sábado, 16 de febrero de 2013

el turista desordenado

TEATRO para LEER: la espera]

. la espera
[tiempo en blanco para la humillación y la desesperanza]


 
personajes
.Hermana (Penélope)
.Hermano
.Ulises
1 la hermana se asusta cuando escucha su propia voz tras el teléfono. No puede creerlo.
Hermana (grabando en un contestador automático): Hola, en estos momentos no estoy en casa. Deja tu mensaje cuando oigas la señal.
-coge un teléfono móvil y marca el número para comprobar la grabación-
Contestador (voz de la hermana): Hola, en estos momentos no estoy en casa. Deja tu mens…
¿Hola?… ¿Hola?
Hermana: Perdone, creo que me he equivocado.
Voz del teléfono (también es la voz de la hermana, por lo tanto ambas voces son la misma): ¿A quién buscaba?
Hermana: ¿Quién eres tú?
Voz de teléfono: ¿A quién llamaba?
Hermana: No, a nadie, estaba probando el…  Nada. –cuelga-
-prueba de nuevo-
Contestador: Hola, en estos momentos no estoy en casa. Cuando…
¿Hola? ¿Qué quiere? ¿Es una broma?
Hermana: ¿Quién eres? ¿A dónde estoy llamando?
Voz de teléfono: Soy Penélope. ¿Quién es usted?
Hermana: Eso es imposible. No puedes ser Penélope.
Voz del teléfono: Me empieza a cansar… ¿Me va a decir qué es lo que quiere?
-cuelga-
2 el hermano habla sobre su madre. Tiene sus mismos ojos, y algunos dicen que su mismo destino.
Hermano: ¿Crees en el destino? Yo sí. Pero no creo que esté escrito en las líneas de la mano o en los posos del café. Eso son tonterías.
Mamá decía que nosotros, NOSOTROS, inventamos nuestro destino.
Yo debería odiarla entonces: por inventarse aquella enfermedad cuando éramos todavía unos niños.
Por irse y dejarnos aquí. Solos. A mi hermana y a mí.
Mamá también decía otras cosas: que lo quería aunque él estuviese lejos, por ejemplo. Que lo querría siempre aunque ya nunca volviese a casa.
Yo tengo sus ojos.
Sus mismos ojos.
Todos lo dicen. Tienes los ojos de tu madre.
Sí. Tengo sus ojos y paso los días esperando.
Mamá también esperaba, y decía que lo querría siempre, al hijo de puta de mi padre, aunque él ya no volviese nunca.
Y así fue. Lo quiso siempre a pesar de que nunca volvió.
¿Tendrá alguna relación, el color de los ojos y el destino?
1 (sigue sin el valor para hablarse)
Voz de teléfono: Hola, en estos momentos no estoy en casa. Deja tu mens… ¿Hola? ¿Eres otra vez tú…?
Hermana: ¡No vuelvas a coger mi puto teléfono!
-cuelga bruscamente-
2 (no odia a su madre. Odia a su madre yéndose, dejándolos solos)
Hermano: A veces imagino a mamá besando fotos viejas y observándose desnuda frente al espejo, convenciéndose de que todavía podía ser atractiva para los hombres. La imagino también tocándose por debajo de las sábanas, pensando en él. Debajo de unas sábanas demasiado viejas. Tocándose un vientre flácido que él probablemente hubiese rechazado.
A LO MEJOR LO IMAGINO ASÍ PARA PODER ODIARLA. Para degradarla en mi mente. Para convertirla en un ser patético y poder entonces odiarla, aunque sea un poco.
La imagino encerrada en el baño tomando un frasco de pastillas.
Nunca suficientes.
Una ambulancia, un hospital, un lo-siento-mucho-no-sé-lo-que-me-ha-pasado-debo-de-estar-loca-por-dios-perdonadme y de vuelta a casa.
Alguien debería habérselo dicho, que lo de las pastillas es un recurso de viejas para llamar la atención, que el que quiere morir… morir de verdad… utiliza el salfumán.
No hizo falta.
Irónicamente un cáncer de piel le ahorra el mal trago de sostener una botella de salfumán, de ingerirla y sentir el infierno en el estómago.
1 (no puede hacerlo. La conversación quedará pendiente)
Hermana (practicando mirando al teléfono): Tú no puedes ser Penélope. Eso es imposible porque Penélope soy yo. Lo entiendes, ¿verdad? Y este número… estoy llamando a mi número. A mi propio número. No deberías coger mi teléfono. Ni decir que eres Penélope. Porque alguien podría creerte. Lo entiendes, ¿verdad? No lo harás más, ¿me lo prometes?
-marca y suena el teléfono-
Contestador: Hola, en estos momentos no… -cuelga bruscamente y se marcha-
2 (habla ahora sobre Ella, la que se fue dejando una nota en la nevera, la que invocó la noche tras su partida)
Hermano: A veces no nos damos cuenta. El tiempo se detiene y nosotros seguimos viviendo, como si nada ocurriese, seguimos levantándonos temprano, lavándonos los dientes y buscando unas monedas en el bolsillo para la máquina de café.
Y sin embargo el tiempo se ha detenido. Se ha detenido y nada de lo que podamos hacer importa una mierda.
A la deriva, agarrados a nuestros gestos cotidianos, intentando que la repetición pueda salvarnos del asco.
¿Crees en el destino? Estoy seguro de que crees en el destino.
Dijiste que lo nuestro era imposible. Ni siquiera te atreviste a decírmelo a la cara.
Dejaste una nota:
No puedo seguir engañándote / Ya no te quiero / Además he conocido a alguien / No sabes quién es / Un compañero del trabajo / No es nadie / No importa / Él es sólo una excusa / Me ha servido para ver que nuestro amor está muerto / Fue precioso pero todo ha acabado / Si lo piensas verás que tengo razón.
No. No tienes razón.
Yo pensaba que mi destino eras tú, que te darías cuenta de que él era un gilipollas y volverías conmigo. Ahora sé que mi destino es esperarte.
Como el de mamá.
Sus ojos y su destino: esperar y morir de cualquier excusa.
Un cáncer por ejemplo.
Los médicos le dicen que no le queda mucho tiempo de vida, que ya es tarde para una intervención. Cuando llega a casa le pregunto: ¿por qué no lloras mamá? Ella me contesta que puede llorar o prepararnos el desayuno a mí y a mi hermana.
Éramos sólo unos niños. Mi hermana se comió el desayuno. Yo no pude…
3 Ulises avisa de su vuelta. Llega demasiado tarde. Ni siquiera sabe si Penélope lo espera. Es difícil saberlo cuando ni siquiera la pobre Penélope sabe ya si lo espera.
-suena el teléfono pero esta vez no hay nadie-
Contestador: Hola, en estos momentos no estoy en casa. Deja tu mensaje cuando oigas la señal. (Pitido)
Ulises (entrando en escena en cualquier momento): Soy yo. Ya estoy aquí, el barco ha llegado con un poco de retraso. Hemos pillado tormenta… llegaré en unos veinte minutos… tengo muchas ganas de verte. ¿Cuánto hace? ¿Dos años? Sólo dos años y parece una eternidad… pero ahora ya no tendré que irme más. Ya he conseguido el ascenso y me quedaré aquí… contigo.  Un beso…  –cuelga-
4 Ulises se encontró de vuelta con un amigo de la adolescencia. El amigo habla con aquel Ulises más joven que conoció en el instituto. Pero Ulises ha cambiado. Ulises odia a su viejo amigo para no odiarse a sí mismo al haber traicionado sus sueños.
Ulises: De niño quería ser escritor. Recuerdo que escribía poemas y se los dejaba leer a mi mejor amigo.
Me decía que le encantaban. A veces me lo encuentro por la calle. Siempre me habla de cine. Cree que porque voy mucho al cine me gusta el cine. Cree que es algo que todavía tenemos en común, como cuando éramos adolescentes. Me pregunta si sigo escribiendo. Le respondo que hace un tiempo horrible y me he olvidado la chaqueta en casa, o cualquier idiotez, no sé..
Si me recomienda una película intento no ir a verla.
A veces creo que lo que temo es que no me gusten esas películas de las que me habla. Otras pienso que es todo lo contrario. Tengo miedo de que su criterio sea fantástico.
Recuerdo que una vez escribí un breve prólogo para la novela que debía hacerme famoso. Era muy joven. Decía así: “el problema que tienen los escritores es que deben ser juzgados por un puñado de imbéciles”
Sólo escribí esa frase. No tenía nada más que decir. Con el tiempo me he dado cuenta que no tenía absolutamente nada más que decir.
Algunas veces camino por la calle y creo ver a mi amigo.
Suelo esconderme.
Detrás de los coches
de las esquinas…
Estoy seguro de que le extraña no verme más, viviendo tan cerca el uno del otro.
Otras veces me pilla por sorpresa… el muy cabrón… por detrás.
Yo sonrío.
Él me habla de la última película que ha visto
y yo sonrío (jeje)
y le digo que iré a verla (claro que iré a verla)
No sospecha que lo odio (me caes mal, capullo) porque no he bajado la sonrisa ni un momento. -sonrisa profidén-
¡Siempre en guardia!
Todavía recuerdo su cara cuando me devolvió mi novela y me dijo, emocionado, que era fantástica.
5 lectura de etiqueta de salfumán o prospecto de pastillas (off hermano)
6 Ulises habla al hermano de sus intenciones de llevársela lejos, a un lugar donde sea posible empezar de nuevo.
Ulises: ¿Qué crees que dirá Penélope?
Hermano: No lo sé.
Ulises: ¿Vendrá conmigo? Le compraré una casa.
Hermano: A mi hermana le gusta esta casa.
Ulises: Sí, pero esta casa es muy pequeña. Le compraré una casa con una terraza enorme para que pueda tener un perro.
Hermano: A ella le encantan los perros.
Ulises: A todo el mundo le gustan los perros.
Hermano: A mí no. Yo odio los perros. Sin ellos el mundo sería mejor. Menos mierdas, menos pelos y menos dientes.
Además se comen a los koalas. Lo vi en un documental. ¿Cómo pueden comerse a un animal tan pacífico?
Ulises: ¿Qué importa eso? Aquí no hay koalas.
Hermano: No. Quizá se los han comido los perros.
También le gustan los suelos de madera. Siempre lo dice.
Ulises: Le pondré suelos de madera.
Hermano: Pero son difíciles de limpiar.
Ulises: No importa.
Hermano: ¿Los vas a limpiar tú?
7 monólogo donde la hermana expresa la humillación de la espera
Hermana: Penélope es una estúpida.
Espera y espera y espera.
La pobre Penélope sola en Itaca, con el corazón palpitando en su sexo.
¿Qué puede hacer? ¿Qué se puede hacer en el intervalo vacío que duran las esperas?
Dos meses le dice. Y vuelve a los veinte años. Y a ella le importa una mierda que se haya convertido en un gran héroe y que todos canten sus hazañas.
El otro día fui a comprar y tuve que detenerme varias veces antes de llegar a casa porque las bolsas pesaban demasiado.
Ulises mientras luchaba contra el cíclope Polifemo. Los encerró en su cueva pero gracias a su astucia todos se salvaron, bla-bla-bla-bla…
Cada día desayuno sola, un café con leche, leyendo el periódico de ayer con el mismo interés que si leyera la guía telefónica. Ulises atravesando con su barco el peligroso estrecho de Caribdis y yo mirando rodar el café con leche, paralizada delante del microondas.
La espera al final se convierte en humillación.
Un orgasmo frotándome contra el marco de la puerta del baño, con la teletienda de fondo, es humillante si me coge por sorpresa pensando en ti.
Penélope se siente imbécil cuando limpia la mancha blanca de sus bragas.
En invierno, por la noche, entra frío por la junta de la ventana. Es una ventana vieja.
Se cuela en mi vientre. El frío.
Y yo me congelo por dentro. (escalofrío). Y Ulises luchando contra las putas sirenas. Atado al mástil del barco mientras las sirenas le cantan, con su polla erecta, enorme y dura como una piedra.
Su polla erecta para nadie.
El coño de Penélope abierto de par en par. Hinchado. Abierto como una flor. Como los ojos de un niño que espera su regalo de cumpleaños. Abierto para nadie. PARA NADA.
Podría dejarlo abandonado en cualquier parque, tirarlo a cualquier contenedor y nadie se enteraría nunca. NUNCA.
Ulises mientras tanto está luchando en Troya. Escondido en el caballo de madera pensando: cuando vuelva le compraré a Penélope una casa con terraza y suelos de madera.  ¡Ya verás qué contenta se pone!
8 tras dos años Ulises vuelve a buscarla. Son ya casi extraños. Ni siquiera saben cómo actuar.
8.1 hay demasiadas palabras no pronunciadas. La hermana cree que la mejor forma de comenzar es con la verdad. Liberando esos sentimientos que por las noches la hacían llorar.
(cierta violencia en las palabras)
Ulises: …Hola
Hermana: Hola
Ulises: ¿Cuánto hace? ¿Dos años?
Hermana: Más o menos.
Ulises: Estás preciosa. No has cambiado nada.
Hermana: Pensé que no volverías y me propuse olvidarte. Me faltaban tres días para hacerlo.
Ulises: He vuelto, ¿no?
Hermana: Sí… Has sido muy considerado. Me dijiste que volverías a por mí y has vuelto. Dijiste dos meses. Después se fue alargando. Pero el trabajo es el trabajo. Estarás contento. Ya tienes tu gloria.
¿Quieres que te cuente lo que he hecho en todo este tiempo?
La espera es un espacio de libertad, de enajenación. Podemos olvidarnos de nuestro papel cotidiano. En la sala del dentista leo revistas estúpidas que nunca leería. En la cola del banco leo esos folletos absurdos que no me interesan. Pero, ¿por qué no hacerlo? De todas formas el tiempo ya está perdido de antemano.
He hecho muchas cosas que nunca hubiera hecho, mientras esperaba tu vuelta…
Ulises: No importa. Estoy aquí y ya está. Olvídate de todo. ¿Sabes una cosa…
Hermana: Sí… estás confuso. No sabes si golpearme o follarme contra la pared. A mí me pasa lo mismo.
Por las noches te imaginaba con esas jovencitas y no me podía dormir.
Ulises: ¿Con quién?
Hermana: Con cualquiera, no lo sé. ¿Vas a decirme que no te has metido a nadie en la cama en todo este tiempo?
Vamos, que no soy una niña. Un alto ejecutivo en una ciudad extranjera.
Y si no alguna puta.
Te imaginaba follando con ellas y no me podía dormir.
Pero no te disculpes. Lo entiendo.
Yo tampoco he sido una buena chica.
Ulises: Ahora no importa. Olvidémoslo todo. Hoy empieza todo de nuevo.
Hermana: Quiero que lo sepas. No podía dormir… y me acercaba a la ciudad, a beber en algún bar. No hay nada más fácil que llevarte un hombre a la cama. ¿Lo has intentado? ¿Te has acostado alguna vez con un hombre?
Ulises: NO. No quiero saber nada.
Hermana: ¿Qué me dices de esas jovencitas? ¿Te la chupaban como yo?… ¿Qué ocurre? ¿Te escandaliza que hable así? ¿A estas alturas?…
Os encanta que os la chupen, ¿verdad? Os hace sentir muy poderosos.
No te avergüences. Es normal.
¿Las obligabas a tragárselo todo, como hacías conmigo?
Ulises: Nunca te he obligado a nada.
Hermana: Bueno, el amor tiene cierta letra pequeña. Hay muchas formas de obligar. Yo por ejemplo, de esta manera, te obligaba a quererme.
Con los demás no lo hago. Ellos no me importan como tú..
Ulises: Cállate.
Hermana: Sólo quería empezar con la verdad. Perdóname por querer ser sincera.
Ulises: ¿La verdad? ¿Para que coño necesitamos la verdad?
La verdad nunca es honesta.
Siempre es la puta de alguien.
8.2 o quizá sea mejor fingir que nada ha cambiado. Fingir que fue ayer el día de la despedida. Que dos años no los han transformado en extraños. Repetir los lugares comunes del amor hasta que suenen cotidianos. Su madre decía que una mentira repetida cien veces es una verdad.
(leve sobreactuación que mine el discurso)

Ulises: Hola
Hermana: Hola
Ulises: ¿Cuánto hace? ¿Dos años?
Hermana: Más o menos.
Ulises: Estás preciosa. No has cambiado nada.
Hermana: Te he echado mucho de menos.
Ulises: Yo a ti también. Contaba cada segundo. Desde que me fui. Estábamos lejos, pero yo te imaginaba a mi lado.
Hermana: Yo también. Sentados en el sofá. Uno para cada lado, tocándonos los pies, viendo cualquier cosa en la televisión.
Mi corazón lo tenías tú… y ahora llegas y me lo traes de vuelta para que pueda seguir viviendo.
Ulises: Lo malo es la noche. La cama es un desierto sin ti.
Hermana: Pero ahora estamos juntos. Y ya nada importa.
Dijiste que te marchabas dos meses.
Tuviste que quedarte dos años.
Era importante para ti, para tu carrera. Ahora tienes mucho dinero y puedes comprar una casa muy grande…
Ulises: Con suelo de madera.
Hermana: Me encantan los suelos de madera, pero hay que tratarlos con cuidado.
Ulises: Debí volver. Dos meses, como te dije.
Hermana: No importa. Ahora ya no recuerdo esas noches que he pasado en vela.  En mi cama…
Sí, yo también creo que sin ti es un desierto.
Y en los desiertos sólo hay arena. Arena que se pega a la piel, irrita los ojos, se mete en la boca…
Ulises: Y viento helado.
Hermana: Y sed…
Ulises: Debí volver antes. Estaba muy ocupado. Lo siento.
En realidad nunca debí irme.
Hermana: No importa ya.
Ulises: No, claro. No  importa. Volvemos a estar juntos.
Hermana: …Nada importa porque volvemos a estar juntos. Es una frase muy bonita. Aunque me da escalofríos. Las frases que repiten los poetas siempre suenan a falso, como las de los vendedores de los grandes almacenes.
¿A quién queremos engañar? Dejémonos de gilipolleces.
¿Vas a besarme o vamos a comenzar con los arañazos?
8.3 tal vez lo mejor sea no decir nada. Ni la violencia de la verdad ni la desazón de una mentira.
(cierta apatía, desgana, como si el diálogo no fuese con ellos)

Ulises: Hola
Hermana: Hola
Ulises: ¿Cuánto hace? ¿Dos años?
Hermana: Más o menos.
Ulises: Estás preciosa. No has cambiado nada.
Hermana: Tú tampoco, bueno, el pelo, lo llevas diferente…
Ulises: Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?
Hermana: Sí, mucho tiempo.
Ulises: Bueno, tampoco ha sido tanto. Sólo dos años.
Hermana: Sí, es verdad, sólo dos años.
Ulises: Pero ahora estamos juntos.
Hermana: Sí, ahora estamos juntos. Otra vez
Ulises: Otra vez…
Hermana: No nos haremos preguntas, ¿vale? Ni preguntas ni frases convencionales.
Ulises: No, claro que no. Nos abrazaremos un rato.
Hermana: Sí, un rato, hasta que nos cansemos o hasta que nos entre hambre.
9 monólogo del hermano donde ve a su madre como la suicida Ofelia. Tal vez también habla de sí mismo. Tal vez también hablaría de su hermana si Ulises no hubiese regresado. Se pregunta -aunque eso no lo dice con palabras- si tal vez Ulises ha llegado cuando de la pobre Penélope sólo queda un cuerpo hinchado, como de cera, en la vereda del río, devorado por los peces.
Hermano: Pienso en mamá y pienso en sábanas blancas y olor a hospital.
Una vez la vi tirando una botella al mar.
Fue poco antes de morir.
Estuve días y días buscando la botella por la playa. Al final la encontré semienterrada en la arena. No tuve el valor de abrirla.
Volví a echarla al mar.
La botella no era para mí.
Me produce escalofríos pensar en esa botella. Es demasiado desesperado. A lo mejor si lo leemos en un libro es romántico. Pero no. No es romántico tirar una botella al mar. ES absurdo. Sólo un loco tiraría una botella al mar.
Yo no podía salvarla. Mi pobre madre era Ofelia. Al otro lado de la barandilla del puente.
Esperando.

Esperando que él volviese y la convenciese para no saltar..

¿Cuánto puede aguantar alguien agarrado a una barandilla? Además, mamá no tenía apenas fuerza. Yo era sólo un niño y siempre tenía que abrirle los botes porque ella era incapaz…
…Al final los brazos no pueden aguantar más.
El frío, el hambre, la vergüenza, la desesperanza.
Al final mamá cae.
La corriente lleva su cadáver durante kilómetros, hasta que queda encallada en una roca. Cuando la encontraron le faltaban algunos trozos de carne que se habían comido los peces…
¿Los peces pueden hacer algo así?
…No importa. En realidad es mentira. Eso le pasó a Ofelia. Papá nunca fue príncipe de Dinamarca. Probablemente no sabe ni dónde está Dinamarca.
Mamá murió en un hospital.
Decía que lo esperaría para siempre, a mi padre, aunque ya no volviera.
Los enamorados esperan para siempre… o al menos hasta que se les cansan los brazos.
10  folletos de un banco sobre planes de jubilación o hipoteca… (off hermana, leído con profunda tristeza, como si se tratase de un monólogo dramático)

11 Ulises y el hermano dicen muchas cosas y nada al mismo tiempo.
Ulises: Estoy aquí.
Hermano: Sí, has vuelto a por mi hermana.
Has cumplido tu promesa. Tarde, pero aquí.
Yo ya he perdido la esperanza de que ella vuelva.
Me han dicho que vive con un compañero de trabajo que sólo era una excusa. Una excusa para dejarme, no una razón.  Eso decía su nota.
Mira a mi pobre hermanita.
Lleva así varios meses, en esa silla, sin moverse. Los días pasan y nosotros no somos capaces de diferenciarlos. Todo parece un día larguísimo. Un espacio en blanco que no sabemos con qué llenar.
Pero tú te la vas a llevar de aquí.
Ulises: No recordaba que te parecieras tanto a tu madre.
Hermano: Tú no la conociste.
Ulises: No. Tu hermana me ha enseñado fotos. Tenéis los mismos ojos, ¿te lo habían dicho antes?
Hermano: Cientos de veces.
Ulises: Tu hermana también se parece a ella. ¿No tenéis ningún rasgo de vuestro padre?
Hermano: No lo sé. Mamá nos enseñó una foto de él. La hemos buscado, pero no sabemos dónde la escondió.
Tal vez se la tiró. Aunque lo dudo.
Ni siquiera recuerdo qué cara tenía. Sé que tenía una camisa de cuadros. Siempre ha estado en el cajón de la cómoda. Nadie se ha atrevido a tirarla.
Me lo imagino con una gorra de béisbol, de los NICKS. Como esos padres de las películas americanas de sobremesa que abandonan a sus hijos. Es curioso cómo nuestro pasado se confunde con las películas americanas que hemos visto. ¿A ti no te pasa?
Ulises: Sí, yo soy el chico raro que consigue salir con la jefa del equipo de animadoras.
Hermano: Ella deja al quáterback por el chico raro, ¿verdad?
Ulises: Sí. Ella se enamora de él porque es sencillo, diferente a los otros. La hace sentir bonita. Le dice que la felicidad son cosas pequeñas:
el olor de su pelo después de ducharse
una colcha amarilla
compartir la última cerveza
un domingo por la mañana juntos
…Después se le olvida y lo deja todo por un ascenso en una multinacional.
Hermano: Pero ahora ya lo has conseguido. Ya tienes lo que querías.
Ulises: Sí. Claro.
Alguien viene…
Hermano: Son las ocho. A esta hora salgo al mar a echar una botella. Cada día le envío un nuevo mensaje.
Algún día lo recibirá y vendrá a rescatarme.
Ven, escondámonos. Vamos a verme…
11 Ulises y el hermano ven desde un lado del escenario cómo el hermano se acerca al río y lanza una botella al mar.
12 prólogo novela (off Ulises, leído con desesperación, subiendo el tono a cada frase)
El problema que tienen los escritores es que deben ser juzgados por un puñado de imbéciles. El problema que tienen los escritores es que deben ser juzgados por un puñado de imbéciles. El problema que tienen los escritores es que deben ser juzgados por un puñado de imbéciles…
13 la hermana decide hablar consigo misma al otro lado del teléfono.
Contestador (voz de la hermana): Hola, en estos momentos no estoy en casa. Deja tu mensaje cuando oigas la señal (pitido)
Hermana: No sé quién eres, ni qué coño pasa, pero no me gusta.
Deja de coger el teléfono. Es mi teléfono. No quiero que cojas mi teléfono.
Empiezas cogiendo mi teléfono y ¿qué harás después? ¿Te pondrás el despertador cinco minutos antes que el mío y me robarás la vida?
Llegarás a todos los lugares unos minutos antes, ¿no? Todos me mirarán extrañados pensando que soy yo la farsante. Yo. Porque los farsantes son los que llegan después.
Y yo correré y no seré capaz de alcanzarte.
Y cuando regrese a casa por la noche te encontraré en mi cama, desnuda, entre sus piernas.
Vete de mi vida. Quieres quedarte con todo. Lo sé. Quieres que sea a ti a quien se lleve, ¿verdad? Quieres que yo me quede aquí para siempre, en esta cárcel,  en esta infernal Ítaca, mientras tú vas con él.
Pero no lo permitiré. Zorra egoísta. Seré yo la que se vaya.
Antes te mataré que permitirlo.

14 el hermano no soporta la espera. Morirá si Ella no vuelve. La hermana decide ser Ella. Él creerá porque desea creer. Ahora la hermana es Ella. Para verlo sonreír. Para que no se consuma. Para despedirse de él con palabras de amor, como Ella nunca se despidió.
Hermano: Ulises ha venido. Estarás contenta. Al menos uno de los dos puede irse de aquí.
Hermana: Nos iremos los dos. Nos iremos de esta casa.
Hermano: Me gusta esta casa. Está muy cerca del mar.
 Además, si me voy Ella no sabrá dónde encontrarme.
…Pero a ti qué te importa. Tú ya tienes a tu Ulises.
Hermana: Nos iremos a vivir al centro de la ciudad. Conocerás a alguien y te olvidarás de ella.
Hermano: ¿A alguien? ¿Dónde?
Hermana: No lo sé. En el supermercado.
Hermano: No. No me gustan los supermercados.
Me recuerdan a los hospitales.
Haré como mamá. Si Ella no vuelve pronto me dejaré morir.
Hermana: No digas tonterías.
Hermano: No quiero conocer a nadie. Quiero que Ella vuelva. Quiero que me diga que se ha equivocado, que se ha dado cuenta de que soy el hombre de su vida.
Hermana: Olvídate de una vez. Hace mucho tiempo.
Hermano: Ni siquiera se despidió. Sólo una nota.
Hermana: ¿Por qué no fuiste a buscarla? Te quedaste aquí, esperando…
Hermano: No lo sé. Al principio pensé que era sólo una discusión que había llegado demasiado lejos, que volvería. No sabía qué hacer, si ir a buscarla, si dejarla en paz para que pudiese pensar. Después el tiempo pasaba y yo sentí pánico. Me paralicé.
Quiero que vuelva, aunque sólo sea para decirme adiós.
Hermana: Ya te lo dijo.
Hermano: Una puta nota en la nevera.
No tuvo el valor de decírmelo a la cara.
Tengo que explicarle que la quiero. No me dio la oportunidad.
Fue todo demasiado rápido. Y yo fui un cobarde. Ahora por las noches se me clavan en la garganta las palabras que no le dije, como si fueran agujas. ¿Crees que la muerte será algo parecido?
Hermana: Cierra los ojos.
-los cierra y ya no los abre-

- lo besa –
Hermana (ahora es Ella): He venido a decirte adiós.
Hermano: ¿Eres tú?
Hermana: Sí.
Hermano: ¿Cómo puedo saber que eres tú de verdad?
Hermana: No lo sé.
Hermano: Voy a preguntarte algo que sólo tú podrías saber.
¿Cuál es la parte de mi cuerpo que más te gusta?
Hermana: Tu cuello. –se lo acaricia-
Hermano (tarda un poco en contestar): Sí… eres tú. Llevo mucho tiempo esperándote.
Te fuiste muy rápido…
Hermana: Lo sé. No podía ser de otra manera. Si te hubiera mirado a los ojos no habría sido capaz de decirte adiós.
Hermano: ¿Te vas a quedar? No te vayas.
Hermana: No puedo quedarme. He venido a decirte adiós. Sólo a eso. Pensé que una nota en la nevera tal vez no era suficiente…
Hermano: Tengo que decirte muchas cosas.
He estado apuntando todo lo que quiero decirte. Tengo la lista en mi habitación. Voy a buscarla…
Te necesito, quédate.
Hermana: No. Ahora tengo una nueva vida. Vivo en una casa al otro lado del delta. Tiene los techos altos y entra mucha luz.
Hermano: ¿Eres feliz?
Hermana: Sí.
Hermano: ¿Lo quieres?
Hermana: Sí. Los domingos compramos el periódico. Yo leo una parte y él otra. Después nos las cambiamos.
Hermano: ¿Le hablas a veces de mí?
Hermana: No.
Hermano: ¿Nunca?
Podemos ser amigos. Puedes venir de vez en cuando. Contarme cosas, como antes. ¿Todavía sigue tu jefe haciéndote la vida imposible? Sí, seguro que sí. Es un capullo. ¿Cómo salió aquella cita que tenía tu hermana con su profesor de piano? De eso hace mucho ya, ¿no? Varios años… ¿Y tu padre? ¿Se ha cambiado ya el coche?
Dime que volverás. Dime que te sentarás conmigo y me contarás cómo te ha ido el día.
No te vayas. Dicen que los enamorados esperan para siempre… pero yo no puedo. Yo te quiero demasiado.
-le da otro beso. Esta vez apasionado-
15 Ulises habla con un hombre imaginario. Si pudiésemos verlo descubriríamos que es muy parecido a él físicamente, aunque ni su ropa ni sus ademanes se corresponden. Para su tristeza descubre que es el hombre que le robó la vida.
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Ulises: ¿En serio? Supongo que es una casualidad. Aunque si te soy sincero, te he pedido fuego a ti porque había algo… no sé exactamente el qué, pero sentí que existía cierta atracción… no me malinterpretes… soy heterosexual… pero cierta empatía. Sí, eso. Tu chaqueta, por ejemplo, me encanta. Yo no me la compraría… no por nada, no te ofendas.
Por mi trabajo. Por… no sé, porque la gente no espera verme con una chaqueta como la tuya. Me crearía cierta inseguridad. Pero me encanta, en serio. ¿A qué te dedicas?
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Increíble. Yo también quería ser escritor, de joven…
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No, no tan joven, ¿cuántos años crees que tengo?
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Sí, exactamente, tienes buen ojo.
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Algunos relatos, poesía… La gente decía que tenía mano para escribir. Ahora no tengo mucho tiempo. Trabajo. Un trabajo muy importante, si te soy sincero…  Son cosas de jóvenes. Los jóvenes siempre sueñan con ese tipo de cosas. Hay pocos como tú, que siguen fieles a las locuras adolescentes.
.
Sí, pero eso no es lo importante y tú lo sabes. El dinero no lo es todo. Has publicado varias cosas, ¿no? La gente lee tus novelas, y recibes cartas de muchos admiradores. Eso es lo importante…
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No lo sé. No te das mucha cuenta. Te haces un plano de por dónde tiene que ir tu vida. Un día te desvías un poquito, al siguiente otro poquito, y así, vas cediendo y sin darte cuentas acabas siendo alguien totalmente distinto. De pronto te despiertas una mañana, te plantas delante del espejo y piensas: ¿Quién coño eres tú? ¿Cómo mierdas has acabado viviendo la vida de un desconocido? Porque ésta no puede ser la tuya. La tuya la tendrá alguien, a miles de kilómetros tal vez, algún hijo de puta…
.
¿Puedo hacerte una pregunta?
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¿Tienes coche?
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Lo sabía. Yo me hubiera comprado una moto. Es más romántico, ¿verdad? Pero todos me decían que no es muy práctica.
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El viento en la cara, la chica detrás, agarrada fuerte….
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Apostaría mi vida a que llevas un bloc de notas en el bolsillo para anotar las ideas que se te ocurren…
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.
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…Así que eres tú el que me lo robó todo. Y yo aquí, hablando contigo, pensando que podíamos ser amigos…
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No te importa mi nombre, soy Nadie. NADIE.
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Maduré. No se puede ser un adolescente siempre. Me fui lejos pero volví siendo una persona importante. En el bar todos me admiran. Mi madre está muy orgullosa de mí.  Mi jefe dice que tengo un gran futuro.
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¿Qué por qué me enfado entonces contigo? …No lo sé.
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¿Has luchado en la guerra de Troya?
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Yo sí. Ni siquiera sé por qué lo hice.
Vencimos. La victoria estuvo de nuestro lado.
Soy un héroe y todos cuentan mis hazañas.
Debería haberme quedado en Ítaca a luchar por mí.
Y acabé en Troya luchando por otros.
Supongo que me gusta la palabra “gloria”.
Es una palabra bonita, ¿verdad? GLORIA.
Pero a las palabras no las puedes abrazar, ni peinar, ni coger de la mano.
16 artículo revista femenina (off hermana, leído con una gran tristeza)
17 Ulises y su pequeña Penélope siguen sin encontrarse. A veces la distancia que separa dos cuerpos abrazados es infinita.
Hermana: A veces estoy en la ciudad y me parece verte a lo lejos.
Pienso que has vuelto a casa sin avisarme, para darme una sorpresa.
Para siempre.
Y camino sin saber adónde dirigirme.
Y pierdo el tiempo por ahí.
Al final vuelvo a casa temerosa de encontrarte.
Nunca estás.
Respiro aliviada y luego me pongo a llorar.
Porque quiero que vuelvas.
Ulises: Estoy aquí.
Hermana (manoseando algo): ¿En serio?
No sé por dónde empezar…
Ulises: Si sigues así vas a acabar rompiéndolo.
Hermana: No, déjame. Tengo que decirte algo.
Ulises: Te escucho.
Hermana:  Tengo miedo de no encontrar la voz y la cara adecuada.
Y te juro que lo he practicado frente al espejo.
Te lo he contado miles de veces. Miles desde que ocurrió la primera vez.
Pero tú no me escuchabas. Estabas muy lejos.
Ulises: Imagina que sigo allí.
Hermana: No puedo hacerlo.
Además, cuando no estabas pensaba que lo entenderías.
Ahora te tengo aquí y sé que no lo entenderás.
Ulises: Pues entonces no me lo digas.
Hermana: No. Es mejor que lo olvidemos.
Pensé llamarte…
No lo hice. No te llamé.
Ahora ya es tarde.
15 la hermana habla con Ulises sobre su dicha. Tal vez habla con un Ulises recordado, tal vez con un Ulises imaginado, tal vez ha decidido dar una oportunidad al hombre que volvió a buscarla que también se llama Ulises.
Hermana: ¿Te has fijado alguna vez en mi sexo? Lo has visto, ¿Pero alguna vez lo has observado bien? Yo lo observaba con frecuencia cuando estabas fuera. Me ponía un espejito entre las piernas y lo miraba durante horas.

Llegué a odiarlo. Llegué a sentir verdadero asco cada vez que lo veía… Tan ridículo, con ese agujero horrible, con ese vacío que me hablaba de ti ausente, a miles de kilómetros.
Conocí una vez a un hombre que había perdido la mano derecha y me dijo que guardaba los pares de guantes completos. Le pregunté por qué lo hacía y me dijo que no lo sabía, que cada vez que veía el guante derecho se ponía a llorar, pero que no era capaz de tirarlo.
Ahora lo entiendo. Él siguió guardando los guantes y yo no me acuchillé el vientre hasta destrozarlo.
Me alegro. Si lo hubiera hecho no podríamos hacer el amor ahora.
Contigo aquí es perfecto, ¿verdad?
 Mi vientre tiene un sentido.
¿Crees que dios creo tu sexo a la medida exacta del mío?
Yo no lo creo, pero es bonito pensarlo, ¿verdad? Dios pensando en ti y en mí, diseñándonos para encajar a la perfección, como si fuésemos dos partes incompletas la una sin la otra.
16 el hermano no soporta más la espera. Sigue recordándola, a Ella, la ausencia que siempre está presente.
Hermano: Me levanto y doy vueltas por la casa.
Mi hermana dice que tome pastillas para dormir.
Luego se arrepiente. Tiene miedo de que me tome demasiadas, como hacía mamá.
Mamá decía que las había contado mal, que no era muy buena con los números.
Se equivocaba con un margen de diez pastillas.
En la oscuridad como un fantasma, sin poder decidir qué debo hacer.
Si debo marcar su número de teléfono
Si debo ir a la ciudad a buscarla.
O si debo dejarla tranquila: obligarla a vivir su decisión, sea o no la correcta.
El teléfono es ahora mi enemigo. Cuando suena siento un escalofrío. He comenzado a odiarlo. El teléfono es la posibilidad que nunca se concreta. La posibilidad de un cambio. La posibilidad de escuchar de nuevo tu voz.
¿Te acuerdas aquella tarde? Crecimos juntos y sin embargo no fue hasta aquella tarde que supe que te quería.
Al principio el deseo se concreta en los pechos.
Te lo pedí una vez, en el colegio. Te pedí que me enseñaras los pechos y tú lo hiciste, en el aseo de los chicos.
Ahora sé que en el colegio tú ya estabas enamorada de mí, y por eso te levantaste la camiseta y me dejaste verlos. Me pediste que no se lo dijera a nadie y yo se lo dije a todo el mundo.
Se ha levantado la camiseta.
Se ha levantado la camiseta.
¿Cómo confiar en un niño de 11 años?
Pero me perdonaste. Me lo dijiste más tarde, en la fiesta de final de curso del instituto, cuando comencé a desearte de verdad.
Estabas guapísima. Te pedí que me acompañaras a pasear por la playa. Cuando estábamos lejos de todo te desabrochaste la camisa, sin que yo te lo pidiera. Tus senos eran bien distintos de aquellos que vi en el aseo del colegio.
Te dije que te taparas. Te pedí perdón y me dijiste que ya me habías perdonado.
¿Has dejado de quererme?, te pregunté.
No, eso nunca.
Algunos nuncas duran demasiado poco.
17 el hermano está en el suelo. Ha decidido acabar con todo: o sangre o pastillas o cualquier otra cosa junto a su cuerpo débil. La hermana lo encuentra. Quiere salvarlo. Vuelve a hacerse pasar por ella. Le dará todo lo que le pida. Le dará todo lo que él espera de ella. Porque lo quiere demasiado. Porque tal vez no haya otra forma. Porque cuando no había nadie ellos se abrazaban invocando un poco de calor. Porque mamá se fue. Porque Ella se fue. Porque ulises se fue. Porque sólo ellos en un desierto helado.
Hermana: ¿Qué has hecho?
¿No podías esperar un poco más? Estás loco
Estáis todos locos…
…Ha venido …sí. Ha venido a verte.
Está ahí afuera. ¿Le digo que pase?
Hermano: No ha venido. Ella ya no me quiere.
Tengo sueño…
Hermana: Sí, está ahí. Acabo de hablar con Ella. Era una sorpresa, pero ya lo sabes.
Hermano: Ella…?
Hermana: Sí. Voy a decirle que pase. Pero no cierres los ojos. No te duermas por favor…
Hermano: Espera… ¿estoy bien así?
No quiero que me vea así.
Dile que vuelva mañana.
Hermana: Estás perfecto.
-golpes en la puerta-
Hermano: ¿Has venido?
Pensé que no vendrías.
Hermana (ahora es Ella): Estoy aquí.
Hermano: Pero luego te irás. Vete ya si quieres.
No pierdas tiempo.
Seguro que tienes otras cosas que hacer.
Voy a acostarme un rato. Tengo sueño.
Hermana: No. He venido a decirte que te quiero, que me equivoqué. Fui una estúpida.
Hermano: ¿Lo dices en serio? No. Estás burlándote de mí…
Hermana: Tú eres lo mejor que me ha pasado nunca. Dejarte fue la decisión más difícil que he tomado nunca. Pero pensaba que era lo mejor para los dos. Nos queríamos tanto en ese momento… ¿qué podía traer el futuro que no fuese sufrimiento? ¿Acaso podíamos llegar más alto? Sólo quedaba caer, distanciarnos, obviarnos…
Hermano: No he dejado ni un segundo de pensar en ti.
Por las noches no podía dormir.
Hermano: Ahora ya no importa.
Hermano: Pero, ¿y él? Creí que lo querías a él.
Hermana: Él ya no existe. Nos iremos de aquí.
Hermano:  ¿Adónde?
Hermana: No lo sé. ¿Qué más da?. A la ciudad, a un lugar donde podamos estar juntos.
Nunca debí dejarte. Lo siento.
Hermano: No importa. Ahora estás conmigo y ya no me levantaré sudado, con las sábanas enredadas en las piernas.
Hermana: Una cama puede ser un desierto.
Y en los desiertos sólo hay arena. Arena que se pega a la piel, irrita los ojos, se mete en la boca.
Y viento helado.
Y sed…
Hermano: Ven aquí. Ven conmigo.
Vamos a dormir un rato. Después nos iremos juntos.
Podemos alquilar una casa con suelos de madera.
Te gustan los suelos de madera, ¿verdad?
Hermana: Sí.
Hermano: Pero necesitan mucho cuidado. Podemos quedarnos aquí. Aquí se está bien. El mar… está muy cerca.
Hermana: Nos quedaremos aquí. No importa.
Nada importa.
Volvemos a estar juntos.
-ella le besa la cara-
Hermana: ¿Me oyes? Nada importa porque volvemos a estar juntos. Es una frase preciosa, ¿verdad? Me quedaré contigo, ¿me oyes? Responde, di que me oyes. No me iré con él. Me quedaré contigo. No quiero ir a la ciudad. Nos quedaremos aquí, al lado del mar. Le voy a decir que vuelva solo a la ciudad. Que no quiero los suelos de madera, que no quiero tener un perro. Que no quiero su dinero ni su ascenso, ni trajes caros ni ninguna de esas cosas. Me quedaré contigo, ¿me oyes? Por favor, dime algo. Me quedaré contigo. Aquí. Él se irá y nos quedaremos solos. Otra vez. Como siempre. Dime algo, por favor. Dime algo…
[negro]

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