manera
el trazado que siempre se había propuesto entre Ateca y Ariza, y ello ha
permitido ensamblar y conectar una serie de datos históricos que planteaba el Quijote apócrifo e incluso descubrir
dónde estaba ubicada la famosa fuente que aparece en dicha obra. El
planteamiento seguido por este autor (Pérez, 2005) es muy realista, pues
nuestros cuatro personajes se apartan del camino y, apenas andadas tres leguas,
uno de ellos dice lo siguiente: “...lo que podríamos y aun debríamos
hacer, es irnos a sestear hasta las tres o cuatro de la tarde allí donde se ven
apartados del camino aquellos frescos sauces, que hay una hermosa fuente al pie
dellos, si bien me acuerdo...” (Avellaneda, capítulo XIV)
Y es en esta
sauceda donde se encuentran con dos canónigos del Santo Sepulcro de Calatayud y
un jurado de la misma ciudad, que van hacia Calatayud en dirección contraria a
la que nuestros personajes llevan. Algunos autores hacen hincapié en que la
cita de los dos canónigos y un jurado hace referencia a la reconstrucción de la
colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud (Sánchez y Centellas, 2005, 13), que
tuvo lugar entre 1605 y 1613. Sin embargo, existe un trasfondo familiar, debido
a que los Luzón y los Passamonte sostuvieron varios procesos judiciales contra
la ciudad de Calatayud y contra personajes vinculados a la Inquisición de
Aragón, ciudadanos de Calatayud, como los priores de la Peña y del Sepulcro.
Passamonte era conocedor y consciente del conflicto que había enfrentado a sus
familiares contra la ciudad de Calatayud, y por eso obvió Calatayud en el apócrifo,
que sólo es citada indirectamente. De hecho, los protagonistas del apócrifo se
dirigen directamente de Ateca a Zaragoza (viaje de ida) y de Zaragoza a Ateca
(viaje de vuelta), evitando la parada en Calatayud. Además, refuerza esta
opinión su simpatía por Ateca, pueblo del que descendían los Luzón y lugar que
les apoyará incondicionalmente en el litigio sostenido contra los de Calatayud.
Luego no es lógico pensar que, en el apócrifo, si fue escrito por Gerónimo de
Passamonte, cuando se cita a los canónigos del Sepulcro se esté citando a la
Iglesia del Sepulcro. Lo normal es que Passamonte, como ya hiciera con la
iglesia de Ibdes, obvie su nombre, y que, por lo tanto, esta referencia a los
canónigos del Sepulcro haga alusión a un lugar perteneciente a la misma Orden,
en un intento de Passamonte por localizar la trama de la novela, aunque sin
descubrirla realmente. Este dato nos permite situar la acción, pues, entre
Ateca y Ariza, el único lugar perteneciente a la Orden del Santo Sepulcro de
Calatayud era Nuévalos. Es decir, los canónigos regresaban a Calatayud desde
Nuévalos, utilizando la vía tercera, o camino real, que hemos propuesto más
arriba. Nuévalos perteneció al Sepulcro desde el siglo XII hasta el XIX, y era
regido por canónigos de Calatayud. La Encomienda de Nuévalos estuvo unida al
priorato de Calatayud, y uno de los títulos que ostentaba el Prior, máxima
autoridad en España del Santo Sepulcro de Calatayud, era el de Señor de la
Villa de Nuévalos, pues su encomienda sustentaba económicamente la mesa
prioral, aunque en Nuévalos el comendador mandaba en nombre del Prior.
El camino de Nuévalos a Calatayud
descendía hacía Cocos (granja perteneciente a Piedra); éste último camino
confluía con el de Somet (que bajaba por el valle del Mesa) en el Puente de
Piedra, y seguía hacia Calatayud, dejando Carenas a mano izquierda, mientras
que si se seguía hacia Carenas se terminaba en Ateca. La referencia de los
canónigos nos hace descartar las rutas primera y segunda por estar muy alejadas
del camino de vuelta a Calatayud. Por otra parte, las tres leguas nos permiten
situar el paraje en las cercanías de Somet, lugar desaparecido, actualmente
bajo las aguas del Pantano de la Tranquera, pero muy bien documentado en el
Archivo Histórico Nacional, por los numerosos bienes y propiedades que Piedra
poseía en su término municipal. A este respecto, nos dice un documento sobre la
mojonación de la Pardina de Somet en 1680: “y bajando dicho barranco de
Valverde, se llegó a los álamos de la Fuente de Valverde...” [13].
Existe una correspondencia entre esta fuente y la citada en el apócrifo, pues
no debemos olvidar que los álamos pertenecen a la familia de las salicáceas,
como los sauces, con iguales frutos y semillas. Se encontraba esta fuente a
medio camino entre Somet y Cocos (ambos despoblados), en la orilla derecha del
Río Piedra, actualmente término municipal de Carenas, y estaba situada a unos
15 kms. de Ateca. Obsérvese que, al referirse a esa fuente, Avellaneda dice
“si bien me acuerdo”, clara indicación del conocimiento de ese
lugar con anterioridad, es decir, un paraje que él ya había frecuentado
anteriormente en alguno de sus numerosos viajes al Monasterio de Piedra o
siendo monje cisterciense del mismo.
Si una legua son 5.572,7 mts., 3 leguas serían 16,71 kms.;
pero el problema no es tan sencillo, puesto que podrían ser leguas de posta, es
decir, las que señalizaban los caminos viarios, que estaban unidos con ventas,
postas y demás servicios, en cuyo caso serían leguas más cortas, pues una legua
de posta equivale a 4 kms., y 3 leguas a 12 kms., con lo cual las distancias se
reducirían considerablemente. Sin embargo, la distancia encaja perfectamente
con las leguas largas o de 5 kms., ya que de Ateca a Carenas hay 8 kms, de
Carenas a Somet 5 kms y de Somet a la sauceda 3 kms, que hacen unos 16 kms, lo
que encaja con la expresión “apenas andadas tres leguas”. La ruta
seguida es: Ateca, Castejón, Carenas, Puente de Piedra (cerca de Somet, donde
confluían los caminos), sauceda y fuente de Valverde.
El lugar, lugarcillo o lugarejo
innominado donde se inspiró Avellaneda para componer su obra: Somet.
Tras despedirse de los canónigos, don Quijote y sus compañeros
reanudan la marcha y llegan a un lugarcillo o lugar pequeño, a “dos
pequeñas leguas”, con dos alcaldes, mesón y una iglesia, con lo cual
queda invalidado que se trate del lugar de Ibdes, que era una población de
mayor entidad y regida por un Justicia y Jurados, como representantes del
Concejo (y Avellaneda demuestra en otros pasajes conocer las instituciones
aragonesas). La no mención del nombre nos indica que el autor del apócrifo no
puede citarlo, porque si nos dijera el nombre del lugar se rompería el
anonimato que intentaba mantener, y por ello podemos considerar que es un lugar
íntimamente relacionado con él.
Es decir, desde la Fuente de Valverde
había 3 kms hasta el cruce del Puente Piedra y otros 3 hasta Somet, que hacen
un total de 6 kms, con lo cual se convierten en más de una legua y menos de
dos, es decir dos pequeñas leguas (se ajustan a dos leguas de posta). La ruta
es: de la sauceda y fuente de Valverde hasta el Puente de Piedra y camino
principal hasta Somet. Es decir, el lugar está fuera de los itinerarios
habituales, a unas cinco leguas de Ateca (o menos) y se puede pasar por él para
ir a Sigüenza.
Cuando
Avellaneda menciona “los dos alcaldes del lugar”, el término alcaldes está fuera de contexto, pues
debería decir alcaides o alcaydes. Cabe la posibilidad que el
término “alcaldes” que figura en la edición princeps sea una corrección del copista o de los impresores
de la obra (Martín, 2005a, 23). En la época que nos movemos, finales del XVI e
inicios del XVII, el representante del Concejo en un lugar era el Justicia, que
es el equivalente al alcalde actual. Sí que existía alcaide o alcayde en los
pueblos de Señorío, pues estos eran designados por el Señor (es por ejemplo el
caso de Carenas, donde está perfectamente documentado el Justicia como
representante del Concejo y el Alcaide como representante del Señor, en este
caso el Monasterio de Piedra, cuyas competencias chocaban, aunque el Alcaide
estaba por encima del Justicia). Los alcaldes, como se conocen actualmente, no
existirían como tales hasta los Decretos de Nueva Planta de 1711, reinando
Felipe V, año en que se instaura el sistema de los corregimientos, dando lugar
a los alcaldes y regidores.
Sin
embargo, este nuevo dato nos permite identificar el lugar de los dos alcaldes
con Somet (actual término municipal de Carenas), único en toda la comarca de
Calatayud que estuvo regido por dos señores. Vemos que ya en 1414 Somet había
perdido el patronado o derecho de tener su iglesia hijos naturales del lugar
(por la falta de habitantes, se entiende) y le habían sucedido Ibdes y
Munébrega (Asso, 1798, 192). El 7 de octubre de 1459, Juan II de Aragón, por su
Cédula Real de Agregación, ordenó que las Pardinas o términos de pueblos
desaparecidos se uniesen o incorporasen a los pueblos más próximos (Asso, 1798,
192). Y el 4 de noviembre de 1461, el Baile del Reino de Aragón, Martín de
Lanuza, resolvió la incorporación de Somet a Ibdes y Munébrega. Y desde
entonces estos dos lugares tuvieron la jurisdicción sobre el término de Somet.
El Lumen Domus Petrae, libro cabreo que
consta de dos volúmenes, fue mandado hacer hacia 1683 por el Abad Fray Pedro
Baile, y recoge todas o la mayoría de las escrituras del Monasterio de Piedra.
Y nos dice, en referencia a la incorporación del término de Somet a Ibdes y
Munébrega, que a ambos se les encomendó su gobierno, con la jurisdicción en
común o conjuntamente e indivisible, es decir, en general:
“Sucedió
después de lo dho la despoblación de dho Lugar de Somed, y estando aquel
despoblado y reducido a Pardina, el Señor Rey Don Juan el Segundo de Aragón,
nombró por Comisario suyo, a Don Martín de la Nuza, caballero de su consejo y
Bayle Genl. del Reyno de Aragón, dándole facultad de vnir la dha Pardina de
Somed a los Lugares más convezinos, por quien pudiese gobernarse y exercerse la
Jurisdicción de aquella con mayor comodidad; mandándole que esto lo executase
con el consejo y parecer del Procurador Genl. de esta Comunidad de Calatd. y
con veinte personas que para ello nombrare el consejo de dha Comunidad, que
aora llamamos la Pliega. Con esto el dho Bayle Genl., acompañado de las dhas
personas que nombró la Pliega, vino a la dha Pardina de Somed, y certificado de
la vecindad de los Lugares de Ibdes y Munébrega, y de que sus términos
confrontaban con los de la dha Pardina: Vnió, agregó, e, incorporó la dha
Pardina de Somed a los términos de los dhos Lugares. Y les encomendó el
gobierno de ella y de su Jurisdicción, communiter et pro indiviso.
Etc... Consta todo por la escritura que tenemos original de la dha Vnión
(en la qual está inserta la dha Comisión Rl). Su fecha en Calatd. a 4 de
Noviembre del año de 1461. Notario Antón Ferrer, vecino del Lugar de
Belmonte; y la que tenemos en pública forma la sacó como Comisario de sus
notas, Alonso de Ciria, Notario del Número de Calatayud.”[14].
Y una
Sentencia Arbitral de 1678 nos ratifica los datos anteriormente expuestos:
“...Y
hallándofe defpoblado el dicho Lugar (de Somed), mandó el feñor Rey Don Juan el
Segundo vnir, e incorporar la dicha Pardina de Somed, mediante el Bayle de
Aragón, que entonces era fu Real Comiffario, a los dichos Lugares de Ibdes, y
Munébrega. Refervando expreffamente en la dicha vnión, e incorporación todos
los bienes, y drechos que a los Lugares circunvecinos, y a otras perfonas, y
pueftos competían en dicho Lugar de Somed, y fus términos, como parece por
inftrumento público de vnión, e incorporación, que hecho fue en la ciudad de
Calatayud a quatro días del mes de Noviembre del año de mil quatrocientos
fefenta y vno, y por el quondam Antón Ferrer, vecino del Lugar de Belmonte de
la dicha Comunidad de Calatayud, y por autoridad Real por todos los Reynos de
Aragón, y Valencia público Notario...”[15].
La misma
Sentencia Arbitral, haciendo relación a los años 1502-1503[16],
en que los congozantes de la Pardina habían alcanzado ya un acuerdo, nos dice:
“Item
pronunciamos, y declaramos, que los dichos Concejos de Ibdes, y Munébrega han
tenido, y tienen obligación de confervar, y mantener perpetuamente al dicho
Real Monfterio de N. Señora de Piedra, y al Concejo, y vezinos de dicha Villa
de Carenas en el dominio, y poffefsión de los bienes, y drechos a ellos
adjudicados en la Sentencia Arbitral, y adiciones pronunciadas por los
Magníficos Micer García Fortún de Valtierra, Limofnero de la Iglefia Colegial
de Santa María la Mayor de la Ciudad de Calatayud; y el Maeftro Domingo Cid,
Médico, Gonçalo de Funes, y García del Portillo, habitantes en dicha Ciudad de
Calatayud a veinte quatro días del mes de Iulio del año mil quinientos y dos, y
a veinte y vn días del mes de Iulio del año mil quinientos y tres, las quales
fueron teftificadas en la dicha Ciudad de Calatayud por los quondam Martín Crefpo,
Notario Real, vecino del Lugar de Maluenda, y Pedro del Villar, Notario Real,
vecino del Lugar de Munébrega...”[17].
Y
también: “Item, por quanto los Concejos de dichos Lugares de Ibdes, y
Munébrega...como Señores que fon de dicha Pardina, en virtud de la fobredicha
incorporación, que a favor de dichos Lugares fe hizo con Real Comifsión de fu
Mageftad”[18].
También es claro y contundente el siguiente fragmento de la misma Sentencia
Arbitral de 1678: “...la dicha Pardina de Somed, y fus términos arriba
confrontados, han fido, y fon del dominio fuperior, y temporal de los dichos
Lugares de Ibdes, y Munébrega, communiter, & pro indiviffo, con la
jurisdicción del dicho territorio...”[19].
Existe
sin embargo un contrasentido, explotado por Avellaneda, pues dice ser natural
de la villa de Tordesillas, que debería corresponder con Ibdes, aunque Ibdes no
sería villa hasta el 22-VII-1708. Y por boca de Sancho, dice ser del lugar de
Argamesilla, que es Ibdes, como hemos visto, pero también es el lugar
innominado, al ser la población de los dos alcaldes (Somet aparece siempre
citado, antes de su desaparición en 1461, como lugar). En realidad, se trata de
dos poblaciones distintas: Ibdes puede identificarse perfectamente con Tordesillas y con Argamesilla, pero el lugar innominado no se refiere a Ibdes, sino que
se identifica con Somet. Y hemos visto que, aunque los términos de ambas
poblaciones estaban unidos, no eran una prolongación, ya que Somet formaba una
jurisdicción indivisible. Pero cuando Sancho refiere cómo es su lugar, nos está
proporcionando datos de Somet, y al mismo tiempo de la iglesia de Ibdes. Existe
pues una dualidad de poblaciones usadas indistintamente por el autor, el cual,
gracias a ello, ha podido mantener oculta su verdadera identidad, al ser
prácticamente imposible identificarle.
Y,
verdaderamente, el lugar donde se inspira la trama ya desde el primer capítulo
es Somet, que, al despoblarse, había pasado a ser un señorío de Ibdes y
Munébrega. Cada pueblo nombraba un alcaide para ejercer la jurisdicción. El
problema surgió porque el mayor propietario de las ricas tierras y Pardina o
término de Somet era el Monasterio de Piedra y su villa de Carenas. A Carenas y
al Monasterio la Sentencia Arbitral les reconocía el “dominio inferior,
bienes, derechos, y servidumbres del terreno de la pardina de Somed”. Además, al Monasterio de Piedra le
pertenecían en Somet,
“...desde
antes que aquel se despoblase, diversos bienes, derechos y servidumbres, los
cuales ha conservado continuamente hasta ahora, y de presente, por si mismo, y
mediante los Monges, y Granjero, que ha tenido, y tiene en dos Granjas, que
posee dentro de los términos de la dicha Pardina de Somed...”[21].
Esto
propicia que el lugar estuviese habitado por gente política, como se cita en el
Quijote apócrifo: “porque no se
diga que llegando a un lugar de gente tan política, aunque pequeño, se fueron a
dormir, como este señor dijo lo harían, a los poyos de la iglesia”
(Avellaneda, capítulo I).
Esta gente política, refinada y no muy dada a trabajar,
vigilaba el escrupuloso cumplimiento de las Sentencias, la separación de bienes
y la recogida de las décimas y primicias que les correspondían, como
representantes cada cual de su lugar, de su iglesia o de su comunidad. Y don
Quijote nos dice quiénes eran esta “gente tan política”:
“...estoy
por volver al lugar y desafiar a singular batalla, no solamente al cura, sino a
cuantos curas, vicarios, sacristanes, canónigos, arcedianos, deanes, chantres,
racioneros y beneficiados tiene toda la Iglesia romana, griega y latina, y a
todos cuantos barberos, médicos, cirujanos y albéiteres militan debajo de la
bandera de Esculapio, Galeno, Hipócrates y Avicena” (Avellaneda, capítulo
IV).
Esta
cita no tendría sentido si no supiésemos que la iglesia de Somet estaba regida
por los Capítulos eclesiásticos de las iglesias de Ibdes y de Munébrega, y que
gracias a ello tenían derecho a décimas y primicias en el término de Somet, ya
que habían heredado el derecho del patronado de este lugar, cuyo derecho regía
en la Comunidad de Calatayud desde 1131, cuando Alfonso I el Batallador
otorgara el fuero de la comunidad:
“...les
hizo gracia y donación de las décimas y primicias y patronado de las
iglesias...(lista de iglesias)...debajo de dos obligaciones tan solamente: La
una, que administrasen todo lo necesario a las dichas iglesias. La otra, que
las tuviesen hijos suyos clérigos. La cual gracia y privilegio de población lo
concedió en el mes de diciembre de 1131” (Martínez del Villar, 1598,
26-27).
El
Fuero de Calatayud sería ratificado en los aspectos religiosos por el Papa
Lucio III (1181-1185) en 1182[22].
Pero el Monasterio de Piedra y Carenas, aun siendo los mayores propietarios de
las tierras de la Pardina de Somet, no eran partícipes de este derecho. A este
respecto, la Sentencia Arbitral de 1678, reiterando un pago anterior a esta
fecha, dictaminaba que el Monasterio tenía obligación de pagar anualmente a los
Capítulos eclesiásticos de Ibdes y de Munébrega, como párrocos de la Iglesia de
Somet, 49 cahíces de trigo, medida ordinaria de la Ciudad y Comunidad de
Calatayud, puestos dentro de Carenas, en el granero de dicho Monasterio. Y los
capítulos debían de dividir los diezmos entre los interesados en ellos, a
saber: el Obispo de Tarazona, la Iglesia de Ibdes, la Iglesia de Munébrega, el
Concejo de Ibdes, el Concejo de Munébrega, el Arcediano de Tarazona, el
Arcediano de Calatayud, el Baile Quartario, etc. (Melendo, 2005, 141). Todos
estos organismos tenían sus representantes: vicarios, clérigos, sacristanes,
chantres, deanes, arcedianos, etc... Y vuelve Pasamonte a aludir este tema:
“...no quiero irme acostar sin rematar cuentas...Que esto me decía el
cura, mandan los mandamientos de la Iglesia, cuando mandan pagar diezmos y
primicias”. (Avellaneda, cap. XXXIII).
Por
otra parte, citar a “barberos, médicos, cirujanos y albéiteres”
adquiere aquí un significado ganadero, por cuanto eran los encargados de cuidar
los ganados existentes en Somet, ya fuese en su granja, perteneciente a Piedra,
o en los corrales que poseían allí los concejos de Ibdes y Munébrega. Y ni el
Monasterio ni su Granjero podían impedir la entrada a los ganados de los
lugares de Ibdes y Munébrega, “estando aquellos sanos y no padeciendo
enfermedad...”[23],
con lo cual no era infrecuente que pasasen allá mucho tiempo tratando y velando
porque los ganados estuviesen sanos. Precisamente, los barberos eran conocidos
como boticarios en Aragón, desempeñando ambos oficios. El Albéitar hacía
funciones de veterinario y su presencia en Somet debió de ser constante para
controlar los ganados y sus posibles enfermedades. Y la Sentencia Arbitral de
Somet de 1678-1682 obligaba a Piedra a dar al lugar de Munébrega “la
porción de sal que les correspondiere conforme al repartimiento que se hiziere
en cada un año entre los Lugares del Río de Ibdes, en la misma forma, y por el
mismo precio...”[24].
Los dos alcaldes del lugar de
Somet.
Ya
desde el primer capítulo de la obra, Avellaneda sitúa la acción no en un lugar
inspirado en la Mancha, sino en Aragón, o, como dice el propio Cervantes en el
capítulo XXV de la segunda parte, en “esta Mancha de Aragón”. Pero
en el apócrifo, el lugar de los dos alcaldes del capítulo XXIII es el mismo
lugar que el del capítulo I:
“En esto tocaron a vísperas, y él (Don Quijote),
tomando su capa y rosario, se fue a oírlas con el alcalde, que vivía junto a su
casa; las cuales acabadas, se fueron los alcaldes, el cura, don Quijote y toda
la demás gente de cuenta del lugar a la plaza, y, puestos en corrillo,
comenzaron a tratar de lo que más les agradaba” (Avellaneda, capítulo I).
Don
Quijote se va a la iglesia junto con uno de los dos alcaldes que lo está
hospedando. Tenemos constancia de la existencia en Somet de los siguientes
edificios que existían junto a la plaza, a la que se llegaba por la calle que
venía desde el camino real: la casa llamada de Somet, que poseían los concejos
de Ibdes y Munébrega por mitad; la iglesia, en un extremo de la plaza, con su
casa contigua; la granja del Monasterio, con su casa y corrales, oratorio y
capilla. Además, Piedra tenía el derecho antiguo de tener molino, horno y
herrería. Ya la Sentencia de 1678 nos muestra los edificios que existían en el
lugar de Somet, los cuales son prácticamente coincidentes con los citados en el
apócrifo:
“...Los dichos Iurados, y Concejos de los dichos
Lugares de Ibdes, y Munébrega, han fido, y fon Señores, con drecho de dominio
pleno, de la Cafa llamada de Somed (dividida en dos, siendo mitad de cada
lugar), con la Plaça mayor a ella contigua, las quales eftán fitiadas dentro de
la dicha Pardina de Somed, y confrentan vna con otra, y las dos juntas
confrentan con la Iglesia antigua del Lugar de Somed, con ruinas de los
edificios del dicho Lugar defpoblado, y con camino que va de Ibdes a
Munébrega...”[25].
La
Iglesia de Somet había sido heredada por los capítulos eclesiásticos de Ibdes y
de Munébrega ya en 1414, como hemos visto anteriormente:
“Item
pronunciamos, y declaramos, que los dichos Capítulos de Vicario, y Beneficiados
de las Iglefias Parroquiales de los dichos Lugares de Ibdes, y de Munébrega,
han fido, y fon feñores, con drecho de dominio pleno de la dicha Iglefia
antigua del Lugar de Somed, que eftá fitiada dentro de la dicha Pardina, y ha
confrentado, y confrenta con la dicha cafa, y Plaça mayor de los dichos
Lugares, y con el dicho camino público, que va de Ibdes a Munébrega; y efto con
el drecho privativo de tener, y poffeer en la dicha Pardina Iglefia Parroquial,
con los mifmos drechos, y preeminencias, que antiguamente pertenecían a la
Iglefia Parroquial del dicho Lugar de Somed”[26].
Por otra
parte, conocemos las pertenencias del Monasterio dentro del pueblo:
“...los
...monjes ...de Piedra han fido y fon feñores de la Granja llamada de Somed, y
de la Plaçuela, paridera, y Corrales contiguos a la dicha Granja, con el
derecho de tener, y confervar en ella Oratorio, y Capilla para dezir, y
celebrar el Santo Sacrificio de la Miffa; la qual dicha Granja ha eftado, y
eftá fitiada dentro de la dicha Pardina, y ha confrontado, y confrenta con la
dicha Paridera, Corrales, y Plaçuela contiguos, y todo junto confrenta con
heredades, y albares de dicho Real Monafterio, con camino, que van de Munébrega
a Ibdes, y con ruinas del Lugar antiguo...”[27].
Y la
plazuela se puede dilatar y extender:
“...Afsi
para los vfos de dicho Real Monafterio, como para que en la dicha Plaçuela
puedan juntarfe, y celebrarfe cómodamente las juntas que acostumbran a tener en
cada vn año los dichos Concejos de Ibdes, y Munébrega a folas, o en compañía de
la Villa de Carenas, y de las perfonas nombradas por el dicho Real Monafterio,
para concurrir en las dichas juntas”[28].
Además,
los monjes de Piedra podían tener horno de cocer pan y molino, por haber
heredado los derechos del Concejo de Somet antes de que este se despoblase:
“...los ...monjes ...fon feñores del drecho afirmativo, y prohibitivo de
tener, y poffeer en la dicha Pardina de Somed, Molino arinero, y Horno de cocer
pan...”[29].
La
expresión “puestos en corrillos” es antigua, y en Aragón se
utilizaba para cambiar impresiones y contar las noticias que habían sucedido.
Los “corrillos” eran conocidos también como
“mentideros”. Y la “gente de cuenta” sin duda se
refiere a la gente que vivía allí con el motivo de controlar las ganancias que
producía la Pardina y el reparto de las décimas y primicias, así como al
granjero del monasterio (normalmente un monje, fuese o no sacerdote), sus
criados y factores (pastores, labradores, etc.).
Varios
pasajes del apócrifo hacen alusión a la pequeñez del lugar:
“Por cierto, señores caballeros, que nos pesa en
estremo que tanta nobleza haya venido a dar a cabo en un lugar tan pequeño como
éste y tan desapercibido de todo regalo y buen acogimiento como vuesas mercedes
merecen; porque en él no hay mesón ni posada capaz de tanta gente y caballos
como aquí vienen.” (Avellaneda,
capítulo I).
Efectivamente,
se repite que es un lugar pequeño, con lo cual se descarta que sea Ibdes, y su
ubicación nos cuadra perfectamente con Somet. Lo único que la documentación no
cita es si existía en Somet un mesón, con lo cual no sabemos si es una licencia
literaria del autor o se basa en la realidad. Y sigue diciendo Avellaneda:
“Pensábamos pasar dos leguas más adelante pero los
caballos y gente viene algo fatigada; y así nos pareció quedar aquí esta noche,
aunque hayamos de dormir sobre los poyos de la iglesia, si el señor cura nos
diere licencia para ello. Uno de los alcaldes, que sabía más de segar y de
uncir las mulas y bueyes de su labranza que de razones cortesanas, les dijo:
-No se les dé nada a sus mercedes, que aquí les haremos merced de alojarles
esta noche, que sietecientas veces el año tenemos capitanías de otros mayores
fanfarrones que ellos, y no son tan agradecidos y bien hablados como vuesas
mercedes son; y a fe que nos cuesta al concejo más de noventa maravedís por año.” (Avellaneda,
capítulo I).
El
lugar que está dos leguas más adelante puede estar inspirado en Ibdes, y el
alcalde podría representar al alcaide nombrado por el concejo de Ibdes, ya que
Avellaneda da muestras de conocerlo, pues llega a ridiculizarlo o a mofarse de
él. Se hace referencia de nuevo a los dos alcaldes al decir
“...sietecientas veces al año tenemos capitanías...”, expresión que
da a entender que en ese lugar todo estaba duplicado o multiplicado por dos
(350x2=700), al ser un lugar de dos señoríos. Y el tener
“capitanías” se refiere a las visitas de gente importante que
pasaba revista a algo relacionado con el dinero, ya en especie o en metálico.
En cuanto a los fanfarrones de los que habla, puede ser una crítica encubierta
a la iglesia de Tarazona, con la que estuvo enfrentado el Monasterio de Piedra
por causa de las décimas y primicias de Somet, motivo por el que el Obispo
mandaba visitar regularmente el lugar de Somet. A este respecto nos da una
noticia Esteban (2000, 98):
“En 1587 el
Obispo (de Tarazona) Juan de Redín ordena al capítulo (de Ibdes) que se celebre
la Misa conforma al Nuevo Misal establecido por el Concilio de Trento, que los
fieles no se pongan en las gradas del altar y de acuerdo con los de Munébrega
se compre para la iglesia de Somed cáliz, manteles y se repare la
entrada”.
Interviene
entonces el cura para poner orden: “...que los dos señores alcaldes se
lleven a sus casas estos dos señores caballeros con todos sus criados y
caballos, y yo a vuesa merced, y el señor Quijada a esotro señor; y cada uno,
conforme sus fuerzas alcanzaren, procure de regalar a su huésped”
(Avellaneda, capítulo I). La escasez de casas del lugar queda de nuevo
manifiesta. La iglesia tenía también su casa. Y Avellaneda sigue así:
“...porque no se diga que llegando a un lugar de gente tan política,
aunque pequeño, se fueron a dormir, como este señor dijo lo harían, a los poyos
de la iglesia”. (Avellaneda, capítulo I). La gente política
se refiere sin duda a la especial condición que tenían los habitantes y
residentes de Somet entonces, nombrados por sus respectivos lugares para
controlar y administrar los beneficios que producían la agricultura y el
ganado.
Por
otra parte, en el capítulo VIII, preguntan a Sancho de dónde es, y responde lo
siguiente:
-Yo, señores, hablando con debido acatamiento de las
barbas honradas, soy natural de mi lugar, que, con perdón, se llama la
Argamesilla de la Mancha.
-Por Dios –dijo otro-, que entendía que vuestro
lugar se llamaba otra cosa, según hablaste de cortésmente al nombrarle. Pero
¿qué lugar es la Argamesilla, que yo nunca le he oído decir?
-¡Oh
cuerpo de quien me comadreó al nacer! –dijo Sancho-. Un lugar es harto
mejor que esta Zaragoza. Ello es verdad que no tiene tantas torres como ésta,
que no hay en mi lugar más de una sola; ni tiene esta tapia grande de tierra
que la cerca al derredor; pero tiene las casas, ya que no son muchas, con
lindísimos corrales, que caben en cada uno dos mil cabezas de ganado. Tenemos
un lindísimo herrero que aguza las rejas que es para dar mil gracias a Dios.
Ahora, cuando salimos dél, trataban los alcaldes de enviarlo al Toboso, que no
lo hay. En mi lugar tenemos también una iglesia que aunque es chica, tiene muy
lindo altar mayor y otro de Nuestra Señora del Rosario con una Madre de Dios
que tiene dos varas en alto, con un gran rosario alrededor, con los padres
nuestros de oro, tan gordos como este puño. Ello es verdad que no tenemos
reloj; pero a fe que ha jurado el cura que el primer año santo que venga
tenemos que her unos riquísimos órganos (Avellaneda, capítulo VIII).
El
lugar reflejado no se corresponde con Ibdes, pues dice que tenía pocas casas.
Pero si puede ser Somet, con un número de casas mucho más reducido. Pero en
estos párrafos, cuando habla de la iglesia, es posible que se trate de la de
Ibdes, puesto que habla de un órgano, y un lugar pequeño no podía permitirse el
lujo de tenerlo. Es decir, cuando habla de Argamesilla, el autor piensa en
Ibdes, pero describe el lugar innominado de Somet. Y al revés, cuando describe
la iglesia de Somet, está reflejando la de Ibdes, mucho más rica
artísticamente.
Y en
el término de Somet se producían, según narran las Sentencias, las mojonaciones
de las propiedades anualmente, que luego se regularían cada diez años, cuando
se reunían dos representantes de cada lugar: dos de Ibdes, dos de Munébrega,
dos de Piedra y dos de Carenas, procediendo a limitar los términos. A este
respecto, en el capítulo XXIII del apócrifo, en el discurso que pronuncia ante
los habitantes del “lugar”, don Quijote dice lo siguiente:
“...os prevengo en que no tengáis disensiones sobre el partir de las
tierras y señalar mojones”. Y solía ser frecuente que los encargados de
Somet se enzarzaran en discusiones sobre los mojones, como ocurrió en 1597, año
en que los jurados de Ibdes y Munébrega apresaron al Justicia de Carenas, Tomás
Luzón, a la sazón también Familiar del Santo Oficio, al creer éste que los de
Ibdes y Munébrega se habían pasado en la limitación, corriendo los mojones a
favor de sus términos, por lo cual se negó a seguir limitando los términos de
la Pardina de Somet, y los jurados le llevaron preso al lugar de Ibdes.
Intervino el tribunal de la Santa Inquisición, que salió en defensa de uno de
sus miembros y confinó a los jurados participantes de Ibdes y Munébrega en las
cárceles del Santo Oficio de Zaragoza[30].
Cervantes
hará alusión directa a los dos alcaldes del lugar en la segunda parte de su Quijote, en los capítulos XXV-XXVIII,
llamándoles “los naturales del pueblo del rebuzno”. A Cervantes no le cuadra que un pueblo
tenga dos alcaldes, y en el capítulo XXVII se burla de la vacilación mostrada
por Passamonte en el número de alcaldes de Argamesilla (Martín, 2005a, 27):
“No rebuznaron en balde/ el uno y el otro alcalde”. Y poco más
adelante hace decir a Sancho que “...se pueden llamar con entrambos
títulos, cuanto a más que no hace al caso a la verdad de la historia ser los
rebuznadores alcaldes o regidores...” Esta alusión de Cervantes es una
crítica directa a Passamonte, pues pone en duda que un pueblo tenga dos
alcaldes, llegando Cervantes a la conclusión de que alcaldes o regidores el fin
es el mismo, que “ningún particular puede afrentar a un pueblo
entero”, sin duda refiriéndose a Passamonte al localizar su novela en
esta “Mancha de Aragón”. Pero Cervantes olvida que es el mismo
quien con su broma ridiculiza a este pueblo, que como se ha demostrado, existió
en la realidad.
Uno de los dos alcaldes habla de
su lugar: Ibdes (y cita la iglesia existente)
Si ya teníamos la sospecha fundada de que el topónimo Argamesilla hace
referencia a Ibdes, el autor del apócrifo, en el capítulo XXIII, nos ofrece un
nuevo indicio, donde refleja el aspecto moral de uno de los dos alcaldes, y
dice lo siguiente:
“Llegaron
en esto al lugarcillo... y llegados a su mesón, se apearon en el todos por
mandato de Don Quijote, el cual se quedó en la puerta hablando con la gente que
se había juntado a ver su figura. Entre los que allí a esto habían acudido, no
habían sido de los postreros los dos alcaldes del lugar; el uno de los cuales,
que parecía más despierto, con la autoridad que la vara y el concepto que él de
sí tenía le daban, le preguntó, mirándole:
-Díganos
vuesa merced, señor armado, para dónde es su camino y cómo va por éste con ese
sayo de hierro y adarga tan grande; que le juro en mi conciencia que ha años
que no he visto a otro hombre con tal librea cual la que vuesa merced trae.
Sólo en el retablo del Rosario hay un tablón de la Resurrección, donde hay unos
judiazos despavoridos y enjaezados al talle de vuesa merced; si bien no están
pintados con esas ruedas de cuero que vuesa merced trae, ni con tan largas
lanzas” (Avellaneda, capítulo XXIII).
Efectivamente,
este lugarcillo tenía dos alcaldes: uno de Munébrega y otro de Ibdes, y el
alcalde más despierto es el de Ibdes, es decir, el paisano de Passamonte.
Además, este alcalde es conocido por él, por lo cual le trata de presuntuoso y
engreído, pues dice tener un alto concepto de sí mismo. Y este alcalde está
haciendo referencia a la iglesia de su pueblo, la iglesia de San Miguel
Arcángel de Ibdes, donde existen todavía dichos retablos.
La obra
de fábrica de la iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes se contrató en 1517
con el Maestre Martín Camacho por 49.500 sueldos jaqueses, y se terminó entre
1526-1527 (Donoso, 1992, 12-14). La iglesia, del gótico tardío, tiene planta de
salón, con tres naves, más ancha la central, separada de las laterales por
arcos de medio punto que se apoyan sobre pilares y se rematan en bóvedas de
crucería estrellada. El 13 de Agosto de 1555, el concejo hizo capitulación de
la escultura y mazonería del Retablo Mayor por precio de 20.000 sueldos
jaqueses (Pano, 1995, 4-5). La escultura y mazonería estuvo terminada en enero
de 1557, y a partir de esta fecha se empezó la policromía (Morte, 1994, 4-5). Por
el contrato los pintores se comprometían a realizar las puertas de lienzo
(sargas) del retablo en 6 meses. Pero el abandono de uno de los pintores motivó
un retraso de la obra, hasta el año 1565 (Criado, 2000, 6-7).
A pocos
metros del Retablo de la Virgen del Rosario, aparece efectivamente una sarga o
puerta que cierra el Retablo Mayor durante la Cuaresma, y donde justamente se
ve la Resurrección de Cristo, y a sus pies unos soldados judíos asombrados por
el suceso, alguno de los cuales lleva una lanza en las manos. Obsérvese que no
son soldados romanos al uso, sino soldados judíos, que miran despavoridos el
suceso. Las sargas semejan unas enormes puertas que cierran el retablo,
pintadas sobre tela de lino y enmarcadas en madera, y decoradas por las dos caras.
Cuando las sargas están abiertas, se aprecia la pintura o tablón de la
“Resurrección”, a la izquierda según se mira el altar Mayor, y, a
la derecha, el de la “Ascensión”. La sarga de la Resurrección tiene
unas dimensiones de 4,50 de altura y 2,70 de ancho, y de ahí que el alcalde use
los aumentativos “tablón” y “judiazos”. Lo que parece
evidente es que Avellaneda es un religioso, pues describe los retablos con
mucho realismo. Destaca también la pregunta del alcalde espabilado (“para
dónde es su camino y cómo va por éste”), que parece dar a entender que es
un camino real poco frecuentado y menos por personajes de semejante índole,
puesto que este camino se encuentra apartado de la ruta principal. Por lo
tanto, uno de los dos alcaldes del lugar innominado (Somet) nos está
indudablemente hablando de su pueblo (Ibdes), que son efectivamente los dos
lugares que Avellaneda va intercalando para que no sea posible descubrir
claramente su origen, aunque, como vemos, nos da las suficientes pistas como
para averiguarlo.
Sarga de la Resurrección (4,50x2,70 ms.)
Iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes.
Y
también nos habla Sancho de la Iglesia de su lugar, es decir, de Ibdes, cuando
responde a la pregunta del Archipámpano en el capítulo XXXIII:
“...preguntó
por el camino si sabía ayudar a misa, y respondió (Sancho) diciendo:
-Si,
señor; aunque es verdad que de unos días a esta parte, como andamos metidos
tanto en este demonio de aventuras, se me ha volado de la testa la confesión y
todo lo demás, y sólo me ha quedado de memoria el encender las candelas y el
escurrir las ampollas; y aun a fe que solía yo tañer invisiblemente los órganos
por detrás en mi pueblo divinamente, y, en no estando yo en ellos, todo el pueblo
me echaba menos”.
Efectivamente,
Sancho, o mejor Passamonte, está aludiendo a su oficio de monaguillo siendo un
chico: cuando encendían las velas, se bebían o apuraban el vino de las
vinajeras o ampollas y tocaban los fuelles del órgano. Gómez Canseco (2000,
670) explica la expresión “tañer los órganos por detrás” como a la
acción de “peer” de Sancho; sin embargo, esta opinión es inexacta,
por cuanto en los órganos la alimentación del aire se produce mediante la
acción de los fuelles. El aire va a una pieza que es el corazón del órgano
llamada “secreto”. La acción de tañer los órganos era pues accionar
los fuelles desde la parte de atrás, lo que solían hacer los chicos del pueblo
sin que los vieran. El órgano de Ibdes fue construido en el año 1734 por el
organero afincado en Zaragoza Bartolomé Sánchez (Artiaga, 1998, 6-7a), que
tenía su taller en el barrio de San Pablo, reaprovechando un órgano antiguo.
En el
apócrifo Sancho se refiere también al altar de la Virgen del Rosario: “En
mi lugar tenemos también una iglesia que, aunque es chica, tiene muy lindo
altar mayor y otro de Nuestra Señora del Rosario con una Madre de Dios que
tiene dos varas en alto, con un gran rosario alrededor, con los padres nuestros
de oro, tan gordos como este puño”
(Avellaneda, capítulo VIII).
Virgen del Rosario (s. XVI)
Iglesia de San Miguel Arcángel de Ibdes.
Efectivamente, sabemos de la existencia de una iglesia pequeña en el
lugar de Ibdes, actualmente desaparecida, antes de construirse la iglesia
grande en el siglo XVI, bajo la misma advocación y coexistentes a la vez. La
Virgen del Rosario forma parte del Retablo del mismo nombre existente en la
Iglesia de San Miguel de Ibdes, y está colocada en la calle central en un gran
óculo, alcanzando la talla una altura de 1,60 ms. A su alrededor se distribuyen
las tablas pintadas del resto del retablo, que actualmente (2006), está tapado
debido a las obras de restauración que se llevan a cabo en la Iglesia, para preservarlo
del polvo, y la talla se encuentra en la Sacristía. La Virgen aparece rodeada
por una rueda que semeja las vueltas del rosario, la cual formaba parte de la
escultura. Las cuentas o padrenuestros de oro eran por tanto escultóricas y
estaban doradas, de ahí la expresión de Sancho “con los padres nuestros
de oro, tan gordos como este puño”. Los rosarios manuales, como el que
rodea el cuerpo y manto de la Virgen, son posteriores, y no están hechos por
los mazoneros que realizaban las imágenes. Ya en 2002 (Melendo, 10-11) citaba
en mi trabajo cómo la descripción hecha por Sancho correspondía a la iglesia de
Ibdes y a su Retablo Mayor y al del Rosario. De ello se hacen eco Frago (2005,
111) y Martín (2005a, 28), que también aluden a los dos retablos.
Hay también un pasaje donde Avellaneda manifiesta lo que pensaba de
los alcaldes, y en concreto del de Ibdes (el de su pueblo), seguramente por el
enfrentamiento que sostenían el Monasterio de Piedra contra Munébrega e Ibdes.
Dice Sancho cuando Don Quijote es prendido por los corchetes para llevarle a la
cárcel: “¡Oh señor príncipe!, su merced sea bien venido para que
libre a mi señor destos grandísimos bellacos de alcaldes, peores que el de mi
tierra...” (Avellaneda, capítulo XXX).
Gerónimo de Passamonte da indicios de ser el Granjero
de Somet entre 1605 y 1610.
Vuelto
de Nápoles, Passamonte ingresó como monje cisterciense y desempeñó diversos
cargos, como sucedía con los monjes de otros monasterios. El Quijote apócrifo arroja datos
suficientes que permiten suponer que Passamonte fue el monje granjero de Somet
por parte del Monasterio de Piedra. La obligación del granjero del Monasterio
de repartir las décimas y primicias se advierte en el apócrifo: “...no
quiero irme acostar sin rematar cuentas” (cap. XXIII). Y esta suposición
fiable y otros indicios ponen de manifiesto que Passamonte, seguramente, estuvo
al frente de la Granja de la Cueva, íntegramente dedicada al monocultivo de la
vid, lo cual viene avalado por diversas y numerosas referencias citadas en la mayoría
de los capítulos del apócrifo que hacen relación al vino y a la viticultura, y
que pondrían a Passamonte en relación directa con el desempeño de este cargo
durante años:
“...con
un plato de peras en conserva y una garrafa de buen vino blanco...” y
“...podrá comer un par destas peras y, tras ellas, tomar una vez de
vino...” (Avellaneda, capítulo II).
“...un
medio chuzo (navaja curva o gaviñete) de viñadero...” (Avellaneda,
capítulo V)
“Y aun a fe que si me pidiese un poco de saliva en
ayunas, que no se la podría dar, que tengo en el cuerpo tres (medidas de vino)
de malvasía, que llaman en esta tierra, y a fe con razón, porque está
“mal” la taza cuando esta “vacía” della; y es mejor que
el (vino) de Yepes, que vuesa merced tan bien conoce” (Avellaneda,
capítulo X).
“...grandísimo racimo de uvas...” (Avellaneda,
capítulo XV).
“...alón, que pinta (madura) la uva”
(Avellaneda, capítulo XXVII).
Son
numerosas las citas que ponen en evidencia un entendimiento sobre la uva y el
vino: pintar o madurar la uva; medio chuzo, que es una navaja curva o gaviñete
para recogerla; recipientes o medidas para el vino como la tinaja, la garrafa,
la bota, la taza, el azumbre, la vez; bebido con la comida, pan y fruta o
postre; los efectos que produce su uso abusivo o coger una trompa; hace juegos
de palabras como “archipámpano”, que es una palabra compuesta por
el sufijo “archi” y pámpano o sarmiento con hojas de las vides;
demuestra ser guasón cuando dice: agua de cepas, o cuando alude al juego de
palabras de cierto parecido fonético de “mal vacía” (malvasía); e
incluso variedades y clases de uva: vino blanco, vino de malvasía, vino de
Yepes, vino de Villarrobledo (Albacete), vino de la Mancha, moscatel (utilizado
no como variedad de uva sino como adjetivo calificativo), etc.
La
uva malvasía es una variedad de uva blanca, muy dulce, que permitía elaborar
vinos espirituosos. Aparece en Carenas ya en el siglo XIII, citada por los
monjes de Piedra, donde se documenta en la Carta Puebla de 1258[31].
Todo ello permite suponer que Passamonte desempeñó el cargo de granjero de
Somet en la Granja de la Cueva, dedicada al monocultivo de la vid, seguramente
cepas con variedades de vinos blancos o dulces, utilizados en las iglesias y
ermitas del Monasterio de Piedra para consagrar.
Además,
hay que resaltar que, en el capítulo XXII, al oír a Bárbara lamentarse en un
bosque o pinar, don Quijote dice que allí vive en una Cueva el sabio Frestón.
Seguramente esta cueva sea un remedo literario del nombre de la Granja del
Monasterio, llamada así porque realmente había en el lugar, según la tradición
popular, una cueva de la que decían no tener fondo, donde el aire que salía era
tan caliente que daba miedo entrar, y era conocida como la Cueva Negra.
Pero
si llegó a ser granjero de Somet en la Granja de la Cueva, también debió de
serlo en la propia Granja de Somet, dedicada al ganado y a la agricultura,
estando supuestamente durante bastantes años como monje de ambas granjas.
Significativa a nuestro parecer es la cifra citada en el apócrifo, que dice que
cabían 2.000 cabezas de ganado ovino en cada corral y que recoge la cabida
total: “...pero tiene las casas, ya que no son muchas, con lindísimos
corrales, que caben en cada uno dos mil cabezas de ganado” (Avellaneda,
capítulo VIII). Efectivamente, el Monasterio de Piedra tenía en el lugar de
Somet una granja al mando de un granjero, normalmente un monje y sus factores y
criados, puesto que allí tenían las casas con corrales para guardar el ganado.
Concretamente en la Sentencia Arbitral de 1678 y tres adiciones hasta 1682, que
recogía sentencias arbitrales anteriores entre Piedra, Carenas, Ibdes y
Munébrega, reconocía lo siguiente:
“El Monasterio puede pacer con 1.000 cabezas de
ganado menudo, y, 20 cabezas de ganado mayor, con sus rastras, y lechales, y el
Granjero de Somed, con las bestias de labor necesarias para el cultivo de la
Granja, y sus tierras, y con 150 cabezas de ganado menudo, 10 más o menos, en
la Dehesa y Boalar de la dicha Pardina de Somed, todo el tiempo que estuvieren
desvedados por los lugares de Ibdes, y Munébrega para sus ganados propios, y de
sus vecinos; y los dichos ganados del Monasterio, y Granjero, y todos los
ganados gruesos y menudos del Concejo, y vecinos de Carenas, pueden pacer en
todo tiempo en los Montes Blancos, y en la dicha Pardina de Somed (exceptando
la Dehesa, Boalar y Vega) y en las viñas de dicha Pardina, que están fuera de
la Dehesa, Boalar, y Vega della, y fuera de la Dehesa y Vega de Cocos, desde
acabada la vendimia, hasta por todo Marzo”[32].
Para
el cumplimiento y buen gobierno de la Sentencia y de las penas por infringirla,
los jueces dieron permiso a Ibdes para nombrar 12 guardas o monteros, otros 12
a Munébrega y 6 a Carenas[33],
todos los cuales estaban también ubicados en el lugar de Somet. Es decir, más
gente política. Al Granjero del Monasterio se le reconocía como guarda
perpetuo, con derecho para prender y llevar a la Granja los ganados y bestias
que hallase sin guarda y detenerlos hasta cobrar la pena y el daño[34].
Y de ellas recibía el Granjero la tercera parte[35].
Los ganados enfermos, por su parte, incurrían en las penas forales[36].
Junto a los ganados debieron ser frecuentes, para guardarlos, los perros
grandes, en una época en que todavía había lobos por esta zona. Y dice Sancho
en el apócrifo: ¿...a qué fin trae esas carlancas al cuello, que no
parecen sino las que traen los mastines de los pastores de mi tierra? Pero tal
deben de molestarla todos estos podencos de casa...” (Avellaneda,
capítulo XXXIII).
A este
respecto, destaca una alusión a los alcaldes de la Mesta. Al declarar la forma
en que pueden pastar los ganados infectados y las penas por dicho motivo, se
dice lo siguiente:
“...que el dicho Grangero de Somed, tenga obligación
luego que eftuviere noticiofo de las dichas enfermedades de los ganados, de
avifarlo al dicho Real Monafterio, y a dichos Lugares de Ibdes, Munébrega, y
Carenas, y a sus Alcaydes de la Mefta,
en donde los huviere, para que cada vno de dichos quatro pueftos, mediante la
perfona que quifieren eligir, y nombrar, afsifta, y concurra, a feñalar coto, y
puefto para los dichos ganados infectos...”[37].
Desconocemos
por el momento si estos lugares tuvieron en realidad dichos alcaydes, que
entendían en el tema del ganado y sus enfermedades, que tan importante fue en
la Pardina de Somet. Por lo que se refiere a Carenas, sabemos que no llegó a
existir esta figura, ni tampoco en Piedra, a tenor de la documentación
manejada. Y tampoco suele aparecer este representante en la documentación
relativa a Ibdes. Nos queda la duda de Munébrega. No obstante, debieron ser
frecuentes en la zona de Castilla, aunque no en Aragón.
Pero
también hubo pequeños propietarios, y debemos recordar que el granjero de Somet
también podía tener bestias de labor (bueyes), ganado menudo (ovejas) y ganado
mayor (puercos). Así, Sancho responde a don Carlos tras ofrecerle el palacio
del Archipámpano:
“...y
no me lo podrán pagar con cuanta moneda tienen todos los ropavejeros desta
tierra. Pero, con todo, se lo agradezco y ahí están para hacelles merced en la
Argamesilla veinte seis cabezas de ganado que tengo, dos bueyes y un puerco tan
grande como los de por acá, el cual habemos de matar, si Dios quiere, para el
día de San Martín, para el cual estará hecho una vaca.” (Avellaneda,
capítulo XXXV).
Y
también la agricultura tuvo preponderancia, ya que era una rica fuente de
ingresos a través de los diezmos y primicias, por lo cual debió ser rentable
para el Monasterio el monopolio de la herrería que tenía en Somet desde
antiguo. Y también Sancho hace alusión a la agricultura cerealista o a la
labranza con las mulas, cuando dice lo siguiente:
“...que parte por medio un ayunque mayor que la del
herrero de nuestro lugar.” (Avellaneda, capítulo XII).
“No me
atrevería yo a segar con ellos doce hazas el día por todo el mundo...”
(Avellaneda, capítulo XXXIV).
“...echado de comer a mi vientre y a las mulas, voy
a la fragua a sacar la reja, alzo los fuelles mientras el herrero la machaca,
vuélvome a casa una hora antes que amanezca, cantando por el camino siete u
ocho siguidillas que sé lindísimas, do por refrigerar el aliento pongo a asar
cuatro cabezas de ajos, tomándolas con dos o tres veces de la bota que tengo de
llevar a la labranza; y a la que alborea, subo, hecha esta prevención, en la
mula castaña, que está más gorda...” (Avellaneda, capítulo XXXV).
Ciertos
rasgos citados en el apócrifo corresponden a una realidad social, y si tenemos
en cuenta que en Somet hubo dos granjas, la relación es evidente: la Granja de
Somet, dedicada a la ganadería extensiva principalmente; y la Granja de la
Cueva, dedicada al monocultivo de la vid. Ciertas apreciaciones sobre la
“malvasía” y otras clases de vino que se citan dan a entender que
nuestro personaje, a su vuelta de Italia, estuvo durante varios años ejerciendo
como monje granjero de Somet, y que fue allí donde adquirió cierto saber en
torno al vino. Así, no le sería difícil situar la novela en el lugar de Somet,
que estaba semiderruido, pero con los edificios suficientes como para
reflejarlos en su obra: la plaza, la casa de los concejos, la iglesia con su
casa, además del horno, el molino, la herrería, la taberna y el mesón, regidos
la mayoría en régimen de monopolio por el Monasterio de Piedra.
Passamonte con posterioridad a la publicación del
Avellaneda (1614-1626)
Hemos
supuesto por las continuas referencias que en el apócrifo se hacen sobre el
tema, que Passamonte fue monje granjero de Somet, donde residía, dedicado a la
agricultura y ganadería, desde 1605 hasta por lo menos 1610. En 1611 ya
circulaba el Quijote de Avellaneda en
manuscritos, y no debe causar extrañeza que fuera fuente de inspiración de
certámenes literarios y mascaradas estudiantiles en Zaragoza, puesto que el
apócrifo se hacia eco de esta ciudad. Por otra parte, casi nada sabemos sobre
Passamonte con posterioridad a esta fecha, si exceptuamos que pudo haber
participado en algún certamen literario, cosa más que improbable. En los dos
certámenes poéticos celebrados en Zaragoza en 1613 intervino un personaje con
el seudónimo de Sancho Panza, en el que se ha querido ver a un encubierto
Gerónimo de Passamonte. Pero si esto era así es porque los investigadores no
habían logrado encontrar ningún documento que demostrara que Pasamonte, tras su
estancia en Nápoles, hubiese vuelto a España después de enero de 1605, y que
hubiera ingresado como monje cisterciense en el Monasterio de Santa María de
Piedra. ¿Quién puede imaginarse a un monje disfrazado de Sancho Panza en
unos certámenes literarios?
Es más
fácil pensar que el Quijote apócrifo
ya circulaba en manuscritos en la propia Zaragoza, y que debieron ser muchos
los estudiantes que se identificaron con el personaje de Sancho Panza. Además,
el libro mitificaba Zaragoza, por lo que no es extraño que salieran imitadores
del mismo, bien a favor o bien en contra. Si las sentencias de los certámenes
aluden claramente al Quijote
apócrifo, no está demostrado que participara en ellos Gerónimo de Passamonte.
Así
sucede también en una mascarada estudiantil celebrada en Zaragoza el 6 de
octubre de 1614, en que la presencia física de Passamonte está totalmente
descartada, siendo las pruebas para demostrar su participación directa en ella
escasas e insostenibles.
Tras la
publicación del apócrifo en 1614, se publicaría la segunda parte del Quijote de Cervantes en 1615, donde
aparece alguna alusión a Passamonte como fraile. Y entre 1615-1621 nada sabemos
sobre sus actividades como monje cisterciense, aunque seguramente siguió siendo
el monje granjero de Somet. Ya no es hasta una fecha que oscila entre
1622-1626, cuando aparece como alcayde de Carenas designado por el abad de
Piedra, seguramente por su sobrino Fray Malaquías Pasamonte, que desempeñó este
cargo entre 1620-1624. La firma del documento fechado entre estos años no deja
lugar a dudas de que es la misma persona, como han reconocido expertos
calígrafos. Y es entre estos cuatro años cuando debió morir Fray Gerónimo de
Passamonte, siendo alcayde, en la población aragonesa de Carenas, cuando
contaba entre 69 y 73 años de edad.
Por si
alguien no cree lo que está leyendo, diré que ya Cervantes puso en boca de su
protagonista lo siguiente: “...que el tiempo, descubridor de todas las
cosas, no se deja ninguna que no la saque a la luz del sol, aunque esté
escondida en los senos de la tierra” (Quijote,
II, cap. XXV). Y ello es lo que nos hemos propuesto al realizar este estudio.
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Centenario del Quijote. Exposición
itinerante. DPZ.
Valbuena Prat, Ángel (1982): Historia de la literatura española, I.
Barcelona, 1950. Novena edición ampliada, III. Barcelona.
[1] No era infrecuente que hubiese
monjes ausentes. Así, un documento del Archivo Histórico Nacional (AHN. Clero,
Piedra. Leg. 8524) de 14 de septiembre de 1645 (Poder para nombrar oficios en
Carenas) nos dice: “...a ssaver es al Pº. Fray Diego de Yepes, monge
y religioso de el dicho monasterio y de presente Alcayde de la dicha Villa de
Carenas. Absente bien assí como si fuesse
presente...”.
[2] AHN. Clero, Piedra. Libro 18642
(Año de 1601. Antipoca de los Quiñones de Cocos y Somed). Al final del libro
aparece una “Rúbrica y memoria de todos los poseedores de los Quiñones en
este libro confrontados y de los que sucederán en dichos Quiñones” (8
folios). El párrafo manuscrito del fol. 3 dice lo siguiente: “Juan de
Higueras trocó con Ruy de las Eras vna pieça en la Vega de Cocos, que es dos
hanegadas; confronta con pieça de Tomás Gil y pieça de Juan de Alcalá. Recibió
Juan de Higueras dos pieças en Bal de Villa i que son dos hanegadas; confrontan
la vna con Pasqual Hernando i el dicho Juan Higueras, la otra confronta con
Juan Magaña y con Domingo Cortés. Con licencia del Pº. Fr. Gerónimo
Pasamonte, alcaide. (Firma) Fray Gerónimo Pasamontte, Alcayde”.
[3] AHN. Códices Lumen Domus Petrae,
fol. 1490. Fray Malaquías Pasamonte escribió un “Cuaderno de noticias e
inclusiones de su casa y apellido de los Pasamonte”.
[4] ALDEA, Q. (Dir.):
“Diccionario de Historia Eclesiástica de España”. Instituto
“Enrique Flórez”. CSIC. Madrid, 1973. Tomo III. Págs. 1621-1622.
(Voz: Monasterios, Piedra). La elección de los abades se producía, normalmente,
cada 14 de septiembre y su cargo era en esta época por un trienio. Por su parte
Aldea recoge el abadologio que da FINESTRES Y DE MONSALVO, J.: “Historia
del Real Monasterio de Poblet” Tomo II. Poblet, 1752. Págs. 145-171.
También realizó un catálogo de abades el arzobispo Don Hernando de Aragón
(1498-1575), que copió y anotó Gondino de Lobera y que cita DE LA FUENTE, V.:
“España Sagrada”. Tomo L. Madrid, 1866. Pág. 245. Sin embargo
aunque a partir del siglo XV los abades coinciden, el abadologio no coincide con
la realidad. Y Finestres se ha limitado a copiar el abadologio de Gondino de
Lobera.
[5] AHN. Clero, Piedra. Leg. 8524
(Toma de posesión de la Villa de Carenas por el Muy Rvdo. Abad Don Fray Pedro
Luzón, el 22 de julio de 1600). Fue elegido abad antes del 14 de septiembre,
seguramente por muerte del anterior abad antes del mes de septiembre.
[6] AHN. Clero, Piedra. Leg. 8524
(Proceso ante Agustín Naharro, abad de Piedra, del hermano Fernando de Liñán,
en la villa de Carenas).
[7] Archivo Municipal Calatayud (AMC).
Leg. 2, fol. 210.
[8] AHN. Códices Lumen Domus Petrae,
fol. 944. Aunque ya entre 1259-1284 aparece citado Nicolás de Cubel, adelantado
del río de Ibdes (Doc. Dipl. Aragón, pág. 203).
[9] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 26 y 96.
[10] De etimología musulmana, el
topónimo Somet tiene 24 grafías diferentes conocidas, que van de época
musulmana a la cristiana. En el siglo XVII suele aparecer escrito con las
formas: Somed, Somer, Somel, Somen, etc., aunque en esta época prevalece la
forma Somed. En las citas respeto el nombre que aparece en el documento, si no
adopto la grafía Somet, como intermedia entre una época y otra (Melendo, 1997,
91-94).
[11] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fol. 96. Año 1680.
[12] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fol. 151. Año 1680.
[13] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fol. 95. (Anexo de la Mojonación de la Pardina de Somed en 1680).
[14] AHN. Códices Lumen Domus Petrae,
fols. 973-974.
[15] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fols. 6-7. También en AHN. Clero, Piedra. Libro, 18651, fols. 16-17.
[16] Los principales congozantes de la
Pardina de Somet eran: el concejo de Ibdes, el concejo de Munébrega, el
Capítulo Eclesiástico de la Iglesia de Ibdes, el Capítulo Eclesiástico de la
Iglesia de Munébrega, el Monasterio de Piedra y el concejo de Carenas.
[17] AHN. Clero, Piedra. Libro, 18651,
fols. 50-51.
[18] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 18.
[19] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fol. 7. En parecidos términos se expresa la Sentencia Arbitral de 1678-1682
(AHN. Clero, Piedra. Libro 18651, fols. 16-17).
[20] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 95. A mano derecha se observa la iglesia de Somet. Detrás, con una especie
de bandera, la Casa de los Concejos de Ibdes y Munébrega. En el centro aparece
la Granja o Casa del Monasterio, tapiada y con almenas. Detrás se ve algún
edificio y corrales al fondo. A la izquierda un edificio redondo puede ser el
molino y detrás un edificio con cipreses, que podría corresponderse con una
ermita. Delante se ve el camino real, que pasaba por delante de la población.
La letra L da inicio a “La Pardina de Somed”, etc. (Resumen de la
Sentencia Arbitral de 1678 y tres adicciones hasta 1682, dada por los Señores
Blanco y Nueros sobre la Pardina de Somed).
[21] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 17.
[22] AHN. Sigilografía. Caj. 104, núm.
3.
[23] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 20.
[24] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 22.
[25] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 18.
[26] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 19.
[27] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 23. Los monjes de Piedra eran señores de la Granja, que estaba amurallada:
“...fon feñores del huerto cerrado de la dicha Granja de Somed, de la
hera, y de todos los albares, piezas, viñas, y heredades anexas, y
pertenecientes a la dicha Granja...” (Ibidem, fol. 24). La paridera contigua
a la Granja había de ser conservada por los concejos de Ibdes y Munébrega, para
que sirva de corral a las aves o gallinas de la dicha Granja del Monasterio
(Ibidem, fol. 64).
[28] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651,
fol. 24. El dominio de la Plazuela pertenecía al Monasterio, Ibdes y Munébrega
por igual, para que pudieran celebrar juntas. (Ibidem, fol. 64)
[29] AHN. Clero, Piedra. Libro 18651, fol. 27.
[30] Archivo Histórico Provincial
Zaragoza (AHPZ). Sec. Inquisición. Caja, 1597. Leg. 1, s/
fol. El documento es
muy curioso, pues los acompañantes de Ibdes y Munébrega gritan:
“¡Justicia al Rey!”, mientras los de Carenas gritan:
“¡Justicia al Santo Oficio!”, mostrando la dualidad de
poderes de la época.
[31] AHN. Clero, Piedra. Carp. 3672,
núm. 17.
[32] Archivo Municipal de Carenas (AMCar).:
“Sentencia Arbitral de 1678 y tres adiciones hasta 1682: Relación de los
derechos declarados y adjudicados al Real Monasterio de Nuestra Señora de
Piedra, Capítulo de las Iglesias Parroquiales de Ibdes y Munébrega, concejos y
vecinos de dichos lugares, y de la villa de Carenas, por la Sentencia Arbitral
de Somed, y tres adiciones y declaraciones della, dadas entre las dichas
partes, por los ilustres Sres. D. Antonio Blanco y Gómez, y Don Bartolomé Pérez
de Nueros, consejeros de S. M. en la Real Audiencia Civil del Reino de Aragón,
árbitros arbitradores, por aquellas eligidos y nombrados.” Cap. 18 de la
Sentencia. Cap. 10 y 11 de la 1ª Adición y Cap. 1 de la 3ª Adición.
[35] Ibidem AMCar, nota 32. Cap. 28 de
la Sentencia.
[37] AHN. Clero, Piedra. Libro 18646,
fol. 62. (Sentencia Arbitral de 1678 y Mojonaciones de Somed de 1680).
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