viernes, 25 de enero de 2013

GABRIELLE D'ESTRÉES

EL TRÁGICO FINAL DE GABRIELLE D'ESTRÉES




En los tres últimos meses del año de 1598, Gabrielle D'Estrées, Duquesa de Beaufort desde 1597, está en el zénit de su carrera de favorita real y reina sobre el corazón del soberano francés Enrique IV, hasta el punto que éste, terriblemente prendado de su maitresse-en-titre, irá a provocar una insostenible situación a ojos de sus súbditos, comprometiendo el futuro de la Corona y de su casa: querer desposarla.
Pese a sus numerosas traiciones, Gabrielle parece haber tenido un sincero amor por el rey que, por su parte, tampoco ha sido fiel a ésta. No hay duda que ambos se aman y que Enrique IV, enamorado hasta las trancas de esa beldad, ya no puede vivir sin tenerla a su lado. Está tan orgulloso de su favorita que, en numerosas ocasiones, le pide que se quite la máscara para que los embajadores extranjeros puedan admirar la belleza de su rostro. Para colmo, le ha dado lo que tanto ansiaba: hijos, a los que enseguida legitimó y cubrió de títulos.

El Idilio Real: un escándalo para Europa


En octubre de 1598, Enrique IV cae enfermo. Una retención de orina se produce en el real paciente a consecuencia de una infección mal curada, declarándose una fuerte fiebre que casi lo manda al otro barrio. El rey pierde el conocimiento durante 2 horas y ya, en las antecámaras, circulan confusos rumores anunciando su inminente muerte. Pero, el 21 de octubre, la fiebre remite y el rey se empeña en curarse siguiendo al pie de la letra todas las prescripciones médicas. De hecho, se curará...
El día 29 del mismo mes, creyéndose totalmente restablecido, se permite el lujo de cenar copiosamente y, a medianoche, sufre de vómitos y taquicardias. Reaparece la fiebre durante un momento pero, finalmente, se recupera. Durante aquella enfermedad, Gabrielle ha hecho prueba de tal devoción por Enrique que éste, nuevamente, se encuentra indeciso. Deja que sus diplomáticos inicien los tratos con el gran duque de Toscana al tiempo que tiembla pensando cómo anunciará la noticia a la duquesa que el bien del Estado le obliga a casarse con María de Médicis. Cuando le objetan que su matrimonio con la reina Margot aún no se ha disuelto, se encoge de hombros. ¿Quién podría impedirle repudiar a una reina por causa de manifiesta esterilidad? Incluso el papa no tendría más opción que la de asumir los hechos.
Bruscamente, y pese a las negociaciones entabladas con Florencia, Enrique IV decide que casará con Gabrielle D'Estrées!
El 23 de febrero de 1599, en pleno carnaval, una gran fiesta es ofrecida a la corte en el palacio del Louvre. Los convidados se apretujan ante una larga mesa que amenaza con colapsarse bajo las bandejas y piezas montadas. El Gran Chambelán pide silencio... El rey se levanta y conduce a su vera a Gabrielle y, levantando la voz para que todos puedan oírle, declara:
-Madame, he aqui el anillo de mi coronación, el anillo de mis nupcias con el reino de Francia, os lo doy!
Y acto seguido pasa en el dedo de su amante el anillo que le fue entregado durante su consagración en la catedral de Chartres. La estupefacción es total entre los cortesanos. La asistencia se indigna y empiezan los ensordecedores murmullos de que aquello es un escándalo intolerable. Apenas se puede oír al rey prometer, al tiempo que posa sus labios sobre la mano de la favorita:
-Celebraremos nuestra boda después de Pascuas, a la Quasimodo.
Gabrielle, radiante, toca con los dedos el cielo. Todos sus temores se han desvanecido de golpe. Encarga inmediatamente la confección de su vestido de novia, en color encarnado pálido, bordado en oro y plata. Incluso llega a exclamar orgullosamente: "No hay más que Dios y la muerte del rey para impedir que me convierta en reina de Francia!"

Advertido, el papa Clemente VIII ordena un ayuno general en toda la ciudad de Roma. Su Santidad se retira para rogar que el rey de Francia no cometa semejante disparate. Cuando sale de su capilla privada, afirma haber tenido una visión y se exclama, extasiado: "Dios ha proveído!"
Menos de un mes después, la corte abandona París para Fontainebleau, donde se pasará la Semana Santa. En ese momento, la duquesa de Beaufort está en estado de buena esperanza, de seis o siete meses. Como su estado no le permite subir a lomos de un caballo, la transportan en una engalanada litera tendida de terciopelo negro doblado de naranja sostenida por dos mulas. Puesto que la Semana Santa ya se acerca, es costumbre que el rey mantenga las apariencias de un recogimiento espiritual y, sobretodo, que no viva en el pecado. Por ello, la concubina real no puede permanecer junto al rey como tampoco bajo el mismo techo durante aquellas fiestas religiosas; por tanto, los amantes han de separarse hasta que terminen. Gabrielle acepta mal la separación y llora.

Una muerte presentida


El 6 de abril, con tristeza, la duquesa de Beaufort abandona sus habitaciones del castillo de Fontainebleau. El rey la acompaña hasta la riba del Sena, en Savigny-le-Temple, donde embarca en una chalupa que tiene que llevarla de regreso a París. Presa de un extraño presentimiento, Gabrielle encomienda encarecidamente a Enrique IV sus tres hijos: César, Alejandro y Enriqueta de Borbón.
Tras un último abrazo, el monarca confía Gabrielle al cuidado del Marqués de Bassompierre y del Duque de Montbazon. Sobre las 3 de la tarde, la chalupa deja a su pasajera ante el Arsenal, donde reside Diana D'Estrées su hermana. La misma noche, Gabrielle decide cenar en casa del banquero italiano Sebastián Zamet, un arribista que siempre la corteja como una reina. Luego, vuelve al palacio de Sourdis, hogar de su tía vecino a la iglesia de Saint-Germain-l'Auxerrois.
Al día siguiente, miércoles santo, recibe al poderoso ministro Barón de Rosny buscando su alianza y apoyo con la promesa de una fortuna sin límites. Pero el futuro Duque de Sully finge no entender sus indirectas.
El jueves santo, con gran séquito, la duquesa se persona en la iglesia del Petit-Saint-Antoine para oír el oficio de Tinieblas. El Duque de Montbazon la escolta. Nuevamente, la favorita se va a cenar invitada por el banquero Zamet. Durante el ágape, Gabrielle encuentra un limón*, que le sirven, de un sabor extrañamente ágrio. Ya que hace buen tiempo, desea dar un pequeño paseo por el espléndido jardín italiano de su cicerone. De repente, se desmaya sintiendo, según sus propias palabras, un terrible fuego en la garganta y, sobretodo, horribles dolores en el estómago,... como si la estuvieran acuchillando. Los allí presentes creen que va a dar a luz en breve. La transportan con toda urgencia hasta el palacio de Sourdis. Se siente mejor poco después.
El viernes santo por la mañana, su estado empeora. Presa de violentas convulsiones, la eclampsia se declara... los sufrimientos son intolerables. La escena que sigue es horrorosa: los médicos se precipitan y arrancan del vientre de Gabrielle un niño muerto ¡a pedazos!
Tres correos sucesivos parten para Fontainebleau con el fin de notificarlo al rey. El tercero anuncia a Enrique IV que una terrible hemorragia se ha producido. Y, claro está, la terapia de la época lleva a los galenos a sangrar varias veces a la moribunda. Enrique IV ordena inmediatamente que ensillen su montura para galopar hacia París. En la localidad de Villejuif, se cruza con el canciller Pomponne de Bellièvre, que esperaba que le ensillaran su caballo para retomar el camino hacia Fontainebleau. Se aproxima al rey:
-Sire, le dice el canciller, la duquesa está moribunda. Me han comunicado que las convulsiones la han desfigurado y que su rostro parece como torcido por alguna mano invisible. Menudo disgusto sería el vuestro, viendo en tan deplorable estado y sin remedio, una persona que Vuestra Majestad ha amado tanto!
El ayuda de cámara Pierre de Béringhen llega a su vez de París y, tras bajar de su montura, da nuevos detalles:

-Madame la duquesa se ha quedado ciega y sorda. Ella misma se golpea incesantemente el cuerpo y el rostro. Los médicos, los cirujanos, los boticarios no entienden la violencia de su mal.

Enrique, plantado como una estátua, atontado por el dolor, no puede retener las gruesas lágrimas que resbalan sobre su rostro arrugado y se pierden en su barba grisácea. Le oyen murmurar:

-Esto es obra de Dios que ama este Estado y no quiere perjudicarlo. No abusaré de su misericordia.

El rey está tan afligido que sus acompañantes le llevan hasta la vecina abadía de La Saussaye, donde se echa sobre una cama para llorar a lágrima viva. Horas más tarde y en plena noche, se deja llevar nuevamente a Fontainebleau. No verá el rostro irreconocible de la mujer a la que ha amado apasionadamente, ese rostro tan bello, devastado por la enfermedad, ese rostro repugnante, según cuentan los testigos.
Pese a todo, la duquesa vivirá aún doce largas horas de abominables sufrimientos. Los sacerdotes, llamados para darle la extrema unción, se ven en la imposibilidad de administrarle ese último consuelo; la duquesa se debate en medio de los sobresaltos de una espantosa agonía.
El sábado santo, 10 de abril de 1599, a las 6 de la mañana, Gabrielle D'Estrées exhala su último suspiro. La noticia corre cual reguero de pólvora por las calles de París y provoca inmediatamente una general a la par que macabra alegría. Se afirma en los mentideros de la capital que la duquesa de Beaufort hizo un pacto con el Diablo para casarse con el rey de Francia y que, por ello, ha muerto fulminada.
Retrato de Maximilien de Béthune, Barón y luego Marqués de Rosny, 1er Duque de Sully (1559-1641).
Sully acoge la noticia con toda la exultación que le permite su natural gravedad. Al principio, no pudo creer lo que le estaba contando el mensajero, y acabó tomando su desayuno escuchando el macabro relato del portador de tan buena noticia. Después, se fue a despertar a su esposa diciendo:

-Hija mía, hay buenas noticias. No iréis al despertar ni al acostar de la duquesa. La cuerda se ha roto.

La "remembranza" representando a la favorita real, a imagen y semejanza de una reina, fue colocado bajo un dosel de paño de oro. La tía de la difunta, Madame de Sourdis, ha revestido el cuerpo del maniquí con el suntuoso vestido de novia que había encargado su sobrina para sus esponsales con el rey. La efigie funeraria, enmarcada por dos heraldos con tabardo sembrado de flores de lis, es de esta guisa presentada para que familiares y extraños presenten sus respetos a la muerta. El desfile no había aún comenzado cuando la familia de Gabrielle se precipita en su casa con carros y mulas para hacerse con todos sus muebles y bienes. Todas sus joyas, incluso los anillos que lleva la muerta, le son arrancados de los dedos... El expolio es vergonzoso, el saqueo... total.
En Roma, el papa expresa su alegría: su visión de lo que iba a pasarle a la favorita se ha cumplido! Contarini describe, en Venecia, "la alegría y el alivio que se resiente en general por ese accidente..." Cada uno reconoce que esa gracia procede milagrosamente de Dios, quien ha querido extender su especial protección sobre Francia en el momento en el que ésta lo necesitaba urgentemente.
La muerte de Gabrielle D'Estrées desenreda la inextricable situación en la cual se había metido el rey con tanta ligereza: anunciar a la corte su boda con la duquesa de Beaufort, mientras dejaba a sus representantes llevar a buen puerto las negociaciones de su compromiso con la princesa florentina.
Aquel jueves santo, en casa de Zamet, ¿ofrecieron a la favorita esos italianos un limón envenenado? ¿Acaso el papa no había anunciado que Dios había proveído? Todo apunta a una conspiración urdida entre florentinos y franceses que, por distintas razones, se oponían a que el rey de Francia convirtiera en reina a la madre de sus bastardos. Muerta Gabrielle, el camino era nuevamente despejado para que María de Médicis, la elegida, se convirtiera en la próxima consorte del monarca galo.
 
(*)_Los testigos no se aclaran sobre qué tipo de cítrico se dio a la favorita, porque unos afirman que era un limón y otros una naranja. Algunos otros se refieren a una limonada. En cualquier caso, cuando Gabrielle regresó al palacio de Sourdis, declaró que la habían envenenado en casa de Zamet.

ENRIQUE VIII DE INGLATERRA


ENRIQUE VIII
el rey, el hombre y sus males


Enrique VIII (1491-1547), rey de Inglaterra y Señor de Irlanda entre 1509 y 1547, queda enmarcado en la memoria colectiva por sus seis esposas a las que, por un motivo u otro, repudió o mandó al cadalso de forma inapelable. Tan solo dos le sobrevivieron; la 4ª, Anne, princesa de Clèves y la 6ª y última, Lady Catherine Parr, aunque a ésta le fue de un pelo acabar como la 2ª y la 5ª de no haber sido por la providencial muerte del rey.
Nacido en Greenwich Palace el 28 de junio de 1491 -a poca distancia de Londres-, es el tercer hijo de los reyes Enrique VII y Elizabeth de York. Precedido en la cuna por su hermano mayor Arturo, Príncipe de Gales, no opta por la sucesión al trono más que como segundón y parece ser que su educación académica está hecha para orientarle hacia una carrera eclesiástica. A los 3 años de edad, su padre le concede el título de Duque de York, de Conde-Mariscal de Inglaterra y de Lord Teniente de Irlanda. En el curso de su formación llegará a hablar con fluidez el latín, el francés y el castellano. De hecho, Enrique se convertirá en un príncipe intelectual que gustaba escribir, componer poesías y pequeñas obras musicales. Alternó esas aficiones con el deporte de su época: el tenis, la caza y las justas caballerescas que, por culpa de un accidente que iba a marcar el curso de la historia y de su salud física y mental, tuvo que dejar de lado a regañadientes. Gran aficionado a los juegos de azar, se convirtió en un consumado jugador de dados, de cartas y en un obseso de las apuestas.
Retrato de Arturo Tudor, Príncipe de Gales, heredero del rey Enrique VII y hermano mayor del que será Enrique VIII de Inglaterra.
En 1501, el entonces Príncipe de Gales contrae matrimonio con la Infanta Catalina de Aragón y de Castilla para sellar una alianza anglo-española forjada entre Enrique VII y los Reyes Católicos Isabel y Fernando. Veinte semanas después del enlace, el heredero del trono muere súbitamente y el Duque de York se convierte en el nuevo Príncipe de Gales. Para resolver el problema de la muerte sin descendencia del príncipe Arturo, y la pérdida de interés del rey por la alianza con los monarcas castellano-aragoneses, el que será el nuevo monarca consentirá desposar a su cuñada pese a la creencia de que aquello solía traer mal fario al contrayente. A partir de ese momento clave, se determina el consabido futuro de la Corona Inglesa y sus consecuencias.
Menos de ocho años después, Enrique VII fallece y el Príncipe de Gales se convierte en el nuevo rey Enrique VIII. Nueve semanas antes de ser coronado en la abadía de Westminster, el flamante soberano de apenas 18 años, desposa a la Princesa Vda. de Gales haciendo caso omiso de los consejos del papa Julio II y del arzobispo de Canterbury, William Warham. Tanto Enrique como Catalina serían ungidos, consagrados y coronados reyes de Inglaterra el 24 de junio de 1509.
Retrato del rey Enrique VIII de Inglaterra, realizado en los inicios de su reinado.
Al año siguiente, en 1510, se da pública noticia en todo el reino de que la reina Catalina está en estado de buena esperanza. Meses después, lo que iba a ser un feliz acontecimiento: alumbrar a un posible heredero, se queda en un aborto. Enrique VIII, que no cejaba en su empeño por ser padre, volvió a dejar a la reina encinta y el primer día del año nuevo de 1511 nacía un varón: Enrique, Duque de Cornwall... La alegría del rey será breve: el heredero muere el 22 de febrero siguiente. A esos nubarrones domésticos se unieron otros más preocupantes en el ámbito de la política exterior: el rey prometió ayudar a España en su guerra contra Francia y, en 1513, se permitió el lujo de hacer una incursión en territorio galo y derrotar a los franceses, provocando que su vecino escocés, el rey Jacobo IV -aliado de Luis XII-, hiciera su propio "paseíllo" al Norte de Inglaterra hasta darse mortalmente de bruces frente a los ingleses en Flodden Hill. Porque por su lado ya había solucionado sus diferencias con Francia, Fernando II de Aragón se desentendió de su alianza con Enrique VIII y, los demás implicados, imitaron al primero dejando en la estacada al soberano inglés (1514). Por culpa de esos reveses, la reina Catalina tuvo que soportar estóicamente las iras de su esposo, que se sentía traicionado por todos, e incluso habló de repudiarla para castigar así a la Casa Real Castellano-Aragonesa. Pasada la tormenta, Enrique VIII volvió a plantearse su relación con España tras la ascensión al trono de Francia de Francisco I (1515), sucesor y yerno del rey Luis XII que, poco antes de morir, había contraído matrimonio con la princesa María de Inglaterra, su hermana menor, para sellar la paz entre los dos reinos rivales.
Retrato de Catalina de Aragón, Reina de Inglaterra, según una miniatura de la época. / Abajo, reproducción de un retrato del rey Enrique VIII realizado en el año 1520.
En 1516, la reina Catalina da a luz a una hija sana: la princesa María; un hecho que renueva las esperanzas de un Enrique obsesionado con proporcionar a Inglaterra un sucesor que dé continuidad a la dinastía que él representa y que necesita imperativamente consolidarse. Ese mismo año, fallece su suegro Fernando II de Aragón, entonces regente en nombre de su hija Juana I "la Loca" de Castilla y León, y le sucede en el poder su nieto Carlos I, sobrino de la reina Catalina de Aragón. Tres años más tarde, en 1519, al morir el emperador Maximiliano de Austria, se abrió la veda para postular por el solio imperial; aunque oficialmente Enrique VIII respaldaba la candidatura del rey Francisco I de Francia, frente a la de su sobrino político Carlos I de España -nieto de Maximiliano-, no dudó en presentar secretamente la suya propia, aunque en vano. Aquello le convirtió en el mediador entre dos potencias rivales que se daban de codazos para gozar de sus favores, y le otorgó el manejo del equilibrio del poder europeo hasta que, en 1521, su influencia empezó a diluirse en la nada.
1518 es el año en el que la reina Catalina de Aragón queda por sexta o séptima y última vez preñada de Enrique VIII. De entre sus abortos y sus alumbramientos, tan solo sobreviviría hasta la edad adulta la princesa María, esa misma que la historia acabaría bautizando como "María la Sangrienta". Enrique se quedaba, por tanto, sin heredero varón que diera continuación a la Casa de Tudor y, consciente de que los ingleses no parecían muy proclives a aceptar una sucesión femenina, empezó a creer que era menester convertir en heredero a su hijo bastardo habido con Lady Elizabeth Blount en 1519: Lord Henry FitzRoy, 1er Conde de Nottingham. Por ello, no dudó en elevarle al más alto rango nobiliario, otorgándole nada menos que dos ducados: los de Richmond y de Somerset; y, no contento con ello, pretendió hacerle pasar por delante de su legítima heredera, María, en el orden sucesorio a la Corona. Las cosas se agravaron aún más cuando en 1526 quedó patente que Catalina de Aragón no podría tener más hijos... Puesto que la reina había dejado de ser útil a sus propósitos de perpetuación, Enrique VIII se sintió libre para cultivar otros jardines. De hecho, ahí empezó a encapricharse de Lady Anne Boleyn.
Retrato en miniatura de Henry FitzRoy, 1er Conde de Nottingham (1519-1536), luego 1er Duque de Richmond y de Somerset. / Abajo, fotomontaje con los retratos del rey Enrique VIII y de Ana Bolena, su segunda consorte.
Aunque las culpas recayeron en la reina Catalina, y me refiero al problema de dar hijos sanos, las recientes investigaciones de historiadores y médicos forenses señalan al rey Enrique VIII como el principal causante de esa falta de descendencia o, mejor dicho, de esa mala calidad reproductora. Todo parece apuntar que padecía del Síndrome de McLeod, una enfermedad que hacía prácticamente inviable que tuviera hijos varones y más aún que fueran sanos y llegasen a la edad adulta.
El Síndrome de McLeod consiste en una alteración genética que bien puede llegar a afectar el riego sanguíneo, el cerebro, el sistema nervioso periférico, la musculatura y el corazón; todo ello estaría causado por una mutación en el gen XK del cromosoma X, con carácter hereditario recesivo. El citado gen XK sería el responsable de una proteína llamada "antígeno Kell" sobre la superficie de los hematíes que provoca distrofia muscular y una alteración en el grupo sanguíneo. Los síntomas, que son progresivos a medida que el paciente llega a los cincuenta, incluyen signos de neuropatía periférica, miocardiopatía y anemia hemolítica; se añaden otros signos visibles como tics faciales, convulsiones, demencia y graves alteraciones en el comportamiento. Queda por precisar que las hijas de un enfermo con síndrome de McLeod son portadoras de dicha dolencia, mientras que los hijos lo son en un 50%.
Con estos datos en la mano, podemos entender la evolución en el carácter del rey Enrique VIII y el por qué de su irascibilidad, de sus ataques de ira, de sus paranoias. A éstos se añade el famoso accidente padecido en el curso de una justa en 1536, que le provocó la reapertura de una anterior herida sufrida en el curso de una cacería y le incapacitó para continuar con el ejercicio físico del que tanto gustaba. Por culpa de la inacción y de los atroces dolores que sufría, Enrique VIII centró su atención en la comida hasta niveles alarmantes; la gordura se apoderó del monarca de tal forma que llegó a padecer obesidad mórbida (con una cintura de 137 cms.) y una diabetes de tipo II. Uniendo una más que probable gota a esa obesidad progresiva con la herida ulcerada y pestilente que no dejaba de supurar pus, Enrique VIII se vio pronto obligado a hacer uso de un bastón para poder caminar y, cuando ya no bastó el bastón, se tuvo que recurrir a inventos mecánicos para poder desplazar al monarca de un lado a otro, o incluso para sacarlo de palacio a través de alguna que otra ventana -ya que por algunas puertas no cabía- con ayuda de poleas y hombres forzudos, asi como para ensillarle en su montura.
Queda, sin embargo, descartada la vieja teoría que barajaba que el rey padeciera de sífilis, como su homólogo francés Francisco I. Esa enfermedad venérea ya era de sobras conocida por los médicos del siglo XVI y, de haberla padecido, los galenos que se ocupaban del monarca inglés así lo habrían constatado y dejado por escrito en sus informes.
Por otro lado, cabe reseñar el problema sexual que tenía Enrique VIII. Pese a ser un hombre de gran prestancia en su juventud, fuerte y musculoso, de talla imponente, sus genitales no iban en proporción a la imagen de su imponente físico. Consta que Lady Anne Boleyn, su segunda esposa, se quejó amargamente del tamaño del real pene de Su Graciosa Majestad. Más cruda fue Lady Catherine Howard, su 4ª consorte, quien dejó escrito de su puño y letra que el miembro viril del rey no conseguía hacerle gozar y que su cuerpo seboso le causaba cierta repulsa, amén del pestilencial hedor que destilaba aquella herida ulcerada en su pierna. No nos ha de extrañar que aquélla le pusiese los cuernos con el joven y apuesto ayuda de cámara del rey, Sir Thomas Culpeper, que estaba mejor dotado y mucho más apetecible que un hombre de 50 años y con 136 kgs. de peso...
El historiador francés Georges Minois precisa sobre las costumbres sexuales de Enrique VIII:
"Enrique nunca fue un hombre refinado y galante; como en todo lo demás, sus maneras amorosas eran brutales y directas, los preámbulos muy cortos, los desarrollos restringidos y la conclusión abrupta; el amor físico fue siempre reducido por él a lo esencial, un rito biológico sin fantasía, con el solo objetivo de procrear. La galante Catherine (Howard) había conocido algo mucho mejor antes de casar con el rey, cuya apariencia carecía de todo atractivo."
Enrique VIII moriría a sus 55 años, el 28 de enero de 1547 en el Palacio de Whitehall, Londres. Sus últimas palabras fueron éstas: "Monjes! Monjes! Monjes!" .
En el momento de trasladar su cuerpo desde Whitehall hasta Windsor, su féretro se partió en dos debido al enorme peso del difunto.
Se le dio sepultura junto a aquella a la que consideró su auténtica esposa, Lady Jane Seymour, madre de su único hijo varón y sucesor Eduardo VI, en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor.

DAISY GREVILLE, CONDESA DE WARWICK


DAISY, CONDESA DE WARWICK
1861 - 1938
"del elitismo al socialismo"


Lady Frances Evelyn "Daisy" Maynard nació el 10 de diciembre de 1861 en la mansión familiar de Easton Lodge (Great Dunmow, Essex Co.) siendo una de los tres hijos habidos entre el Muy Honorable Coronel Charles Henry Maynard y la Honorable Blanche Adeliza Fitzroy, descendiente ésta del rey Carlos II de Inglaterra, de Nell Gwynn y de la duquesa de Cleveland. Su abuelo paterno fue Henry Maynard, 3er Vizconde y 8º Barón Maynard, del cual heredaría en 1865 al fallecer prematuramente su padre 3 meses antes. Viuda su madre y dos años después de haber enterrado al marido, volvió a casarse con un importante miembro de la corte británica muy apreciado por la reina Victoria, el 4º Conde de Rosslyn*. Del segundo matrimonio de su madre con Lord Rosslyn nacerían sus medio-hermanas y medio-hermanos que siguen:
-Lady Millicent Fanny St. Clair-Erskine (1867-1955), futura Duquesa de Sutherland.
-James Francis Harry St. Clair-Erskine (1869-1939), 5º Conde de Rosslyn.
-Hon. Alexander FitzRoy St. Clair-Erskine (1870-1914).
-Lady Sybil Mary St. Clair-Erskine (1871-1910), futura 13ª Condesa de Westmoreland.
-Lady Angela Selina Bianca St. Clair-Erskine (1876-1950), futura esposa del teniente coronel Sir James Stewart Forbes.
Retrato de Daisy Maynard Greville, Lady Brooke y luego 5ª Condesa de Warwick (1861-1938).
Retrato del Príncipe Leopold de Gran-Bretaña, Duque de Albany (1853-1884), hijo menor de la reina Victoria I que falleció prematuramente de hemofilia a la edad de 31 años.
Siendo una beldad e hijastra de su querido y apreciado Lord Rosslyn, la reina Victoria consideró a la joven Daisy como una excelente opción entre las jóvenes casaderas de la alta sociedad que pudieran dar su mano a su hijo menor el príncipe Leopold, Duque de Albany. Aunque la reina deseaba que tal compromiso se celebrase, Leopold rechazó tal posibilidad al hallarse su corazón ocupado por otra mujer. Puesto que no iba a haber tal boda y que Daisy seguía siendo un partido interesante por ser una rica heredera, le encontraron finalmente un novio adecuado en la persona de Francis Richard Charles Greville, Lord Brooke, heredero del 4º Conde de Warwick. Tras celebrarse el noviazgo, Daisy y Francis se casaron en 1881 y nacieron, casi consecutivamente, tres de sus cinco hijos. En 1893, la flamante Lady Brooke se convirtió en la 5ª Condesa de Warwick al fallecer su suegro y ella y su marido se mudaron al histórico Castillo de Warwick, residencia solariega de la familia Greville que en 1871 había sufrido un devastador incendio y una posterior reconstrucción.
Caricatura de Francis Greville, Lord Brooke, 5º Conde de Warwick (1853-1924), según el dibujante Spy.
Entre 1882 y 1904, los Condes de Warwick tuvieron los siguientes hijos:
-Leopold Guy Francis Maynard Greville, Lord Brooke (1882-1928), futuro 6º Conde de Warwick.
-Lady Marjorie Blanche Eva Greville (1884-1964), futura 2ª Condesa de Feversham of Ryedale y luego 1ª Baronetesa Beckett.
-Hon. Charles Algernon Cromartie Greville (1885-1887).
-Hon. Maynard Greville (1898-1960).
-Lady Mercy Greville (n.1904), futura Sra. Dean, luego Sra. Gamble y finalmente Sra. Marter.
Retrato de Albert Edward "Bertie" de Gran-Bretaña, Príncipe de Gales (1841-1910) -futuro rey Eduardo VII-, según Watts.
A partir de 1881, Daisy se convirtió en una de las más distinguidas damas de la alta sociedad londinense que todo el mundo invitaba bajo cualquier pretexto. Lady Warwick pasó a ser, junto con su marido, un importante miembro del círculo de Marlborough House formado entorno a los príncipes herederos Albert Edward "Bertie" y Alexandra de Dinamarca, Príncipes de Gales. Mundana, sociable, coqueta, elegante, bella e inteligente, se codeaba con lo más granado de la high society, con los poderosos y los embajadores extranjeros y, a partir de 1883, empieza a tener varios flirteos extraconyugales con personajes de gran peso y poder político... Como la discreción no era una de sus principales virtudes, casi siempre se sabía al momento con quién había tenido devaneos amorosos sin que por ello se ofendiera su esposo, siempre en pos de una ocasión para sacar partido de los "asuntos" de alcoba de su mujer y obtener beneficios o ventajas. A fin de cuentas, en la alta sociedad británica como en el resto de la vieja Europa, se veía como cosa normal y provechosa para promocionar la carrera política o social del marido consentidor. Llegados a este punto, no puede sorprender que Daisy se convirtiera desde 1883 en la amante del Príncipe de Gales**, que era como hacerse con el premio gordo de la lotería. ¿Qué mejor partido que ése?
La Condesa de Warwick y el Príncipe de Gales en unas fotografías de finales de la década de 1890.
La asiduidad de Bertie con Daisy llevó al marido a pagar de su bolsillo la construcción de una estación de tren en la finca familiar de Easton Lodge y una conveniente y discreta ruta que pudiera ser utilizada por el real amante en sus visitas privadas. Durante casi 15 años, el Príncipe de Gales fue un invitado habitual de Lady Warwick, siendo su punto de encuentro la mansión de Easton Lodge.
Sin embargo y, por lo visto, simultáneamente, Daisy se convirtió en la amante secreta de Charles-William De La Poer, Lord Beresford -en el retrato contiguo-, por el cual sentía una pasión muy violenta y mucho menos interesada como su relación, consentida por su marido, con el heredero del trono. Su falta de prudencia, y sobretodo su correspondencia privada con Charles Beresford, a quien le confió demasiadas intimidades, precipitaron el final de su "affaire" con Bertie. Cuando el Príncipe de Gales se enteró de la secreta infidelidad de Lady Warwick y de su indiscreción sobre su relación sentimental, el asunto tomó otros tintes y degeneró prontamente en un conflicto entre él y Lord Beresford. El príncipe, por lo visto, quiso recuperar una carta comprometedora que Lady Warwick había escrito a Lord Beresford y que dicha carta había caído en manos de Lady Beresford. Las trifulcas entre Lord Beresford y el Príncipe de Gales no cesaron hasta que intervino el Marqués de Salisbury, entonces primer ministro del Gobierno de Su Graciosa Majestad, para poner un término a semejante escándalo y conseguir un entendimiento entre las dos partes. Aunque la intervención del primer ministro consiguió calmar las aguas, la relación entre el Príncipe de Gales y Lord Beresford se rompió definitivamente y, en 1898, el real amante dejaba a la Condesa de Warwick por la bella Alice Keppel, cesando toda relación con ella y su marido.
Por culpa de sus repetidas indiscreciones sobre sus "affaires" con otros eminentes personajes masculinos, Lady Warwick acabó siendo apodada en sociedad como "The Babbling Brooke" (la Balbuceante Brooke) y, por lo visto, se inspiraron en ella para componer la popular canción de "Daisy Bell".
Dada su ruptura con el Príncipe de Gales y futuro rey Eduardo VII, Daisy se dedicó a escribir y a publicar una docena de libros, convirtiéndose en una activa y feroz socialista a partir de sus repetidos encuentros con el periodista y editor del "The Clarion" Robert Blatchford, autor de una dura crítica contra ella y su modo de vida a raíz de su famoso "Bal Poudré"(1), celebrado en su castillo de Warwick en la década de 1890. Los argumentos de Blatchford causaron tal impacto en la condesa que ésta acabó uniéndose a la Federación Social-Demócrata en 1904. Se convirtió en la principal benefactora de la organización al entregarle grandes sumas de dinero para su financiación y apoyando, en particular, su campaña para conseguir comedores gratuitos para los escolares. Erigida en principal benefactora de numerosas parroquias, favoreció un clero netamente socialista, se opuso como pacifista a la Gran Guerra de 1914-1918 y acogió con satisfacción la Revolución de Octubre en Rusia. Tras la Iª Guerra Mundial, se unió abiertamente al Partido Laborista, militando en sus filas y apoyando a sus candidatos.
Su gran labor social y sus esfuerzos por mejorar las condiciones de la clase obrera fue, desde luego, notoria. Llegó incluso a fundar una escuela de costura en Easton (Essex) y otra de agricultura para mujeres, convirtiéndose también en la generosa anfitriona de los encuentros de los sindicalistas nacionales organizados en su mansión de Easton Lodge. En esa misma finca, creó hermosos jardines y hasta un pequeño zoológico para uso y disfrute del público, y acogió al novelista H.G. Wells como arrendatario de una de sus casas ubicada en su propiedad entre 1910 y 1928.
Retrato de Daisy Greville, 5ª Condesa de Warwick junto con su hijo el Hon. Maynard Greville, según John Singer Sargent en 1904-1905.
Su círculo de amistades cambió radicalmente al convertirse en el icono del socialismo británico, reuniendo en su casa a artistas, escritores y políticos de inicios del siglo XX, con los que compartía las mismas o similares convicciones políticas. Entre sus nuevas amistades podríamos citar a Gustav Holst, H.G. Wells, Ramsay MacDonald, Ellen Terry, A. A. Milne, Manny Shinwell, George Bernard Shaw, H. De Vere Stacpoole y Charles Chaplin.
Retrato oficial del rey Jorge V de Gran-Bretaña e Irlanda (1865-1936), según Sir Luke Fildes en 1911.
En 1910, a la muerte del rey Eduardo VII, Daisy trató torpemente de extorsionar a su sucesor el rey Jorge V: amenazó con publicar toda una serie de cartas de amor escritas por el difunto monarca si no le compensaban monetariamente. El caso es que Lady Warwick atravesaba una mala temporada, económicamente hablando, por culpa de sus exagerados donativos y de su generosidad. Lejos de amedrentarse, Jorge V consiguió impedir tales publicaciones gracias a la intervención de su experimentado y astuto consejero privado, Lord Stamfordham (2), quien logró detener la impresión aduciendo que los derechos de autor de tales cartas eran propiedad exclusiva del rey.
El 5º Conde de Warwick moriría en 1924 y Daisy, condesa vda. de Warwick, acabaría sus años entre serias penurias económicas; sus prodigalidades, su extrema generosidad para con los sindicatos obreros, el partido Laborista (al que quiso ofrecer su mansión de Easton Lodge como sede), sus escuelas y sus obras sociales y benéficas, acabaron por pasarle factura ya que, aunque había heredado una considerable fortuna de sus abuelos, ésta había enormemente menguado hasta el punto de verse abocada al patético episodio de querer chantajear a la Casa Real para sacar rédito económico de las cartas de amor del finado Eduardo VII. La que fue antaño una de las mujeres más bellas del Imperio Británico, el icono del socialismo y del movimiento pacifista de inicios del siglo XX, falleció finalmente el 26 de julio de 1938 con 76 años, cubierta de deudas y arruinada.
Retrato de Lord Brooke, Leopold Guy Francis Maynard Greville, 6º Conde de Warwick (1882-1928).
El primogénito y heredero del mayorazgo, Leopold Guy Francis Maynard Greville, Lord Brooke, sucedió a su padre en el título condal como 6º Conde de Warwick en 1924 y falleció escasamente cuatro años después, en 1928. Había abrazado la carrera militar combatiendo en la Guerra de los Boer entre 1899 y 1901, siendo ascendido al grado de 2º teniente de la Life Guard en noviembre de 1900, para luego servir como ayuda de campo de Lord Milner entre 1901 y 1902 en Sudáfrica. Corresponsal de Reuters durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1904-1905, prosiguió como ayuda de campo del Inspector General de las Fuerzas Armadas en 1907. Por sus eminentes servicios en el seno del Ejército Británico, el 6º Conde fue condecorado con la Real Orden Victoriana (M.V.O.). Se había casado con Elfrida Marjorie Eden, que le dio 3 hijos.
Easton Lodge, en Great Dumwore, Essex; la casa solariega de los Maynard según una vieja fotografía de inicios del s. XX.
Su finca de Easton Lodge sería heredada por su hijo menor el Honorable Maynard Greville y, en 1939, la mansión y su parque serían requisados por el Ministerio de Guerra para la Royal Air Force con los consiguientes destrozos. Pero la IIª Guerra Mundial no fue tan nociva para la mansión ancestral de los Maynard como el terrible incendio que destruyó sus tres cuartas partes en 1950, salvándose tan solo el ala conocida como "Ala Warwick", que siguió siendo residencia privada de Lady Mercy Greville, hija pequeña de Daisy. Las ruinas ennegrecidas de Easton Lodge fueron finalmente arrasadas poco después. En cuanto al castillo de Warwick, clasificado monumento nacional por su dilatada historia y la belleza de su arquitectura gótica y tudoriana, fue finalmente vendido en 1978 por el nieto de Daisy, el 7º Conde de Warwick (Charles Guy Fulke Greville, 1911-1984) al Museo Tussaud de Londres.
El Castillo de Warwick, residencia ancestral de la familia Greville hasta 1978. 
(*)_Se trata de Robert Francis St. Clair-Erskine, 4º Conde de Rosslyn (1823-1890) que, antes de heredar el título en 1866 llevó el de Lord Loughborough. Fue un eminente cortesano de la Era Victoriana y un político escocés perteneciente al Partido Conservador que gozó de la amistad de la reina Victoria y del primer ministro Lord Salisbury. Casaría el 8 de noviembre de 1866 con la viuda de Charles Henry Maynard, heredero del 3er y último Vizconde Maynard, Blanche Adeliza Fitzroy (1839-1933).
(**)_Futuro rey Eduardo VII de Gran-Bretaña e Irlanda a partir de 1901.
(1)_Del francés "Bal Poudré", Baile Empolvado, que consistió en un extravagante baile de disfraces ofrecido en 1895, en el incomparable marco del castillo de Lord y Lady Warwick, y en el que todos sus distinguidos invitados tuvieron que vestirse a la moda del siglo XVIII con pelucas rizadas y empolvadas.
(2)_Arthur John Bigge, 1er Barón Stamfordham (1849-1931), fue el Secretario Privado de la reina Victoria durante los últimos años de su reinado y principalmente del rey Jorge V, sobre el que ejerció gran influencia. Fue él quien sugirió al rey cambiar el nombre de la dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha por el de Windsor y quien le convenció para no acoger en suelo británico a la derrocada familia imperial rusa, forzándoles a quedarse en Rusia (con la consiguiente encarcelación de éstos y posterior ejecución sumaria en Ekaterinburg).

EL CASO DE LORD BEAUCHAMP


WILLIAM LYGON, VIIº CONDE DE BEAUCHAMP
La Familia Lygon


El Muy Honorable William Lygon, Vizconde Elmley, nació en Londres el 20 de febrero de 1872 siendo el tercer retoño del entonces 6º Conde de Beauchamp -pronúnciese Beecham-, y político conservador Frederick Lygon (10-11-1830_19-02-1891) y de Lady Mary Catherine Stanhope (03-02-1844_30-06-1876), hija del 5º Conde de Stanhope, que se habían casado un 18 de febrero de 1868 en la St. George's Church del encopetado Hannover Square de Londres.
Lord Elmeley, que figuraba como el primer hijo varón y heredero de Lord y Lady Beauchamp -de ahí su título subsidiario-, había sido precedido en la cuna por dos hermanas:
-Lady Mary Lygon (1869-1927), que en 1905 casaría con el Tnte. Coronel Henry Hepburn-Stuart-Forbes-Trefusis, uno de los hijos del 20º Barón Clinton.
-Lady Susan Lygon (1870-1962), que en 1889 casaría con Sir Robert Gilmour, 1er Baronet.
A éstas y tras el nacimiento de William en 1872, vinieron dos más:
-El Honorable Edward Hugh Lygon (1873-1900), que serviría en el Ejército Británico con el rango de teniente y que caería en acto de servicio durante la IIª Guerra de los Boer.
-Lady Margaret Lygon (1874-1957), que a la postre casaría con el 2º Barón Ampthill.
Nuestro personaje, William, sus hermanas y hermano quedarían huérfanos a temprana edad, en junio de 1876, al fallecer su madre. Dos años después, Lord Beauchamp contraía un segundo matrimonio con Lady Emily Pierrepont (1853-1935), hija del 3er Conde Manvers, en Perlethorpe, Nottinghamshire, un 24 de septiembre de 1878. La nueva condesa de Beauchamp daría otros cuatro retoños al conde:
-El Hon. Robert Lygon (1879-1952), casado en 1903 con Cecil Albinia Arbuthnot y padres de Reginal Lygon, que fallecería en 1976 a la edad de 72 años y poco antes que su primo el 8º Conde de Beauchamp, dejando tan solo hijas.
-El Hon. Henry Lygon (1884-1936), que murió soltero a la edad de 51 años.
-Lady Agnes Lygon (1880-1960), casada en 1906 con el Hon. Arthur George Villiers Peel.
-Lady Maud Lygon (1882-1962), casada en 1909 con Samuel Hoare, 1er Vizconde Templewood, por lo que, socialmente, se la conoció primero como Lady Maud Hoare y, a partir de 1944, como Lady Templewood. En 1927, fue condecorada por el rey Jorge V "Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico" (OBE).
El padre de nuestro protagonista era entonces una eminente figura del Partido Conservador que, sucesivamente, había desempeñado varios cargos políticos durante el reinado de Victoria I: miembro del Parlamento por Tewkesbury entre 1857 y 1864, diputado por el West Worcestershire entre 1863 y 1866, Lord Steward entre 1874 y 1880, Paymaster General entre 1886 y 1887, y Lord Teniente del Worcestershire entre 1876 y 1891. Tercer hijo de Henry Lygon, 4º Conde de Beauchamp, y de Lady Susan Caroline Eliot, hija del 2º Conde de St. Germans, había recibido su formación académica en Eton College consiguiendo su licenciatura en 1856, en el Christ Church de la universidad de Oxford. Inició su carrera política vinculándose al Partido Conservador, descolgando en 1857 su acta de diputado para Tewkesbury en el Parlamento Británico. La muerte sin hijos de su hermano mayor, entonces 5º Conde de Beauchamp, el 4 de marzo de 1866, le convirtió en el 6º Lord Beauchamp y nuevo cabeza de familia al frente del mayorazgo. Dada su nueva condición, tuvo que renunciar a su puesto en la Cámara de los Comunes para entrar en posesión de su asiento en la Cámara de los Lores. Bajo los ministerios de Benjamin Disraeli y del Marqués de Salisbury, desempeñó diversos cargos en el seno del gobierno conservador y de su administración.
Madresfield Court, la mansión solariega de la familia Lygon desde el siglo XVI en la pequeña localidad de Madresfield, cerca de Malvern, en el Worcestershire.
El 6º Lord Beauchamp fallecería súbitamente a los 60 años de edad, víctima de un ataque al corazón en el curso de una cena celebrada en su mansión solariega de Madresfield Court, en Malvern, Worcestershire, la noche del 19 de febrero de 1891. Su repentina muerte convertiría a su hijo William, Lord Elmeley, de tan solo 18 años, en el nuevo y 7º Lord Beauchamp, un título que remontaba a 1815 y que fue creado por el rey Jorge III para agraciar a Sir William Lygon de Madresfield Court (1747-1816), su antepasado.

El VIIº Lord Beauchamp: figura pública, cortesana y política


Como su padre, William había sido un distinguido alumno de Eton y del Christ Church College de Oxford. En su época de universitario había mostrado una faceta un tanto religiosa al unirse a la Unión Social Cristiana. La súbita desaparición de su padre en febrero de 1891, le catapulta a edad tan temprana a grandes responsabilidades: asumir el mayorazgo y el título de Conde de Beauchamp, administrar las fincas de la familia y tomar asiento en la Cámara de los Lores sin haber hecho siquiera su prueba de fuego en la Cámara de los Comunes. Cuatro años después, se convierte en alcalde de Worcester entre 1895 y 1896. Con ideas muy progresistas, se sorprende muchísimo cuando la reina Victoria le ofrece el puesto de gobernador de Nueva Gales del Sur (Australia) en mayo de 1899. Pese a su excelente trabajo como gobernador y administrador de la colonia australiana, durante el cual se rodea y disfruta de la compañía de notables artistas y escritores locales, se vuelve prontamente impopular por culpa de una serie de meteduras de pata y desencuentros que ofenden a los australianos, como su referencia, exenta de tacto, al orígen de los colonos como descendientes de antiguos convictos británicos (cosa que era mayormente cierta). Es más, su relación pública con la Iglesia y el anglo-catolicismo, contribuyeron a empeorar su imagen frente a la comunidad Evangelista.
Fuera porque ya no encontraba alicientes en ese cargo o porque le amenazaban con airear su secreta afición por los apuestos chicos australianos, Lord Beauchamp presentó su renuncia formal y regresó a la metrópoli en 1900, un año antes de que falleciera la octogenaria reina Victoria I*.
Retrato de la reina Victoria I de Gran-Bretaña e Irlanda, Emperatriz de la India (1819-1901), realizado en 1900 por B. Müller.
Fotografía de la fachada principal de Buckingham Palace desde un ángulo del Pall Mall, en 1910. / Abajo, el retrato del rey Eduardo VII de Gran-Bretaña e Irlanda, hijo y sucesor de la reina Victoria que reinó entre 1901 y 1910.
En 1902, Lord Beauchamp se une al Partido Liberal y, el mismo año, contrae matrimonio con Lady Lettice Mary Elizabeth Grosvenor, hija de Victor, Conde Grosvenor, y nieta del 1er Duque de Westminster. Cuando los liberales llegan al poder con Sir Henry Campbell-Bannerman en diciembre de 1905, nuestro conde es nombrado Capitán del Honorable Cuerpo de Caballeros de Armas y, en enero de 1906, entra a formar parte del Consejo Privado de Su Graciosa Majestad**. En julio de 1907, Eduardo VII le nombra Lord Mayordomo de la Casa Real (Lord Steward of the Royal Household), un cargo que le hace entrar en contacto permanente con la familia real británica y la corte de St. James, y que en su día también fue desempeñado por su progenitor. Siendo Herbert Henry Asquith*** nuevo primer ministro en 1908, Lord Beauchamp seguiría desempeñando su cargo en la corte eduardiana.
En junio de 1910, ingresa en el gabinete como Lord Presidente del Consejo y, en noviembre del mismo año, es nombrado Primer Comisionado de Obras Públicas y Urbanismo. En 1911, la Corona le nombra Lord Teniente de Gloucestershire y, en la ceremonia de coronación del rey Jorge V en Westminster, es él quien lleva la Espada Real o del Estado (ilustración contigua). En 1913, es también nombrado Lord Guardián de los Cinco Puertos. En 1914, es investido caballero de la Muy Noble Orden de la Jarretera (KG) por el monarca, y poco después nombrado Canciller de la Universidad de Londres. Entre esos años de 1914 y 1915, en plena Gran Guerra, volvería a ostentar la presidencia del Consejo pero en mayo de 1915, no formaría parte del gobierno de coalición de H.H. Asquith. A partir de esa fecha, Lord Beauchamp dejaría de frecuentar los ministerios pero no por ello renunciaría a su papel de líder del Partido Liberal en la Cámara de los Lores, del cual era también el principal soporte gracias a su fortuna personal (entre 1924 y 1931).
Sin embargo, tan idílica carrera acabaría por truncarse gracias a la malévola intromisión de su cuñado Hugh Richard Arthur Grosvenor, 2º Duque de Westminster, que curiosamente militaba en el partido rival: el conservador.

Los Trapos Sucios de Lord Beauchamp


Fotografía familiar en los jardines de Walmer Castle: Lord y Lady Beauchamp con sus tres hijos y cuatro hijas.
Aunque era vox populi en algunos cenáculos de la alta sociedad británica que Lord Beauchamp tenía más interés en el sexo masculino que en el femenino, éste mantenía las apariencias y, públicamente, jamás se les ocurrió a sus rivales políticos utilizar los chismorreos de salón para desacreditarle y, de paso, dar una mortal estocada al Partido Liberal. Convenientemente casado con una gran dama de muy buena familia, tan buena y honorable como la suya, Lord Beauchamp era entonces para los ingleses de a pie un respetable padre de familia con una numerosa prole compuesta por cuatro hijas y tres hijos, que disponía de una gran fortuna, que poseía varias mansiones y fincas señoriales y ostentaba importantísimos cargos públicos y cortesanos. Pero la realidad era otra o, mejor dicho, había algo más que era menester acallar, esconder: Lord Beauchamp era como Oscar Wilde, como Lord Rosebery, como Lord Alfred Douglas,... y ser de este modo era entonces severamente castigado por las leyes inglesas. Para hacerse una idea de lo que era entonces la opresiva sociedad británica de finales del s. XIX y principios del XX, con su esplendorosa Era Victoriana y su Era Eduardiana, uno tiene que leer la biografía de Oscar Wilde, visionar películas como "Maurice" o series como "Downton Abbey".
Lejos de las miradas indiscretas de la capital, Lord Beauchamp daba rienda suelta a su sexualidad en la campiña inglesa. Sus fines de semana los pasaba en buena compañía masculina, fuese en su mansión solariega de Madresfield Court o en su otra residencia de Walmer Castle. En su cama era, de hecho, extremadamente democrático: sus "partners" solían ser desde sus propios sirvientes hasta sus invitados ocasionales, miembros de la élite de entonces, sin desdeñar a los lugareños, fuesen simples obreros o campesinos. Mientras fueran apuestos y compartieran sus gustos sexuales, la condición social poco importaba.
Fue a raíz de un viaje de Lord Beauchamp a Australia en 1930, en compañía de Robert Bernays, miembro de su mismo partido, cuando se supo comúnmente en la sociedad londinense que ambos eran, en realidad, amantes. El escándalo estaba servido... y el cuñado del conde, el duque de Westminster, no faltó en soplar los detalles del sucio "affaire" al rey Jorge V y a la reina Mary, con la secreta esperanza de hundir así al Partido Liberal a través de Lord Beauchamp y porque, a nivel personal, le tenía en aversión y, por qué no decirlo... envidia. Las revelaciones del duque sentaron como un bombazo en Buckingham Palace; Jorge V llegó incluso a murmurar: "Y yo que pensaba que los hombres así se pegaban un tiro..."
Lady Beauchamp recibió dichas revelaciones como un jarro de agua fría. Ni por asomo habría sospechado de la doble vida de su esposo y toda esa repugnante historia de trasalcoba puntualmente contada por su hermano no hizo más que confundirla. Todas las juergas campestres, los encuentros sexuales, las fiestas subidas de tono de Lord Beauchamp con sus invitados masculinos en Madresfield Court habían sido documentadas hasta en el más insignificante detalle por los "detectives" a sueldo del asqueroso cuñado; listas de nombres que comprometían a muchas personas de altísimo rango, fechas,... aquello habría sido un festín para un tribunal londinense y, como no, para la prensa británica! Desde luego, el duque de Westminster no había destapado el pastel para hacerle un favor a su hermana y abrirle los ojos; lo había hecho por su visceral animadversión hacia su cuñado y porque pretendía aprovecharse políticamente de su caída, pensando que con él arrastraría a todo el Partido Liberal. El gesto define muy bien su catadura moral, asi que huelgan más calificativos.
Los cuatro hijos del rey Jorge V y de Mary de Teck (de izq. a derecha): George, duque de Kent, Edward, Príncipe de Gales -y futuro rey Eduardo VIII-, Albert, duque de York -y futuro rey Jorge VI-, y Henry, duque de Gloucester.

Horrorizados los reyes por la posibilidad de que saltase a la calle semejante escándalo y salpicase a la familia real, más teniendo en cuenta que dos de sus hijos -los príncipes Henry y George de Gran-Bretaña (1)- habían sido repetidas veces los distinguidos huéspedes de Lord Beauchamp en Madresfield Court y que, para colmo, el último andaba en estrecha relación con una de las hijas de su anfitrión ocasional, Lady Mary Lygon, Jorge V tomó cartas en el asunto más veloz que un rayo. Tras la bronca de rigor a sus dos retoños, el rey exigió que George interrumpiera de inmediato su relación con Lady Mary Lygon. El segundo paso fue llamar a palacio a Lord Beauchamp y exponerle su resolución a la vista de todas las pruebas reunidas contra él por el duque de Westminster: que se retirara del escenario político, que dimitiera de todos sus cargos, que se separara (sin divorcio formal) de su esposa Lady Lettice y abandonase el país inventándose cualquier pretexto creíble. Era menester evitar a toda costa el escándalo y, sobretodo, que Lord Beauchamp fuese públicamente denunciado por su cuñado (en cuyo poder obraban las pruebas incriminatorias de su homosexualidad) y pasara por un vergonzoso juicio de consecuencias más que previsibles...(2).
Lord Beauchamp rehusó en primera instancia pasar por el aro pero, poco después e imaginando la presión psicológica que se ejerció sobre él, tuvo que doblegarse ante las exigencias de Jorge V dimitiendo de sus cargos excepto al de Lord Guardián de los Cinco Puertos. Y puesto que no quería proceder a una separación amigable con su esposa, ésta obtuvo sin dificultades un divorcio en toda regla. Amenazó con suicidarse pero, finalmente, no cumplió con su amenaza y tuvo que hacer sus maletas para abandonar Inglaterra para afincarse en Francia ante la posibilidad de verse procesado. La historia había felizmente acabado para todos, sin provocar apenas olas, gracias a la auto-immolación del conde de Beauchamp.

Epílogo

Divorciada la ex-condesa de Beauchamp, Lady Lettice Grosvenor vivió alejada de sus hijos convirtiéndose en una extraña para ellos. Tan solo su benjamín, el Honorable Richard Lygon (1916-1970), familiarmente apodado Dickie, estuvo en buena relación con ella. De hecho, sus otros seis hijos nunca le perdonaron que se divorciara de su padre y se dejase manejar por su hermano el duque de Westminster. Condenada al ostracismo por parte de su familia, obligada a vivir bajo la férula de su dominante hermano, llevó una existencia lamentable y triste, siempre enferma y psicológicamente hundida. Fallecería prematuramente a la edad de 59 años, tan solo cinco años después de su divorcio (1936), sin haber conseguido reconciliarse con sus hijos.
El 7º Conde Beauchamp con su primogénito William, Lord Elmeley y futuro 8º y último Conde Beauchamp.
En cuanto al Muy Honorable William Lygon, 7º conde de Beauchamp, dejó el continente europeo para cruzar el charco e instalarse en la costa Este de los Estados Unidos, ante el inminente conflicto que se avecinaba. Moriría al poco de cáncer a la edad de 66 años, en Nueva York, el 14 de noviembre de 1938. Su título recayó naturalmente en su hijo primogénito William (1903-1979), a la sazón Vizconde Elmeley, como 8º y último conde de Beauchamp puesto que éste no tuvo hijos de su esposa Mona, nacida Else Schiewe (muerta en 1989).
Su segundo hijo, el Honorable Hugh Patrick Lygon (1904-1936), que también era gay como su padre, murió de cirrosis en la localidad bávara de Rothenburg un 19 de agosto de 1936. Tan solo tenía 21 años. Su amigo el escritor Evelyn Waugh, autor de la novela Brideshead Revisited (Retorno a Brideshead), se inspiró en él para crear el personaje de Lord Sebastian Flyte.
Su hija Lady Lettice Lygon (1906-1973), había casado en 1930 con Sir Richard Charles Geers Cotterell, 5º Baronet, y tuvo hijos; se divorciaron en 1958.
La segunda, Lady Sibell Lygon (1907-2005), casaría en 1939 con Michael Rowley, sobrino de su tío materno el 2º Duque de Westminster, descubriendo al poco que éste ya estaba casado. El claro caso de bigamia fue finalmente resuelto en 1949, al pronunciarse legalmente su unión.
Lady Mary "Maimie" Lygon (1910-1982), la que estuvo sentimentalmente relacionada con el príncipe George, duque de Kent, casó finalmente en 1937 con el príncipe Vsevolod Ivanovich de Rusia, pero el matrimonio se tradujo prontamente en un divorcio.
La última hija, Lady Dorothy Lygon (1912-2001), permaneció soltera hasta que, a la edad de 73 años, contrajo matrimonio con Robert Heber-Percy de Faringdon (1985), separándose poco después.
En cuanto al benjamín de la familia, el Honorable Richard "Dickie" Edward Lygon (1916-1970), éste se casó en 1939 con Patricia Janet Norman; la hija de ambos, Rosalind Lygon (n.1946), actualmente Lady Morrison, acabó por heredar la finca y mansión solariega de Madresfield Court en 1979.

Anotaciones y Anécdotas


Retrato del escritor Evelyn Waugh (1903-1966), autor de la novela "Retorno a Brideshead", publicada en la primavera de 1945 y posteriormente adaptada para la TV en 1982.
El escritor Evelyn Waugh, que conoció muy bien a la familia de Lord y Lady Beauchamp dada su estrecha amistad con el Honorable Hugh Patrick Lygon, se inspiró en sus miembros para escribir su más popular novela "Retorno a Brideshead", publicada en mayo de 1945; asi no nos puede extrañar que el conde y la condesa de Beauchamp inspirasen los personajes del marqués y marquesa de Marchmain, y que el segundón diera lugar, por su orientación sexual y su abuso del alcohol, al personaje de Lord Sebastian Flyte, con el que comparte el mismo final.
De hecho, Evelyn Waugh conoció al Honorable Hugh Patrick Lygon en su época universitaria de Oxford y ambos mantuvieron una relación que no da lugar a dudas sobre su naturaleza. El segundogénito de Lord Beauchamp era rubio, guapo, rico, divertido y alocado, igual que Lord Sebastian Flyte en "Retorno a Brideshead", antes de que su adicción a la bebida le llevase prematuramente a la tumba.
Su padre, Lord Beauchamp, que dividía su tiempo entre su casa londinense de Belgrave Square y su castillo tudoriano de Walmer Castle en Kent, siempre andaba en la expectativa de compartir lecho con los invitados masculinos de su hijo Hugh. Y si éstos no le abrían las puertas de sus dormitorios (porque Hugh solía avisarles de las visitas nocturnas de su padre, y ellos, en consecuencia, echaban el cerrojo), espetaba a su hijo en el momento del desayuno: "Es muy agradable ese amigo tuyo, pero es condenadamente descortés."

Se sabe, por boca del diplomático y memorialista Harold Nicolson (también bisexual y marido de Lady Victoria Sackville-West), que el mayordomo de Lord Beauchamp, Bradford (hombre excepcionalmente guapo y atractivo), mantenía relaciones sexuales con su señor de manera regular y que, en cierta ocasión, un invitado de Madresfield Court oyó al conde decirle a su mayordomo, en perfecto francés, "je t'adore" (te adoro). El atónito invitado preguntó entonces a Nicolson si había oído bien lo que acababa de decirle Lord Beauchamp a Bradford, y éste le replicó: "Nonsense. He said, 'Shut the door'." (traducido: "No, para nada. Le ha dicho, cierra la puerta.") De hecho, aunque no todos los criados varones de Lord Beauchamp eran gays, un buen número de ellos sí lo eran.
En otra ocasión, fue un criado heterosexual quien, encontrándose con la puerta del salón de dibujos de la casa de Belgrave Square cerrada con llave, echó una mirada por la cerradura para ver quien se había encerrado en él y descubrió a Lord Beauchamp y a su médico en plena coyunda sobre el sofá.
En cuanto al cuñado de Lord Beauchamp, podemos afirmar que las bajezas del duque de Westminster respondieron a una necesidad de apaciguar una envidia insana que venía atormentándole desde hacía años, y principal causa de su animadversión por el marido de su hermana. Él que era uno de los hombres más ricos de Europa, al que apodaban "Bendor", se había visto repentinamente vetado en la corte tras divorciarse por dos veces y casarse una tercera vez, amén de su relación adúltera con Coco Chanel (entre 1925 y 1930), cosa que no era del agrado de Buckingham Palace, mientras su cuñado se acostaba con hermosos chavales de 19 años y gozaba impunemente del favor real... Inevitablemente, se sintió discriminado y utilizó los medios más viles para vengarse de lo que él consideraba una injusticia: destapó la bisexualidad del príncipe George, duque de Kent, aireando ante Jorge V la relación del príncipe con Noel Coward y muchos, muchos otros hombres, sin olvidarse de aquel chaval francés que anduvo chantajeandole al tener en su posesión cartas de amor harto comprometedoras y que amenazó con publicarlas si no se le untaba adecuadamente. Y luego, arremetió contra Lord Beauchamp exponiendo las aterradoras pruebas de sus actividades sexuales con sus propios criados, amigos y hombres locales a ojos de Jorge V.
Pero las vilezas de Hugh Richard Arthur Grosvenor, 2º Duque de Westminster (1879-1953), no sirvieron para cumplir con la totalidad de sus deseos, sobretodo en el ámbito político. Tapado el escándalo por la Casa Real, no hubo más consecuencias que el exilio de su cuñado y la prematura muerte de su hermana, a la que había contribuído en gran medida por sus maldades y malas artes. Su tercera mujer le abandonó como las otras dos (en 1919 y en 1926), y se divorció de él finalmente en 1947. Durante la IIª Guerra Mundial, se erigió como principal soporte de la derecha fascista y de grupos antisemitas. Casado por cuarta y última vez con Anne "Nancy" Winifred Sullivan (1915-2003), ésta le enterró seis años después disfrutando de su viudedad por espacio de cincuenta años. El duque murió sin heredero varón que pudiera heredar su título y su fortuna, por lo que todo cuanto poseyó en vida (título ducal incluído), fueron a parar a manos de su primo William Grosvenor.
Fotografía de Madresfield Court, Malvern, Worcestershire (Inglaterra), hoy propiedad de Lady Morrison. / Abajo, fotografía del hall y escalera principal de Madresfield Court.

(*)_La reina Victoria I (1819-1901), última representante de la Casa de Hannover, reinó entre 1837 y 1901.
(**)_Eduardo VII tiene 59 años cuando asume la corona británica a la muerte de su octogenaria madre la reina Victoria I el 22 de enero de 1901, y su reinado abarca apenas una década: de 1901 a 1910.
(***)_El liberal Herbert Henry Asquith (1852-1928), 1er Conde de Oxford y de Asquith, fue primer ministro de Gran-Bretaña entre 1908 y 1916.
(1)_El Príncipe Henry de Gran-Bretaña (1900-1974) fue Duque de Gloucester, y su hermano el Príncipe George (1902-1942) fue Duque de Kent; este último tenía fama de bisexual y acabó casándose con la princesa Marina de Grecia.
(2)_La homosexualidad era entonces castigada por las leyes inglesas con penas de cárcel y trabajos forzados hasta bien entrado el siglo XX.

LOS BORBONES: LUIS I, 1707-1724

Luis I, el Bien Amado, 1707-1724

Rey a los 16 años por la abdicación de su padre, Luis I tuvo una infancia triste y bastante solitaria y una constitución física endeble y enfermiza. Lo casaron con una indeseable y murió de viruela, a los 17 años.
 Fue el primogénito de Felipe V y de su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya. Recibió el nombre de Luis en homenaje a su bisabuelo, el Rey Sol.
Siguiendo la tradición, fue educado hasta los siete años por mujeres. A esa edad su padre le puso su propio cuarto para que fuera servido únicamente por hombres. El rey también ordenó que empezara a ser tratado como Príncipe de Asturias aunque era sistemáticamente ninguneado por su madrastra, Isabel de Farnesio.
La reina odiaba a los hijos mayores de su marido tanto como quería proteger a los suyos; de ahí que hiciera correr el rumor de que tanto Luis como Fernando eran unos chicos débiles y enfermizos, que no vivirían mucho.
 Retrato de Luis de Borbón y Saboya, Príncipe de Asturias (1707-1724), como novicio de la Orden del Espíritu Santo, según el pintor A.R. Houasse.
Luis permanecía semiencerrado en el palacio del Buen Retiro. El pueblo, que apenas lo veía, se preguntaba qué motivos le impedían mantener contacto con sus súbditos. Como las noticias que les llegaban sobre él estaban relacionadas con su afición a la caza, les preocupaba que, siendo un chico enfermizo, le permitieran que anduviese de cacería por las heladas montañas de la sierra madrileña. Uno de los pasatiempos del infante cuando salía de excursión era matar culebras,por las que Isabel de Farnesio sentía auténtica aversión y por lo único que le felicitaba.

Sus otras diversiones consistían en asistir a representaciones teatrales hechas siempre por hombres, que se celebraban con motivo de la onomástica de algún miembro de la Familia Real, y salir por la noche con sus criados disfrazado de chulapón.
Estas escapadas no eran del todo inocentes, pues las aprovechaba para robar fruta y calar melones de las huertas aledañas al Buen Retiro, con el consiguiente disgusto de los hortelanos, y ya en plena pubertad para visitar casas de prostitutas situadas en los arrabales madrileños.
Físicamente, Luis se parecía a los Habsburgo, y de carácter era exageradamente tímido. Para demostrar a su hermano Fernando lo mucho que lo quería le regaló la Casa de Campo de Madrid para que pudiera cazar a sus anchas. Los infantes eran conscientes de que estaban muy solos. Isabel de Farnesio, que llevaba las riendas de la familia y la política, les hacia el vacío impidiéndoles el contacto con su padre.
Retrato de la Princesa Luisa-Isabel de Orléans (1709-1742), Princesa de Asturias y posteriormente Reina de España y de las Indias, según el pintor Jean Ranc.
El 20 de enero de 1722, a los 15 años, el Príncipe de Asturias se casó con Luisa Isabel de Orleans. en el castillo del duque del Infantado, en Lerma. La novia fue elegida según los intereses de Isabel de Farnesio y como cabía esperar, el matrimonio fue un auténtico fracaso.
Para conocer los motivos del desastre hay que retrotraerse a lo que era la Corte francesa, la más depravada y corrompida del siglo XVIII. El regente, Felipe II de Orleans (1674-1723) -en el retrato contiguo debido a Santerre-, fue un libertino y abyecto personaje que se había casado, contra la voluntad de su madre, con la bastarda de Luis XIV mademoiselle de Blois. La pareja tuvo cuatro hijas y un hijo, Louis de Orleans, que, sin ser un santo no llegó a ser tan pervertido como su famoso padre.
Las hijas del regente eran la duquesa de Berry, con quien el duque de Orleans mantenía supuestamente relaciones incestuosas. Le seguía Luisa Adelaida, lujuriosa abadesa de Chelles. La tercera, mademoiselle de Valois, se fugó con el duque de Richelieu estando prometida al príncipe del Piamonte. Después de la escapada la casaron con un primo segundo del duque de Módena, a quien abandonó, siguiendo los consejos de su hermana mayor, para regresar a París y seguir divirtiéndose.
La menor, Luisa Isabel, tratada como mademoiselle de Montpensier, llegó a España con apenas 12 años. Según su abuela, la joven "tenía los ojos bonitos, la piel blanca y fina, la nariz bien hecha y la boca pequeña; sin embargo, es la persona más desagradable que he visto en mi vida" matizaba finalmente.
Como Luis y Luisa Isabel eran unos niños se esperó un tiempo prudencial para que consumaran el matrimonio, permitiendo que en su primera noche de casados, validos y confesores los vieran juntos en la cama.
El 10 de enero de 1724, el Príncipe de Asturias fue proclamado rey por la abdicación de Felipe V. Al nuevo monarca, de 16 años, le faltaba adquirir una formación adecuada. Quienes lo conocían proclamaban sus buenas cualidades, pero a su vez eran públicas su timidez, su lentitud y su pereza, heredada de su padre. Su primera decisión consistió en restablecer la etiqueta de los Austria, que había sido suprimida por su progenitor. Por lo demás, se dedicaba a hacer las mismas travesuras que cuando era Príncipe de Asturias.
En cuanto a Luisa Isabel, su templanza desapareció el mismo día que se vio convertida en reina. Desde ese momento su desenfreno no conoció límite. La Soberana trataba a su marido con desdén, desoía los consejos que le daba y sentía un desprecio total y sistemático hacia la etiqueta y el sentir de los españoles.
Luisa Isabel apenas se aseaba, paseaba por palacio, en bata o camisón, exponiendo su desnudez a servidores y visitas. Su mayor entretenimiento era lavar ropa en público y limpiar los cristales y azulejos de las galerías del Buen Retiro. Coqueteaba sin reparo con los miembros de la guardia y los cortesanos. Actuaba tan escandalosamente que el rey no permitía que lo acompañara a ningún sitio.
Luis llegó a sentir tal aversión por su esposa que se alejó de ella. Además, le llegaron comentarios de la íntima amistad que la reina mantenía con Lady Kilmarnock, una de sus damas, mujer intrigante y ambiciosa, a quien culpaban del proceder de la soberana. Lady Kilmarnock aconsejaba a su señora a tenor de su propio beneficio y era la causante de que la reina abusara habitualmente del alcohol.
Retrato de Luis I, Rey de España y de las Indias (1707-1724), según J. Ranc.
El malestar del monarca ha quedado reflejado en las cartas que dirigía a su padre. "La reina, como de costumbre, no tiene sobre su cuerpo más que el camisón. Anoche, cuando fui a cenar con ella, estaba tan alegre que me pareció que se encontraba borracha". En otra misiva le dice: "Esta mañana la reina ha acudido a San Pablo en bata y después de almorzar bastantes tonterías -se alimentaba de ensaladas- se ha ido a lavar pañuelos".

Más ejemplos sobre lo mismo: "Después de comer, la reina se ha puesto la bata y de esta forma se ha asomado a la gran galería de cristales desde donde la veían de todas partes lavando azulejos. No veo otro remedio que encerrarla y destinar a su servicio las personas que yo considere. Estoy desolado porque no sé lo que me espera".
Como las etapas de lucidez de Felipe V eran efímeras, Isabel de Farnesio se ocupaba de responderle. "Espera y da un tiempo a la reina para ver si entra en razón". Luis terminó por prohibir a su mujer que saliera de sus habitaciones, a las que sólo tenía acceso el personal de servicio designado por él. Luisa Isabel lloraba y gritaba como una niña consentida cuando no le dan un capricho, pero el rey se mantuvo firme y se planteó pedir al Papa que anulara su matrimonio.
La viruela, una de las enfermedades más temidas, puso fin a la vida del joven Luis I. En carta a su padre, el 19 de agosto de 1724, escribía: "Voy a acostarme porque estoy ronco. Esta mañana he tenido un pequeño desvanecimiento, pero ya estoy mejor".
Isabel de Farnesio, frotándose las manos, pidió al doctor Huyghens un informe sobre el mal que aquejaba el rey. El médico le aseguró que se trataba de un fuerte constipado, pero el 21, en el cuerpo del monarca afloraron granos y pintas. El diagnóstico fue viruela benigna, por lo que lo aislaron. Luisa Isabel, que tan mal se había comportado, permaneció al lado de su marido hasta el 31 de agosto de 1724, cuando el corazón le dejó de latir. Había cumplido 17 años el 25 del mismo mes.
A su muerte, el monarca fue enterrado vestido de gala, con casaca y calzones de raso y oro, con vueltas escaroladas, corbata y sombrero, bastón y espada. Sobre su pecho descansaba el Toison de Oro y el cordón del Espíritu Santo.
Luisa Isabel de Orleans, contagiada de viruela, pasó los primeros días de viudez totalmente sola. Tenía al pueblo en contra y se llevaba a matar con sus suegros. Dadas las circunstancias y sumándose a éstas un conflicto diplomático entre las cortes de Madrid y Versailles, Felipe V (presionado por la reina Isabel) decidió buenamente devolver a la joven reina-viuda a la frontera para que regresara a casa de sus padres. Una vez en territorio francés, la reina-viuda decidió instalarse en un convento de París y de ahí pasó a instalarse espléndidamente en el palacio de Luxemburgo, donde llevó una vida de desenfreno y murió en 1742, alcoholizada y cubierta de deudas.

LUISA ISABEL DE ORLÉANS,
LA REINA EXHIBICIONISTA
De Alejandra Vallejo-Nagera in "Locos de la Historia"
Luisa Isabel de Orleáns y Borbón se despide de Francia cuando la obligan a casarse con su sobrino Luis, por entonces Príncipe de Asturias y aspirante al trono de España. Al poco de llegar la princesa, que todavía es una niña, se dedica a eructar y ventosear en público, se niega a hablar, presenta una peculiar tendencia a comer a escondidas dulces y también rábanos que flotan en gran cantidad de vinagre. Al principio los españoles piensan que sus extravagancias acaso estén à la mode en Versalles o en el Palais Royal, donde ella se ha educado y donde se estilan conductas harto antojadizas; por eso, en los primeros meses, la recién llegada es observada igual que si fuese un mono de feria. Pero a medida que pasa el tiempo Luisa Isabel pinta maneras cada vez más estrafalarias, con persistente inestabilidad psíquica, abandono personal y descontrol de los impulsos. (....)
Sin embargo, al apreciar el escenario desde una perspectiva más amplia no cabe más remedio que entregar a Luisa Isabel la condescendencia que merece y que jamás obtuvo. De entrada, por su organismo corre el mejor pasaporte al país de la locura: endogamia galopante, carencia afectiva, ambiente educativo incoherente, entorno excéntrico y, lo peor, una grave psicosis con la que algunos parientes contaminan a otros. A esto se añade que, siendo todavía una niña, se ve empujada a asumir el papel de reina. Desde tiempo inmemorial llevan casándose entre sí los ancestros de Luisa Isabel, sus abuelos (varones) son hermanos, sus padres son primos hermanos, cada célula de su cuerpo podría ser considerada prima carnal de la contigua.
PERTURBACIONES FAMILIARES
Todo ello da lugar a los desarreglos característicos de la endogamia perseverante, pero en el caso de la reina Luisa Isabel, además, tales desórdenes genéticos se acompañan del entorno menos propicio para una princesa destinada a reinar. En su abuelo materno, Luis XIV, se mezclan gigantescas virtudes con un perfeccionismo obsesivo e indudables síntomas de trastorno narcisista. La rama paterna (padre, abuela y abuelo) también exhibe un abigarrado escaparate de perturbaciones; el muestrario no tiene desperdicio: desconexión social, impulsividad, hipercompensación narcisista, intolerancia, crueldad, alcoholismo, depravación sexual, violación de normas, excentricidad, histrionismo y falta de empatía. (...)
Cuando Luisa Isabel visita a Felipe V en su retiro de La Granja, se dedica a corretear por los jardines en fino camisón, buscando que el viento lo levante y muestre la carne interior a los ojos de cualquiera que esté mirando. Felipe V tiene la mala suerte de ser uno de estos espectadores, ni que decir tiene el soponcio que se lleva y cómo le azota la conciencia de pecado mientras, en la cámara contigua, la reina Isabel se da golpes en el pecho y exclama: «Hemos hecho una terrible adquisición».
Una de las características del síndrome psíquico que padece Luisa Isabel [trastorno límite de personalidad] es la intolerancia a estar sola o a sentirse abandonada por las personas de las que depende afectivamente; en el caso de la joven soberana ocurre al fallecer su padre en Francia. En situaciones de orfandad emocional estos enfermos se precipitan a vengarse, a cometer actos destructivos y a sentirse en permanente confusión consigo mismos; exhiben verdaderas dificultades para controlarse.
En líneas generales, estos pacientes desconocen los límites; por ejemplo, Luisa Isabel es sorprendida en repetidas ocasiones con tres de sus camaristas, todas desnudas, embebidas en un juego conocido con el grosero nombre de broche-en-cul, lo cual significa, en una traducción libre, «palo en el culo». La distracción en discordia consiste en agredirse con un bastón, teniendo las manos y los pies atados, hasta hacer rodar al contrincante y reírse luego con lo complicado que le resulta recuperar de nuevo la verticalidad. Los testigos han de taparse el rostro para no ver las partes pudendas de la reina revolcándose por el pavimento junto a las de otras tres individuas de hechura parecida. (...)
Sin embargo, en sus vaivenes emocionales drásticos, Luisa Isabel pasa de la afrenta a un pavoroso arrepentimiento, con terribles sentimientos de culpa y lesión a su autoimagen; se ve malvada o profundamente desgraciada, en especial cuando vislumbra la amenaza del abandono; en momentos así se aferra a quien la regaña, estableciendo una relación de sumisión y compulsiva dependencia. Por ejemplo, el día en que el rey Luis la reprende severamente «haciéndole leer una lista escrita de todas sus excentricidades y anunciando que su paciencia se había agotado», ella inmediatamente se hinca de rodillas y suplica perdón y ayuda. Jura un propósito de enmienda, asegura que a partir de ese momento será una buena reina. (...) Pero como todos los que padecen su mismo trastorno, la reina no es consciente de lo que hace ni por qué lo hace, no controla las consecuencias de sus actos, lo único que sabe es que no puede evitar transgredir permanentemente las reglas. En el aseo personal, en la higiene alimenticia o en el decoro al vestirse encuentra campos disponibles para sus misiles personales. Igual que le sucediese a su padre, aunque por razones distintas, Luisa Isabel se echa en los brazos del escándalo. De este modo los españoles ven a su soberana salir al pasillo en camisón y atravesar a galope corredores y jardines llevando solamente una camisa de fina tela que deja entrever sus formas.
UNA FINA ENAGUA
Se presenta ante toda la corte sucia y maloliente, se niega a utilizar ropa interior e intenta provocar al personal exponiendo sus partes vergonzantes de un modo sibilino. Una de las anécdotas que más ceban su maltrecha fama ocurre en el jardín de palacio.La Reina lleva puesta nada más que una fina enagua cuando, de pronto, se le ocurre encaramarse en lo alto de una escalera de mano que apoya sobre el tronco de un manzano. Desde allí arriba pide socorro a grandes voces. Uno de los mayordomos acude en su auxilio, encontrándose de bruces con las posaderas de su majestad. El mariscal Tessé manda un informe detallado a Francia: «Estaba subida en lo alto de una escalera y nos mostraba su trasero, por no decir otra cosa. Creyó caerse y pidió ayuda; Magny [el mayordomo] la ayudó a bajar delante de todas las damas, pero, a menos de estar ciego, es evidente que vio lo que no buscaba ver y que ella tiene por costumbre mostrar libremente».
Como es habitual en estos enfermos, ella también oscila de un extremo a otro en sus relaciones interpersonales, incluso varias veces al día, pasando de la euforia a la depresión, de la credulidad a la desconfianza paranoide, del amor al odio, del apego al desdén. Los espías franceses cuentan que el matrimonio se las apaña bien a veces: «Nuestro amor aumenta de día en día y yo procuro satisfacerla», escribe el candoroso príncipe, pero simultáneamente y sin aviso previo se matan entre sí. (...)
Es habitual en los enfermos como Luisa Isabel la adicción a sustancias que alteran la conciencia. La reina de España se niega a tocar la comida en la mesa, pero luego se esconde y engulle de modo compulsivo todo lo que encuentra a mano, sea o no comestible. Riega su bulimia con vino, cerveza y aguardiente, modificadores del estado anímico a los que se vincula casi a diario. El personal de palacio se ha acostumbrado a verla borracha y tiene orden de vigilar de cerca lo que ingiere; se registra que, en una única sentada, engulle un potaje con guarnición y su caldo, dos clases de carne de cuatro libras cada una, dos huevos frescos, dos platos de asado con su correspondiente ensalada y, como colofón, se zampa cuatro clases de dulces. Por todos lados llueven los comentarios: «Se ha llenado de rábanos y de ensalada con vinagre, que no sé cómo no revienta, pero por comer se pierde tanto que hasta come el lacre de los sobres», declara el marqués de Santa Cruz a Felipe V.
La vorágine psicológica en la que Luisa Isabel se halla inmersa se agrava en semanas. Nadie a su alrededor sabe ayudarla; todo el mundo la observa, cuchichea o se ríe de ella. Las murmuraciones circulan con anécdotas picantes, cada día se presenta con una fechoría más grave aún que la anterior. A la desnudez en público se suma, de la noche a la mañana, una nueva y extraña obsesión por la limpieza; la Corte ve a su soberana afanarse en el lavado de pañuelos, cristales, baldosas, azulejos y tejidos de toda índole. La comezón limpiadora la empuja a pedir una bañera en la que pasa dos horas frotando ropa con manchas inexistentes.(...)
El punto álgido de su desequilibrio mental tiene lugar en una recepción pública. Los súbditos allí presentes ven atónitos cómo la soberana se desnuda, agarra su vestido y se afana en limpiar con él los cristales del salón. El bochorno es general y la chismografía vuela por los pasillos y atraviesa los jardines; ya nadie tiene duda de que la soberana de España ha perdido el juicio. El rey Luis, destrozado, escribe a su padre: «De suerte que no veo otro remedio que encerrarla lo más pronto posible, pues su desarreglo va en aumento».

MUSICA: "Palladio" de Karl Jenkins

Karl William Pamp Jenkins es un músico y compositor británico oriundo de Gales (nacido el 14 de febrero de 1944 en Penclawdd, Gower, Wales), -hijo de un profesor de escuela que ejercía de organista y director de coro-, que inició su carrera musical en el seno de la Orquesta Infantil Nacional del Reino Unido, como intérprete de oboe. Su pasión por la música le llevó a proseguir con sus estudios en el University College de Cardiff (Gales) y en la Royal Academy of Music de Londres. Se dio a conocer inicialmente como músico de jazz y de rock tras unirse a la banda Nucleus, pasando luego a otra de rock progresivo de Canterbury Soft Machine (1972), que llegaría a liderar posteriormente hasta 1984, ganando con la primera el 1er premio del Festival de Jazz de Montreux (Suiza, 1970). Creador de muchas canciones y músicas para spots publicitarios, Karl Jenkins fue distinguido por dos veces con el premio de la indústria musical británica, pero su nombre saltó a la fama gracias a un tema clásico que compuso especialmente para un ya mítico anuncio publicitario de la poderosa empresa sudafricana De Beers en TV, cuyo lema era "Un Diamante es Para Siempre" (A Diamond is forever) en 1993. Obviamente, la famosa pieza se conoció entonces como The Diamond Music (La Música del Diamante) y ha quedado unida, de manera indisoluble, a la firma De Beers, hasta que Jenkins la recuperó para incorporarla como 1er movimiento de su obra titulada "Palladio" (1996). Otra pieza como la de "Adiemus" se hizo célebre al ser utilizada para el anuncio de la compañía Delta Airlines, y sirvió como proyecto para crear 5 álbumes con el mismo título. Ha compuesto también para el cine (River Queen, 2005) y el escenario operístico (Eloise), amén de un Requiem (2005), misas, te deums y diversos "concertos" para duos de arpas. Por su extraordinario trabajo y su éxito profesional, Jenkins se ha visto honrado con la Orden del Imperio Británico en 2005 (OBE) y posteriormente investido Comendador de la Orden del Imperio Británico en 2010.
"PALLADIO" 1er movimiento "The Diamond Music": 
"ADIEMUS": 
P.D.: por el momento me ha sido imposible insertar los códigos de los vídeos musicales en este artículo. Más adelante, lo intentaré de nuevo.

LORD CARNARVON, azote de las mujeres

COSAS DE FAMILIA
luces y sombras en la familia Herbert
Si en cada familia hay quien recuerda en particular a uno de los suyos por haber sobresalido en algo, se entiende que en positivo, también hay quien suele omitir particularmente a aquél o a aquella que, por su trayectoria y su conducta, suele suscitar la desaprobación general de propios y extraños convirtiéndose en motivo de vergüenza.
Pues ése es el caso de la noble, famosa y acaudalada familia de los Condes de Carnarvon; ¿quién no asocia automáticamente el nombre de Carnarvon al de ese patrocinador que tuvo el arqueólogo y egiptólogo británico Howard Carter, descubridor de la tumba del faraón Tutankamón el 4 de noviembre de 1922?
El 5º Conde de Carnarvon y su esposa, la rica heredera Almina Wombwell, en las carreras de Ascot en 1921.
Más allá de la tenebrosa leyenda que rodea la muerte del personaje*, George Edward Stanhope Molyneux Herbert, 5º Conde de Carnarvon (1866-1923), permanece en la memoria colectiva como el afortunado financiador (y co-beneficiario) del descubrimiento más sensacional de la primera mitad del siglo XX. No se puede hablar de Howard Carter y de las excavaciones de la tumba KV62 sin aludir a Lord Carnarvon quien, gracias a su último esfuerzo financiero, hizo posible que ambos saltaran a la primera plana de los periódicos occidentales y se hicieran mundialmente famosos. Fama que, por cierto, aún perdura y suscita gran interés entre el público goloso de egiptología.
Y con él llegó el escándalo
Si éste Lord Carnarvon ha conseguido hacerse un sitio en la historia de la arqueología moderna como mecenas, su hijo y sucesor en el título condal no le fue a la zaga: Henry George Herbert, 6º Conde de Carnarvon (1898-1987), heredero de una colosal fortuna**, señor del grandioso castillo neo-isabelino de Highclere y dueño de una vasta finca de 1.450 Km2 en el condado de Hampshire, brilló en otro terreno. Lejos de parecerse a sus progenitores, el 6º Lord Carnarvon se ilustró particularmente por un modo de vida que fue, inevitablemente, la comidilla de la alta sociedad y de la prensa británica. Aunque convenientemente casado con Anne Catherine Tredick Wendell desde 1922, sus numerosas infidelidades y proezas sexuales con terceras acabaron por arruinar su matrimonio. Humillada y avergonzada por la escandalosa conducta de Lord Carnarvon, la condesa obtuvo el divorcio en 1936. Y es que no era para menos... Lord Carnarvon se había hecho famoso por llamar a las puertas de las damas y doncellas aporreándolas con su miembro viril en plena erección. Cuentan incluso que una vez violó vigorosamente a una invitada suya y que ésta, al desmayarse en plena agresión sexual, fue violentamente reanimada por el conde, quien le echó encima una jarra de agua helada para que volviera en si.
Soldado, actor aficionado, exhibicionista, deportista, mujeriego, violador, azote de la mitad de las mujeres del condado de Berkshire... todo eso y más fue nuestro ilustre Lord Carnarvon. Sorprende, incluso, saber que "Porchy" (asi apodado por su título juvenil de Barón de Porchester) fuera el favorito del rey Jorge V y de la Familia Real, teniendo en cuenta que en una ocasión se había visto perseguido por toda una jauría de maridos cornudos en los jardines de Maidenhead, que pretendieron darle caza como si fuera un zorro.
Retrato de Ottilie "Tilly" Ethel Losch, 6ª Condesa de Carnarvon (ob.1975).
Posteriormente, Lord Carnarvon conoció a la que sería su segunda esposa en un sanatorio suizo, Tilly Losch. Ottilie "Tilly" Ethel Losch, era una bailarina, coreógrafa, pintora y actriz austríaca que se había divorciado en 1934 del millonario anglo-americano Edward James, tras descubrir la relación sentimental de éste con el príncipe Sergeï Obolensky, un alto ejecutivo hotelero de EE.UU. . Víctima de una severa depresión causada por un escandaloso divorcio, Tilly se había internado voluntariamente en un sanatorio de Suiza con la intención de recuperarse. Saldría de allí para casarse en segundas nupcias*** con Lord Carnarvon y, aunque la relación fue inicialmente buena, su delicada salud la llevó a instalarse casi de inmediato en EE.UU., lejos de su marido, al estallar la IIª Guerra Mundial. Dos años después de que se celebrase la paz (1947), centrada en su carrera artística en Norteamérica, Tilly Losch se divorciaba amistosamente de un Lord Carnarvon que, para no perder la costumbre, le había sido notoriamente infiel durante sus 8 años de matrimonio.
Después de eso, Lord Carnarvon se convirtió en todo un personaje televisivo tras escribir un libro: "No Regrets" que, por su contenido autobiográfico, causó sensación entre el público británico en 1976. Otro libro, "Ermine Tales" (1980), que era la secuela del primero, abordaba anécdotas bastante jugosas sobre su relación privilegiada con Jorge V y la Familia Real Británica de entonces.
Lord Carnarvon asistiría a los funerales de la que fue su segunda mujer en 1975, con quien había quedado en excelentes términos y que falleció de cáncer, y él moriría a su vez el 22 de septiembre de 1987, a la edad de 89 años, pasando el testigo al hijo habido de su primer matrimonio, Lord Porchester (Henry George Reginald Molyneux Herbert, 7º Conde de Carnarvon, 1924-2001) que, dicho sea de paso, fue infinitamente más aburrido que su antecesor.
Fotografía de Highclere Castle, la suntuosa residencia de los Condes de Carnarvon en el condado de Hampshire, Inglaterra.
(*)_La muerte de Lord Carnarvon, acaecida el 5 de abril de 1923, se debió a la infección de un corte producido sobre la picadura de un mosquito al afeitarse, que derivó en septicemia.
(**)_La esposa del 5º Lord Carnarvon, Almina Wombwell, fue la hija natural y gran heredera del banquero sionista Barón Alfred de Rothschild (en 1918), dueño de una de las mayores fortunas de Gran-Bretaña. Aquella herencia sirvió para financiar las excavaciones de Howard Carter en el Valle de los Reyes.
(***)_El 6º Lord Carnarvon se casó en segundas nupcias con "Tilly" o "Tillie" Losch el 1 de septiembre de 1939.

LADY FANSHAW o La Malvada Dama


LADY KATHERINE FANSHAW
La Leyenda de la Malvada Dama de Hertfordshire.


Retrato juvenil de Lady Katherine Ferrers de Buyfordbury, Lady Fanshaw (1634-1660), esposa de Lord Thomas Fanshaw, 2º Vizconde Fanshaw.
Lady Katherine Fanshaw, de soltera Lady Katherine Ferrers de Buyfordbury, nació en el seno de una rica y noble familia de provincias el 4 de mayo de 1634 y murió posiblemente el 13 de junio de 1660. Fue, de acuerdo con la leyenda popular, la "Malvada Dama", una mujer convertida por necesidad en una aventurera y bandida, en una temible asaltadora de caminos que campaba a sus anchas por las carreteras principales aterrorizando a los viajeros que pasaban por Nomansland, en el condado de Hertfordshire, en la primera mitad del siglo XVII, antes de encontrar la muerte a consecuencia de las heridas recibidas durante su último robo. Incluso a día de hoy, persiste la creencia de que su fantasma sigue recorriendo aquellos antiguos caminos aterrorizando a los incautos que se aventuran por ellos, o apareciendo por la mansión familiar de Markyate Cell.
Fotografía de la mansión de Markyate Cell, en Dunstable, Hertfordshire, casa ancestral de la familia Ferrers de Buyfordbury y con fama de estar encantada; sus sucesivos propietarios y visitantes han tenido más de un encontronazo con el fantasma de Lady Katherine Fanshaw... En 1840, parte de la mansión ardió repentinamente; dicen que el incendio fue provocado por el fantasma de la "Malvada Dama". Se descubrió posteriormente la puerta secreta que conectaba la cocina con la habitación de Lady Fanshaw por medio de un pasadizo y que había sido tapiada a su muerte.
Siempre según la leyenda, la hermosa Katherine Ferrers fue obligada a contraer matrimonio a edad temprana y, su marido el futuro 2º Vizconde Fanshaw, que siempre estaba ausente (porque le retenía indistintamente la guerra o la cárcel lejos del hogar), había vendido gran parte del considerable patrimonio familiar para pagar sus interminables rescates, por lo que la dama se encontró en una situación harto precaria. La falta de pecunio la llevó a cometer atracos por los principales caminos transitados de la zona, ayudada por su cómplice y puede que amante el granjero Ralph Chaplin, convirtiéndola en toda una criminal. Se le atribuyó todo un catálogo de fechorías: varios hurtos en casas y mansiones vecinas a las que luego incendiaba, sustracción de víveres, el asesinato de un agente de la ley, varios asaltos a carruajes, a convoyes y viajeros a punta de pistola... Hasta que unas balas de sus últimas víctimas marcaron el final de su carrera de bandida y la de su amante. Puede que la leyenda popular exagere atribuyendo tantas maldades a la "Malvada Dama", teniendo en cuenta que en aquella época, reinando Carlos I y luego bajo la dictadura de Cromwell, el bandidaje era el pan de cada día en una Inglaterra desgarrada por una cruenta Guerra Civil. Sin embargo, los saqueos e incendios de mansiones y los asaltos en los caminos cesaron repentinamente tras la muerte de Lady Fanshaw.
Retrato de Sir Simon Fanshaw, padrastro y tío político de Lady Katherine Fanshaw, artífice de su unión con su sobrino Thomas, Lord Fanshaw.
En realidad, y más allá de la leyenda local, la vida de Lady Fanshaw permanece siendo un misterio y hay pocas evidencias de que haya sido en realidad quien pretendieron los lugareños que fue. Un artículo de John Barber, publicado en 2002, argumenta que es improbable que Lady Fanshaw fuera la legendaria "Wicked Lady" o "Malvada Dama" de Hertfordshire. Lo que si se sabe, aunque sea poco, es que Katherine Ferrers pertenecía a una riquísima familia de la región poseedora de vastas fincas y que, a la edad de seis años, vio morir sucesivamente a su padre Sir Knighton Ferrers y a su abuelo Sir George Ferrers convirtiéndose en la única heredera de la fortuna Ferrers. Su madre, también llamada Katherine Walter de Hertingford, murió a su vez dos años después de casarse en segundas nupcias con Sir Simon Fanshaw (1642). Cuando la joven heredera aún no había cumplido los 14 años de edad, su padrastro arregló un matrimonio de conveniencia con su sobrino Lord Thomas Fanshaw quien, por aquel entonces, computaba 16. Puntualicemos que los Fanshaw habían sido también una de las más ricas familias terratenientes del país y cuyas posesiones fueron comparables en extensión a los de la familia Ferrers de Buyfordbury. Ambas familias eran eminentemente leales a la Corona y profesaban la fe anglicana, por lo que una unión entre ambas parecía adecuada y provechosa, aunque aquello supusiera un matrimonio forzado entre dos adolescentes, con tal de asegurar la transmisión de la fabulosa herencia Ferrers ya que los Fanshaw estaban arruinados desde la derrota del bando realista.
Dado que Lady Fanshaw vivió durante la Guerra Civil Inglesa y teniendo presente que pertenecía, por tradición familiar, al bando realista, no resulta tan descabellado creer que fuera la legendaria enmascarada que se enseñoreaba nocturnamente por los caminos de la zona. En una época en que imperaba la desesperación y el hambre tanto entre el campesinado como entre la gentry (la clase señorial y terrateniente), no era extraño ver cómo la penuria empujaba a muchos jóvenes caballeros y damas de noble cuna, incluyendo sus criados y doncellas, a convertirse en asaltadores de caminos como único medio para conservar sus maltrechas y menguadas propiedades ancestrales, constantemente amenazadas de embargo y sobre las que pesaban gravámenes abusivos impuestos por el Parlamento Londinense. Lady Fanshaw, como tantos otros de sus semejantes, vio cómo morían en los campos de batalla los miembros más jóvenes de sus familias y cómo perdía paulatinamente sus bienes muebles e inmuebles a manos de las tropas de Cromwell (que se dedicaban a saquear y a incendiar las mansiones de los partidarios de Carlos I, para luego verse éstos sancionados con multas que acababan de arruinarlos del todo) y de los implacables recaudadores enviados por el Parlamento. Por tanto, no parece tan fantasiosa la creencia de que Lady Katherine Fanshaw, fuera la "Malvada Dama" enmascarada que, a caballo y por la noche, robaba a punta de pistola.
LADY FANSHAW: Contrastando leyenda y veracidad
En las historias populares, en las leyendas, siempre se acaba por encontrar 'pegas' entre lo que afirman éstas y lo que se comprueba con hechos y datos verificables. En primer lugar, nos vemos en la obligación de puntualizar sobre varios detalles que conciernen al personaje o heroína que practicó el bandidaje por los caminos de Hertfordshire:
Retrato de Katherine Ferrers de Buyfordbury, "Mistress Fanshaw" (1634-1660), conservado en la mansión de Markyate Cell.
1)- Katherine Ferrers, tras casarse con el Honorable Thomas Fanshaw, se convirtió no en 'Lady Fanshaw' sino en 'Mistress Fanshaw', condición que subraya su posición de mujer terrateniente, en dueña y señora de la finca de Markyate Cell. Añadir que tampoco fue 2ª Vizcondesa Fanshaw porque, sencillamente, murió antes de que su marido heredase el título de su padre.
2)-El título de 1er Vizconde Fanshaw lo ostentó el suegro de Katherine, Sir Thomas Fanshaw, rico terrateniente cuyas principales posesiones se ubicaban en Irlanda (en el retrato contiguo). Viudo desde 1628 de su primera mujer, Anne, se distinguió sobretodo por su actuación durante la Guerra Civil Inglesa en el bando monárquico. La derrota de los partidarios del rey Carlos I supuso la ruina para los Fanshaw, que se vieron despojados de sus tierras y condenados a pagar multas astronómicas. Habría que esperar hasta la Restauración de 1660, con el regreso del rey Carlos II, para que los Fanshaw volvieran 'a flote' en el escenario sociopolítico. Para recompensar la lealtad y mitigar las penurias sufridas por Sir Thomas Fanshaw y los suyos, Carlos II le convirtió en Caballero de la Orden del Baño y 1er Vizconde Fanshaw en 1661, abriéndole las puertas de la Cámara de los Lores. El disfrute de tales honores fue breve para el 1er Lord Fanshaw ya que falleció cuatro años después (1665), heredando el título su hijo Thomas Fanshaw, como 2º Vizconde, y viudo desde 1660 de la rica heredera Katherine Ferrers de Buyfordbury, señora de Markyate Cell, de la que por cierto nunca tuvo hijos aunque se baraja el probable nacimiento de un bebé que murió en la cuna.
3)-Existe la hipótesis de que Katherine Ferrers no fuera la 'Wicked Lady' de la leyenda popular, sino otra mujer que tenía lazos de parentesco con ella: Lady Katherine Fanshaw, nada menos que su cuñada! ¿Habrán confundido, los que difundieron las asombrosas aventuras de la bandida, a las dos cuñadas que compartían los mismos nombres de pila y apellidos? De la joven cuñada de Katherine Ferrers, Katherine Fanshaw, tan solo se sabe que nació en 1653, cuatro años después de la ejecución del rey Carlos I, y que era efectivamente la hermana de Thomas Fanshaw e hija del 1er Lord Fanshaw; que ambas cuñadas compartían techo en Markyate Cell. Pero, una vez más, las fechas no coinciden: es difícil creer que una chiquilla encarnase a la temible asaltadora de caminos de Hertfordshire. Por otro lado, Lady Katherine Fanshaw computaba 7 añitos cuando su cuñada 'Mistress Katherine Fanshaw' murió de sus heridas (siempre según la leyenda) desplomándose en el quicio de la puerta de la cocina de su mansión, tras escapar de un desastroso y fallido asalto de una diligencia, y en el que encontró también la muerte su supuesto amante y compañero de fechorías el granjero Ralph Chaplin.
Retrato juvenil de Lady Katherine Fanshaw (n.1653), cuñada de Katherine Ferrers.
Por otro lado, extraña que una dama tan rica como lo fue en su día Katherine Ferrers, se viera empujada por las circunstancias de su época a practicar el robo para poder conservar sus bienes amenazados por las autoridades parlamentarias. Que los Fanshaw estuvieran arruinados no implicaba que ella también lo estuviera, aunque se viera en la tesitura de acoger en su casa a su familia política y que ésta viviera a sus expensas. Otras versiones cuentan que Katherine Ferrers-Fanshaw se convirtió en asaltadora de caminos por diversión, por su exacerbado gusto por las emociones fuertes y puede que por amor a Raph Chaplin, ese mismo que era un honesto granjero de día y un desalmado ladrón de noche, y que la adiestró en el oficio.
4)-Otro misterio: ¿de qué murió realmente Katherine Ferrers para que, una vez muerta, la enterrasen deprisa y corriendo en plena noche, tal y como cita algún que otro personaje de la época? ¿De las heridas recibidas en su fallido intento por hacerse con el botín de la diligencia?¿De un mal parto? Persiste también el secreto sobre dónde está enterrada realmente. De los archivos parroquiales tan solo se releva este dato: la fecha de su defunción a los 26 años, sin más explicaciones. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario