MIGUEL HERNANDEZ: “ELEGIA” PARA EL POETA (HOMENAJE EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU NACIMIENTO) |
Cuando
era más joven, hace ya ni me acuerdo, el azar trajo a mis manos un
libro del poeta Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, Alicante). Tanto me
fascinó que “como un rayo que no cesa” continué leyéndole. Y luego,
encontré una biografía suya que no tardé mucho en “devorar”. Aún
recuerdo especialmente dos pasajes que me llegaron al corazón. Relatan
la historia “las nanas de la cebolla” y de las dos “elegías”, musicadas
por numerosos autores. Fascinado con ellas pensé en escribir una
composición poética similar dedicada al poeta oriolense. De este modo,
nació la siguiente “Elegía” inédita, que cursando tercero de BUP en el
Instituto Andrés Laguna de Segovia, fue seleccionada por mis compañeros
como el mejor poema de la clase, y que me viene como anillo al dedo para
rendir mi particular homenaje, cuando el mundo de la cultura comienza a
preparar diversos actos para conmemorar el primer centenario del
nacimiento de Miguel Hernández (30 de octubre de 1910).
Josefina Manresa, su hijo de siete meses y las “nanas de la cebolla”
En
1939, -a dos meses del trágico fallecimiento de su hermano- Miguel
Hernández permanecía en la cárcel por sus ideas políticas. Durante este
presidio, su mujer, Josefina Manresa, le enviaba una carta y una foto de
su hijo con siete meses.
A vuelta de correo el
“poeta cabrero” respondía con otra misiva: “no pasa un momento sin que
lo mire y me ría, por muy serio que me encuentre, viendo esa risa tan
hermosa que le sale delante de los cortinones y encima del catafalco ese
en que está sentado. Esa risa suya es mi mejor compañía aquí y cuanto
más la miro más encuentro que se parece a la tuya. Y los ojos, y las
cejas y la cara entera. Este hijo nuestro, por quien no debes perder el
ánimo y la confianza en esta vida, es más tuyo que mío”
Poco
después, Josefina-quien estaba amamantando a su hijo- le escribía de
nuevo, narrándole que en su triste alacena apenas tenía para comer pan y
cebolla. No obstante -le aseguraba-se sentía afortunada por poder comer
pan. Muy afectado y triste por esta revelación, le respondía: “Estos
días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más
difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño
se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche.
Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que
aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros o
desesperarme”.
Amargura, tristeza, impotencia y a
la vez dulzura para su hijo, era lo que transmitía Miguel desde su celda
en esas inolvidables “Nanas de la cebolla” (En la cuna del
hambre/mi niño estaba/con sangre de cebolla/se amamantaba…Vuela niño en
la doble/luna del pecho/él, triste de cebolla/tú, satisfecho).
En
septiembre de ese mismo año inesperadamente fue liberado. Y en lugar de
refugiarse, como le recomendaron tantos amigos, corrió a Orihuela para
encontrarse con su esposa e hijo.
Miguel Hernández, Ramón Sijé y la “promesa” que el poeta no pudo cumplir
Otro
apartado fue el correspondiente a las elegías. Ramón Sije, seudónimo
literario de José Marín Gutiérrez -fallecido por una septicemia al
corazón, a la edad de 22 años, en plena Nochebuena de 1935- novio de
Josefina Fenoll, la panadera de Orihuela. Se reunían en tertulias
poéticas en la panadería de su pueblo alicantino. Miguel y José se
querían tanto, que se prometieron que el primero de ellos que muriese
recibiría del otro el primer puñado de tierra sobre su ataúd. Pero, no
pudo ser.
Miguel se encontraba en Madrid cuando se
enteró de su muerte y no pudo cumplir su promesa. De este modo,
nacieron las dos Elegías (“En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como el rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería”) (“En Orihuela,
su pueblo y el mío, se ha quedado novia por casar la panadera de pan más
trabajado y fino, que le han muerto la pareja del ya imposible esposo).
Ni
que decir, que la primera de ellas la he recitado de memoria una y mil
veces. Aunque pudiera parecer blasfemia, es la verdad. Nos sirvió a mi
mujer y a mí como “oración de cabecera” durante nuestros primeros años
de pareja. Como si de nuestro particular “padre nuestro” se tratara,
todas las noches “rezábamos” nuestra elegía, hasta que logré que ella
también se la aprendiera.
Tras fallecer Ramón Sijé, Miguel Hernández abandonó su catolicismo, abrazando la causa republicana.
El mejor poema de mi clase en el Instituto Andrés Laguna de Segovia
Episodios
tristes y dramáticos, que me inspiraron -cuando contaba apenas con 20
años de edad (hoy tengo 46)- la siguiente elegía para el poeta. También
recuerdo que cursando tercero de BUP (Bachillerato Unificado
Polivalente) en el Instituto Andrés Laguna de Segovia -donde vivía-
tenía un profesor de Literatura llamado Uldarico. Nos pidió que
escribiéramos una composición poética y se la entregáramos. Yo presenté
mi Elegía para Miguel Hernández. Curiosamente, su lectura ocupó una
clase entera y mis compañeros la eligieron como el mejor poema.
Sufro
una especie de Síndrome de Diógenes. Guardo innumerables recuerdos de
mi pasado -sobre todo papeles, libros y documentos- como si fuesen
auténticos tesoros pendientes aún de explotar literariamente. Hoy han
pasado más de 26 años y junto a otros escritos en verso y prosa de
antaño, el azar ha querido que apareciese en el momento más oportuno
-preparación del primer centenario del nacimiento de Miguel Hernández
(1942)- en mi destartalado baúl de los recuerdos.
Sea
pues éste, mi particular homenaje a este sensacional poeta del pueblo,
combatiente por sus ideas, al que tanto culto rendí en mi adolescencia, y
a quien todavía continúo admirando por su sensacional arrojo y
compromiso.
ELEGIA
(Olvidado en quién sabe qué celda ha muerto
Miguel Hernández, el poeta)
Miguel Hernández, el poeta)
Espiga de la mañana
que creces pausadamente
sobre la tierra callada.
que creces pausadamente
sobre la tierra callada.
Tu alma es un rayo de luna
que proyecta azul la muerte
sobre las piedras desnudas.
que proyecta azul la muerte
sobre las piedras desnudas.
Los falos de la vergüenza
de unos buitres sin cabeza
te dieron la muerte lenta.
de unos buitres sin cabeza
te dieron la muerte lenta.
Miguel de la sin fortuna
enfermo de la mentira
en una celda asesina.
enfermo de la mentira
en una celda asesina.
Tus versos hoy calaveras
se ríen de tanta infamia
y al tiempo lloran tu pena.
se ríen de tanta infamia
y al tiempo lloran tu pena.
Pastor de las Orihuelas
buscaste con tus ovejas
la libertad en la tierra.
buscaste con tus ovejas
la libertad en la tierra.
Y esta tierra te dio hambre
muerte, sed y vil miseria
y represión en tu guerra.
muerte, sed y vil miseria
y represión en tu guerra.
Desde tu celda remota
cantabas triste a tu hijo
“las nanas de la cebolla”.
cantabas triste a tu hijo
“las nanas de la cebolla”.
Josefina como el rayo
lloraba la amarga pena
con el niño entre sus brazos.
lloraba la amarga pena
con el niño entre sus brazos.
¡Ay Miguel, siempre Miguel!
Miguel de la hambrienta tierra
sepultura de Migueles.
Miguel de la hambrienta tierra
sepultura de Migueles.
Tu voz rechina en el viento
y se transmite implacable
en tu silbo vulnerado.
y se transmite implacable
en tu silbo vulnerado.
Aquel rayo que no cesa
impregna la blanca España
con tierra de tus poemas.
impregna la blanca España
con tierra de tus poemas.
¡Ay Miguel!, hombre de hierro
hijo de la tierra madre
de las sublimes tormentas.
hijo de la tierra madre
de las sublimes tormentas.
Las luces de esta alborada
proyectan tu sombra grave
sobre tu tumba desierta.
proyectan tu sombra grave
sobre tu tumba desierta.
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